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¿Te acuerdas? por keltxo

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Notas del fanfic:

Bueno, bueno, bueno, aqui estoy otra vez, no me morí, (bueno, quizá si un poco con la gastroenteritis y el catarrazo que acabo de pasar T__T).

Esta historia surgió en un hospital mientras acompañaba a mi madre y con las horas muertas y el aburrimiento absoluto se me encendió la bombilla y surgió la idea, debería haber estado escribiendo la continuación de No cierres los ojos pero no lo debí de grabar bien en el pendrive (pitoboli cómo lo llamo yo) y no pude seguir entonces me vino a la mente una imagen de dos chicos mirando un anuario y... lo que deberia haber sido un oneshot se ha convertido en una historia bastante larguita de la cual tengo escritas unas 220 páginas (página arriba, página abajo).

Tengo que darle las gracias a Corintia que ha sido la que me ha corregido todo lo que he escrito hasta ahora y ha aguantado mis tonterias y mis horripilantes faltas de ortografía: Esta historia va por ti guapisima!!!!

A ver, un par de aclaraciones, la mayor parte de la historia esta basada en el año 2004, cuando internet era un lujo para unos pocos y los moviles eran en blanco y negro, así que igual os resulta un poco extraño, pero si, esa época existio, yo estube allí XDXDXD. El IES Burdin Ibarra existe, es el instituto al que fuy yo ^^ eso si, cualquier parecido con personas o hechos reales es totalmente coincidente, ni los profesores ni los protas existe en otro lugar que no sea mi mente perversa y calenturienta. Y ya lo último Euskera es el idioma que se habla en el Pais Vasco (norte de España), por si alguien no tiene ni idea de lo que es más que nada.

Y ya está, ya dejo de llorar, espero que os guste ^^ ¡a leer!

Notas del capitulo:

Os presento a Sergio, Diego, Silvia y toda la recua de personajes de mi nuevo fic ^^ 

Espero que disfruteis leyendo este capitulo y que os guste lo suficiente para que leais el siguiente y me acompañeis a lo largo de toda la historia.

Ya no os entretengo más y os doy de antemano la gracias por leerme *___*

¿Te acuerdas?

 

I.

Sergio entró en casa y dejó las llaves en el cenicero de la entrada, se quitó las deportivas y las dejó tiradas al lado de la puerta, en sus manos una carta. Sonrió, era del instituto, ¿Cuánto tiempo había pasado ya?, casi 8 años, demasiado tiempo, cuantos recuerdos, muchos malos, otros no tanto, pero había un puñado de buenos que anulaban a los otros y hacían que ese corto periodo de tiempo mereciera la pena. Caminó por el pasillo en calcetines, despacio disfrutando del calorcito de la calefacción que calentaba sus huesos y le hacía sentir que el duro día de trabajo que había dejado atrás merecía la pena.

-¡Ya estoy en casa! -anunció con voz suave.

Al otro lado del pasillo, tirado en la cama, Diego revisaba el anuario, el también había recibido la misma carta, no podía retener la sonrisa que se asomaba en sus labios haciéndole parecer un crío travieso al mirar las fotos del librito, menudas pintas que llevaba por aquel entonces, y esos pelos... Cuando vio que Sergio se asomaba a la puerta le hizo un gesto para que se echara a su lado haciéndole hueco.

-¿Has abierto la carta? -le preguntó con un brillo juguetón en los ojos.

-Nop -contestó el otro negando con la cabeza mientras apartaba el libro de sus manos y se fundía con él en un suave abrazo-. ¿Algo interesante?

-Nah -negó el otro tomando suavemente sus labios y profundizando poco a poco en un beso húmedo y lento para después refugiarse en la curvatura de su cuello- Solo una estúpida reunión de antiguos alumnos.

-¡No jodas! -contestó Sergio emocionado abriendo el sobre y leyéndolo despacio mientras Diego le soltaba el pelo y jugaba con los mechones sueltos entre sus dedos.

“Estimado Sr. Sergio Mena,

Nos complace anunciarle la próxima celebración del la reunión de antiguos alumnos del Centro IES Burdinibarra de la promoción del 2003-2004 con el motivo de la jubilación del director Juanjo Etxaniz.

Están usted y su pareja invitados a la cena-buffet que tendrá lugar en el Salón de actos del mismo centro el próximo viernes 28 de febrero a las 19:30.

Le rogamos que confirme su asistencia.

Un saludo,

Susana Mayor,

Organizadora de eventos y subdirectora.”

Se quedó en silencio mirando a su chico por unos segundos mientras Diego rehuía sus ojos y finalmente suspiró cansado.

