Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi cuento de hadas por JuneProductions

[Reviews - 41]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Amane: Ey! A que creyeron que nunca más volveríamos~ 
Maname: Pues ¡Jaja! Se la creyeron we~
Amane: Hemos vuelto. Y nos queremos disculpar por el mucho tiempo de ausencia, pasaron un montón de cosas.
Maname: Pero por amor a la lectura, lo dejaremos todo para el final.
Amane: Para agregar, hemos improvisado mucho a lo largo de éste tiempo lejos y creemos que he arreglado un poco mi forma de escribir. Cualquier error, me encantaría que me lo hicieran notar, ya que he tratado de seguir el espiritú de esta vieja historia por el amor que le tengo~ Y como mi hermana dijo, todo lo demás para el final. Enjoy~

 

El tiempo libre nunca dura lo suficiente, sobre todo cuando se es una adulta completamente independiente. Eso, además mi hermana se aburrió de nuevo de estar manteniéndome, justo antes de que yo alcanzara a disfrutar del tiempo libre que había ganado junto a Elisabeth. Como no se puede vivir de, bueno, no hacer nada, acepté asistir a la entrevista que Nancy me había conseguido en esta oportunidad, solo para ver de qué se trataba y si me convenía. Cuidar de una princesa en espera de dos pequeñas criaturas no es barato, no me quiero imaginar cuando nazcan, no puedo abusar de la amabilidad de mi hermana todo el tiempo, dije que yo me haría cargo y eso es lo que haré de ahora en adelante. Que tenga que depender de las entrevistas que me consigue mi hermana es otra cosa, pero allá voy otra vez; lo único que ruego es que no sea como el de recepcionista de Hotel.


La sorpresa con la que me encontré al llegar, se trataba de una entrevista para la misma cafetería donde conocí por primera vez a mi pequeña dulce princesa. Ciertamente, debí ponerle más atención al nombre del lugar, quizás así no me hubiese asombrado tanto. Por ahora, lo importante es que se necesitaba gente de disponibilidad inmediata y ¡Qué casualidad! Yo tenía lo único que requerían. No se trataba de nada complicado, otro trabajo de atención al cliente, aunque esta vez sería la cajera. Se trata de un lugar pequeño, pero con mucha demanda, sobre todo a las primeras horas de la mañana o las horas cuando todos salen de sus trabajos.


No me preocupé mucho sobre lo que debía hacer o no, sino más bien en la paga. Las criaturas que carga mi pequeña dulce princesa con ella están cada vez más grandes, me asusta que algo le pase, siendo que se ve tan pequeña y frágil, aunque siempre está tratando de calmarme cuando salto ante cada gesto de su parte. Aunque es algo pronto para pensarlo, esos pequeños seres van a nacer y ni siquiera tienen ropa diminuta para vestir, o una maldita cuna para dormir. ¡Y esas cosas no salen baratas! ¿Por qué los hijos cuestan tan caro? ¡Pero no importa! Estoy determinada a cuidar de ellos y darles todo lo que necesiten...


Allá voy, nuevo empleo.


 


°/°/°/°


 


— ¿Y cómo te fue en la entrevista?


— ¿Qué demonios haces en mi casa...?


— ¿Perdón?—Nancy me dirige la mirada de una forma asesina, completamente molesta y ofendida. Mierda—. ¿Te debo recordar, acaso, que el departamento donde vives es el que está bajo mi nombre y tú vives aquí sin pagar nada más que los gastos comunes?


—Santo cielo, Nancy—Levanto mis manos como muestra de paz—, tampoco es para que reaccionaras así. Lo siento.


 


Suspiro y cierro la puerta tras de mí, lanzando mi juego de llaves a la mesa, cayendo cerca de las de Nancy, donde se encuentra la de respaldo para el departamento, por eso siempre llega y entra cada vez que quiera. Es la única que no necesita ser anunciada. Me ubico en una de las sillas junto a la mesa, con la mirada fija en mi hermana y en Eli, que se encuentra plácidamente recostada a lo largo del sillón, asumo que durmiendo, y la cabeza apoyada en las piernas de Nancy, mientras esta le hace cariño en el la frente y los costados, deslizando sus dedos por el pelo.


Tuve que ver hacia otro lado para responder.


 


—Me fue bien... Es decir, es una cafetería pequeña, o algo así, tendré un puesto bastante multiuso. Algo así como cajera y mesera, porque me encargaré del mesón junto a la caja, además de mantener limpio ese espacio. Pero la paga no es mala y más que nada, seré cajera.


—No te pongas celosa, Lily solo se sentía cansada y se acomodó para dormir. Solo hablábamos, antes de que llegaras, nada más.


—No te he dicho nada—Me defiendo, avergonzada.


—Pero se te nota en la cara que lo estás.


 


Odio ser tan obvia.


 


— ¿De qué hablaron?—Preguntó más para cambiar de tema.


 


Nancy luce repentinamente incómoda, cosa que me llama de inmediato la atención, pero me evita la mirada en una mueca y la fija en Eli, acariciándole el cabello con tanta ternura. No puedo sacar mis ojos de ellas, de lo que Nancy hace.


 


—Hablábamos de... cosas. Tenía preguntas sobre... nuestra familia—Asiente apenas—. Sí, eso... Consultas sobre nuestra familia


—¿Qué clase de consultas?—Me enderezo, curiosa al respecto.


—Oh...—Nancy se encoge de hombros—. Bueno, varias cosas, la verdad, pero nada importante. Descuida.


— ¿“Descuida”?—Suena sospechoso e inquietante—. No le dijiste nada... sobre mí ¿Cierto?


