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Mágico Invierno por SHINee Doll

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Notas del fanfic:


¡Feliz Cumpleaños, Kibum!

Septiembre 23, 2012.

Notas del capitulo:

El último one-shot de la colección. Espero les guste ~

Hacía demasiado frío aquella tarde, más que cualquier otro día del mes. Kibum se abrazó a sí mismo, frotándose ambos brazos con las manos, suspirando. Estaba aburrido de estar en casa, solo, viendo esos programas de variedades donde los artistas hacían cosas extrañas para agrado de sus fans.

Salir a caminar con ese clima no era la mejor idea que pudo tener, pero fue la única que le vino a la mente. Andaba por la calle a paso lento, con unos jeans ajustados, dos abrigos, botas, guantes, bufanda y gorro; pero seguía congelado. Siempre había sido poco tolerante al clima helado, aunque también lo era al clima cálido. Soltó un quejido, pateando una lata tirada en la acera.

Odiaba el verano y el invierno, el calor y el frío. Echaba de menos el otoño, con sus atardeceres bellos y la brisa apenas fresca; anhelaba la primavera, con el rocío de la mañana y las flores de colores.

Dobló en una esquina, chocando con alguien. Terminó sentado en la acera, con las mejillas rojas a causa de la vergüenza.

— Disculpa, no te vi. — el desconocido se encontraba sobre él, con su rostro a escasos centímetros del suyo.

El aliento a menta le acariciaba los labios rosados. Su rostro se calentó aún más.

— Oh, pero que idiota. — se regañó el muchacho de cabellos castaños, levantándose torpemente y extendiendo su mano hacia él.

— Está bien. — aceptó la mano que le era brindada, alzándose. — También iba distraído.

— No, no, no. — el castaño sonreía avergonzado, rascándose la nuca nerviosamente. — ¡Ah, lo tengo! — exclamó de repente, sobresaltando al que se sacudía los pantalones con esmero. — Te invitaré un café como disculpa.

— No es necesario, de verdad. — se apresuró a decir el rubio, pasando los dedos por su flequillo.

— Insisto. — sonrió de nuevo, dejándolo sin opción alguna. — Por cierto, soy Jinki, pero puedes llamarme Onew. — soltó una pequeña risita, cubriéndose la boca con una mano. — ¿Quién eres tú? — cuestionó en tono bromista, sin dejar de caminar hacia la cafetería del centro, con el rubio a su lado.

— Mi nombre es Kibum, pero puedes llamarme Key. — sonrió también, tímido.

— Tengo la ligera impresión, de que seremos buenos amigos.

Y Kibum no supo cómo responder ante aquellas palabras, porque Jinki las dijo con tal seguridad que ni él mismo se atrevió a dudar de ellas. Quizá el muchacho tuviese razón y ese encuentro fuera obra del destino, así como ocurría en las películas que le gustaba ver con sus amigos.

— ¿Qué es lo que haces, Key? — el rubio alzó una ceja, jugando con el tenedor y aquella rebanada de pastel que el otro le había incitado a que ordenara. — Quiero decir, ¿estás en la universidad o…?

— En el departamento de artes. — respondió con una pequeña sonrisa adornando su boca en forma de corazón. Jinki asintió, dando un trago a su capuchino. — Estudio danza, aunque he tomado algunos cursos de pintura también.

— Eso es asombroso. — habló alegre, sonriendo amplio. — Nunca he tenido talento para ninguna de las dos cosas, pero puedo presumirte mis habilidades en canto.

— ¿Ah sí? — trataba de no mostrarse interesado, pero falló completamente.

— Sí. — su sonrisa se hizo más grande. — La próxima vez que nos veamos, interpretaré una canción para ti.

— ¿La próxima vez? — inquirió extrañado. — ¿Por qué no ahora, aquí, en este momento?

— Nunca canto en la primera cita. — le guiñó un ojo, jugando.

— No sé si esto pueda considerarse una primera cita. — le siguió el juego, haciendo un puchero que a Onew le resultó adorable. — Si no mal recuerdo, me encuentro aquí para demostrar que te he disculpado por el pequeño incidente de hace rato.

