Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

LOS LÍMITES DEL AMOR por Amaltea

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Como todos sabemos, pertenecen a una señora que se ha hecho inmensamente rica llamada J.K. Rowling. Yo únicamente los tomo para yaoisarlos un poco. Este fic es un "two-shots" por llamarlo de alguna manera.

POV SEVERUS SNAPE

Sábado 7 de abril

Observo a Lucius con atención mientras sale de la chimenea, sacudiendo su capa con su elegancia innata. Me dirige una de sus arrebatadoras sonrisas al tiempo que acomoda su rubia cabellera y se acerca a mí con su andar más seductor –y también más estudiado y poco natural, como muchas cosas en él-. Yo no me muevo del sillón donde he estado sentado leyendo desde hace más de tres horas, esperando que llegara. Sé de donde viene y lo que ha estado haciendo; para mí es tan obvio, tan transparente, que sus intentos de disimular cada vez me parecen más patéticos.

 Esa es una de las muchas cosas en que somos diferentes. Lucius nunca ha sido capaz de saber que pasa por mi cabeza en determinado momento, a menos que yo de muestras externas de lo que pienso o siento. ¡Podría serle infiel con tanta facilidad! Lástima que no desee estar con nadie más, lástima que el amor o la costumbre me mantengan firmemente atado a su rubia presencia.

 Mientras esa idea pasa por mi mente, él se sienta a mi lado, jalando juguetonamente mi cabello y depositando un suave beso en mi mejilla. Acaba de ducharse, huele a jabón de hotel. Sonrío internamente: por lo menos se tomó la molestia de tratar de eliminar el olor de su amante de turno de su cuerpo. Apuesto a que esta vez era una mujer, y una que debía usar demasiado perfume y afeites; quizá hasta manchó su ropa de maquillaje, ya que no lleva puesta la misma túnica de hace unas horas, cuando nos vimos en su casa para comer.

 -Hola querido, ¿me extrañaste?- Su tono de voz es demasiado alegre, pero a la vez cauto. Está tanteando el terreno. No le culpo; normalmente a estas alturas suelo o bien ignorarle totalmente o soltarle una tanda de reproches, echándole en cara que soy perfectamente consciente de sus aventuras. Es algo tan habitual en nuestra relación desde hace tantos años, que ya casi forma parte de nuestra rutina, de nuestra manera de amarnos. O de eso estaba convencido hasta hace poco.

 -Hola Lucius, ¿todo bien con tus negocios? Pensé que tardarías más poniéndote al día con tu contador. Con eso de que Harris no se queja, tan dispuesto a trabajar un sábado por la noche…- no puedo evitar la ironía en mi voz. Algunos hábitos son difíciles de romper.

 Lucius se desconcierta, no sabe muy bien como responderme. Yo sigo leyendo sin prestarle mayor atención. Él puede ser muy bello, pero la astucia no es una de sus virtudes. Quizá esa es una de las cosas que han hecho que empiece a cansarme de nuestra “relación”.

 -Bueno,  sí, las cosas marchan bien. ¿Qué te parece si lo festejamos? Ese edredón nuevo que has comprado parece muy acogedor, y yo aún no lo estreno. Mañana podemos levantarnos tarde e ir a desayunar a ese restaurante del mago indú en Bath que tanto te gusta. Y luego podríamos volver a la mansión Malfoy para pasar la tarde con Draco y su nueva novia, o novio, no lo sé muy bien. Ahora que si quieres podemos regresar aquí, a tu casa, y pasarnos toda la tarde cogiendo como un par de adolescentes. ¿Qué te parece ojitos negros?-

 Lo dicho, Lucius es tan transparente…trata de contrarrestar su sentimiento de culpa buscando complacerme y usando apelativos cariñosos, lo cual suele hacer solo en una de dos circunstancias: cuando desea obtener algo de mí o que haga algo específico por él o Draco, o cuando me ha sido infiel. No puedo evitar preguntarme, ¿haría lo mismo con Narcisa cuando ésta aún vivía?. Bueno, se supone que entre ellos las cosas eran distintas, su matrimonio hacía mucho que era una farsa y nuestra relación entonces tuvo largos periodos de interrupción, así que probablemente nunca se vio en la necesidad de mentirle o recompensarla.

