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Mi cuento de hadas por JuneProductions

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Notas del capitulo:

Amane: ...

Maname: ...

Amane: Eso, enjoy ~

— ¡Me quiero ir!


 


Wanda alza la voz en un bufido de impaciencia, echada en el mesón y cerca de mí.


Comprendo a la perfección su sentimiento, en realidad todos lo hacemos. Para ser víspera de Navidad, la cafetería se encuentra casi vacía. Y digo “casi” ya que de vez en muchas horas entra alguien a comer algo rápido, o simplemente vienen por el basto menú frío que tenemos para esta temporada de calor. Ha sido un día largo y exhaustivo, Mauricio y Wanda se han mantenido entretenidos jugando mientras limpian, o de viajes a la cocina para sacar conversa a Manuel, Ramona nos habla de repente por la ventanilla y yo... Bueno, yo me encuentro pegada a la silla de la caja, con la pierna aún enyesada, las muletas a un costado y no me puedo mover sin que alguno de los presentes salte en mi ayuda (que no necesito).


Ya pasan de las tres y media de la tarde, la gente está vuelta loca con las compras de última hora, ya sean regalos o la dichosa cena. No me puedo imaginar a mi hermana y a Dorian atrapados en el supermercado, con la horda de gente que hay el día de hoy, sabiendo que Nancy es impaciente. Lo más probable es que ya se haya agarrado con una o dos señoras en el transcurso del día.


La cafetería cierra en horario especial el día de hoy, la tía de Ramona nos ha permitido salir a las siete de la tarde, junto con muchas tiendas y mercados, en otras palabras ¡Será una batalla el transporte público! Yo solo cuento con mi pierna enyesada para dar lástima y así lograr que vengan a por mí.


Mauricio me saca de mis pensamientos al chasquear la lengua y echarse junto a Wanda en el mesón, acomodando el banquillo.


 


—Es un día horriblemente lento, pero prefiero esto a cualquier otro caos.


— ¿Cómo puedes decir eso?—Wanda se incorpora un poco, apoya su cabeza en su mano y el codo en el mesón—. Esto es horrible, yo prefiero el movimiento normal de la cafetería.


—Oh, pero no querrías el movimiento normal de Noche Buena. Es una guerra entre el cliente y el personal, el cliente con el cliente y el personal con los jefes.


 


Mauricio ríe entre dientes ante mi comentario, supongo que él entiende de lo que hablo.


 


—No creo que sea tan así—Wanda voltea un poco hacia mí—. ¿O sí?


—Oh, lo es—Habla Mauricio, incorporándose de la misma forma que lo hizo Wanda—. Una vez, para Noche Buena, trabajé en un supermercado como empaquetador. Si no se peleaban conmigo porque, según ellos, era lento, entonces se peleaban con los cajeros o llamaban a algún jefe por la tontera que fuera. Son fechas volátiles, sinceramente.


 


Maurico asiente con la cabeza para enfatizar lo último dicho, mientras Wanda mantiene una expresión de incredulidad exagerada en su expresivo rostro.


 


—Yo trabajé muchas fechas festivas, pero ciertamente los días previos a Navidad son caóticos—Ahora dirige su expresión hacia mí, con algo de interés mezclado—, sobre todo para el área de Retail. Trabajé de cajera un par de años para una multitienda, de esas de marca internacional. Hay una Noche Buena que nunca olvidaré—Se me forma una risa en los labios y los meseros me miran intrigados—. Ya que insisten.


 


Me acomodé en la silla con cuidado y me incliné hacia ellos, tratando de acercarme a la esquina del mesón que roza con la zona de la caja. Wanda y Mauricio me imitan, como si les fuera a contar alguna clase de secreto.


 


—Me iban a despedir ese mismo mes, ya estaba avisada, de modo que me di una ligera libertad en cuanto a atención. La tienda estaba horriblemente llena, la fila era interminable, se escapaba de nuestras manos el tiempo de atención, era un completo caos y ya era tarde, todos los trabajadores estábamos hartos hasta de la más mínima provocación, hasta los jefes nos parecían insoportables—Suspiro una breve risa y continúo—. Nancy, ¿Se acuerdan de mi hermana? Bueno, Nancy es de paciencia corta y se le ocurrió ir a visitarme con unas compras pendientes, para usar mi descuento. Estaba un par de personas atrás de la que atendía yo, contaba para llegar a mi caja y no a las de al lado, de repente se le coló una señora en la fila.


