Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Crime and Punishment por KyokoElric

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Un pequeño lemmon, espero que les guste ;D

"Me siento como si hubiera perdido algo que jamás voy a poder recuperar. Alphonse... ¿donde estas? Te necesito a mi lado.... necesito de mi querido hermano... De lo único que tengo" Pensaba Edward. "Me siento tan solo en este extraño mundo"

Luego de estar unos minutos pensando en que si su última transmutación tuvo éxito, en que si su hermano estaría vivo... No, no debía de pensar en ello, Al estaba vivo, tenía que concentrarse en eso. No quería ponerse triste y que Alfons lo viera así, no de nuevo.

Para distraerse, el rubio comenzó a recordar algo que había pasado hace unos años; cuando todavía los Elric estaban en busca de la Piedra Filosofal, para recuperar el cuerpo, mente y alma de Alphonse:

 

—Solo podemos arreglar lo que podemos tocar. Si no hubiera sido tan orgulloso no estaríamos en esto. Perdóname, Alphonse. Soy un maldito obstinado y orgulloso— Se repetía el joven alquimista. —Si tan solo hubiera hecho caso a las advertencias de la maestra, lo que decían los libros... Si te hubiera escuchado, Al. —Edward sentía que sus lágrimas comenzaban a salir, no faltaba mucho para que se desbordaran.

—Yo también tengo la culpa hermano. Por mi perdiste tu brazo. Si nos hubiera detenido no estaríamos condenados a esto. —La armadura miraba a su hermano desde el otro lado de la obscura habitación. —No hice caso a lo que mi conciencia gritaba y te apoyé. Quería ver la sonrisa de mamá de nuevo.

 —No, yo cargaré con toda la responsabilidad, yo soy el que recibirá el castigo que Dios me dé. El que tuvo la idea fui yo, yo te arrastré a esto y el que te convirtió en lo que eres. El que merece ir al infierno soy yo.

—Si eso deseas entonces yo también quiero ir contigo. Te seguiré a donde vayas. —Al lo miró directo a los ojos.

— ¿Por qué?

—Porque también soy un pecador como tú, porque recibiré el mismo que castigo que Dios te dé por pisar su territorio, porque eres mi hermano... Porque yo te amo, Edward.

—Alphonse... ¿L-lo dices en serio? —La voz de Edward sonaba nerviosa. Lentamente se incorporó en la cama, quería hacerle ver a su hermano que lo estaba escuchando realmente, o quizás quería saber si lo que había escuchado era real. Miró fijamente a esos destellos en los orificios de la armadura, donde, se supone, estarían los ojos de Al.

—Sí, esto que siento va más allá de quererte solo como un hermano. Te... Te amo desde antes de perder mi cuerpo. Cada noche, yo velo por tu sueño y descanso. Ansío el momento en el que pueda recuperar nuestros cuerpos y así poder... —Se detuvo, no se había dado cuenta de todo lo que había dicho, pero ya era tarde para detenerse, lo iba a soltar todo de una vez. Levantó la mirada, que hasta hace unos momentos estaba en el suelo; se encontró con los enormes ojos ámbar de su hermano. Muy cerca.

 

"Que color tan inusual"-pensó.

 

— ¿Y? —dijo Edward con un tono amable y enternecido, pidiéndole a Al continuar.

—Y... lo primero que quiero hacer es... —volvió a dudar, sentir la mirada de su hermano encima hacía que se pusiera nervioso.

— ¿Es...? —volvió Edward a animarlo para que siguiera, el suspenso lo estaba matando.

—Es... Besarte. —La armadura desvió su mirada de la del rubio.

 

Ed solo sonrió, le parecía adorable la forma de actuar de su hermano pequeño.

 

Al ver que Edward no decía nada empezó a preocuparse.

—Hermano, por favor no me odies por sentir esto.

—Yo nunca podría odiarte. Es todo lo contrario.

Al miró al rubio. Había dicho... ¿Lo contrario? Entonces él... ¿También lo amaba? No, eso no podría ser... ¿O sí?

—Yo también te amo Alphonse. Pero nunca creí que tu sintieras lo mismo. —Dijo con una gran sonrisa.

 

Lo dijo.

 

Si hubiera podido sonreír, lo hubiera hecho, pero solo miraba esos orbes dorados que tanto adoraba.

 

Edward se puso de pie y abrazó a la armadura, aun que estuviera fría, podía sentir la calidez del alma de Al.

— ¿Aún quieres ese beso? —Le susurró.

—S-Sí hermano. Lo quiero.

—Entonces dámelo. —En eso, Edward se sienta en las piernas de la armadura y con las suyas propias rodea la cintura de ésta.

El rubio cerró los ojos, como si estuviera esperando algo, y así era. Alphonse entendió lo que su hermano decía, y tardó un poco más en procesar lo que debía hacer.

