Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi cuento de hadas por JuneProductions

[Reviews - 41]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Amane: Eeeeeyyy~~~

Maname: Hemos llegado al fin con el último capitulo de esta dulce historia.

Amane: Mejor tarde, que nunca.

Maname: Y aunque mi hermana ya no hace historias tan melosas como esta, he disfrutado mucho apoyándola a continuar (hasta el hostigamiento) con esta tierna historia.

Amane: Sin más que agregar, hasta el final. Enjoy~

El tiempo sola es devastador y abrumante, donde todas las horas parecen ser iguales, tan aburridas y apagadas, ya no hay un segundo de dicha en el departamento, ni fuera de éste, ni en ninguno otro aspecto de mi vida.


La celebración de Año Nuevo pasó sin pena ni gloria en mi agenda, jamás había dormido tan mal como aquella noche, con frío porque no me dignaba a cerrar las ventanas, sintiendo que con el ruido exterior me sentiría algo más acompañada. Vaya equivocación.


Después de todo el grandioso tiempo junto a Eli ¿Cómo se supone que empiezo de nuevo? Se había convertido en mi mundo, en lo que único que más me importaba, incluso a veces por encima de mí. Fui capaz de cometer locuras por ella, ¿Y ahora? Ahora no tengo nada... a nadie...


Nancy ha estado tratando de animarme con el pasar de los días, pero sus esfuerzos son inútiles, ni quiero ser animada ni mucho menos tengo la energía para intentarlo. El tiempo se me ha convertido en lo mismo, día tras día, una rutina fatal. Los chicos del trabajo también tratan de alegrarme con lo que se les venga en mente, pero ¡Santo cielo! Que no tengo ganas de nada. Por mí... por mí me tiraría en cama el resto de mi vida, reprochándome día y noche mi actitud impulsiva, por mi decisión errónea y mi poco atino a hacer algo por arreglar las cosas.


Y si me preguntan, desconozco rotundamente dónde se encuentra Eli y mucho menos sé cómo se encontrará, pero daría todo por saber e ir hasta ella para rogarle perdón.


Mauricio me ha repetido un par de veces que no tengo reales razones para sentirme así, no teníamos nada formal para lamentarme por su partida, que tenía el derecho a hacerlo cuando estimara conveniente porque no había nada que nos atara realmente. Insiste en que no me debía nada y yo me comporto como si así fuera, desconozco completamente qué le ha pasado a él para hablarme así, pero no comprende el dolor que siento. Nunca se trató de si me debía o no, las locuras que cometí por ella las cometí porque quise, porque la quise, porque la quiero... y lo seguiría haciendo, sin que ella me debiese nada. Tiene razón, estaba en todo su derecho de irse, pero al menos... al menos...


No lo sé.


 


°/°/°/°


 


—Quedarte a escuchar música depresiva y beber hasta perder la consciencia en tus días libres, no te va a llevar a ningún lado.


 


Nancy interrumpe la calma de mi pobre estado decaído abriendo las cortinas del cuarto y las ventanas, supongo que para ventilar mis penas, pero ninguna briza veraniega podrá jamás llevarse mis errores y la culpa. Sigue fastidiando levantando las botellas vacías de cerveza, quien sabe desde cuándo estarán ahí, y trata de sacarme de la cama tirando de las sábanas, empujándome hasta caer al piso.


Rezonga, refunfuña, masculla entre dientes una y otra maldición, mientras procede a botar cada trago consumido que ha quedado tirado por el departamento, dejándome sola en el piso como estropajo viejo. No hago movimiento y sigo mi descanso ahí tirada.


 


—Que el cielo me dé paciencia, Daniela, porque si no fuera ya una mujer mayor te estaría sacando la pena a golpes como antes.


 


Hipo una risa y trato de incorporarme, con mi cuerpo fofo y lánguido por el alcohol que fluye por mis sistemas desde la noche anterior.


 


—Y, como antes—Arrastro ligeramente la lengua para hablar—, te devolvería... todos y... y cada uno de ellos.


 


Se me revuelve el estómago vacío al levantarme, encarando a mi hermana con una posición tambaleante, sintiendo mis piernas dormidas, mis tobillos sin fuerzas, mis brazos débiles y las ganas de vomitar insistiendo en el final de mi boca con un sabor amargo. Apenas la veo entre mi dolor de cabeza y los ojos hinchados del llanto, pero Nancy solo está con las manos en la cadera con una mirada de real fastidio.


 


—Apestas.


 


Contrae la cara al decirlo, arrugando la nariz para enfatizar lo expuesto.


 


—No es tu problema.


—Por el maldito que nos hizo hermanas que sí, lo es.


 


Me pesca del codo con fuerza y me arrastró hasta el baño, me desviste a la fuerza, —aun que en realidad no opuse mucha resistencia—, me mete en la ducha y abre la llave, haciendo que me sentara para estar más a su alcance.


Recuerdo cuando nuestra madre solía hacer lo mismo cada vez que llegaba llorando a casa porque me había caído de algún árbol, o porque me caía de la bicicleta al bajar por la pequeña colina donde nos divertíamos mi primo, mi hermano y yo. Cada vez que llegaba llorando por algo, me metía en la ducha y me quitaba la tierra de encima, las hojas del pelo, el pasto y piedrecillas de las rodillas. Lo hacía con cariño, me sonreía al limpiarme la cara y alejar las lágrimas, el dolor...