Jinki soltó una carcajada fuerte, de esas que llaman la atención, que son naturales.

— En ese caso, deberé invitarte a salir realmente. — se encogió de hombros, tomando un bocado de su postre. — Y esa será nuestra primera cita. — Kibum fingió beber de su café americano, impresionado por la respuesta sincera de su acompañante. — Luego te invitaré a salir de nuevo y entonces, cantaré para ti. ¿Qué dices?

— Suena bastante complicado. — aseguró, con los ojos felinos contemplando los orbes brillantes del otro. — Además, ¿por qué estás tan seguro de que aceptaré salir contigo dos veces?

— Estás aquí conmigo, ¿no? — Key asintió, sin entender a dónde iban con eso. — Si has aceptado hoy, siendo un par de desconocidos, ¿por qué habrías de rechazarme en el futuro, cuando ambos nos hemos conocido y aceptamos ser amigos?

No había forma de contradecir aquellas palabras. Jinki tenía toda la razón del mundo y a él le faltaban motivos para negarse. Además, realmente sentía curiosidad por ese atractivo chico ante él. De repente, tener una cita con Onew no sonaba nada mal, y la idea de un segundo encuentro también sonaba tentador, quizá por esa promesa que implicaba dar un sí por respuesta.

— Saldré contigo una vez. — dijo serio, sonriendo con aire arrogante. — Una vez, Jinki. — remarcó, alzando un dedo. El otro asintió. — Dependiendo de lo que ocurra ese día, decidiré si quiero verte de nuevo o no.

— Es un trato, Kibum. — extendió la mano hacia él, sin borrar su sonrisa. Key le miró algunos segundos, pero finalmente estrechó la mano del castaño.

Terminaron sus cafés minutos después, junto con los postres. Pasaban de las siete cuando dejaron la cafetería, con el clima más frío que antes. Los inviernos se volvían más duros cada año, no había duda alguna. Se despidieron varias veces, como si no deseasen separarse. Al final, cada uno tomó su camino y agitando su mano una última vez, desaparecieron de la vista del otro, llevando en sus celulares anotado el número del contrario y con la promesa de un nuevo encuentro dentro de poco tiempo.

 

 

 

— ¿Cuánto tiempo más debo esperar? — se pregunto el rubio mirándose en un pequeño espejo que cargaba siempre en su bolsillo, arreglando el flequillo. — Dijo que llegaría sobre las cinco, y ya han pasado veinte minutos…

Escuchó pasos y se levantó de la banca, observando a Onew acercarse corriendo. Las mejillas del castaño estaban completamente rojas y se notaba desde lejos que le faltaba el aliento. Esa tarde también hacia frío, aunque no tanto como el día que se conocieron, una semana atrás.

— Lamento el retraso. — pronunció tan pronto estuvo frente a él, tratando de recuperar el aire perdido por la carrera emprendida. — Tuve un par de inconvenientes de camino acá; no volverá a pasar.

— Estuve tentado de marcharme. — se quejó Key, inflando las mejillas. — Deberías agradecer que el clima esté de tu lado; un par de grados más abajo y ya estaría en mi apartamento, recordando a tus padres.

— Pequeño exagerado. — rió, revolviendo los cabellos rubios con su mano. — Quizá un vaso de chocolate caliente te haga aceptar mis disculpas.

— ¿Estás tratando de comprarme con comida? — inquirió, alzando una ceja.

— ¿Funciona? — Jinki se echó a reír, recibiendo un golpe juguetón del de ojos felinos. — Sólo bromeo. — agregó por si acaso, sonriendo. — Tengo el lugar perfecto para ir.

Sin esperar respuesta alguna, tomó la mano de Kibum y comenzó a caminar. El muchacho miró sus manos entrelazadas con las mejillas levemente sonrosadas, sintiéndose extraño. No podría describir lo que ese simple acto le hacía sentir si alguien se lo preguntase, porque era algo nuevo, pero no le molestaba en absoluto, tal vez porque era Onew el que sujetaba su mano y no cualquier otra persona.

— Anda, Key, date prisa. — le regañó traviesamente, echando a correr sin darle tiempo de quejarse.

