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Mi cuento de hadas por JuneProductions

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Notas del capitulo:

Amane: Hi there~~~~
Maname: Hemos vuelto, esperamos que con ningún error.
Amane: A los que nos escribieron en el pasado, sepan que los leímos y esperamos que estén con nosotras nuevamente
Maname: A los que nos escriben ahora, o nos leen ahora, espero que les esté gustando
Amane: Y no teman, nos pondremos las pilas con todo, incluyendo mis historias!
Maname: So, aquí el capitulo y cualquier error no olviden avisarnos.
Amane: ENJOY~

— ¿Y tu mamá no ha dejado de llamar?


—No, está muy insistente.


—Apaga el celular, digo, para que no te moleste.


 


Mi princesa ríe a grandes carcajadas, contagiándome con una sonrisa, y trata de quitarme algunas bolsas de las compras al creer que me había distraído lo suficiente, pero yo la evito a tiempo. Por quinta vez, desde que salimos del supermercado, ha tratado de arrebatarme aunque sea una bolsa de las que cargo, pero no le permito llevar ninguna. Eli insiste en que me puede ayudar, pero soy yo la que no quiere que acarree más de lo necesario. No me es problema llevar las bolsas, además el departamento no se encuentra tan lejos, estamos cada vez más cerca. Gracias a Dios.


Mi pequeña dulce princesa bufa molesta, como solo las princesas saben hacer, y suspira.


 


—No puedo solo apagar el celular porque sí, ¿Y si pasa algo?


— ¿ “Algo” como qué?


—No lo sé—Se encoge de hombros y hace un gesto con los labios—. Algo, lo que sea.


 


Le dedico una grácil sonrisa y acomodo las bolsas en mis manos, a lo que Eli trata de ayudarme para intentar sacarme alguna, de nuevo, pero las alejo de sus manos en un rápido esquive. Eli me mira cabreada y vuelve a bufar, cruzándose de brazos.


 


—Ya, si no falta mucho para llegar.


—Estoy embarazada, no inválida. Deja que te ayude.


—Mmm...—Ruedo los ojos fingiendo pensar—. ¿Para qué llama tu mamá?—La distraigo.


 


Mi pequeña dulce princesa me fulmina con la mirada, cortándome con el filo plata de sus ojos, haciéndome entender rápido el error que he cometido por recordárselo. Trato de pedirle perdón en un gesto mudo, ella solo rueda sus ojos y suspira resignada.


 


—Para preguntar por... el padre de mis bebés. O, en realidad, para demandar conocer al padre.


—Nunca...—Caigo en la cuenta, al mismo tiempo que me aparta la mirada cohibida—... ¿Nunca se lo presentaste?


 


Eli niega suavemente con la cabeza y se encoge de hombros.


 


—Supongo que... nunca sentí que valiera la pena.


—... ¿Presentarlo o..., o él como persona?


—Ambas—Responde sin dudar, ni pensarlo mucho. Hace una pausa y acaricia su barriga—. Ambas...—Antes de que le pueda decir algo levanta el mentón y sonríe de nuevo—. ¡Ah! Y llama para que reconsidere dar en adopción a los niños, para que pueda volver a estudiar sin problemas. Además de pedirme de que vuelva a casa.


—Ahn—Hago un gesto que cubre una pequeña risa—. Te llama para lo de siempre entonces.


—Sí, pero ahora agrega: “Pero piensa en lo que dirán en la familia”—Imita con tono burlón y exagerados movimientos de manos.


— ¿Qué tiene?


 


Pregunto sin pensar, de una forma inocente, sin malas intenciones ni exigencias de comprender, pero al ver a mi pequeña dulce princesa Eli ensombrecer su expresión y bajar la vista, al notar como se tensaba por la espalda y se abrazaba a sí misma en un movimiento casual, al darme cuenta que la devuelvo quizás a qué tiempos de su vida, a los que simplemente vista no han sido nada bonitos, me siento como la persona más idiota de todo el maldito planeta. Pero me responde, con su voz rota y en un susurro que me llega a doler en el alma, mi única reacción es abrazarla, pero las bolsas me vuelven algo más lenta en mi accionar.


Al momento de acercarme, me trata de quitar la bolsa que alcanzara, pero me vuelvo a alejar y la observo confundida.


 


—Casi—Chasquea con la lengua.


 


Suspiro sintiéndome tonta y traicionada, pero carcajeo con ella y me le apego para seguir caminando.


 


—Tengo miedo de volver a preguntar.


—Si quieres saber, mi mamá teme que hablen de mí. Está mal visto y me van a criticar por ser madre “tan joven” y no haber terminado, primero que nada, la Universidad. Y todo eso la va a dejar en vergüenza y la van a etiquetar de mala madre a ella.


—Pero..., tú amas a esas criaturitas. ¿No es eso lo que importa? ¿Lo que te haga feliz a ti?


 


Eli exhala una sarcástica risa y rueda los ojos molesta, cruzándose de brazos.