Levanto la mirada a Nancy, quien no sonríe como nuestra madre, pero sí veo su preocupación por mí, sino jamás estaría haciendo esto por mí. Al terminar, me envuelve en una toalla y me lleva devuelta a la habitación, dejándome sentada en la cama mientras buscaba ropa para mí. Sin poder evitarlo, lloro porque ya no sé qué más hacer.


 


— ¡Te acabo de bañar!


 


Nancy grita al escucharme, dejando la ropa en la cama, junto a mí, y tomando una esquina de la toalla con la que me envolvió para limpiarme la cara.


 


—Lo sé, lo sé...—Le digo entre sollozos, tratando de evitar seguir llorando—... es que no me lo merezco, nada de lo que haces por mí... Soy la peor hermana de la vida, lo siento tanto...


 


Hace una mueca de ternura y me abraza, envolviendo mi cabeza con sus brazos y apoyando el frente en su seno tan dulce, tan materno. No sé cómo lo hace, sé que nació para ser una madre maravillosa, me siento segura, querida y resguardada en sus brazos, como si no quisiera dejarlos nunca. No me hace sentir menos triste, menos tonta, menos culpable, menos sola, pero sí más acompañada. No me hace sentir menos derrotada, pero sí un poco más dichosa, dichosa de tenerla junto a mí para consolarme cuando la necesito.


Mi llanto no se extiende por mucho, he llorado tanto que creo que me he quedado seca y, a ciencia cierta, el alcohol no es muy hidratante cuando todo lo pierdes en lágrimas que jamás llevarán a algún lado.


Al detenerme, Nancy me ayuda a vestirme, me seca el pelo y me peina, tanto como pueda en mi desastre de nudos por cabellos.


 


—... Eli hizo muchos cambios en ti, ah...


 


Habla suave, con cuidado al nombrarla en mi presencia. Levanto mi mirada, mientras ella aún lucha con mi cabello.


 


— ¿Por qué... lo dices?


—Porque antes, ni aunque te pagaran, te hubieras puesto en tal posición como: una hermana terrible.


—... Supongo—Me encojo de hombros y bajo la mirada a mis rodillas.


—No eres una hermana terrible, Daniela—Me besa la frente al terminar de cepillarme el pelo—... solo..., solo un poco desagradecida a veces.


 


Levanto una esquina de mis labios en una sonrisa apenas formada, porque su comentario sí me hace gracia, por muy chiste o no que lo haya dicho.


Se aparta un paso y juega con el cepillo de pelo en sus manos, mordiendo su labio inferior con una insistencia inquieta y moviendo sus ojos de un lado a otro. Si no la conociera como lo hago, diría que algo le pasa, pero como lo hago tan bien como lo hago, algo me quiere decir y no sabe cómo.


 


—Daniela...


 


Tiene la cura a mi estado deplorable, pero juro que si dice que debería salir más me lanzaré a ella, nos pelearemos hasta rodar a la puerta y la echaré de una patada, pero creo que se viene con algo entre manos.


 


—Nancy, lo que sea... ¡Dime mujer! Que me pones nerviosa a mí cuando te pones nerviosa tú.


 


Dibuja una leve sonrisa y suspira.


 


—Si... si vieras a Lily de nuevo y tuvieras la oportunidad de hablarle, ¿Qué le dirías exactamente?


— ¿Qué sabes?—Me adelante a preguntar, con la ansiedad comenzando a reemplazar el alcohol en mis venas.


—Lo suficiente—Se cruza de brazos, cambiando toda su actitud a una más seria—. Y no quiero que pase de nuevo, ahora responde la pregunta.


 


Lo medito durante largos segundos. Sé que necesito pedirle perdón, pero más allá de eso no tengo muchos discursos para reconciliarnos, además de rogar, llorar y patalear, pero si le digo eso a mi hermana, probablemente falle esta prueba y me deje en mi devastador estado emocional. La congoja me come por un par de minutos, porque Nancy sigue esperando y porque yo no tengo nada para decir.


Finalmente me encojo de hombros, de forma lenta, insegura y acentuando una mueca que denota las pocas palabras que tengo en la cabeza para hablar con Eli.


 


—No... no te sabría decir... con total certeza


—No es una respuesta.


 


Sin descruzar los brazos, me observa con minuciosidad, como si quisiera meterse hasta el fondo de mi cabeza y sacarme las palabras a la fuerza.


 


— ¿P... para qué quieres saber, de todos modos?—Trato de evitar el tema—. No... no tiene caso, de todos modos... no sé...—Bajo la mirada, con un dolor vacío y agotado asomando en mi pecho—... no sé dónde está..., no sé qué le diría además de perdón... no sé qué debería decirle o si seré capaz... no vale la pena pensarlo... no puedo llegar hasta donde está, no más...


