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Mi cuento de hadas por JuneProductions

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Notas del capitulo:

Amane: AAAAAAAHHHHHHHHH

Maname: AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH

Amane: Re escribimos tantas veces el capítulo, que ¡YA! aquí está. Enjoy, porque parece que es lectura larga.

Inhalo profundo, como si no hubiese respirado en años eternos, llenando mis pulmones de aire hasta sentirlos presionar contra mis costillas, el corazón me palpita de sobresalto, agitado de confusión, lleva la sangre a cada extremidad con un grito de espanto. Soy como una niña aterrada a merced de manos frías que me agarran por todo el cuerpo, que tratan de retenerme e inmovilizarme. Mis gritos se alzan sordos junto a los ajenos, voces que chillan órdenes con furia y desesperación, pero mis ansias de levantarme y huir son más grandes. Mis ojos desorientados se mueven entre cada rostro presente y flashes de vidrios rotos, hilos de sangre y las luces de emergencia. Soy como una niña aterrada...


Me siento pequeña, frágil y terriblemente herida, con el dolor escociendo junto a cada lágrima que escapa, la garganta se me desgarra en cada nuevo grito, me sostienen de las muñecas, pero no es suficiente, me sostienen por los tobillos, pero no es suficiente. Me envuelven el cuerpo, cada extensión que se agita y patalea, pero no es suficiente. Mi cabeza es un caos, no puede diferencias en lo que es ahora y lo que fue antes, no sabe dónde ubicarme y me asusta, me asusto cada vez más. Me siento de siete, tengo ocho, voy a cumplir nueve años, me desconozco completamente.


Me hablan, me gritan, me tranquilizan, me llaman, me quieren despierta, me necesitan consciente, me desean calmada y me pican. Me pica una aguja, mi cuerpo se inmoviliza un segundo, se relaja al siguiente. Mi mente se despeja, mi vista se nubla. Exhalo profundo y lo último que veo son un par de escudos plateados que tiemblan y brillan con el reflejo de la lluvia salada que los moja...


 


 


A las horas de mi grandioso despertar —porque yo no puedo estar inconsciente un par de días y no hacer todo un número dramático al despertar—, luego de que el efecto del sedante comienza a aminorar, mi cabeza lentamente empieza a ser un lío de nuevo, pero me mantengo tranquila. Ordeno mis pensamientos, tuve el tiempo suficiente para analizar toda la situación mientras mi cuerpo circulaba el sedante, desconozco qué fue la escena a la que mi memoria se esforzaba por devolverme, pero espero que mi hermana se haya disculpado por mí con los enfermeros, jamás había visto tanta gente tratando de sujetarme para que me quedara quieta, hasta Nancy ayudaba.


En mi pecho me asfixia un incontrolable deseo de llorar, pero no lo he hecho debido a la sed que me aqueja en estos momentos y estoy sola en el cuarto como para pedir algo de beber. Y sí, que yo no puedo llorar si primero no tengo la garganta húmeda, porque si se aprieta duele y si duele me distrae. En fin.


En estos momentos espero a que vuelva mi hermana, o mi princesa, o la doctora, o algún enfermero, ¡Quien sea! En realidad, no importa. Me siento sola, ahora que por fin estoy más tranquila deseo exigir respuestas y compañía... y un vaso de agua. Se fueron poco después de que el monitor de signos vitales dejó de sonar como loco, el último en dejarme fue un enfermero que revisaba las maquinas suspiro a suspiro, pero yo estaba demasiado adormilada como para hablar. Oh..., me siento muy solita.


Cierro los ojos unos momentos y bostezo largamente, pasando mi lengua pastosa por mi paladar, sintiendo ligero asco de mi estado, pero bueno: Pudo ser peor. Tengo una costilla lesionada, un chichón en la nuca, la cadera seriamente golpeada y la pierna derecha rota, además de heridas y raspones por algunas zonas de mi cuerpo que aún no descubro. Solo sé que tengo el brazo izquierdo vendado y costras en las manos, oh y el labio hinchado también en el lado izquierdo, llevo un rato jugando con la lengua y la herida.


Alguien entra a la habitación y abro solo un ojo para ver quien es, Nancy se acomoda una sonrisa de intranquilidad y se acerca a la cama, no alcanzo a jugar a hacerme la dormida pues con mi hermana nunca resulta, de modo que pestañeo un par de veces y la observo con una mueca que quiere asemejar una sonrisa para tranquilizar su preocupación. No volveré a saltar arrebatada por el horror de tan abrupto despertar.


 


—Ey—Me habla suave—, ¿Cómo sigues?


—Menos anestesiada que antes, gracias.


 


Me acaricia la frente sin quitar su expresión de entrada, pero me observa con más compasión que antes.


 


—No te querías calmar, Daniela, no había otra forma de devolverte a la cama. Era... como si no escucharas y... y si seguías así, podías abrir las heridas en tus costillas o..., no sé. Hacerte más daño en la pierna.


—Ey, ey—Le llamo la atención para que se detuviera y se calmara de nuevo—. Tranquila, yo entiendo. No estoy molesta, Nancy, sería ridículo si lo estuviera.


—Bien... bien.


 


No luce más tranquila después de mi respuesta.


 


— ¿Pasa algo más?