 


—De hecho, sí. Pero ¡Oh! Por mi familia puedes estar sufriendo depresión y tener tendencias suicidas, pero ojalá lo tengas en silencio, donde nadie más lo pueda ver ni notar—Mantiene su tono agresivo e irónico—. Mientras tengas un título para presumir y una “familia perfecta”, o en mi caso, por mi edad, una “vida perfecta”, ¡Todo bien! Es mucho mejor, incluso. Da igual si no eres feliz con todo eso.


—Uh..., suena terrible.


— ¡Lo es! Te mantienen en... una presión constante. ¡Es horrible!


—Pero..., ahora eres independiente—Trato de animarla—. ¿Qué importa lo que digan?


— ¡Exacto!—Exclama con efusión—. Ni pensaba volver, de todos modos. No, desde que...


—Ya sé—Quise poner mi mano sobre su hombro como apoyo, pero no pude—. Yo entiendo, está bien.


 


Me sonríe apenas, con desconsuelo y un brillo de nostalgia asomando en sus plateados ojos, como si por un breve segundo recordara viejos tiempos, abstrayéndose en sí misma por unos momentos del trayecto. Yo respeto su estado, a diferencia de lo anterior, y evito interrumpirla al decir algo, guardándome la curiosidad para después, más adelante.


Llegamos al edificio y mi princesa me sostiene la puerta, supongo que para dejar de sentirse inútil por mi culpa, pero al menos ya se encuentra con una expresión más normal y tranquila. Hace lo mismo con el ascensor al llamarlo, al entrar en el pequeño espacio trata nuevamente de arrebatarme alguna bolsa, yo lo evito nuevamente. A tiempo, le pido con un gesto que se adelante para que abra la puerta, la sigo de cerca y me sostiene la puerta. Le sonrío en agradecimiento y me apresuro a la mesa, mientras Eli cierra. Dejo las bolsas sobre la mesa y muevo las manos para tratar de que me vuelva la circulación.


Eli ríe ante mis gestos y comienza a abrir bolsas, para ordenar las compras. Me acerco, aún acariciando mis dedos, y le imito, primero con la mirada. Voy analizando cada producto y los voy ordenando en mi cabeza primero.


 


— ¿Cómo era tu padre?


— ¿Qué?


 


Sé que es repentino, pero incluso para la sorpresa de mi princesa, no doy más explicaciones. Solo es curiosidad inofensiva, así que hago un gesto como tal y le sonrío.


 


—Oh, bien... Si quieres saber.


— ¡Claro! Pero, solo si tú quieres contarme—Me apresuro en aclarar.


—Está bien, en serio. Es solo que...—Hace una leve mueca—...es la primera vez que me preguntan por él. Se siente raro, es todo.


 


La examino rápidamente, en busca de algún gesto de incomodidad, por lo que me había dicho, pero en realidad solo se mantiene con una sonrisa suave, encantadora y nostálgica nuevamente. Le correspondo en algo el gesto, más tranquila, y le doy su tiempo para hablar, mientras ordenamos las compras dónde corresponden.


 


—Bueno..., ¿Por dónde empieza?—Habla más para sí misma primero—. Él fue...—Hace una larga pausa y me observa, no sé con qué intenciones, pero atraviesa con el plata de sus ojos de una forma intensa, tanto que me hace temblar—...fue un Rey.


 


Su elección de palabras me llama la atención, de alguna forma sé que ha sido intencional la forma de describirlo. Pero antes de darle vueltas, la dejo continuar y pongo mi total atención en ella.


 


—Fue un rey amable y amoroso, todo el tiempo su trato fue amor, fue ternura, tanto conmigo como con mi madre—Muerde su labio inferior, como si tratara de esconder su felicidad por el recuerdo, pero a mí solo me cautiva más—. Trató por mucho tiempo, mientras vivió, de llenar mi vida de cosas lindas.


— ¿Te mimaba?


 


Eli carcajea entre dientes de una forma suave, estirándose para guardar algunas cosas en el mueble de la cocina, a lo que acudo en su ayuda justo a tiempo.


 


—No de esa forma—Me aclara primero—. Más bien..., trató que mi infancia fuera mágica, no dándole límites a mi imaginación y a lo que podía crear. Me dejaba expresarme, en vez de reprimirme como hacía mi madre y el resto de la familia—Extiende sus manos sus brazos, haciendo un grácil gesto con sus manos—. Me mostró la maravilla de las cosas más simples, y de las más complicadas también.


—Oh..., creo que comprendo más a tu padre entonces. Supongo que me llevaría bien con él.


—Pienso igual, se parecen bastante.


— ¿Ah, sí?


 


Dejo los congelados donde corresponden y volteo a verla completamente curiosa e interesada.


 


—Sí, es decir...—Parece pensarlo mejor—, ambos son de muy buen corazón y se preocupan por... por otros, los demás... Además, siempre estás cuando te necesito y él lo estuvo en su momento.


— ¿Se preocupaba mucho por ti?


—Sí, mucho—Baja la mirada a sus manos, las cuales entrelaza y juega con sus dedos—. Lo quería, o sea... aún lo quiero, un montón.


 


Me acerco y poso suavemente mi mano sobre su hombro, con la otra le acarició la mejilla con dulzura.


 


—Uno no deja de querer a gente así.


