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Mi cuento de hadas por JuneProductions

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Notas del capitulo:

Amane: somos las personas más irresponsables que existes
Maname: pero no fue nuestra culpa ausentarnos tanto tiempo. Hemos pasado de todo
Amane: Desde formateos de computador, hasta enfermas.
Maname: y cuando nos quisimos poner a escribir, aparecieron las pruebas de final de año
Amane: Así que les pedimos disculpas
Maname: ya las hemos terminado, pero ..
Amane: aun no tenemos computador, por tanto la otra semana tampoco nos verán u.u
Maname: asi que por mientras les dejamos éste capitulo que tanto nos gustó y pensabamos descartar
Amane: que lo disfruten ^^

—Dorian, mi amor. Estás gordito—Dijo Nancy entre sueños, volteando hacía mí.

—Es que...No soy Dorian—Le respondí yo, nerviosa.

Nancy se levantó de golpe, asustada quizás, tomó una de las almohadas y la elevó por sobre su cabeza— ¡¿Quién...?!—Gritó con intenciones de golpearme, pero deteniéndose al ver que soy yo—Dios, Lily. Me asustaste pequeña--Dijo suspirando aliviada, bajando la almohada. Miró para todos lados de la habitación y luego volvió a mirarme a mí— ¿Dónde se metió Dorian?—Preguntó en voz alta, un poco molesta.

--¿Por qué el alboroto?—Preguntó Dorian, medio quejándose, medio despertando, apareciendo del suelo, asustando a Nancy, quien pegó un grito y volvió a tomar la almohada para golpearle en la cabeza.

— ¡¡Mierda!! ¡No te me aparezcas así de la nada!—Le gritó molesta, con la almohada elevada nuevamente por sobre su cabeza.

—Pero no grites mujer—Le pidió Dorian con su mano en la cabeza. Al parecer las consecuencias de anoche lo estaban afectando—Me duele la cabeza a horrores—Dijo levantándose finalmente del piso.

— ¡¿Quién te manda a ver tanto anoche?!—Le dijo Nancy, molesta todavía, bajando la almohada, devolviéndola a la cama—De todos modos ¿Qué hacías durmiendo en el suelo?—Le preguntó extrañada.

— ¿Qué no ves que la niña está contigo en la cama?—Dijo sentándose en la orilla de la cama.

Nancy le miró molesto y luego volteó a mí con una amable sonrisa—Lily, pequeña ¿Qué haces en mi cama?—Me preguntó en un dulce tono.

—Ah, bueno yo...—No sabía que responder en realidad—No sé. Es decir, cuando iba a ir a la pieza de la Daniela anoche, Dorian me detuvo y me dijo que sería mejor si me dormía aquí por esta noche—Contesté lo más sincera que pude.

Nancy asintió y no me dijo nada, luego volteó para ver a Dorian—Claro...Y la trajiste aquí ¿Por qué...?—Preguntó, dejando abierta la pregunta para que Dorian le respondiera.

—Ah, bueno. Eso...—Dorian me miró a mí un poco incómodo y nervioso, luego volvió a mirar a Nancy--Ayer tu hermana...llevó a...Alguien a su pieza—Le intentó de explicar, creo que me quería ocultar algo.

Nancy pareció entender, ya que solo asintió con la cabeza, seguido de un: —Entiendo—Luego volteó a verme a mí—Lily, pequeña. ¿Tienes hambre?—Me preguntó, a lo que yo solo asentí—Perfecto, yo te prepararé algo de comer, mientras tanto ¿Me podrías esperar en la cocina?—Me preguntó y yo solo volví a asentir con la cabeza y salí de la habitación. No había que ser un genio para saber que querían hablar a solas.

Al salir de la habitación suspiré cansada, con sueño y todo encima. Caminé hasta el baño, pero parece ser que estaba ocupado, así que baje al del primer piso para probar suerte. Al final estaba desocupado y lo primero que hice al entrar fue mojarme la cara. Necesitaba quitarme el sueño de encima. Me quedé pensando un poco, reviso mi cara en el espejo. Ya no quedan rastros de los golpes que me había dado el infeliz de Enrique. De no ser por la Daniela, esto quizás se hubiera vuelto a repetir. Le debo tanto. A veces siento que fue un milagro haberme encontrado con ella, aunque es extraño que alguien acepte a un completo desconocido en su casa, pero estoy agradecida de que ella sea tan buena. Llevo mi mano a mi vientre, dando el saludo de "buenos días" a mis pequeños. Sonrío con amor, ellos dos me hacen tan felices. ¿Qué opinan ustedes? ¿Cómo les cae la Daniela? Lo que tengan para decirme también es importante. Me encanta la idea de que se críen a un lado de ella, que les enseñe a ser de esa forma que yo nunca podré enseñarles. Al parecer crecí de una manera muy distinta a la de la Daniela, mi infancia fue mucho más estricta y yo no quiero eso para ustedes dos. No quiero convertirme en alguien como mi madre. Por eso, a mí me encantaría que viviéramos para siempre con la Daniela, incluso siento que no me quiere dejar ir, pero quien sabe. Quizás algún día se aburra de mí, o incluso no soporte tener a dos pequeños con ella, quien sabe cuanto tiempo durará esto. Por ahora debo disfrutar de éste hermoso cuento. De éste hermoso y mágico cuento de hadas.

