Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi cuento de hadas por JuneProductions

[Reviews - 41]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Amane: Ey~

Maname: Estamos de vuelta~

Amane: Más pronto que tarde, pero es mejor. Estamos re emocionadisímas con éste nuevo capitulo

Maname: Tanto, que ni siquiera hemos revisado

Amane: pero eso así siempre, por si no se han dado cuenta.

Maname: Sin más, enjoy~

Hace algunos días encontré una vieja libreta en la que solía escribir cuando iba a la misma cafetería en la que ahora trabajo, a observar a mi princesa, fue bastante nostálgico la verdad. Había pensado en mostrárselo a Eli, hasta que reaccioné, a tiempo, a la idea de que debía explicarle muchas cosas que no le he dicho por vergüenza y pánico a que me creyera algún tipo de acosadora.


Dejando esa escena catastrófica de lado, me llenó de risas aquella hoja que tenía especialmente para cuando Eli pasaba y me golpeaba el brazo, ¡Vaya que ha pasado tiempo de eso! Pensando en que estamos tan próximos a navidad, pero reflexionando bien sobre ello, la verdad es que no me di ni cuenta en qué momento cambiaron los adornos de halloween por los de navidad. Independiente de ello, en la libreta, después de esa hoja que tantos recuerdos que me trajo, habían pequeñas observaciones y uno que otro trazo de algún tipo de historia, aun que una cosa no tuviese nada que ver con la otra. Ciertamente, esa libreta me trajo de vuelta a otros tiempos, en los que veía imposible todo lo que vivo ahora y solo me restaba fantasear al respecto. Si me esfuerzo un poco, puedo hasta evocar ese devastador sentimiento cuando creí perderla de forma definitiva cuando anunció su embarazo. ¿Quién diría que ahora me estoy haciendo cargo de ella y planeo hacerlo con los pequeños?


Podría apostar que hasta mi hermana lo hubiese dudado, en aquel entonces, si le hubiese dicho que terminaría de esta forma.


 


— ¿Crees que a los bebés le gusten los cuentos?


 


Pregunto pensando en voz alta, por un poco más de lo que ya hacía al recordar la libreta. Eli solo me observa confundida ante mi repentina interrupción, desde el otro lado del sofá; Hoy estoy en casa por ser mi día libre, de modo que vemos televisión para pasar el rato. Ella se sienta con los pies recogidos sobre el sofá, mientras yo me estiro en el espacio que sobra, ambas apoyadas en cada brazo del sofá.


 


— ¿Qué?


—A tus hijos—Aclaro, como si fuera lo más obvio del mundo—, si le gustarán los cuentos.


 


Parece pensarlo seriamente.


 


—Supongo que sí, yo creo que serán niños que gusten de las historias.


—Yo escribía un cuento antes de conocerte.


 


Y, en teoría, es verdad, si moldeo lo de la libreta y lo ordeno un poco. Ahora capto el interés de mi princesa.


 


— ¿En serio? ¿Un cuento?


—Sí, obvio—Me encojo de hombros.


 


Eli me observa con curiosidad y una sincera fascinación, acomodándose en su lado del sofá para verme mejor, dejando una de sus manos apoyada en su vientre.


 


— ¿Qué clase de cuento?


 


Le sonrío con algo de burla.


 


—Pues, un cuento.


 


No lo pude evitar, pero Eli ríe, reclamando de todas formas por el chiste, me golpea de forma gentil el brazo, pero de todos modos lo acaricio, porque Eli no controla la fuerza de sus golpes más inofensivos. No lo parece, pero tiene una fuerza considerable, aunque me ha confesado que nunca en su vida ha peleado, mucho menos sabe cómo dar un buen golpe.


 


—Vamos, cuéntame un poco.


—Es para los niños—Le recuerdo con una breve risa.


 


Se cruza de brazos y me observa, con la molestia chispeando en sus preciosos ojos plateados. No me voy a librar de esta tan fácil.


 


—Bien, están aquí—Se acaricia el vientre—. Así que, cuéntales.


— ¿Estudiabas leyes?—Le distraigo.


—Casi, pero no—Me responde con una sonrisa orgullosa de victoria.


 


Suspiro resignada, sonriendo por lo divertido que me parece molestarla.