 


Hice una pausa, porque Mauricio y Wanda comenzaron a reír, trataban de apresurar la historia adivinando lo que hubiese hecho mi hermana. Cada idea era más loca que la anterior, pero no quiere decir que estaban lejos de la realidad. Reí con ellos hasta que me pidieron y me permitieron continuar con la historia.


 


—Bueno, bueno—Dije finalizando mi carcajeo—. Al principio mi hermana no hizo nada, nadie en la fila dijo nada, porque según el conteo de mi hermana, la señora extra le ayudaba a caer en mi caja—Dibujo un paréntesis con mis manos—Y es que sí, mi hermana tenía contado el tiempo de atención, pero no importa—Aparto el dato agitando mi mano y continúo—. La señora anterior, de repente, llama a alguien y la cuela en la fila, fue entonces que mi hermana se enfadó en serio, no solo porque traían demasiadas cosas, sino porque dejarse pasar a llevar dos veces mi hermana no lo soporta...


 


—Oigan.


 


Ramona interrumpe mi relato al llamarnos por la ventanilla, nos sonríe con gracia y desaparece, para luego reaparecer por la puerta que da a la cocina, con Antonio y Manuel tras ella. Wanda y Mauricio se apoyan en los banquillos para inclinarse hacia el frente, como si así fuesen a escuchar mejor a Ramona.


Ramona, mientras nos acomodamos a su al rededor, guarda su celular en el bolsillo de su pantalón y junta sus manos, con una amplia sonrisa decorándole el rostro.


 


—Acabo de hablar con mi tía, le informé respecto a lo aburridos que se encuentran haciendo nada—Sonríe de forma burlona, sacando de todos nosotros una expresión de congoja—. Me dijo que pueden tomar sus ánimos festivos y retirarse.


— ¿Cómo “retirarnos”?—Pregunta Mauricio por todos nosotros.


 


Si bien la tía de Ramona no es conocida por ser una mujer severa, menos una jefa cruel, sabemos que cuando algo no se lleva a cabo como desea puede tomar decisiones muy radicales. Esperemos que no sea el caso.


Ramona ríe ante la pregunta y aplaude dos veces antes de calmarnos.


 


—Son libres por hoy, cerramos al dar las cuatro. Todo limpio y ordenado, Daniela puedes comenzar a cerrar la caja.


 


— ¿Con qué dinero?—Bromeo debido a las pocas ventas del día.


—Con las pelusas y el polvo de hoy—Responde Ramona con burla—. A moverse, cerramos en diez minutos.


 


Antonio y Manuel vuelven a la cocina, seguidos de Ramona. Una vez desaparecen por la cocina, lo primero que escucho es un golpe fuerte y algunos platos rotos (Asumo que son platos), seguido de un “¡Manuel, ten más cuidado!” de Ramona, ya que Antonio no suele hablar mucho. Mauricio se apresura en acudir a la cocina y Wanda me queda mirando.


 


— ¿Qué hizo tu hermana al final?


— ¿Cómo dices?


 


Ya me había enfrascado en la idea de cerrar caja, pero Wanda me sonríe al levantarse, acercándose a la caja.


 


— Tu hermana, en la fila, con la señora—Me enumera para hacer memoria—. ¿Qué hizo?


— ¡Oh!—Río al entender y recordar—. Cuento corto: Se peleo con ambas señoras, las quería echar a patadas de la tienda por irrespetuosas, les gritó una sarta de improperios y ninguna de las dos podían con ella. Al final, las echó casi a patadas, porque llegó el jefe de tienda, el jefe de seguridad y dos guardias a detenerla a ella, con quienes se peleó hasta que echaron a las señoras primero. Dorian llegó para calmarla, al final hizo él las compras, porque mi hermana quedó betada de esa tienda.


 


Wanda carcajea hasta hacer eco en la cafetería, supongo que puede imaginarse a Nancy en aquel escenarios. Al final, entre risas, se retira a ordenar y limpiar algo del frente para que se viera bonito, mientras me dedico a cuadrar la caja y cerrar con los bastos ingresos del día. También llamo a Dorian para que me venga a buscar de ser posible.