Se detuvieron en la plaza, donde los establecimientos con chucherías se convertían en la principal atracción de todos los que salían a caminar. Jinki le llevó hacia un puesto pequeño, atendido por una pareja de personas mayores. La mujer le saludó cariñosamente, preguntándole por la escuela, el trabajo, sus padres… Y Kibum le miraba atento, conociendo un poco más de su cita.

— El chocolate que preparan ellos es delicioso. — susurró cuando se alejaban del puesto, llevando cada uno un vaso humeante. — El mejor que he probado en mi vida; y no hay nada que quite el frío mejor que esto. — se llevó el vaso a los labios, sorbiendo un poco, riendo cuando la bebida le quemó la lengua.

— Onew, ¿a dónde vamos? — preguntó luego de varios minutos en silencio, con los puestos cada vez más lejos. Sentía mucha curiosidad, incluso se encontraba nervioso.

— Pronto lo sabrás. — dijo alegre, volviendo a tomar su mano disimuladamente.

Y aunque Kibum pudo apartarla, no lo hizo; porque de algún modo, le gustaba esa cercanía con Jinki, el toque cálido de su piel, la sensación que le embargaba cuando estaba así de cerca. Y sonrió, siendo él quien entrelazó sus dedos.

Anduvieron por un largo rato más, mirando a las personas pasar por su lado, hablando un poco sobre sus actividades diarias. Lee Jinki había cumplido los veintitrés años hacía poco, estaba cursando su último año de universidad, estudiando Derecho, una carrera que parecía contrastar con su personalidad alegre y risueña, pero para la cual no parecía tener inconveniente alguno. Kim Kibum tenía veintiún años, su pasión era la danza, su mayor desafío la pintura; gustaba de confeccionar su propia ropa y accesorios, incluso había adoptado eso como pasatiempo y al mayor le parecía impresionante, porque él apenas era capaz de ensartar una aguja sin pincharse el dedo.

— ¿Subiremos? — cuestionó el más joven, recorriendo con sus ojos astutos la empinada y larga escalera que se alzaba ante ellos. Jinki asintió, soltando su mano, para rodearle la cintura con un brazo.

— Cuidaré de ti. — susurró en su oído, haciéndolo estremecer. — Si lo prefieres, puedo cargarte hasta allá. — señaló con su dedo la cima, sonriendo; y el menor negó avergonzado, subiendo el primer escalón temblorosamente. — Valdrá la pena, te lo aseguro.

Avanzaron lentamente, con el brazo de Jinki alrededor de la cintura del rubio, con su otra mano tomando la ajena, con la voz dulce del más grande llenando el silencio, buscando distraer al que había reconocido su miedo a las alturas. Y cuando finalmente estuvieron arriba, las piernas de Kibum cedieron y su cuerpo se aferró al de Onew, dejando sus rostros a una escasa distancia, con sus ojos puestos en los del otro, con sus labios casi rozándose.

— Aún puedo cargarte. — ofreció, acariciándole las mejillas rojas. Kibum negó, liberándose del agarre y andando hacia el barandal. — Como gustes. — Jinki se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

— Es una vista hermosa. — reconoció Key, apreciando la ciudad que se extendía ante sus ojos. El que hubiese oscurecido ya, daba al lugar un toque mágico, porque las luces que iluminaban el mundo a sus pies eran maravillosas. Todo era un espectáculo precioso y su corazón latía violento, contento por alguna razón.

— ¿Cuenta esto como una primera cita? — preguntó Jinki detrás de él, rodeándole con ambos brazos y apoyando el mentón sobre su hombro. — Kibum, ¿aceptarás salir conmigo de nuevo?

El rubio se estremeció entre los brazos fuertes, con su pulso disparándose, su respiración volviéndose irregular. Y asintió, sin emitir palabra alguna, porque temía que su voz delatase lo nervioso que se ponía cada que el mayor estaba así de cerca, cada que actuaba así de dulce, cada que le hablaba en ese tono o le llamaba por su nombre. Y se quedaron así por quién sabe cuánto tiempo, sin desear volver a la rutina, esperando que ese momento durase para siempre.