—Por eso—Nancy ríe y me mira por el rabillo de sus ojos—. “Descuida”, tontita.


 


Nancy vuelve la mirada a mi pequeña dulce princesa, tan pensativa y retraída en sí misma que decido no interrumpirla, sino que secundarla. Me dejo descansar en la mesa, usando los brazos como almohada, y las observo en silencio. Mi hermana acaricia el pelo de Eli con ternura, además con tanta tranquilidad, aprieta y se muerde los labios ligeramente inquieta. Si no la conociera, diría que algo está por revelarme. No queriendo sacar conjeturas apresuradas, me centro un poco más en mi princesa. Se ve tan encantadora ahí durmiendo, a lo largo de mi sofá, arrullada por mi hermana, parece tan irreal que aún dudo si acaso no estaré soñando.


Es decir, no estoy dudando de nada de lo que ha pasado hasta ahora, pero sí parece tan increíble, como una burda historia de ficción. La forma en que llegué a tenerla aquí, ahora, conmigo fue tan repentino y fácil que temo por lo que vaya a pasar más adelante. Y ni siquiera estoy tratando de asustarme, pero es que la frase que siempre me repetían en casa, cada miembro de mi familia, me golpea con dura realidad e intrigante reflexión. Hasta ahora, todo ha sido demasiado fácil..., demasiado fácil...


 


—Estábamos pensando...


 


Nancy me saca de mi momento de reflexión, obligándome a erguirme con su voz tan suave y extraña. No voltea a verme, pero estoy segura que me ha hablado.


 


—Dorian y yo...—Continúa algo dubitativa—..., estábamos pensando en adoptar.


— ¿Adoptar?


—Sí...—Nancy asiente apenas—. No... seremos jóvenes toda la vida...


—Tú sobre todo—Le interrumpo con una media sonrisa burlona.


—Y tú me sigues bien de cerca, Daniela. No me interrumpas—Finalmente me mira, solo para regañarme. Luego, suspira—. Queremos ser padres... y cuando vimos a Lily fue que nos dimos cuenta que se nos está pasando el tiempo y yo...


 


Noto como se limpia discretamente una lágrima aglutinada en su ojo y yo me apresuro en levantarme para estar a su lado, agachándome junto al brazo del sofá, de su lado.


 


—Nancy...


—Lo sé—Me interrumpe, tragándose sus sollozos—. Lo sé, no es mi culpa, pero... ¿Por qué tuve que ser yo? De entre nosotros tres... ¿Por qué?


—Sabes que si pudiese cambiar de lugar contigo, lo haría—Pongo mi mano en su brazo con cálido amparo—, ya te lo había dicho. Incluso me ofrecí a ayudarte algunas veces...


—Gracias—Me acaricia la mejilla—, pero no es lo mismo. Además, adoptar podría darle la oportunidad a un niño de tener una familia. Ya lo hablé con Dorian, como te dije, y está más que emocionado con la idea.


—Eso es bueno.


 


Nancy asiente efusiva, mientras se mueve ligeramente, tratando de no despertar a Eli al hacerlo.


 


—Sí, es bueno. Pronto iremos a algunas casas de adopción, para ver el tema de la postulación y los requisitos que se necesitan, entre otras cosas. No es tan fácil, pero creemos tener lo necesario para adoptar.


 


Levanta ligeramente la cabeza de mi princesa, haciéndome una seña para que la ayude a salir, teniendo que ocupar su lugar para que Eli pueda seguir descansado. Y a mí me sorprende que aún no haya despertado de tanto movimiento.


 


—Es por eso...—Me observa con seriedad y suspira con rigidez—... Es por eso que necesito que conserves el empleo, lo suficiente como para que encuentres uno mejor por tu cuenta al menos. No podré estar al pendiente de ti todo el tiempo si nos va bien con lo de adoptar. Tendré suficiente con un pequeño en casa, tú estás ya bien grande y no soy tu mamá. Soy tu hermana.


—Oh, para eso me lo dijiste ahora—Asiento pensativa, mientras acomodo la cabeza de Eli con cuidado en mis piernas—, pero comprendo—Nancy y yo nos golpeamos contra el brazo del sofá, lo cual duele lo suficiente, pero todo para no despertar a mi princesa—. Haré lo mejor que pueda, te lo prometo. Ya no tendrás que preocuparte tanto por mí, te lo juro.


—Eh—Me toma del mentón con su mano de una forma gentil—. Te quiero, un montón y lo sabes ¿No?—Confirmo con mi cabeza, con mis ojos fijos en los suyos—. Voy a confiar en ti, así que espero que hables en serio.


—Te lo juro—Repito con una sonrisa—. Les va a ir de maravilla, lo presiento. Han querido ser padres desde hace tanto, no creo que les nieguen la oportunidad.


—Esperemos.


 


Me revuelve el pelo, como si no lo tuviese ya lo suficientemente enredado, y toma sus llaves de la mesa, dirigiéndose a la puerta.


 


—Te dejo, Dorian debe estar por llegar.


—Ay, manda mis saludos a tu maravilloso esposo, el publicista.


—Ya déjalo en paz—Me regaña, riendo obviamente—, pero lo haré—Agrega antes de salir por la puerta.


 


Por fin nos quedamos solas con mi princesa, aunque ella sigue dormitando y yo de verdad me sorprendo ante el hecho de que no haya despertado, ni siquiera en un gesto, después de todo lo que la movimos con mi hermana y las acrobacias que tuvimos que hacer para no molestarla, o al menos tratar, pero supongo que es normal ya que debe aprovechar cada momento que tiene para descansar. Hace no mucho descubrí que puede tener el sueño realmente pesado, pese a que me confesó que antes no era así. De alguna forma, ir descubriendo cosas de ella cada día me hace solo amarla más y más; eso me aterra.