Alguien toca a la puerta, sacándome de mis pensamientos—Lo siento. ¿Está ocupado?—Preguntaron desde afuera.

—Ah, no. Ya salgo—Anuncio yo, abriendo la puerta. Me encontré con Martín, el hijo de la hermana de la madre de la Daniela, si no mal recuerdo. Es tan grande esta familia, que esta es la única forma que tengo para memorizar todo—Buenos días, Martín—Le saludé con una sonrisa.

—Buenos días señorita Elisabeth—Me saluda él.

Me hice a un lado y le deje pasar. Es un niño verdaderamente encantador y muy interesante. Cuando me presentaron a Martín lo primero que me dijeron es que no solía hablar mucho, solo con su madre, y que era muy poco expresivo, pero yo no lo veo así. Es decir, él es un chico realmente hablador e interesante si se le sabe tratar, también muy expresivo. Me sorprende que nadie logre hablar con él más de dos palabras.

Dejando eso de lado, necesitaba ir a cambiarme. Pensaba en ir a la habitación de Daniela por algo de ropa y luego pasar a bañarme, pero me preocupaba la idea de que la fuese a molestar. Aun no sé quien es ese "Alguien" que se encontraba con ella anoche, pero realmente esperaba no molestar. Camine hasta la escalera y justo en ese momento venía bajando la Daniela, perfecto, eso significaba que no iba a molestar. Pensé en ir a saludar, así que me acerqué con mi mejor sonrisa de "Buenos días", pero en el mismo segundo que me vio, escapó. Yo no entendí que pasaba, pienso que se enojó conmigo, pero no he hecho nada para que se enojara conmigo. ¿O sí? Puede que sí, aunque no sé que fue. Me gustaría hablar con ella para repararlo. Suspiro un poco preocupada. Al final decido ir a la cocina, de seguro Nancy ya me estaba esperando con el desayuno. Ya me iré a cambiar después. A casi llegar a la cocina apareció de sorpresa Ariel, el hijo mayor de Andalucía, la prima de Nancy. Ella es la hija del hermano mayor de la madre de la Daniela. Sí no mal recuerdo. Ariel me abrazó rápidamente, me saludó con una sonrisa y salió corriendo a su habitación. No me dio tiempo de saludar, yo solo vi el camino por el que se fue con una sonrisa. Ese pequeño es un amor, siempre está al pendiente de su hermana menor, Cristina. Entré y encontré que no solo estaba Nancy, sino también Andalucía.

—Buenos días—Saludé yo, acercándome a la mesa. Había un plato con panes, tenían la mermelada de moras de la Sra. María Magdalena, también había un vaso con algo de beber, jugo natural de esta casa, eso si es un buen desayuno—Andalucía, Ariel acaba de pasar corriendo por un lado mío—Le comento yo. Tomé uno de los panes y me acerqué a ellas, apoyándome contra uno de los muebles de la cocina.

—Ah, sí—Me sonrió divertida y me miró—Pasa que dejé a Cristina sola en la habitación y debe estar por despertar—Me dijo. Al ver mi cara de incomprensión, continuó—Cristina se pone a llorar si no ve a alguien al despertar—Me aclaró.

--Ya veo—Dije yo dando una mordida al pan—Nancy, ¿Cómo durmió Dorian?—Pregunté interesada. Me pareció un poco injusto que durmiera en el suelo por mi culpa.

—No te preocupes por él, de todos modos. No es la primera vez que duerme en el suelo—Dijo en respuesta con una sonrisa de diversión, cómplice con su prima.

— ¿Por qué durmió, esta vez, en el suelo?—Preguntó Andalucía.

—Elisabeth durmió conmigo, en nuestra habitación—Le respondió Nancy.

