Estaba en mi lujosa oficina, en uno de mis cómodos sillones cubiertos del cuero más fino que pudiera existir, con las piernas abiertas y los pantalones abajo, mientras un hombre lamía mi pene produciendo que desde mi boca salieran un sinnúmero de sonidos debido a la excitación.
Hice un esfuerzo y enfoqué mi vista para verlo, parecía disfrutarlo tanto como yo, me sonrojé, me sentía sucio al ser tocado por un hombre, siendo uno yo también, él se dio cuenta y me sonrío con burla, al momento en que jugueteaba con su lengua en toda la punta, apretó un poquito mi miembro y saltó un pequeño chorrito de semen sobre su nariz y desde mi boca salió un gran gemido, de esos que solo se emiten cuando llegas al clímax, sabía que me enloquecía y él disfrutaba teniéndome así, a su jefe ante su merced. Siguió con su trabajo, introdujo todo mi miembro dentro de su boca y exprimió hasta que salió la última gota, tragando y saboreando toda mi esencia.
Se sentó en el piso y esperó a que mi respiración se normalizara, busqué entre los cajones y saqué una caja de pañuelos e hice un gesto con mi mano para que se acercara y así lo hizo, tomé su mentón, comencé a limpiar su nariz, la comisura de sus labios y donde hubieran quedado restos de mi semen en su cara, lo hacía cariñosamente, mientras ideas pesimistas se venían a mi cabeza, no entendía bien por qué el accedía a esta relación que solo le causaba problemas y sobre todo lo que me causaba más celos ¿qué era lo que hacía cuando yo viajaba por negocios?
- Por poco y me ahogas –me dijo riéndose, interrumpiendo mis pensamientos, él sabía que en momentos así me ponía un tanto melancólico y siempre intentaba romper la situación-
- Fueron tres días muy largos.
- ¿Y por eso gritaste tan descontroladamente? –se burlaba-
- Cállate
Lo empujé dejandolo totalmente de espaldas en el suelo alfombrado para luego sentarme en sus caderas y comenzar a besarlo con una pasión desmesurada, necesitaba de él, aquella felación no había sido suficiente. El olor a óxido mientras acariciaba su cabello llegó a mi nariz una vez nos habíamos separado, una hebra de saliva aun unía nuestros labios, incitándome a seguir probándolos, pero la campaña que anunciaba el regreso de los obreros a sus jornadas laborales nos interrumpió
- Bueno Señor Kouyou debo regresar a mis labores.
- Tu labor está aquí, conmigo –le reclamé-
- Sí, pero aquel tipo que tienes como supervisor ya me tiene advertido que ni un atraso más –me besó rápidamente y empezó a subirme los pantalones que aún tenía abajo-
Nos levantamos, terminó de arreglarme la ropa y se despidió con un tierno beso.
- Te espero esta noche –le dije-
- Ahí estaré.
- Y la de mañana también.
- También estaré.
- Y todas las demás, quiero que seas solo mío y de nadie más –lo estreché posesivamente de la cintura, acercándolo a mí.
- ¿Estás seguro? –su cara fue de duda-
- Yuu te quiero solo para mí, ¿es eso tan difícil de entender?
- Shima… yo…
- Te amo Yuu y no me importa si me volviste a arruinar el traje con el óxido de la faena, yo solo quiero tenerte a ti –la melancolía volvía, ¿por qué le era tan difícil entender que lo único que deseaba de él era su amor?-
- Pero Shima tu sabes que no tengo nada para ofrecerte.
- Yo ya tengo todo por lo que tú te complicas, ¿no entiendes que si no te tengo, siento que todos los demás me vuelven la espalda? Me siento solo Yuu y tú eres el único que llena ese vacío, el que no está conmigo por todos esos billetes que están en mi cuenta bancaria.
- Descuida Shima –me sonreía- no estás solo, me tienes a mí.
Me acariciaba el cabello mientras me consolaba, con solo esas palabras y sus brazos rodeándome con protección mi corazón se emocionaba y no necesitaba nada más.
- ¡Shiroyama! –se escucha llamar por la radio que este poseía, que por “seguridad” había dejado en el escritorio, al supervisor de su área- ¿dónde mierda estás metido?, ¡la faena comenzó hace quince minutos!
- Voy, voy –decía este nervioso al tomar la radio y casi salir corriendo de mi oficina, no sin antes despedirse de mí- Nos vemos en la noche amor –y un dulce beso fue depositado en mis labios antes de salir corriendo-
Descuidado y todo, era a él a quien amaba.