 


Me acomodo en la cama para tratar de incorporarme un poco más, verle mejor la cara, pero el solo movimiento me aqueja la espalda como una corriente de dolor por toda mi columna. Exhalo despacio y me relajo de a poco, Nancy me contempla ante cada movimiento, con los labios tensos de los nervios, atenta a mis gestos de dolor y alzando sus manos en mi dirección por cada vez que chillaba bajo del dolor. Ambas suspiramos cuando me hallo quieta en la cama y nos miramos.


Sus dulces ojos chocolate, enmarcados por el delineador que debió arreglar hace no mucho, lucen profundamente tristes, con la aflicción de palabras no pronunciadas y lo que sea que esté guardando parece golpearme donde mi llanto todavía aguarda a que humedezca mi garganta. Su silencio se vuelve insoportable, pero no parece saber cómo acabar con ello. Deduzco por los repetitivos movimientos de sus labios que aún busca las palabras correctas.


Se aclara la garganta con un carraspeo y tragando algo de saliva, desviando su mirada de la mía.


 


— ¿Recuerdas... algo de que lo que gritabas?


—No...—Respondo como un suspiro, tratando de hacer memoria—..., no. No recuerdo ¿Por qué? ¿Dije algo muy comprometedor? ¿Pasó algo malo?


 


Mi cabeza me comienza a comer con ideas terribles, pues si hay algo que recuerdo es que en la habitación estaba mi pequeña dulce princesa, pero mi hermana pone su mano sobre mi brazo con cuidado y ternura, niega con su cabeza y me dedica una breve pero tranquilizadora sonrisa.


 


—No, tranquila... no es eso.


 


Me da unos suaves golpecitos en el brazo y se inclina a besarme la frente.


 


—Descansa, ¿Sí? Ya es tarde y ya no es hora de visitas. Mañana volveremos para verte, ¿Bueno?


—Sí, pero... oye—La miro confundida y disconforme—, al menos dime qué grité en el alboroto.


 


Me acaricia la mejilla y se despide con un tono suave, no respondiendo para nada mi pregunta, como si estuviese huyendo a la respuesta y yo me quedo aquí, ansiosa por las posibilidades. Le grito para que vuelva, pero parece ignorarme y no vuelve. Me quedo sola de nuevo... y se me olvidó pedir agua.


 


—Nancy... vuelve... tengo sed...


 


°/°/°/°


 


Desorientada y asustada, atada al asiento, la mirada perdida, cada respiro susurrando en mis oídos y cada latido rozando retumbante en mis tímpanos, parecido a una lenta marcha de ofuscación. El cráneo se siente como si me lo comprimieran, ya no reconozco un dolor de otro, ya no sé lo que está entumecido de lo que aún puedo mover. Por mi cabello corre un líquido tibio y viscoso, goteando hacia el techo.


El mundo está al revés...


Creo perder la vista, cada imagen es más borrosa que la anterior, me pesan los parpados y la confusión es parte de cada nervio vivo en mi cuerpo. Si acaso oigo voces, son distantes y no distingo una palabra coherente. La ventana del auto se encuentra sin vidrio, otros están rotos y el cinturón de seguridad junto a mí se encuentra roto. Siento que mis pulmones ya no pueden seguir funcionando, que la vista se ennegrece y que un sueño abrazador asoma desde el fondo de mi consciencia, pero alguien aparece y me habla, me pide que me mantenga despierta y que me va a ayudar...


Me va a ayudar, porque solo yo estoy atrapada y soy la única despierta.


... La única despierta...


 


Y cuando el sueño me suelta, noto lágrimas estancadas colándose de vuelta a mis ojos, las aparto rápidamente con las manos y contemplo el techo a obscuras, con el amanecer tentando en el pasillo. Giro ligeramente la cabeza hacia el monitor, mi ritmo cardíaco se escucha normal, pero siento que el pecho me retumba agitado hasta dolerme la costilla lesionada.


No sé si pueda volver a dormir, me siento mareada de tanto pensamiento atacándome en estos momentos, me punza un costado de la cien y temo por lo real de aquel sueño, dentro de lo que recuerdo. Siento en mi piel el roce de manos ajenas, todavía escucho los vidrios moviéndose y crujiendo bajo los pies de alguien más, se siente tan cercano, tan vívido y, pese a todo eso, no tengo recuerdo alguno de lo que pudo haber sido.


Con ese hilo de pensamientos, logro descansar un poco más, durmiendo por encima del sueño, tan solo reposando mis ojos que escocieron y se hincharon por el llanto con el que había despertado. No fue mucho tiempo, pese a que desconozco la hora en la que desperté, sé que la hora de visita comienza a las nueve de la mañana hasta las doce, luego se repite en la tarde, y Nnancy aparece a primera hora de la mañana. Cuando dijo que vendría, no pensé que sería tan temprano.


 


—Estás despierta.


—Algo así—Respondo a su saludo abriendo lentamente los ojos—. Pensé que vendrías en la tarde.


—No, no. En la tarde no tendré tiempo, pero Dorian vendrá con Lily en la tarde.


—Oh, esas son buenas noticias—Sonrío sin tanto ánimo.


 


Acerca una silla que se encuentra en una esquina de la habitación, la deja junto a la cama y se sienta a mi lado, inclinándose hacia la cama y me hace cariño en el pelo.


 


— ¿Cómo te sientes?


—Como si me hubiese pasado un auto por encima.


 


Me aprieta la nariz con una mueca de enfado.