 


Me abrazo a mí misma, mis pulgares acarician mis brazos, los cuales repentinamente comenzaron a sentirse fríos, al igual que mi espalda y mi nuca. No tengo más lágrimas por hoy, pero siento que los pulmones me ahogan porque se llenan de agua, estrujándome el corazón con pena y desdicha, sintiendo el abandono de un alma que jamás fue mía, incluso cuando quise creer lo contrario, pero no bastaba con solo convencerme a mí.


Nancy se acerca, sin decirme una sola palabra, pero siento sus suspiros de compasión y ternura. Pasa sus manos por mi cabello, acomoda un mechón tras mi oreja y baja con dulzura por mi mejilla, me aprieta el hombro de forma confortante, baja por mi brazo y deja un pedazo de papel en la mano con la que me envolvía, haciéndome verla con total curiosidad.


Su sonrisa es suave, sus ojos tiernos y su esencia cariñosa. Me acaricia la mejilla con el pulgar y amplia ligeramente su gesto.


 


—Eso solo depende de ti ahora...


 


Murmura acariciando mi frente, junto donde antes había dejado un beso, y se retira del departamento con una excusa barata para con su esposo, dejándome sola y confundida.


Enfatizo una mueca de desentendida con mis labios y aseguro el papel que me dejó en mi mano. Al verlo, resulta que lleva una dirección, un poco lejos, pero una dirección y, bajo esta, una nota: “Esta es tu última oportunidad, ¡No lo arruines!”.


 


—....Maldi-... hija de-...—Mascullo un par de maldiciones más sin terminar y bufo desde la garganta—. ¡Lo supo todo éste tiempo y no me dijo antes!


 


Supongo que... por ser una hermana desagradecida.


 


°/°/°/°


 


Una mano en la mejilla, el codo en el mesón de la caja y con la otra mano giro el papel doblado, el que Nancy me había dado hace unos días... unos cuantos, muchos días atrás.


No soy cobarde, he ido con toda la determinación que pude juntar de mi impulsividad, me he parado frente a la entrada de los departamentos pequeños, reconocí el lugar como los primeros lugares donde Nancy arrendaba cuando vino a la ciudad, comprendí que Nancy había ayudado a mi princesa a irse del departamento y... bueno, pues. Hasta ahí llego, sobre pensando en todas las cosas que podría decirle, buscando valor para llamar al timbre de la entrada y huyendo apenas siento movimiento en el interior.


Y así fue, unas tres veces.


Ahora me pregunto si acaso debería ir una vez más, si acaso será prudente hablarle con todo tan fresco. Me cuestiono cada forma de acercarme con la que mi cabeza me dice hacer lo correcto, rehago las palabras en mi mente una y otra vez, no gustándome nada de lo que a mí viene, cada discurso es más patético que el anterior, cada vez suena más a excusa, cada vez suena más egoísta y no quiero... no quiero que piense, si es que acaso no lo hace ya, que no pienso en lo que ella desea y lo que ella quiera; es injusto pedir perdón, si ni siquiera pregunté la primera vez.


Me aterra tanto el rechazo... de nuevo.


La idea de que me grite, me aleje y me odie, por sobre todas las cosas me aterra pensar que me odiaría... si es que no lo hace ya.


Suspiro hasta agotar mi alma y me dejo acurrucar en la caja, con las manos en la nuca, los brazos escondiendo mi cara y la frente enfriándose por el roce con el mesón. Pesa cada parte de mi cuerpo hasta las células, se ofusca mi interior, aquejando a cada órgano que pueda sentir dolor, mi cerebro recepciona cada dolencia con cansancio, pidiéndome por favor un descanso. Desearía poder dárselo, pero cada segundo despierta no es más que agonía emocional y los tiempos de sueño no es más que descanso interrumpido.


 


—Tierra a Daniela, ¿Hay alguien en casa?


 


Levanto la mirada, saliendo apenas de mi escondite y me encuentro con Wanda y su expresión de despreocupado interés. Vuelvo a suspirar y me enderezo en el asiento.


 


— ¿En qué te ayudo, linda?


 


Dibujo mi mejor sonrisa, sin ánimos ya de aparentar nada. Wanda solo frunce los labios consternada.


 


—Hazme la boleta, por favor.


 


Me entrega la hoja, la tarjeta y le ingreso los datos para hacerle su boleta, no tardo más de un minuto y se la entrego, Wanda me recibe aún con esa expresión en su cara, analizándome con demasiada fijación en cada movimiento que hago.


 


— ¿Te ayudo en algo más?


—...No, no...—Se aleja unos pasos—. Gracias.


 


Vuelvo a suspirar, con menos énfasis en mi estado y más para detonar lo cansada que estoy de toda esta situación en el trabajo, queriendo ser capaz de apurar las horas y volver luego a casa. Entro a la cocina sin siquiera dignarme a ver si acaso venía a alguien por una atención rápida, me dirijo a Ramona y le tomo del brazo para llamar su atención.


 


— ¿Cubreme unos minutos? Necesito ir al baño.


 


Ramona estudia mi expresión de cansancio unos breves segundos antes de asentir, apretando los labios para ahogar cualquier cosa que quisiera decirme, saliendo con dirección al frente de tienda, yo me escabullo hasta la parte trasera, directo al baño.


