Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I still love you, brother. por mitsui-chan

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Es mi primer fic de DMC... así que no se como estará. Dejadme reviews para decirme donde puedo mejorar, ¿sí?

Estaba descansando con las piernas encima de la mesa y la revista cubriendo su rostro cuando dos pares de pasos se acercaron a él: unos desde las escaleras, descalzos, otros desde la puerta de la agencia, con botas.

-¡Dante!- ambas voces sonaban irritadas, una más calma que la otra.

No contestó, esperó que uno de los presentes retirara la revista de sus ojos. Unas manos de mujer lo hicieron.

-Tengo trabajo para ti. Para los dos.- dijo mirando al otro hombre de pelo blanco que estaba en las escaleras.

-No.- contestó directamente.- ¿Qué ocurre niño?- le preguntó al otro presente.

-Acepta la misión, estoy harto de estar encerrado aquí dentro.- le dijo, sentándose encima de la mesa, por lo que fue fulminado por la mirada del hombre mayor.

-No. Cada vez que aceptamos una de sus misiones termino con más deudas.- le contestó de forma tajante.

La mujer suspiró, observándole con sus ojos de colores distintos antes de darle la información que le haría cambiar de parecer.

-Vergil está en peligro. Los esbirros de Mundus le han capturado.- reveló, haciendo que el hijo de Sparda le mirara intensamente con sus ojos azules.

-Está bien, iremos.- se levantó, dándole una palmada al más joven en la espalda.- Ve a prepararte. Saldremos en cinco minutos.- le dijo antes de desaparecer para ir a por sus armas.

El muchacho parpadeó, confundido antes de mirar a la fémina: -¿Pero quien es ese Vergil?- preguntó.

-¿No te lo ha contado?- cuestionó sorprendida a lo que él negó con la cabeza, aun más confundido.- Entonces ya lo verás.- le dio un sobre.- Aquí está la dirección. Cuando baje dásela.- le encomendó antes de salir por la puerta.- Buena suerte.

Justo como había hecho el mayor, se fue a buscar a su Red Queen antes de volver a bajar para encontrarse con un Dante no solo con Rebelion y sus pistolas gemelas, sino con tres o cuatro cuchillos más otras dos pistolas, negras, que él no había visto nunca: ni en la casa ni cuando habían salido de caza.

-¿De dónde han salido estas dos?- preguntó con curiosidad.

-Herencia.- respondió solamente antes de coger el sobre que Nero había dejado encima de la mesa, lo abrió y leyó la dirección antes de trocearlo.- Vamos.

Salieron y fueron a por sus motos, el que contaba con más experiencia en sus espaldas fue el primero en salir, seguido de su acompañante, quien debía seguirle de cerca para no perderle. Cuando el cazador frenó en seco, el otro casi se pasa, pero cuando vio el lugar en donde estaban supo que habían llegado.

Un palacio mugriento y casi en ruinas era el paisaje que se presentaba delante de sus ojos. Sin mediar palabra el cazador entró, abriendo la puerta de una patada, que la hizo caer con gran estruendo.

-¿No podías hacer más ruido?- dijo sarcásticamente.- Ahora de seguro que ya saben que estamos aquí.- se lamentó.

-Ya lo sabían.- empezó a caminar dentro de la casa, siendo seguido por el Devil Bringer que lo miraba todo un poco nervioso.

No era posible que un cazador tan bueno como Dante no notara las presencias demoníacas que les rodeaban.

Y de repente, una figura vestida de azul con el pelo blanco apareció delante de ellos: -Dante.- musitó con esfuerzo y Nero intuyó que era la persona que habían ido a buscar, pero antes de poder siquiera el gesto de ir a ayudarle, el que vestía de rojo le tiró un balazo, revelando el cuerpo de un demonio cualquiera. Cuando pasaron por su lado, le pegó un par de tiros más.

-¿Por qué has hecho esto?- cuestionó alarmado.- ¿No era a él a quien veníamos a buscar?

-No. No a él.- respondió tajante, en una actitud defensiva que él no recordaba haberle visto nunca. Debía ser alguien importante.

Durante todo el camino diferentes demonios se presentaron delante de ellos, todos con el mismo cuerpo, solo que cada vez más deteriorado y mal vestido. De repente el hijo menor de Sparda se paró y abrió otra puerta, tirándola al suelo también y fueron a parar al medio de un gran salón que, en sus días, debió de ser un hermoso salón de baile.

-Prepárate que esto se va a poner feo.- le avisó a la vez que su espada acudía a él y desenfundaba las cuatro pistolas.

-¿Cómo piensas usarlo todo a la vez?- preguntó con una ceja alzada.

-Ya lo verás.- le contestó.

Y después todo empezó, empezaron a salir demonios por todos lados hacia un punto en concreto: ellos.

Los flashes azules procedentes de Nero, los ensordecedores balazos de las pistolas de Dante, el sonido de hojas cortando carne, los gritos y gemidos de dolor de los demonios, para ellos dos eso significaba vida, pero el menor podía notar la furia con la que el otro luchaba aquel día. Definitivamente aquella persona era muy importante para él.
Y fue entonces cuando él mismo lo vio, un pequeño reducto de demonios se iban todos hacia la misma dirección.

-¡Viejo!- le llamó la atención señalando al grupo que se iba.

-Terminamos aquí rápido y vayamos a por ellos.- contestó antes girar en círculo y de cortar por lo menos a nueve demonios por la mitad.

Pocos minutos después habían terminado y empezaron a correr, siguiendo el efluvio que aquellos seres habían dejado tras ellos. Y cuando los alcanzaron se encontraron con un claro llenos de hombres en el mismo estado, todos iguales.

Y Nero lo entendió. Era un juego, un juego donde su acompañante (y a veces mentor) tenía que escoger a la persona correcta.

-Dante…- susurró.- ¿Cómo lo vas a hacer?- preguntó.

-Con esto.- dijo sacando una de las pistolas negras.

-¡Pero le puedes matar si te equivocas!- dijo alarmado, mirándole con preocupación.

-Estas pistolas no dañan a los semi-demonios.- contestó antes de mirar fijamente al grupo de Vergils que tenía delante.- No digas ni hagas nada, ¿ok niño?

-Como quieras.- dijo retrocediendo unos pasos.

Fue entonces que se fijó bien en el rostro de los hombres: eran clavados a Dante, lo cual no lo entendía, ¿debía escoger al que era la mejor copia de él o qué?