Inhalo profundo y, al exhalar, paso mi mano por el costado de su cara, tratando de imitar las caricias de Nancy, queriendo que no sintiera la diferencia entre la una y la otra. Le acomodo el cabello tras la oreja, apartándolo de sus ojos y sus mejillas, observando su dulce expresión mientras duerme, realmente como princesa. Una no pone esa cara cuando duerme, no, pero Eli parece salida de algún cuento perfecto, con su preciosa nariz perfilada, sus pestañas largas, sus ojos plateados, sus mejillas sonrosadas y..., y esos dulces labios cereza, como pinceladas de manos expertas, suaves y bien cuidados. Juro que mi mano resbaló y llevó a mis dedos a palpar esa área, es que todo está tan junto con todo. Pero es inevitable, me tienta con esas maravillas expuestas de forma despreocupada. Soy un peligro para ti...


Me enderezo, la espalda recta y la mirada al frente, trato de tranquilizarme y no enloquecer. Oh, porque éste hermoso ser de luz y vida va a lograr que pierda la cabeza algún día. ¿Qué me has hecho? Pienso en lo que sea para distraerme, pero la pregunta se repite una y otra vez, mientras el corazón me late con fuerza, de los nervios y las ansias, de la impaciencia también. Suspiro lentamente y me controlo, o lo intento.


Apoyo mi mano dulcemente en su vientre, tratando de enfocarme en algo completamente diferente: Los pequeños. Una de las criaturitas parece moverse ante mi caricia y me pregunto cuál de los dos será el inquieto. Entonces..., comienzo a preguntar qué nombres les piensa poner Eli, si acaso la niña tendrá nombre de princesa como ella. Me pregunto si acaso podré cuidar de ellos de la forma en la que espero, de si acaso mis planes resultarán en su mejor forma posible y si el destino me traicionará en algún punto. Pienso también si acaso mi hermana se siente de inquieta que yo, después de lo que me dijo, a lo que parece ir muy en serio, me pregunto si todo terminará bien para ambas.


Suena un celular a la distancia, sacándome de mi cabeza y alejándome de todas mis preguntas, adivinando por el tono de llamada que no se trata del mío, además de que lo tengo en el bolsillo. Por tanto debe ser el de mi princesa, en caso de que a Nancy no se le hubiese quedado el suyo. La idea de ir por el molesto aparato me cruza por la mente, pero para eso tendría que levantarme y despertar a mi pequeña dulce princesa. Suspiro y lo dejo sonar, notando que Eli hace un pequeño gesto de fastidio.


 


—Si quieres, voy y cuelgo.


—No...—Suspira, tratando de no abrir los ojos—. Déjalo así, siempre que ese celular suena son rabias completamente innecesarias.


—Lo que tú quieras, pequeña.


 


Me encojo de hombros y trato de mantener una expresión tranquila, pero con una ligera sonrisa. Eli estira sus labios en una hermosa risa y abre sus ojitos dulces para verme, iluminándome con la plata que brilla en ellos.


 


—Pequeña...—Repite, con una risa de bochorno—. No me digas así, qué vergüenza.


— ¿Entonces cómo? ¿Princesa? ¿Criaturita? ¿Enana?


—No...—Vuelve a reír, cubriéndose la cara sonrojada—. Eli, tú puedes decirme Eli...—Me mira por entre sus dedos—. ¿Princesa?


 


Oh, casi me sale. Por un segundo pensé que no lo había notado, pero trato de fingir desinterés, muriendo de pánico por dentro.


 


— ¿Por qué no? Son pequeñas, jóvenes y tienes nombre de una.


— ¿Solo por eso?


—Bueno...—Trato de no verla directamente, por los nervios que me cohíben, comiéndome por dentro—, también eres dulce, tierna, amable e indulgente, de un trato delicado y muy simpático... Como una princesa de cuento de hadas ¿No?


 


Sus ojos brillan, como la misma plata que los baña, aunque desconozco lo que le sucede, o más bien, lo que pasa por su mente, pero mi intuición me dice que se encuentra contenta, ojalá y sea por lo que le dije. Pero se le quita cuando el celular vuelve a sonar, enfadada hasta rodar los ojos.


Hace un ademán de querer levantarse, pero la detengo en el acto.


 


—No. Déjalo sonar, si son problemas ya atenderás después—Hago una larga pausa—..., Eli—Termino la frase, pronunciándolo casi como una necesidad.


 


Eli asiente y cierra sus ojos, asumo que trata de ignorar el celular. Toma mi mano, envolviéndola con la suya con tanta ternura que me derrite por dentro, poniéndome a arder la cara, mientras ella solo apoya mi mano con cuidado en su vientre.


 


—Se están moviendo de nuevo, creo que saben que desperté...


—Par de inquietos—Los regaño con una divertida sonrisa—, dejen descansar a su mamá.


 


Ríe y yo me contagio de su humor, acompañándola a suaves carcajadas, me observa largo rato y yo pretendo no notarlo, fingir que no siento su mirada en mí, manteniendo la sonrisa rígida y real para que no se dé cuenta. Pero luego cierra los ojos y siento cómo se relaja de nuevo, aunque no sé si para dormir o solo tratar de descansar, mientras me encargo de seguir con mis manos los movimientos de los pequeños en el vientre de mi princesa.


