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Mis sesiones contigo por Crawlingbutterfly

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Notas del capitulo:

Kit, es tuyo, gracias por la espera, un cápitulo más y terminamos!!!! Espero te guste.

 

Capitulo II

Tu recuerdo

 

 

 

 

 

Siento como el cristal se caliente debído a que mi frente está recargada en él, sé que es lógico ya que tengo fiebre, lo que no encuentro lógico es el por qué la tengo.

 

Le extraño tanto, y mi pecho, que solía usar de almohada, lo hace también.

 

Me muevo lenta y quejumbrosamente, todo me duele. Desde su partida deambulo entre filosas navajas, incluso el aire me corta, vivo con el presentimiento de que en cualquier instante puedo caer hecho añitos… pero no llega el momento. Esto para mi mala suerte, claro.

 

- Milo… - digo bajito y me doy cuenta de que después de casi 8 meses sigo pronunciando tu nombre con el mismo deseo que la primera vez que lo susurré a tu oído, justo antes de hacerte mío por primera vez.

 

Cierro con fuerza mis ojos sólo para abrirlos al instante y contemplar un cielo negro de tormenta lejana, pero la tormenta en mi corazón es todavía más oscura y tenebrosa.

 

– Escorpión de poca madre… mira como me dejaste. – te espeto.

 

Hoy tuve sesión contigo, más bien dicho, de ti. No comprendo como el doctor me soporta, ya de entrada llego molido para hablar por horas, mismas en las que tu nombre rueda y rueda entre mi boca y mi lengua, luego, al terminar, me retiro devastado, perjudicado y envenenado con tu inmortal perfume escarlata.

 

- Te odio tanto.

 

Para sanarme, no es suficiente hablar de ti 6 horas a la semana si te tengo metido en la cabeza durante los 7 días que dura la misma.

 

- Milo…

 

Tiemblo de pies a cabeza al nombrarte. Nadie me dijo que la desintoxicación sería fácil, pero esperaba que fuera menos dolorosa. Te emano por todos y cada uno de mis poros, no lo entiendo… me inyectaste tu veneno en lo más profundo de mi ser y ahora no sé cómo seguir sin ti.

 

 

“- Saga, te buscan. – me dice Diane entre emocionada y asombrada.

- ¿Quien?- balbuceo detrás de mi restirador sin dar mayor importancia.

- Es ese chico nuevo, al que llaman: “El escorpión” – termina la frase de forma rimbombante. Yo me quedo helado. - ¿Cómo dices que se llama? ¿Milo?

- Si…

- Ah, pues está en el vestíbulo. ¿Le digo que pase? – me pregunta cuando se da cuenta de que no reacciono.

- No. – digo tajantemente, ella me mira extrañada. – Es decir, ya voy.

 

 

Ella asiente y casi a punto de salir se vuelve para decirme:

 

 

- ¿Sabes qué?, lo que me dijiste es cierto, en realidad si es muy apuesto. – sonríe socarronamente y se va… se va dejándome afectado, nervioso y con ganas de enterrarme bajo tierra.

 

Cuando llego al vestíbulo le veo enfundado en un sencillo conjunto de mezclilla y algodón blanco, pero que le  hace parecer un ángel recién caído del cielo. Él me ve y sonríe ampliamente, aún ahora hubiese deseado que no lo hiciera, me sentí tan perdido entonces como me siento ahora mismo. Se me acerca de manera despreocupada, casi precoz, con su cabello ondeando delicadamente.

 

Juro que me sentí mareado, extraviado en mi propia casa… en mi propio cuerpo.

 

- Yo, estaba pensando en ti – me dijo a desparpajo, sus mejillas reventadas en escarlata -, ¿crees poder aceptarme una invitación a salir? ¿Ahora mismo?

 

Abrí mis ojos de manera preocupante, no atiné a otra cosa más que a revisar que nadie estuviera cerca, para fortuna mía alcancé a ver a mi novia afuera, allá cerca de la alberca. Moví la cabeza queriendo decir que no pero atinando a un sí.