 


—Bien, no es la gran cosa, es algo simple—Confieso, como para que no espere algo tan maravilloso de mí—. Es... la historia... de una princesa y un caballero—Asiento y me felicito por mi rápida improvisación—. Sí, eso...—Eli espera por más—... el caballero ama de forma incondicional a la princesa, pese a saber que la princesa jamás podría estar con ell-... con él.


—Oh—Aprieta los labios pensativa, luego arruga su entrecejo—. Ey—Se abraza el viente y me mira enfadada—, no quiero que le cuentes historias tristes a mis hijos.


 


Esbozo una sonrisa sincera, donde siento los labios temblar y le aparto la mirada.


 


—No es una historia triste, es un cuento de amor y magia—Le aclaro—. Te lo prometo, les va a gustar.


— ¿Cómo termina?—Quiere saber, esbozando una sonrisa de ilusión.


Me encojo de hombros—Supongo que con un final feliz.


— ¿Supones?


 


Sí, porque ni siquiera sé hacia dónde vamos tú y yo, querida, y mucho menos sé en qué terminaremos. Mis pensamientos hilan tantas posibilidades a la vez que me cuesta mantenerme centrada en el tema, trato de disuadirlos lo mejor que puedo, porque hasta ahora estoy bien con mi pequeña dulce princesa y no quiero creer que algo malo podría pasar. No quiero perderla.


 


—Supongo—Repito, tratando de sonar tranquila y desinteresada—, aún no lo termino.


—Deberías—Me dice casi como una orden—. Y deberías darle un final feliz.


 


Sí, yo también deseo lo mismo.


 


°/°/°/°


 


—No te eches así en mi sofá.


— ¿No es así cómo funciona una sesión psicológica.


 


Me enderezo en el sofá, acomodándome en la orilla para recargarme en el brazo de éste. Nancy me mira enfadada, casi golpeándome solo con los ojos, al menos sentí esa intención, y sigue su camino hacia la cocina.


 


—No estoy de humor, Daniela. Vete, por favor.


—Uy, tan seria—La sigo a la cocina, quedándome en la entrada, solo por si es necesario— ¿Qué te pasó?


—Nada.


 


Cortante y con la vista centrada en cualquier otra actividad, después del tiempo que viví con ellos sé, con total certeza, que eso solo puede significar una cosa: Se peleó con Dorian.


 


— ¿Por qué fue esta vez?


— ¿Por qué fue qué cosa?


 


Trata de hacerse la desentendida, pero aún es incapaz de verme a la cara.


 


—A mí no me engañas, Nancy. Te peleaste con Dorian.


 


Nancy deja de picar la manzana con la que trató de distraerse, apoya amabas manos contra el mueble y respira profundo. Supongo que fue algo serio.


 


—Dorian... quiere que renuncie...


— ¿A qué?—Pido detalles para entender.


—A mi trabajo, Daniela—Responde como si mi ignorancia al tema le ofendiera.


 


Levanto las manos en señal de paz, de que no me haga daño, no ha sido mi intención molestarla. Nancy suspira y relaja los brazos, los hombros, el cuello. Se reclina hacia atrás y, de alguna forma, comprendo a la perfección lo que necesita. La saco de la cocina y la llevo al sofá, vuelvo a la cocina solo por la manzana que picaba y le ofrezco un poco.


 


— ¿Por qué quiere que renuncies? Digo, siempre te ha apoyado tanto. Alguna buena razón debe tener.


—Quiere que...—Le toma tiempo, el cual usa para tragar—..., quiere que pase más tiempo en casa con la criaturita que adoptaremos.


—Vaya hombre más malvado—Le digo con tono irónico—, queriendo que disfrutes de la maternidad, que ha sido tu sueño desde joven.


 


Me mira fastidiada, ocultando una sonrisa tentada de risa. Rueda los ojos y bota esa risa en un suspiro, fijando la mirada en sus rodillas, bajando los hombros y su guardia con ello.


 


—Pero..., no entiendes, Daniela. No es la idea que solo yo disfrute de todo esto, quiero que él también se sienta padre y... doblando sus turnos de trabajo para que yo pueda quedarme en casa sin preocupaciones no lo va ayudar.


—Oh..., comienzo a entender por qué pelearon—Comento solamente.


— ¡¿Ves?!—Se alza un segundo alterada, comiendo otra mordida de manzana picada y tragando antes de seguir—. Yo no lo quiero dejar hacer eso, le dije que buscaríamos la forma de que ambos podamos disfrutar de toda esta experiencia, pero él insiste en que no. Que yo debo quedarme, para que esté siempre con la criaturita. ¡Dios! Qué terco que puede llegar a ser a veces ese hombre.