 


°/°/°/°


 


Hay veces en la vida en que uno debe preguntarse si eso es realmente lo que se quiere hacer para toda la vida, y claramente yo no me quedaré trabajando en la cafetería para toda la existencia. Quizás, cuando las cosas se estabilices buscaré algo por mi cuenta, algo que realmente me acomode, algo mejor que esto, algo que ojalá me dé tiempo para estar con mi princesa. Si el destino quisiera, pero mientras tanto me voy a dedicar a mantener mi empleo actual. Por el amor que le tengo a Nancy.


Y, pese a que mis turnos rotan durante el día como el de los demás, comprendo por qué les hacía falta gente. Esta cafetería no está nunca sola. Hay horas más fáciles, pero otras en las que simplemente no dan abasto, sobre todo en las horas de la mañana y de la tarde, pero debe ser por su perfecta ubicación y lo famosas que se han vuelto sus preparaciones de café y por sus pasteles para acompañar cada preparación, por muy amarga o dulce que sea, siempre viene con la perfecta combinación.


Pensé que sería un trabajo fácil, pero me equivoqué rotundamente, pero al menos me mantengo entretenida haciendo algo. En el último trabajo que tuve, como recepcionista de hotel, me aburría a la mitad del turno. Además, aquí la colación la entrega la misma cafetería, lo cual le suma un maravilloso punto extra y la comida es exquisitamente delicioso, por lo cual me sorprende que el Chef siga soltero, si tiene una mano de Dios para todo lo que hace.


No llevo mucho tiempo de haber empezado, he de tener ya dos semanas, quizás más, quizás menos, pero he aprendido a sociabilizar con mis compañeros, porque para ser ayudada necesito de una buena convivencia con todos, aunque con quienes tengo un poco menos de interacción es con quienes están en la cocina. Son tres y los recuerdo más por lo que hacen, que son el Chef, la niña que prepara el café y el pequeño lavaplatos que, y lo he visto, ayuda de repente con la preparación de algunos pasteles. Aunque aún me estoy aprendiendo correctamente sus nombres, sin confundirlos, estoy muy segura que el lavaplatos se llama Miguel.


 


— ¡Manuel, te dije que lavaras primero las tazas!


 


Estuve cerca...


De todos modos. Los meseros son Wanda, que es una chica muy bonita he de decir, y Mauricio, que es un encanto. De ellos sí me sé los nombres, ya que tengo más contacto con ambos, debido a que soy la encargada de hacer las boletas de forma correcta para que se les pague las gratificaciones como corresponde, además de poner las propinas a su nombre. Por lo que he hablado con ellos, son menores que yo y aún estudian. Wanda lleva el pelo teñido de rojo burdeo, rapado a un costado, corto y ondulado, aunque en horas de trabajo lo debe llevar tomado, obviamente, al igual que yo, le he visto tatuajes en los brazos y puedo asegurar que tiene más. Además ¿Qué demonios les están dando de comer a los niños de hoy en día? Lo único que me distrae de mi trabajo es el ser maravillosamente formado que contonea las caderas al pasar. Por su culpa, porque sé que lo hace completamente a propósito, en más de alguna ocasión hice mal las boletas, pero al menos lo notaron justo a tiempo.


 


—Daniela, eh—Mauricio me llama la atención—. Deja de mirar tanto a Wanda y hazme la boleta, por favor.


—N-no estaba mirando a Wanda.


—Ya, sí. Y yo me tomo mis descansos en el tiempo que corresponde.


 


Me dice con sarcasmo, pero ambos reímos. Le entrego su boleta y se retira a la mesa que corresponde. Mauricio es alguien de apariencia más simple, contrario a Wanda, si tiene algún tatuaje lo desconozco, no tiene nada visible al menos. En horas de trabajo se lo debe quitar, pero estoy muy segura que lleva un piercing en el labio, porque le he visto la marca en la esquina inferior, aunque jamás he visto qué clase de piercing es. Es alto, al menos para mí, debe sacarme una cabeza o un poco más de altura, algo delgado, pero bastante agraciado. Tiene una sonrisa encantadora, con la que se debe asegurar a bastante de la clientela con ella, estoy más que segura. Quizás no lo he mirado lo suficiente, hasta que se acerca, pero incluso desde donde estoy se nota que es amable y bastante agradable. Pero entre sus ojos avellana y su sonrisa de dulce galán, no me extraña que a veces saque algo más de propina. El que puede, puede...


Pero incluso si lo intento y veo a Mauricio, mis ojos se desvían de forma automática a Wanda apenas contonea sus caderas al pasar cerca de mí.


 


—Daniela...


— ¡No la estaba mirando!—Me defiendo, dando un salto por la voz que me sorprende a mis espaldas.


—... ¿De qué hablas?


—Miguel, no me asustes así...


—Manuel—Me corrige, ya acostumbrado a hacerlo.


—Es que... tienes cara de Miguel—Es mi excusa de siempre, a lo que él ya ríe. Me acerco a la puerta que conecta con la cocina— ¿Qué necesitas?


—Oh, cierto. Es que... no alcanzo el mueble de los platos bajos, Antonio y Ramona no están...


—Bah, ¿Dónde se metieron?


—Los llamó la Jefa—Se encoge de hombros—. ¿Me ayudas? Necesito guardar los platos...


 


Miro al rededor, para cerciorarme de que no hubiese tanta gente como para que Wanda y Mauricio no pudiesen hacerse cargo, y asiento al niño, el cual me produce tanta ternura. Debe ser el menor de todos nosotros, además es bajito, delgado y pecoso, es simplemente adorable. Su precioso cabello lacio y bien peinado, de castaño cobrizo y sus ojos redondos color miel, son como una combinación mortal. Desde mi hermanito que nadie me causaba esta clase de cariño. Por sobre todo, sus lentes le dan una imagen más encantadora, combinados con sus frenillos. Rebosa dulzura éste pequeño y nos tiene a todos igual de embelesados con su inocente belleza.


