La marea de los oceanos comenzaba a bajar con los rayos del sol al amanecer, la brisa salada caminaba sin rumbo en la costa, despertando suavemente a los habitantes de aquella región, donde sus vidas se escribían por el mar.
La tranquilidad de la mañana hacia recordar lo maravilloso que eran sus sueños vibrantes, llenos de vida, alegría y dicha. Sueños, que mantenía con esperanza el corazón de un pequeño niño, que soñaba despierto la mayor parte del tiempo y que sin saberlo, su sueño sería cumplido.
-Mamá- decía el pequeño de ojos esmeraldas, mientras apenas lograba asomarse a la ventana y veía navegar los barcos, alejándose más y más, perdiéndose en el inmenso mar.
-Dime hijito?- preguntaba una tierna madre, que colocaba la ropa sobre la cama de su hijo, para que se vistiera pronto, pues el día apenas comenzaba y tenían que ir a trabajar para poder sobrevivir, cargando a su hijo entre sus brazos.
-Algún día, yo….SERE UN PIRATA!!!-gritó, y sus ojitos llenos de inocencia se iluminaban por la sola simpleza de gritar lo que quería ser. Su madre en cambio agacho la cabeza y su voz comenzó a cortarse, sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos, pero como buena madre, le dirigió una sonrisa y dio su visto bueno a su pequeño hijo, aunque eso significara meterlo en apuros por sus sueños, llenándolo de falsas esperanzas y ridículas fantasías.
-Algún día hijito….algún día- dijo con cierto tono de duda, con desesperanza y dolor en sus palabras. El pequeño vio el rostro de su madre y poniendo sus manitas sobre su rostro, le dio un tierno beso en su frente.
-Tranquila mami, nada malo me pasara-
-Lo sé Misaki, lo sé- ambos sonrieron y se abrazaron cuando el pequeño ya estaba arreglado. Comieron un pedazo de pan duro y un poco de café. Salieron rumbo a la playa, a buscar el pan de cada día trabajando.
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Mientras que en una casa en las orillas del mar, no muy inmensa, pero si muy tenebrosa, una familia compuesta por padre e hijo, se encontraban desayunando junto con unos cuantos hombres rudos, y malvados.
El capitán Fuyuhiko, el más temido de todos los piratas, que poco le faltaba para conquistar los 7 mares, hablaba con su hijo, dándole consejos y preparándolo para su trágico destino.
-Escucha bien Akihiko, cuando seas mayor, tú!! Serás el próximo a mando, mis esclavos serán tus esclavos, mi nave será tu nave, la lealtad de mis seguidores será tuya y nuestro honor… nuestro honor como piratas te será entregado y te encargaras de mantenerlo así, hasta que tus hijos y los hijos de tus hijos tomen lo que por derecho les corresponde-decía con voz grave y ruda al pequeño ojilila, que veía como la comida salía de la boca de su padre, que caía salpicada a todo lo que tuviera al frente, que masticaba y hablaba con la boca abierta.
-Si padre- contesto el pequeño peliplata
-Bien, ahora lárgate de aquí y alístate, que saldremos al anochecer-
-Esta bien- salió y camino por la delicada y suave arena, que se colaba juguetona entre los blancos pies del niño.
Odiaba la mayor parte de su vida, él tenía su sueño de hacer algo bueno con su vida, ayudar y servir a la sociedad y sin embargo, tenía que conformarse con ser el hijo de uno de los piratas más temidos. Camino hasta llegar al puerto, se recostó sobre la arena y mirando aun las pocas estrellas, se durmió.
-Hey despierta!!- Akihiko oía a lo lejos una vocesilla y sentía pequeños sarandeos, que lo movían de un lado a otro. Abrió sus ojos poco a poco pues el sol comenzaba a lastimar. Se levantó y quedó sentado, voltio a su lado para ver quien era el culpable de haberlo despertado y vió a un delgado chico, de cabello castaño y ojos esmeraldas, de no ser por la mugre que había en sus mejillas, diría que era muy lindo. El pequeño lo miraba curioso y a donde quiera que volteaba, sentía la mirada sobre él del castaño.
-Estas bien?- preguntó el castaño. Sin embargo Akihiko solo respondió serio.
-Sí-
-Genial!!- grito el menor-Soy Misaki y tú?-
-Akihiko-
-Bien Akihiko, mucho gusto, espero y seamos amigos, sí??- le dio la mano al peliplata y éste solo se sonrojo, correspondiendo al acto del menor.
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