Si el vacío existiera, ¿qué habría en él?
Cualquiera diría que no habría nada, por algo se dice llamar “vacío”. Pero están totalmente equivocados, en este mundo en el que vivo, no hay nadie más que yo, y por si fuera poco lo único que me queda es vagar por la eterna soledad que aquí se alberga.
La obscuridad reina, las sombras se hacen presentes cuando cae la noche (si es que se puede diferenciar el día del crepúsculo) y la niebla aparca todo el lugar.
Se puede decir que estoy solo, camino por la tierra fría sin buscar nada.
El que nada busca, nada encuentra…
La nieve cae por sobre mis hombros y sigo caminando por la fría niebla. Recorro todo el lugar y siento como mis pies se cansan del duro día por el que han pasado. Pensaba que las esperanzas existían, pero al parecer sólo son un mito en esta tierra llena de penumbras en la que vivo.
Tomando el camino más largo, regreso a aquella pequeña casa en la que empecé a vivir desde que llegué aquí. Y entre la espesura de las nubes a mi altura, puedo divisar una figura más o menos de mi misma talla de alto, supongo que es una trampa de mi mente, pues aquí no vive nadie más que yo.
No me queda de otra más que seguir con mi vida monótona.
Pasos suaves que escucho cada vez más cerca, no tomo importancia y sigo con mi camino. Por un momento llego a creer que no estoy solo, pero, ¿en realidad importa?
-¿Hay alguien aquí?-la voz se hace audible a unos cuantos metros de mí. Mi atención se presta en aquellas palabras.
“¿En realidad hay alguien aquí?” me pregunto a mí mismo. ¿Soy alguien al menos?
-¿No hay nadie?-de nuevo la dicción se hace presente.
Veo detrás de mí y la sombra se acerca más.
No dudo que el delirio sea la base de todo lo que empiezo a sentir. Y como si fuera inercia, empiezo a acercarme al bulto que, tal vez, he sacado de mi imaginación.
-Estoy solo…-repetía a medida que me acercaba. Era imposible que alguien más, que no fuera yo, existiera sin darme cuenta antes.
-¡Sí hay alguien!-gritó.
¿Un sueño? Era posible. ¿Una realidad? Era una rotunda falsedad.
Cuando aquella presencia había llegado a mí, no pude hacer más que abrazarla. Tal vez mis lágrimas caían como una tempestad en medio del mar, o tal vez no. Pero no podía negar que necesitaba aquél contacto humano que había estado anhelando desde que nací aquí.
-¿Estás bien?-preguntó mientras que con sus brazos me rodeaba por igual, asentí con la cabeza aún en su pecho.
¿Qué era lo que me había hecho cambiar de actitud tan repentinamente?
No lo sabía y tampoco es como si quisiera descubrirlo.
-¿En dónde estamos?-preguntó cuando la paz regresaba a mi cuerpo.
-Yo le digo vacío… ¿Irónico, no?-él mostró su perfecta sonrisa, sabía cómo curvar esos labios dando así un perfecto resultado.- ¿Vendrías conmigo?-pregunté sin vacilar.
Él miró alrededor y volvió su mirada hacia mí.
-¿Estás solo?-palabras que desde ahora cambiarían su significado.
-Estoy contigo…-volví a rodear su cuerpo con mi brazos.-No estoy solo de nuevo.-sonreí internamente.
Mi realidad empezaba a acercarse, al fin sería feliz teniéndolo a él. Alegraba a quien fuera por darme la presencia de él.
-Mi nombre es Lee JinKi, ¿y el tuyo?-me alejó un poco de su cuerpo y volvió a sonreír.
-Lee Taemin.
El frío de mi cuerpo fue desapareciendo, mi corazón por fin latía como debía y al menos ya no sería el único en el vacío.
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Mis pasos eran cortos, como deseando que la compañía de JinKi nunca acabase. Disfrutaba cada momento que pasaba junto a él, y como si teniendo miedo de que terminase, lo abrazaba todas las veces que quería sin recibir ninguna queja a cambio.