— ¿Tienes frío? — preguntó el mayor, rompiendo el abrazo para sacarse la chaqueta y colocarla sobre los hombros de Key, quien terminó de colocársela. — Quizá sea mejor volver a casa.

— Sólo… Sólo un poco más. — pronunció, girándose hacia él. — Me gusta estar aquí… contigo. — y no mentía, porque luego de esa tarde con Onew lo que menos le apetecía era regresar a su apartamento solitario.

— Un poco más, entonces. — acordó, regresándole la sonrisa. — Comienza a refrescar y temo que podamos enfermarnos.

— Tú podrías hacerlo, me haz dado tu chaqueta. — señaló, mirando la ligera vestimenta del más grande. — Ven aquí. — ordenó, sonrojándose. Y le abrazó, brindándole un poco de su calidez, cerrando los ojos, ajeno a esa sonrisa que se adueñaba de los bonitos labios abultados.

 

 

 

Kibum suspiró, balanceando sus piernas mientras esperaba en la misma banca de la vez anterior. Jinki llevaba quince minutos de retraso y, aunque odiase ese tipo de cosas, no se encontraba molesto. Se puso de pie cuando distinguió al mayor corriendo hacia él, igual que en su primera cita. Hacía más frío esta vez. El rubio le abrazó apenas le tuvo enfrente, echando de menos el calor que proporcionaba el cuerpo del mayor.

— Parece que no soy capaz de llegar a tiempo. — murmuró avergonzado, con sus ojos levemente entristecidos. Kibum negó rápidamente, sonriendo.

— Acabo de llegar también. — mintió, recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta. Onew no le creyó, pero apreciaba su intento de reconfortarle un poco. — ¿Qué haremos hoy?

— Es una sorpresa. — el menor frunció el ceño, cruzándose de brazos y haciendo un puchero. — Dime, ¿siempre eres así de impaciente? — le vio asentir y se rió. — Bueno, habrá que cambiar eso.

Transcurrieron algunos minutos en los que ninguno de los dos habló. Y un par de manzanas más adelante, la mano de Jinki encontró la de Kibum y sus dedos se entrelazaron. Anduvieron tomados de la mano el resto del camino, cada vez más cerca, con el soplo fresco del viento alborotándoles los cabellos y enfriando sus cuerpos.

— ¿Qué dices? — el castaño sonrió, deteniéndose antes de abrir la puerta del restaurante donde había hecho reservación para esa noche. — No sabía si te gustaba la comida italiana, pero me pareció una buena idea, así que…

— Me encanta. — habló contento el rubio, colgándose de su brazo. — Jinki, ¿cómo lo haces? — cuestionó, provocando la risa del más grande. Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna además de esa carcajada alegre.

La mesa que Jinki tenía preparada se encontraba apartada del resto, a lado del elegante ventanal. Cenaron sin intercambiar palabra, mirándose de vez en cuando, sonriéndose, con ese aire coqueto y esa atmósfera de seducción. El rubio analizaba con sus ojos felinos a su acompañante, sin perder detalle alguno del rostro bonito, los ojos pequeños, los labios carnosos; y se regañaba constantemente, porque miraba a Onew más de la cuenta, porque pensaba todo el tiempo en él y esperaba ansioso sus llamadas, las que solían terminar con un “nos vemos pronto” que le hacían ponerse ansioso. A Key le gustaba el castaño; y le gustaba mucho.

— Key, ¿estás bien? — asintió, avergonzado de saberse descubierto, de haberse perdido en sus pensamientos acerca del otro. — A veces quisiera saber lo que pasa por esa cabecita tuya cuando me miras con tal intensidad. — Onew estiró la mano, acariciándole la mejilla, apreciando como los orbes gatunos se cerraban lentamente y el más chico apoyaba el rostro en la dirección de su mano. — Dime, ¿te gusto tanto como tú a mí? — y aquella pregunta le había dejado sin aliento.

Un mesero les interrumpió, sacándolos de su burbuja. La pregunta de Jinki se quedó sin respuesta, porque luego de que el muchacho se marchase, ninguno tocó el tema de vuelta. Y salieron del restaurante con la mente puesta en cualquier otra cosa, sin atreverse a rozar el cuerpo ajeno ni por accidente.

