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Alquimia del corazón por Jazmin Negro

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo ^^ Pido disculpas por la demora, se debió a que mi USB contrajo una especie de virus, y no le aparecían los archivos... me pegué un susto de muerte, pero mi hermano ya me la ha arreglado y todo está bien otra vez u.u Solo que me ha costado muchísimo actualizar, porque mi internet es tan desesperantemente deficiente >o< Pero no podía ni quería tardarme más, no es justo para ustedes, queridísimos lectores.

Mayo

Lo primero que hizo Alphonse, pasado el llanto, fue forjarse el firme propósito de creer que Ed volvería, ya que de otra manera se ahogaría en su propia angustia. Sí, su hermano regresaría algún día, y entonces estarían juntos para siempre, y dejaría de sentir aquel miedo punzante en el pecho. Para apaciguar sus temores, buscó algo con qué distraerse. No había mucho qué hacer, realmente. Roy salía rumbo al Cuartel y lo dejaba solo, con la orden de no salir más allá del jardín.

Los primeros días los dedicó a explorar la gran casa, admirándose de su estilo refinado, mas no exagerado. A pesar de que era una residencia muy bella, Alphonse ardía en deseos de regresar a la suya, mucho más pequeña (de hecho era un apartamento), pero era su hogar. Esta gran casa, en cambio, le era totalmente ajena. Se sentía como un forastero en ella. El Coronel le había autorizado hacer lo que quisiera y tomar cualquier cosa que necesitase, pero lo había dicho con un tono desinteresado, como si realmente no supiera qué hacer con él.

Al trataba de preguntar al Coronel por su hermano en cada oportunidad que se le presentaba, pero éste simplemente evadía las preguntas y se limitaba a decirle que Edward estaba bien. Dejó de preguntar, temiendo molestarlo.

Muy pronto, Alphonse descubrió la biblioteca de Roy. Era enorme, y había tanto clásicos de la literatura universal como libros de alquimia; estaban todos los más prestigiosos y sobresalientes en el tema. Se dedicó entonces a mejorar su alquimia, pensando que podría serle útil para ayudar a su hermano. No estaba seguro de qué era lo que estaba pasando, ya que nadie le contaba nada, pero intuía que era algo muy grave.

Mayo

Apenas había pasado poco más de una semana y ya se sentía algo melancólico. Extrañaba tanto a su hermano mayor, sus sonrisas y su voz y sus abrazos. El contacto humano que tenía ahora era mínimo. No salía nunca de la casa, estaba siempre solo y Roy casi no le hablaba, a menos que fuera preciso. A veces lloraba en su cama, en el cuarto que el Coronel le había acondicionado, recordando la risa de Winry, las peleas de Ed con la mecánica, la compañía de ambos y de tía Pinako.

Junio

No podía permanecer más tiempo encerrado. Aprovechando que necesitaba algunos ingredientes para sus transmutaciones, resolvió salir a comprarlos, aunque fuera en una tienda cercana; así no desobedecía tanto la orden de Roy. Además, él no tenía por qué enterarse. Necesitaba ver otros rostros, oír otras voces. Iría a comprar y regresaría enseguida. No podía pasar nada peligroso con solo salir un poco.

En la calle, Alphonse estaba feliz de salir por fin. Había mucha gente y niños jugando, y podía oír varias risas y voces diferentes. La ciudad, a su alrededor, estaba llena de vida. Le pareció tan bueno que se animó a alejarse un poco más. Todo parecía seguro, alegre.

Hasta que, a punto de entrar a una tienda por lo que necesitaba, oyó unos disparos e inmediatamente los gritos aterrorizados de las personas. Quiso ver qué era lo que sucedía, así que partió en dirección contraria a la gente que corría. Y entonces vio a varios mercenarios en una camioneta, algunos con pasamontañas y otros con el rostro descubierto, disparando mientras preguntaban por algunas personas. Comprendiendo el peligro, se dispuso a escapar, pero uno de los sujetos lo vio y, apuntándole con un arma, le ordenó detenerse. “Es el hermano menor del Alquimista de Acero” alcanzó a escuchar.

-Niño –le habló el tipo, acercándose- ¿Eres Alphonse Elric?

Estaba ya frente a él. El chico dedujo que Edward era uno de los que buscaban. Tenía que escapar.

-N-no, señor –logró articular, con la voz trémula.

-¡A mí no me engañas, mocoso! –le gritó el hombre, agarrándolo del cabello- ¡Llevas el mismo abrigo que ese enano solía usar!

Pretendió llevarlo hacia la camioneta, sin importarle la resistencia de Al.

-¡No! ¡Suélteme, me lastima!