El primer balazo salió, yendo a uno de los hombres del medio que solamente cayó fulminado al suelo, luego a uno del extremo derecho. Y así hasta que solo quedaron dos en pie. Dante no lo dudó ni un segundo: el de la derecha era el falso. Sacó a Rebellion y le cortó la cabeza ante el jadeo impresionado del mortal.

Dejando caer la espada a la hierba corrió a socorrer al superviviente, acogiéndole entre sus brazos.

-D-dante.- murmulló, cerrando los ojos.- ¿Có-como…?- no terminó la pregunta, no hacía falta.

-Lady.- lo cogió en brazos sin recibir quejas, cosa rara en su hermano, pero fue entonces cuando se dio cuenta de que se había desmayado.

Empezó a andar, siendo seguido por el de menos edad que no pudo resistir la tentación y preguntó: -¿Quién es?

-Mi gemelo. Vergil.- dijo solamente antes de acomodarle a la moto, atándole a él con su jersey.
-¿Tienes un gemelo? ¿Y es Vergil?- dijo mientras se acomodaba a su moto.- ¿Pero… el Vergil del Inframundo?

-Sí. Y no preguntes nada más porque no te lo voy a responder.- gruñó antes de empezar a conducir, dejando atrás al chico con brazo de demonio.

Cuando llegó a la casa, Trish y Lady le esperaban sentadas en el sofá y mirando el televisor, una novela.

-¡Dante!- ambas se levantaron a la vez, de un vote.

-Cuando venga el chico curadle, tiene una herida en el brazo bastante fea.- les dijo antes de desaparecer escalera arriba.

Una vez en su cuarto depositó a su hermano en la cama, retirándole la ropa y entornando los ojos al ver los múltiples moretones y cortes que decoraban todo su pecho y abdomen. Cogió un cotón y el alcohol de la mesita de noche y empezó a desinfectar las heridas menores con cuidado de no despertarle para dedicarse a las mayores después, vendándolas con dificultad ya que a él siempre se las vendaban las chicas o Nero mismo y antes de aquello, Patty se hacía cargo.

-Dante.- la voz aniñada de alguien le hizo girar la cabeza, descubriendo a cierta figura femenina vestida con tejanos y una blusa a rayas de marinero.

-¿Patty?- dijo al reconocer aquel rizado pelo rubio y aquellos expresivos ojos azulados.- ¿Qué haces aquí?- le preguntó.

-Lady y Trish me dijeron que te ayudara mientras Lady se encargaba del chico de abajo y Trish de tus destrozos.- se acercó a él y vendó ella misma al gemelo calmado, quien era sujetado por el hombre.

Habían pasado ya diez años desde que Patty se fue a vivir con Nina y la había visto pocas veces, básicamente por suministro de medicamentos o porque de vez en cuando se pasaba a limpiar la agencia, por lo que la figura de adolescente que se le presentaba delante se le hacía rara. Bonita y sensual sí, pero extraña.

-¿Cómo está tu madre?- le preguntó mientras se quitaba la gabardina y la blusa y dejaba que la muchacha le curara.

-Murió la semana pasada.- dijo con la boca pequeña, pero tampoco parecía triste del todo.- Tú sabes que siempre quise encontrarla pero… no supimos convivir juntas.- le contó mientras desinfectaba la herida más fea, una que le travesaba toda la espalda, en diagonal, empezando en el hombro izquierdo y terminando en la cadera derecha.- Por eso…

-¿Quieres volver a vivir aquí conmigo?- le preguntó dándole un par de golpecitos a la cabeza, como había hecho tiempo atrás.

-Si no es molestia. Ah, y Lady y Trish han dicho que me van a convertir en cazadora.- dijo con una pequeña sonrisa, esperando un comentario que jamás llegó, para su extrañeza.- Ya me encargaré yo de la limpieza.- dijo mirando a su alrededor con una mueca de asco.- No has cambiado en absoluto.

-No.- dijo con su típica sonrisa.- Hicimos reforma cuando las mujeres y Nero se mudaron, así que hay dos cuartos libres, escoge el que más te guste. Él otro será para Vergil.- dijo acariciando el pelo de su gemelo.

-¡Quiero el de los ventanales!- exclamó.

-Es el de Nero pero si eres capaz de convencerle será tuyo.- dijo encogiéndose de hombros.

-Pues mío será.- dijo antes de salir corriendo escaleras abajo.

Sonrió al oír la voz de la chica discutir con el chaval y plantear los porqué ella debería tener el cuarto. Definitivamente lo conseguiría.

Se levantó y fue al baño para limpiarse rápidamente el pelo, en la pica. Luego cogió un trapo y le limpió la sangre seca a su gemelo, con cuidado de no humedecer las vendas. Sin darse cuenta se empezó a quedar dormido al lado de su hermano, ambos semidesnudos y heridos.

En la mañana, por ahí cerca de las ocho, las tres mujeres sacaron la cabeza por la puerta con curiosidad para ver a los dos hermanos, sorprendiéndose al ver a Vergil cubrir con la sábana al cazador con delicadeza para luego acariciarle el pelo. El trío sonrió de una forma dulce al ver aquella escena.

-Cerrad la puerta de una vez. Y como digáis algo de esto a nadie, incluido a él, os cortaré el cuello.- las amenazó antes de oír como la puerta se cerraba a sus espaldas.

-¡Pero que carácter!- exclamó la más joven.- Realmente son hermanos.- dijo dirigiéndose al baño y sacando un frasco de pastillas.

-¿Estás loca?- dijo la chico de los ojos bi-colores al ver como abría la puerta otra vez.

-Nah. Viví con Dante por dos años, no me va a asustar su gemelo.- hizo girar el pomo e ingresó al cuarto, ofreciéndole el botecito al único que estaba despierto.- Tenéis que tomar dos cada uno.

-No voy a tomar medicina de humanos.- respondió el hombre, sin coger el recipiente.

-Son de Dante, son para gente como vosotros.- le contestó.- Yo se las hago.- dijo antes de salir.

-Eres valiente, chiquilla.- le dijo, en un extraño alago.

-Y con muy mala leche cuando no limpias lo que ensucias y sabe usar distintas armas improvisadas. Sobretodo la fregona.- gruñó Dante.- Cerrad la puta puerta y dejadme dormir.- y se giró, dándoles la espalda a todos. Incluido a su hermano.

