Allá donde la luz apenas llegaba, donde el refulgir de la luna era el único de iluminar a la figura esbelta que se erguía en aquel rincón. El chico bonito, el objeto de sus caprichos, le observaba con ansias.
En la fría noche, su cuerpo se niega a sentir nada más que calor con el solo hecho de que sus ojos se crucen con los penetrantes orbes marrones. Muda invitación a disponer de él a su antojo.
Su presencia, siempre vigilante desde que sus caminos se cruzaron, obra del destino. Tal vez eso fue lo que siempre busco, la contradicción misma de sentirse pequeño, frágil, pero a la vez saberse con el control de toda la situación.
Jugador incansable. Le gusta atraer para después rechazar, ver la furia sumisa en los ojos de el en apariencia mas joven, pero en edad mucho mas antiguo que la vida misma. Su propio cuerpo le reclama hambriento, por fundirse bajo esa pálida piel que se le ofrece con tan infame condición.
Kyuhyun lo hace sentir como un ser irresistible, sus ojos saboreándolo, sopesando sensaciones que todavía no llegan a concretarse del todo. Cuando sus labios están a centímetros, su cuerpo se congela, miedo, deseo, lujuria y necesidad se remueven inquietos por sus venas.
Le oye caminar tras su puerta, el crujido del piso te anuncia y es tu descuido es solo para hacerme sentir mas nervioso, mas deseoso. Juegas conmigo tanto como yo lo hago contigo.
No puede soportarlo más. Sus afilados colmillos juguetean por su cuello, esperando una orden que su garganta finge no querer dar. Necesita de esa vida que no sabe dejarse morir. Y su voluntad se quiebra con cada beso que Kyuhyun deja libre en cada rincón de su cuerpo.
Poco a poco pierde el control, así como la razón. Dar su alma, su vida, tal vez su libertad y finalmente su sangre a un vampiro ansioso por esta, es mas que un simple juego arriesgado entre dos mundos capaces de mezclarse de forma tan vertiginosa.
Colmillos ávidos de la poca inocencia que había en ese mal iluminado cuarto. Abriendo su piel, dejando caer un par de gotas del líquido rojizo y caliente. Sus labios pegados contra la diminuta herida, el sonido del succionar. Su ser entero sintiendo corrientes de placer, mas que de dolor. La vida escapándose lenta y satisfactoriamente por sus venas.
Tiene sed. Se ahoga. No existe más…
Su herida ceso de sangrar, comenzó a supurar. Sus sentidos se triplicaban. Su piel se tornaba fría. Y Kyuhyun le observaba, con los labios rojos, manchados con su propia sangre.
Después de todos los minutos escarbados con uñas y dientes, después de largas horas bajo la noche, de los sueños febriles, los besos desesperados como si cada uno de ellos fuera el ultimo, después de su insistencia y enervante voluntad, Yesung se ha dejado domesticar.
Ahora respiraba libertad, ahora podía ver al verdadero Kyuhyun que una fría, fría noche llego a su puerta. Vampiro hermoso que con su mirada casi brillante le sonreía victorioso. Vampiro que le dio un poder que jamás tuvo en realidad, juegos de a dos que lo declararon perdedor desde el principio de todo.
Puso su destino y sus decisiones en manos de algo que no todos podían entender, que tal vez ni siquiera sabían que existía, mas nunca se arrepentiría, no después de la sonrisa y el beso que le otorgo su creador.
Y entonces comprendió la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma.