Kim KiBum Key, La llave, era un príncipe de un belleza extraordinaria. Tal era dicha belleza que la mismísima diosa Venus estaba celosa de él.
Pero era tan hermoso que aun seguía virgen, porque los hombres se asustaban al admirar su belleza y las mujeres se sentían celoso de él. No podían soportar que un hombre, por más que fuera el príncipe, fuera más hermoso que ellas. Venus decidió poner remedio por su misma, más o menos. La diosa ordenó a su hijo Cupido, también llamado Onew o Jinki, dios del amor que castigara al mortal. Por esa razón un oráculo mandó al padre de KiBum, bajo la amenaza de una terrible calamidad, que llevara a su hijo a una roca solitaria donde sería devorado por un monstruo.
Pero cuando el Dios de amor vio al hermoso muchacho que iba a ser devorado por el monstruo, tropezó y se pinchó con una de esas flechas que tan hábilmente disparaba al resto para hacer que se enamoraran haciendo que se enamorara de aquel chico de tez blanca y pelo negro.
Y así fue como el juguetón y torpe dios, se enamoró del chico que ahora esperaba sentado, resignado en aquella roca, esperando su desdichado destino cuando, de repente, se sintió elevar por una cálida brisa que le adormeció y, sin que se diera cuenta, había llegado a un hermoso prado.
Favonio, el viento del oeste, le había llevado ahí por ordenes de Cupido.
Al despertar, el hermoso chico descubrió ante si un magnífico palacio de oro y mármol que comenzó a explorar pues curioso como era, no lo pudo evitar. Las puertas se abrían a su paso y voces incorpóreas le guiaban y se presentaban como sus esclavas y sus esclavos.
Cuando cayó la noche y Key estaba a punto de dormirse, un misterioso ser la abrazó en la oscuridad.
-No tengas miedo. Soy tu esposo. Estamos destinado, mi precioso príncipe.- No conseguía ver sus rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura.- Pero no vas a poder verme.
Las manos grandes y algo callosas del mayor le acariciaron aquella noche, los labios le besaron y le susurraron cosas bonitas a los oídos, su respiración se mezcló con la propia.
KiBum no estaba descontento con su nueva vida. No le faltaba de nada excepto su encantador esposo, que sólo iba a visitarle en la oscuridad de la noche. Sin embargo, fue presa de la nostalgia y una noche pidió a Jinki que le dejase visitar a sus hermanas.
-Por favor, mi amor, déjame ir a ver como están.- le dijo una noche, cuando terminaron de unir sus cuerpos una vez más y descansaban en la cama, abrazados estrechamente.- Eros accedió a cambio de lo que le había hecho prometer a Psique.
Visitó entonces a sus dos hermanas que, devoradas por la envidia, sembraron en su corazón las semillas de la sospecha, diciéndole que su esposo debía ser un horrible monstruo para esconderse así de él.
Les criticaron tanto que una noche KiBum, a pesar de su promesa, se levantó de la cama que compartía con su esposo, con disimulo encendió una lámpara y la sostuvo encima del misterioso rostro.
En vez de un espantoso monstruo, contempló al joven más hermoso del mundo. A los pies de la cama estaban su arco y sus flechas doradas con punta de plata. En su conmoción y su gozo, Key tropezó y se pinchó con una de las flechas, y por eso acabó por enamorarse profundamente del joven dios que antes había aceptado por haberse enamorado él de ella.
Pero su movimiento hizo que una gota de aceite caliente cayera sobre el hombro desnudo del dios desde la lámpara. Él se despertó enseguida, reprochó a su príncipe por faltar a su palabra e inmediatamente desapareció, sin decir nada más.
Y al mismo momento el palacio en el que tantos buenos momentos había pasado, tanto de día de noche desapareció también, y el pobre muchacho se encontró en la misma roca solitaria otra vez, en una espantosa soledad.
Al principio intentó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí, pero las aguas la llevaron suavemente a la otra orilla, frustrando sus planes.
Desde entonces vagó por el mundo en busca de su amor perdido, perseguido por la ira de Venus y obligada por la celosa diosa a someterse a cuatro terribles pruebas, que consiguió superarlas una tras otra, gracias a la ayuda de las criaturas de la Naturaleza -las hormigas, los pájaros, los juncos…
Finalmente tuvo que descender incluso al mundo subterráneo, a donde ningún mortal puede ir. Tenía que pedirle a Perséfone, Diosa del inframundo, un frasco de agua de Juvencia la que le estaba prohibido abrir. Psique desobedeció movida por la curiosidad y quedó sumida en un profundo sueño del cual no podría despertar por si misma.
Al final, conmovido por el arrepentimiento de su arrepentido esposo, al cual nunca había dejado de amar y proteger, Jinki despertó a KiBum de un flechazo de su sueño mortal y, subiendo al Olimpo, le pidió permiso a Zeus para que su príncipe se reuniera con él.
Zeus se lo concedió y le otorgó a Psique la inmortalidad, dándole de comer la Ambrosía. Venus olvidó su rencor y la boda de los dos enamorados se celebró en el Olimpo con gran regocijo.
-¿Amor?- dijo Key, abrazado al pecho del mayor mientras reposaban en la cama de su cuarto.
-¿Hm?- dijo a la vez que le acariciaba el pelo delicadamente.
-Te amo, hyung.- dijo levantándose y besándole los labios con ternura.- Me has roto el culo, ¿sabes?- se quejó haciendo un puchero.
-No te estabas quejando minutos algo, bebé.- susurró con suavidad.
-Cállate.- sus pálidas mejillas se colorearon suavemente.- Y pensar que llegué a pensar que eran un monstruo.
-Bueno… entonces supongo que te alegraste al ver el hermoso, guapo y sexy esposo que tienes.- le dijo abrazándole con más fuerza.- Te amo, KiBum.
-Yo a ti Onew, y yo a ti. Así seas un creído.- dijo acurrucándose en el pecho de JinKi para así empezar a dormir.
Al parecer, los celos de Venus, habían aportado algo bueno en sus vidas.