Lo ayudo con los platos, como me pidió, me los pasa y yo los voy acomodando en el mueble correspondiente, estirándome al ir ganando altura en el proceso. Terminamos rápido con los platos y se da el tiempo de seguir con lo demás.


 


— ¿Vas a limpiar el frente?


—Sí, antes de que después se haga imposible.


— ¿Vas a ayudar a hacer pastelitos hoy?


—Sí, claro. Como siempre—Me sonríe ampliamente, provocándome a que le apriete esas mejillas gorditas, pero me controlo—. ¿Quieres que te guarde algunos de nuevo?


— ¡Oh! Gracias, me harías un enorme favor—A mi princesa le encantan los pasteles del lugar.


 


Manuel asiente con una leve sonrisa y yo vuelvo a la caja, donde me corresponde estar. Desde mi posición, tengo una visión amplia del frente de la cafetería, de las mesas y la gente que entra al local, porque quedo prácticamente mirando bien de frente la entrada. Y justo cuando Wanda se cruza contoneando su cadera, algo más roba mi completa atención.


Mi pequeña dulce princesa Eli entra en la cafetería y el lugar parece iluminar con su sola presencia, hasta creo escuchar un canto que la acompaña y un halo de luz que la envuelve de una forma espléndida, porque tan solo apreciar su presencia es un completo espectáculo. Luce fabulosa, cualquier bendita prenda que usa le queda hermoso, incluso esas capas de ropa que ya no logran ocultar su vientre de embarazada, ajustándose con el abrigo que carga para esas horas donde el aire es más fresco, casi frío diría yo. Es tan gloriosa. Y me quedo observándola completamente perdida en ella, por lo menos hasta notar algo extraño en su expresión. Busca a alguien, sin siquiera notar mi presencia en el lugar, y se dirige a una de las mesas del costado, donde se encuentra una mujer, aparentemente la estaba esperando a ella. No sé si me habrá notado o no, en realidad, pero de ser así, pues pasó completamente de mí, porque no hace ningún tipo de gesto hacia mí. De todos modos, no importa, no es como si me fuera a enojar por ello.


 


—Ma... Mauricio—Le hago señas para llamar su atención, tratando de no elevar la voz—. Mauricio, ven hombre. Ven.


 


Mauricio se acerca a la caja algo extrañado, mientras yo solo trato de esconderme un poco, pensando que mi princesa solo no me vio, o bien que no note lo que quiero lograr.


 


— ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?


—Mira—Señalo la mesa donde Eli se encuentra, de una forma disimulada, porque no me sé los números de las mesas como ellos—. ¿Te puedo pedir un favor y que las atiendas? Necesito saber quien es la persona que está con ella.


— ¿Con quién?


—La niña bonita de los ojos plateados, Mauricio. Concéntrate. Solo quiero saber quien es la persona de espaldas a mí.


— ¿Qué?—Me sonríe pícaro— ¿No te basta con Wanda?


—No...—Ríe en burla a mi respuesta y esbozo una mueca—, no es eso. Eh, te explico después. Ve..., ve, ve, ve.


 


Muevo mis manos para reforzar mis palabras y Mauricio se aleja conteniendo en algo la risa, rodando los ojos aún en burla, a eso le suma un extraño gesto de fastidio e identifico cómo se le han pegado algunos gestos de Wanda. Pero al menos atiende al favor que le he pedido, así que acude a la mesa donde se encuentra mi princesa.


 


—Daniela.


 


Me sobresalto de la sorpresa hacia un costado, golpeándome la cadera contra el mesón, suspirando en alivio al ver que solo se trata de Wanda.


 


—Ay, Wanda. No te aparezcas así...


—...Claro—Wanda parece juzgarme con su mirada, pero sé que solo se burla en el interior—. ¿Me haces la boleta?


 


Asiento con un deje de cansancio, porque me llevo saltando todo el día, ya que siempre me pillan divagando en algo y me sorprenden, usualmente por la espalda. Trabajo la máquina y me centro en realizar correctamente la boleta a Wanda, mientras evito que se me cuele a la cabeza su voz sensual y coqueta, para dejarle el espacio que mi princesa merece. Más que nada, porque estoy preocupada, claramente no se ve feliz sentada allí. Si tengo que adivinar, diría que incluso se ve contrariada e incómoda.


Le entrego la boleta a Wanda, prácticamente sin mirarla, y me recibe con sus ojos puestos en mí con confusión y curiosidad, la cual dirige de forma inmediata al punto que estaba viendo.


 


—A ver, ¿A qué tanto miras? Si yo estoy justo aquí, al lado tuyo.


 


No puedo evitar sonreír, a lo que Wanda me secunda, pese a que lo mío era más algo burlón.


 


— ¿Sabes, Wanda? No eres la única mujer bonita en el mundo.


 


Finge una expresión de ofensa, de una forma exagerada que me roba una pequeña risa. Por eso me agrada esta chica, es agradable y nos molestamos mutuamente sin reales ofensas.


 


—Y yo pensaba que te interesabas en mí.


—Tarde, preciosa. Muy tarde.