 -Me parece que lo que sea que hagamos mañana podemos decidirlo mañana mismo. Por lo pronto podríamos irnos a dormir. Ya es muy tarde. Ah, por cierto, el “novio” de Draco es Justin Finch-Fletchley, un ex compañero de Howgarts. Aunque no creo que lo suyo dure mucho, el hombre es muy celoso y Draco ha comenzado a flirtear con una chica japonesa que conoció en ese curso de especialización-

 -¿En serio? ¿Y cómo es que no me ha contado nada de eso? Tendré que hablar muy seriamente con él, nosotros siempre nos contamos todo. Pero yo no hablaba de dormir Severus, me apetece más hacer el amor, ¿tienes algún inconveniente?-

 Desde luego que no tengo inconveniente. El sexo nunca ha sido inconveniente; el problema es que te guste tanto experimentar en otros brazos teniéndome a mí. Y a últimas fechas, me he sorprendido a mí mismo pensando cada vez con mayor frecuencia en que esta situación comienza a aburrirme.

 Sábado 9 de junio

Mientras escucho la tediosa perorata de miss Laurenne Brading y su padre no puedo dejar de sentir que mi paciencia ha llegado al máximo de su límite. Odio estas reuniones sociales tanto como tú pareces amarlas. Yo sé que debo lucir ceñudo, enfadado y tan incómodo como me siento. En cambio tú… Tú rodeado de gente reluces y destacas como nunca. Te encanta ser el centro de atención, despertar el interés, la admiración y hasta la lujuria de cuantos te rodean. Yo soy un animal solitario y huraño, que en ningún lugar está mejor que en su hogar. Tú mi querido Lucius eres una criatura demasiado mundana, que adora exhibirse y contonear su perfección en lugares públicos y centros de reunión social.

 Te busco con la mirada, y localizo tu perfecta figura a pocos metros de distancia. Ni un cabello fuera de lugar, ningún detalle de tu aspecto dejado al azar, como siempre. Muchas veces me he preguntado vagamente cómo puedo convivir casi a diario con tanta excelsitud sin sentirme enfermo, más a últimas fechas esa pregunta me asalta cada vez con mayor insistencia. Sé que los pocos que conocen de lo nuestro se hacen preguntas similares, pero más en el sentido de cómo es posible que alguien tan refinado como tú haya podido poner sus ojos sobre mí, y cómo es que aún me mantienes a tu lado. La única persona que difirió de esta apreciación generalizada fue, extrañamente, Rodolphus Lestrange.  Cuando aún no te casabas con Narcisa y se dio cuenta de que éramos pareja, y aunque nunca tuvimos nada cercano a una amistad, me dijo alguna vez ciertas palabras que no volvió a repetir y que no volví a recordar, hasta ahora que me he enterado de su muerte en Azkaban:

 -No entiendo Snape como es posible que alguien con una mente tan preclara y tan poco interesado en las frivolidades puede amar a Lucius Malfoy. Deberías reconsiderarlo, creéme, no obtendrás nada a cambio de tu amor-

Trato de ahondar al respecto mientras te contemplo haciendo una de las cosas que mejor sabes hacer: flirtear. Esta vez se trata de una pareja. Sí, me parece que son esos italianos recién llegados, lejanamente emparentados con los Zabini. Entiendo tu interés: ambos son muy atractivos, como un par de gatos salvajes con pinta de ser muy buenos en la cama; además se dice que les van los tríos. Creo que tu mismo me comentaste ese rumor con mal disimulada curiosidad. Veo que estás por lograr tu objetivo, ya que ellos se muestran tan fascinados por ti como tú por ellos.