 

Un sí que hubiese gritado de poder hacerlo.

 

- ¿Vamos ya entonces?

 

Su carita no me dejaba otra salida: o tomaba mi gabardina de inmediato y salíamos corriendo o me dejaba caer de espaldas sobre el suelo sin poder respirar.

 

Pero no hice ni lo uno ni lo otro, lo que hice fue comprobar que, efectivamente, llevaba mi cartera, le tomé del antebrazo de manera brusca y a la salida alcance a tomar las llaves del coche de Diane.

 

- Por allá está mi auto. – me dijo señalando a quien sabe donde.

- Usaremos uno mío.- le espeté y le trepé tan rápido como puede al de mi novia, no había problema alguno, frecuentemente ella y yo intercambiábamos coche y no se le haría para nada sospechoso que lo tomara tan deprisa y sin avisarle. - ¿Y entonces? – le pregunté a Milo ya saliendo a la avenida.

- ¿Qué cosa? – respondió confundido.

- ¿¡Cómo que: qué cosa!?... ¿Pues a donde vamos?

- Ah, eso… No sé, a donde tú quieras – respondió inexplicablemente feliz.

 

Frené tan bruscamente que de haber ido alguien atrás de mí se estampa sin evitarlo. No sé que cara me vio que puse que no pudo aguantarse la risa… se carcajeó de mí como lo haría un niño de su diversión más grata.

 

- Lo siento Saga – dijo quedito volcando toda su carcajada en un sonrisa preciosa -, es que todo ha sido tan repentino que no he tenido tiempo de pensar a donde podría invitarte. – se mordió el labio antes de continuar – Yo creí que ibas a rechazarme en vez de aceptar salir conmigo, es por eso que no tengo nada preparado… - se llevo su mano graciosamente a los labios -: Bueno, en realidad había pensado en mil pretextos para decirte con tal de  poder verte, pero nunca te imaginé aceptando mi invitación así, a la primera, por ello no hay plan alguno. – rió.

- ¡Pero que estupidez! – gruñí apoyando las manos y cara en el volante. – Será mejor que regresemos – y quería hacerlo porque no terminaba de entender que estaba pasando.

- ¡No! – casi fue un gritó – Por favor no regresemos… - guardó silencio por un inquietante momento, por nada se me figuro desesperado.

 

Aproveché para orillarme y no estorbar en el camino.

 

- Saga… - me llamó quedito, y yo caí redondito a su mirada. - ¿Y si tú eliges el lugar de nuestra primera cita? – abrí la boca pero no pude decir nada y él lo supo porque continuó -: Te prometo que para la siguiente ya tendré pensado el lugar a donde ir.

 

Otra vez le vi feo y el rió.

 

- ¿Pero que te hace pensar que habrá otra cita?... Es decir… esto ni siquiera es una ci…

 

Y me calló.

 

Me besó.

 

Y no quise decir nada más.

 

A esa sencilla e inquietante “cita”, le siguió otra, y luego otra y luego ya no pude separarme de él.”

 

 

 

Me bajo del taxi y me quedo petrificado a la entrada del cementerio. Kanon lo nota y por ello toma con tierna firmeza mi mano. Mi hermano sabe que sin él a mi lado yo nunca me hubiese atrevido a venir aquí. Estoy hecho una sopa debido a la tenaz lluvia, estaría peor si Kanon no estuviera cuidando de mí, de mi alimentación, de mi vestido, de mi sustento.

 

No trabajo más. No hay cámara fotográfica que me llame a hacerlo. No queda belleza alguna en mi vida que merezca ser retratada.

 

- Vamos, remedo de hermano – me dice Kanon en tono cariñoso.

 

Él siempre aceptó su preferencia por los hombres, y en el fondo estoy seguro que sabía que yo también lo haría algún día.

 

Fue él mismo el que me dio mi primer beso, situación alarmante cuando se me salió contarle a mi doctor, al menos alcance a callar que fueron varias las ocasiones en que intento seducirme, y que si no hubiese sido por él yo hubiese llegado totalmente ignorante a la cama con Milo.