-¿Tú crees que deberíamos ir? -preguntó finalmente intentando mantener un tono de voz neutro sin saber muy bien qué tipo de respuesta recibiría.

Tras un largo silencio que pareció una eternidad Diego por fin habló.

-Seh -soltó con un suspiro que hizo que Sergio volviera a respirar aliviado -Será divertido ver la cara que ponen todos cuando nos vean juntos, de hecho creo que lo haría aun más divertido si hacemos un poco de teatro. ¿Recuerdas como éramos entonces?.

-¡Oh si! -se carcajeo Sergio-. ¿Qué te parece si vamos por separado y la montamos un poco? -Sonrió juguetón poniendo esa cara que tanto le gustaba al otro-. Pero…-dudó un momento- ¿estás seguro?, Quiero decir, ¿estás seguro de querer salir así del armario con tu antigua recua de amigos?.

-¿Qué más da? -Le intentó quitar peso al asunto-. Hace muchísimo tiempo que no sé nada de nadie, cuando entré en el ciclo perdí la pista a Jonathan y a Nekane y de los demás menos aun. Con la única que sigo hablando es con Silvia y lo nuestro lo sabe desde hace más que tu y que yo mismos así que… ¿Qué más da? Eso sí, habrá que avisarla, si no lo mismo le da un pasmo si nos ve comportándonos como antes en medio del jolgorio, nunca viene mal tener algún aliado, ¿no crees?- rió.

-Entonces creo que voy a escribir mi carta de confirmación. -Sonrió incorporándose para agarrar el portátil que descansaba en la mesita de noche con una sonrisa radiante en los labios.

********

Ocho años antes…

********

8:30 de la mañana, segundo día de clases, último curso de bachillerato. Aparcó la moto en el parking de profesores sin preocuparse demasiado, llegaba pronto, sabía que llegaba pronto, pero siendo su primer día en un instituto nuevo casi que era mejor meterse allí, buscar la clase con tiempo, sentarse y pasar lo más desapercibido posible, ya había tenido suficiente en el anterior centro, ahora solo quería paz y tranquilidad, solo era un año, ¿qué podía pasar? Lo mejor era quedarse calladito, no destacar y pasar sin pena ni gloria. Lo más posible era que, cuando acabase el curso, no tendría que volver a ver la cara a aquellos borregos nunca más.

Pasó rápidamente por secretaría a coger sus papeles, no había ido a la presentación así que no tenía ni idea de donde estaba su clase “Tercer piso, clase 3-5-A” le habían dicho. Subió las escaleras con aire cansino; en la mochila solo llevaba un cuaderno, por lo que no pesaba demasiado, pero cuando fuera llena aquellos pisos serían otra historia, ¿Qué pasaba es este sitio? ¿Es que no sabían lo que era un ascensor? Recorrió el largo pasillo descolorido con algún desconchón que otro en las paredes y manchas de humedad dispersas por el techo mirándolo todo con mala cara. Si: definitivamente sus padres le odiaban, menudo agujero en el que le habían metido con tal de no tenerle cerca. Se fijó en el cartelito de su aula, alguien había tachado las letras y los números y había escrito “Mordor”, sí señor, muy acorde.

Entró lento, había unos cuantos madrugadores dentro, y solo con una mirada supo que eran los raritos. Bien, ya sabía a quién no tenía que acercarse. Arrastrando los pies se fue al pasillo de al lado de la ventana, al menos tendría vistas a la nada en los momentos de mayor sopor, porque eso era lo que había; nada con vacas pastando, una carretera lejana por la que apenas pasaban coches y monte. Dejó sus cosas y se sentó en la cuarta fila, ni muy lejos, ni muy cerca del profesor, perfecta para esconderse de miradas extrañas. ¿La única pega? La mesa vacía que había al lado invitando a vete tú a saber quien a sentarse a su lado y joderle su bendita soledad.

Pasaba el tiempo y el aula iba llenándose de gente, algunos lo miraban con curiosidad pero todos pasaban de largo para alivio del chico sentado en aquella mesa con cara de pocos amigos hasta que…

-Eh tú, estas en mi sitio. -Una voz le sacó de su ensoñación y le hizo mirar a su interlocutor con cara de pocos amigos.

-¿Si? No veo tu nombre en ningún lado- Le contesto al chico con sarcasmo. El criajo que tenía en frente ni siquiera parecía de su edad, bajito y con el pelo castaño bastante largo, repeinado y con ropa de marca. ¡Genial! Un niño pijo y bocazas-.  ¿Seguro que no te has equivocado de clase? Los cursos inferiores están en los pisos de abajo.