 


—No es gracioso, Daniela.


—Ya, ya. Perdón—Suspiro una breve risa y conservo la sonrisa—. Pero no me puedes decir que eso no fue lo que me pasó.


—De hecho, sí—Me contradice con una socarrona sonrisa, retomando sus caricias—. Porque la pobre alma arrepentida alcanzó el freno, pero no a tiempo. Te chocó, ciertamente, pero no te pasó por encima.


—Gracias, pasé toda la noche preguntándome qué me había pasado.


 


Hacemos una mueca al unísono por nuestras respuestas tan sarcásticas y luego reímos, cómplices de nuestras personalidades y esa costumbre de molestarnos cada vez que podemos.


Recorre mi brazo con sus dedos y llega a mi mano, tomándola con cuidado. La posa sobre la suya y con la otra me acaricia los nudillos, pasando por los pequeños rasguños y subiendo a mis dedos con raspones. Supongo que puse las manos para amortiguar la caída, como mi padre me enseñó de pequeña, más por inercia que por actuar ante la eventualidad. La analizo, mientras ella sigue acariciando mi mano con ternura, sé que piensa en otra cosa y su serena expresión me oculta algo.


Guardamos silencio de una forma cómoda, no parecemos querer perturbar la paz. Vuelve con sus caricias a mi cara, revolotea con su cariño por mi pómulo, por mi frente, mi nariz y la esquina de mis labios, a veces pasa sus dedos cerca de mis ojos y los sube hasta enredar en el nacimiento de mi cabello. No cruza sus ojos con los míos, solo los deja vagar por dónde pasa con su mano.


 


—Te harán exámenes hoy...


 


Habla tan suave, divagando y separando sus palabras de lo que piensa. Sigue sin mirarme.


 


— ¿Algo que implique agujas?


 


Se le escapa una ligera sonrisa, que se curva solo en un lado de sus labios, suspirando una risa desarmada.


 


—No, solo... escáner, radiografías... ese tipo de cosas.


—Oh, bien. No suena tan terrible.


 


Finalmente me mira y nos quedamos así, con nuestros fijos en la otra. Ladea suavemente la cabeza y muerde su labio inferior.


 


— ¿Te sientes bien?


 


Sus ojos intensos, como chocolate de cien por ciento cacao, me sostienen de una forma distinta, escudriñando hasta mi interior y presionando para que solo la verdad pueda ver la luz. Con fuerza adicional, logro esquivar su profunda búsqueda y me fijo en la bolsa de suero que cuelga junto al monitor. Suspiro mis mentiras y niego con un suave movimiento de cabeza.


 


—No... la verdad es que no—Respondo luego de segundos de silencio—... tuve un extraño sueño cuando estuve inconsciente, tuve otro anoche...


— ¿Sobre qué?—Pregunta interesada e irguiéndose en la silla.


—No estoy segura...—Hablo sincera. Hago otra larga pausa e inhalo para hablar de nuevo—. ¿Recuerdas... aquella vez que terminé en un hospital por un accidente? ¿Cuándo era pequeña? ¿Recuerdas...?


—Sí.


 


Responde tensa y expectante, noto ese cambio en ella, lo puedo ver por el rabillo del ojo. La encaro de forma más directa y endereza la espalda, al tiempo que sus hombros se encuadran. Está nerviosa por algo.


 


— ¿Recuerdas... que me dijeron que fue porque caí del manzano? ¿Recuerdas que me dijeron que me había golpeado fuerte en la cabeza y por eso me dolía tanto?


—Sí...—Suspira con el aliento retenido.


— ¿Fue verdad?


 


Esta vez es mi turno de extraer la verdad, pero su resistencia es más fuerte que la mía. De modo que le tomo de la muñeca con firmeza, para que no pueda rehuir de mi intención, arqueo las cejas y logro una perfecta expresión de tristeza y conflicto.


 


— ¿Fue... verdad?


 


Me sumo puntos por mi voz tiritona, como si fuese a llorar.


 


—N... no


 


Admite, debo decir, con culpa y bajando la cabeza exhalando de forma larga, como si se hubiese quitado un terrible de peso de encima.


 


— ¿Por qué me mintieron?


 


Demando saber, sin soltarle la muñeca. Nancy vuelve a levantar la cabeza para verme, pero nada sale como respuesta, ni siquiera sé si tiene una. Sus ojos danzan de un lado de la habitación a la otra y suspira derrotada.


 


—Según lo que digan los exámenes y... y la Doctora, te diré. ¿Está bien?


 


Asiento con una nueva presión en mi pecho, como si muy en el fondo de mi inconsciente supiera de que se trata, pues incluso derramo un par de lágrimas para el dolor de mi hermana, quien parece acompañar mi misma opinión y se le empañan los ojos. Se acerca a abrazarme y me besa la frente.


 


—Llamaré a los papás hoy, para decirles de tu estado... y..., bueno, volveré más tarde. Me debo ir, ¿Sí?


 


Le dejo ir, liberando su muñeca, aprovecha de tomarme unos momentos la mano, me acaricia los nudillos y me deja, nuevamente con una sonrisa de preocupación.


 


—Nancy...—La llamo, pero esta vez se detiene y voltea a verme—... ¿Estuve en ese accidente?