La rubia de pelo rizado cerró la puerta con aires de diva, tan típico de ella. Las chicas se dirigieron a la planta baja, donde Nero estaba comiendo leche con galletas y mirando algún programa vario en el televisor.

-Buenos días…- dijo al verlas.- Princesa.- dijo saludando a Patty, que solo le sacó la lengua.

Mientras tanto, en el piso de arriba Dante y Vergil seguían tumbados en la cama, sin hablarse, pero juntos.

-¿Te irás otra vez al Inframundo?- habló finalmente el que solía ir de rojo.

-Ya sabes lo que pienso de los humanos…- contestó simplemente el otro.

Cerró los ojos, dejando de escuchar todo lo que su consanguíneo decía, dolido ante aquella respuesta y de repente se sintió furioso, con ganas de no verle más. Se sentía decepcionado: ¡le había salvado y así se lo pagaba! Yéndose otra vez de su lado, como siempre. De hecho no sabía porque se sorprendía, siempre supo que sería así, que aquellos escasos años que compartieron juntos no volverían jamás, serían enemigos por lo que les quedaba de vida.

-Vete.- le dijo sin mirarle.

-¿Cómo dices?- parpadeó sorprendido, al verse interrumpido de aquella forma tan brusca e inesperada.

-Ya me has oído. Quiero que te vayas. Al fin y al cabo, yo soy el más humanizado de los dos, no veo porque querrías seguir a mi lado.- soltó mordazmente.

-Oye Dante…- intentó decirle, pero la fría e indiferente mirada que le dio, le dejaron de piedra y sin habla.

-He dicho que te vayas. Que bye-bye. Que te vuelvas al Inframundo.- se levantó con dificultad y cogió el botecito de pastillas antes de tragarse un par, como había dicho Patty.- Y no cuentes conmigo si te vuelven a secuestrar.- se levantó y se dirigió al baño.- Cuando salga no quiero verte aquí. Ni cerca de la oficina.- y cerró de un portazo.

El de pelo siempre bien peinado no sabía que hacer: por un lado quería quedarse y terminar de soltarle todo lo que quería decirle a su hermanito, por otro lado sabía que si algo iba mal todos se pondrían en contra suya. Se levantó y se vistió con sus harapos, con cuidado de no lastimarse más, cogió su katana, que no sabía de donde la había sacado Dante, pero ya no importaba. De dentro de la gabardina, en un bolsillo secreto sacó una imagen de ellos dos de niños, cuando aun eran inocentes y jugaban juntos, al mismo lado, donde salían abrazando al contrario por los hombros, apoyando sus cabezas en la ajena y con unas hermosas y brillantes sonrisas. Recordaba aquel día con precisión, fue la primera vez que le dijo a Dante “Te quiero, hermano” y el primer día que notó los labios del otro sobre su mejilla después de terminar con sus juegos.

Garabateó algo en la parte trasera de la fotografía y la dejó sobre la mesita y salió del cuarto para encontrarse con cuatro pares de ojos mirarle fijamente. Sin inmutarse en lo más mínimo siguió caminando, sintiendo las miradas aun fijas en él.

-¿Te piensas ir así sin más?- preguntó ferozmente, acercándose a él y agarrándole por el cuello de la chaqueta.

-No me voy. Me ha echado.- escupió soltándose del agarre.- Así que la próxima no es necesario que vengáis a rescatarme.- abrió la puerta y salió.

El silencio permaneció en la planta baja, sorprendidos ante aquella confesión que todos sabían que era cierta: el dolor traspasaba a través de cada palabra pronunciado por el espadachín de Yamato. Cada uno se puso a hacer cosas distintas: Lady se dirigió a la parte trasera, donde el semi-demonio tenía sus motos y se puso a examinarlas, Trish se fue arriba para ordenar su cuarto, Patty empezó a limpiar todo aquel desastre y Nero simplemente siguió mirando la televisión.

Mientras tanto Dante ya había terminado de su ducha y se estaba vistiendo, pero no se había percatado de que la foto que Vergil le había dejado sobre la mesita y que había volado hasta quedar debajo de la cama, solitaria, cuando tiró la toalla por ahí.

Cuando bajó a la cocina no había nadie y se sentó, enterrando su cabeza entre sus brazos: sus sienes pinchaban y zumbaban desde que se había despertado y su humor estaba de perros. Tanto que había echado a su propio hermano sin miramientos.

Los meses fueron pasando entre peleas de Patty con él y con Nero, con insultos de chico hacia él, con regañinas de Trish hacia él, con Lady ahogándole con más deudas. Y con demonios siendo las victimas de su enfado.

Quería ir a buscarle pero no, quería verle pero no, quería que Vergil fuera a pedirle que le aceptara pero no. No sabía que quería, su cabeza estaba hecha un lío y ya no sabía ni siquiera en que día vivía. Aceptaba las misiones de Lady solo para huir de ellos o de la casa misma, de los recuerdos que su cuarto le traían. Nunca había llorado, nunca. O al menos no en los últimos dos-cientos años por lo que cuando Nero le pilló llorando a lágrima viva fue uno de los momento más incomodos de toda su vida, pero cuando el chico se sentó a su lado y le sonrió supo que aquello no saldría de aquellas cuatro paredes o al menos no de su boca. El silencio les embargó por unos minutos y luego, sin que Nero preguntara nada Dante empezó a hablar, a contarle todo aquello que había retenido solo para él por tanto tiempo. Lo que sentía por su hermano, que estaba enamorado de él y que quería estar con él, pero no lo podía hacer si este no respetaba el mundo por el que él tanto había luchada, el mundo que el había defendido por tanto tiempo.

Fue entonces que Nero le pasó su brazo humano por los hombros y negó con la cabeza y habló: -No es eso lo que te pasa viejo. A ti te da igual todo ese rollo de la tierra, a ti lo que te tiene así es la posibilidad de que tu hermano te rechace. No te mientas, es así.- dijo encogiéndose de hombros.- Y ya sabes, quien no arriesga no gana.- dicho esto se levantó y salió del cuarto.