—Cómo tú—No me escucha.


—Ay, Daniela. No sé qué hacer, no cede. Hasta me dijo que buscaría un mejor trabajo, algo donde le paguen mejor, pero yo insisto que es ridículo, que es muy poco tiempo para eso y que no pensaba dejar mi trabajo. Traté de darle otras opciones, pero se niega a todo, ¡A todo!—Toma aire, para continuar—. No lo entiendo, hace tanto que quiere ser padre también. Habíamos estado bien hasta ahora, sin pensar en ello, pero... le hubieras visto la cara cuando fuimos a una casa de adopción. Se le hacía agua el corazón en la manos de ver a tanto niño sin padres.


—Te robaré esa frase, es preciosa—Sigue sin escucharme.


 


De pronto, hace una larga pausa y muerde un cachito del pedazo de manzana que había tomado antes, de forma lenta masca, hasta que deja de hacerlo y solo traga. Ha bajado la mirada a su mano en sus piernas y sus hombros decaen, me quedo en silencio esperando cualquier cosa. Nancy comienza a llorar, primero de forma silenciosa, casi conteniéndose y con las lágrimas cayendo en su mano, en la manzana y en el pantalón. Me aprieta el corazón verla así, de modo que demuestro algo de afecto poniendo mi mano sobre su espalda, sentándome más cerca. Cuando Nancy entra en ese estado, no es mucho lo que se puede hacer hasta que se vuelve erguir, pero al menos le recuerdo que estoy aquí, que está bien llorar y que lo haga si desea.


 


— ¿Por qué...?—Se lamenta con la voz atragantada— ¿...Por qué... soy incapaz de darle un hijo...?


—Ay, Dios. No—Me pongo en alerta—. Nancy, no. No te hagas esto de nuevo, por favor.


—No, Daniela. Estoy segura que quiere pasar menos tiempo en casa porque no va a querer a la criaturita...


—Nancy, no digas eso...


— ¡Pero es que! Santo cielo, Daniela. No va a querer estar en casa—Comienza a llorar con más fuerza—, de seguro de tan solo verme me odia... porque soy incapaz de darle un hijo...


 


Nancy es igual o peor de terca que Dorian, ya se le ha metido la idea a la cabeza. Yo no lo puedo solucionar, solo Dorian puede, pero cuando se calme y éste vuelva de trabajar. Mientras tanto, solo me queda consolarla.


La trato de acomodar en mis brazos, porque se encuentra toda doblada sin parar el llanto, la abrazo de forma gentil y acurruco su cabeza bajo mi cuello, acariciando su cabello por la nuca con ternura. No la hago callar, pero sí busco distraerla.


 


— ¿Fue... fueron a una casa de adopción?


 


Solo asiente con la cabeza.


 


—Y... ¿Y cómo les fue?


 


Se incorpora ligeramente, aún encorvada, cubriendo su cara con sus brazos, limpiándose la nariz y las mejillas con la manga de su camisa, asintiendo nuevamente con la cabeza y dibujando una aguada sonrisa, con la cara roja, la nariz brillante y los ojos hinchados. No puede dejar de llorar, pero hace el esfuerzo de seguirme el juego.


 


—Bien..., bien... Nos fue bien.


—Y..., bueno... ¿Cómo se veía Dorian?


 


Trata de respirar profundo, con la garganta apretada y las costillas tensas, entre cortando su inhalación y lo mismo al exhalar. Se acomoda algunos mechones que caen sobre su cara y se pegan por el rastro de llanto que aún no cesa.


 


—Ahm...—Traga algo de saliva—. Se veía... conmovido, supongo. No... no estoy segura.


— ¿Conmovido?


—Sí—Asiente con más energía, sin borrar su sonrisa y entre cerrando sus ojos—Agh—Ahoga un sollozo—..., Dios. Se veía tan... ¿Cómo explicarlo? Rejuvenecido, no sé si me entiendes.


 


Me encojo de hombros, no muy segura, pero dándole una señal de que al menos le voy entendiendo y que continúe así.


