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Matt, ¡Arrojé a Near por las escaleras! por Camila mku

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Di un fuerte portazo que resonó en la profunda calma de la enfermería. Era pasados del medio día, los platos sucios aun yacían sobre la mesa desplazable que la enfermera llevaba para que los que estuvieran recostados sobre las camillas pudieran alimentarse.

-¿Por qué lo hiciste? –le grité con los puños cerrados y una postura extremadamente recta, siquiera me había percatado que había un par de críos en las demás camillas de alrededor, probablemente allí por una cuestión de gripe o quien sabe-. ¡Eres un idiota! –grité a todo lo que daba el pulmón.

Él siquiera se inmutó, es como si hubiera presenciado la situación en su cabeza miles de veces y ahora por fin estaba ocurriendo. Near siempre daba la impresión de tenerlo todo ya previsto y prácticamente más que planeado.

-¿Vas a contestarme? ¡Di algo! –volví a gritarle.

-No es momento, Mello –dijo con voz imperante, como si quien diera las órdenes allí era él y los demás debiéramos obedecerle… odio… a… Near-. Lo hablaremos cuando estemos a solas.

Le habían quitado la venda que Matt había puesto en su estómago y le colocaron una mucho mas gruesa, con gasas sostenidas por varios pedazos de cinta de papel. Su tobillo dislocado si bien estaba amoratado ya tenia una apariencia normal. Su rostro, que había chocado de lleno contra uno de los escalones le había dejado a Near una nariz machucada e inflamada, todo lo contrario a su pequeña y respingada nariz blanquecina.

-¡Te puso un cero, imbécil!

-No me preocupa tanto como lo hubiera hecho contigo, Mello. Además, yo puedo transformar ese cero en un diez cuando me entre en gana.

¿Qué carajos? ¿Está insinuando que de haberme sacado yo un cero, no podría haberlo levantado fácilmente? ¡¿Qué diablos tiene este tipo?!

-Ni se te ocurra que te daré algo a cambio porque yo no te he pedido jamás que me ayudaras con el trabajo y si me llego a enterar que intentas extorsionarme con eso, te juro por mis padres, Near, que…

-Si te pones a pensar unos segundos, entenderás porque lo hice –movió una pieza del puzle que armaba sobre la cama, prácticamente el rompecabezas estaba sobre sus piernas.

-Oh, disculpa, ¿oí bien, o acaso estas insinuando que en este momento no estoy pensando? –puse mis manos en mis caderas como si me tratara de una mujer, logré oír unas risillas de los niños enfermos en las demás camas-. ¡Ustedes cállense la boca!

Todos los niños dejaron de mirarnos y comenzaron a mirar hacia cualquier otra dirección, no me importaba la amenaza de Roger, si estos estúpidos críos volvían a mirarnos otra vez juro que los golpearé con tanta fuerza que les provocará amnesia.

-Eso es exactamente lo que estoy insinuando –dijo con su voz calma una vez que todo quedó en completo silencio-. Pero me encantaría que dedujeras lo que realmente pienso.

¿Por qué hizo estas cosas por mi? ¿Por qué no me delató frente a Roger? ¿Por qué entregó su trabajo y le puso mi nombre, a sabiendas que él se sacaría un cero por ello? Seguramente querrá extorsionarme, ¿pero con qué? ¿Qué podría darle yo que él quisiera?

Nada, no se me ocurría nada. Pero su fin sería humillarme como siempre, eso seguro.

-Lo hiciste para poder extorsionarme, pendejo.

-¿Solo eso se te ocurre? –volvió a mover una pieza del rompecabezas-. El segundo lugar es muy prestigioso para las mentes rígidas.

[…]

¿QUÉ ACABA DE DECIR?

¿Tal vez yo merezco estar en otro puesto que no sea el segundo lugar? ¿Tal vez merezco estar en el decimo lugar? Es oficial, mataré a golpes a este engendro.

-¿Me estas llamando estúpido? –le grité, acercándome tanto a su pálido rostro que ya podría llegar a ser peligroso… en serio, iba a matarlo.