Acercó su mano a la pálida mejilla de Ed y también  más a su rostro. Pero no se movió otra vez. ¿Cómo se supone que lo besaría? ¿Con qué labios? Eso era estúpido. Bajó su mano y miró a otra parte.

— ¿No me lo darás?-Preguntó Edward segundos después.

— ¿Cómo, hermano...? — Iba a reprocharle más, pero Edward lo tomó de la cabeza y lo forzó a mirarlo.

—Así. —Dicho esto pegó sus labios a donde se supone que estaría la boca de Al. De una forma un poco brusca.

Ed estuvo así por unos segundos, luego empezó a repartir besos cerca de esa zona. Al, por su parte, acariciaba la espalda de Ed sobre la ropa, mientras veía como éste le besaba. Si hubiera tenido rostro, ver así a su hermano habría hecho que sus mejillas tomaran un color carmín.

Paseó su mano por la espalada de Ed por un rato y luego subió al cuello, dándole caricias no tan fuertes. No quería que el cuero de esas manos le irritara la piel.

Continuaron así hasta que Edward soltó una risita.

— ¿Que sucede, hermano? —preguntó Al.

—Na-nada, es solo que me diste cosquillas. —dijo divertido.

—Ah, con qué era eso. —dijo Al con un tono bastante travieso. Edward sabía lo que venía.

Alphonse cargó a Edward sin ningún esfuerzo y lo llevó a la cama donde lo depositó -sin ninguna sutileza- en ella. Empezó a hacerle cosquillas en el estómago del mayor. Subió la camisa negra de Ed para poder así tener mejor acceso a su piel.

— ¡Basta, Al!... ¡Detente! — Gritaba el rubio entre risas.

Obviamente no obedeció a pesar de las súplicas que su hermano le daba. Así recorrió, desde el cuello hasta el ombligo de Ed hasta que tocó la parte sensible del torso de Ed, y este soltó un ligero gemido, casi inaudible. Pero Al sí lo escuchó y paró.

—Pe-perdón, hermano... No quería... —iba a continuar, pero Ed lo interrumpió.

—N-No, Al, continúa... eso... eso me gustó. —dijo Edward jadeante, había reído demasiado.

— ¿En serio Ed? —El mayor solo asintió.

Alphonse vio como su hermano se quitaba la camisa que tenía puesta y se acomodaba mejor en la cama. Sí, su hermano iba en serio.

Sin dudarlo más las manos de Al volvieron a recorrer el perfecto torso de hermano, pero ahora con más lentitud. Con el pulgar comenzó a acariciar uno de sus rosados pezones, en eso Edward soltó otro gemido, un poco más fuerte que el anterior.

— ¿Te gusta esto? —preguntó con un tono un poco preocupado, pero también con curiosidad y algo infantil en él.

El rubio volvió a asentir, mientras se seguía retorciendo bajo Al. Esas caricias solo hacían que deseara más y su hermano menor se dio cuenta de ello. Bajó una de sus manos a los pantalones negros de Edward y acarició el bulto que empezaba a formarse bajo la ropa. Ed volvió a gemir, pero ahora más fuerte. Definitivamente haría que Edward se viniera, quería darle placer a su hermano. Le quitó el ancho cinturón café y lo lanzó lejos, abrió el botón de su pantalón y lo bajó rápido, dejándolo a la altura de las rodillas de Ed. Rápidamente sacó su erecto miembro y comenzó a acariciarlo.

 

—A-Alphonse... E-Espera un poco... ¡N-No...! —cubrió su boca antes de gemir nuevamente.

— ¿Quieres que pare? —inquirió Al.

El rubio negó con la cabeza, desesperado.

Volvió a tomar el miembro de Edward y lo masturbó con algo de fuerza y rapidez. Vio que eso le gustó a su hermano y siguió así un par de minutos hasta que Ed no lo pudo retener más y se vino en la mano de Al.

—Pe-perdón Al... —dijo Ed aún jadeando.

Al miró su mano, y luego al rubio, y luego a su mano otra vez. Sorpresivamente tomó el miembro de su hermano y lo acarició.

—A-Al... ¿Qué haces...? N-No sigas. —Pero el menor no escuchó.

Pronto el sexo de Edward se puso erecto, pero el rubio lo disfrutaba aún más ya que la mano de Al todavía tenía semen. Así continuó hasta hacer que Ed se viniera. Separó aún más las piernas de Edward, levanto un poco sus caderas y acarició su entrada. El rubio entendió inmediatamente lo que Al le quería hacer, pero no dijo nada.

 

—Dime si te duele y me detendré enseguida.

—S-sí. — dicho esto Edward cubrió su boca con ambas manos para así evitar sus gemidos, porque, a pesar de que estaba con Al, le daba vergüenza que lo escuchara de esa forma.

Lentamente entró en Ed, no quería lastimarlo. Supuso que con un dedo suyo bastaba.