 Vuelvo a concentrar mi atención en mis interlocutores mientras aprieto mi copa con demasiada fuerza. ¿Debería acercarme y dejar en claro con quien compartes tus noches? ¿Debería simplemente aproximarme como otras veces para tratar de ahuyentarlos con mi intimidante presencia? De repente me siento muy cansado, cansado de estar siempre vigilándote, celándote, cansado de esta estúpida reunión, cansado de ti y de tu eterna negativa a respetar lo nuestro… así que decido no hacer absolutamente nada. Me disculpo con los Brading decidido a marcharme, cuando escucho una voz a mis espaldas:

 -Profesor Snape, buenas noches, no esperaba encontrarle aquí, me da gusto verle-

 Me doy la vuelta no sin sorpresa. –Señor Potter. Bueno, creo que no debería extrañarme de encontrar en tan brillante gala social al salvador del mundo mágico y actual héroe deportivo- Para asombro de muchos que esperaban que estudiara para auror, el joven y poderoso mago frente a mí optó por convertirse en jugador profesional de quidditch.

 Potter clava su risueña mirada sobre mí. Ya no lleva esas horribles gafas sobre sus ojos y me parece más alto y fornido que la última vez que lo vi hace casi un año, en los festejos por el quinto aniversario de la derrota de Voldemort. Aunque lleva túnica de gala, sigue teniendo ese aspecto casual, casi descuidado, que le caracterizaba en sus años de estudiante en Hogwarts.

 -En realidad no me gustan estos eventos, pero en dos días me marcho a un partido a Alemania y no tenía nada mejor que hacer, así que decidí ver si me encontraba a alguien interesante. Y ya ve, tuve suerte. ¿Bailaría conmigo profesor? No pienso quedarme mucho tiempo, y no quiero desaprovechar la oportunidad-

 Atisbo en sus ojos verdes buscando alguna señal de burla, y he de reconocer que parece sincero. De cualquier manera bailar no es una de mis actividades favoritas. Le respondo que no; Potter me responde: -¿Por qué no?- y sin amedrentarse me sujeta de la mano y me conduce a la pista de baile. Luego me toma de la cintura y comienza a moverse suavemente.  

 -Vaya Potter, al parecer no sabe el significado de la palabra “no”-

 Se ríe suavemente antes de contestar: - Tenía muchas ganas de bailar con usted. De hecho tengo ganas de bailar con usted desde mi baile de graduación. A propósito, luce muy bien con túnica de gala profesor-

No sé como tomar el cumplido de mi ex alumno, pero tampoco tengo mucho tiempo de reflexionar sobre ello. Potter inicia una conversación salpicada de halagos más o menos discretos hacia mi persona. Debo haber tomado más ponche del que pensaba, porque me parece que el mocoso me está coqueteando. Al principio le respondo solo con monosílabos, si bien poco a poco me va envolviendo en su cháchara. Cuando vengo a darme cuenta, hemos estado bailando durante bastante tiempo, y algunas miradas curiosas y oídos indiscretos han estado pendientes de nosotros, algo que al ojiverde no parece importarle en lo más mínimo.

 Le pido a Potter que nos sentemos, sin embargo él mira el reloj y me dice que tiene que retirarse. De alguna extraña manera y casi sin yo percatarme, me ha sacado la promesa de que comeremos juntos a su regreso de Alemania. Cuando se marcha, caigo en cuenta de que no sé dónde está Lucius. Me dirijo a Draco, quien permanece en un alejado rincón haciéndose arrumacos con alguien que seguramente acaba de conocer, para preguntarle por su padre. El dragón se pone bastante nervioso, tanto porque lo he pillado in fraganti como por mi pregunta. Él y Lucius siempre se han cubierto las espaldas uno a otro. Recorro rápidamente el salón y noto la ausencia de la pareja italiana. Algo se quiebra dentro de mí como cada vez que esto sucede, pero por primera vez decido que no va a afectarme.