No es... No es solo que deba encargarme de una necesidad básica como orinar, sino también es una excusa para un tiempo a solas, para huir de esas miradas tan acosadoras, de aquellas palabras muertas en silencio, pero que resuenan por mis oídos como una asfixiante atención innecesaria. ¡Santo cielo! No deseo que estén tan encima de mí, comprendo su preocupación, pero pueden ponerse muy odiosos si lo desean. ¡No es como si fuera a cometer alguna locura por un corazón roto! Después de todo...


Después de todo, así es el amor. A veces triunfa y es maravilloso, meloso, dulce, fantástico, toda una experiencia y otras... y otras veces simplemente las cosas no se dan, fallan y te toca sufrir, llorar, tener ganas de arrancarte el corazón y creer que al menos así... desaparecerá algo del dolor. Porque cada órgano del cuerpo duele por separado y todo junto a la vez, no importa si sacas uno, seguirá estocando como puñaladas de la tragedia en la que te has sumado.


Y mientras eso sea así, necesito estar sola, vivir esta etapa de duelo y culpa por mí misma, no preciso que cuiden de mí como de un perro herido.


Me lavo las manos y prosigo con mi cara, viendo entre una frotada y otra el agua correr, con las cerca del chorro de la llave, donde respiro profundo y lleno las manos de agua, llevándola a mi cara y frotando con mis manos. Así... se llevan las lágrimas. Los ojos los siento cálidos, el agua está frío y sigo, sigo hasta sentir que me puedo detener y empiezo de nuevo. Me dejo ser lamentable unos momentos, inclinándome en el lavabo, volviendo a repetir lo anterior luego. No hay pausas al sentir que callo mi llanto.


Hago sonar la nariz al inhalar, saco toallas de papel y me seco la cara, teniendo cuidado con mis ojos. Menos hinchados, menos rojos, igual de adoloridos, pero se nota menos el estado en el que me puse, con el espejo como mi único testigo. Me armo de valor junto al aire que infla mis pulmones, espero un latido y salgo del baño al exhalar, volviendo a mi puesto de trabajo, esquivando las miradas que se cruzan por la cocina.


Al salir de la cocina, Ramona voltea a verme con los ojos bien abiertos y una exclamación ahogada en la garganta, enfatizo mi extrañeza con un juego de mis cejas y niega con la cabeza, con las palabras selladas por sus labios arrugados como trompa y sus mejillas ligeramente infladas, retirándose de vuelta a la cocina. Mi confusión aumenta, pero lo dejo ir con un suspiro y me acomodo en la silla.


Y me trataran de loca, pero estoy segura que Wanda y Mauricio me quemaban con sus miradas fijas, con sus ojos igual de abiertos como Ramona y los labios tensos. Al voltear a verlos me evitaban, se ponían nerviosos y sus ojos bailaban entre ellos y algún lado de la cafetería. Mi expresión de confusión aumenta hasta ser un claro “¿Qué...?”.


Me estiro en la silla y levanto el mentón, abriendo bien los ojos para observar mejor, parezco Suricata tratando de captar el total del frente de la cafetería, en busca de aquello que no mencionan, pero claramente los trae inquietos. No tardo mucho, pues le reconozco incluso de espaldas. Mis ojos se fijan en su cabello corto, liso, castaño y tan brillante, lustroso como siempre. ¡Casi siento su aroma a shampú llegar hasta donde estoy yo! Me trae vuelta loca y mi corazón lo sabe, revolucionándose en fuertes latidos de un segundo al otro, golpeándome con el primero de la sorpresa.


Siento que el tiempo se me detiene, que la mente se me pone en blanco y, como siempre, reacciono por un impulso de idiotez que no logro detener. La tensión que se libera en mí es tan fuerte, no puedo evitar lagrimear un poco, solo por volver a verla, saberla tan cerca. No mentiré, el pánico me invade a igual medida que la emoción, tanto que no sé por qué demonios me retumba el corazón, agarrando mi cabeza en su revoltosa expresión. Siento que doy vueltas al levantarme y que el camino hasta la mesa donde se encuentra es eterno, que cada paso me aleja en vez de acercarme, pero... al mismo tiempo, se hace tan corto.


Me quedo tras ella con la garganta apretada y las manos temblorosas, observándola con pánico, además de tener la respiración atorada por el nudo que me atraganta. Separo mis labios, pero la voz no me surge, mas mis músculos son más rápidos, pese a estar tan tiritones. Le toco el hombro con delicadeza y su nombre surge como aullido a la luna.


 


Eli...sabeth...


 


Se tensa ante mi roce y la cuchara con la que comía pastel cae, chocando contra el plato y rebotando en la mesa, haciendo más ruido del que debería. Voltea de forma abrupta, como si fuese su madre que le ha pillado cometiendo pecado contra la moral, me mira con sus ojos hermosos abiertos como platos, el trozo de pastel dejando rastro en sus labios, sus mejillas llenas y la boca tensa, como el aire que se impone entre nosotras, ahogándome más.


 


—Daniela—Traga lo que tenía en la boca y se endereza—..., Daniela, pensé... pensé que no estarías... no te vi cuando... yo...


 


Dibujo una amarga y rota sonrisa.


 


— ¿Me... me estabas evitando?


 


Puedo sentirlo, desde la cocina hasta el frente, todos estaban mirándonos.