Diez minutos después, el frente de la cafetería se encuentra impecable, la cocina limpia y ordenada como nunca antes, la caja cerrada a tiempo. Antonio me recibe el día de hoy, no tarda nada en acabar y nos retiramos todos juntos de la tienda, Ramona cierra y Mauricio le ayuda.


Wanda se va por su cuenta, al despedirse de todos, Mauricio se lleva a Manuel por el lado contrario, Antonio le ofrece acercamiento a Ramona, ya que viven por el mismo lado y es el único de nosotros con auto actualmente. Soy la que se queda sola fuera de la cafetería, incómoda con las muletas y tratando de no apoyar el yeso en el asfalto. Dorian no tarda en llegar, mi hermana amurrada en el asiento del copiloto.


Sonrío, no digo nada al asumir lo que pasó y eventualmente me enteraré, y Dorian me ayuda a subir al auto, con esa nerviosa sonrisa que oculta cada vez que no quiere hacer enojar a mi hermana.


 


°/°/°/°


 


A las nueve y poco de la noche, me encuentro arreglada y lista para ir a la cena que mi hermana ha preparado para esta Noche Buena, solo me queda esperar a mi princesa, quien parece tener problemas con escoger algún atuendo para la noche. Echada, no sentada, echada sobre el sofá aguardo de forma paciente a que salga de la habitación.


 


— ¡No me gusta cómo me veo!


—Eli, te ves bien hasta con un saco de papas. Sal, por favor.


 


Una nueva negativa y bufo de desesperación, porque no me permite entrar a que la ayude, no me permite sacarla de allí, solo a esperar y esperar, como si la noche fuese eterna y mi hermana no fuese de paciencia corta en las festividades.


 


—Eli, por favor. Al menos... al menos deja que te diga si te ves bien o no, ven.


—... No.


— ¡Eli, por toda mi santa familia! ¡Te juro que traeré aquí a mi hermana y no te va a gustar!


 


Tras mi amenaza se queda callada y no escucho ningún refunfuño ni más negativas, solo la perilla de la puerta tentativa a abrirse. Me levanto, pensando en forzar la perilla o abrir la puerta de una patada, pero mi princesa se adelanta y abre la puerta, dejándome en el pequeño pasillo inmóvil y atónita.


Su preciosa pancita ya no se oculta con nada, pero lleva un precioso vestido rosa pastel hecho para ella, cae con gracia hasta sus rodillas, el escote en forma de corazón le sienta de maravilla y el bolero de satin negro que lleva de manga corta le juega divino. No puedo evitar recorrerla con la mirada. Calza unos zapatos negros sencillos, no ajustados y con una rosa fucsia de adorno. Su cabello lo aparta de su cara con un precioso cintillo de flores y brillos, además hace tiempo que no le veía maquillada.


Y recuerdo, de forma inevitable, las primeras veces que la vi, con su porte pequeño y ligero, de ropas ajustadas, contextura delgada, de arreglos modestos y sonrisa dulce, tan soñadora, tan princesa. La veo hoy y está algo más hinchada, sus ropas ya no son ajustadas, pero no ha perdido su modestia y su sonrisa, hoy se ve más brillante, más linda, más todo. Y me revuelve todo el amor que contengo por ella.


Le extiendo la mano a su tímida aparición, la hago avanzar un pasos hacia mí y levantar la mirada. Me ve con sus preciosos ojos grises, de brillos plateados, mi escudo y armadura, mi razón y mi princesa. No hay palabras que puedan describir lo que siento cada vez que la veo, ni la forma en que me hace sentir. Le sonrío enamorada y sin disimulos, besándole la frente, cosquilleando en mi nariz ese exquisito aroma a shampú.


 


—Eli, te ves preciosa.


 


Susurro sin separar mis labios de su frente, mientras Eli se sostiene de la chaqueta, atuendo que mi hermana ha escogido especialmente para mí esta noche. Nada muy excesivo, ni muy formal. Un vestido de corte simple, de rayas horizontales de azul y blanco, con una chaqueta de cuero negra y sus zapatos de tacón negro charol.


Eli toma los costados abiertos de la chaqueta y me acerca en un tímido contacto.


 


—No, ya nada me queda bien. El vestido se me ve horrible.


