Tetsuya odiaba el olor y sabor a tabaco, le daba repelús, pero el sabor natural de Hyde, dulce e intenso, oculto bajo el saborcillo que el cigarrillo le dejaba en la boca, era algo que disfrutaba mucho, por eso mismo le continuaba besando, porque su mayor vicio no era la música, ni el hecho de irse de compras... no, su verdadero vicio era el sabor que le dejaban los besos del vocalista
Besos profundos que le tocaban el alma y le transportaban a un paisaje maravilloso, que le rodeaban por completo y le giraban de adentro hacia afuera, dejándole por completo descubierto e indefenso ante el vocalista.
Ésa era su mayor debilidad, esos ojos grandes y expresivos de color oscuro, que le observaban fijamente, en los que se sumergía un clavado y no le importaba ahogarse.
Sentirse a merced del otro, que Hyde hiciera con él lo que quisiera, siempre, era su más grande debilidad.
Una sonrisa coqueta y más besos, húmedos y prolongados, que le robaban el oxígeno, como si él fuera el soporte del otro, quien se prendía de él con uñas y dientes y se enrollaba a su alrededor como un koala necesitado.
Ardiente deseo, caliente y sensual, como fuego líquido que les recorría y les paralizaba unos instantes, como veneno delicioso, un suave vino que sorbían con cada beso y caricia que recibían y daban.
Ser el líder de la banda, en esa habitación, no tenía ningún significado o valor alguno. Era un peón más, un siervo del Rey ególatra y sensual que le observaba y decidía todo, que con puño de acero gobernaba sobre esa tierra de seda y almohadas mullidas. Que gobernaba sobre su cuerpo esbelto y siempre disponible a él.
Le miraba con adoración y él otro sonreía y se dejaba idolatrar, permitía que esos ojos le observaran por completo, más allá de lo físico, que vieran quien era realmente. Le regalaba canciones que eran sólo para él.
Le daba su tiempo y su cuerpo y lo convertía en alguien aún más dependiente. Con sus caricias y sus besos y esa necesidad imperante que le obligaba a nunca alejarse demasiado, que hacía que se rindiera por completo ante él y sólo permitiera que sus sentidos dominaran por completo su cuerpo.
¿De qué le servía hacer uso de la razón estando con Hyde?
Afuera la culpabilidad, lo único que quería era hundirse en el otro, permitirse ser uno mismo aunque fuera solamente por unos instantes placenteros en los que la línea entre la amistad y la lujuria se deshacía y les permitía fundirse en un apretado abrazo sensual donde se mordían, arañaban y entregaban mutuamente.
Todo por los besos de Hyde, por su mirada y el sonido melodioso de su voz regalándole una serenata íntima, algo sólo para él.
—Y me bebí tus besos como un veneno que poco a poco me fue matando —su voz fue ronca y matizada del cansancio postcoital.
Hyde se rió mientras era besado suavemente, lentamente. No estaba burlándose, sólo encontraba esa situación que ellos vivían muy cómica.
—Como una droga —murmuró el vocalista y no pudo desmentirle porque justamente así era.
Una droga de la que dependería toda su vida.