Hace bastante tiempo dos emperadores planearon la unificación de sus imperios, los cuales eran extremadamente diferentes, a través del compromiso entre sus hijos, el imperio Romano ya contaba con un hijo varón llamado Heracles pero, la mujer del imperio chino aun no sabía con exactitud el sexo de la criatura que crecía en su vientre. Sin importar esto, ambos emperadores confirmaron el futuro y unificación de sus hijos.
Al pequeño Heracles le llenaron la cabeza de historias sobre su destino con aquella supuesta mujer formándole una ligera obsesión por esta, sin embargo todos los planes fueron cancelados ya que aquella criatura resultó varón, A pesar de la embarazosa situación el joven europeo creció con la mentalidad de buscar a quien hubiera sido su pareja.
Aquel asiático creció normal, como cualquier noble y sin escuchar una sola palabra de los viejos planes de sus padres con aquel emperador.
Justo al cumpleaños dieciocho del primogénito europeo se hizo una gran celebración en la cual festejarían al máximo aparte de que se le empezaría a reconocer como Grecia, haciéndola de organizador el imperio Romano invitó a cuanto mas pudo incluyendo a tres grandes hechiceros provenientes de España, Inglaterra y Francia los cuales otorgaron en obsequio al festejado el valor, la fuerza y la virilidad en el respectivo orden, sin embargo en plena fiesta apareció alguien que no fue invitado, cierto hechicero turco el cual estaba bastante furioso.
Toda la gente presente se sorprendió al verlo y mas por los rumores que circulaban como antecedentes, se decía que el Imperio Romano decidió alejar a su hijo de aquel hechicero pues lo pretendía tan solo desde el primer momento en que lo vio; Sadiq era el nombre de este misterioso personaje quien no dudó aparecer con furia a reclamar al emperador recibiendo a cambió el rechazó total por lo que inundado en cólera lanzó una maldición sobre Heracles, “Tu preciado elixir te hará dormir durante cien mil años”, después de ello el turco desapareció y la celebración se dio por terminada por el pánico que inundó al emperador.
En un intento de proteger a su hijo le encargo a los tres hechiceros que alejaran al muchacho del territorio romano, ante esto el español llevó al griego a un lugar bastante discreto situado en Asia lo cual el muchacho tomó como oportunidad para complacer a su obsesión por aquel personaje con el cual estuvo comprometido.
Fue un año entero o quizá mas en el que Heracles se mantuvo buscando a aquella persona, pensó que encontrar al hijo del emperador no sería difícil sin embargo este había huido del imperio para independizarse, como esto era muy reciente aun permanecía en anonimato, nadie sabía sobre aquel joven; a pesar de todas las repentinas dificultades el griego no se rendía hasta cierto día que llegó a un templo, con todo respeto entró creyéndolo vacío, pero esto no era así, un chico se encontraba ahí meditando tranquilamente, expiraba serenidad y una belleza inexplicable, sus facciones no eran como las del los ciudadanos asiáticos comunes, en si tenia mucho de los emperadores chinos aparte de una hermosura propia que simplemente hechizó al europeo, era mas que obvio que este joven era la persona que buscaba desesperadamente.
Ciertamente aquel templo era diferente a los demás así que solo llegó discretamente junto al asiático y meditó junto a el durante un largo tiempo, después llegó la hora de romper aquel silencio, la hora de las presentaciones donde las cuestiones del destino podrían decirse, irían contra aquel tabu que prohibió los planes de unificación entre imperios. Aun así para proteger su anonimato el menor quien se presento con el nombre de Kiku tenía que marcharse y seguir con sus planes, el griego que estaba perdidamente enamorado suplicó por otra oportunidad de verse a la cual el otro joven aceptó, se juntarían cuando el fuese reconocido como Japón.
Así pasó un tiempo en el cual Heracles se mantuvo explorando ciertas tierras extrañas, en una de estas se encontró con un hombre común el cual notó su extremada sed, el europeo recordó las palabras del hechicero turco al instante, sin embargo el se encontraba ya en otras tierras, lejos de todo aquello que tuviese que ver con la maldición por lo cual se calmó, tomó aquella copa y bebió, dando comienzo a su sueño, un sueño que parecía eterno pues por mas que intentaran hacerle reaccionar no lo lograba; puesto que no estaba muerto lo regresaron a su pueblo natal donde se descubrió que la tragedia era mas grande de lo que pensaban pues la maldición también cayó sobre los emperadores, a cada uno de estos nobles se les recostó en una elegante camilla de oro y los hombres y mujeres les llevaban ofendas acompañadas de lagrimas de tristeza y muy pocas de esperanza.
Ya que aquel accidente sucedió en Asia, la noticia llegó rápidamente a oídos de Kiku el cual al instante sintió la presión y necesidad de ir a verlo, de hacer algo por el, así que partió rápidamente a Europa encontrando algo devastador, la gente ya no podía entrar a ver a sus desdichados gobernantes gracias al turco no solo por el terror que se impuso en ellos sino porque al enterarse de que su hechizo su cumplió, tomó el palacio y lo cubrió de espinas.
El japonés se armo de valor e impulsado por su corazón y alma combatió con aquellas espinas abriéndose pasó, lastimando su cuerpo con estas hasta llegar a la entrada donde velozmente apareció Sadiq confiado de su magia oscura a la cual temían los demás hechiceros. Kiku sin importar la figura imponente de su oponente, se enfrentó a el en una batalla épica, el mayor atacaba cruelmente mientras que el menor se mantuvo al principio a la defensiva, sin embargo era necesario el ataque; la ventaja de aquellos hechizos contra aquel joven que no poseía mas que una katana sin embargo aprovechó el momento indicado para atravesar el pecho del turco dándole fin.
Una vez derrotado aquel hombre, el menor corrió sin importar su cansancio en búsqueda del griego, recorrió varias habitaciones del palacio y en una de las mas lejanas lo encontró, recostado, se acercó rápidamente a el e intento despertarlo desesperadamente pero fallaba, así las lagrimas comenzaron a caer de sus ojos, descubriendo el gran amor que tomó hacia el castaño. Luego de un discreto llanto, se hincó ante aquel cuerpo y posó la frente propia en su pecho por unos segundos para así alzar la mirada y observar al europeo, tímidamente acerco su rostro al de Heracles, se sonrojo hasta las orejas y dejo posar suavemente sus labios en los ajenos derramando una lagrima de nuevo. Al separarse, el griego abrió los ojos descubriendo al hermoso japonés frente a el por lo que su corazón comenzó a latir como nunca, rápidamente, como si un hubiese pasado nada, se incorporó y abrazó fuertemente al asiático el cual estaba tan alegre de verlo despertar de nuevo que correspondió sin pensar un instante mas aquel gran afecto. Los emperadores también despertaron pues la maldición estaba totalmente deshecha y las lágrimas del pueblo pasaron de expresar melancolía a reflejar felicidad.
Pasaron los años y el tabu nunca cambió e incluso en algunas ocasiones se castigó, si embargo aquel par una vez reconocidos como independientes decidieron permanecer unidos.