 


El dolor de la idea me embarga de forma tan repentina, que no controlo más mi llanto. Nancy no me responde, solo me lanza un beso y se retira. Me quedo observando el techo y ambos sueños comienzan a conectarse hasta hacerme doler la cabeza, lo suficiente como para ponerme a dormir un rato más.


 


°/°/°/°


 


Al caer la tarde y rato después de la hora de visita, recuerdo que Nancy me dijo que vendría mi pequeña dulce princesa. No pasaron ni cinco minutos de pensar en ello y aparece junto a Dorian, casi siento que la invoqué de tan solo pensarla. Se lanza a abrazarme, para mi grata sorpresa, pero lo hace con cuidado de sus hijos y el mío. Entre el abrazo, saludo con la mano a Dorian, quien me devuelve el saludo con un movimiento de cabeza y espera a que Eli me suelte, pero sinceramente yo no deseo que me suelte, ojalá me abrazara así para el resto de mi vida.


 


— ¡Ay! ¡Daniela!—Chilla con un tierno tono y una amplía sonrisa— ¡Qué gusto verte bien! No sabes lo preocupada que me tenías, Nancy y Dorian se turnaban para cuidar de mí.


— ¿De verdad?—Pregunto más para Dorian.


 


Dorian abre grande los ojos y cruza los brazos, con una limpia expresión de “Si te dijera lo cierto que es”. Le sonrío agradecida y se acerca a la cama.


 


—Nancy me llamaba cada cinco minutos para preguntar por Lily, no sé quien de las dos me tenía más neurótico.


—Oh, pobrecito.


 


Le hago un burlón puchero y ríe entre dientes. Eli se endereza y aprovecha la silla, que quedó cerca de la cama, para sentarse junto a mí, acercándola más.


 


—Me asustaste tanto cuando despertaste—Habla Eli, llamando mi atención—. Lucías tan aterrada, supongo que jamás te vi así de asustada.


—Y Nancy me dijo que sonabas como niña pequeña—Agrega Dorian—, nunca te vi de pequeña, pero supongo que lo dijo por la forma en que llorabas.


 


Sonrío con chiste asomando por la comisura de mis labios.


 


— ¿Cómo una total desquiciada?


—Oh, no hagas burlas. No fue divertido de ver, tuve tanto miedo de verte sangrar o algo similar—Me confiesa Eli con sus manos sobre su pecho.


 


Estiro mi mano hacia ella con una sonrisa tranquila, Eli me mira antes de tomar mi mano, imitando mi sonrisa con un suspiro. Ciertamente, luce más tranquila ahora que me ve consciente, supongo que es por eso.


 


— ¿Cómo sigues?—Dorian llama mi atención.


 


Ruedo mis ojos en su dirección con una queja entre dientes.


 


—Me han paseado por casi todo el hospital por exámenes. Revisaron el estado de mis lesiones, mis heridas—Levanto mi brazo vendado—. Me pusieron una crema aquí, éste fue un serio raspón—Muevo apenas mi pierna enyesada—. Estaré al menos un mes con el yeso y tengo feos moretones.


— ¿Un mes con yeso? ¿Tú?—Silva con una impresión burlona—. No creo que te logres quedar quieta, ¿Cómo le harás con el trabajo?


—Muletas, supongo. Puedo hablar con Ramona o la jefa y decirles que tendré que estar quieta y sentada en caja. No lo sé.


— ¿No tienes licencia para reposo?


 


Me encojo de hombros y volteo a ver a Eli, quien me aprieta la mano que le había dado con las suyas.


 


— ¿Qué pasa?


—... ¿Tendrás que trabajar en éste estado?—Pregunta con sincera preocupación.


—... No creo—Respondo para calmarla—, supongo que tendré un tiempo de reposo, como dice Dorian. Claro... según lo que digan los exámenes.


 


Me sonríe no muy convencida de mi respuesta, pero no hay mucho que pueda hacer. No puedo estar tantos días sin trabajar, debo hablar con la jefa o con Ramona primero, quizás se apiadan de mí y me dan el mes con algo de paga.


Hablamos un rato más, Dorian saca un lápiz de su bolsillo y me escribe algo en el yeso, se lo ofrece a Eli y esta acepta, escribiendo también algo en mi yeso. Luego de eso Dorian se retira por una llamada, supongo que se trataba de Nancy, y me quedo a solas con mi princesa.


 


— ¿Crees que... vuelvas luego al departamento?


 


Habla temerosa por la respuesta, pero no tengo nada que la pueda dejar tranquila más que mentiras y no creo que mi princesa se merezca eso, solo por no preocuparla más. Ya vivió lo peor.


 


—No estoy segura, mi hermana dijo que para eso eran los exámenes. La Doctora no habla conmigo, deberías preguntarle a Nancy.


—Eso haré.


 


Me queda mirando con su cabeza ligeramente ladeada y suspira con los labios fruncidos. Se levanta de la silla y se acerca a la cama hasta rozar con esta.


 


— ¿Qué sucede?


—Dormir sola no tiene gracia...


 


Me toca el corazón con esas dulces palabras, pero controlo mis gestos. Vuelvo a estirarle mi mano y Eli, al tomarla, la deja sobre su vientre con cuidado.


 


—Los bebés te extrañan también.


 


No sé qué decirle, así que solo la observo. Me distraigo con sus preciosos ojos plateados y su tiernos labios que se curvan en una mueca de tristeza, su expresión me duele tanto. Le tomo la mano, alcanzado uno de sus dedos, llamando su atención con una suave sonrisa.