 


—No... no, o... o bueno sí—Baja la mirada y junta las manos incómoda—..., algo, algo así.


—Si... te desagrado tanto—Me duele solo decirlo—... puedo renunciar, para que puedas seguir comiendo pastel aquí... sé... sé que te gustan mucho.


— ¡No!—Se apresura a decir, levantándose de un salto—. No tienes que renunciar por mí, Daniela... yo no... no...


 


Mis esperanzas se albergaron en que su negación fuera por otra cosa, pero me equivoqué (Qué novedad).


Se que me habla, pero no la escucho del todo. Balbucea excusas para su respuesta, el porqué solo venía en mis días libres, pero yo solo soy capaz de notar cómo juega con sus manos, señal de su incomodidad en aumento y el cohíbo, seguramente porque no esperaba encontrarme allí. No ahora, no así.


Suspiro, centrada en no llorar, no frente a ella, y me acerco a tomarle las manos, porque me desespera que se ha puesto así por mí. Inhalo profundo, con un dolor insufrible en mis cuerdas vocales, las que se tensan impidiéndome expresarme con claridad.


 


—Eli..., perdóname...—Le pido con la voz llorosa—. Lo siento... tanto, por... por ponerte en esta situación.


 


Junto sus manos y los llevo hasta mis labios, depositando un casto beso sobre sus dedos, con una traicionera lágrima escapándose veloz por mi mejilla. La sonrisa me tiembla y la vista se me nubla cuando la miro, con sus manos aún bien cerquita de mí.


 


—Jamás quise incomodarte... o hacerte sentir mal, o lo que sea que hayas sentido—Trago saliva con tanta dificultad como si estuviera tragando una piedra—. He querido... hablarte, no para que me perdones por lo que te hice, porque no me lo merezco..., pero sí para saber cómo estás. No hay nada que me importe más... en éste mundo... que saber si estás bien o no.


 


Eli me observa con desconcierto en toda su expresión, las cejas fruncidas en confusión y los ojos fijos, pasmada por mi repentina actitud. Si no esperaba encontrarme, mucho menos esperaba que yo le dijera algo.


 


—Daniela...


 


Calla durante, lo que yo siento, tanto rato que me desespera.


 


—Dime, Eli—Le hablo con los labios temblando por la traición de mis lagrimales—... dime, por favor, si acaso estás bien, si te encuentras mejor ahora... que no te falta nada, que estás... bien...


 


Separa sus labios y los mueve como pez fuera del agua, no sale una palabra, ni un sonido, pero su expresión lentamente cambia a una que me asusta.


Veo cada cambio como una secuencia fotográfica. Sus cejas se fruncen, se arquean y se juntan al tiempo que arruga su nariz, contrayendo los músculos de su cara y apretando los dientes, quejándose entre estos como una expresión de dolor imposible de imaginar, pero muriendo como un suspiro con el que trata de mantener el control de su cuerpo a raya. Se tambalea hacia atrás y la ayudo a sentarse, soportando el dolor de su mano estrujando la mía.


 


—Llama a una ambulancia.


 


Me ordena apenas relajando su cara.


 


— ¿P... Por qué? ¿Te sientes mal?


 


Me mira con la flama del infierno naciendo en el plata de sus ojos, forjando una espada con la que pensaba descuartizarme si no hacía lo que su palabra dictaba. Fue que sentí un goteo y al bajar la mirada, ver a Eli y sus ojos de nuevo comprendo. Yo enmudezco y palidezco, mientras ella me pide que me apresure.


Yo en pánico y ella en completa calma.


El grito de espanto lo di yo, también.


 


°/°/°/°


 


La ambulancia tarda tanto en llegar y tanto en ir, que Antonio se ofreció amablemente en traernos de urgencia al hospital, en el cual yo no tenía la menor idea que Eli tenía un plan para el momento del parto. Yo estaba hecha un manojo de nervios, Ramona me excuso para ir con ella y acompañarla, Antonio tuvo que regresar tras ser atendidas en urgencia por los enfermeros.


Estoy en la sala de espera desde hace unas muchas horas, Nancy me ha venido a ver y para preguntar por Eli, tras explicarle que no me dejan verla todavía y aún estaba en trabajo de parto, se quedó conmigo para charlar, calmarme, regañarme, aconsejarme y comprarme un café para sobrevivir la noche. Cuando llegamos eran caso las seis de la tarde, ahora pasan de las once de la noche. ¿Cuánto tarda una mujer en dar a luz a una criatura? ¿Cuánto puede tardar en dar a luz a dos?


Los nervios me terminarán comiendo si no me calmo, pero nadie me dice nada sobre el estado de mi pequeña dulce princesa, la guata ya se me revuelve en dos vasos más de café que tomé cuando me quedé sola. Me entretengo con el celular y uso la red wifi del hospital para investigar del tema, cosa que debí hacer hace meses atrás, además de conversar con la recepcionista del área de maternidad, preguntándole cada inquietud que me da internet. ¡Gracias a Dios no soy su primera persona neurótica! Me cuenta que, por mi desconocimiento ante el tema, todo lo que siento es normal y me relata uno que otro anécdota gracioso que ha vivido trabajando en maternidad.