 


Levanta la mirada y me sonríe, con pena y un brillo especial en sus plateados ojos, como una mezcla de amor y desconsuelo que se le quiere escapar, pero lo sostiene con las esquinas de sus labios estiradas en su dulce gesto.


 


—Tienes razón—Habla con agradecimiento y suspira.


 


Se apoya contra el mesón de la cocina, a lo cual salto en reacción de mi preocupación y me acerco estirando mis manos por si necesita apoyarse.


 


— ¿Pasa algo?


—No..., no, nada—Responde con una sonrisa, para no preocuparme.


— ¿Y si mejor te sientas? Para descansar, digo yo.


— ¿Descansar de qué? Si no me dejas hacer nada, Daniela.


 


Se me escapa una pequeña risa y la rodeo con mi brazo por la espalda, con mi mano libre trato de tomar la suya.


 


—Es porque no quiero que nada te pase.


 


Suspira resignada junto a una mueca que oculta una risa y se toma de mi mano, permitiéndome llevarla hasta el sofá. Yo pensaba en la cama, pero Eli me dirige hasta el sofá y a mí no me queda de otra que acatar lo que ella decide. Se sienta con cuidado y deja reposar sus manos en su vientre, me ubico frente a ella sentada en el piso, esperando para que me permita el acercarme.


 


—Se están moviendo de nuevo...—Dice mientras toma mi mano para dejarla en su vientre—, y no sé si van a ser revoltosos o vivirán peleando.


—O ambas—Agrego con una ligera risa.


—O ambas..., tienes razón.


 


Reímos yo aprovecho la confianza para apoyar mi oreja en su vientre, acariciando suavemente con mi mano por donde se encontraba moviéndose una de las criaturitas. Mi pequeña dulce princesa pasa sus dedos por mi cabello, acomodando algunos mechones tras mi oreja, siendo suave y gentil con sus caricias. Cierro los ojos y suspiro relajada, esbozando una pequeña sonrisa.


Me siento tan feliz.


 


—Le habrías caído bien a mi padre, me hubiese encantado que lo conocieras.


 


Comenta despacio, pero la he escuchado claramente. Levanto mi cabeza de golpe, para su sorpresa, y trato de disimular la emoción que me significan esas palabras, aunque no sé qué tan bien lo hago.


 


— ¿Me hubieras presentado a tu padre? ¿En serio?


—Sí—Responde segura, pero luego aprieta los labios. Parece pensarlo mejor—. Bueno, no fui muy buena para tener amigas, incluso ahora. A mi padre le hubiera gustado ver que ahora tengo una muy buena amiga.


—Oh...—Mis pensamientos alargan la expresión—..., como una amiga.


—Sí.


—Claro— ¿En qué estaba pensando?.


 


Muerdo mi labio inferior, porque lo siento temblar y no es mi idea perder la sonrisa y apagar los ánimos. Me levanto del piso y me dirijo a las bolsas de las compras, aún quedan productos que guardar.


 


—Bien, tú... tú quédate ahí, yo...—Señalo las bolsas—..., yo termino de ordenar todo.


— ¿Pasa algo?


 


Trato de no mirarla, porque siento que me derrumbaré si lo hago.


 


—No, solo... Descansa un poco ¿Bueno?


—Está bien...


 


Me retiro a la cocina para que no me pueda ver, porque con cada segundo bajo su intensa mirada me siento analizada hasta la médula, donde Eli trata de averiguar qué fue ese cambio tan repentino que no logré ocultar para nada de bien, pero...


¡Es que me había hecho tanta ilusión!, es decir... Es mi culpa, lo sé. No se en qué estaba pensando, es obvio que mi princesa solo me ve como una amiga, ¿Qué me hizo llegar a una conclusión diferente? Está claro que soy la única que piensa en cosas que no son ¡Y que probablemente nunca sean! Me ilusiono por nada.


Además, es evidente que no llevo el tiempo suficiente con ella como para solo saltar a tales conjeturas, ciertamente no la conozco para nada. ¿Y cómo enamoras a alguien que no conoces? Soy todo un caso perdido, estoy perdida. Y, al respecto, podría lamentarle toda la vida sobre ello, porque solo Dios sabe cuán posible es eso, pero yo no soy así. Debería ponerme manos a la obra luego, hacerle entender y comprender que para mí significa más que solo una amiga, pero tengo miedo...


Tengo tanto miedo...


 


 


°/°/°/°


 


—Wanda ¿Qué haces?


 


Mauricio nos hace girar en dirección a Wanda al llamarle la atención de esa forma, yo solo de curiosa para ver qué está haciendo. Wanda sacaba su celular y nos queda mirando cuando Mauricio le habla, apoyando el trapeador junto al mesón para luego seguir limpiando. Mauricio le habla no porque había dejado de limpiar con él, sino porque sabe su intención y la pilla justo antes de que conecte el celular a la radio que tenemos para nosotros. ¿Eso detiene a Wanda? Claro que no.


Se encoge de hombros.


 


—Pongo algo de música, éste lugar ya está muerto.


— ¿De qué hablas?—Mauricio pregunta tentado de una pequeña risa—, aún queda una persona.


 


Señala a Eli, quien se encuentra en el mesón, cerca de mí y esperando que mi turno acabe luego para irnos juntas, mientras tanto aprovecha el tiempo para comer algo de pastel.