 


—Ven a acostarte un rato conmigo.


— ¿Qué?


 


Luce confundida por mi propuesta, pero yo solo insisto. No parece muy confiada, pero le prometo que ante cualquier regaño de los enfermeros me culpa a mí, después de todo fue completamente mi idea.


Le hago un lado en la estrecha cama, desde el lado contrario a mi pierna rota y donde tengo conectada la intravenosa. Se tiene que ubicar de costado para caber junto a mí, tenemos cuidado ambas y parte de su vientre queda apoyado en mí, estoy muy segura que una de las criaturitas se encuentra apoyada en mí, pero no me importa, mientras la pueda tener a un lado de mí. Le rodeo con mi brazo y le hago cariño con mi mano en el pelo. Respira con acompasada calma y me ayuda a relajarme a mí.


 


—Tienes razón...—Hablo susurrando.


— ¿Sobre qué?—Me pregunta con el mismo tono.


—Dormir sola no tiene gracia—Respondo viéndola cuánto pudiera, besando su frente aprovechando la posición—. No pude dormir bien anoche, no sin ti abrazándome.


—Tú me abrazas a mí—Me replica con vergüenza.


—Oh, pero eres tu la que me busca entre sueños y se acurruca junto a mí.


 


Se encoge ligeramente, supongo que la he avergonzado con mi acertada respuesta.


Nos quedamos en un cómodo silencio donde yo me dedico a mimarle el cabello, me siento aliviada de verla, ella parece aliviada de verme, pero despierta y respondiendo a lo que me habla, a sus gestos y expresiones. Se acomoda más cerca de mí, me rodea con su brazo, buscando un lugar no magullado para apoyarse. Sonrío ante su consideración y desde mí brota un suave tarareo, al ritmo de “Only you” de Elvis Presley.


Recuerdo esas canciones de la casa de mis padres, mi papá era un afanado por las baladas, a veces, en sus ratos libres, solía tomar a mi madre y bailar, o le cantaba y le dedicaba serenatas con la guitarra, de estas mismas canciones. Con el tiempo aprendí muchas variedades de su colección, a guitarra también. Cuál de los hermanos tenía las canciones más cursis para enseñarme a tocar guitarra. Me gustaba cuando mi padre cantaba a Elvis Presley, su tono de voz eran parecidos, graves y absorbentes, agradables de escuchar ¡Y esos lentos! Siempre ha sido un gusto escuchar a mi padre.


Y mientras divago en aquellos recuerdos, reparando en el tío Edgar y su triste pérdida, mi princesa me distrae con una pregunta que apenas logro entender.


 


— ¿Cómo dices?


— Que ¿Qué es lo que tarareas?—Eli me observa inocente.


—Oh—Asiento con una sonrisa—. “Only you”.


 


Parece no entender a lo que me refiero, de modo que aclaro mi respuesta.


 


—Es una canción de Elvis, a mi padre le gustaba.


—Ah—Asiente breve—... Creo que nunca la he escuchado.


 


Finjo una exagerada expresión de ofensa y me aclaro la garganta de forma sobre actuada. Eli ríe y tras su reacción, procedo a cantar.


 


Only you... can do make all this world seem bright... Only you... can do make the darkness bright.


 


Trato de imitar el tono de mi padre, pero es imposible, lo que sí consigo asemejar aquel sentimiento tan romántico y atractivo que lograba mi padre, pero algo más parecido a mi estilo. Eli se acurruca mientras me oye cantar, acariciando mi mano libre suavemente, tocando apenas con la punta de sus dedos el costado de los míos, me embriago en esa sensación de paz.


 


—Hace tiempo que no te escuchaba cantar.


 


Habla casi en un susurro, como si no quisiera interrumpirme, pero deseando expresar aquel pensamiento. Me detengo después del coro y dejo unos segundos de silencio, enredando un mechón de su cabello en mi dedo.


 


—Bueno..., que tal si, cuando salga, busco mi guitarra y te canto un par de canciones. ¿Suena bien para ti?


— ¿Habrá tiempo? Entre tu trabajo y las fiestas tan cercanas...


—Eli—Interrumpo el hilo de sus pensamientos—, para ti siempre encuentro tiempo. Para todo lo que desees, solo pídemelo.


—No quiero molestarte—Dice con una tierna mueca de incomodidad.


—No me molestas—Le levanto más la cara con mi otra mano, para poder verle bien a los ojos—. Jamás pienses que me molestas, ¿Sí? Si quieres que te cante de nuevo, solo pídemelo. O lo que sea, pídemelo.


 


Sus ojos brillan con la ilusión de mis palabras, muerde su labio inferior sin apartarme sus preciosos ojos grises y yo hago uso de todas mis fuerzas para no besarla, porque la cercanía y su gesto me vuelve loca, pero no hago ni un solo movimiento y la observo con los dientes apretados. Sonríe, sin soltar su labio y siento que está un poco más cerca, no sé si acaso me he inclinado yo, si fue mi mano o se ha movido ella. Sin importar el porqué, la punta de su nariz roza la parte inferior de mis labios y la boca se me seca, con las fantasías enloqueciendo a cada segundo que nos seguimos mirando.


 


— ¡Lily...! Oh...