— ¿A sí? ¿Por qué?—Preguntó curiosa, a lo que Nancy solo le miró. No sé por qué, pero siento, desde la mañana, que me ocultan algo.

—Por lo que te conté antes—Le terminó por responder Nancy y Andalucía solo asintió.

— ¿Y tú? ¿Cómo dormiste? ¿Cómo están los pequeños?—Me preguntó ahora a mí, con una sonrisa de interés.

—Yo estoy bien, gracias. Dormí bien—Le respondí a las primeras dos preguntas, con una sonrisa. Llevé una de mis manos nuevamente a mi vientre, dejando la mitad de pan que había tomado encima del mueble—Ellos están bien, gracias por preguntar—Le respondo a la última.

Seguimos hablando de distintas cosas hasta que en la cocina entró Daniela, fui la única que le volteó a ver por unos segundos. Ella se dio media vuelta, hacía la pared, y elevó los brazos hacía el techo— ¿Por qué me odias tanto?—Preguntó a no sé quien, haciendo notar su presencia.

— ¿Qué pasa?—Preguntó Andalucía, en casi un tono indiferente, como si estuviera molesta por algo.

—Eh, no nada. Venía por algo de comer—Respondió acercándose a la mesa, cogiendo uno de los panes que estaban en el plato. En ningún momento me miró, ahora si debo pensar que está enojada conmigo.

—Daniela...--Le llamó Nancy, a lo que esta le miró, igual que yo y Andalucía, curiosas.

—Dime...—Le dijo para que continuara.

Pareció pensar y analizar mucho lo que le quería decir, porque se tomó una larga pausa antes de hablar—No, nada. Olvídalo—Le dijo al final.

Al final terminó por retirarse con un vaso de jugo y un pan en las manos, aun sin mirarme. Miro por donde se fue con una cara de tristeza. No puede ser que se haya enojado conmigo, ni siquiera sé que he hecho mal para que se enojara conmigo.—Ah, yo me tengo que ir a cambiar—Dije para anunciar que me iba, fui de camino a la entrada de la cocina pensando en que podía hacer para acercarme a la Daniela y por andar cazando moscas choqué con alguien. Al levantar mi vista me fije que era el primo de la Daniela, Paolo. Él es el hijo del último hermano del padre de la Daniela, sino mal recuerdo.

—Lo siento mucho, pequeña—Se disculpó él. A lo que yo negué con la cabeza.

—No, para nada. La culpa fue mía, yo andaba distraída—Le dije en un tono amable, pidiendo las debidas disculpas.

— ¡Ah! ¡Paolo, manchaste tu camisa!—Gritó Nancy, molesta.

—Calma, no es para tanto. Además, no fui yo—Se defendió él.

— ¡¿Y qué me importa si lo hiciste tú o no?! Manchaste la camisa que te regalé yo con todo mi amor—Se siguió quejando Nancy, a gritos. Andalucía y yo no atinábamos para otra cosa que no fuera reír lo más disimuladas que pudiésemos.

— ¡Pues se nota que ese "amor" como tú le dices fue un atentado contra mí y mi piel!—Se quejó Paolo elevando el tono de su voz. Yo me preocupé, pero Andalucía seguía riendo.

— ¡¿Cómo te atreves?! ¡Tú dijiste que amabas esa camisa!—Gritó Nancy hecha una furia.

— ¡Por educación te he dicho semejante mentira!—Siguió Paolo. Al parecer el enfado era tanto que no buscaban una solución.

—Disculpen que interrumpa tan amorosa conversación—Dije yo en un tono algo burlón por lo que dije, y era algo que yo no me esperaba, ni siquiera pensé que diría algo así en mi vida. Ambos se calmaron un poco y voltearon a verme—Si quieres puedo limpiarla—Ofrecí, como solución.

Paolo me quedó mirando y luego me sonrió agradecido— ¿Me podría hacer ese favor?—Me preguntó en un amable tono y yo solo asentí con la cabeza. Sonreí para mí al ver el aprecio que tenía por aquel regalo. Al parecer todo lo que dijo era mentira y en realidad amaba esa camisa.

—Yo no tengo problema—Dije aun con mi sonrisa amable. Nancy finalmente se calmó, suspiró algo molesta y le sonrió a Andalucía.

—Muchas gracias pequeña—Me dijo y luego dibujó una seductora sonrisa. He estado aquí el suficiente tiempo como para saber lo que se venía. Se quitó su camisa y me la entregó, yo quedé roja porque no puedo negar el cuerpo que se gasta, y sigue sin novia, se acercó a mí y me tomó del mentón—Le debo una señorita. Puede pedirme lo que quiera a cambio—Me ofreció en un insinuoso tono. Nunca hallé la reacción adecuada para esta situación en lo que llevo en esta casa.