— ¿Me vas a decir, acaso, que te estás sintiendo gorda?


 


Guarda silencio, he dado en el clavo y, yo sé, escucharlo en voz alta le duele, sobre todo al venir de alguien más. Yo solo puedo reír por sus ideas alocadas.


 


—Eli, incluso sin las criaturitas, podrías engordar todos los años y seguirías viéndote bien con todo lo que uses. No importa eso—Le tomo la carita con ambas manos y la observo directo a los ojos—. Incluso si el día de mañana usas talla XXXL, princesa, yo seguiría buscándote vestidos y ropa que te gusta, porque te verías hermosamente bien y a ti todo te queda maravilloso.


—... No...


—Sí—Junto mi nariz a la suya para que no me aparte la mirada—. Sí y mil veces sí. Sobre todo ahora, que luces un par de criaturitas con total hermosura.


 


Le tomo la mano cuando sus ojos brillan más confiados, sonriendo encantada y con gracia, y la llevo fuera del departamento de una vez por todas.


 


—Vamos, Nancy nos va a matar si seguimos tardando.


 


Ríe mientras la llevo de la mano hasta el ascensor, bajando al piso del departamento de mi hermana. Llamo a la puerta al llegar, sin soltar aún la mano de mi princesa, y nos recibe Nancy que, al vernos, pone sus manos en la cadera y nos dirige una expresión de fastidio.


 


—Vaya, hasta que llegan. Ya pensaba yo que tendría que ir a sacarlas a rastras del departamento.


—O..., pudiste subir con la comida—Le digo con una sonrisa.


 


Nancy se hace a un lado para dejarnos pasar, primero dejo entrar a mi princesa y yo tras ella.


 


—No me voy a pasear con la cena de un piso al otro, Daniela—Me responde al cerrar la puerta—. ¿Y las muletas?


— ¿Cuáles muletas?—Me hago la desentendida, mi hermana prefiere no discutir ese punto.


 


Dorian se encuentra arreglando la mesa, esta vez porta una sonrisa de diversión. Eli desaparece por la cocina con Nancy, de modo que me acerco a Dorian a averiguar qué le produce tanta risa, ayudándolo a terminar con la presentación de la mesa.


 


— ¿Crees que sea así cuando tengamos a nuestro hijo?—Pregunta apenas me acerco.


 


Volteo a la cocina, luego de nuevo a Dorian y sonrío de la misma forma que él, cómplices del chiste.


 


—Claro que sí, no creo que cambie—Me encojo de hombros—, pero supongo que al menos será divertido. Ya sabes, cuando esté más grande el hijo.


—Oh—Se cubre la boca con la mano, para aguantar la risa—, va a ser una divertida etapa.


—Va a ser una divertida vida de padres, supongo.


 


Se encoge de hombros y termina de acomodar las copas con las servilletas, esas de diseño navideño.


 


—Me han contado muchas cosas, yo solo sé que es nuestro primer hijo y no sé qué esperar de esto.


— ¿Asustado?—Pregunto de curiosa.


 


Pone ambas manos sobre la mesa, cargándose en esta, y aprieta los labios junto a un sonoro suspiro nasal, meditando mi pregunta antes de verme.


 


—No, ansioso quizás, pero no asustado... Más bien, estoy eufórico. Tanto que no sé qué sentir, además de confundido.


 


Pongo mi mano en su hombro y le sonrío de forma reconfortante.


 


—Es normal.


 


Es toda mi respuesta, pero de alguna forma me sonríe tranquilo, aún cómplice. Quizás compartimos el sentimiento sin saberlo, quizás solo necesitaba escuchar que lo que siente es completamente normal. No saber qué sentir cuando deberías sentir algo es completamente normal.


Nancy vuelve con Eli tomada de un brazo, de forma sutil y normal, mientras su otra mano está en su espalda, supongo que esa es la forma amable que tiene mi hermana para mandar a mi princesa a sentarse. Me siento junto a Eli y Dorian se va a la cocina con Nancy, quien comienza a servir y Dorian es quien nos trae los platos.