 


Nos interrumpen, Dorian nos interrumpen, pero pese a la frustración, estoy terriblemente agradecida, porque estuve a un segundo más de cometer una locura de la que probablemente no saldría nada bueno.


Dorian sonríe incómodo, avergonzado y sin saber qué hacer ahora, mirándome inquieto. Le demuestro que no estoy molesta y le sonrío agradecida, con mis mejillas calientes de la vergüenza después de tanta idea alocada.


 


—Dorian, ¿Qué pasa?


— ¡Ah! Cierto—Se acerca a nosotras—, tenemos que irnos, Lily.


—Sí, claro.


 


Mi princesa se trata de incorporar, yo ayudo por un lado y Dorian se apresura en asistirla por el otro lado, ayudándola a bajar de la cama incluso, ya que no se podía mover mucho sin pasarme a llevar a mí.


 


— ¿Y mi hermana?—Pregunto una vez Eli se encuentra fuera de la cama.


—... ¿Nancy?


—Es la única hermana que tengo, Dorian—Respondo con sarcasmo.


 


Dorian aparta la mirada con la mandíbula tensa, no hace falta que me responda.


 


—No... no está. No pudo venir, así que...


—Está bien, está bien—Lo tranquilizo—. Nos vemos mañana.


—Hasta mañana—Se despide Eli con una sonrisa y moviendo su mano.


—Lo lamento—Dice Dorian primero—, hasta mañana—Se despide aún algo nervioso por verse descubierto.


 


Me quedo sola en la habitación y exhalo un agotamiento que no sabía que cargaba, me vuelvo a acomodar en la cama y cierro brevemente los ojos. Comienzo a tararear nuevamente la misma canción de antes y pienso en mi padre, pienso en mis tíos, pienso en el tío Edgar, en la tía Helena y el pequeño primo Leandro. Pienso en el día que me contaron lo que les sucedió, en cómo me extraño no recordarlo, pienso en lo extraño que fue todo aquel tiempo y las veces que el tío Edgar me evitó. Pienso en todo eso, de cuando era pequeña, y pienso... en lo que mi hermana aún no me responde, en mis sueños y como todo comienza a encajar de una forma abrumadora que para mi cabeza está siendo demasiado.


La cabeza me duele, me retumba, la presión aumenta y me pitan los oídos, me duelen los ojos, se me dificulta unos segundos la vista. No sé si es real, pero creo que el cráneo me va a estallar, siento que se ha abierto una herida y corre sangre por un costado de mi cabeza. No sé si es real, porque parece ficción, no sé si es real porque mi cerebro me convence de que tengo ocho, me hace sentir de siete y me convence de que pronto cumpliré nueve. No sé si es real, pero pego un grito para alertar al personal, ya que el monitor aún no parece hacerlo por mí.


Llegan enfermeros, la Doctora que me ha atendido y simplemente no los puedo entender por sobre el dolor que me sobrepasa, es más fuerte que yo y no sé si es ficción o no. No sé si es real o no...


 


°/°/°/°


 


— ¿Tuviste otro episodio anoche?


 


Abro los ojos al reconocer esa suave y odiosa voz que simula ser tan maternal, pero solo es mi hermana. Incluso si tardo en aclarar la vista —después de que ayer me metieron algo para el dolor junto al suero—, sé que es Nancy la que me habla y está junto a la cama, mirándome ligeramente inclinada hacia mí, acariciando mi mejilla. Pese a eso, no puedo negar que por un momento esperaba encontrarme con mi madre.


Bufo un quejido de recién despertada y me estiro dentro de lo que puedo, Nancy aparta su mano y espera a que hable.


 


—Puedo vivir de analgésicos y sedantes, ¿Sabes?—Le sonrío.


—Me niego a tener una hermana drogadicta.


—Gracias al cielo estás aquí para cuidar de mí, no me dejes caer nunca en la tentación.


—Hago lo que puedo.


 


Nos dedicamos una risa que muere en nuestros labios y nos miramos largo rato antes de que Nancy decida sentarse, teniendo que acercar la silla nuevamente.


 


—Daniela, tengo que decirte algo y quiero que me escuches con mucha calma ¿Sí? La Doctora me recomendó que lo hiciera, porque quizás te hará bien y...


—Nancy—Le interrumpo, girando la cabeza para poder verla—, Nancy... ¿Estuve en el accidente?


 


Nancy me observa largamente en silencio, me estudia con su mirada intensa, abrazándome con el chocolate de sus ojos, tensando los labios en una línea fina, con un conflicto interno que me aclara al mover sus ojos hacia los lados. Respira profundo y se acerca un poco más a la cama.


 


—Sí—Suelta en un pesado suspiro—, sí. Sí, Daniela—Comienzan a asomar las lágrimas—. Dios..., Daniela. Estuviste en ese accidente.


 


Se cubre la cara con las manos, presiona entre sus ojos y tiembla por el llanto silencioso, volviendo a una época difícil para todos. Enderezo la cabeza y me quedo observando el techo, con las lágrimas amenazantes al fondo de mis ojos, quemando como el fuego y un dolor que parecía enterrado en el fondo de mi subconsciente.


 


—Y...—Trato de aclarar mi garganta, liberarme del nudo que me impide hablar—... ¿Y por qué nunca me lo dijeron, Nancy?