--Paolo, hombre, deja a la niña en paz--Le gritó Andalucía con una reprochante sonrisa de diversión. Se reía de mi reacción y aprovechaba de retarle.

Paolo solo sonrió con diversión a sus primas y se marchó, no sin antes alborotarme el cabello. A veces siento que esto lo hace solo para jugar conmigo y por lo divertido que le resulta mi reacción.

º/º/º/º

 

El día de hoy se comenzó la preparación del almuerzo más tarde de lo habitual, gracias a la fiesta de ayer. Literalmente eso no terminó hasta que el último cayera. Estaban todos reunidos afuera, la Daniela también estaba afuera, pero parecía buscar a alguien. Yo aun estaba preocupada por el hecho de que estuviera enojada conmigo, aun no me logro acercar a ella. Suspiro derrotada, debía idear alguna forma sin que se le ocurra escapar de nuevo, porque ha sido durante todo el día. Vez que me quería acercar a ella para hablar y arreglar el problema, ella escapaba de mí. Ya no sé que hacer. Al rato se anunciaron en la casa los vecinos y amigos de la familia, al parecer les gustaba venir para acá cuando estaban todos reunidos. Héctor, amigo del señor Raúl, era un hombre realmente interesante, con muchas historias que contar sobre éste lugar, y sus aventuras de niño con el señor Raúl. Sandra, su mujer, es con quien me he dado el gusto de hablar más tiempo, es muy alegre y comprensiva, así como muy maternal, apenas vio que esperaba hijos me comenzó a aconsejar con lo que era mejor para mí y para los pequeños, le estoy muy agradecida por sus consejos. Por último está su hija Andrea, con ella no he tenido la oportunidad de hablar, y como no, si al mirarme me mira como con odio o envidia, o algo parecido, y no me atrevo a acercarme por miedo a que me haga algo.

Me fijé un poco en que al entrar se había escondido tras su madre, lo cual me pareció extraño, al siguiente segundo Daniela le tenía tomada la muñeca y se marcharon del lugar. Al parecer fui la única en seguirles con la mirada, o en notar que se habían ido sin comer algo primero. Me quedé mirando como se alejaban, algo preocupada también, y en eso llegó Paolo, seguido de Nancy.

—Señorita Elisabeth, le quería dar las gracias por lo de mi camisa—Me dijo al estar a un lado mío—Mi camisa ha quedado como nueva--Agregó.

—No, no fue nada, en serio--Le dije yo para no darle tanta importancia al tema, al final solo quería que dejaran discutir, ya que no me gustaba verlos discutir de esa manera, pero a veces se me olvida que no es igual que en mi casa.

Paolo rodeó mi cintura con su brazo y me atrajo hacía él. No de nuevo. Me tomó del mentón, como lo ha hecho estos últimos días—Deje que le agradezca apropiadamente en...—Y antes de seguir hablando Nancy apareció y le golpeó en la cabeza a modo de regaño.

—Te dije que no jugaras con la niña--Le regañó molesta. Paolo no me soltó y volteó un poco para mirarle, con su mano en su cabeza.

—Pero no tenías por qué golpearme—Se quejó adolorido.

—Sí tenía, que es la única forma de que te controles. Ahora suelta a la niña o informaré a mi hermana de todo lo que haces cuando no está cuidando de la pequeña Elisabeth—Le amenazó Nancy.

Paolo me soltó inmediatamente, pese a mi cara de extrañeza, y levantó las manos como negando que el me estuviera abrazando—Eso es jugar sucio—Le dijo a su prima antes de irse con una simple sonrisa de diversión.

Nancy también sonrió y yo le seguí, pero más disimulada. Sí, algo todavía me estaba preocupando. Nancy pareció notarlo al voltear a verme. En esta familia tienen la costumbre de no poder ver a alguien deprimido o preocupado sin querer saber que pasó y como ayudarle, es por eso que me agrada tanto estar aquí, en mi familia no era igual. Intenté sonreír lo más normal que pudiera para que Nancy cayera y no me preguntara, pero parece ser que no resultó. Unos más intuitivos que otros.

— ¿Qué pasa contigo Lily? Desde la mañana que te veo algo triste ¿Te encuentras bien?—Me preguntó algo preocupada.

