La noche está más hermosa que nunca. Las estrellas del cielo nocturno brillan como los rocíos de la alfombra verde de aquel esplendido paisaje. Como gemas de piedras preciosas. La luna brilla intensamente, iluminando aquellos misteriosos árboles. Aquel frío y oscuro lago refleja majestuosamente la luz de la luna como un enorme espejo. L a suave y fría brisa de la noche sopla mi rizado y frágil cabello mientras bailo con elegancia en aquel balcón de mármol cubierto de rosas negras, que brillan con una cálida luz morada; que está en mi fantástico castillo. Bailo sin cesar, como una princesa de la oscura noche con mi elegante y espléndido vestido negro de terciopelo, sintiendo aquella misteriosa sensación de la danza de la muerte. Aquellas mariposas negras con reflejos púrpuras siguen mis majestuosos pasos de baile, creando una espiral alrededor de mi esbelto cuerpo mientras bailaba con tesón a la luz de la bella y blanca luna en medio de la oscuridad. El viento comienza a soplar fuertemente aquellos intrigantes pétalos de rosas negras con un dulce pero mortal aroma que se dirigían a mi rostro, sintiendo una peligrosa sensación de que la muerte se acerca. Mi corazón palpita con un cobarde ataque psicológico. Bajo por las oscuras escaleras de espiral y llego hacia la gran sala de mi castillo, donde se encontraba un maravilloso resplandor de la luna en medio de aquella oscuridad que posee el castillo gótico.
Al estar en medio de la sala, apareces tú de repente. Sales de la oscuridad y muestras tu verdadera identidad. La identidad de un extraño y misteriosos joven vestido glamorosamente de negro. Cuyos cabellos plateados son tan resplandecientes como la luna misma. Tus ojos de brillantes platas y tu temible mirada hacían que me paralizaba y que mi corazón salte bruscamente a mi garganta. Temblando de miedo. Te acercas a mí y majestuosamente besas mi delicada mano, me miras fijamente a los ojos y bailas conmigo el vals de Lucifer. Tu pálida piel es tan suave y bella, en la que yo ansiaba mucho en acariciar. Al mirarte, veo una estrella de cinco puntas que brillaba intensamente en tu frente. Acaricias mi suave y blanca piel y quedo atónita. Comienzas a besar mi cuello lentamente, aspirando el frágil perfume de mi virginidad oculta. Siento una sensación muy fuerte e intensa al estar junto a ti, como una energía suprema que atemorizaba a cualquier mortal; un fuerte cosmos que hacía que las almas humanas naveguen por el oscuro abismo de la muerte. Me tomas a la fuerza y besas mi pecho pasionalmente, haciéndome sentir deseada; como un feroz lobo que atrapa a una inocente ovejita para devorarla lentamente y con placer. De repente me miras maliciosamente, me sujetas fuertemente de mi cabello, con mi cuerpo caído en tu brazo y esas mis labios, saboreando el dulce sabor a inocencia. Desde ese entonces, la luna desaparece, todo se ve muy oscuro. Las frágiles mariposas mueren, cayendo al frío suelo. Las rosas negras se marchitan, dejando el dulce aroma a muerte. El viento se convierte en lúgubres neblinas, desvaneciendo el encanto y hermosura del paisaje. Las estrellas fluirán y después se extinguirán.
Al saborear el fruto prohibido, mi cuerpo se debilita. Mi boca comienza a sangrar. Mi sangre se congela, haciendo que sienta mucho frío. Mis pálidos labios se secan. Mi corazón poco a poco deja de palpitar. Sin poder respirar, cierro los ojos y caigo a suelo desvanecida e inmóvil.
Al despertar, me encuentro en un hermoso campo lleno de flores silvestres. La grama era más verdosa que antes. El cielo era azul con un resplandeciente Sol del Amanecer. Las mariposas coloridas volaban felizmente por el aire y se escuchaba en medio del paraíso una tranquila melodía. Era un campo lleno de colores, libre de dolor y de eterno sufrimiento. Suelo vestir un largo y hermoso vestido blanco nacarado con una corona de flores rosadas en mi cabeza. En ese momento me di cuenta que ya no soy un simple humano, sino una mortal; una hermosa ninfa enamorada de la belleza de la naturaleza y amante de la pureza de este bello campo. Al admirar toda esa hermosura celestial, apareces tú otra vez. Me llevas cargada en tus brazos y me miras tiernamente. Al llegar a tu hermoso y espléndido templo de mármol lleno de coloridas flores, te sientas en tu trono y comienzas a tocar con tu elegante lira una dulce melodía. Me arrodillo ante ti delicadamente con una sonrisa en el rostro, escuchando con ternura ese hermoso sonido que llenó de paz mi corazón. Ahora mi alma esta repleta de armonía y felicidad pura. Al estar en este paraíso, me he convertido en alguien celestial. Después de la muerte, me encuentro ahora junto a ti, amando y escuchando tus bellas melodías por toda la eternidad.
THANATOS