Para la cena de hoy, Nancy ha preparado Suprema de Ave rellena, noto el queso crema mezclado con algo más y Dorian, tras dejar el plato frente a mi princesa y ver mi cara, me dirige esa expresión de ojos abiertos y cejas levantadas con las que siempre nos comunicamos: “No te conviene”, sinceramente tiene razón. Mejor no discuto, me como el pollo del al rededor y me sirvo de los acompañamientos sin rechistar, al igual que las fechas, mi hermana es algo volátil.


La velada es maravillosa, Nancy de todos modos me regañó por mañosear la cena, pero el resto transcurre de forma normal, tranquila y divertida. Mi pequeña dulce princesa se desenvuelve como si hubiera estado con nosotros desde hace muchísimo tiempo, aunque estos meses han pasado cosas suficientes como para sentirse así. Veo a Eli reír hasta las lágrimas con Dorian y su relato del agitado día junto a Nancy, la observo disfrutar y me llena de gusto verla así de contenta, después de todo lo que ha pasado, después de todo lo que le ha pasado, después de todo lo que hemos vivido, me hace feliz verla feliz.


Y deseo que pueda seguir así por mucho, mucho tiempo.


 


°/°/°/°


 


Para Navidad tengo libre, debido que es feriado legal, de forma que no me preocupo en estos momentos por la hora de dormir. Los pequeños del departamento se han ido a dormir uno por uno, lo sé porque ya casi no se escucha ruido en el área verde del edificio. No voy a negar que vengo ligeramente embriagada, entre la cena y el intercambio de regalos, con Nancy bebimos bastante, o bien un poco más de lo usual entre vino y alguno que otro trago combinado, no sé qué guardaba, pero sí siento cómo me golpea.


Risueña como ebria, voy con una pierna enyesada y sin muletas camino al departamento, mientras Eli ríe y trata de guiarme lo mejor que puede tras dejar el ascensor. Deben ser pasado las dos de la noche, ni siquiera yo me entiendo lo que voy hablando, entre mis propios carcajeos y el arrastre de mi lengua, Eli me contesta de forma más coherente. Dorian no ayudó a Eli simplemente porque tenía que encargarse de mi hermana, quien se puso jugosa y me quería desafiar a algunos juegos solo para seguir bebiendo.


 


—Ya, Daniela. Deja de pisar tanto con el yeso, por favor, y sostente.


 


Me pone las manos contra la pared y se encarga de abrir la puerta, antes de que me mueva me toma nuevamente, me mete al departamento, me deja en el sofá y se devuelve para cerrar la puerta.


 


—No estoy tan ebria, mi hermana estaba peor.


 


Trato de no arrastrar tanto la lengua, pero la risa de Eli me da a entender que no lo logro tan bien. Enciende la luz del living-comedor y se acerca, tomándome de las manos.


 


—Vamos, a la cama.


— ¡Oh!—La empujo hacia mí—. Mmm, pero si aún es tan temprano. No quiero dormir aún.


—No, Daniela. Vamos a dormir.


 


La retengo en mis brazos, Eli trata de levantarse pero la aprieto un poco más, se acomoda en el sofa y suspira derrotada.


 


—Te tocaría la guitarra, para cantarte algo, pero sé que estoy lo suficientemente ebria como para no dar con una nota correcta.


—Ah, entonces lo admites.


 


La miro y porta una sonrisa orgullosa y burlona, pretendo sentirme ofendida y luego río, acomodándola en mi pecho.


 


— ¿Tienes sueño?


—Hace algo de tiempo que no nos quedamos hasta tarde—Me da primero como respuesta—, así que sí.


 


Asiento ligeramente con la cabeza, pensativa, más dormida que pensativa. Respiro profundo y siento que mi princesa se acurruca en mí, inhalando profundo contra mi pecho. El adorno de su cabello me cosquillea la nariz y me hundo un espacio atrás de esas flores y brillos, acariciándole el cabello.


 


—Ha sido mi mejor cena de Noche Buena en años...


 


Susurra suave, yo sonrío con ternura.


 


—Me alegra escuchar eso.


 


Me estiro y la suelto, extrañándola con mi acción. Me levanto del sofá y con algo de dificultad llego al equipo de sonido, el cual tiene un CD de hace tiempo, de aquellos que me regaló mi padre antes de partir a la ciudad con mi hermana. Una mezcla de nuestras canciones favoritas, algo lindo debería sonar para finalizar la velada.