No descubrió la fotografía debajo de su cama hasta un año y algo desde que había perdido a su hermano de vista otra vez. Y, aquella vez, para siempre. Había llegado agotado de una misión y se había desnudado mientras entraba, mandando una de sus botas debajo de la cama. Cuando la buscó el día siguiente vio el papel y lo sacó. Al principió no se veía nada del polvo que había acumulado en ella así que la tuvo que limpiar con la manga de su jersey para abrir los ojos todo lo que pudo al recordar lo que pasó aquel día y al leer la anotación que había detrás no pudo sentirse más imbécil. Su hermano diciéndole aquella y él…

Su puño salió disparado hacia la mesita, haciéndola añicos. Se levantó de un salto y guardó la estampa en su gabardina roja, se calzó y salió rápidamente hacia donde tenía la moto.

-¿Dónde vas?- preguntó Nero con una ceja alzada al ver que dejaba todas sus armas.

Le miró antes de contestar y luego miró a las tres mujeres que le miraban con curiosidad aunque al contrario de su compañero ellas ya tenían una idea. ¡Bendita intuición femenina!

-A buscarle.- dijo antes de cerrar la puerta.

Una vez oyeron el ruido del motor alejarse Lady extendió las manos y los tres dejaron un billete de cien en ellas.

-Recordadme que le agradezca cuando vuelva. Si es que regresa esta noche.- dijo con una pícara sonrisa.

Si Dante había descargado su furia en matar demonios en la ciudad, Vergil la había gastado en hacer una limpieza de demonios menores en la ciudad consiguiente. Le había dolido mucho que le hubiese echado de aquel modo sin haberle permitido terminar de hablar, aunque en parte lo entendía: Dante estimaba a los humanos y él siempre había dicho que eran débiles y estúpidos. No podía culparle por no haberle querido escuchar, menos al haber empezado su frase como la empezó.

Ya había anochecido desde hacía horas y él seguía dando vueltas en su moto, ahora ya en la ciudad siguiente, en busca de su hermano. Paró la moto en una calle y sacó la fotografía y la miró otra vez, luego la giró otra vez y sus dedos repasaron la escritura.

-¿Dante?- se giró al oír aquella voz que se reveló cerca de él.

-Vergil…- musitó al verle debajo de la farola del otro lado de aquella mugrienta calle y bajó rápidamente para ir a abrazarle ante la mirada sorprendida del otro.- Yo… lo siento.- se disculpó.- No quería… que te fueras. En el fondo deseaba que te quedaras, que me llevaras la contraria.

-A mí me quería que me escucharas.- contestó a la vez que le acariciaba la nuca haciendo círculos.- Ven.- empezó a andar y el menor le siguió, entrando en una casa y luego en un apartamento, pequeño para dos personas, pero perfecto para una de sola.- ¿Quieres algo?- dijo abriendo el frigorífico.

-No.- contestó, mirando a su alrededor.

El otro cogió una cerveza y se sentó a su lado, mirándole de una forma casi abrasadora: -Dejé la foto para ver si aun tenía alguna posibilidad de ser tu amigo, tu hermano, algo más, que sé yo. Pero supongo que no es así, de haberlo sido no habrías tardado tanto en venir a buscarme.- habló con un deje de tristeza que no se podía notar sino se le conocía.

-¡No!- le interrumpió.- Encontré la foto hoy. Estaba debajo de mi cama.- confesó algo avergonzado.- Vuelve por favor. Quédate a vivir con nosotros. Sé que los chicos no son exactamente de tu agrado, de que yo tampoco pero… vuelve conmigo.- le pidió.

-Solo tenías que pedirlo.- dijo antes de levantarse.- Eso sí, como alguna de aquellas mujeres haga algún comentario estúpido le vuelo la cabeza con un corte, ¿está claro?- el otro solo asintió, con una pequeña sonrisa.- Vamos.- dijo saliendo y cogiendo una maleta donde fue metiendo rápidamente sus pocas pertenencias en ella.

Una vez montados en el vehículo, ambos se sentían confusos: siempre, desde que separaron sus caminos habían sido enemigos a muerte hasta que un día solo fueron enemigos, luego solo conservaron aquella enemistad amistosa hasta terminar siendo cariñosos con él otro, preocupándose.

¿Qué les había pasado?

No lo sabían. No habían sido educados para saber descifrar sentimientos, ni los propios ni los ajenos. No era lo suyo. Lo que sí sabían es que si bien su convivencia había mejorado entre ellos, que el gemelo tranquilo se acostumbrara a la vida en grupo que él llevaba en aquellos momentos, llevaría tiempo. Y más con tres mujeres locas juntas.

Cuando llegaron a Devil May Cry todos estaban durmiendo. Subieron al piso superior y Dante le enseñó el que sería su cuarto y luego le indicó donde llevaba cada puerta: la de su lado lado izquierdo estaba la puerta que daba al desván, después de esa el baño, luego la de Nero, delante de la de Nero la de Trish, al lado de esa la de Lady, una puerta que daba a unas escaleras para ir al jardín trasero, seguidamente la de Patty. Y al lado derecho de su cuarto estaba la suya.

-Nos veremos mañana.- se despidió Dante.- Y no ronques muy fuerte que estas paredes son de papel de fumar.- le dijo, volviendo a su juego de burlas habitual.

-Y tú intenta no gemir muy fuerte cuando te masturbes. No quiero los vecinos quejándose.- se la devolvió antes de ingresar a su cuarto.

Ambos entraron a su cuartos y se desnudaron para luego tumbarse en la cama, encima de las sábanas y mirando el techo de color blanco. Lentamente el cazador levantó una mano hacia la pared y la golpeo con los nudillos, en una serie de toques que conformaban una señal.

La respuesta no tardó en llegar.

Otros golpecitos. Ese código se lo habían inventado de pequeños, para cuando estaban castigados cada uno a su cuarto y así poder seguir hablando, o por cuando estaban sentados mirando el televisor con sus padres y las voces estaban prohibidas.

Lo extraño era que aun se acordaban ambos.

Con un último toque los dos se durmieron plácidamente. Cuando Vergil despertó la mañana siguiente, se dio cuenta de que ya pasaban de las once, así que se levantó y se puso unos pantalones grises de chándal y una camiseta de tirantes negra, se revolvió un poco el pelo para que no le cubriese tanto los ojos y bajó. En la cocina las tres mujeres y el Devil Bringer estaban sentados desayunando.

-Buenos días.- saludó antes de coger un trozo de pizza del frigorífico.

-Buenos días Dante.- contestó Trish.- No deberías comer pizza para desayunar, suficiente es que solo comas pizza en la comida y la cena para que ahora la incluyas también en el desayuno.

