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Margaritas, amapolas y claveles por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, simplemente los tomé prestados para hacer esta historia :P

Notas del capitulo:

Hola, espero que disfruten con este one-shot surgido por casualidad mientras daba clases jeje.

Ese día le había tocado a Mu vigilar el hogar de Atenea, sobre las doce casas del zodiaco. No hacía ni frío ni calor, solo el típico ambiente de la primavera.

 

Después de haber pasado la mayor parte de la mañana allí, no pudo evitar que su cabeza se desvíase a otro tipo de pensamientos que le venían intrigando desde hacía unos días. Alguien le dejaba flores de muchos tipos en la entrada de su morada todas las noches, y él las cogía y las metía en agua nada más levantarse. Le parecía un gesto muy tierno, pero no soportaba no saber quién era el o la que hacía eso.

 

Lo más sensato para él era pensar en el caballero de Piscis, Afrodita, dadas sus habilidades especiales. Pero las razones que le hubieran llevado a aquello no tendrían ni pies ni cabeza, por no decir que no existían razones para obrar de esa manera. Aún así, su mente no podía salirse de esa idea.

 

Algunos días había pasado la noche despierto para pillar a quien le dejara las flores, pero nunca pudo conseguirlo. Y aún sin ver a nadie dejándolas allí, por la mañana aparecían igualmente.

 

Ya cuando el sol se estaba poniendo y su turno llegaba a su fin, decidió, no sin cierta vergüenza y timidez, bajar casa por casa y preguntar a todos los caballeros dorados al respecto. Con un poco de suerte alguno de ellos le daría una pista, o alguno de ellos admitiría ser el autor de dicha obra.

 

Cuando por fin hubo acabado su turno fue bajando las escaleras sin prisa en dirección a la casa de Piscis, su principal sospechoso. Al llegar le pidió permiso a Afrodita para que le dejara pasar, y antes de salir le preguntó si era él quien le regalaba tantas flores.

 

-Caballero Afrodita, ¿por casualidad no serás tú quien me deja flores en la entrada de mi casa todas las noches? - Su voz detonaba nerviosismo, pero intentó ocultarlo todo lo que pudo.

 

-¿Flores? ¿Qué tipo de flores? -Quiso saber extrañado.

 

-De todo tipo: margaritas, amapolas, claveles...

 

-Si algún día llegase a regalar mis flores serían rosas, no margaritas ni amapolas ni claveles.- Le dijo algo molesto.

 

Mu no se atrevió a preguntarle nada más, ni siquiera si sabía de alguien que pudiera ser el culpable de aquello. Salió de la casa de Piscis rezando para que el caballero de Acuario sí pudiese decirle algo.

 

-Hola, Mu.- Le saludó Camus cuando hubo entrado en su morada. Se encontraba sentado en una silla apoyada en la pared de piedra, con un libro que parecía muy interesante en las manos.

 

-Hola.- Otra vez le invadió la timidez, sin saber por dónde empezar a preguntar. Tenía la sensación de que el asunto no iba a tener nada que ver con aquel caballero, pero tenía que arriesgarse, por si acaso.

 

Camus levantó la vista de las páginas para mirarlo, extrañado, pues no se había movido del sitio desde que había entrado.

 

-¿Qué ocurre? -Preguntó.

 

-Bueno, nada importante, en realidad. ¿Sabes de alguien que pudiese dejar flores en la entrada de mi casa?

 

-¿Dejar flores en tu casa? -arqueó una ceja, más extrañado que antes-. No, claro que no. ¿Por qué iba a saberlo?

 

-Da igual, no tiene importancia. Perdón por molestarte.- Se disculpó y salió de la casa de Acuario, esta vez a probar suerte con el caballero de Capricornio.

 

Cuando entró en su morada, no le costó mucho encontrarlo. Estaba arrodillado ante la estatua de Atenea, y se levantó despacio cuando vio a Mu allí de pie.

 

-¿Qué te trae por aquí?-Le preguntó Shura con una sonrisa y dándole la mano.

 

-Hola, amigo. Estuve vigilando el hogar de nuestra diosa.- Le contestó.

 

-¿Cómo estás? Hacía mucho que no hablábamos.- Dijo ensanchando su sonrisa.