Él dio un suave respingo, casi indescifrable pero que solo yo pude darme cuenta por la cercanía de los rostros. ¿Acaso tenia miedo de mí? ¿El gran Near temía de Mello? Le clavé los ojos durante mucho tiempo y no se los quité de encima en ningún momento: él temblaba, era muy suave y nadie lo notaria, pero yo sí, yo sí lo noté.

Tal vez el susto de tenerme tan cerca haría que su pálida piel se volviera más pálida aun, hasta un punto inexistente donde aparentara estar muerto… pero sucedió todo lo contrario, sus mejillas comenzaron a tomar un suave color carmesí. Al ponerme tan cerca lo obligué a quitar sus ojos del puzle que armaba con desgano y a mirarme a mí, a Mello. Sus pupilas se dilataron tanto que ya ni se le veían sus iris color grisáceo. Y su respiración, era terriblemente notorio que estaba intentando controlar su agitada respiración, tenía los labios semi-abiertos y su aliento chocaba caliente contra mi rostro.

-Todo lo contrario –volvió su mirada al rompecabezas.

-¿Enserio? Creo haberte oído decir que no merezco estar en el segundo lugar aquí.

Ya ni siquiera me miraba, pero podría jurar haberlo visto temblar unos segundos mas.

-No debes quedarte encasillado en una sola teoría, hay varias teorías que podrían llevarte a descubrir lo que pretendes. No siempre es la mas simple, tal vez la mas inimaginable logre darte el objetivo. Simplemente… considéralo como algo recóndito, pero no imposible –al decir lo último me había mirado y se puede decir que casi, por una milésima de centímetro, su labio se había torcido en algo que podría interpretarse como una sonrisa-. Adiós Mello.

Me había sacado del trance al decir aquello, la enfermera había vuelto para recoger los platos sucios de la comida.

-¿Mello que haces aquí? No es hora de visita, anda vete ya –dijo recogiendo los platos uno por uno de cada camilla con sus respectivos cubiertos.

o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o…o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o..o.o.o.o.o.o.

Me pasé toda la tarde pensando en lo que dijo. Buscando teorías que explicaran su torpe comportamiento, y la única que se me venía en mente era la extorsión, ganar algo, obtener algo de mi ¿pero qué? ¿qué podría darle yo que él tanto quisiera? Tal vez pedirle disculpas por todo lo que le he hecho antes. Las bromas pesadas que le he jugado. Aun así él siempre se mantenía enrulando un mechón de su cabello sin decir nada, por lo que las bromas no parecían molestarlo en absoluto, tampoco le caían bien (eso era notable) pero, a decir verdad me arriesgo a decir que todo lo que he hecho hasta el momento le ha sido indiferente. Él siempre estuvo metido en su mundo, o al menos eso es lo que creía yo hasta el día de hoy, porque de continuar metido en su mundo ¿por qué haría algo como lo que hizo? No tiene explicación lógica, no es razonable. Definitivamente le diría la última frase.

-¿Quieres jugar? –me dijo Matt sentándose frente al televisor y enchufando el videojuego mientras en sus labios caía con sigilo un cigarro a medio fumar.

-No, y si Roger te ve fumando…

-Ya sé, ya sé… -agarró un portalápices de lata que yo tenía sobre el escritorio, arrojó todos los lápices al suelo y apagó el cigarro dentro de éste-. Finalmente le has ganado a Near, sabía que lo lograrías.

-Oh, por Dios ¡Cállate Matt! –gruñí desde un rincón del salón. Él me miró algo extrañado, debe haber pensado que de ganarle a Near yo estaría en el cénit de la felicidad, sonriente y mucho mas engreído que nunca-. ¿No te das cuenta que ese trabajo sobresaliente era el de Near?

-Espera, ¿qué? Pero si…

-Si, ya lo sé. Yo no hice el trabajo y él por alguna razón puso a su trabajo mi nombre –miré el suelo, aun estaba anonadado por la actitud de ese anormal.

-¿Qué pasó con Roger?

-Nada, no pasó nada. Near no me delató –le dije en lo que casi parecería un ataque de histeria.