Edward arqueó la espalda y soltó un quejido; sus orbes doradas empezaban a humedecerse.

— ¿No te duele? —preguntó el menor, preocupado. Y en respuesta el rubio negó, mintiendo.

Se quedó dentro del mayor por unos segundos, quería que se acostumbrara a aquel dedo ajeno. Luego empezó a moverlo lentamente provocando que Ed echara la cabeza  hacia atrás.

 

—Aahhh…M-más... más rápido, Al. —pidió Ed.

 

Y así lo hizo, de lentos movimientos pasó a algo más de prisa, como si la noche se les fuera a acabar en un abrir y cerrar de ojos.

Los jadeos y gemidos ahogados de Ed era lo único que se escuchaba en la habitación.

—Al... v-voy a... acabar ya... —jadeó el rubio y Al asintió. Rodeó la cabeza de Alphonse con sus brazos y le comenzó a repartir besos.

 

Y así lo hizo el rubio se corrió en su vientre y salpicó un poco en la armadura de Al.

—Alphonse... Te amo... No quiero perderte, nunca. —dijo el rubio mientras le daba un beso a la cabeza de Al y caía rendido en la cama, pronto se quedó dormido.

—Yo también te amo, hermano. —susurró. Tomó las sábanas de cubrió el cuerpo desnudo de Ed.

 

Una lágrima rodó por sus sonrojadas mejillas, rápidamente la secó cuando escuchó que alguien entraba a su habitación.

 

— ¿H-Heiderich? ¿Qué haces aquí?, ¿no puedes dormir? —Ed se puso de pie y caminó hacia el alemán.

 

— ¿Otra vez triste? —Preguntó preocupado— ¿Recordabas a tu hermano otra vez?

—S-Sí, era eso. —desvió la mira, pero de inmediato sintió la mano de su amigo en su mejilla, el dedo pulgar de ésta secó el rastro húmedo que Ed no había quitado en su totalidad.

 

Esa caricia había hecho que se le erizara el vello de la nuca y de toda la espalda.

— ¿Estás bien? —preguntó Ed.

Alfons no dijo nada, lo tomó de ambas manos y se fue acercando más al rostro del alquimista hasta acorralarlo contra la pared.

— ¿Se puede saber qué haces? Vamos, suéltame, deja de jugar. —Pero Heiderich se pegó más al pecho de Ed. — ¿Estas ebrio?

 

Edward iba a reclamarle, pero solo sintió los labios del alemán sobre los suyos.

Se quedó un poco impactado, pero tampoco lo rechazó.

Alfons movió un poco los labios. Edward agitó un poco las manos y Heiderich lo soltó, inmediatamente rodeó el cuello del alemán, profundizando el beso aún más.

—Me gustas. —dijo luego de haberse separado de Ed, solo un poco, y volvió a besar esos labios vírgenes que tanto añoraba.

Heiderich se volvió a separar de Edward pero esta vez lo miró fijamente a los ojos.

—Te recuerdo a él, ¿verdad?—susurró mientras acariciaba las hebras doradas de Ed.—Muchas veces lo has dicho, pero no sabía que lo amabas de esa forma.—se dio cuenta de que Ed tenía la mirada fija al piso, pero el ojiazul le levantó el mentón. — ¿Hermano, puedo besarte otra vez? —preguntó con dulzura.

 

Era igual a él. Heiderich volvió a acercársele pero Edward reaccionó antes.

 

— ¡No me llames así, imbécil! —gritó mientras lo apartaba bruscamente.—No lo vuelas a hacer.

—Pero... Edward yo no... —pero Ed no lo dejó terminar.

— ¡Sal de mi habitación ahora mismo, estúpido! —el silencio inundó la habitación, luego se escucharon los huecos pasos de Alfons sobre la madera. Pronto Edward estaba solo, de nuevo.

 

"Este dolor que me sofoca es insoportable Al. ¿Seremos capaces de reencontrarnos? Estoy solo en este mundo tan... ¿difícil? Cada noche, deseo que todo esto sea solo una pesadilla, pero al despertar aún estoy aquí... Y tú no estás a mi lado" El rubio de ojos ámbar soltó un suspiro y empezó a sollozar. "Me arrepiento de todo lo que hice, pero... por más que me arrepienta, por más que le grite a Dios que me perdone, no me escucha. Dije que iba a aceptar cualquier castigo que él quisiera. Esto ya no lo soporto. Siento que lentamente mi fuerza se acaba, me hago el fuerte frente a las personas que me rodean, pero no lo aguanto más. No tengo las agallas suficientes como para cometer suicidio".

 

—Si estar lejos de ti, es el castigo que merezco, prefiero la muerte antes que esto. ¿Acaso el que estemos separados es el castigo que merecemos por el crimen que cometimos? Si es así... de una u otra forma... lo aceptaré, por más que me duela. Lo haré por ti, Alphonse.... Porque yo también... Te amo.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).