De pronto, una pequeña barrera de fuego cortó el camino entre el hombre y el auto.

-Suelte al chico –ordenó el Coronel Mustang, con los dedos en posición de iniciar otro ataque.

-¡No voy a obedecer a un perro del ejército como tú! –respondió el hombre, mientras levantaba el arma para dispararle. Pero tan pronto lo hizo, la soltó con un grito de dolor. Se sujetó la mano, que chorreaba sangre. Una bala, disparada desde un punto estratégico por Riza Hawkeye, lo había herido. Alphonse aprovechó para escapar; echó a correr, no sabiendo hacia dónde por lo confundido que estaba, y solo reaccionó cuando el Alquimista de Fuego lo tomó bruscamente del brazo, llevándolo hasta un auto militar. Estaba furioso.

-¡Te dije que no salieras! ¿Acaso no entiendes? –le dio una fuerte bofetada en el rostro. Alphonse se frotó la mejilla adolorido, sobrecogido por la reacción de Mustang. Éste desvió la mirada, visiblemente molesto.

-Lo-lo siento –balbuceó Al.

Roy no pareció oír el intento de disculpa, y tan solo ordenó a un oficial que llevara al chico de regreso a casa.

Junio

Alphonse terminó por agradecer el hecho de que Roy nunca estuviera en la residencia, porque así no tenía que afrontar de nuevo su enojo, que no sabía si había cesado ya. Se propuso no volver a enfadarlo y obedecerlo en todo, porque, después de todo, el Coronel le estaba dando hospedaje y comida, aunque no sabía bien por qué.

Pasaba muchas horas del día pensando en por qué esos mercenarios buscaban a su hermano, pero una cosa lo reconfortaba: si lo estaban buscando era porque no habían podido hallarlo. Pero ahora él mismo estaba en peligro. Aquellos hombres habían tratado de secuestrarlo, y lo hubiesen logrado de no ser por el Coronel. Como medida de precaución, ya no usaba el abrigo rojo. Pensó que de esa forma no lo reconocerían a la primera, si volvía a pasar, porque, aunque su hermano era ciertamente muy célebre, a él no lo conocían más que como armadura. Aún así, el parecido con Edward era notable. Intentó concentrarse en lo bueno: el Coronel lo protegía y mientras no saliera, no le pasaría nada.

Junio

La ausencia de Edward se volvió verdaderamente insoportable. A veces despertaba muy temprano, convencido de haber escuchado su voz llamándolo. Para su buena-mala suerte, ese día el Coronel no había ido a trabajar. Al preguntó la razón y Roy solo le contó que unos disidentes  estaban haciendo una manifestación frente al Cuartel, bloqueando la entrada. Ya habían enviado a unos soldados a restablecer el orden y él, como vago que era (pero un vago inteligente), se había tomado el día. Era buena suerte porque quería un poco de compañía, pero mala porque el Coronel no era la mejor de todas. Se le hacía medio difícil conversar con él, y terminaba sintiéndose estúpido por decir cualquiera cosa solo para llenar los silencios incómodos.

Fue a refugiarse en la biblioteca. Intentó leer pero comenzó, como un hecho inevitable, a pensar en su hermano. ¿Por qué se había ido? ¿Regresaría algún día? ¿Por qué… por qué siempre habían cosas más importantes, personas a quienes proteger, metas que perseguir? ¿Es que no podrían vivir nunca en armonía? ¿Es que no había descanso para ellos? No se dio cuenta de que había empezado a llorar, hasta que Roy llegó a su lado, preguntándole qué le ocurría. Al, por toda respuesta, volteó a mirarlo, con el rostro enmarcado en lágrimas, y, no pudiendo contenerse más, sacó todo el dolor y la angustia y la rabia acumuladas en su pecho:

-¡Niisan no va a volver!

Roy bajó la vista, dejando entrever su propio miedo.

-No digas eso… Edward estará bien.

-¡No es cierto! –le gritó, con la voz rebelde y los ojos enrojecidos- ¡Niisan no está bien, nada está bien! ¡¿Por qué tuvo que irse?! ¡¿Por qué?!

Roy sintió aquel dolor en el corazón, mezcla de consternación y pena por los tres, por Al, por Ed y por sí mismo.

-Al, Ed se fue porque… porque hay muchas cosas que debe hacer.

Alphonse se quedó en silencio unos momentos, con la cabeza inclinada, y luego, mirando al Coronel, dijo únicamente:  

-¿Por qué Ed no pudo ser más egoísta?

El adulto calló, repentinamente estremecido porque Al había dado con las palabras exactas para describir el gran error de Edward: siempre tendía a cargar solo con los problemas, aunque fuesen más grandes que él… aunque no fuesen suyos. Tendía siempre a ser quien protegiera, a olvidarse de sí mismo cuantas veces lo requiriera la situación.