Matt me había mirado fijo, tenía el ceño fruncido como si en su frente presentara un signo de interrogación (lo más probable era que mi frente también presenciara el mismo signo), no estaba prestando atención a sus videojuegos (raro en él) y por un leve segundo, sus ojos brillaron como si todas sus dudas hubieran sido aclaradas en un momento de luz divina en su cerebro. Esbozó una laida sonrisa a medio lado del rostro y se volteó lentamente concentrando su vista en la pantalla del televisor.

-¿Qué? –le pregunté dándome cuenta de su efímera reacción-. ¿De qué te ríes, tarado?

-Nada –dijo y en su tono de voz había cierto dejo de… ¿Cómo decirlo?... ¿Satisfacción?

-Oye, eu, espera ¿tu sabes algo? –no quise reaccionar así, pero parecí una fiera hambrienta abalanzándome sobre Matt, cualquier pista era necesaria para mí en ese momento.

-No… pero si quieres descubrirlo habla con él –aun conservaba la sonrisa de medio lado.

No supe qué pensar… pero si Matt estaba involucrado en una especie de trampa tramada por Near para hacerme caer, mas le valía esconderse de mí, ambos, porque de encontrarlos los arrastraré hasta el infierno a golpes.

Me puse de pie, ya al percatarme estaba caminando por el pasillo dirigiéndome justamente a la enfermería, aunque tal vez la puerta estuviera trabada con llave debido al horario: 23:30 p.m, faltaba media hora para la media noche. No, no lo estaba, la puerta estaba abierta. Los niños dentro permanecían dormidos. Pero… Near no estaba por ningún lado, chequeé su cama: estaba vacía, luego registré las demás camas del lugar, todas llenas de críos, ni rastros de la nube andante.

-Oye, eu… despiértate menso ¿Dónde está Near? –le dije a uno de ellos mientras le picaba el brazo con mis dedos.

-¡Ay, Mello duele! –se quejó el crío despertándose de a poco-. Lo trasladaron al cuarto privado.

-¡Ja! ¿Enserio? Lo único que faltaba, que a ese idiota le dieran una habitación para él solo y todo, por Dios ¿Quién cornos se cree que es?

-¡Shhh! –me chitó el niño que intentaba volver a dormir. Me ocuparé de darle un coscorrón mañana cuando estuviera despierto completamente, pero por hoy, se la había llevado barata, solo le pellizqué un poco la carne del brazo.

La enfermera se había ido a dormir a su habitación. Caminé a oscuras hasta llegar a la habitación privada. Abrí la puerta. Él permanecía dormido, no se habían puesto cortinas a la ventana por lo que la luz de la luna alumbraba ávidamente todo el lugar, y sobre todo le daba un resplandor vidrioso a su cabello, tan blanco… parecía, parecía… no lo sé, extraño. Su cabello era tan, tan blanco, tan puro, tan limpio. Sus ojos permanecían cerrados por ello solo podían verse sus enormes parpados con las pestañas y las cejas blancas como su cabello, unas leves ojeras que eran lo único de color que resaltaban en ese rostro junto con los labios finos de color carmesí. Su nariz era tan fina y pequeña que por poco y desaparecería en la inmensidad de un mar blanquecino como la luz de la luna. Sus hematomas habían desaparecido por completo dejando paso a su blancura habitual.

Vi su cuello, descubierto, sus brazos descubiertos y las sábanas del mismo color que caracterizaba a Near, permanecían cubriendo desde su pecho hasta sus pies. Al parecer tenía el torso desnudo, me dio risa ver sus tetillas, parecían fresas, no tenían el mismo color que sus labios: rojizos como sangre, mas bien eran adornadas con un rosa pálido, casi como un rosa pastel pero con una claridad mucho mas intensa. Y eso era todo lo que la vista me había permitido observar ya que el resto estaba siendo cubierto por las sábanas.

Sentí un olor refrescante, ese mismo que sientes cuando combinas el suave aroma de un perfume cítrico junto con el agua de lluvia. Quise olerlo con más intensidad por lo que me acerqué más a su rostro. Ese es su olor, el olor característico de Near: olor a fresco, a cítrico, a suave, a blanco. Todo en él era blanco.