 

-Bien. Aunque hay algo que me preocupa.- Giró un poco la cabeza hacia un lado.

 

-¿De qué se trata?

 

-Verás: me preguntaba si serías tú quien deja flores en la entrada de mi casa todas las noches.- Dijo, bajando la voz a medida que acudía a él la timidez.

 

-¿Flores? -Mu asintió levemente, menos convencido de que pudiera ser él-. No, no soy yo.- Dijo mientras se reía moderadamente.

 

-Vaya, entonces seguiré preguntando.- Dijo, bajando la cabeza de la vergüenza.

 

-Suerte, amigo.- Le guiñó un ojo.

 

Salió de la casa de Capricornio y se volvió a encontrar con las escaleras de piedra en frente de él. Comenzó a bajarlas, un poco más ansioso, hacia la casa de Sagitario, pero no había cabellero dorado defendiéndola, así que no se paró entre los muros de la edificación, y volvió a bajar aquellas escaleras que se le empezaban a hacer eternas, hacia la casa del caballero de Escorpio. Estaba casi seguro de no no sería este el responsable, pero aún así le preguntó.

 

-¿Flores? ¿Por qué iba a dejarte flores en tu casa? Además, ¿de dónde las sacaría? -Le dijo, incrédulo, como si fuera completamente evidente que esas cosas no eran para él.

 

-¿Y sabes de alguien que pudiera hacerlo? -Insistió.

 

-¿Afrodita?

 

-No, no fue él. Bueno, perdón, Milo, no quería molestarte.- Se disculpó, avergonzado de nuevo.

 

-No pasa nada, amigo. Ha sido divertido, en verdad.- Sonrió maliciosamente.

 

El caballero de Libra tampoco se hallaba defendiendo su casa, ya que había partido de nuevo a los Cinco Picos ya en invierno, así que no perdió tiempo y fue directo a la casa de Virgo.

 

Todo cuando entró allí estaba en completo silencio, y de todas partes emanaba serenidad y armonía, como si fluyera de manera natural desde el inicio de los tiempos. A Mu le encantaba visitar a su amigo Shaka, entre muchas cosas, por la agradable sensación de tranquilidad que este le infundía. Pensó que podría ser él el caballero que le dejara tantas flores en su morada.

 

Caminó hasta el centro del hogar y allí se encontró al caballero, sentado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados sobre unos cojines, con semblante de paz. Mu se acercó a él lentamente, y se detuvo a escaso metro de distancia.

 

-Buenas noches.- Le saludó Shaka levantándose de los cojines y abriendo los ojos, dejando entrever su hermoso color azul.

 

-Buenas noches, Shaka.- Le devolvió el saludo mientras le daba la mano.

 

-¿A qué se debe tal agradable visita? -Le preguntó cortésmente.

 

-Quería preguntarte algo.- Respondió sin poder evitar ponerse un poco rojo.

 

-Adelante.- Le animó.

 

-Shaka, ¿eres tú quien deja flores en la entrada de mi casa todas las noches? -Preguntó, poniéndose más rojo de lo que ya lo estaba.

 

El caballero de Virgo lo miró extrañado, y Mu pudo comprobar que tampoco iba a tratarse de él.

 

-No, Mu, no soy yo.- Corroboró sus pensamientos.

 

-Siento haberte molestado, pues- se disculpó de nuevo, algo decepcionado-. Buenas noches, amigo.- Se despidió.

 

-Buenas noches, Mu.

 

Salió de la casa de Virgo muy desconcertado, sin tener ni idea de quién podría ser quien le regalara las flores. Fue bajando las escaleras, cada vez más inquieto y menos tímido, directo a la casa de Leo. El caballero Aioria tampoco le parecía ser el autor, pero tenía que comprobarlo al cien por cien.

 

Entró en su morada y lo encontró casi al otro lado, yéndose ya a dormir.

 

-Mu, ¿qué te trae por aquí? -Le preguntó extrañado, pero contento de verle.

 

-¿Te retiras ya a dormir?

 

-Sí, ahora mismo me iba.

 

-Entonces seré directo: ¿eres tú quien deja flores en la entrada de mi casa todas las noches, Aioria? -Le preguntó, sin muchos ánimos.