 


—Nos permitieron ver a los niños en su tiempo libre, nos ofrecieron visitar a los recién nacidos, a los más pequeños, pero... Dorian se detuvo en lo que allí llaman “El corral”, no sé... Yo solo lo vi cuando me tuve que devolver por él, estaba jugando con algunos pequeños... Oh, Daniela. Lo hubieras visto, se veía tan feliz.


 


Aún caen lágrimas, pero sus ojos brillan de una forma distinta esta vez. Recuerdo haberla visto hacer lo mismo para la ceremonia de la boda. Sonreía de una forma mágica, tan dulce, tan enamorada, y los ojos se le llenaban de brillos de emoción y nervios. Todavía rememoro cómo tuve que correr por todos lados en busca de su cepillo de dientes y pasta, porque se le había ocurrido vomitar, me acuerdo de la sensación del velo cuando se lo tuve que sostener, así como su cabello, teniendo cuidado de no desarmarle el peinado, porque me hubiese matado si se lo tenían que hacer de nuevo.


Llora, porque se siente asustada de sus propios problemas, sus propios pensamientos, porque su cerebro ha crecido para temer y detestar la idea de no poder un hijo al hombre que ama, de que la dejen por ese motivo, porque es una idea que no se le puede sacar de la cabeza. Pero su corazón se sabe enamorado y reconoce el amor de Dorian, su lealtad, su cariño y su sinceridad. Pese a que a veces todo eso se nubla cuando le asaltan las dudas, el espanto, la incertidumbre, solo basta ayudarle a recordar. Usualmente para eso está Dorian, pero como aún no llega, estoy tanteando terreno para que no sea tan terrible cuando llegue.


 


— ¿Querías... ver a los bebés?—Mi curiosidad gana en esta ocasión, pero aseguro tener un plan.


—Sí—Se encoje de hombros con obviedad en su gesto—. Creí... que eso gustaría a Dorian, tener un bebé ¿No? Vivir la paternidad desde un punto cero, casi...


— ¿Y él qué dijo?


 


Me observa largamente, se limpia las últimas lágrimas y suspira, parece más tranquila. Su mirada se pierde en un punto de la pared frente a ella y vuelve a relajar los hombros.


 


—Hay... un niño al que... le tomó cariño, cuando jugaba con todos. Dijo que... fue el primero en acercarse e invitarlo a jugar. Dijo que, se veía tan dulce e inocente en el momento que le tomó la mano para llamar su atención, que se veía tan tímido y aun así se había armado de valor para hablarle...


—No entiendo a qué demonios le temes tanto entonces.


— ¿Cómo?—Me vuelve a mirar.


—Nancy—Le tomo de las manos—. Habla con Dorian, ¿Quieres? Piensa en lo que me dijiste y habla con él. Sé que no vas a dejar tu trabajo, eres una odiosa trabajolica a la cual veo manejando su tiempo como malabares para poder ser madre y empleada. Dorian es igual, sé que podrán llegar a una solución.


—Pero... ¿Y si en realidad él no...? ¿Y si... en realidad me odia porque yo...?


—Basta—Le detengo con la mano en alto—. Corta la mierda que estás diciéndome, habla con Dorian. Pregúntale si tanto miedo tienes, lo más probable es que ya se haya dado cuenta que lo que te dice es estúpido. Solo... habla con él.


—Tengo miedo de que...


—Si te quisiera dejar—Le interrumpo, con seriedad—, si realmente te quisiera dejar por... no poder darle un hijo, estoy muy segura que lo hubiese hecho hace mucho tiempo y no ahora, no con planes de adoptar.


 


Me sostiene con sus ojos los míos, yo solo sonrío tranquila para que vea la verdad. Suspira, resignada y derrotada, porque sabe que tengo razón, razón sobre todo como siempre.


 


—Gracias...


—Y déjate de llorar—Me levanto del sofá—. Y me voy, porque Eli ya debe de haber despertado de su siesta y no me gusta dejarla sola mucho rato.


 


Rueda sus ojos y forma una graciosa sonrisa.


 


—Ay, si no puede dejar sola a la princesa.


—Obvio que no—Le aseguro sobre actuando y guiñando mi ojo, con camino a la puerta—. Soy su príncipe azul, después de todo.


—Aun que todavía no lo sepa.


— ¡Exacto!