Comienza a sonar desde “Fly me to the moon” de Frank Sinatra, lentamente subo el volumen hasta que la bella voz de Sinatra solo resuena entre mis cuatro paredes. Volteo a ver a mi pequeña dulce princesa, quien trata de lucir desconcertada, con un asomo de sonrisa en sus bellos labios. Niega con la cabeza y le extiendo la mano, invitándola a bailar.


 


—Daniela, por tu yeso y los tragos de más, con algo de suerte te mantienes de pie.


—Oh, vamos Eli. Ya mañana nos preocupamos de esto, ven y baila un rato conmigo.


 


Parece pensarlo un poco, pero tras un suave carcajeo se levanta, tomando mi mano. La canción avanza independiente del tiempo que se haya tomado para decidir, pero eso no me importa. Tarareo desde donde va la canción, la atraigo hacia mí en un coqueto movimiento, apoyo mi peso en mi pierna sana, Eli vuelve a reír y deja su mano en mi hombro, la otra tomada a la mía y la rodeo, dulcemente por la cintura.


No nos lucimos en cuanto al baile, solo danzamos movimientos de un lado al otro, con nuestros pies siguiendo un poco del ritmo de la canción, ambas con el cuidado de no apoyarme mucho en mi yeso. Si la Doctora viera lo que estoy haciendo, me subiría y me bajaría a regaños junto a mi hermana.


Al terminar, inmediatamente después suena “Killing me softly”, también de Frank Sinatra. Eli suspira un recuerdo nostálgico y una sonrisa que evoca el pasado, se deja caer con el rostro en mi pecho y me abraza, con ambos brazos, por la cintura. Si la conozco tanto como creo hacerlo, debe ser un recuerdo de su padre, los únicos por los que se pone en aquel estado. Nuestros meneos se vuelven más suaves y nos mantenemos más abrazadas que bailando, disfrutando de la canción. Así, por todo lo que dure.


Al final, y al inicio de la siguiente, levanta la mirada con una sonrisa llorosa, de esas que brillan por la presencia de las lágrimas, pero no es tristeza, pero pena hay. Le acaricio las mejillas húmedas y le beso cada una. Vuelve a tomarme la mano, la otra en mi hombro y comenzamos a movernos, esta vez al ritmo de “The way you look tonight”, de Sinatra.


Se me escapa una risa por la coincidencia, por los gustos añejos de mi padre, esos que nunca pasan de moda, se me pinta una sonrisa y trato de animar la danza.


 


—Daniela, tu pierna.


—Ya está rota, princesa. Peor no puede ser.


 


Suspira un bufido que camufla la risa, tratando de verse molesta por mi comentario, pero seguimos bailando. Danzamos por el alrededor del living, por la extensión de la alfombra, rozamos con algunos muebles y la hago girar en algunos puntos. Y así nos mantenemos contentas, nos mantenemos danzando, nos mantenemos disfrutando y todo me parece mágico, perfecto, de la forma que debería ser cada día del resto de nuestros días.


Seguimos con “Suspicious Minds”, de Elvis Presley, las que mejor me sé. Presiento que nos bailaremos el disco completo, que debe tener al menos 12 ó 13 canciones ahí, no por nada mi padre me regaló tres discos. Eli tararea algunas partes de la canción, yo canto otras y seguimos bailando bien juntas.


 


—Ah, esta sí la conoces.


—Algo, no mucho, pero sí—Me responde con ese gesto de inseguridad en sus ojos.


 


Lo hace cuando se siente ignorante ante algún tema, pero sabe algunas cosas, negándose a demostrarlo. Yo solo carcajeo suave y la muevo a pasos largos y giros continuos.


“Always on my mind” nos pilla algo desprevenidas y es mi turno de sonreír más nostálgica. Eli me observa concentrada, siento como su plateada mirada me escudriña cada parte de mi rostro. Yo solo recuerdo a mi padre y sus serenatas a mi madre, o las veces que nos cantaba a nosotros, a mí, a mi hermana, a mi hermano. Era de esas canciones que nos gustaba a ambos, que siempre compartimos y que ahora, escuchándola, no puedo evitar recordarlo con todo el amor presente para mi padre.