Sin darme cuenta, tras horas de conversación donde mi ansiedad se ve calmada por la enfermera recepcionista, pasan de las tres de la mañana. Me sorprende seguir despierta, pero si soy sincera, siento mi corazón dar botes de pánico.


Finalmente, ¡Finalmente! Sale una médico, la que recibió a mi princesa tras pasar urgencias. La matrona busca por la sala de espera y yo me pongo tensa, firme y expectante.


 


— ¿Daniela?


—Sí, sí. Yo—Me acerco con prisa, despidiéndome de la enfermera—. Dígame.


 


Me observa de arriba abajo y me sonríe, tranquilizándome hasta hacerme botar el aire que quizás desde hace cuánto sostengo.


 


—La madre quiere verla.


 


Me trago el aire que había botado y los nervios se me disparan por todo el cuerpo, mientras sigo a la médico hasta la sala donde tienen a mi pequeña dulce princesa. Me hace entrar sola, se queda en la puerta, temo tan solo verla y que algo malo pase, pero... Dios... al encontrarme con su mirada, el mundo parece iluminarse en belleza.


No estoy frente a una princesa, estoy frente a una Diosa que sostiene en cada brazo, tiernamente recargado en su seno, dos hermosas y pequeñas criaturas rosadas, envueltos en una suave manta cada uno y con un brazalete de hospital en sus pequeñas muñequitas. Mis ojos se empapan de lágrimas, porque la imagen es divina. Eli está sudada, con su cara aún roja, sus ojeras marcadas y brillando de sudor, el cabello siempre perfecto ahora deshecho, pegado en la cara y vestida con la bata de hospital, pero sus ojos plateados reflejan tanto amor y su sonrisa es la más hermosa que he visto nunca.


 


— ¿No son hermosos?


 


Me pregunta, volviéndome a la realidad y al momento, notando su voz cansada y llorosa, viéndome de reojo, pues no puede quitar sus ojos de aquellas bellas y delicadas criaturas.


Me acerco lentamente a la camilla.


 


—Son bellísimos, Eli.


—Y nacidos para tan hermosa fecha, que afortunados—Volteamos a ver a la médico, quien asiente para afirmar sus propias palabras—. Feliz San Valentín, jóvenes.


 


Y nos deja solas.


San Valentín, vaya coincidencia.


 


—...San Valentín, qué coincidencia...—Eli habla por lo bajo y me mira—... Ven a saludar, Daniela.


 


Se me atraganta la emoción en la garganta y me acerco veloz, inclinándome hasta rozar mi aliento con su hombro, no queriendo perturbar a las pequeñas criaturas que duermen en los brazos de mi pequeña dulce princesa. No puedo dejar de verlos tampoco, hace unas horas estaban en la panza de Eli y ahora... ahora estaban aquí, en sus brazos y dulcemente envueltos.


 


—Ey...—Llamo con la voz suave y una sonrisa a juego, acercando mi índice a la mejillita del varón—..., hola. Hola...—Sigo murmurando—. Oh, son tan pequeños... tan pequeños... y frágiles..., Eli...


 


Voltea a verme tan abruptamente que me asusta, provocando que me alejara un poco, además de quedar viéndole directo a esos preciosos ojos plateados, tan cansados y tan maravillosos. Acaba de hacer dos milagros, ¿Cómo no estaba exhausta y durmiendo con los bebés?


 


—Daniela...—Ladea ligeramente la cabeza y le imito—..., sobre lo que me decías en la cafetería...


—Oh, no. No, déjalo. No te preocupes de eso ahora...


—No—Me interrumpe—, no, no, no. No, Daniela, no. Por favor, solo... escúchame.


 


Nos sostenemos la mirada largos e intensos segundos, donde suspiro y asiento para ceder a lo que desea.


 


—No... no he estado bien—Habla con duda—...no... sin ti...


 


Frunce los labios y bufa por la nariz, mirándome con ojos de cachorro. Espera que comprenda todo lo que me quiere decir con tan solo esas palabras, pero ciertamente bastan para devolverme la esperanza y los colores a la vida. Me debo obligar a calmarme para que continúe.


 


—No... no me fui porque me disgustó, Daniela... no me molesté por lo que hiciste, ni te odié—Baja la mirada brevemente a sus pequeños milagros—..., pero sí estaba confundida. Jamás...—Se encoge de hombros en un gesto lento—... jamás había besado a una mujer antes... y, ciertamente, nunca... nunca me sentí atraída a una...


—Oh.


 


Es mi único comentario, mientras la estudio atentamente, concentrada en cada detalle de sus gestos, por más mínimo que fuese. La cohíbo de nuevo, pero no tiene cómo jugar con sus manos, de modo que muerde su labio inferior, suelta, aprieta y lo mueve en distintos gestos, pero su mirada nunca cambia y vuelve a mí solo por breves segundos.


 


—Pero...—Habla tras lo que sentí fue mucho tiempo—..., pero contigo es diferente... y me di cuenta estando sola y... y me cuestioné tantas cosas y... me sentí tan abrumada y...—Sus ojos se clavaron en los míos como dagas plateadas, pero solo había vergüenza y un vago sentimiento dulce—... y me sentí sola... y no, no estaba para nada de bien y... me faltaba algo...