 


—Oh, por mí no se preocupen. No me molesta en lo más mínimo.


 


Eli se hace escuchar con un educado tono y elegante forma de hablar, son como modales de princesa, lo aseguro.


 


— ¿Ya ves? No le molesta.


 


Mauricio le saca la lengua con un gesto infantil y vuelve con las mesas que le quedan por limpiar. Usualmente, con Wanda, se dividen el trabajo, atendiendo y limpiando la misma cantidad de mesas entre ambos, luego cada uno limpia el piso por el lado que les corresponde, mientras yo solo tengo asignado la zona del mesón y la caja. Wanda, que ya deja su música sonando en alguna canción que le gustase para empezar, también regresa a terminar de limpiar las mesas de su parte.


Como aún falta para que cierre la cafetería, yo no puedo cerrar debidamente la caja, tengo que esperar hasta el último segundo en caso de que alguien aparezca, pero sí me dedico a limpiar el mesón mientras, a dejarlo ordenado y todo lo que implica, rodeando siempre el sitio donde Eli se encuentra comiendo. Eli me sigue con la mirada cada vuelta de mis manos con el paño, mientras va de pequeños pedazos comiendo el pastel, para disfrutarlo supongo.


 


—No tienes cierre hoy, ¿Cierto?


—No, esta semana le toca a Antonio... No, miento. Le toca a Ramona..., creo...


 


Eli esboza una delicada risa y continúa pese a mi mala memoria.


 


— ¿Nos vamos cuando cierren entonces?


—Bueno, debo quedarme a cerrar caja igual, pero ya me tardo menos.


 


Es una clase de mensaje que cifra un: “Puedes esperarme si deseas”, a lo que Eli asiente entendiendo a la perfección y continúa con su último pastel del día a lentos bocados, si no es para disfrutar el pastel, debe ser para no devolverlo, porque últimamente le han atacado las náuseas como nunca antes en éste tiempo que lleva conmigo. Yo me asusto y me preocupo, ¿Será acaso que se encuentra ansiosa por el tema con su madre?, pero Eli siempre me dice que es completamente normal, que no pasa nada y que ya se le quitarán. Eso no me alivia, pero funciona para que le deje tranquila cinco minutos más.


Termina de comer y me llevo el plato a la cocina, solo para ver a Manuel bailando de forma ligera y despreocupada con la música que dejó Wanda, a gusto al parecer, tarareando muy suavemente algo de la letra de las canciones. Trato de que no me note para distraerlo, pasar desapercibida, ser como una ninja, porque con lo tímido que es quizás se detenga y no deseo eso, ¡Se ve tan adorable! Antonio lo observa bailar también, mientras finge encargarse del orden de su espacio en la cocina, no me puede no dar risa el verlo tan concentrado, pero lo evito para no llamar la atención. Ramona se encuentra en la ventanilla que comunica el frente de la cafetería con la cocina, desconozco lo que tanto mira, pero apostaría lo que sea a que se encuentra viendo a Wanda bailar, mientras se mueve entre las mesas.


Trato de pasar para dejar el plato con los demás que Miguel... Manuel tiene apilados, pero Antonio me detiene antes de dar un paso más, recibiéndome el plato a cambio de no interrumpir a Manuel. Le sonrío agradecida, no evitando un coqueto gesto de burla y me retiro, para no molestar más.


Al volver, lo primero con lo que me encuentro es con la gloriosa vista de mi pequeña dulce  princesa divirtiéndose, mientras Wanda y Mauricio bailan. Ahora que no hay nadie, además de nosotros y mi princesa, todos parecen más relajados y se dedican a entretenerse, de forma sencilla, claro está. Con el tiempo que llevo aquí aún me cuesta acostumbrarme a éste tipo de situaciones.


 


—Eh, Daniela. Ven a bailar, bonita.


 


Wanda me llama, lo que Mauricio aprovecha para separarse de ella, soltándose de sus manos tan invasoras. Sonrío para evitar la risa y le hago un gesto con la manos para negarme.


 


—No, no. Gracias, pero yo no bailo.


 


Ni siquiera sé qué es lo que está sonando justo ahora de la música de Wanda.


 


—Oh, vamos. No requiere tanta ciencia, yo te enseño.


 


Volteo a ver a Eli, quien solo ríe. Supongo que ya me imagina haciendo el ridículo, aunque solo se encoge de hombros como gesto de que no iba a tomar una decisión por mí.


 


—Solo sé bailar cueca, ¿Te sirve?


 


Wanda se acerca, me toma de la mano y me lleva donde estaba bailando con Mauricio momentos antes, porque había más espacio entre los pasillos que formaban las mesas. Da una vuelta y queda frente a mí, volviendo a tomar mi mano. Se mueve con esa gracia única que posee en la cadera, viéndose tan ligera y seductora. Por mi parte, estoy petrificada como estatua, no entiendo cómo moverme junto a ella.


 


—De verdad, ¿Nunca has bailado nada aparte de cuecas?


—... ¿Lentos?


 


Carcajea suave, sin sonar burlona, y me atrae de un tirón, pegándome bien a su cuerpo.


