Misaki se enteró de tantas cosas durante esa cena. Una de ellas que Akihiko al fin aprendió a cocinar... un huevo, pero lo aprendió a la perfección.
—Fue difícil —dijo Hiroki —, casi quema la casa.
—No exageres... —se defendió Akihiko. Llevando un vaso con agua a sus labios.
—¿Exagerar? ¡La estufa se encendió!
—Sólo la estufa.
—¡Llegaron los bomberos!
—Ese es su trabajo.
—¡Evacuaron al edificio!
—Práctica para cuando ocurra un verdadero problema.
—Eres un idiota, bakahiko.
—Si, si —ignoró Akihiko — ¿Entonces le das clases de cocina a ese mocoso?
—No le digas mocoso, Usagi-san —Misaki dejó los palitos sobre la mesa —. Algo así... verás... él me enseña inglés a cambio.
—Oh... —Akihiko dio un sorbo a la bebida —Supongo que es un buen trato.
—Es bueno enseñando... cuando no se enoja —aclaró.
—Es increíble que ese mocoso sea tan bueno en ingles, —intervino Hiroki — daba la impresión de ser de esos niñitos mimados que contrata traductores.
—Vivió un tiempo en Australia... supongo que es por eso, Hiroki-san.
Hiroki bufó.
—Aun así sigue siendo un crío mimado.
—¿Tanto le odias, Hiroki? —y, después de una mirada atemorizante, Akihiko se arrepintió de preguntar.
—Yo no tengo ningun problema —sonrió Hiroki, con una venita en la sien —, es ese estúpido de Miyagi el que creo todo esto. Día, tras día, acosándome y el condenado enano malinterpretándolo todo... — y siguió hablando, o quizá maldiciendo, pensó Misaki. Lo cierto era que no podía escucharle que murmuraba tan bajo.
Después de esa cena, esa noche, Misaki descubrió que la habitación donde él solía dormir estaba llena de libros y juguetes, pero que aun conservaba su cama. Era... algo así como una biblioteca infantil. Sonrió sin saber porque.
—¿Estás bien aquí, Takahashi? —giró y observó a Hiroki cargando algunas sábanas. Entró a la habitación y dejó las mantas sobre la cama.
Misaki asintió.
—Es lo que había esperado —murmuró.
—¿Dijiste algo?
—Qué estoy bien —sonrió.
—Ya veo... —caminó a la puerta — Si necesitas algo tómalo, estás en tu casa.
Y por primera vez, pensó Misaki, había visto una sonrisa amable por parte de Hiroki.
—Gracias —atinó a responder.
El maestro volvió a sonreír, dispuesto a salir de la habitación.
—Hiroki-san... —llamó Misaki, el aludido volvió— esto... —desvió la mirada, en busca de palabras. Vio que la vieja alfombra aún seguía ahí.
—¿Qué pasa? —el tono molesto volvió.
Misaki se arrepintió. Reunió fuerzas y tragó saliva.
—¿Por qué hace esto? —preguntó al fin.
—¿Hacer qué?
—E-esto... —tartamudeo con torpeza— de ayudarme.
—No te odio — aclaró Hiroki —, pero tampoco me agradas mucho. Ni yo sé porque lo hago (//Por Akihiko, quizá //).
—Pues... gracias, Hiroki-san. —Misaki sonrió, con un leve tono rojizo adornando sus mejillas.
Hiroki cerró la puerta tras de si , sin salirse de la habitación. Le miró atento.
—La pelea —comenzó, frunciendo el ceño — ¿Por qué fue?
Misaki enarcó las cejas. Al principio no entendió la pregunta, pero al mirarlo a los ojos supo de que se trataba. Nació aquella necesidad de contarle a alguien acerca de Nowaki, y supo que ese alguien era Hiroki. Extraño quizá, pero así era.
—No sé exactamente... —habló, sintiendo como si la mirada de Hiroki le acosara, así que desvió la suya —pero él nunca llegaba a casa temprano. Todo estaba bien, o al menos eso pensé yo. Pero... hoy que fui... su sempai y él se estaban besando...
Hiroki soltó una risa que espantó a Misaki.
—Hubieras empezado por ahí, Takahashi.
—¿Eh? —Misaki lo miró.
—Tsumori, un sujeto alto y rubio teñido. Un completo idiota, para abreviar.
—¿Cómo es qué...?
—¿Lo conozco? —a completó Hiroki, alzando una ceja — Desde qué... —"estaba con Nowaki" pensó en decir, pero supo que no sería bueno hacerlo— Desde hace — corrigió —algunos años ha estado tras él, nunca me agradó. Te creía más inteligente, Takahashi.
—No entiendo...
—No tienes de que preocuparte —añadió, con otra sonrisa —. Nowaki no lo quiere, de eso estoy seguro.
Bajó la vista, y aunque le doliera, recordó la escena. Nowaki no tenía la misma expresión que tenía Usagi-san, cuando lo descubrió. Y si lo apartó con delicadeza era porque así era Nowaki. Se sintió repentinamente idiota y le dieron ganas de golpearse contra una pared. Y luego le dieron ganas de disculparse.
—¿Qué hice? —exclamó sin darse cuenta, rascándose la cabeza con exasperación.
Hiroki lo miro, y comprendió la persona tan especial que Misaki podía llegar a ser. Era amable, pero tonto. Apresurado en sus pensamientos y conclusiones, porque tenía miedo de casi todo lo que le rodeaba. Sonrió por reflejo.
"Ve, y habla con él" quiso decir Hiroki, pero no lo hizo. Un tremendo crujidero de platos cayendo lo hicieron volver en si. Tanto Misaki como Hiroki salieron corriendo, bajaron las escaleras y llegaron donde Akihiko, había hecho otra de sus gracias.
En el suelo, casi todos los platos habían pagado las consecuencias.
—Akihiko —habló Hiroki, con un tic en el ojo— ¿Qué querías hacer?
—Quise meter esto —alzó una copa—, pero todo se calló.
—Cómo es que... —Hiroki se sobó el entrecejo, y siguió hablando. Misaki por su cuenta miraba la escena con ternura.
—(// Nowaki... ésta vez, seré yo el que pida perdón //)
Despertó.
Él estaba a su lado, con el pecho desnudo y la sábana cubriéndole las piernas. Se miró los brazos y descubrió mordidas.
Tsumori se revolvió entre las sábanas murmurando algo, dándole la espalda a su compañero. Nowaki sonrió por aquello y acarició aquella espalda, pasando la punta de los dedos por las marcas que él le había hecho.
—Sempai... puede llegar a ser muy amable —sonrió. Ni él mismo supo si para él, para su compañero, o para Misaki. Con la palma de su mano se cubrió los ojos, comenzando a derramar lagrimas en silencio, odiándose por todo lo que había hecho. Y lo que estaba por suceder —Misaki... —sollozó — ¿Qué hice?