 


Ríe con soltura y elegancia, retirándose sin su infalible contoneo de cadera. No es que vaya por el mundo de engreída la niña, pero le encanta bromear conmigo de esa forma, yo solo le sigo juego y reímos un rato, sino ya me hubiese vuelto loca en éste trabajo, de no ser por ella, puedo ser un poco más yo sin problemas, ni temores sobre cualquier chiste indebido o intenciones mal interpretadas. Pero tengo razón, ya es muy tarde, ni siquiera su sensual caminar de Reina orgullosa y jactanciosa podía alejar mis ojos de mi pequeña dulce princesa, toda mi atención es solo para su persona y su actual problema.


Mauricio vuelve de entregar el pedido al cocinero, por la ventanilla, y se acerca casual.


 


—Es su mamá.


— ¿Qué?


—La que está sentada de espalda a ti—Me indica en un disimulado ademán—, es la mamá de la señora embarazada.


—Oye, no es señora—Me apresuro a corregirle como si la ofensa hubiese sido para mí—, tienen casi la misma edad, ella y tú.


—Ah... ¿Y tú cómo sabes?—Me cuestiona curioso de gravedad.


—Porque vive conmigo.


— ¿Tienes pareja y vives mirando a Wanda?—Hace un gesto de indignación exagerada—, ¿No te da vergüenza, mujer?


—Eh, no hay pecado en regodear la vista, que no he hecho nada malo—Me defiendo—. Además...—Suspiro decaída—..., es complicado...


—Oh.


 


Asiento con la cabeza, no queriendo dar más explicaciones, lo cual Mauricio entiende de forma oportuna, no haciendo ninguna pregunta al respecto, solo dedicándome un ligero gesto de comprensión. Aunque, si lo pienso bien, en realidad no es tan complicado ni hay mucho que explicar: La amo, pero no se lo digo por cobarde y prefiero que se quede a mi lado de esta forma, donde jura que solo siento amistad por ella. Eso es todo, no hay más.


Mauricio vuelve a la atención de mesas, yo me quedo observando a mi princesa desde mi privilegiada posición, no teniendo la menor de si ya, a estas alturas desde su llegada, me habría notado o no, no es que desde la caja sea difícil de ver, pero si me encuentro algo escondida tras esta, debido a que está ligeramente apartada del mesón con las sillas, siendo un espacio un poco más cerrado por si acaso el ladrón listillo de turno. De todos modos, mi pequeña dulce princesa no levanta la mirada, la tiene firme en dirección a su madre, hablando con la lengua trabada entre los dientes, como si tuviera miedo, pero no queriendo demostrarlo. Por otro lado, su madre, mujer a la que apenas conozco por la vez que la visitamos en el hospital y yo solo me quedé espiando desde afuera, se nota inflexible, incluso desde donde estoy; lastima que no alcanzo a escuchar.


Por el rabillo del ojo identifico a Miguel, quien pasa limpiando el piso con un adorable y torpe paso, pero se va acercando lentamente a la mesa donde Eli se encuentra. Al darme cuenta, le hago una seña para que se acerque, aunque antes de hacerlo mira a todos lados para asegurarse de que lo llamaba a él.


 


—Miguel, me...


—Manuel—Me corrige.


—Perdón, Manuel—Enmendé—. ¿Me podrías hacer un favor?


—Depende...—Me mira no muy seguro—, ¿Qué necesitas?


—Mientras limpias, por la mesa de allá—Señalo con un discreto gesto—, ¿Podrías prestar un poco de atención, escuchar y decirme de qué hablan? Lo que alcances a captar, por favor.


 


Manuel mira en dirección a Eli, luego devuelta a mí con una clara expresión de incomodidad y rechazo a la idea.


 


—No me gusta molestar a la gente...


—Oh, oh. Tranquilo, solo... ehm, lo que puedas. En serio, si sientes que molestas te retiras, o si te dicen algo o...—Lo observo con mayor detenimiento, se nota nervioso—, o... solo si quieres, en realidad.


—Voy a tratar—Accede con una pequeña mueca.


—Lo que puedas, nada más—Pongo mi mano sobre su hombro—. Gracias.


 


Se retira, fregando sus pasos, y continúa donde se había quedado antes de que lo llamara, haciéndome el favor de captar algo de la conversación. Lo sé porque pasa más lento junto a ellas y desde aquí lo noto enrojecer, solo por los nervios, me hace sentir mal por pedírselo sabiendo que es tímido. Quizás es todo un reto lo que he solicitado, pero de verdad le estoy muy agradecida y aprecio un montón que lo esté haciendo de todas formas, incluso si no sabe lo importante que es para mí, ni siquiera hizo preguntas..., ahora es cuando creo que a mí me va a salir caro. Pero está bien, lo acepto, porque me pone terriblemente ansiosa no saber qué es lo que sucede con ella, más que nada porque no se ve cómoda, ni mucho menos contenta.


Luego de que Manuel le da la vuelta completa al frente de la cafetería, vuelve conmigo, notándose inquieto y agitado, quiero creer que es porque comienza a llegar gente por montones.


 


—No logré entender del todo...


—Está bien, está bien. Da igual ¿Qué alcanzaste a escuchar?


—Ahm... no sé. La mujer mayor parece bastante enfadada con la joven de..., bueno, la que está embarazada...


—Elizabeth—Le nombro, porque suena incómodo al diferenciarla así—, su nombre es Elizabeth.


—Oh, bien...—Me dirige una mueca de extrañeza—, en fin. Parece que la mamá de Elizabeth la está regañando por... estar así y por... haberse ido de la casa y ese tipo de cosas. ¿Tú entiendes, Daniela?


—Sí, sí. Gracias, de verdad aprecio mucho lo que hiciste. Perdón por haberte puesto en esa situación.


—No..., está bien. Me gusta ser de ayuda.