 


—Bueno..., es parecido.


 


Debo de haber enrojecido ante ese tono tan sensual que usó, encima tan cerca de mi espacio personal, ¡Santo cielo, estos niños de ahora! Pone sus manos a cada lado de mi cadera y me obliga a moverme con ella, a soltarme y seguirle. Justo al dar el primer paso, la canción cambia, el ritmo también y Wanda parece emocionarse al reconocer lo que suena. Me sonríe con perversión, tentativa de pecado, como si estuviese a punto de hacer alguna terrible maldad, clavando sus ojos en los míos. Me recorre por toda la espalda un escalofrío y, juro por mi lado santo e inocente que creo aún tengo, siento que me quita el aliento, solo reacciono a voltear a ver a mi princesa, pero antes de alcanzar a identificar nada, Wanda me obliga a mirarla.


 


—Esta es mi canción y me vas a prestar atención, solo a mí—Desliza su mano por mi cintura en ascenso—. ‘Cause everybody loves me.


 


Creo que me he metido en un problema terrible.


Baila con tanta sensualidad como el ritmo de la canción lo indica, luciéndose a mi alrededor, mientras trata de adecuarme a su paso para que pueda seguirle. Había dejado de salir hace tanto, que se me había olvidado cómo se jugaba a todo esto, pero es como andar en bicicleta: Nunca se olvida por completo. Tras un par de pasos más, logro capturar por fin su compás y danzamos, al menos ya dejo de sentirme como tonta a su lado y me defiendo en su juego. No seré la mejor bailarina del mundo, pero ya es hora que le demuestre que yo también sé cómo seducir y conquistar con ciertos movimientos. No mentía cuando dije que no suelo bailar estas cosas, solo cuecas y algunos lentos, pero sé cómo contonearme de la forma correcta.


La hago girar un par de veces y la detengo justo para juntarla a mí, bien pegada a mi cuerpo, su sonrisa me dice que al menos se divierte y que le sorprendo (si es que no, me lo invento entonces), pero me hace feliz escucharla reír. La inclino hacia atrás, llevándola hacia abajo y por la cercanía noto agujeros en su labio, por algún aro o piercing que debe de usar, como lo de su oreja. Esconde una carcajada y, como si fuera mi señal, la llevo lentamente hacia arriba, sin dejar la cercanía de nuestros cuerpos, rozando mi nariz en su cuello extendido, sintiendo cómo emana de ella un aroma a café y chocolate. Pretende que sea mi turno, pero le hago un gesto rápido y me niego, el brillo de sus ojos en respuesta me aclara que debí haber aceptado. Cae a mis pies de una forma hipnotizante y acaricia mis piernas al ascender, con sus ojos fijos en los míos, no permitiéndome apartar la mirada, obligándome a sentir cada caricia. ¿No ha durado mucho la canción?


Me hace dar una vuelta sobre mi talón, me aleja sin soltar mi mano, me devuelve a ella en otra vuelta y termina con su pierna enredada en mi cadera, con su cuerpo tan tentador casi adherido al mío, mientras, de alguna mágica y confusa manera, mi mano le sostiene el muslo de la pierna que tiene elevada sobre mí, Wanda tiene la suya sobre la mía, la desliza más hacia abajo y se acerca solo para susurrarme bien de cerca:


 


—Deberías ver a la futura madre—Hace un gesto para que obedezca.


 


Trato de divisar a mi pequeña dulce princesa, pero apenas nota mis ojos en ella me evita, así, sin más, solo me evita. Quiero creer, por un segundo ansío creer que está celosa, o algo similar, y que me ha evitado para que no la descubra. Pero, al re-analizarlo, puede que también se sintiera incómoda, solo eso. Suspiro, quitando mis manos de Wanda, para luego darle paso a una risotada que incluso descolocó a Wanda, pero es porque Ramona me fulmina con la mirada, tanto que me duele, asique suelto a Wanda y le hago quitar toda arma de seducción mortal de encima mío.


 


—No me ayudes tanto, Wanda. No quiero crearme enemigos mientras estoy aquí.


 


Wanda me observa confundida y yo palmoteo su hombro, no pensando decir más porque no es algo que me concierne a mí. Al respecto, yo no sé nada.


 


—Eli—Le llamo, mientras me acerco al mesón. Me ve apenas y yo temo por lo peor—. Ya... ya casi debe ser hora de cerrar. ¿Me podrías esperar afuera?


—Sí, claro.


—No te alejes mucho, por favor.


—No lo haré—Me sonríe despreocupada—, descuida.


 


Le sonrío devuelta, aunque más como una muestra de preocupación. Ramona me lanza un juego de llaves, lo atrapo con dificultad y acompaño a mi princesa hasta la entrada.


 


—Ve..., ahí a la banca de la parada de enfrente ¿Sí?


—Te espero allí.


 


Afirmo con un gesto y cierro la puerta a su salida, dando vuelta el cartel a “cerrado”. Vuelvo al interior y lanzo las llaves devuelta a Ramona, yendo directo a la caja para comenzar el cierre.


 


—Los que ya estén listos, por favor retírense—Pide Ramona con un tono de cansancio y una sonrisa casi forzada—. Me toca cierre y me gustaría salir temprano, para variar.