 


°/°/°/°


 


Bostezo por undécima vez en el día, próxima a la hora de cierre. La hora alta ya había pasado, gracias al cielo, y ahora servimos a los últimos clientes que van entrando. Wanda se encuentra sola, Mauricio se tuvo que ir temprano por temas de Universidad, y hoy a mí me toca cierre ¡Yey! Lo que significa que tendré que esperar a Ramona, que le toca cerrar contables esta semana, a que termine con su papeleo para poder irme a casa. Me aburro, porque con eso en mente despacho a Eli temprano, para que no quede esperándome hasta tan tarde, no después de lo que pasó la última vez que la dejé esperando sola.


Wanda se acerca al mesón con un bostezo en reflejo a uno nuevo mío. Estamos exhaustas, ha sido un día bastante movido, además de que estas horas bajas son más lentas y relajadas, lo cual ayuda a crear sueño en el ambiente.


 


— ¿Cómo vas?


—Ugh—Es mi única respuesta.


—Igual aquí.


 


Se recarga con los brazos cruzados sobre el mesón y se echa un segundo, no muy cómoda. Se endereza y da un rápido vistazo por la ventanilla, luego vuelve la atención a mí con una pícara sonrisa.


 


— ¿Cómo te ha ido con Lily?


—Bien—Ignoro el calor de mis mejillas—. ¿Por qué preguntas?


—No sé—Se encoge de hombros—, por hablar de algo un rato.


—... ¿Tienes hermanos?—Pregunto de repente.


—Sí, una maravillosa hermanita menor y un detestable hermano mayor.


—Oh—Sonrío interesada— ¿Eres la del medio?


— ¿No se me nota?


 


Río suavemente, porque no es algo que se puede ver a simple vista, hay gente que puede reconocer el orden de los hermanos, otros quienes asumen quién es mayor y quién menor. Como yo también soy la hija del medio, creo entender un poco a lo que se refiere con la pregunta, de igual modo. Solo hay que verla, seguramente su hermano ha de ser el de la vida arreglada y su hermanita la mimada.


 


—Un poco, si lo pienso bien ahora.


 


Reímos juntas por la respuesta y suspiro, apoyándome a un lado de la caja de la misma forma en la que Wanda se apoya.


 


— ¿Por qué preguntas?


—Curiosidad, además... antes de ayer tuve que consolar a mi hermana y solo pensaba en ello.


— ¿Tienes más hermanos?


—Sí—Asiento, agradecida de que no preguntase sobre lo que pasó—. Somos tres también, un hermano menor, mi hermana mayor y yo.


— ¿También eres la del medio?


— ¿No se me nota?


 


Mi sonrisa burlona y cansada me hace sonar sarcástica, pero Wanda entiende de igual forma y ríe en un suspiro de agotamiento.


 


— ¿Cómo son?—Pregunto con interés.


— ¿Mis hermanos?—Asiento simplemente—. Oh, bueno... Arlet aún es menor, solo tiene once añitos. Es toda una reina...


— ¿Reina?—Le interrumpo, extrañada.


 


Wanda me observa con un disparo serio a los ojos, casi amenazándome: “¿Algún problema con eso?”.


 


—Sí, una Reina—Me enfatiza y remarca—. Si le dices princesa, se ofende—Agrega con una sonrisa—. Es bastante creativa, muy llevada a sus ideas. Es ruda, le enseñé lo mismo que mi hermano me enseñó a mí. Es problemática—Sonríe y se encoge hombros, para no seguir divagando—. Es un dolor en el culo, como cualquier hermano menor supongo.


 


Sonrío tentada de risa, dándole la razón en un gesto suave, Jorge también fue problemático de pequeño, pero por otras razones más que por rudeza e iniciativa.


 


—Neón es...—Levanta la mirada, moviendo los ojos en busca de una palabra, juega con su lengua sobre su labio y hace un ruido de pensativa—. Bueno, supongo que Neón es un buen boxeador, pero también un buen bailarín.


— ¿Baila?


—Ballet, Vals, Tango, Flamenco y Capoeira. Actualmente toma clases de Salsa y su siguiente paso es el Pole Dance.


 


Trato de imaginarme qué clase de hombre ha de ser. Pensaba en Arlet similar a Wanda, pero en pequeño y con cuerpo de una niña sana de 11 años que no ha sido alimentada por hormonas, pero a Neón no puedo emparentarlo con Wanda, no por lo que me cuenta, sino porque no me puedo imaginar a alguien tan delicado como para dedicarse al ballet, refiriéndome a su fluidez y movimientos, y tan rudo como para dedicarse al boxeo emparentado con Wanda, simplemente porque parece más inclinada hacia un solo lado y no hacía ambos, igual como predigo que será la hermana menor.