— ¿Qué...—Aclaré mi garganta y tragué pesado—... Qué cosa?


 


Carcajea risueña, hasta blandir sus hermosos dientes en esa curva preciosa en la que siempre me pierdo y con la que siempre me gana.


 


—Tú, Daniela—Habla más segura—..., estar sola ya no es lo mismo. Me gusta estar contigo, aún no sé si acaso me siento como tú conmigo..., pero me gusta estar contigo.


—Es suficiente para mí—La interrumpo a las prisas—. Es... es... de verdad, de verdad que es suficiente Eli, es...


 


Esta vez me contengo todas las ganas que tenía de besarla, pero Eli me sonríe dulce y se estira para alcanzarme un pequeño beso en los labios.


 


—Me gustaría... tener una familia... contigo.


 


La emoción ya no la contengo más, lloro mientras la abrazo, no olvidando tener cuidado con los bebés, y la lleno de besos por la mejilla, la frente, al nariz y los labios. No la fuerzo a besos que no sé si está lista para corresponder, pero no me dice nada por llenarla de mimos, ¡Es más! Ríe disfrutando de la atención y el cariño.


Me limpio los ojos, que ya están cansados de tanto llorar y a los que por fin les daré un descanso (espero), y vuelvo a ver a los bebés, de los cuales me asalta una duda, mientras reimagino toda la vida con ellos, con mi princesa, con mi familia.


 


—Eli...—Le llamo la atención, a lo que solo responde con un ruido—... ¿Cómo se llaman?


 


Me ve, primero, con una expresión de desprevenida y luego ve a las criaturitas. Me indica a la pequeña damita con una sonrisa cálida, la cual me cautiva más el alma.


 


—Lilieth...


— ¿Y le diremos Lily de cariño? ¿Cómo a ti?—No puedo evitar una pequeña risa.


 


Eli me ve algo avergonzada y se encoge de hombros, evitando verme.


 


—Tú me dices “Eli”...


 


Me agarra por sorpresa su respuesta, quizás por la forma en que se recuerda que soy la única persona a la que le ha permitido llamarla así y que los demás le dicen “Lily”, como algún día le dirán a la bebé, de modo que algún día se confundirán cuando les llamen, pero no conmigo, porque yo soy distinta, porque soy especial, porque a la madre le diré “Eli” y a la hija le diré “Lily”. Fue lo único en lo que pensó al escogerle el nombre y eso me llena de dicha el corazón.


Le sonrío con grata fascinación por mi descubrimiento, esperando no haberle mal entendido, y acaricio la mejilla de la bebé con mi índice.


 


—Lilieth es un nombre hermoso.


—Es un nombre de princesa...—Me ve con duda en su expresión—, ¿Verdad?


—Claro—Le aseguro con una amplia sonrisa—, claro que lo es. Y ahora es el nombre de la princesa más hermosa que la gente conocerá.


 


Eli ríe ante mis palabras y acurruca a las criaturitas un poco más cerca. Los ojos se le achinan al sonreír tan ampliamente, aún absorta en sus pequeños milagros.


 


— ¿Cómo se llama el niño?


 


En vista de que aún no me daba ese nombre, insisto con mi curiosidad. Si he de formar una familia con ella, al menos merezco saber cómo se van a llamar mis nuevos hijos...


 


—Pensaba en...—Hace un gesto lento de vergüenza—... en ponerle Daniel, por ti...


— ¡No!


 


Me apresuré en decirle, quizás demasiado rápido, quizás demasiado alterada, quizás enfatizando mucho la molestia de que escogiera ese nombre. Bufé y refunfuñé con la lengua apretada al paladar, tragándome cada palabra que continuaba de lo dicho. Eli solo me miraba en silenciosa confusión.


Al calmarme, suspiré y puse mi mano en su hombro.


 


—A mí me pusieron Daniela por mi tío—Aclaré con una mueca imitando una sonrisa.


—Oh...—Eli miró al bebé, aparentemente aún confundida, y luego me ve de nuevo—... Entonces, ¿Qué sugieres?


 


Observé largamente al pequeño, dormía tiernamente en el brazo de mi princesa y su bella cara durmiente me trae a la memoria las viejas fotos de los álbumes familiares. Jamás he sido buena con los nombres, pero Eli quería ponerle un nombre en mi honor, lo cual me hace estúpidamente feliz, de modo que solo lo truco un poco para que aún se parezcan, al menos en mi opinión.


 


— ¿Qué te parece: Danilo?


 


Eli frunce su expresión de indecisión, quizás porque ya se había decidido por “Daniel”, ya le había visto cara de “Daniel” y ya había tajado la cuestión en dejarlo como “Daniel”. Baja esa misma expresión hacia el pequeño y lo observa, de forma larga, como estudiándolo para convencerse del cambio.


Noto que hace un gesto de querer hacerle cariño, pero con la niña en el otro brazo es complicado, de modo que le complazco y ahora le hago cariño al bebé en la mejilla con suavidad, tratándolo como el ser frágil que es.


 


—Danilo y Lilieth...—Carcajea con suavidad, para no despertar a las criaturitas—, suena algo gracioso.