Era perfección, simple perfección para mí.
-¿Porqué aquí hay demasiada nieve?-su tono de voz era bajo y miraba alrededor de él casi buscando una explicación por sí solo.
-Depende de dónde hayas “nacido”.-dije haciendo comillas con mis dedos. Él me miró confundido, así que me propuse a aclararle a lo qué me refería.-Cuando llegué aquí, todo esto era mas que simple nieve. Después de caminar por demasiado tiempo, me di cuenta de que esta tierra está dividida en las cuatro estaciones; primavera, verano, otoño e invierno. Yo nací, por así decirlo, en invierno. Ahora bien, ¿dónde naciste tú?-le sonreí.
Llevó su mano derecha a la comisura izquierda de su boca y pensó por varios minutos. Yo lo observaba con detenimiento, queriendo llenarme de su existencia.
No se hizo esperar demasiado su respuesta.
-Entonces, “nací” en primavera.-repitió la acción de hacer comillas con sus manos.- ¿Cuántos años tienes viviendo aquí?-seguíamos caminando sin buscar nada…sin esperar nada.
-No lo sé. El espacio ni tiempo existen aquí. Tampoco recuerdo cómo es que llegué a este lugar. Pero de una cosa sí estoy seguro…-lo miré y esbocé una pequeña sonrisa.
-¿Qué es?
Me paré enfrente de él y miré directamente a sus ojos. Por un momento sentí perderme, pero volví a la realidad cuando el viento frío pegó contra mi cuerpo.
-…que ya no estoy solo.-me puse un poco de puntillas y me acerqué a su rostro lentamente. Él por inercia hizo lo mismo.
Su rostro casi pegado al mío y yo mirando sus ojos. Una escena que siempre he anhelado. Su respiración chocaba contra mi cara y nuestros latidos se asimilaban en sonido. Después de seguir en la misma posición por varios minutos, decidí arriesgar mi propia cordura y llevarla al borde del límite, haciendo que nuestros labios se juntasen y fundirlos en un beso lleno de torpeza, pero a la vez con amor.
Amor a su aparición en este vacío que me llenaba de soledad inmensa, amor a sus constantes sonrisas que llenaban de consuelo mi alma, amor que empezaba a sentir desde que él llegó a mí.
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Tiempo no existía, entonces, ¿Cómo explicar cuánto lapso había estado JinKi ahí conmigo? No lo sabía, pero todos los días me levantaba y me alegraba de ver como esa figura no se perdía.
La estación se ponía cada vez peor y la piel de JinKi se ponía pálida. No sabía porque, pero tenía que hacer algo al respecto antes de que esto llevara a un final trágico, que solo de recordarlo me inundaba de miedo a perderlo.
Seguíamos caminando, buscando la entrada de la tierra donde era primavera.
Formulé la hipótesis de que él debería estar en donde nació. Así que sin perder más tiempo, lo llevé a donde debería de ser su época.
El final de mi estación se avecinaba, así que pasé un brazo de JinKi por detrás de mi cuello, tratando de ayudarlo a que se sostuviera en mí. Él me miraba fijo y su sonrisa no se hacía esperar en todo lo que llevábamos del trayecto, una sonrisa apagada, pero con las mejores intenciones de ser enseñada.
-Hemos llegado.-le dije cuando por fin nuestro tortuoso camino había terminado.
Doloroso para mí por tener que verlo sufrir por mi culpa, y doloroso para él por ser víctima de mi poca información de esta tierra.
Sus mejillas que antes estaban pálidas y sin vida, volvieron a recibir ese color rojo leve carmesí. Su piel volvió a su tono normal. Al ver esa figura llena de alegría enfrente de mí, me hizo comprender que lo amaba más de lo que cualquier humano podría comprender.
Yo deseaba su felicidad, yo deseaba su bienestar, y si para ello tenía que dejarlo en su verdadera estación, lo haría con todo gusto. Dejaría todo por verlo así, tan lleno de energía, tal y cual lo conocí.