 


Mientras los demás obedecen y se retiran a la trastienda para cambiarse e ir por sus cosas, yo me apresuro con el cierre de la caja, ya que Ramona debe recibirme la documentación del día. Como la dueña se retira temprano, el registro de los ingresos del día rota entre sus empleados de confianza: Antonio y Ramona. Se quedan con la llave de la sala de administración, que también es la oficina de la dueña, ahí es donde va a parar la ganancia del día y los documentos que lo prueban. Todas las transacciones del día quedan en manos de uno de ellos dos, mientras que el cierre de la tienda rota entre todos nosotros por semana, ya que ese es un tema distinto, la apertura suele hacerla la dueña, ya que es la primera en llegar durante las mañanas, para organizar lo del día anterior como corresponde y dejar abierto para todos nosotros, el resto de la apertura de la cafetería está por nuestra cuenta. Así es como aprendido que funciona, para el corto tiempo que llevo aquí ya me manejo un poco. Solo... un poco.


Nos quedamos a solas con Ramona y percibo cómo me quema la nuca con su mirada, desconcentrándome un poco en las cuentas, pero ya estoy por terminar, de modo que trato de evitarlo.


 


— ¿Te... atrae Wanda?


—No.


 


Respondo incluso antes de registrar que me había hecho una pregunta, o incluso antes de que mi cabeza reaccionara a quién me había hecho la pregunta. Levanto la mirada, en algo confundida, lo admito, y pauso el orden de los papeles.


 


—Es decir..., es una niña encantadora y todo, muy linda además, no lo niego. Pero... Dios, no. Wanda no me atrae en lo absoluto.


—Es que...—Evita mirarme directamente, frotando sus manos nerviosa—..., como siempre se ven tan juntas y... bueno yo... yo solo...


—Está bien, Ramona—Guardo todo para entregar—. No eres tan obvia como yo, pero me doy cuenta de algunas cosas.


 


Ramona me recibe en silencio y permite que me retire sin decir nada más, aunque sonríe dulce, casi inocente, tratando de que yo no me dé cuenta además. Respeto su espacio y me apresuro en ir a la trastienda a por mi cosas, tomando todo junto y ordenándome mientras me encamino a la salida, quitándome el delantal y guardándolo en el bolso. Salgo en busca de mi princesa, pero no la veo, no está donde le dije que esperara.


Entro en pánico.


 


—Eli... ¡Eli!


 


Me acerco a la banca de la calle de enfrente y observo en todas direcciones, tratando de pensar en qué dirección pudo haber ido. Está obscuro, solo las luces de la calle iluminan a esa hora y apenas puedo ver bien. Me desespero y busco mi celular para llamarla, rogando que me conteste, moviéndome de una esquina a la otra tratando de ubicarla.


De pronto, entre el silencio de la poca actividad a esas horas, escucho gritos, como una discusión no muy lejos. Me encamino un poco y guardo el celular al reconocer la voz de mi pequeña dulce princesa. La reconozco dónde sea.


Corro en dirección a la discusión, no entendiendo del todo lo que sucede. Llegan a mí frases a medio entender, pero es obvio que mi princesa se encuentra en apuros.


 


—Deja de montar una puta escena y ven conmigo, ¿Quieres? ¡¿Por qué tienes que ser tan escandalosa?!


— ¡Suéltame! ¡Te dije que no pienso ir a ningún lado contigo!


— ¡¿Y qué vas a hacer sola con dos pequeñas pestes?! ¡No eres capaz de nada! ¡¿Quién crees que te va a mantener a ti si no soy yo?!


—Yo lo haré.


 


Interrumpo con la rabia cegándome completamente, bloqueando cualquier idea de pedir ayuda, porque lo único que veo es a un animal imbécil tironeando a gritos a mi pequeña dulce princesa, atreviéndose a aplicar fuerza en sus dulces brazos. Un hombre que ha de ser solo algo más alto que yo, pero no me intimida, no cambia nada, está violentando a Eli y no lo pienso permitir. Cuando voltean a verme, cuando le veo la cara a ese mal nacido hijo de puta es que lo reconozco, más encima haciéndole daño de nuevo, ¿Cómo se atreve? Mi princesa está aterrada y él insiste.


 


—Ahora, suéltala—Le exijo tratando de controlar mi ira—. Ya dijo que no quiere ir contigo.


 


Me hierven las ganas de romperle la cara de arrogante que tiene a golpes, sobre todo cuando me mira casi ofendido por la forma en que le hablo.


 


— ¿Y tú quién demonios eres?


—La que salvó a Elisabeth del infierno en el que la tenías.


— ¿Infierno?—Pregunta desconcertado, apretando la muñeca de mi princesa y encarándola amenazante—. ¿Qué mierdas le estás contando a la gente de mí?


—Lo que eres: Un infiel, mentiroso y violento ser que se atrevió a levantarme la mano—Le escupe menos asustada ahora, pero aún tiembla.