—Ay, niño por Dios—Lo abrazo enternecida, pero lo suelto de inmediato al saber lo nervioso que se pone—. Eres muy útil aquí, preparas pasteles muy deliciosos junto a... al cocinero.


—Antonio.


—Eso, perdón—Me encojo de hombros—. Voy de a poco.


 


Asiente y hace un ademán con su mano para dejarme tranquila al respecto, aprender nombres me suele costar y ellos me dan el tiempo que necesito para acostumbrarme.


 


—En fin. Hablando de pasteles, me devuelvo a la cocina. Se está comenzando a llenar.


 


Le despido con la mano, agitándola con un tierno gesto y vuelvo mi atención a mi pequeña dulce princesa. Estoy completamente segura que están llegando a un punto donde ambas se rehúsan a ceder en su discreta discusión, lo presiento solo por los gestos y expresiones de Eli. Cada vez arruga más el entrecejo, aprieta más los labios de vez en vez, supongo que es cuando su madre habla, y el plata de sus ojos arde hasta fundirse en su completo estado de ira y frustración. A saber qué cosas le está diciendo esa mujer, pero si esto sigue así no dudaré en interrumpir; aunque no sé qué tan posible será, ciertamente la cafetería comienza a llenarse.


Por la nuca me pincha una sensación eléctrica y me baja un escalofrío por la columna hasta el final, volteo para ver qué fue lo que me pasó y pego un salto al ver a Antonio parado en el paso a la cocina, observándome con ojos acusadores y en completo silencio, aunque la verdad es que Antonio no habla para nada, pero sé por qué me mira de esa forma tan penetrante. Dios, si hasta siento que me asfixia desde el interior de mi garganta.


 


—No le he hecho nada al adorable niño de pecas, te lo juro por la guitarra de mi padre que así es.


 


Resopla y vuelve a la cocina, no dejando de acusarme con sus intensos ojos marrones. Suspiro cuando se retira y me relajo. Sé que no le hice nada a Miguel... Manuel, desconozco si el niño le dijo algo raro que le hizo dudar de mí. Pero al menos supe inmediatamente lo que significaba esa expresión que sostenía en sus ojos, es que el cocinero es muy sobre protector con Manuel, lo he visto hacer lo mismo con otros que interactúan con Manuel y éste vuelve a la cocina agitado o tenso, Antonio los confronta de inmediato. Comprendo por qué vino, pero yo no lo obligué a nada, solo se lo pedí si era posible para Manuel hacerlo, él aceptó. Aún así, no aguanto del todo la risa que se me escapa al creer tan adorable esa relación que tienen.


Doy la vuelta para enfrentarme al frente de la cafetería y mi interior se paraliza al ver que ya hay una pequeña fila en la caja y un par más en el mesón. Elevo una sincera disculpa por la espera, enfoco a Wanda y Mauricio, parecen estar manejándolo bien al menos, y comienzo mi labor atendiendo tan rápido como puedo a los del mesón para regresar a la caja y seguir con la fila que de a poco comienza a alargarse. Trato de hacer las cosas bien, no apresurarme y atender con mi mejor sonrisa, después de todo los clientes vienen de un humor fatal tras un día laboral y solo quieren algo para llegar a casa vivos, otros una pausa antes de enfrentarse a las realidades de su hogar; Me encargo de la clientela y mantener un ojo sobre mi princesa.


Y voy, de cliente en cliente en el mesón, menos mal no es tan grande, de los que piden para llevar y haciendo las boletas para los meseros, esta es la hora donde me vuelvo loca, pero al menos me mantengo entretenida en algo. Voy orden tras orden, con parte de mi atención enfocada totalmente en mi pequeña dulce princesa Eli, a quien puedo decir que noto cada vez más inquieta, lo cual me pone en el mismo estado a mí, parece perder contra los argumentos de su madre (creo) y eso la frustra un montón. Entonces...


...Me percato y el mundo se me detiene. El ruido ambiente desaparece, las voces de cada ser en esta cafetería enmudece y se torna lento a mi alrededor. Lo único en el mundo para mí es mi princesa, cuya lágrima alcanzo a apreciar, antes que cualquier sollozo entre dientes, y sorbe la nariz. Algo se rompe en mi interior y me obliga a moverme para consolarla, pero antes de que mi cuerpo reaccione a dar un paso en su dirección, ella se levanta y huye de la cafetería, no tardo en accionar para ir tras la princesa en fuga que ignora los llamados de su madre.


 


—Wanda, encárgate de la caja. Voy y vuelvo.


 


Le entrego mi tarjeta sin detenerme a mirarla, mucho menos a esperar si me la recibe o no, y salgo corriendo tras mi pequeña dulce princesa.


 


—Oye, pero... ¡No puedes dejarnos ahora! ¡Da...! ¡¡Daniela!!


 


Ignoro a Wanda, a cualquiera que quiera detenerme en realidad, porque solo me interesa mi princesa, la cual, debo admitir, es bastante buena para mezclarse entre aquellos que pasan en nuestra dirección opuesta, ni siquiera necesita correr para huir, me es casi imposible alcanzarla con la gente pasándome prácticamente por encima, parecen una estampida que me imposibilita el paso, cerrándome el camino mientras a ella le facilitan el andar. Es imposible alcanzarla...


... Me es imposible alcanzarla...


“Pero está llorando..., me necesita”


Me necesita...


Me sube la adrenalina a mil, si no me van a permitir pasar por las buenas, entonces me abriré mi propio camino por las malas entre la multitud. Con rudeza y a codazos, de ser necesario, me hago del espacio para avanzar, ya no evito a nadie, voy contra todos arremetiendo con un objetivo fijo. Los gruñidos y malas palabras salen de mi boca sin filtro alguno, alcanzo los brazos de muchas personas equivocadas, pero nunca la correcta. Pero, es que se encuentra tan lejos, tan lejos...