Desperté del sueño en el que me había sumido lentamente, él estaba mirándome con sus pupilas negras, nuevamente dilatadas en una intensidad increíble y quien sabe durante cuanto tiempo estuvo haciéndolo. Yo parecí haber recibido una descarga eléctrica ya que me separé de inmediato, como si su cuerpo me provocara irradiación maléfica.

-¿Qué? –le grité de la nada y mi voz retumbó haciendo eco en la inmensidad del silencio. Él si quiera se había inmutado, jamás cambió la expresión de su rostro, todo lo contrario. Lo siguiente que hizo fue acomodar sus manos entre sí encerrando ambas en forma de candado: como si estuviera esperando algo.

Continuó mirándome, no me diría nada y yo lo sabía bien, siempre fue así, siempre yo soy el que debe hablar y él escuchar y responder. Jamás sería al revés porque él jamás iniciaría una conversación, jamás iniciaría una crítica, jamás iniciaría una opinión. Él solo se dedicaba a… responder.

-Bien… no pude ¿esta bien? No pude –miré hacia la ventana intentando concentrarme en el árbol que se divisaba a lo lejos y la hamaca que estaba sujeta a él, que se balanceaba con el leve correr de la brisa-. O soy demasiado torpe o…

-No te creo torpe –dijo callándome con su tono de voz neutra pero fría como un glaciar-. Sí te creo rígido.

Me quedé en silencio intentando descifrar lo que acababa de oír, decir lo primero que se me venía a la mente siempre me dejaba como un estúpido y mucho más si era Near el interlocutor de la conversación. Tal vez su cuerpo sea lento, pero como dijo una vez Roger, todos tenemos una habilidad que nos caracteriza: Near es hábil con el lenguaje y puede tornar una conversación con cierto trayecto en una con un trayecto completamente diferente en cuestión de segundos… por ello hay que tener mucho cuidado cuando se habla con este anormal. Aunque yo jamás oigo siquiera mis propios consejos y continuo dando pasos en falso.

-¿Rígido yo? Pfff… -resoplé con mi vista aun en aquel paisaje que se divisaba fuera del ventanal-. Solo sé que estás buscando algo a cambio, pero aun no descubrí qué puede llegar a ser, y por eso me lo dirás tu mismo, ¡ya!

Lo amenacé mirándolo fijamente a los ojos. Él, por extraño que parezca, no había quitado sus enormes pupilas dilatadas de mi en ningún momento.

-Creí que lo descubrirías solo, pero se ve que necesitas ayuda -eso me cayó como plomo en las partes privadas, ¡maldita y sucia rata de alcantarilla!-. No soy una computadora, Mello.

-¿A no? Oh vaya… me siento Colón descubriendo América, ¿en serio estas seguro de que eres un ser humano con sentimientos?

Mis carcajadas se habían perdido en el eco de la habitación que solo era llenado por la potente luz de luna que alumbraba hasta el mas mínimo rincón.

Me clavó su mirada profunda como nunca antes, sentí unos escalofríos interminables.

-Tú eres la prueba irrefutable de que lo soy.

La habitación se llenó con un silencio de ultratumba con una simple pregunta rodando por mi mente:

¿Qué…?

¿Qué quería decir con todo esto? ¿Estaría tramando algo? ¿Qué está buscando este idiota?

-Y tal vez tu teoría de la extorsión no sea tan errada después de todo.

Lo sabía, ¡maldita sanguijuela chupasangre! Algo ibas a pedirme...

Su rostro permanecía con su expresión de la nada en su más enorme plenitud mientras se enroscaba un mechón de cabello en su dedo índice, como es habitual en él cuando trama una maraña que dará por resultado lo que su retorcida mente albina planea.

-¿Y que sería lo que tengo que darte a cambio? –mis manos se posaron en mi cintura como si mi cuerpo quisiera expresarle: "lo supe desde un principio, cabrón".

Continuó enroscando su cabello, sus ojos estaban perdidos en un punto inexistente del suelo, pude adivinar que estaba pensando las palabras adecuadas para poder llevar a su boca las mil y una ideas que su mente estaba ejerciendo para entonces.

-Que te quedes toda la noche aquí conmigo, solo nosotros dos.

Silencio.

Absoluto silencio.

