Afuera llueve. Te despiertas de improviso, como lo has hecho tantas noches atrás. No puedes dormir. Te asomas a la ventana. Miras cómo las gotas de lluvia caen y resbalan en el cristal. Como si fueran las lágrimas que tú no puedes derramar. Como si el cielo llorara por ti.
En la pequeña mesa está la libreta donde vas apuntando los nombres de ellos. Debes encontrarlos, antes de que te encuentren a ti. Tienes que hacerlo, es tu misión. Ya no eres un perro del ejército, pero aún así has elegido obedecer. Aunque la versión oficial es que el Estado te ha conferido protección, a ti y a tu hermano. Que te fuiste a un sitio seguro, con Alphonse. Sabes que harían cualquier cosa por encontrarte, porque, en todo el maldito país, eres tú el único que tiene el secreto para hacer lo que ellos necesitan para tomar el poder. Gracias a un infiltrado del ejército (que pagó con su vida), ustedes saben de su perverso plan. Hay que hacer algo, hay que evitarlo.
Te sientas en la cama y piensas en Roy y Alphonse. En tu novio y tu hermano. En las dos personas más importantes para ti. Al seguramente esté durmiendo a estas horas. Aunque llueve, por suerte no hay truenos. Recuerdas que, de pequeño, a Alphonse le daban miedo los truenos. Te abrazaba. Siempre te abraza. Imaginas su cálida respiración, sus ojos cerrados, su largo cabello suelto desparramándose sobre sus hombros y la almohada. Se ve frágil e inocente. Te necesita. Quieres abrazarlo pero no puedes, estás muy lejos y tienes cosas importantes que hacer. Siempre tienes cosas importantes que hacer.
Afuera llueve y tú piensas ahora en Roy. Quizás también duerme, o quizás está despierto, pensando en ti, como tú en él. ¿Qué pensará, o qué estará soñando? Deseas intensamente poder estar con él, besarlo otra vez, sentir su aliento en tu pecho y su piel contra la tuya. Cuando inclinas la cabeza, los mechones de tu cabello negro ocultan tu rostro. Cierras los ojos y lo recuerdas como antes de que todo esto empezara: él está en la cocina, con una taza de café en la mano. Bebe un sorbo, repara en tu presencia y sonríe sólo para ti. Su sonrisa brilla, es hermosa. Abres los ojos y Roy ya no está.
Afuera llueve y tú te preguntas cómo se las arregla Roy con Alphonse sin ti. Esperas que esos dos estén bien juntos. Tal vez se han peleado. Es muy probable que eso suceda. ¿Por qué no pueden volver a llevarse bien, como antes? Es extraño para Al que tu novio sea un hombre, y no cualquier hombre, sino el Coronel Mustang precisamente. Quizás solo está confundido, debes darle tiempo.
Roy aparenta ser muy frío y orgulloso, pero tú ya sabes que no lo es tanto. Cuando quiere, puede ser atento, amable, incluso cariñoso. Si Al lo viera como tú lo haces, seguramente llegaría a quererlo también.
Quisieras no tener que elegir entre ellos. A los dos los amas. No quieres perderlos. Los extrañas mucho y ardes en deseos de abrazarlos. Te levantas, caminas por la habitación, la cual dejarás mañana, te asomas nuevamente a la ventana de esa posada de Rizenbul y te vuelves a acostar. Cuando logres dormir soñarás con la guerra, con tu hermano menor y tu novio.
Temes por ellos, quieres poder protegerlos y volver a su lado algún día, quieres permitirte vivir en paz.
Y afuera llueve.