—No, nada...--Le respondí yo, luego de mirarla me arrepentí al saber que me insistiría hasta que se lo dijera. Es igual que con la Daniela—Bueno, en realidad, desde temprano en la mañana que la Daniela ha estado huyendo de mí y temo que sea porque se haya enojado conmigo—Le dije sintiendo que así era mejor. No sacaba nada con ocultarlo.

Nancy pareció un poco incómoda cuando comenté aquello. No sé por qué, pero creo que desde la mañana me han ocultado algo. Se pensó mucho en qué decirme y al final solo me sonrió y me alborotó el cabello. ¿Es qué, sinceramente, me ven como a una niña pequeña?

—No debes preocuparte, ella no está enojada—Me tranquilizó, aunque yo no estaba tan segura.

— ¿Estás segura?—Pregunté yo, preocupada todavía.

—Claro que sí, es de mi hermana de quien hablamos—Me aseguró ella con una sonrisa, pero al ver que yo no estaba tan convencida, siguió—Mira, si ella lo olvida, o te pide disculpas por haber huido de ti todo el día, entonces es que no estaba realmente enojada contigo. Digamos que solo estaba pasando por un momento difícil—Agregó haciéndome sentir un poco mejor.

Se terminó marchando a donde estaban sus demás primas y yo me acerqué a la mesa en donde tenían las jarras con jugo. Suspiré algo agotada y me serví un vaso, en eso llegó Martín, que tomó un vaso y me pidió que le sirviera. Yo le serví amablemente y nos quedamos ahí, mirando a los demás, en silencio por un rato.

— ¿Cómo se lo ha pasado esta semana, señorita Elisabeth?—Me preguntó él sin mirarme, mirando hacía el frente y sin expresión alguna en su rostro. Yo giré la cabeza un poco hacía él, me quedé mirándole y luego sonreí.

—Me la he pasado bien, mejor que en mí casa. ¿Por qué preguntas?—Quise saber después de responder, curiosa.

Martín solo levantó los hombros. Nunca le ha gustado mostrar su interés en algunas cosas. Me impresiona lo mucho que lo he llegado a conocer en estos días— ¿Cómo le cae mi prima Daniela?—Preguntó. Yo le miré un poco extrañada y él, aun sin mirarme, se sonrosó un poco. Yo solo sonreí.

—No sé como responderte la verdad, tu prima está loca—Dije yo, a lo que a mí parecer sonó como un insulto y me apuré en corregir—Es decir, no me malinterpretes, pero me refiero a que ella suele ser muy espontánea, poco predecible—Si aceptó a una total desconocida en su casa, entonces sí—Es divertida y muy amigable. También suele ser muy amable y cariñosa. A veces, por las noches y sin que ella se dé cuenta, me abraza de una manera algo sobreprotectora, pero muy amable y delicada—Martín se puso un poco incómodo con aquel comentario, cosa que no me pasó desapercibida, pero yo continué—Aunque en las mañanas no suele darse cuenta, puesto que despierta al otro lado de la cama. También suele preocuparse mucho por mí—Fue la única que llegó a mí lado la primera vez que lloré por culpa de Enrique—Asique sería mentira si solo te dijera que me cae "bien"—Respondí finalmente.

Nos volvimos a quedar en silencio un largo rato, nuevamente mirando a los demás. Yo me quedé perdida en mi cabeza, mis pensamientos. Sonreía con sutileza, pensando en todo lo que ha hecho la Daniela por mí— ¿Creé en los cuentos de hadas?—Me preguntó Martín, sacándome de mis pensamientos y rompiendo aquel silencio que se había formado. Me sorprendió un poco con aquella pregunta, así que volteé a verle curiosa y extrañada.

— ¿A qué viene esa pregunta?—Quise saber yo. Martín volvió a levantar los hombros.

—Mi mamá y mi prima Daniela son escritoras y ambas creen en los cuentos de hadas, por lo tanto yo también, ya que ha sido mi madre quien me ha educado con esas enseñanzas—Dijo él en un tono neutro. Luego volteó a verme—Quizás por eso pregunto, o quizás solo me intereso por saber—Me dijo con una sonrisa que casi no se lograba distinguir.

Me quedé pensando un buen rato. Pocas veces encuentro un joven de dieciocho años de edad que aun crea en los cuentos de hadas, eso me agrada, me agradó escuchar aquello de su boca y sin siquiera dudarlo, titubear o avergonzarse. Sonreí para ambos—Supongo que en algún momento de mi vida creí en ellos, pero a estas alturas de mi vida ya no—Le respondí. De no haber sido por mi padre, le hubiera dicho que “no” sin dudarlo dos veces.