-¿Pero que dices mujer?- gruñó antes de pegarle un mordisco al trozo que tenía en mano

-¿Vergil?- dijo la rubia mayor, sorprendida.

-Sí.- gruñó.- Y como me volváis a confundir con él os cortaré el cuello. Y a mí no me deis ordenes.

-¡Oye! Ni que fuera tan malo ser comparado conmigo.- se quejó el hermano menor.

-Lo es.- contestó antes de empezar una pelea verbal.

Mientras tanto, el cuarteto aun admiraba la gran similitud entre ellos. Es decir, cierto que eran gemelos, pero de ahí a lo suyo… Misma altura, mismo tono de color de ojos, mismo corte y largada de pelo, mismo tono de piel, mismo tono de voz. Seguro que si los pesaran su peso sería el mismo. Y su carácter tampoco era muy distinto: el siempre frío y calculador Vergil cambiaba radicalmente cuando estaba cerca de su otra mitad, se ponía al mismo nivel de Dante.

Al cabo de casi una hora ellos dos seguían discutiéndose, aunque mezclaban distintas lenguas a la vez, entre demoníaco y japonés, haciendo reír a Trish de vez en cuando.

-¡Bueno! Basta ya. Tanto susurro me está dando dolor de cabeza.- dijo Lady separándolos a ambos con sus brazos y poniéndose en medio.- Dante, Vergil.- dijo mirando a cada uno correctamente.- Parecéis niños de párvulos.

Ambos se calmaron, haciendo una mueca de disconformidad, pero sabiendo que la morena llevaba la razón, así que sin dirigirse la palabra se fueron a sus cuartos.

-¿Soy el único que piensa que las vamos a pasar putas con ellos dos viviendo bajo el mismo techo?- preguntó el único hombre presente.

-No. La putada será no equivocarnos con su nombre si van a bajar cada día vestidos igual.- dijo la demonio.- A todo eso, ¿cómo es que tú si has sabido cual era cual?- cuestionó mirando a la cazadora.

-Hace mucho que les conozco a ambos. Y he tratado con Dante que podría reconocerles solo por como dicen las cosas. Y no es broma.- dijo seriamente.

Arriba en las escaleras, Vergil, ya vestido con sus ropas habituales, entró al cuarto de su hermano y se quedó apoyado en la puerta, mirando como se vestía.

¡Joder que tenía buen cuerpo! Vale que era igual al suyo, pero era muy diferente a ver uno su propio cuerpo reflejado a verlo en otra persona. Más si esa persona te volvía loca.

-¿Estás enfadado?- le preguntó, observando como detenía todos sus movimientos.

-Bueno, no creo que el ser comparado conmigo sea tan malo, la verdad.- respondió simplemente.

El mayor se acercó a él y le cogió el rostro por el mentón.

-Hn. Tienes razón, eres bastante guapo, hermanito.- le dijo antes de salir del cuarto, dejando a un choqueado Dante adentro.

-¡Pero si somos iguales imbécil!- exclamó al reaccionar.

Las semanas fueron pasando y mientras que los roces entre Vergil y los otros cuatro iban disminuyendo con Dante aumentaban día a día. El mayor de los hijos de Sparda le había cogido un cariño especial a la más joven del grupo, posiblemente porque era la única que era lo suficientemente valiente para encararse a él, mientras que a veces ni siquiera Lady o Trish se atrevían y dicho cariño parecía ser el causante del distanciamiento de Dante con ellos.

-¿Dónde está Dante?- preguntó aquel que odió a los humanos por tantos años, buscándole con la mirada.

-Salió hace rato.- contestó Nero, quien no se llevaba muy bien con el hermano mayor.- Dijo algo de ir a buscar algo de comida, pero de eso hace ya casi tres horas.- observó mirando el reloj.

El otro hombre solo entrecerró los ojos, abriendo la puerta principal antes de que el rugido de una motocicleta inundara el lugar. El cazador cruzó el portón arrastrando a Rebellion con una mano mientras que por la otra grandes gotas de sangre marcaban un camino a su lado. Todos se acercaron a él, alarmados de verle en tan deplorable estado.

-¿Dónde has estado?- preguntó Lady, que cogió su espada y la dejó apoyada en la pared mientras que Trish le intentaba quitar la roja, rota y sucia gabardina, intentaba, porque no se dejó.
-Cogiendo fresas para hacerme una copa para cenar.- contestó sarcásticamente antes de seguir su camino.

-Dante.- el de pelo peinado hacia atrás le cogió por el brazo que a él le pareció sano para que se detuviera.- ¿Qué te ha pasado?- preguntó con un más que imperceptible tono de preocupación, y era tan poca la manifestación de esa preocupación que al menor de los hermanos solo le sonó como una pregunta de un jefe.

-Como si te importara.- gruñó antes de soltarse y reculando para coger a su espada y subir a su cuarto.- No cenaré.- anunció antes de cerrar la puerta de su cuarto.

Se quitó la ropa, rebelando un gran corte que le cubría literalmente todo el pecho. El maldito demonio tenía una cola llena de púas y que le había clavado sin compasión alguna. Se dirigió al baño y se las desinfecto y curó el mismo, decidiendo que nadie debía ayudarle, en cualquier caso Nero. Que ya se las apañaría solo. En cualquier caso, se quedaría con el niño. Pero ya se lo diría mañana. Una vez se vendó el pecho y el abdomen se acostó, metiéndose cuatro pastillas a la vez en la boca.

Sus ojos viraron hasta ver la luna por la ventana. ¿Por qué había querido volver su hermano? ¿Por él o por Patty? Bah, eso fue una pregunta estúpida, ya lo sabía porque había vuelto. La chica rubia era hermosa y con carácter y Vergil valoraba eso, así que lo de la foto y todo aquello no fue más que pura comedia.

¡Mierda!

Golpeó con rabia el colchón con su mano más o menos sana y fue entonces cuando la puerta se abrió, revelando una figura.

-Vete niño.- gruñó, más el chico entró, cerrando la puerta detrás de él.

-¿Necesitas ayuda con las vendas de tu mano?- dijo dirigiéndose al baño de donde llevó lo que necesitaba. Dante no dijo nada, lo cual significaba que tenía luz verde para curarle y para hacer sus preguntas.- ¿Por qué no se lo dices?

-¿El que estoy colgado por él?- preguntó en tono cansino.- Pues mira, quizás hoy en la noche, con un poco de suerte se irá.