—Bueno—Me encojo de hombros, llamando su atención—. “Daniela y Elizabeth” no es precisamente poético ¿O sí?


 


Le sonrío tentada de risa y Eli no puede dirigirme ningún tipo de reacción por mis monerías, pues tiene ambas manos ocupadas, de modo que solo ríe ante mi muy mal chiste.


Suspira y, sin borrar su dulce sonrisa, baja la mirada a un punto no preciso en la cama, trato de seguir a lo que ella observa, pero no hay nada de interés. Supongo que la cabeza se le comienza a llenar de ideas y pensamiento, pero antes de que pueda decir algo me vuelve a mirar. El plateado de sus ojos se encuentra ofuscado por distintos tormentos y yo, por inercia e impulsividad, la abrazo con cuidado, rodeándole por el cuello y permitiendo que acomodara su cabeza en mi hombro. Le acaricio su bello cabello, que aún se encuentra húmedo en las raíces por el sudor.


 


—Sonará horriblemente patético...—Solloza en seco—..., pero no me quiero volver a quedar sola..., no quiero... estar sin ti de nuevo, Daniela...


 


Por “patético”, se refiere a “dependiente”, pero para mí Eli puede ser lo que quiera, pedirme lo que quiera, exigirme lo que quiera, porque yo nunca le diré que no. Y si ahora no desea estar sola, mucho menos sin mí, entonces se lo daré. Si el día de mañana decide que ya no quiere estar conmigo, pues... Bueno, pues primero espero que me lo diga con razones, pero... pero no le diré que no. Jamás podría negarle algo que quisiera.


La amo, la amo tanto.


Y para mí está bien, aun que piense que suena patética, está bien. La amo, la amo cómo es y cómo cree ser.


La consuelo y le prometo que no volverá a pasar, que estaré con ella de ahora en adelante, en cada oportunidad que desee, que cuidaré de ella y sus pequeños por el resto de mi vida. La acurruco en mi pecho, le acaricio el cabello, la embriago en múltiples besos en su cabeza y por donde alcance, la tranquilizo y, sin haberlo previsto, cae dormida en mis brazos.


Con extremo cuidado la acomodo en la camilla, llamo a una enfermera y le explico que mi princesa ha caído dormida con los bebés en sus brazos. Se los retiran y se los llevan. Yo los sigo, los sigo por si acaso, los sigo para saber a dónde los llevan, en dónde van a quedar y si van a quedar cómodos, bien resguardados, los sigo por si, en una de esas, mi princesa al despertar me pregunta a dónde se han llevado a sus bebés, quiero estar segura de mi respuesta. Los veo por última vez, mientras duermen acurrucados, juntos en una misma cuna de hospital. Pienso que se ven hermosos, adorables y que ahora también son míos, con eso en mente me retiro.


Vuelvo con mi pequeña dulce princesa, llevándome una silla del pasillo sin que nadie lo note, con excepción de una enfermera que, le agradezco, no me dijo nada, y me acomodo junto a Eli. Tomo su manos entre las mías, entre lazo nuestros dedos. Siempre quise estar así con ella, con nuestras manos tomadas de esta forma. La dejo dormir y yo me dejo descansar a su lado, lo más junto a ella posible. Me ha bajado el sueño ahora que estoy más tranquila, más relajada, sobre todo ahora que veo dormir a mi princesa tan profundamente. No me separo y dejo nuestras manos bien unidas.


Y espero quedarme así para siempre.


Presiento que ahora se hará realidad.


Me embarga esa certidumbre de que así será, que he encontrado a mi princesa. Y me sobre pasa esa emoción de saberme por fin realizada en mi más grande deseo: El de encontrar una princesa que corresponda a éste príncipe, que me tenga presente para un futuro juntas.


No oculto más mi felicidad, mientras aprieto su tierna mano con la mía, con el estómago cosquilleando de tanta alegría, porque lo sé y puedo decirlo.


No es esto un final, es el comienzo.


El comienzo de mi...


 “Y vivieron felices para siempre”.

Notas finales:

Amane: Wooow, tantos años y por fin...

Maname: ¡Por fin!

Amane: ... Terminé algo :D :D Doble felicidad.

Maname: Fue todo un viaje esta historia. Y ciertamente he convencido a mi hermana de corregir la historia, pues para el tiempo que lo empezó era joven (y más romántica)

Amane: Y lo haré, lo prometo. Traeré esta historia de nuevo, algún día, pero completamente corregida, no solo por capítulo, renovada completa. ¡Pero...! Eso tendrá que esperar, debido que tengo muchos otros proyectos que ansio comenzar.

Maname: No es una despedida, esperamos ver a gente que nos ha seguido tanto tiempo rondando por alguna otra historia, por lo menos yo afirmo que valen la pena (unos más que otros e.e )

Amane: Agradecemos a todos los que nos leyeron, en aquel entonces y ahora. A los maravillosos comentarios respecto a la historia y para nosotras. Y se aprecia el apoyo, de verdad, de forma sincera. Muchas gracias por llegar hasta aquí con nosotras, les queremos, les apreciamos un montón ¡Y nos veremos en alguna otra historia!

Maname: ~~ :D  ~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).