— ¿Por qué no?—Me siguió preguntando, ahora más interesado.

Me lo pensé un poco más. Me acordé de mi madre, quien fue la que me hizo no creer en todo aquello de la magia y los finales felices—Porque así fui criada. Desde muy temprana edad se me negó la magia, los finales felices, los cuentos de hadas. Nunca se me permitió creer en hadas y esas cosas. Mi madre me dijo que la vida, que la realidad no es como la pintan en esos libros para niños. Que yo no soy la princesa de ningún príncipe y que debería, siempre, luchar mucho por lo que yo quisiera en esta vida, sola, y que lo lograría centrándome en mis estudios y no en esos cuentos—Respondí con una sinceridad que me impresionó. Quizás porque es casi de mi edad, o quizás porque es más fácil hablar con él, ya que nunca critica a nadie, es muy respetuoso y tolerante, es que me sale más contarle más cosas y sincerarme más con él.

— ¿Nunca deseo ser la princesa de algún cuento? ¿Encontrar a su príncipe azul?—Me preguntó cada vez más interesado y haciéndolo notar cada vez más.

Nuevamente me dejó pensando, me quedé mirándole, pensando, y luego sonreí—Quizás, quizás cuando era una niña pequeña habré deseado serlo, pero el miedo a mi madre siempre fue más grande que aquellos sueños. Y eso del príncipe azul…—Hice una pausa, pensándome bien en lo que iba a decir—Yo creo que no lo encontraré jamás. Es decir, los hombres con los que he estado, con los pocos que he salido, nunca fueron los mejores hombres del mundo, como los describen los cuentos. Tampoco fueron un poco sinceros conmigo, así que dudo mucho que ellos se acercaran a “príncipe azul”. A estas alturas, y con todo lo que he vivido, siento que nunca lo encontraré y que deberé conformarme con lo que venga—Le respondí finalmente.

— ¿Está segura?—Me preguntó serio, hablando en serio. Me dejó algo sorprendida.

—Claro que estoy segura Martín—Le respondí yo, aun sorprendida y extrañada.

— ¿De verdad?—Volvió a preguntarme— ¿Y si quizás usted estuvo besando sapos todo éste tiempo? ¿Y si su “príncipe azul” estuviera por llegar? ¿Si estuviera más cerca de lo que cree? ¿Aun así no creería en “él”?—Preguntó rápido, serio, una tras otra, sorprendiéndome aun más con todas aquellas conclusiones y preguntas, era tanto que me llegué a asustar.

—Quizás…—Atiné a responder pese la sorpresa.

Martín me dejó sola finalmente, yendo en dirección de su madre, reuniéndose con los demás. Yo me quedé ahí, pensando en todo lo que me dijo Martín. ¿Y si fuera verdad? ¿Si de verdad estuve besando sapos y mi príncipe azul estuviera por llegar? Si fuera así yo supongo que sería bueno. Supongo…De no haber sido por mi madre ese “supongo” nunca hubiera estado ahí, nunca. Me pongo a recordar un poco. Es verdad, yo soñé alguna vez con ser princesa. Yo era la princesa de papá. Mi padre era el único que me permitía la magia en mi vida, él me decía Mi pequeña dulce princesa Eli. Siempre me gustó que me llamara así, pero cuando estaba la familia o mi madre solo me decía Eli y a nadie le agradaba, siempre le reprocharon que mi nombre era: “Elisabeth” y que no me lo debía cambiar. Me molestaba tanto que le dijeran eso a mi padre, si al final solo eran muestras de cariño. Siempre le dije mis inquietudes, pero él solo me sonría y me decía: “No importa. Ellos son los que deben entender que nunca dejaré de decirte así, que eres mi hija y te llamaré como yo quiera. Así como ellos no te pueden quitar la magia de tu vida, ni tus sueños de ser una bella princesa. Mi pequeña dulce princesa Eli”. Siempre era lo mismo con él. Fue por él que yo buscaba a alguien digno de presentarle como mi pareja, alguien que se convertiría en mi “príncipe azul”. Quien sería el príncipe de esta princesa, de la princesa de papá. Pero nunca logré encontrarle y mi padre terminó falleciendo antes de presentarle a alguien. Aun tengo las esperanzas de encontrar a alguien e ir frente a su tumba y presentárselo, mas ha pasado el tiempo y aun no lo logro. Espero llegar algún día con ese “alguien” que le presentaré y le diré: “Traigo ante tu presencia al príncipe de tu querida princesa, padre mío, y espero que él sea de tu agrado y que le aceptes”. Quiero encontrar a alguien realmente bueno, digno de mí, como decía mi padre, pero hoy en día, y para mí, es difícil. También le llevaría ante mi madre, solo para ver su reacción. Aun así, la magia ha muerto con el paso del tiempo y el poco que me quedaba se la ha llevado mi padre con él. Siento que necesito de alguien que me la devuelva, y siento que ese será el príncipe que presentaré ante mi padre.