-¿Me dejarás?-se escuchó una voz detrás de mí. Yo me encaminaba de nuevo al frío. Sin verlo, asentí con la cabeza mientras que unas finas lágrimas recorrían mi rostro sin piedad.
Volví a dar un paso hacia mi destino, que más que destino parecía una cruel realidad, pero al instante sentí como JinKi me tomaba de la muñeca y me apegaba más a su cuerpo.
-¿Por qué?-sabía a lo que se refería con esa pregunta. Sólo me limité a pensar y ensimismarme en mi mundo llamado pensamientos.
Demasiado perfecto, hasta para mí…
-Es lo mejor. Si vuelves conmigo al frío, no podrás sobrevivir y me temo que desparecerás llevándote contigo todos los recuerdos que me hacen sonreír tontamente. Prefiero mil veces dejarte aquí a que por mi culpa esto acabe.-me giré para verlo de frente y sonreí. Una lágrima había caído desde mi mejilla hasta el pasto verde que había ahí.
Lo que el agua salada tocó, se convirtió en hielo, dejando así en claro que yo era peligroso hasta en su propia estación.
-Prométeme que nunca me olvidarás…-le dije antes de volverlo a abrazar.
-Jamás lo haré. Te tendré presente hasta el último de mis días…Prométeme que nunca me olvidarás…-me dijo lo mismo.
-¿Cómo podría olvidar a la persona que amo?-nuestros labios se volvieron a encontrar dejando en claro que este sería, sin más remedio, el final.
Y antes de volver a mi monótona vida, lo abracé como cuando nos habíamos conocido, como cuando me había entregado a él, como cuando nos volveríamos a ver…
Volví a ser el único en el vacío, una persona que dejó a su amor por su bien, una persona que había dejado de ser por primera vez, el único en el vacío…
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Desperté gracias a la voz constante que calaba en mis oídos. Todo este tiempo había sido un sueño, o más bien dicho, una horrible pesadilla.
-¿Estás bien?-preguntó la voz que aún no podía distinguir.
Me tallé los ojos con mis manos y bostecé un poco. Estiré de poco en poco mi cuerpo hasta que caí en cuenta en qué lugar estaba.
-Espera, ¿dónde estoy?-pregunté. Miré a mí alrededor y vi que no era ni mi cuarto ni mi casa, entonces, ¿en dónde me encontraba?
Él se acercó hasta la orilla de la cama (cabe mencionar que yo estaba recostado en ella), me miró y sonrió.
-Ayer te encontré en el frío de la noche, tiritabas como una pequeña muñeca de trapo que juegan con ella con agresividad. Caíste rendido y te traje aquí. ¿Qué no lo recuerdas, Taemin? ¿O es que también te olvidaste de mí? Porque como lo prometimos, yo jamás me olvidaría de ti.-dijo seguro.
Por mucho no entendía, pero comencé a captar cuando imágenes de mi sueño se hacían presentes en mi cabeza.
-¿J-JinKi?-tartamudeé, tenía miedo de equivocarme si es que esa no era la realidad. Él asintió sonriente y mi corazón comenzó a latir demasiado rápido al saber que mi sueño era la más increíble verdad en este mundo.
Lo abracé con la euforia de tenerlo de nuevo a mi lado, de saber que mi existencia estaba mejor con él, de saber que al fin estaríamos juntos en este mundo tal y cual es.
-¿Por cuánto tiempo nos alejamos?-pregunté curioso después de abrazarlo. JinKi depositó un dulce beso en mis labios, de los que empezaba a extrañar.
-No lo sé.-dijo levantando levemente sus hombros.- Pero te prometo que no volverás a ser el único en el vacío…
Y es así como comenzó la ronda más larga de besos, abrazos y caricias que dejaban en claro todo el amor que habíamos estado reprimiendo por un buen tiempo. Yo le hacía entender que, a pesar de haber sido un sueño, jamás lo olvidaría.
Demasiado perfecto…no, perfecto sólo para mí…