 


— ¿Y se dedica al Boxeo?


—... No precisamente—Lo piensa mejor—. Es decir, antes sí, pero se cambió a las Artes Marciales Mixtas, solo porque dónde solía entrenar cerró y no quiso seguir dedicándose al boxeo si no era con el entrenador que allí tenía. Como el entrenador cambió de rumbo, Neón lo siguió y ahora compite ahí, además de una que otra competencia de danza. Así se gana la vida, con la cara amoratada y el ritmo en el cuerpo.


— ¿Le va bien?


—Le va mejor que bien, gana más que yo y no tiene ningún título.


— ¿Te da muchos problemas?—Como había dicho, aún pienso en lo sucedido con Nancy.


—... Sí, la verdad es que sí. Arlet es problemática, pero puede con sus problemas, Neón suele divagar y perderse mucho. Soy quien lo puede centrar, ¡Dios! Sin mí, el pobre estaría con alguna crisis emocional tirado en algún callejón.


—Creo... que te comprendo.


 


Guardamos silencio un momento, volviendo a bostezar al mismo tiempo. Nos estiramos, yo con las manos sobre el mesón y Wanda con los brazos hacia el cielo. Pone los brazos tras la nuca y se mueve de lado a lado, la miro por no tener nada mejor que ver, se hace sonar la espalda con sus manos y suspira pesado, como una queja por la hora que no parece avanzar.


 


— ¿Cómo son tus hermanos?


—Ah...


—Oigan—Ramona nos interrumpe—. Ya, dejen de hablar tanto y comiencen el cierre—Nos dice desde la ventanila.


 


Le dirijo una confundida mirada a Wanda, quién solo ríe y se retira a las mesas con clientes, preguntando por si desean algo más o si llevaba la cuenta para poder cerrar. Hago las boletas rápido, cancelan, se retiran y Wanda se adelanta a cerrar la puerta de la entrada.


 


— ¿Te toca cierre?—Me pregunta mientras viene detrás del mesón por los utensilios de limpieza.


Uuuuuuggghhhh—Rezongo—. No me lo recuerdes, por favor.


—Ey, al menos Ramona es más rápida.


—Gracias al cielo.


 


Se retira a limpiar las mesas, moviendo la escoba y el estropajo para limpiar el piso después. Bostezo, espero que sea el último de la noche, y comienzo el proceso de cierre. Se abre la gaveta, para contar las ganancias del día, las que no fueron retiradas en el transcurso del día por el encargado de tesorería de la semana, el proceso de contable es una reverenda pereza. Cuando yo termino de contar, Wanda ha terminado de asear el frente de la cafetería, de modo que es libre de retirarse después de firmar y marcar. Se despide de todos, la veo quitándose su delantal y retirarse por la trastienda de la cocina. Guardo el efectivo en su respectivo sobre, anotando el detalle y manejo la caja para que entregue los documentos del día. Lo que entró y salió de caja, las transacciones con tarjeta, efectivo y otros medios de pago, el informe de detalle y el de contables. Finalizo con el cierre, la caja hace su típico sonido de apagado y reinicio, mientras yo me retiro con todo a la oficina, directo a administración.


Manuel y Antonio suelen irse juntos, Antonio se lleva a Manuel a su casa en auto, por eso siempre lo espera, ayudándolo también a terminar su trabajo para poder retirarse. De forma que, solo somos Ramona y yo actualmente en la tienda. Como me encuentro en la oficina, Ramona apaga las luces del frente de la cafetería, dejando solo una de las luces de la cocina, la cual ilumina lo suficiente, además del paso a la trastienda. Le entrego mis papeles en perfecto orden a Ramona, una vez ella se ubica frente al computador, para luego hacerle entrega del último efectivo del día.


Solo veo cómo anota números, valores, transacciones. Solo noto cómo cuenta papeles y los deja en una hoja de Excel perfectamente ordenados, para luego corroborar que el efectivo que yo conté sea el mismo que ella cuenta, para anotar valores exactos y rogar que no haya perdida de caja por algún descuido, porque además eso me lo descuentan a mí. Luego de unos veinte minutos, sonríe satisfecha y se estira en la silla.


 


—Nos fue bien hoy. Haces un buen trabajo, nunca te falta un peso.