Sigue “Come fly with me”, de Sinatra. Los ojos de Eli se iluminan junto a una bella sonrisa y yo me ánimo con ella. Nuestros pasos se producen un poco más, algo más coordinado, algo más real. Incluso pasa por arriba del sofá, da un salto en el que la alcanzo a elevar, pero la vuelta la di con el talón del yeso, no puedo evitar la pérdida de equilibrio y caigo al borde del sofá, con la pierna enyesada estirada y sosteniéndome con la buena. Ambas reímos y Eli me ayuda a incorporarme para continuar.


 


Come fly with me, let’s fly, let’s fly away.


 


Sin quererlo nos has salido al mismo tiempo, reímos nuevamente y seguimos bailando, como si el yeso en mi pierna no existiera, como si casi no lo hubiésemos roto y hubiera terminado peor para mi pierna.


Incluso en mi ligera embriaguez, siento su emoción, su alegría y me contagio de ello. Nos hemos olvidado incluso de la hora.


“Burning Love” de Presley suena después y todo mi interior llama a que ahora es mía, mientras Eli hace ligeras mueca de reconocer la canción, pero no estando segura.


Quizás sea los tragos de más, pero la pierna no me duele, el yeso no me pesa, me siento tan ligera como siento a mi pequeña dulce princesa, bailando a un ritmo más de rock ‘n roll con esta canción. La abrazo por la espalda y la dejo ir en un par de vueltas, no soltando su manos, parecemos entendernos mejor que nunca y, cuando vuelve a juntarse a mí, de espaldas y rodeada por mis brazos


 


'Cause your kisses lift me higher—Una de mis manos baja a su cintura y la hago moverse de lado a lado—Like the sweet song of a choir—Le canto al oído—You light my morning sky, with burning love.


 


Quizás el alcohol comienza a hacer un efecto raro, tal vez finalmente he llegado a un límite en cuanto a esconder todo mi amor, pero la dejo ir en otra vuelta en la que ella ríe y yo... yo solo pienso en besarla, besarla hasta que asfixie, besarla hasta que queme, besarla en su sonrisa, en sus gestos, en su piel. Abrazarla y besarla hasta hartarnos. Y cuando todas esas ideas asaltan mi cabeza, el ritmo, la música, la canción, la letra y hasta el ambiente cambian.


“Can’t help falling in love with you” suena al ritmo suave de la traición, exponiendo mis sentimientos mejor guardados.


Eli se vuelve a acercar y a mí me arde el pecho de amor y pasión, su cuerpo se pega de frente al mío, su vientre se apoya con delicadeza en mí, su mano vuelve a mi hombro, su otra mano a la mía y la sostengo por la cintura. Le acomodo el cabello que se le escapa a la cara, soltándose de su arreglo de brillos y flores, la observo con intensidad y no la dejo ir


¿Cómo es posible que una canción de 3 minutos pueda exponerme de esa forma? Incluso si no se ha dado cuenta, mis labios ruegan por los suyos y, sin evitarlo realmente, dejo a mi voz ir con la letra.


 


Like a river flows surely to the sea, darling so it goes—Canto suave, con un pequeño miedo a la verdad escapándose de mis labios—, some things are meant to be—Inhalo suave por la boca, me acerco y lo tengo bien claro—. Take my hand, take my whole life too—Junto mi frente a la suya, Eli solo me observa sin mucha reacción—. For I can't help falling in love with you—La observo directo a los ojos y mi nariz toca la suya, nuestros labios casi se rozan y yo me agito—. For I... can't help... falling in love... with... you...


 


No sé lo que sigue, poco me importa. La beso, con un revoltijo de nervios en mi estomago y el alcohol de horas antes, no me detiene y yo tampoco lo hago. Comienzo con un roce simple, un ligero choque de labios con el que le doy tiempo de correr, de golpearme, de empujarme, pero no... nada de eso pasa. Debe estar paralizada, pero sus labios son suaves, dulces como los imaginé y tienen un sabor a cereza y labial. El pecho me oprime y el corazón me late como loco, no puedo evitar llorar por la turbulencia de sensaciones.


Le tomo su hermosa carita, mis manos cubren sus mejillas y mis dedos se escapan en dirección a su nuca, deslizándose suavemente hasta enredarse en su cabello corto. Presiono con más pasión a su boca, pero trato de contenerme. El coro de “My Way” de Sinatra me asalta por un momento los sentidos, devolviéndome dos segundos de lucidez y reacciono... a que mi pequeña dulce princesa no lo ha hecho aún, que me he dejado llevar y la he besado sin percatarme de ella, de cómo se siente y cómo se lo ha tomado.