 

Sonrío para mis adentros al imaginar la reacción de mi psiquiatra si lo hubiese sabido.

 

Me giro un poco buscando valor en los ojos de Kanon quien me sonríe y me insta a moverme detrás suyo.

 

Traigo en la mano un ramo de flores de esas que volaban a Milo, su tumba quedó tapizada de ellas el día de su entierro. Ninguna prendería, sin embargo.

 

- ¿Quién es ese?

 

Me pregunta Kanon unos metros antes de llegar a la tumba de mi eterno amor.

 

Alzo la mirada y me encuentro con una figura que no reconozco. La lluvia no deja ver mucho, pero se nota que aquel joven está hipando. Se agacha y deja un mediano bulto junto a las flores que, se nota, acaba de dejarle también, de las mismas que le llevo yo.

 

Nos quedamos sin movernos por un buen rato, sólo observando y damos gracias de que aquel no se esté percatando de nuestra cercanía. Es día que yo no puedo lidiar con nadie más que le haya conocido que no sea Kanon. Hoy es fecha de su aniversario luctuoso y de todas formas sé que nadie vendrá a verle. En la agencia nadie le llegó a apreciar de verdad, y de su familia… los pocos que quedan continúan en Grecia, molestos conmigo por la decisión de enterrarle cerca de mí y no de ellos.

 

La lluvia continua cayendo y yo sigo con insuperable atención los movimientos del rubio que no me deja acercarme a la tumba de Milo.

 

Pasan 10, 20, 30 minutos y para entonces Kanon ya está harto. Sin dudarlo se abalanza justo en el momento en que el desconocido se deja caer de rodillas, no desfallecido, si no para inclinarse a besar la fría y húmeda lapida.

 

Una punzada cruza mi pecho y es cuando soy yo el que no lo soporto más.

 

- ¿Qué haces hijo de… - comienzo a gritar y me detengo en seco al encontrarme con los ojos de Milo.

 

Son los mismos, ¡podría jurarlo!

 

Grandes, soñadores, profundas gemas preciosas, llorosos ahora pero espectaculares en cualquier otro momento.

 

Y me miran desde abajo, dejando que la lluvia se confunda son sus lágrimas.

 

Kanon se me empareja y ahora somos dos gotas de agua que le estudian sin más.

 

- Tú… - dice ahogando su voz con la mano – tú eres Saga…

 

Asiento sin mayor movimiento que el de cerrar mis labios antes entreabiertos por el asombro.

 

No sé por qué, pero de repente se me viene una oleada de recuerdos, hermosos y calidos como mi amado Milo.

 

Recuerdos de él recostado a mi lado, bailando sobre mí, cocinando lo más espantoso que había probado en mi vida pero que de su mano sabía a gloria, modelando de todo, saboreando un helado…

 

Y luego otros recuerdos de él al toser y cubrirse con el antebrazo sólo para descubrir enseguida que había manchado de carmín el saco que utilizaría en un desfile, de él doblándose por el dolor que le causaba esa maldita enfermedad que le consumió en pocos meses, de él… diciéndome que me amaría por siempre porque ya no sabía hacer otra cosa...

 

De él… sólo de él… y por eso el desconocido se dio cuenta y poniéndose en pie sencillamente me rogó:

 

- Por favor – dijo y al fin me fije en lo atractivo que era su rostro -, por favor, no me pidas que me aleje de Milo.

- ¿Quien eres? – cuestionó Kanon con un muy sincero acento de interés en su voz.

 

Espere en silencio su repuesta.

 

- Su primo – dijo tímidamente, luego, algo sonrojado, agregó -: De Milo, digo, él era mi primo.

 

Milo me habló de él. De lo mucho que lo amaba. De lo mucho que se amaban.

 

- Shaka, ¿cierto? – dije.

 

El sonrió bajo la lluvia de agosto y por primera vez en meses, sentí la presencia de mi amado Milo, ya no como una dolorosa carga, si no como un divino regalo.

 


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