 


Sin verlo venir ninguna de las dos, la golpea en la cara y en mí se dispara la furia. Me deshago de mis cosas en un movimiento y me lanzo contra él, tirándolo al piso con todo mi peso cayéndole encima, devolviéndole el golpe con toda mi adrenalina concentrada en mis puños, no conformándome con solo un combo. “¿Cómo se atreve?”, es lo único que pasa por mi cabeza mientras aplico un golpe tras otro. Enfurecido, me detiene el siguiente golpe con una mano y con la libre me marca un puñetazo en la mandíbula, botándome con la fuerza del impacto hacia un costado. Me toma por el cuello de la ropa y me estrella la cabeza con fuerza contra el pavimento. El mundo entero me da vueltas, creo que me voy a negro por unos segundos y suena un agudo pitido en mis oídos que más me desorienta.


 


—Daniela...


 


La voz preocupada de mi princesa llega a mí de una forma distante y algo distorsionada, mareándome más. Trato de ponerme de pie, mientras el mundo da vueltas más rápido con cada movimiento.


 


—Maldita desquiciada.


 


Todo me golpea la cabeza de una forma terrible y distorsionada, solo incorporarme es difícil.


 


— ¿Con esta clase de loca has estado relacionándote? No me sorprende que nunca hicieras amigas.


—Suéltame, Enrique. No voy a ir contigo—Eli se defiende.


—Oh, claro que sí. Vendrás conmigo y le inventarás algo a mis padres para que dejen de verme como el peor hombre en la Tierra.


— ¡Eres el peor hombre en la Tierra!


 


Creo que se alejan, pero logro estabilizarme en ambos pies y todo pasa a ser un terrible dolor de cabeza. Enrique y Eli forcejean de nuevo, mi princesa trata de resistirse con todas sus fuerzas, anclando los pies al piso.


 


— ¡Eso no es cierto!—Le levanta la voz enfadado, asumo que está cansado de escucharlo—. Ahora, vas a venir conmigo, nos vamos a casar como estaba planeado, me voy a hacer cargo de esas malditas bestias y vamos a tratar de ser una “familia feliz” ¡Para que así me dejen de molestar de una puta vez!


 


Me apoyo contra alguna pared cercana y trato de concentrarme para que el mundo me deje de dar vueltas, aunque sea un segundo para evitar que se lleve a mi princesa.


 


—Son tus hijos, te guste o no—Eli libera una de sus manos—. Pero no voy a permitir que se críen al lado de un miserable como tú.


—Una desgracia de ser humano—Le secundo, lo suficientemente recuperada—. O incluso, menos que eso: Una basura.


 


Enrique me mira con los ojos brillando en irritación y rabia, con la nariz sangrando por mis golpes. Yo sonrío con una satisfacción enorme al ver que le había hecho más daño de lo que esperé. Suelta a mi pequeña dulce princesa de un empujón y me hace frente con lentitud. Sé que antes tuve suerte porque me precipité a atacar, no estaba preparado para pelear conmigo, ahora sí y eso me juega muy en contra, sobre todo porque no he luchado jamás en serio con nadie, pero no pienso dejar que le haga más daño a mi princesa, mucho menos voy a dejar que se la lleve alguien cómo él.


Respiro profundo y me posiciono firme contra el piso, soltándome de la pared. Ahora es él quien ataca primero, yo no alcancé ni a moverme, viene directo a mi cara, alcanzo a esquivarlo solo porque me tambaleo a un costado, accionando rápido con un a sus costillas. No tengo una real forma de pelea, lo que menos hago es meterme en problemas, pero crecí con dos niños de los que tuve que defenderme, uno más que del otro, sé lo suficiente como para arreglármelas un poco, lo demás tendrá que ser algo de suerte. Si lo único que me mueve es la determinación de proteger a mi pequeña dulce princesa para que nunca más sea lastimada, al menos no mientras esté yo para evitarlo y defenderla.


Como soy algo más baja que Enrique, debo volver a reducirlo y dejarlo a una altura favorable, así que tras recibir una patada por debajo de mi rodilla, me dejo caer y le tomo por el tobillo, torciéndole la pierna para darle la vuelta y botarlo al piso, estrellándole la cara contra el pavimento, tratando de devolverle el favor. Se queja con los dientes apretados y se apresura con un codazo en mi mejilla, empujándome hacia un lado y quitándome de encima. Ruedo y me levanto antes de que me encuentre en una posición vulnerable, su siguiente movimiento es patearme la cara. ¡Ugh! Siento como me cruje la nariz por el impacto y caigo hacia atrás. Se precipita a retenerme contra el piso, cometiendo un error.


Elevo mi pierna en un rodillazo directo a su entrepierna, gimotea casi sin aliento, se encoge y cae hacia un lado. Me incorporo hacia un costado y le planto un puñetazo en el ojo, Enrique no pierde el tiempo y me atrapa de ambos brazos, haciéndome rodar para cambiar de posición, dándome un golpe en el estómago, me aprieta el cuello y da un par de golpes en mi cara, cayendo uno en el labio y el otro en mi pómulo. Me agito para tratar de liberarme, siento la falta de oxigeno y al siguiente segundo mis pulmones se llenan de aire nuevamente, de una forma terriblemente dolorosa, admito.


