Prólogo
—¡ Odio esto!— se repetía constantemente aquel contrariado joven de tez tan clara como las nubes en un día soleado, ojos felinos y obscuros, nariz recta pero con un pequeño arco al final, labios gruesos y rosados con forma de corazón, sus mejillas se sonrojaban dependiendo de la situación, tenía uno de esos rostros hermosos, algo femenino para la mayoría, el odiaba ser comparado con un mujer "¡por dios soy un hombre!" gritaba siempre en su mente, aun que por fuera mostraba una máscara educada y tranquila cuando esto le sucedía.
El muchacho siempre se jactaba de saber controlar sus emociones y no dejarlas al descubierto, por eso siempre fue tachando de frío.
Aun con esa fachada lo había conseguido, tenía amigos de verdad, si no que eran muy pocos, pero realmente eran de verdad y el siempre pensaba que eso era lo que más contaba, no la cantidad si no la sinceridad de tus amistades.
Pero ahora todo se había ido al traste, sus padres habían tenido la fabulosa idea de mudarse sólo para joderle la vida, bueno esto último no lo creía sinceramente, ellos habían tomado esa decisión, en base a lo que era "mejor para la familia" o eso se mantenían constantemente repitiendo para su desagrado y constante frustración, "Es mi jodido ultimo año y mis padres deciden que lo mejor para la familia es que nos mudemos" Ese fue uno de los muchos enfurecidos pensamientos que rondaban su mente mientras que con furia pisaba el pavimento, sus pisadas eran constantes y enojadas.
Su ceño había optado una posición de constante fruncimiento, poco le importaba arrugarse cual anciano antes de tiempo. Había decidido tomar un paseo para poder "explorar" su nuevo entorno, nótese el sarcasmo, tomo aquella decisión para poder alejarse de sus padres, hoy le habían dado la fabulosa noticia de en qué escuela estudiaría su ultimo año y para evitarse problemas con sus padres y que la sarta de improperios saliera de su mente, huyo, tomando este paseo.
"Tendré una graduación solitaria" a su mente llego ese deprimente pensamiento, era un adolescente, no tenía ni quería tener pensamientos positivos.
Suspiro y prosiguió con su caminata, su enojo estaba menguando y poco faltaba para que la tristeza lo consumiera. Alzo su mirada, observo en todas direcciones, notando que ya no estaba en su vecindario, siempre que se enojaba caminaba para calmarse y aclararse, nunca pensó que llegaría muy lejos antes de calmarse, era la primera vez que se molestaba tanto, se maldijo internamente, estaba en una ciudad relativamente desconocida para él, sin dinero ni celular, el suéter que milagrosamente había traído lo mantenía a salvo de las condiciones medio ambientales.
Se recargo en el poste de luz que tenía enfrente, mirando en dirección contraria de la calle, en la otra acera, el flujo peatonal era muy escaso, contándolo a él sólo había unos 3 o 4 transeúntes, la calle era larga con postes oportunamente colocados para alumbrarla y para que personas como él tomaran un descanso, no era lo suficiente tarde ni obscuro para que estuvieran encendidos, había casas a ambos lados, un parque no muy lejano, recordó, había pasado por aquel lugar no tenía mucho, encogió sus hombros decidiendo que era el momento de volver a casa, a dios daba gracias por tener buena orientación.
Ahí fue cuando lo vio, sus ojos se ampliaron un poco, su boca se seco, su estomago se revolvió y su pulso se acelero, podía escuchar su corazón en sus oídos, jamás había tenido aquella reacción en su vida, trago en seco, golpeándose mentalmente y tratando de controlar sus emociones, pero simplemente no pudo, aquella persona, un muchacho de cabellos color castaño, tez morena, ojos rasgados, mentón y mandíbula masculinos, muy atractivo y apuesto, para ser exactos lo tenía descolocado como jamás le había pasado y menos con un hombre, jamás sintió aquella súbita atracción con nadie, era como fuego recorriendo sus venas, poco falto para que se le lanzara encima y devorara aquellos pecaminosos labios que poseía aquel desconocido que para su mala o buena fortuna, quien sabe, se cruzaba en su camino, el desconocido que caminaba por la otra acera lo miro directo a los ojos y sonrío de lado como diciendo "Sé lo que estas pensando".
El joven sintió como el calor acudía a sus mejillas y como estas podrían, si no es que ya lo estaban, sonrojarse furiosamente. Él fue el primero en desviar la mirada, después de un tiempo, volvió a alzarla y sólo pudo distinguir la silueta atrayente algo lejana y continuando su camino, dejándolo con una sensación de vacío, en su mente sólo corría un desesperado pensamiento, olvidándose momentáneamente de todo lo demás, ese pensamiento era "¿Quién era él? ¿Lo volvería a ver?" y lo más angustiante de todo "¿Qué había sucedido conmigo en su presencia?".