—Me gusta cuidar mi bolsillo tanto como el de los demás.


—Ya, vamos a firmar, marcar e irnos.


 


Asiento y la acompaño hasta la trastienda. Nos quitamos el delantal, Ramona guarda sus cosas y yo voy lento con las mías, después de todo aún debo cerrar. Ramona se echa la mochila al hombro y yo me acomodo mi bolso, porque tiene una hebilla que me suele lastimar el bolso si no lo arreglo bien. Ramona sale a firmar el libro primero, para luego marcar en el reloj-marcador. El reloj toma el tiempo, el libro la responsabilidad de lo que se haya hecho en el día. Salimos juntas y me acompaña hasta la entrada para bajar juntas la cortina metálica.


 


—Gracias—Le digo cuando la hacemos llegar abajo.


—De nada. ¿Lo tienes ya?


—Sí, yo sigo desde aquí. Vete Ramona, sé que estás en temporada de exámenes, te mereces descansar.


 


Me sonríe y se despide con un gesto amistoso, yéndose en dirección contraria a la que yo suelo tomar. Pongo los candados, que pesan más de lo que me gusta admitir, además de que son duros de cerrar, y guardo las llaves en mi bolso.


El transporte hasta el departamento lo tomo a unas cuadras de aquí, pese a que el departamento no queda tan lejos, no me gusta caminar tan tarde y sola por las noches. No temo que me pase algo, pero ciertamente en un área tan céntrica uno nunca sabe, la angustia por algo de valor es demasiado riesgosa como para tomarla. Además, a esta hora no hay tanta congestión de vehículo, lo que hace algo solitaria estas calles, por lo menos hasta la avenida y las calles grandes de más adelante.


Y no suelo ser imprudente, pero...


¿Por qué me pasan estas cosas a mí?


 


°/°/°/°


 


Risas. Risas infantiles. Pequeñas, chillonas. Risas, caras familiares. Risas, una aguda, pero mayor. Somos tres. Tres que reímos, ha sido un buen día. Sí, ha sido un buen día. Un auto, un auto muy familiar. Lo recuerdo, me gusta ese auto. En el asiento de atrás se pueden vivir tantas aventuras, se puede viajar a tantos lugares. Me gusta ese auto, me gustan esas risas. Ha sido un buen día.


Ya es de noche, muy noche. Quiero dormir, todos queremos dormir. Los tres queremos dormir, estamos cansados. Los campos altos ya no se ven, es de noche. Muy de noche, está obscuro. Está muy obscuro, pero las luces del auto iluminan el camino. Dentro del auto está obscuro, pero refleja y se ve. Se puede ver. Puedo ver la cara de alguien, puedo ver la cara de un niño, puedo ver su risa, los espacios de sus dientes faltantes, la cara sucia por el buen día, el cabello revuelto. Puedo ver. Primo...


La ventana del conductor esta algo abajo, hace calor. Está cálido, hace mucha calor. El viento entra por la ventana, me agita el cabello, el cabello largo, el cabello que se me mete en la cara, se me enreda en la sonrisa, se pega a mis dientes. Puedo ver. Puedo ver cabello de mujer, no es el mío. Puedo ver su nuca, su cabello moviéndose por el respaldo del asiento. Puedo ver. Puedo ver que nos observa por el retrovisor. Puedo ver que ríe, que arruga sus ojos en alegría. Puedo ver. Puedo ver que voltea, puedo ver. Puedo ver una luz brillante directo hacia nosotros. Puedo ver. Tía...


Ya no más risas, ya no más ver. El mundo se torna gris, se torna borroso, se torna negro, se torna borroso, se torna de colores brillantes, se torna cristal roto, se torna rojo. El mundo está dado vuelta. El mundo se pierde hasta borrarse y desaparecer, borrarse y desaparecer.


Borrarse y desaparecer...

Notas finales:

Maname: BOOM

Amane: Nohemoshechonadamalo,selosjuramos.

Maname: Ahora es de aquí a otro capítulo.

Amane: Uno más cerca del final.

Maname: Por lo mismo, volvemos a recordar que

Amane: Esta historia se va a re editar en un futuro no muy lejano, esperamos. Cuando eso pase, la historia será eliminada, hasta entonces la conservaremos tal como está.

Maname: Con errores y todo.

Amane: Perdonenos por esos deslices. Hasta la próxima~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).