Trato de incorporarme, en mi intento veo cómo alguien retiene a Enrique contra la pared, con la cara estampada en los ladrillos de esta y torciéndole el brazo tras la espalda. Toso y escupo algo de sangre que se acumula en mi boca.


 


—Un movimiento en falso y te rompo el brazo, ¿Me escuchaste?


— ¡Suéltame!


 


Tras la exigencia de Enrique sigue un grito de dolor, yo aún batallo por incorporarme. Mi princesa llega junto a mí corriendo, tomándome de los brazos para enderezarme, revisando mis heridas. Otras manos se unen a su análisis, llegando a mi cara y volteándome con brusquedad para que le viera, apretándome los golpes de la cara.


 


— ¿En qué estabas pensando?


—... ¿Nan... Nancy?


 


Entre cierro los ojos y le tomo las manos para que las quite de mi cara, me hace daño.


 


— ¿Quién más? Tonta...


 


Algo confundida, hago vagar mi mirada entre mi hermana, mi princesa y volteo hacia mi salvador: Dorian. Sonrío y toso al tratar de reír, haciendo que todo duela como el infierno. No conocía esa faceta agresiva de Dorian, vaya sorpresa.


 


°/°/°/°


 


—Au...


 


Eli toca por décima vez la herida de mi pómulo, la cual terminó con dos puntos, por cierto. Esperamos a por el papeleo para la denuncia contra Enrique, mientras tanto, sentadas a un costado de la recepción de la comisaria.


 


—Lo siento, es que... ¿Duele mucho?


—Cuando tocas, sí—Respondo con una sonrisa de chiste.


—Lo siento—Se disculpa suave.


 


A estas alturas ya no sé si lo hace por tocarme las heridas, o porque me enfrenté contra Enrique por su causa. Le sonrío despreocupada y tomo sus manos, besándole los dedos con ternura, para luego hacerle cariño en estos. Trato de no presionar mis labios, lo tengo reventado en una esquina y está horriblemente hinchado.


Después de toda la pelea, me explicaron un poco de lo que pasó: Resulta que Eli había llamado a mi hermana, al no saber a quién más acudir, Nancy reaccionó a llamar a las autoridades y Dorian solo pensó en ir por nosotras, porque suelen tardar un montón en llegar los bastardos. Al llegar los policías les explicamos lo sucedido, tomando a mi princesa como testigo, mi declaración como parte del disturbio, ya que fui yo la que empezó la pelea. Obtuve una multa y un viaje al hospital, mientras Enrique se encuentra encerrado de forma preventiva, denunciado por algunos cargos de agresión, además Eli solicitó una constancia de alejamiento, para que no se pueda acercar nunca más a ella, ni mucho menos a sus hijos.


 


—... Aún... encuentro impresionante lo que hiciste—Me habla tímida.


— ¿Qué? ¿No me creías capaz de ganarla?—Pregunto fingiendo ofensa.


—Bueno..., por algo llamé a Nancy.


 


Me sonríe con modesta burla y yo no puedo enojarme así, eso es injusto.


 


—Pues, fíjate que le hubiera ganado—Miento, porque ni yo estoy tan segura de eso. Los dedos de Enrique los tengo marcados en el cuello—, aunque... la atención en el hospital hubiera sido más cara.


—Y la multa también.


—Creo que hubiera terminado un par de días encerrada, por peligrosa y violenta.


 


Ambas reímos, de forma sutil y por lo bajo, solo para nosotras.


 


—Yo... creo que sí hubieras podido ganar...—Me dedica una mirada de dulce preocupación, directo al corazón—, pero no... no me gusta verte lastimada.


—No me molesta...


—No—Me interrumpe primero—, no digas...


—No, no—La interrumpo luego, tomando su mano con ambas mías, envolviéndola con ternura, cariño y amor—. No me molesta, si eso quiere decir que tú estás bien. No me hubiese molestado, incluso, que me rompiera, solo si eso quiere decir que vas a estar bien.


 


Elisabeth me observa en silencio, parece analizarme muy metódicamente, con los ojos brillando, no logro identificar su estado, pero no aparto mi mirada de ella. Me acerco ligeramente y, con temor, paso su mano por su mejilla, acariciando apenas con mis dedos.


 


— ¿Por qué... haces tanto por mí?


—Porque lo vales...—Suspiro, tratando de controlar mi lengua—, y te mereces a alguien que sea capaz de dar la vida por ti.


—Pero yo no quiero a alguien que dé la vida por mí—Me roza la herida del pómulo muy suavemente—, yo solo quiero a alguien que me ame de verdad, que no quiera hacerme daño ni me mienta...


 


Se abraza a mí y se esconde en mi pecho, tomándome en sus delicados brazos, trato de no quejarme por la forma en que se carga en mí, si es ella no duele, si es ella nada me duele.


 


—Alguien... como tú...

Notas finales:

Amane: Jojojo
Maname: Hasta aquí el de hoy, pronto traeremos el siguiente capitulo.
Amane: Recuerden que mucho de esto es pre-corrección, asique de verdad xD cualquier error nos avisan para corregir.
Maname: Siempre es útil, espero que hayan gustado también del capitulo
Amane: Nos vemos en el próximo, la tercera parte de éste gran regreso :D
Maname: Hasta una próxima actualización ~~


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