 Jueves 16 de agosto

Una lechuza blanca como la nieve recorre el comedor de Hogwarts, vuela directo a mí y me entrega una misiva en pleno desayuno. Los demás profesores me miran con curiosidad morbosa, y Albus y Minerva me lanzan una sonrisita pícara. Ruedo los ojos y recojo la carta. En las últimas semanas he aprendido a reconocer la caligrafía: otra vez Potter con alguna de sus invitaciones a salir, precedida de algunas frases cursis y melosas del tipo “ansiaba volver cuanto antes de la Patagonia solo para verle” o “pensaba en usted mientras llevaba a mi equipo a la victoria”. Desde la fiesta de hace dos meses no ha parado de buscarme, prácticamente de acosarme. Lo peor es que sus lisonjas empiezan a resultarme… agradables.

 Guardo la carta en mi bolsillo; ya la leeré y la contestaré más tarde, lejos de mis metiches colegas. Camino hacia mi aula para impartir la primera clase del día con una sensación extraña de ¿bienestar? ¿expectación?. No estoy seguro, hace tanto que nadie pone esa clase de interés en mí… aunque aún no acabo de entender qué es lo que pretende Potter conmigo.

Y entonces caigo en cuenta: He estado con Lucius desde los 18 años, cuando me sedujo en el que aquel entonces era el cuartel general de los mortífagos. Desde entonces solo he tenido romances esporádicos e intrascendentes, ya porque los celos de Lucius alejaran a cualquiera que mostrara cierta inclinación hacia mí o porque yo mismo frenara sus avances, pues para mí no podía haber nadie en el mundo más que mi rubio. Ni siquiera cuando cinco años después me dejó para casarse con Narcisa a raíz de lo cual estuvimos alejados por nueve años; ni cuando reiniciamos nuestra relación y volvimos a romper por otros tres años. Nunca hubo alguien medianamente importante para mí, porque cuando me enamoré de Lucius estaba convencido de que era para siempre, de que nuestro amor sería eterno. Y ahora… ahora he descubierto que nada es eterno.

 He concluido con las clases del día. Llego a mi despacho para toparme con que Lucius me está esperando. –Hola ojitos negros, ¿adivina qué?.  Draco ha vuelto con Finch-Fletchley y dice que nos tiene una noticia. Así que esta noche cenaremos todos juntos en la mansión Malfoy. ¿Crees que piense comprometerse con él? Francamente quería algo mejor para mi hijo-

 -Hummmm. Es probable, pero aún así dudo que lleguen a casarse. Finch-Fletchley no tiene el estómago para soportar la errática conducta de Draco-

 -Tienes razón, Draco necesita a alguien como tú. ¿a que sí Severus? Solo alguien con tu temple es capaz de soportar a un Malfoy-

 -¿Con mi temple o con mi estupidez, quieres decir?- la sonrisa de Lucius se borra al instante que nota mi ceño fruncido. Permanecemos en silencio un rato, hasta que decido plantear de nuevo una cuestión que viene molestándome desde hace mucho.

 -Lucius, hace seis años desde la muerte de Narcisa. ¿No crees que es tiempo más que suficiente para poder formalizar nuestra relación? Nadie te criticará si nos casamos ahora, ¿no te parece?-

 El rostro de Lucius adquiere una expresión tensa. Por más que trata de guardar las apariencias nunca ha sido capaz de disimular. No sé como los de la Orden del Fénix le creyeron cuando, después de que calculamos las probabilidades de Voldemort, lo convencí a regañadientes de cambiar de bando.