—Entraste en shock, Daniela. Tuviste una conmoción cerebral, ya habías pasado por mucho y... y cuando despertaste no parecías tener memoria de lo sucedido. Nos dijeron... que lo mejor era que lo dejáramos así, pues podíamos hacerte daño contándote lo sucedido.


— ¿Por eso me mintieron?


 


Nancy llora desconsolada, me toma de la mano y yo aún trato de mantenerme fuerte, no llorar y estar compuesta para escuchar lo que sucedió.


 


—Daniela..., tienes un daño irreparable. Tu memoria a largo plazo se volvió frágil, los recuerdos ya no los retienes como antes y... y el Doctor nos dijo que solo se podría agravar si te hacíamos pasar por un gran estrés—Apoya su frente en mi mano, como recuperando fuerzas, respirando profundo y aún temblando—. Todos acordamos jamás decirte y... evitar estresarte, por esto mismo. Porque podías hacer episodios así... es más...


— ¿Me había pasado antes?—Me adelanto, con una sonrisa tiritona y unas lágrimas escapando por el costado de mis ojos.


 


Nancy asiente y se queda sin más qué decir, mordiendo su labio que tiembla igual que el mío, pero con más fuerza, incontrolable. Trago saliva con horrible pesadez, como si mi garganta se hubiese cerrado para siempre, me quema como el demonio el nudo que se hace al llorar.


 


—... ¿Crees que... no lo recuerde de nuevo?


—No...—Responde suave y sincera—, no. Si fuese así, ya lo hubieras hecho desde la noche que despertaste. Creo que... el choque de ahora te hizo revivir el accidente de antes, no lo sé. Solo sé...—Inhala profundo, exhala despacio—... solo sé que... has hecho todo el escándalo que no pudiste hacer aquella vez, en aquel tiempo.


—Estoy viviendo el episodio completo, ¿Eso dices?


—Algo así...


 


Asiento y me limpio las lágrimas con la mano libre, luego miro a Nancy con renovada curiosidad y confusión.


 


— ¿Y tú por qué demonios lloras? Si la que no recordaba nada y está haciendo atacada ahora soy yo.


 


Nancy ríe entre su llanto, pero ríe en serio, con carcajadas húmedas y una sonrisa ancha.


 


—Porque... recordar aquello y verte ahora así, supongo que me trae de vuelta todos esos sentimientos de angustia de aquella vez. Estuviste cinco días inconsciente, Daniela. ¿No crees que fue chocante para mí también?


 


Me seco el resto de las lágrimas y carraspeo una risa en mi garganta.


 


—Claro que sí, soy tu hermana favorita. Debió ser terrible verme así.


—Eres mi única hermana, Daniela.


—Y que nuestras primas no te escuchen, no vayan a creer que tienes alguna especie de favoritismo.


 


Esta vez no ríe, pero si mantiene su sonrisa y se levanta para abrazarme, me apretuja hasta que me quejo del dolor y se queda apoyada en mí un buen rato.


 


—Lamento haber tenido que ocultártelo todo éste tiempo...


—Está bien..., supongo que entiendo.


 


Nancy se separa de mí y me acomoda el cabello, lo aparta de mi cara y me besa la frente.


 


—Vas a estar bien ahora...


—... Llamaré al tío cuando salga...


—No es necesario, le tomó tiempo, pero ya está mejor respecto al tema.


—No, no... voy a llamar al tío—Repito segura.


 


Nancy suspira resignada, sabe que no puede hacer nada para quitarme la idea de la cabeza.


 


— ¿Crees que...—Temo a mi propia pregunta—... crees que ahora mi memoria mejore?


 


Nancy me observa hasta que su expresión se transforma lentamente en una mueca de pena y compasión, volviendo a sentarse y toma mi mano. Me sostiene con una suya tiernamente y con la otra me acaricia por el torso de la mano al brazo con suavidad, para confortarme supongo.


 


—Te tengo malas noticias, Daniela—Hace esa pausa para prepararme a lo que viene—: Un clavo no saca a otro clavo, solo... lo vuelve peor...


—... ¿Quiere decir que... olvidaré todo algún día?


 


Sus ojos se vuelven odiosamente tiernos y compasivos, casi maternales. No lo soporto, me niego a aceptarlo y giro mi vista hacia el lado contrario, negando con la cabeza y sosteniendo el llanto.


 


—Lo lamento mucho, Daniela...


—Yo también...


 


°/°/°/°


 


Dos días más y finalmente pude salir del hospital, la cuenta va a ser dolorosamente extensa, pero al contar como accidente de trabajo, la cafetería debe hacerse responsable de igual forma de los gastos. Es una cafetería pequeña, no espero que tenga para costear mis días en el hospital, los exámenes y aún tener para la mensualidad de sus trabajadores, pero ya he hablado con Ramona y me dijo que no debo preocuparme, que mi seguro de salud cubre una parte y la cafetería la otra, de modo que no habría problema con el tema monetario.


Por otro lado, efectivamente terminé con muletas, le dije a Ramona que todavía puedo trabajar sentada en la caja, que me costaría atender el mesón, pero ya hemos llegado a un acuerdo. Tendré que trabajar, pero no de forma excesiva y lo que resta de mes no tendré cierre, además de que Dorian se ofreció para ir a buscarme cuando pudiera, lo cual encuentro muy amable de su parte, pese a que estoy segura que Nancy se lo pidió. Creo que se van a turnar entre Dorian, Nancy y mi princesa para ir a buscarme a las salidas, solo para no irme sola de nuevo y no tener ninguna eventualidad más.