º/º/º/º

Se comenzaba a hacer tarde, y ya llevaba un buen rato desde que la Daniela con la Andrea se habían ido y me comenzaba a preocupar. Pensaba en ir por ellas, saber que les había pasado, pero cuando vi aparecer a la Andrea me tranquilicé un poco, claro, hasta que vi que no le acompañaba la Daniela, que venía sola. Mi corazón se apretó, del miedo lo traduje yo. Me preocupe y pensé en ir a preguntar por ella, pero cuando vi que se acercaba a mí con una actitud totalmente molesta me asusté y pensé en escapar, pero no logré moverme como quería. Al final ella llegó a donde mí, me tomó del brazo sin detenerse y me arrastró hasta dentro de la casa. Una vez dentro me arrinconó contra la pared, yo me asusté, pensé que me golpearía o algo.

—Está bien, será tuya—Me dijo en un feroz tono de enfado, algo brusco a mi parecer. Tiene una actitud fuerte, a pesar de verse tan delicada.

— ¿Qué cosa?—Pregunté extrañada. Nunca le pedí nada, así que no estoy entendiendo nada.

—No me interrumpas—Me ordenó y yo solo asentí con la cabeza, en silencio. Creo que le tengo demasiado miedo—Voy a darte el permiso para que puedas estar con ella, pero no creas que será así de sencillo. Hay cosas que debes saber—Hizo una pausa, intentó hacerse la fuerte, pero al parecer lo único que quería era llorar—La Daniela suele ser muy distraída y siempre va a necesitar de alguien que le esté recordando, constantemente, todo de lo que pueda olvidar. Suele olvidar muchas cosas, no te enfades y recuérdaselas, suficiente tiene con que se sienta culpable después. Demuéstrale, siempre, cuanto la quieres, porque ella simplemente se lo merece. Ella es del tipo de persona que da, siempre, más amor del que va a recibir, asique no te cuesta nada demostrarle cuanto la quieres, por muy poco acostumbrada que estés a ello—Aun que ahora comenzaba a entender de quien hablaba, aun no entendía qué era lo que me estaba diciendo, lo único que sabía es que me estaba hablando sobre la Daniela, así que me empeñé en poner atención, por lo poco que entendiera—Abrázala cuando encuentres la oportunidad. Consuélala cuando esté triste, aun cuando ella no quiera demostrarlo. Cuando se le ocurra hacer algún tipo de locura acompáñala, independiente de sí están en un lugar público o no, acompáñala, créeme, no te arrepentirás. Quizás ese momento se convertirá en el más lindo recuerdo que tengan juntas y quizás seas la única que se lo pueda recordar—Se limpió las lágrimas que se le lograban escapar y sonrió, no a mí, pero sonrió—Y lo más importante de todo, quédate con ella, siempre. Cuídala y no la dejes, porque quizás nunca encuentres a alguien como ella—Concluyó con una sonrisa humedecida en lágrimas.

Yo solo reaccioné, una vez que terminó, para asentir con la cabeza, procesando todo lo que me dijo. ¿Cuidarla? Haré todo por ella, mientras eso signifique poder devolverle el favor. Pero aun hay una duda que tengo rondando por la cabeza— ¿A qué te refieres con que “quizás seré la única que se lo pueda recordar”?—Pregunté algo preocupada y curiosa.

Andrea pareció reaccionar, al parecer no esperó que yo le preguntara—Tú ya debes saber del accidente que tuvieron una de sus tías, en el que se vio afectado su primo. ¿No es así?—Me preguntó y yo solo asentí con la cabeza. Se pensó mucho en decírmelo, pero luego de mucho pensar me miró con fiereza y seriedad, creo que si pensaba en decírmelo—Esto es la parte que la Danielita olvidó, así que escúchame bien, de esto ella no se puede enterar. Porque la familia llegó a la conclusión que fue para mejor que ella lo olvidara, así que esto no lo escuchaste de mí—Yo solo volví a asentir con la cabeza luego de su advertencia—Pero…Resulta que la Danielita estuvo también en el accidente, aunque ella salió casi ilesa, el único daño que le quedó fue en su memoria…--Hizo una pausa para sí misma, sonriendo con tristeza esta vez—Es normal que olvide cosas de repente, asique tú te encargaras de cuidarla y de que eso no sea así. ¿Me escuchaste?—Me dijo casi obligándome a ello, bajo amenaza. Aunque no hacía falta, yo estaba dispuesta a ello.