El llanto de Alphonse reanudó, como un único sonido en aquella reciente soledad.

Julio

Al despertó con el ruido de los disparos. Procedían del centro de la ciudad, justo por donde se encontraba el Cuartel. Era aproximadamente la 1 AM. Como la puerta de su cuarto estaba abierta, pudo ver al Coronel poniéndose los guantes apresuradamente. Por eso y porque estaba vestido con el uniforme supo que iba a salir. Se oyó un estallido, y Roy corrió hacia la puerta principal. Alphonse estaba muy confundido y asustado, y solo atinó a seguirlo, descalzo, con el cabello suelto y en ropa de dormir como estaba. Mustang se percató de su presencia justo cuando arrancaba el motor de su auto.

-¡No vengas, Al! ¡Vuelve adentro! –le indicó, con la voz y el brazo.

-¡No quiero quedarme solo! Tengo miedo –respondió, y le temblaban los labios.

-Tranquilo, permanece en la casa; allí no te pasará nada –Roy cerró la puerta y se marchó sin más. Alphonse quiso quedarse despierto esperándolo, tal era la fuerza de su espanto. No lo consiguió, y se quedó dormido sentado, con la espalda apoyada en la puerta principal. Se despertó al sentir que alguien lo llevaba en brazos. Eran unos brazos fuertes, y sin embargo cálidos. Se sorprendió de advertir cuánta falta le hacía un poco de contacto humano.

-¿Niisan...? –preguntó, medio dormido.

-Te dije que te quedaras adentro. No sé qué haré contigo.

-¿Coronel?

-Sí.

Alphonse se sentía extrañamente reconfortado por el calor de los brazos de Roy y su voz queda, como si hubiera alguien más a quien pudieran despertar. Se acurrucó contra la tela azul de su pecho. Roy se extrañó, y se sintió un poco intimidado por el espontáneo cariño del menor. Sin saber exactamente lo que hacía, lo estrechó contra sí. Alphonse sonrió, abandonándose al sueño.

Julio

Roy había llevado a Alphonse al Cuartel. Le indicó en el auto que sus superiores querían hablar con él. Cuando llegaron, Al sintió una nostalgia profunda. Hacía mucho tiempo que no venía al Cuartel. Desde que había comenzado todo. Roy caminaba con paso firme y rápido, tanto que a Al se le dificultaba seguirlo. Por fin entraron a la oficina donde ya los estaban esperando. Después de saludarse y tomar asiento, uno de los militares, el que parecía de mayor rango, le dijo:

-Lo hemos citado para informarle que la señorita Winry Rockbell y su abuela Pinako Rockbell han tenido que salir del país.

-¿Q-Qué? ¿Hacia dónde? –preguntó el chico, consternado. La soledad se apostaba en las sombras, cada vez más cercana.

-No podemos decírselo. Es confidencial. Se han marchado para protegerse de posibles atentados, por su íntima amistad con el Alquimista de Acero. Creemos que sería conveniente que usted viajara también.

-No puedo hacerlo –respondió Al, apretando los puños que descansaba sobre sus piernas- Tengo que quedarme y esperar a niisan.

-Es por su seguridad, joven Elric –insistió el hombre- Debido a su parentesco podría ser buscado  por los enemigos. Nos enteramos del intento de secuestro que ocurrió contra usted.

Alphonse lo recordó. En esa ocasión había tenido suerte de no salir herido. Quizás ellos tenían razón, quizás debería ponerse a salvo. Pero… ¿y si Edward regresaba y él no estaba allí para recibirlo?

-Al… -intervino Roy- Sería lo mejor para ti. Edward no querría que te pasara algo.

Al dudó.

Más tarde, mientras regresaban a casa, Roy le reprochó:

-Hiciste mal en rechazar la oferta de marcharte. No entiendes lo que está pasando: todos estamos en peligro.

-Entonces ¡dígamelo!. Dígame que ocurre. Niisan es como usted, jamás quiso decirme algo.

-Lo hizo para que no te preocuparas, Al. Lo único que puedo contarte es que se avecina una época de guerra y muerte.

Notas finales:

Espero que este capítulo haya valido la demora n.n

Un dato (quizás ustedes se dieron cuenta): la escena final de capítulo anterior es un guiño de una escena de Conquer of Shamballa, en la que Edward intenta regresar a nuestro mundo dejando a Al en Amestris.

Bueno, me despido y muchas gracias por leer. Y sobre todo: no olviden dejar reviews! xD

Hasta luego!


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