Creo que por nada en el mundo hubiera querido ver mi propio rostro en aquel momento… Sentí que mis pulmones se agrandaban pero que las costillas se achicaban provocándome asfixia. Y solo una palabra pudo salir de mis labios:

-¡¿QUÉ?!... -Me miró con su típica seriedad a flor de piel, tanto hielo en su mirada sentí que me quemaba-. ¿Estas bromeando, verdad? ¿Para que querrías…? ¡¿Qué mierda te traes, Near?!

Mis palpitaciones subieron a mil por minuto, es que era imposible, sentía que mi pecho iba a explotar, la sangre que bombeaba mi corazón hacia la aorta y ésta hacia las arterias de mi cabeza golpeaba con fuerza mi cien… ¡es que era imposible! Near jamás… él nunca mostró signos de… ¡nada, él siempre fue nada! Y DE REPENTE ¿ESTO? No puede ser, me está mintiendo.

-¡Mentira! ¡Es mentira! –le gité con los puños cerrados y con los ojos vidriosos, podía burlarse de mi inteligencia, podía arrastrar por el piso mi dignidad… pero nadie, ¡nadie juega con mis sentimientos!

Él solo miraba, atento a cada una de mis emociones, atento a cada una de mis reacciones. Siempre atento. Siempre en silencio.

-¡Eres un imbécil! ¿Lo sabías? Tu bromita te costará la vida, Near. Te romperé el cráneo en mil pedazos.

Amenacé con tanta realidad en mis palabras que hasta yo me asusté de mi mismo. Pero él nada, mantuvo la compostura todo el tiempo y su serenidad infinita.

-Para nada es una broma, Mello –sentenció.

-Es imposible que tu… que yo te… -mi tartamudeo me estaba dejando en evidencia. Jamás creí que un sentimiento así pudiera salir de Near, ¡DE NEAR! De repente recordé sus palabras aquel día por la tarde: "considéralo algo recóndito pero no imposible"… Mierda, ahora que lo considero su actuar de estos últimos dos días lo hacía realmente evidente, ¿Cómo no pude percatarme antes? Pero es que jamás dio indicios, nada. ¿Y por qué ahora, por que justamente ahora es que se declara?

Pero… él es un hombre, ¡es un hombre! Y él no tiene problemas de estrógeno, Near tiene un cuerpo con 100% producción de testosterona entonces, ¿Near es simplemente homosexual? O tal vez… tal vez simplemente me ve como una fémina debido a las anormalidades que el estrógeno produce en mi cuerpo.

Estoy empezando a sudar… y estoy empezando a enojarme de verdad. Me muerdo el labio con fuerza y siento que mi rostro explotará en cualquier momento.

Sus pupilas estaban desangrándome, eran tan grandes, tan fuertes que sentí mis piernas flaquear.

-¡Soy un hombre! ¡Que ni se te ocurra mirarme como una mujer porque no lo soy, maldición, SOY UN MALDITO HOMBRE! –sentí como mientras gritaba las lágrimas caían por mis mejillas.

-No es tu físico lo que me atrae Mello –dijo con una voz calma y potente que parecía salir de las criptas-. Es tu razonamiento, tu lógica, tu forma de actuar. La manera en que tu materia gris se enlaza en una armoniosa unión con tus emociones… es simplemente perfecto. Eres hermoso Mello.

Mi respiración se agitó de sobremanera, sentí varias punzadas del lado izquierdo de mi cabeza, las lágrimas caen por mis mejillas, ¡estoy llorando y Near me está mirando!

Voy a golpearlo, lo golpearé directamente en la cara y con una fuerza de mil demonios. La sangre me está hirviendo.

Caminé a pasos largos hacia él, agitado como toro embravecido, se venía una buena paliza, y de las grandes. Él no se movió, pareció haber esperado esa reacción de mi parte, como si nuevamente lo hubiera planeado todo y eso solo sirvió para enervarme más aun de lo que estaba.

-¡Voy a matarte! –le grité habiendo llegado a él y agarrándolo por sus desnudos hombros, zarandeándolo un poco.

Y él me miraba con dedicación.

Y yo lloraba… y él me miraba. Y no se detenía. Solo… me miraba.