-Yo creía que le querías aquí, viejo.- indagó mientras desinfectaba las heridas.

-Sí. Y yo creía que él quería pasar más tiempo conmigo y no con Patty. Para eso ya le habría mandado la chiquilla donde él.- gruñó, haciendo una mueca cuando una herida escoció especialmente fuerte.

-Sabes que esto tardará en cicatrizar y que te van a quedar marcas, sino lo cuidas, ¿verdad?- preguntó.

Y Dante era muy consciente de ello.

-Lo sé.- contestó.- Pero es mejor que se vayan todos.- clavó sus orbes azules como el cielo en él.- Tú puedes quedarte si te apetece.- le dijo.- Déjame solo.

-Vale.- se levantó y antes de salir se giró ara verle.- Oye, gracias.- el mayor solamente movió la mano en un ademán de que no era nada.

Cuando bajó todos le miraron con los ojos abiertos al no haber escuchando ni un solo grito ni un solo golpe. Algo importante había pasado ahí. Se dirigió al hermano de su jefe y lo tiró a la pared contraria ante la sorpresa de las mujeres.

-¿Qué haces Nero?- dijo Lady, alarmada.

-Cállate.- le dijo a la mujer.- Tú eres imbécil,- dijo mirando al hijo de Sparda, que se estaba empezando a levantar.- él lo ha dado siempre todo por ti, para que te sintieras a gusto y siempre puso su pellejo en la línea de fuego solo para protegerte y tú se lo pagas así.- le dijo al hombre mayor con rabia, casi escupiendo las palabras como si fueran veneno.- No me extraña que se sienta así hacia vosotros dos. Yo también me sentiría hecho una mierda si mi hermano me cambia por otra.- dijo mirando a la chica más joven.- Y yo de vosotros iría haciendo las maletas.

Dicho esto salió, dejando muy afectado a Vergil, tanto que no parecía él. Subió apresuradamente al cuarto del otro semi-demonio, abriendo la puerta y cerrándola detrás de él.

-¿Quieres que nos vayamos? ¿Qué me vaya?- le preguntó directamente, sentándose a su lado.

-Haz lo que te de la puta gana, pero si te quedas, procura que yo ni te vea ni te oiga.- le dijo sin mirarle, intentando contener las lágrimas que pugnaban por salir.

-¿Por qué?- preguntó.- Me viniste a buscar para que viviera contigo. Las primeras semanas estuvimos de puta madre y luego… sin razón aparente nos apartaste a todos de tu lado. Menos a Nero, a ese aun le permites estar junto a ti.- claramente había celos en sus palabras.- Al resto nos ignoras. No comes con nosotros, lo haces todo por tu cuenta y luego regresas así. Y cuando te pregunto que te ha pasado, cuando me preocupo por ti la respuesta es siempre la misma.- le cogió por el hombro y le volteó, dejándole de espaldas al colchón.- ¡Joder Dante! Eres mi hermano, claro que me importa todo lo que te sucede.

-Claro. Por eso intentaste matarme unas tres o cuatro veces.- dijo sarcásticamente.

-Esto no es justo, ya sabes que no sabía quien eras.- el dolor de recordar aquello era evidente y él se sintió mal por haberle dado aquel golpe tan bajo sabiendo que era cierto pues é le había devuelto la memoria. Sus memorias juntos.- Tú sabías que nuestra convivencia no sería simple,- le dijo.- pero aun así me lo pediste, me viniste a buscar, ¿por qué?

-¡Porqué quería que estuvieras conmigo! No para que te fueras detrás de Patty. Sino no fuese porque nos parecemos tanto, cuando la gente que nos vería por la calle de seguro que pensarían que somos unos completos extraños.- se dio la vuelta, y fue entonces que Vergil vio la cicatriz en su hombro y terminar en su cadera.- No la mires.- gruñó al sentir su mirada en su espalda.

-¿Cuándo te la hiciste?- preguntó con voz suave, tan diferente a la que había usado minutos antes, resiguiéndola con uno de sus dedos por encima de la venda.

-¿Cuándo crees?- gruñó con enojo, aun si aquella suave caricia le relajaba.

-¿Cuándo viniste a rescatarme?- preguntó en tono dolido, no por recordar todo lo que le había pasado, sino por pensar que por su culpa su hermano había resultado gravemente herido.- ¿Por qué nunca me lo dijiste?

-Porque no tiene importancia. Porque no es de tu maldita incumbencia.- respondió, cerrando los ojos con fuerza cuando se vio volteado.- Porque a ti no te importa nada de lo que me pase. Ya no somos hermanos Vergil, hemos estado demasiado tiempo enfrentados, ya no queda nada de nuestro antiguo lazo. Solo somos dos personas que tienen la misma sangre.

No abrió los ojos. Quería taparse los oídos por los gritos que no le extrañaría que recibiría, por lo que se sorprendió al sentir el tacto de una mejilla contra la suya propia, unos brazos que le rodeaban suavemente y con delicadeza y una respiración junto a su oído.

-Deja de decir eso Dante.- el abrazo se estrechó un poco más, aun sin dolerle.- Eres lo más importante que tengo en mi vida, nunca dudes de eso. No de eso. Sé que no soy la persona más expresiva que existe, sé que siempre puse barreras entre nosotros, pero me preocupas Dante, cada vez que veo que te has ido así sin más… me siento morir de la preocupación.- se separó de él y le besó la frente ante la sorpresa del otro, que tembló.- Eres mi hermanito Dante, y te amo por eso.- le confesó aun sobre su frente.

-¿Solo por eso?- indagó con su rostro hundido en el cuello contrario.

-¿Acaso tú me amas de otra forma?- preguntó con suavidad.

-Sí.- afirmó antes de cerrar los ojos esperando una reprimenda y algunos gritos de su parte.- Puedes irte si quieres, no te detendré.

-¿Por qué me iría si me acabo de enterar que mi amor es correspondido?- cuestionó.

-¿T-tu amor?- dijo con el ceño fruncido por la confusión.

-Hermanito, a veces eres muy lento.- susurró en su oído antes de levantar su rostro y de besarle con suavidad, moviendo sus labios con lentitud y dejando que el otro se recuperara del shock.
Y cuando lo hizo, con su brazo sano le rodeó el cuello para poder acariciarle la nuca.

-¿Se lo diremos al resto?- preguntó Dante, quien fue acomodado cuidadosamente sobre Vergil por el mismo.