Y cuando la creo finalmente perdida, lejos de mi alcance, tomo la mano de Elisabeth. La reconozco, envuelvo sus dedos con ternura, es ella. Voltea a verme asustada, no me reconoce como yo a ella, pero cruzamos miradas y eso le basta y le sobra para detenerse, para acercarse y para refugiarse en mí, llorando con más confianza, ocultándose en mi hombro.


 


— ¿Por qué siempre estás cuando lloro?


—Tengo un sensor en mí, para cada vez que alguien llora.


 


Carcajea entre lágrimas, sin mucha fuerza para no quebrar la voz, levanta la mirada con el agua cayendo por sus mejillas, gotea abatida y mojan su ropa y la mía.


 


—Cada vez... que algo pasa, siempre apareces para consolarme.


 


Le acaricio tiernamente la cara, deslizo mis pulgares por sus pómulos, apartando sus lágrimas, tratando de secar en algo el paso de su llanto por su piel.


 


—Siempre que necesites de mí, ahí voy a estar, Eli.


 


Me sonríe, como un gesto de agradecimiento, de forma suave y dulce, casi palpable, con el lloriqueo colándose por entre sus labios, seguramente volviéndolos salados, más húmedos. Trato de evitar el paso de aquellas gotas deslizando mi pulgar con delicadeza, consciente de que cortaba la distancia entre nosotras demasiado tentada, atraída por la plata que brilla en sus preciosos ojos, los cuales hacen un juego entre la luz de las lágrimas aglutinadas y las que nos iluminan.


Inhalo profundo.


 


—Puedes...—Aclaro mi voz—, puedes ir y... llorar sola en casa o..., o puedes volver conmigo y comer... pastelitos mientras me esperas.


 


Le hablo tan cerca que incluso yo puedo sentir como mi respiración entibia sus labios húmedos, ¡Me va a dar un real infarto! Esto es peligroso, demasiado peligroso, lo sé, pero no hace nada por apartarme, ¡Nada!


 


—Yo...—Parece pensarlo, sigue sin alejarse y no despega sus ojos de los míos—, yo quiero pastelitos... no quiero..., no, no quiero estar sola...


 


La estrecho contra mí, con ternura, con exquisitez y bondad. Trato de evitar cometer una locura.


 


—Quédate conmigo, entonces.... no te pienso dejar sola, Eli—Murmuro con voz tenue y la aparto ligeramente, para verle de nuevo—. ¿Vamos? Le prometí a mi hermana que cuidaría el trabajo y esto es todo lo contrario a eso.


 


Vuelve a reír, limpiándose el resto de su llanto con sus manos, para luego tomar la mía para mi completa sorpresa.


 


—Vamos.


 


°/°/°/°


 


—A ver, ¿Y qué tanto hablabas con tu mamá?


 


Eli me mira desde el mesón, con una pequeña sonrisa de gusto al saborear su tercer trozo de pastel, uno de fruta y crema esta vez. Hace un gesto con los ojos, moviéndolos de lado a lado, como tratando de recordar, o procesando mi pregunta. Al menos se ve más tranquila, sobre todo ahora que es la única que queda, después de todo estamos por cerrar.


 


— ¿Con... mi mamá?


— ¿No era tu mamá con quien hablabas hoy?


—Oh, sí. Claro que lo era.


 


Y continúa comiendo.


 


— Entonces...


— ¿Entonces qué?


— ¡Santo...! ¡¿Qué hablaron?! ¿Qué quería esa mujer, Eli?


— ¿Qué mujer?


— ¡Tu mamá!—Me estaba desesperando.


—No sabes lo divertido que es jugar así contigo—Dice entre pequeñas carcajadas.


 


Y se me quita el enojo al verla sonreír de esa forma tan risueña, tan a gusto. Suspiro rendida ante sus bromas y me acerco al mesón, posicionándome frente a ella.


 


— ¿No me quieres decir?


—No es eso...—No quita la mirada del postre—..., es solo que...no quiero recordar...


— ¿Lo que pasó?


 


Calla durante unos segundos, toma otro bocado de pastel, suspira y levanta la mirada a un punto perdido en mí.


 


—A Enrique...


—...Oh...


 


Mierda. 

Notas finales:

Amane: Valió la pena? Probablemente no todavía
Maname: ¿VOLVEREMOS? Sí, no se preocupen.
Amane: Actualmente llevo escrito cuatro caps más, contando el actual. ¿Por qué solo cuatro? Pues porque, después de quedarnos sin computador, nuestra vida fue un constante infierno de formateos, todo lo perdíamos. No escrbí por mucho tiempo, de forma normal y como la gente, hasta ahora que logré comprarme un computador propio. Yey por mí~ 
 Trataré de volver más seguido, pero no puedo prometer nada, actualmente el tiempo no me sobra, Dios quisiera, pero voy a terminar esto. Deseo terminarlo, tengo otros proyectos en mente, solo uno parecido a éste, más la corrección tipo Remake que le haré a esta preciosa historia. Por ahora, me enfocaré en terminar esta, a la cual he de decir que no queda mucho, pues desde un inicio se pensó como algo pequeño, corto y ¡Boom! Me salió esto y lo hice dividir en tres partes.
  Así que~ esperen por las otras dos, volveré, volveremos, habrá más y habrá hasta el final :D
  Espero que les haya gustado tanto como a nosotras.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).