Media hora más tarde, en el parque de siempre, sus pasos al fin se detuvieron.

— No fue tan malo, ¿o si? — Onew se esforzó en dar una sonrisa sincera, pero el menor fue capaz de notarlo.

Kibum negó, sentándose en una de las tantas bancas y palmeando el lugar a su lado, pidiéndole que le imitase.

— Me gusta salir contigo… — reconoció, buscando los ojos pequeños. — Me gusta pasar el tiempo a tu lado. Cuando estamos juntos es… diferente.

Las mejillas del rubio se habían coloreado, pero Jinki no supo si eran a causa de sus palabras o por la temperatura que seguía descendiendo.

— Cantaré para ti. — soltó sin más, sorprendiendo al otro. — Te lo he prometido, ¿verdad?

Por ser capaz de tocar tu cabello; por conocerte y por ser capaz de suspirar mirándonos.

Por poder abrazarte, ser capaz de dejar correr mis lágrimas cuando es difícil.

Soy tan afortunado; por el hermoso mundo que sabe que existes…

Los orbes felinos se habían llenado de lágrimas mientras Jinki interpretaba la canción con su voz dulce y sus ojos cerrados, dejando que las hebras castañas cayeran con gracia sobre su rostro. Al finalizar, el mayor le miró directamente a los ojos, sonriendo lindamente, acariciándole la mejilla con sus dedos. Y el tiempo pareció detenerse, y de repente ya no hacía más frío; y Kibum comenzó a pensar que los inviernos no eran tan malos.

— Realmente me gustas. — confesó, acunando el rostro bonito entre sus manos. — ¿Es muy pronto para que lo diga?

Kibum negó, colocando sus manos sobre las del castaño. — También me gustas; y eso me asustaba un poco; pero ya no más.

Jinki se inclinó hacia adelante, besando la frente del rubio. Kibum le miró largo rato, sin salir de su asombro. — La próxima vez que nos veamos, te daré un beso de verdad.

 

 

 

Cerró la puerta tras él, asegurándose de que estuviese puesto el seguro. Mientras andaba por el pasillo, hacia el ascensor, entonaba aquella canción que parecía poco dispuesta a desaparecer de su mente, igual que aquella promesa efectuada el invierno pasado y que nunca fue cumplida.

Protege mi alma con tu abrazo…He vivido egoístamente, cuidando sólo de mí mismo…
Y haciendo las cosas a mí manera… Sólo para ser usado en tu contra…

— Un año ya. — se dijo, presionando con su dedo el botón que habría de llevarlo a la planta baja. — ¿Qué fue de ti, Jinki?, ¿a dónde se fueron todas esas miradas, esas sonrisas, ese “me gustas” que pronunciaste sólo para mí? — apoyó la espalda en la fría pared del elevador, cerrando los ojos, suspirando. — ¿Cuándo se suponía era “la próxima vez”?

El movimiento cesó y las puertas se abrieron. Kibum salió a paso rápido, evitando la mirada curiosa de algunos de sus vecinos, mismos que vieron sus sonrisas comenzar a desaparecer y le escucharon llorar en más de una ocasión. El viento frío le dio de lleno en el rostro y le hizo estremecerse. Este invierno era peor que el anterior, especialmente porque no contaba con el cálido abrazo de aquella persona que derritió su corazón con sonrisas bellas y miradas dulces, de aquel que le enamoró tontamente.

— Quizá soy demasiado masoquista. — se regañó mientras caminaba por las calles solitarias con ambas manos dentro de los bolsillos de su chaqueta. — Pero un día como hoy, el año pasado, nos encontramos por vez primera. — sonrió imperceptiblemente, doblando en la esquina donde chocó con el mayor. — Justo en este lugar.