Finalmente me dejó ir y caminamos al patio. Ella pensaba en ir por algo de comer y yo, a salir a pensar en paz, o distraerme, lo primero que ocurriera, pero en el mismo momento que salí llegó la Daniela, me tomó del brazo y me arrastró de vuelta a la casa, arrinconándome nuevamente contra la pared, y no puedo negar que fue algo brusca— ¡¿Qué te dijo?!—Me preguntó algo alterada, o más bien me gritó, asustándome.

—… ¿Q-Quien?—Le pregunté algo nerviosa, ya tuve suficiente con emociones fuertes por hoy.

—La…--Respiró profundo, haciendo una pausa, y luego hizo una pausa—La Andreita—Me dijo al menos ya más calmada.

m—Ah…Me dijo algo de que me daba permiso para estar contigo y que estuviera contigo siempre, también me dijo que tenías problemas de memoria y que no me enojara si se te olvidaba algo, también que eres muy despistada y que siempre vas a necesitar a alguien que esté al pendiente tuyo para que nunca se te olvide nada y también…Que te cuidara mucho…—Bajé la mirada al piso, recordando lo que me dijo la Andrea, el por qué la debía cuidar y sobre todo que ella no se debía enterar. Volví a levantar mi vista para mirarle—Eso fue lo que me dijo. ¿Por? ¿Qué querías saber? ¿Pasó algo?—Pregunté preocupada, ladeando un poco mi cabeza.

Ella me abrazó casi como si estuviera aliviada por algo, pero al mismo tiempo enternecida—No, no pasó nada. No te preocupes—Me dijo en un suave tono de alivio, escondiendo su rostro en mi hombro.

Yo también le abracé—Aun no sé que me quiso decir con eso, pero…Prometo que voy a estar contigo para cuidarte—Le dije yo, hablando en serio, aun sin saber cuanto tiempo podré estar con ella.

—Gracias…—Me dijo y se separó de mí. Me acarició la mejilla y me besó la frente. ¿Es que ella también me veía con una niña pequeña? ¿O es su forma de tratarme?—Perdóname por haberte evitado todo el día—Me pidió. Al final Nancy tenía razón.

—No importa, está bien—Le dije y más tranquila.

Finalmente me dejó ir para poder ir a reunirme con los demás, no sé si ella venía detrás de mí. Al llegar al lado de Nancy miré para todas partes y me fije que la Andrea ya no estaba. Me pregunto si se habrá ido. Finalmente pude sonreír aliviada, ya que la Daniela no estaba enojada conmigo, eso realmente me alivia, porque realmente no sabría que haría si ella se enojaba conmigo.

º/º/º/º

Estábamos en mitad de la noche, quizás pasado de las doce de la noche, y yo no podía conciliar el sueño. Aun pensaba en lo que me había dicho la Andrea, sobre el accidente que tuvo la Daniela cuando era pequeña. No se me permitía preguntarle, y aun si lo hacía sería en vano, puesto que no recuerda nada. Estaba un poco inquieta con ello, y sobre todo curiosa, pero por esta vez lo tendré que dejar de lado.

Suspiro cansada, quería dormir, pero mi mente sencillamente no me quería dejar. La Daniela se movió, se dio media vuelta y quedó abrazada a mí. Ya estaba completamente dormida, al menos ella podía dormir. Se acurrucó contra mí, abrazándome siempre con delicadeza, aun en sueños seguía siendo delicada conmigo. Me deje simplemente acoger por sus brazos, intentando relajarme para poder dormir. Mi corazón se estremece y siento algo cálido cubrirme en el momento en el que comienzo a relajarme y a caer dormida en el tierno abrazo de la Daniela. Finalmente suspiro y me quedo dormida, junto a ella.

º/º/º/º

“La princesa finalmente se duerme en los brazos de su príncipe, comenzando a sentir su calidez y llenándose de amor por él, de a poco, paso a paso, prometiéndose, entre sueños, que sería ella quien cuidaría de la persona que ha luchado tanto por encontrarla”.

Notas finales:

Maname: espero les haya gustado
Amane: y haremos despedidas cortas
Maname: ^^ nos vemos dentro de una semana
Amane: bye bye


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