El joven se retuerce de placer bajo el cuerpo caliente del mayor, espasmos recorren su cuerpo y el cuarto es inundado por los jadeos y gemidos ahogados de ambos, se consienten entre si con vehemencia como si no hubiese un mañana. Sus esponjosas lenguas se acarician sin tregua, jugueteando y mordiéndose entre si hasta hacerse sangrar. Manos expertas acarician las zonas erógenas del sometido haciéndole vibrar, ese tacto que quema y lo lleva a tocar ese trozo de cielo que jamás podrá alcanzar por completo.
- Mmm… y-ya no aguanto. – suplico pasándose una mano por la frente sudorosa.
- ¿Qué no aguantas? – susurro el mayor juguetón.
Sabia perfectamente a lo que se refería su presa pero le encanta hacerle llegar al limite a cualquiera, sintiéndose dominante, imponiendo control en los cuerpos que pasan por su cama y sabia perfectamente que el no sería la excepción. Mordisqueo el lóbulo de la oreja del menor sacándole un suspiro extasiado, paso su lengua por las tetillas ya duras, hizo una caminillo húmedo con su áspera lengua hasta llegar al cuello del menor, deleitándose con el olor dulzón del perfume impregnado en su dorada piel que le parecía aun más apetitosa bajo la tenue luz de las velas. Hizo un alto y dirigió su mirada penetrante a los ojos acuosos de su amante, solo por hoy. No fueron necesarias las palabras, capto bien el mensaje y abrió sus largas piernas, dejando a la vista su agujero palpitante. Una sonrisa socarrona se curvo en los labios del mayor siempre conseguía lo que quería.
No espero más y de una estocada empalo al menor, este soltó un alarido mezclado de dolor y placer, su expresión se contrajo en una sonrisa aliviada, al fin ese miembro grueso que tanto deseaba invadió su entrada de la forma más placentera que pudo había fantaseado antes. Empezaron a moverse en un vaivén lento pero pronto fue sustituido por un ritmo salvaje, muy animal, los gemidos aumentaron y las convulsiones de placer sacudían a ambos cuerpos que se entregaban a la pasión desbordante que solo el sexo puede dar.
El mayor arqueo su espalda mientras las corrientes eléctricas que subían desde su pelvis hasta el cuello le avisaban que pronto se vendría en un potente orgasmo, se concentro en deleitar esa suavidad esponjosa de las estrechas paredes que oprimen su miembro, tres estocadas más certeras y profundas que las anteriores hicieron que ambos se vinieran al mismo tiempo mezclando sus gemidos roncos en una sinfonía perfecta.
Sus pechos subían y bajaban en un vaivén acelerado, sus labios estaban hinchados y sus cuerpos débiles, aun así en su estado no perdieron el tiempo y cada uno busco su ropa desperdigada en la habitación que fue testigo de su efímera pasión.
- No estuvo mal. – comento el menor mientras abotonaba su camisa.
- Aja. – se agacho malhumorado con la esperanza de conseguir sus zapatos debajo de la cama.
- ¿Lo volveremos a repetir algún día? – le pregunto mirándole directamente, encendió un cigarro y le dio una profunda calada. – ¿qué dices?
- ¡Sí!
- ¿Ah si? Bueno dame tu número y yo te…
- ¡Espera no!
- Acabas de decirme que sí. – le cuestiono con el ceño fruncido.
- Lo sé, pero no era a ti, encontré mis zapatos dentro del closet a saber como llegaron ahí los cabrones. – hizo una pausa breve y miro al otro con esa mirada penetrante que uso para dominarle hace minutos atrás. – no me gusta repetir con las mismas personas.
- ¿Ah?
- Y no me preguntes el por qué, creo que es un fetiche, aun así no me siento cómodo hacerlo de nuevo con la misma persona. Es como si repitiera el pay de carne del día anterior ósea que no es lo mismo.
- ¿Me estas comparando con un pay de carne?
El mayor le miro fijamente mientras se amarraba los cordones de su calzado italiano, aun así sin despegar la vista del joven. Tomo las llaves de su auto y paro antes de abrir la puerta. Aspiro el empalagoso olor de las velas aromáticas del motel y observo con sorna la decoración barata y la ridícula cama en forma de corazón.
- No lo creo, el pay de carne es mejor.
Y sin mas salió del cuarto dejando atontado al otro, cuando iba caminando por el pasillo a paso tranquilo escucho un chillido frustrado de una voz muy conocida y no pudo evitar esbozar una sonrisa triunfante. Desde que tiene memoria siempre fue complacido y mimado. Jamás dejo de ser el centro de atención y los halagos son su pan de cada día. Matthew estaba muy acostumbrado a su cómoda vida, su única responsabilidad era sacar buenas notas pero eso no es problema para el siendo el mejor de su clase y como si no fuese poco además de inteligencia también es poseedor de un cuerpo atlético. Piel dorada, ojos ámbar y un lacio cabello negro que lo tiene por lo general amarrado en una coleta.
Les dedico una amistosa sonrisa a las jóvenes recepcionistas del motel y ellas no pudieron hacer más que sonrojarse hasta la coronilla. El sol le dio de lleno en su atractivo rostro y saco unos lentes de sol añadiendo más estilo a su apariencia. No importa donde estuviese él siempre debe ser el centro de atención, el que más admiradores tiene, el más codiciado…
Está seguro de que siempre será así, si tan solo tuviese la menor idea de lo que vendrá pronto se daría cuenta de que el karma en verdad existe y el destino puede llegar a ser jodidamente caprichoso.