Con miedo, con mucho miedo, me aparto lentamente de ella, abandonando esa preciosa boca que hace tanto deseaba, como fruto prohibido. Trago saliva para aliviar mi garganta y la observo. Eli se ve atónita, en blanco y con los ojos abiertos hasta exponer la plata líquida de sus ojos, que comienzan a llorar y no sé bien por qué. ¿La habré hecho enfadar? ¿No le gustó? ¿Me odia? ¿Lo arruiné para siempre? ¿Me aborrece como persona? Soy de lo peor...


 


—... Eli...


 


La llamo con un susurro lleno de temor y voz tiritona, acariciando con mi pulgar su mejilla. Eli reacciona como cachorro en pánico, me aparta la mano y siento que se ha puesto más pálida, que tiembla y sus ojos solo parecen abrirse más. Me hago un paso hacia atrás y aparto mis manos de ella.


 


—Oye, Eli... yo...


 


Y al escucharme me mira en estado de alerta, no dice nada y corre a la habitación. No puedo correr tras ella, pero la sigo. Cierra la puerta de golpe y le pone seguro antes de siquiera tocarla. Me desplomo frente a la puerta y sé, por todos los cielos sé, que lo he arruinado para siempre.


Vuelvo al comedor, apago el equipo justo cuando sonaba “When a man loves a woman”, de Percy Sledge. Suspiré frustrada, resignada, enrabiada conmigo misma y con unas terribles ganas que no oculté para nada. Apagué la luz del living-comedor y me recuerdo en el sofá, dejando la pierna enyesada sobre el brazo del otro extremo. Porque aquí dormiré hoy, porque esto me merezco por apresurada, por no pensar bien las cosas...


Soy de lo peor...


 


°/°/°/°


 


A la mañana siguiente, o bien cuando despierto porque bien poco sé qué hora es, siento un inusual silencio en el departamento. Además de un terrible dolor de espalda, sed y dolor de cabeza por el mal dormir ¡Y ni hablar de mi pierna! Suspiro, bufo y refunfuño mientras me incorporo, aún llevo la ropa de anoche, pero no me molesto en colocarme el zapato.


Me levanto en dirección a la cocina, por un poco de agua. Con el vaso servido en mano me paseo por el departamento, primero el baño y está vacío, la puerta de la habitación está entre abierta y entro con cuidado, lentitud y todavía con miedo latente en mi cabeza...


No hay nadie.


Extrañada, con el terror de la idea subiendo por mi adolorida espalda, me acerco al clóset, que está hecho un desastre por las prisas (temo), la cama deshecha y la falta de un par de maletas. No debo esforzarme, se ha ido.


Me ha dejado.


Después de todos mis deseos, me ha dejado con los hermosos recuerdos en común, con el maravilloso tiempo juntas.


No lo evito y me derrumbo junto al clóset y su cajón abierto, lloro desconsolada, gritando, gritándome mientras golpeo lo que encuentro a mi paso.


Me ha dejado, se ha ido y esta vez sí que es para siempre. Sabía que pasaría y pese a eso nada me detuvo ayer, ¿En qué mierdas estaba pensando?


 


—Es que no pensabas, Daniela—Me hablo entre llantos y lamentos—. Es que tú nunca piensas, Daniela, por la cresta.


 


Me recrimino, me odio, me detesto, me sufro, me lamento, me desquito hasta con mi pierna a medio sanar. Grito hasta que la garganta y la cabeza se siente estallar en cualquier momento. Lloro hasta que el corazón me duele y los pulmones me escuecen.


Se ha ido... y me ha dejado...


Y esta vez para siempre...


No más nuevas oportunidades...


No más nuevas coincidencias...


Lo he arruinado...


Y se ha ido..., santo cielo, se ha ido...


Se ha ido para no verme más, para no volver...


Se ha ido... para siempre...

Notas finales:

Maname: Peeenúltimoooo capitulo, gente :O

Amane: Esperemos que las esperas valgan la pena

Maname: Y nos vemos la siguiente vez.

Amane: Con el último capitulo :'D 


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