-En un tiempo.- le contestó.- Tu cuarto es muy grande.- observó.- ¿Qué te parece si llevo mi cama aquí?- le preguntó, de hecho era un pregunta de cortesía, porque terminaría llevando su cama un día u otro ahí.

-¿Y que excusa daríamos?- cuestionó con tono somnoliento.

-Hn. Que queremos pasar más tiempo junto y de paso podemos usar mi habitación para hacer un cuarto de arsenal.- propuso.

-¿Pero no debería estar en la planta baja o en el sótano?- rebatió.

-Bueno, pues ya veremos.- le sacó el pelo de la cara y le volvió a besar, encorvándose hacia adelante.- Duerme. Yo voy a comer algo.- le recostó y le sonrió.- Y a decirles que no tenemos que hacer las maletas.

-Oye, Nero lo sabe.- le dijo antes de caer dormido.

Cuando descendió todos estaban ya comiendo, en silencio.

-¿Y bien?- preguntó Trish.

-Voy a meter mi cama en el cuarto de Dante.- comunicó.- Así que vamos a tener un cuarto vacío para meter cosas dentro.

-¿Y eso?- preguntó la rubia otra vez.

-Es mi hermano y nos hemos distanciado demasiado. Quiero volver a ser su mejor amigo y su hermano y opino que la mejor forma de hacerlo es compartiendo dormitorio como de pequeños.- dijo cogiendo algo de la nevera, helado de vainilla, para irse otra vez.- Ah, y al final nos quedaremos todos.

Se metió en el cuarto del único que no estaba presente en la cocina y se tumbó a su lado empezando a comer su helado. Mientras comía pudo admirar el rostro de su hermano, tan pacífico y sin su sonrisa arrogante y sarcástica plasmada en sus labios. Se dio cuenta de que temblaba levemente y supuso que era porque tenía frío ya que iba sin camiseta, así que se levantó, dejando su comida de lado por unos momentos y comenzó a buscar la parte de arriba del pijama, encontrándola tirada en una silla. Con suavidad le incorporó para poderle vestir, luego le tumbó y se fue a buscar su ropa de dormir, poniéndoselo antes de volver a la alcoba donde estaba. Entró y antes que nada, cogió a Rebellion y trancó la puerta de modo que no se pudiera abrir, pero por si acaso también la obstruyó con Yamato. Se fue al lecho y se acomodó en la espalda del dormido, abrazándole con cuidado de no lastimarlo.

-Tardaste.- oyó que musitaba con voz adormilada.

-¿Te desperté?- le preguntó en un susurro.- Lo siento.- se disculpó besándole la mejilla.

-Si te sigues comportando de este modo tan cariñoso pensaré que eres un clon o algo.- le dijo en tono de diversión oyendo el bufido de molestia que soltó.- No te sulfures, sabes que me gusta meterme contigo. Buenas noches Vergil.

-Buenas noches Dante.- le dio un último beso en la sien y cerró los ojos, durmiendo en absoluta paz abrazado al cuerpo del otro.

El menor despertó primero, notando aquellos brazos rodearle aun, sonriendo al recordarlo todo. Se giró despacio con cuidado de no abrir las heridas de su mano y se atolondró al ver a su gemelo dormir tan calmadamente, con el ceño sin fruncir, con el blanco pelo brillando con la luz del sol matutino. Era tan hermoso. Se deslizó hasta unir sus labios en un tierno beso, despertándole con lentitud, sonriendo cuando unos dedos se pasearon entre su pelo.

-Buenos días.- musitó el recién despertado.

-Buenos días.- se levantó y empezó a levantarse, pero se quedó en el intento, ya que Vergil le obligó a tumbarse a su lado.

-¿Acaso crees que no me he dado cuenta?- le susurró en el oído de forma sensual a la vez que le retiraba la camisa y luego las vendas, demostrando un pecho liso otra vez, sin marcas de las heridas con las que llegó el día anterior.

-¿De que hablas?- preguntó, más por seguirle la corriente que por otra cosa. Se acomodó de espaldas a él y gruñó cuando uno de los dedos acarició una de sus tetillas.

-Vaya… ¿tan despistado es mi hermanito que ni cuenta se ha dado de la gran erección que se pasea a estas horas de la mañana?- su mano derecha descendió hasta llegar al erecto miembro.- Mira que durito estás…- sus dedos se dedicaron a juguetear con la cabeza de su pene.

-Hn.- uno de sus brazos viajó hasta su boca y la cubrió para evitar que los gemidos se oyesen demasiado altos y pudiese avisar al resto de lo que estaban haciendo. La extremidad de Vergil se movía cada vez más rápido a la vez que su boca se paseaba por su cuello, lamiendo pero no mordiéndolo pues podría dejar marcas que les delataran.- Ve-vergil.- se giró hacia él y capturó sus labios en un fogoso beso a la vez que le sacaba los pantalones, tirándolos sobre una de las sillas. Se situó sobre él y le sonrió antes de empezar a lamer su miembro, consiguiendo que el mayor soltara un jadeo ahogado.- Shh… controla tus gemidos, hermanito.- dijo burlón antes de tener que morderse los labios con fuerza para no soltar un potente gemido cuando apretó su miembro como venganza. Con cuidado se tumbó sobre él, apartando su mano y forzando al otro a apartar la suya empezó a balancearse sobre él, creando una deliciosa fricción que les llevó a ambos al paraíso.

En un furioso y apasionado beso llegaron al orgasmo, quedando ambos tendidos en la estrecha cama, abrazados, pegajosos y la respiración agitada.

-¿Estás bien?- preguntó Vergil, acariciando la dura cicatriz con ternura.

-Sí.- su cuerpo aun temblaba.- Pero me siento cansado.- murmulló, arrebujándose sobre su mitad que le abrazó con fuerza antes de dejarle sobre el colchón pero sin soltarle.

-Descansa. Aun tenemos tiempo para las doce, apenas son las ocho.- le dijo.- Te amo.- le dijo en el oído.

-Yo también.- cerró los ojos, dejándose caer en lo brazos de Morfeo nuevamente.

Durmieron cómodamente otra vez hasta que el sonido del pomo intentar abrirse les despertó.

-¡Chicos! Levantaos ya.- dijo la voz de Lady.

-No.- respondió Dante.- Déjanos dormir, aun es temprano.- le gritó.

-¡Pasan de las once!- gritó.