Nada ocurrió, nadie apareció. Soltó un bufido y dio un golpe a la acera con el pie, enfadado. Pero, ¿qué esperaba?, ¿creía que se toparía con Jinki ahí, que volverían a tropezar el uno con el otro?, ¿era eso, acaso? Revolvió sus cabellos, apretando los ojos con fuerza, porque sentía que iba a llorar de un momento a otro. Entonces miró su reloj, porque sintió la necesidad de hacerlo, porque algo en su interior le decía que lo hiciera. Faltaban cinco minutos para que fuesen las siete.

Echó a correr, sin importarle el frío, la sensación dolorosa que recorría sus piernas, el nudo en su estómago. Y llegó a la plaza, respirando pesadamente, con las mejillas totalmente rojas, sujetándose las rodillas, tomando grandes bocanadas de aire. Se sentó en la banca donde solía esperarle, moviendo los pies con impaciencia.

Y posiblemente sólo estuviese albergando una nueva ilusión, pero no lo sabría hasta intentarlo.

— Llegas tarde. — murmuró treinta minutos después, alzando la mirada, encontrándose con una sonrisa más bonita que la guardada en su memoria.

— ¿Has esperado durante mucho tiempo? — Jinki se sentó a su lado, apenas mirándole, poniendo cuidado en no tocarle.

Kibum asintió, mordiéndose el labio inferior. — Ha valido la pena. — agregó tranquilo, buscando la mano del castaño.

— Ha pasado un año, Key. — susurró. — No sé por dónde comenzar…

— Onew, no hay nada que explicar. — su sonrisa no dejaba lugar para duda alguna.

Y no mentía, porque aquella amable mujer del puesto de golosinas, donde compraron chocolate caliente el día de su primera cita, le había contado más de Lee Jinki que el propio muchacho. Y Kibum sabía la razón por la que desapareció de un día para otro, y no le culpaba por nada, porque lo entendía; pero le había extrañado tanto que podría haber muerto de tristeza, de desesperación y soledad. Y se lo hizo saber, sorprendiéndolo en demasía.

— No me iré de nuevo. — aseguró luego de escucharle, secando con sus dedos la solitaria lágrima que recorría la mejilla del rubio. — Nunca me iré de nuevo, Kibum.

Asintió, descansando el rostro en la mano que le acariciaba con delicadeza. — Canta para mí. — pidió en un murmullo, cerrando los ojos; porque echaba de menos la voz dulce.

Quiero decirte que para siempre seré el que te ame (el que te ame).
Cuando me necesites estaré ahí para hacerte sonreír. Y para siempre seré ese a quien acudir; oh, cariño.
Seré el que te ame cuando la mañana llegue.
Déjame decirte que nunca habrá otra noche de invierno fría y solitaria; porque somos familia.
Baby, nuestro amor durará por siempre.
Entonces te diré que para siempre seré ese a quien acudir. Cuando me necesites ahí estaré para hacerte sonreír.
Y para siempre seré ese a quien acudir; oh, cariño. Seré el que te ame cuando la mañana llegue.

Los ojos pequeños, felinos, brillaban hermosamente; los labios delgados, rosados, se estiraban en una sonrisa maravillosa, una que el castaño extrañó todo el tiempo que estuvo lejos. Y acarició con sus dedos los pómulos altos, comenzando a acercarse, deteniéndose a escasos centímetros de su boca.

Seré el que te ame…para siempre.

Finalmente sus labios se juntaron en un beso lento, dulce, sin prisas; un beso que habían esperado por mucho tiempo, que se prometieron una fría noche de invierno igual a esa. Los labios de Kibum se movían al mismo ritmo que los de Jinki, mientras sus manos se posaban en el pecho del mayor y éste le rodeaba con un brazo la cintura, mientras seguía rozándole la mejilla con la otra mano, del mismo modo que lo hizo mientras cantaba sólo para él.

Mientras se encontraban abrazados, muy cerca uno del otro, todo el frío que habían sentido se disipó, porque ahora estaban nuevamente juntos, con sus pechos embargados de calidez y sus manos entrelazadas; con una historia que apenas comenzaba a ser escrita, una historia que estaría llena de sonrisas, miradas y caricias; una historia que atesorarían en sus corazones para siempre.

Notas finales:

Muchas gracias por todo su apoyo. Acá termino esta colección por el cumpleaños de Kibummie. Nos leemos pronto c:


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