 -Querido, ya hemos hablado antes de esto. Es verdad que ha pasado tiempo, pero de momento… no sé, creo que podemos esperar un poco más, Draco está atravesando un momento importante y me gustaría que nos concentráramos en él-

 -De todas las excusas que podías inventar Malfoy, esa es la más inverosímil. No importa, al menos dime que dejarás de comportarte en público como si fuéramos solo grandes amigos, y darás a conocer que tenemos la relación seria que mucha gente ya sospecha-

 -Mira Severus, de verdad este no es un buen momento. Podemos hablarlo más adelante, en unos días. Tengo además presiones con los negocios y otras cosas en qué pensar…-

 -Sí, como en el tamaño de los senos de la italiana o en lo bien que se contonea ese mulato amigo de Draco. Mira Lucius, estoy harto. Sé que te he dicho esto antes, más ahora es verdad. El caudal de mi paciencia se ha agotado. Y mi amor por ti está en el mismo proceso. Si en algo te importo empezarás a tener eso en consideración antes de que sea demasiado tarde. Ah, no cuentes conmigo para la cena de esta noche; tengo un compromiso con Potter-

 Mi tono de voz permanece tranquilo, y mi expresión también. Quizá solo se nota un poco la decepción que siento. Me esperaba la reacción de Lucius, ¡es tan predecible!, pero aún tenía una ligerísima esperanza de que tantos años juntos sorteando toda clase de eventualidades significaran algo para él. Aunque pensándolo bien, el que siempre ha sacrificado algo he sido yo, el que siempre ha tenido que luchar por estar a su lado he sido yo. Para él todo ha sido tan fácil… tenerme, enamorarme, reconquistarme, incluso perderme, porque sabía que tarde o temprano volvería a caer. Lucius carecerá de muchas cosas, pero seguridad en sí mismo y en los efectos que causa en las personas siempre ha tenido de sobra. La misma seguridad que tiene en el amor que le profeso. Es tan Malfoy.

 Tarda un poco en contestar, todo lo que he dicho le ha impactado. Sin embargo decide ignorar mis comentarios sobre sus amantes y sobre mi posible desamor para concentrarse en mi ”no” a la cena con Draco.

 -Me parece que debo tener alguna enfermedad que afecta el oído, porque creo haber escuchado que no cenarás con nosotros debido a un compromiso con… ¿Potter? No puedes referirte a Harry Potter, el-niño-que-desperdició-su-fama-para-dedicarse-a-hacer-piruetas, ¿verdad?-

 -Pues sí, me refiero a ese Potter. He venido saliendo con él con cierta frecuencia desde hace varias semanas, pero como tú estás ocupado revolcándote con cualquier cosa medianamente apetecible ni siquiera te percatas de lo que hago-

 -¿Quieres ponerme celoso? ¡Já! Podías haberte inventado algo mejor. ¡Tú odias a Potter! Siempre le has odiado, y ahora resulta que tienes citas con él. ¿También me dirás que ya conoces su cama?-

 -Pues no, aún no, aunque no lo descarto. Y respecto a lo del odio, sabes muy bien que en la etapa final de la guerra “firmamos” una tregua; además, el odio no es una emoción inconmensurable, sino más bien mutable. Si me disculpas querido Lucius, tengo aún mucho trabajo por hacer-

 Te diriges a la puerta con grandes zancadas, sin dedicarme ni una mirada más. Antes de cerrar la puerta con un gran golpe, dices entre dientes: -La cena es a las ocho, sé puntual-

 No puedo evitar mi indignación. ¡Estás seguro de que como siempre acabaré plegándome a tu voluntad! Eres tan… Malfoy. Y antes te amaba por eso, esa característica tan tuya me atrajo como un imán. Sonrío con amargura; mecánicamente tomo un papel y escribo: -“Potter, me encantaría probar esa pasta tan exquisita que dice que sabe hacer. Estaré a las ocho en punto en su casa. S.S.”

CONTINUARÁ

Notas finales:

Este es el primero de dos capítulos. Espero que disfruten este fic tanto como yo disfruté escribiéndolo. Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).