 

-¿Qué? -exclamó, atónito-. ¡Claro que no!

 

-Bueno, solo quería asegurarme.- Le miró de reojo, con reprocho.

 

-Perdón, es que me pillaste de sorpresa- sonrió y le revolvió el cabello con una mano-. Me voy a dormir, suerte con tu búsqueda, Romeo.- Se burló y desapareció entre las columnas.

 

Ese suceso le había hecho perder la confianza que había ganado con los demás, encontrándose ahora mucho más avergonzado por aquello. Solo deseaba que no durara mucho más. Se le bajaron los ánimos al suelo cuando pensó que ahora le tocaba el turno al caballero de Cáncer. Pensó en saltarse su casa, pero las dudas lo asaltaron de repente. ¿Y si en el fondo tenía un corazón tierno? Sin darse cuenta ya estaba caminando por su morada, sintiendo el terrible ambiente que emanaba de cada pared.

 

-¿Qué haces aquí? -Quiso saber Máscara de Muerte mientras salía de las sombras.

 

-¿Te gustan las flores? -Le preguntó lo primero que se le pasó por la cabeza, y se maldijo de haber entrado allí cuando le contestó.

 

-¿Las flores? -se rio en voz muy alta, retumbando toda la sala-. No me hagas reír.- Y se volvió a esconder entre las sombras.

 

Mu se quedó allí parado como una estatua durante unos segundos antes de reprocharse haber pasado por allí y salir rápidamente. Ahora le tocaba el turno al caballero de Géminis, que no le inspiraba más confianza que Máscara de Muerte, pero al menos no era tan desagradable como él.

 

Entró en la morada y salió por el otro lado topándose con un Kanon pensativo mientras miraba las estrellas plasmadas en el cielo.

 

-Buenas noches, caballero Mu.- Le saludó sin volverse para mirarlo.

 

-Buenas noches, caballero Kanon.- Se posicionó al lado suyo, sin dejar que se notase ni un ápice de su alteracón.

 

-¿Qué te trae por aquí?- Le preguntó sin interés.

 

-Kanon, ¿fuiste tú quien me deja flores en la entrada de mi casa todas las noches? -Le interrogó sin introducción alguna, pues ya no le quedaba mucha paciencia.

 

-¿Cómo dices? Claro que no. ¿Por quién me tomas? -Le miró con incredulidad.

 

-Nada, lo siento. No era mi intención molestarde.- Se disculpó y siguió bajando las escaleras directo a la casa de Tauro.

 

La noche empezaba a enfríar, y sus ánimos estaban cada vez más por los suelos. Lo único que le animaba eran los puntos brillantes del cielo. Aunque al cabo de los minutos le empezaron a hacer sentir insignificante. Dejó de mirarlos y se centró en el último posible candidato a autor de la obra.

 

La casa de Aldebarán de Tauro apareció frente a sus ojos y entró, despacio, falto de esperanzas.

 

La cruzó de lado a lado y no halló al caballero por ninguna parte, ni siquiera pudo sentir rastro de su presencia. Ahora sí que no le quedaban esperanzas. Lo único que podía hacer era regresar a su hogar y dormir, y volver a despertarse a la mañana siguiente con flores en la entrada, sin saber de dónde procedían.

 

Bajó las escaleras con la cabeza gacha, y cuando ya casi estaba llegando al final, oyó un sonido proveniente de más allá, y se escondió detrás de una roca que sobresalía de la pared de piedra. Se asomó para ver lo que ocurría, y su expresión cambió de estar triste a estar muy sorprendida.

 

El caballero de oro Aldebarán de Tauro ataba margaritas, amapolas y claveles con un fino lazo de terciopelo rojo, y con el mayor cuidado del mundo, las dejaba suavemente sobre el suelo. Cuando las hubo depositado, sonrió y se quedó agachado contemplándolas con los ojos brillando de ilusión. Se le veía muy feliz realizando aquella acción, y a Mu se le encogió el corazón, llenándosele de ternura y cariño.

 

A la mañana siguiente sería a Mu a quien le tocaría regalar amor.

Notas finales:

Muchas gracias por leer!!! Espero que les haya gustado :D


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