Y, finalmente, como había dicho que haría, al llegar a casa llamé a mi tío Edgar. Sentada en el sofá, con la pierna estirada sobre éste y la muleta junto a mí, me dediqué a comunicarme con mi tío, aprovechando que aún era un horario prudente para una llamada. Fue una conversación larga, ciertamente lloré de nuevo, mi tío lloró de nuevo, me confesó que por un tiempo me culpó y me reprochó, sin decirme obviamente, el haber sido la única sobreviviente del accidente, por eso me evitó tanto tiempo, mi respuesta a sus disculpas por aquella reacción de antaño fue perdonarlo de una forma en que nunca lo culpé directamente, porque lo encuentro una respuesta emocional normal. No duró mucho tiempo, era cosa del pasado. Lo que sí sentí es que mi tío cerraba un capítulo de forma definitiva al contarle lo que sucedió aquel día, quizás cuánto tiempo lo estuvo persiguiendo el qué pudo haber pasado para desencadenar semejante accidente.


Debí estar al teléfono al menos cuarenta y cinco minutos, cuando finalmente nos despedimos con mi tío mi princesa aparece del cuarto. Me sonríe como un saludo y yo le comparto el gesto, me entrega un pañuelo para secar las lágrimas y se queda de pie frente a mí.


 


— ¿Te sientes mejor?


—Sí, ahora que hablé con mi tío... supongo que sí.


— ¿Supones?


 


Elevo mi mirada a su extrañada expresión, interrogándome con cada facción de su rostro y la mueca de sus labios. Me detengo a observarla por largo rato, detallando cada parte de su rostro, de su cabello, de su cuello, de sus brazos, de su cuerpo y su vientre, al cual le pongo las manos encima y le rodeo hacia la espalda, abrazándola con una aflicción que no me había golpeado hasta ahora.


 


—Nancy me dijo que... tengo problemas de memoria...


—Oh...


 


No parece tan sorprendida como esperaba, pero no reparo en ello, porque lo único que ocupa mis pensamientos en estos momentos es la probabilidad de que algún día la olvide, que olvide estos días, estos momentos, que la olvide a ellas y sus pequeñas criaturitas. Me come por dentro la posibilidad de olvidar, algún día, que la he amado como en estos momentos lo hago y que, algún día, se convertirá en una completa extraña para mí.


Y ante eso, comienzo a llorar nuevamente, hundiendo mi cara en su dulce vientre, donde uno de los bebés parece moverse al sentirme. Eli me abraza, rodeando mi cabeza con sus brazos y haciéndome cariño en el pelo.


 


—No te quiero olvidar, Eli... no te quiero olvidar...


— ¿Por eso lloras?


 


Levanto apenas mi mirada, empañada de tanto llanto, con los ojos probablemente hinchados y rojos. La veo, con una dulce sonrisa que me asegura eso jamás pasará.


 


—Sí, Eli. Por eso lloro... no quiero... no quiero olvidarte, Eli. Por todos los cielos, no quiero olvidarte, no quiero llegar al día en el que te conviertas en una extraña... Eli, yo...


—Daniela—Me interrumpe firme—, yo no voy a permitir que olvides nada de lo que has hecho por mí.


 


Me aparta las lágrimas, que caen y caen, con sus dulces dedos, pasándolos con ternura por mis pómulos, bajando por mis mejillas como si mi piel fuese delicada, cuidando de cada magulladura posible y los rasguños que tengo por el golpe contra el asfalto.


 


— ¿Cómo estás tan segura...?


 


Caen y caen mis lágrimas, pero ella sigue y sigue apartándolas con sus manos.


 


—Porque no permitiré que mi caballero de brillante armadura olvide todo lo que ha hecho por esta desvalida princesa, sería ingrato de mi parte.


 


Me quedo paralizada y la mirada fija en ella, en esos seguros escudos de plata que porta por ojos, ilusionada con sus palabras, revistiéndome con la plata que de sus ojos sobra y haciendo brillar la coraza que en estos días había perdido, incluso olvidado vestir. Sonrío entre las lágrimas que caen y caen.


 


— ¿Tu caballero de armadura brillante?


—Sí, mi caballero de brillante armadura.


 


Quizás no entiende el peso de sus palabras, quizás no le está dando el significado que yo le estoy dando en estos momentos, pero ¡Santo cielo! Cómo me ilusionan sus palabras, me envuelven en una fantasía rosa, brillante, como de cuento de hadas. Suenan tintineos plateados, el aire huele a metal y chocolate, fundiendo en ella un sentimiento que espero perdure más allá del daño a mi memoria. Ansío, de todo corazón, creer en sus palabras, pensar que jamás olvidaré y la amaré, la amaré para el resto de mi vida, incluso después de olvidar quién demonios soy yo, la amaré.


Y si solo me ve como un caballero, un escudero fiel que a su lado camina, con un anhelo renovado vuelvo a jurarle amor y que ella me amará también. Porque ella es mi princesa y los príncipes pueden vestir armadura de plata también.

Notas finales:

Maname: Tan poco para el final...

Amane: Con un poco de suerte acabaremos esto antes de fin de año, pero no prometo nada.

Maname: Por ahora, eso fue todo. 

Amane: See you next time~ :D Buena vida 


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