-Perfecto, aun nos queda una hora para dormir.- dijo antes de envolver con sus brazos la cintura del otro, enredando también sus piernas.

Oyeron un suspiro de rendición y sonrieron antes de besarse otra vez con calma, estrechándose más el uno con el otro. Clavaron sus ojos en los del contrario, perdiéndose en ellos por un largo rato y sonriendo al darse cuenta de que, en el fondo, en la intimidad eran tan iguales, tan cálidos.

-¿Quieres que nos vayamos a dar un baño?- le preguntó Vergil.

-Quiero dormir.- contestó, quisquilloso.

-¿Y no te quieres dar un baño conmigo? Es mucho más relajante, ya lo verás.- le tentó mientras dejaba besos por su cuello.- El agua caliente rodeando tu cuerpo, nuestras pieles juntas, el olor del champú…- le provocó, besando sus mejillas ahora.

-Está bien, está bien.- dijo sentándose, acariciándose un costado donde había una herida que no se había cerrado del todo bien.

-¿Por qué no me lo dijiste?- indagó con el ceño fruncido.

-No es nada, sobreviviré.- contestó con un rodamiento de ojos.- Venga vamos.- tiró de su mano hasta levantarle, llevándole a su baño privado.- Cosas buenas de ser el jefe.- le dijo mientras llenaba la bañera.

Una vez estuvo llena se metieron dentro, de lado ambos mirando al frente, con la cabeza del menor apoyada en el brazo extendido del otro cuando una preguntó se instaló en su mente.

-¿Ver?- le llamó, cerrando los ojos y moviéndose hasta que su mejilla estuvo apoyada en su hombro.

-Dime.

-¿Por qué te cogieron los esbirros de Mundus?- sus ojos azules se clavaron en los contrarios, que perdieron un poco de brillo ante aquella pregunta.

Sabía que algún día esa pregunta llegaría y la verdad es que se extrañaba de que nadie se la hubiese hecho aun, y tampoco le sorprendía que hubiese sido su hermano en hacérsela, pero eso no borraba el hecho de que hubiese sido un momento difícil para él, no por el dolor físico que había sufrido, sino por el emocional y psicológico; solo de imaginar a la persona que amaba yendo a buscarle y que le mataran… se le estrujaba el corazón solo de pensarlo.

-Porque me negué a cumplir una de las órdenes del capitán general.- contestó, acariciándole una mejilla.

-¿Qué orden?- el cazador era tonto y ambos lo sabían.

-Matarte.- reveló, mirándole intensamente con sus hermosos ojos azules, como si hubiese fuego detrás de la pared de hielo. Fuego pugnando por salir.- No podía hacerlo, no otra vez, no sabiendo que te amaba, así que quise venir a avisarte, pero me cogieron justo cuando entraba en el patio. Una semana después de que se me llevaran llegaste tú.- le besó la frente.- No quería que vinieras, no quería ver como te mataban enfrente mío.- le confesó, abrazándole con fuerza contra su pecho.

-Y yo no podía dejar que te murieras. No sin haberte confesado que te amaba más que a un hermano.- le dijo el otro, depositando un beso en su mejilla.

Se volvieron a acomodar, aun más juntos que antes y se cogieron de la mano por debajo del agua, entrelazando sus dedos. Restaron en silencio hasta que nuevos golpes se dejaron oír en la puerta del cuarto juntamente con la voz de la rubia menor esta vez.

-Nero y yo salimos a hacer las compras, Trish y Lady se han ido a comprar armas, limpiad todo lo de la cena de ayer y Dante tómate dos pastillas.- dijo antes de irse escaleras abajo.

-De acuerdo.- contestó Dante.- Más tiempo para nosotros.- le susurró a su idéntico.

Se quedaron en la bañera, dándose mimos por un rato, hasta que el agua se enfrió y salieron, envolviéndose rápidamente con las toallas. Salieron del baño para ir a la habitación y se vistieron rápidamente. Bajaron a la cocina y cogieron algo de la nevera: Dante pizza y su hermano una manzana, se sentaron en el sofá y se pusieron a mirar la televisión, sin ordenar nada como Patty les había dicho.

-No te has secado el pelo.- observó el menor.

-Da igual, no me voy a morir de un resfriado.- dijo antes de besarle los labios con calma, moviendo su lengua acompasadamente.

Miraban una serie de policías en silencio y cuando esta se terminó pusieron una película de las viejas, de esas en blanco y negro que tanto les gustaban a ambos. Lentamente Vergil se acostó, dejando su cabeza recostada en el regazo de su mitad que le miró con una ceja enarcada.

-¿Qué coño haces Ver?- le preguntó.

-Tumbarme.- contestó.- Eres muy cómodo, hermanito.- contestó con una pequeña sonrisa antes de cogerle la mano mala y de acariciársela con ternura.- ¿Qué te pasó?- sus azules ojos dejaban claro que quería una respuesta, y la quería rápido.

-Fui a dar una vuelta al principio, pero de repente apareció un demonio. Y vaya si era fuerte el cabrón.- se mordió el labio antes de continuar.- Me distraje un momento y me cogió con su cola, que estaba llena de púas, cuando se me iba a comer pude cortarle la cabeza.- finalizó.

-Nunca, nunca más vuelvas a salir de cacería tú solo.- dijo incorporándose levemente antes de cogerle el rostro por el mentón para que le mirara.- No dejes que me preocupe tanto, me siento morir. No vuelvas a hacer, ¿está calro?

-De acuerdo.- descendió suavemente antes de besarle suavemente, sonriendo entre el beso al recordar las palabras del chaval. Para ser tan imprudente, a veces Nero llevaba la razón.

-¿Por qué sonríes?- cuestionó con una ceja alzada.

-Nada. Cosas mías.- le volvió a besar, impidiendo que indagara más sobre el tema.

Cuando se separaron no dijeron nada más, sus ojos se clavaron en el televisor otra vez. Las piernas de Vergil reposaban sobre el reposabrazos, cruzadas mientras que jugaba con un hilo que salía de la camiseta del menor y este, por su parte tenía la mano mala sobre el estómago contrario y su otra mano, la buena jugueteaba con el blanco y húmedo pelo.

Y encima de una mesita de noche, una fotografía reposaba en un marco de cristal fino. Donde, por la parte de atrás se podía leer muy claramente I still love you, brother.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? 

Besos para quien comente!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).