Su aliento caliente volvió a chocar contra mi rostro, contra mis lágrimas. Su olor a cítrico empapó mis neuronas. Lo tomé del cuello con la mano izquierda y apreté lentamente para ver el momento exacto en que se le acababa el aire. Él ahora miraba hacia el techo de la habitación, con los ojos detenidos en algo que parecía ser realmente interesante ahí arriba. Como si yo no existiera, como si yo no estuviera ahora mismo ahorcándolo con mis propias manos… Como si después de la confesión que me brindó yo no le importara en lo absoluto.

-¡Carajo, Near! ¡Mírame! –le grité a sollozos, pero él no se inmutó en absoluto, continuó haciendo caso omiso a mis palabras-. ¡NEAR…!

Su rostro estaba tomando un leve color rojizo, pero él no se movía, no me miraba. Sus labios del color de la sangre continuaban sin decir nada, haciéndome sentir miserable en ese momento, haciéndome sentir que no valgo nada para él ni para nadie. Mis ojos se llenaron nuevamente de lágrimas. Mi cuerpo estaba flácido (por lo que no estaba ejerciendo tanta presión a su cuello) pero mi corazón continuaba dando golpes bruscos a mi pechos tan repetidos que parecían balada de tambor.

Suficiente, dejé de presionarle el cuello y lo tomé por los cabellos obligándolo a mirarme… Y lo vi, por primera vez en mi vida vi con detención los ojos de Near, profundos y planos, tranquilos y arrebatados, blancos y negros, eran celestiales y a la vez infernales. Sentía la contradicción, la contradicción en su peor faceta cuando veía a Near, cuando lo miraba a los ojos y él clavaba con brutalidad sus pupilas sobre mí, dejando al libre albedrío de las emociones mas recónditas escondidas bajo mi piel. Que yo no quería reconocer pero que estaban ahí… siempre estuvieron ahí. Sus cabellos estaban siendo apretados con la mas pura agresividad de mis manos. Su piel se veía clara como la nieve, fría cual aquella. Debía tocarla para comprobar cuan helada era… para comprobar cuan frío es Near. Mis manos estaban calientes mientras rozaban las mejillas del albino con tanta suavidad que creí era imposible, como si él fuese algo delicado que temía fuera a romperse.

Y si… estaba frío como el hielo.

Sus labios permanecían entreabiertos, sus dientes blancos cual él se asomaban a través de ellos y su lengua… oh su lengua roja, apenas y se notaba su presencia, pero la vi perfecta, la vi húmeda, la vi caliente, la vi apetecible.

Y lo siguiente que haría tal vez jamás me lo perdonaría… tal vez jamás me lo sabría explicar siquiera a mi mismo.

Lamí sus labios con lentitud, como si fueran de cristal. Pude oír los latidos de su corazón como iban a ritmo con su respiración, locamente agitada. El gusto era dulce, su lengua dejaba rastros de saliva suya en mi boca que rasgaban mi garganta cual si fuera miel caliente. Lo tomé por los cabellos y lo aprisioné más cerca de mí. Su olor a fresco me derretía, su respiración tibia me enfriaba: nuevamente la contradicción misma me apresaba. Y su deliciosa lengua, suave como él mismo, jugaba placenteramente con la mía como si danzaran al mismo ritmo. Pronto comenzamos a agitarnos, lo aprisioné en un abrazo carcelero que nos hacía a ambos perder la respiración. Punzaban ciertas partes de mi cuerpo que para entonces no quería recordar que existían ya que me obligarían a tener un final muy inesperado. Pero me costaba pensar, lo creía imposible si Near se adentraba en mi boca con su lengua y juagaba a trenzarla con la mía como si nos sumiéramos juntos en las brazas.

Nos distanciamos lentamente… y nos miramos, sintiendo aun como su calor me había doblegado hasta lo más ínfimo… sintiendo placer y a la vez impotencia.

La puerta se abrió de repente, nosotros continuamos observándonos con cuidado, con detalle. Como si intentáramos no perder un segundo de los gestos del otro.

-Mello… ¿Qué estás haciendo aquí con la hora que es? ¡¿Qué estaban haciendo?! –la voz irritante de la enfermera me había sacado de trance.


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