El chaval con muy mala leche abrió el bolsillo pequeño de su mochila y rebuscó un poco sacando sacó un rotulador indeleble escribiendo su nombre en la mesa: “Diego”

-¿Te sirve, o lo pongo más grande? -Le preguntó el niñato con la misma cara de pocos amigos que tenía el-. Lo mismo eres miope y no lo ves.

-Lo siento, niño, pero no me pienso mover, haber llegado antes -Le contestó sin ninguna intención de cambiar su sitio volviendo su vista de nuevo a la ventana ignorando al chico que bufaba y empezaba a soltar burradas hasta que uno de sus amigos lo cogió y se lo llevo para atrás.

Genial, ya había hecho un “amigo”. Todo perfecto, con un poco de suerte se olvidaría de él, no volvería a dirigirle la palabra en todo el curso y su plan de pasar desapercibido seguiría en marcha. Mientras se volvía a perder en las visiones bucólicas del campo al otro lado de la ventana, se puso a reseguir con el dedo las letras recién escritas en la mesa, distraído, hasta que de nuevo su paz fue alterada.

-No deberías ser tan borde con ese chico -Le dijo una chica morena y alta sentándose a su lado-, es el sobrino mimado del profesor de Química, por cierto, me llamo Silvia. Eres nuevo ¿no? -Le preguntó tendiéndole la mano.

-S…si -Balbuceó sorprendiéndose a sí mismo perdido en el par de ojos verdes que le observaban con curiosidad y aceptando el apretón amigable de manos de la chica que le sonreía abiertamente.

-Bienvenido, ¿cómo te llamas? -Preguntó ella con curiosidad-. ¿De dónde vienes? Por tu acento no eres de por aquí.

-Sergio, me llamo Sergio. - Tener algún amigo no estaría nada mal para variar pensó por un momento-. Vengo de Boiro, de A Coruña -Sonrió el también.

-Vaya, si que vienes de lejos -Le contestó ella sonriendo aun más y haciendo aparecer unos hoyuelos en su rostro- ¿Y cómo es que has acabado en este agujero Vizcaíno?- Preguntó .

-Esa es una larga historia -suspiró el chico -. Quizá algún día te la cuente –Finalizó guiñándole un ojo.

Le gustaba la sonrisa de Silvia, le daba tranquilidad, sobre todo ahora que su vida se había convertido en un tremendo caos. Aún así quizá con el tiempo conseguiría contarle a alguien toda la mierda que le pasaba por la cabeza, el por qué sus padres le habían mandado lo más lejos posible y no querían ni verle y un puñado de cosas más, con esos pensamientos no se dio ni cuenta de que había llegado el primer profesor hasta que oyó su nombre cuando este pasaba lista.

-Presente -Contestó sin ganas, sacando el cuaderno para coger los apuntes o lo que quisiera que diera aquel hombre medio calvo, con una tolva impresionante que hacía que la camisa de cuadros que vestía pareciera que fuera a estallar en cualquier momento sacando algún ojo de algún alumno con los botones cuando estos salieron despedidos. Cuando quiso darse cuenta estaba dibujando la escena haciendo que su compañera de descojonara de la forma más disimulada posible.

Las horas pasaron más rápido de lo que él había previsto, y cuando quiso darse cuenta la estridente sirena del pasillo que algún malnacido había puesto justo encima de la puerta del aula aulló, anunciando el esperado descanso. Sin ninguna intención de moverse del sitio, Sergio se recostó en su asiento, poniendo los pies en la silla de su compañera y comenzó a rebuscar en su mochila su bocadillo de mortadela. Tenía más hambre que un preso. Ella lo miraba ojiplática mientras quitaba el envoltorio de un bocata con dimensiones nada desdeñables.

-¿Qué? -Preguntó con cara extrañada-. ¿Quieres un cacho? -Le ofreció acercándole el bocata con la boca medio llena después de haberle dado un buen bocado.

-¿Es que piensas quedarte aquí plantado todo el recreo? -Preguntó ella sorprendida.

-¿Si? ¿Qué más da? No conozco a nadie -Contestó el, dubitativo, encogiéndose de hombros para inmediatamente ser arrastrado por el pasillo hacia fuera, sin posibilidad de emitir queja alguna.

Se vio sorprendido en el patio por un grupo de gente que hablaba animadamente y le preguntaba por un montón de cosas a las que no sabía muy bien que contestar, y un barullo de nombres que apenas era capaz de colocar cara.

-Hola soy Sonia -Saludó una chica pecosa echándosele encima en busca de un par de besos.

-Vaya, ¿nuevo fichaje, Silvia? Yo soy Ander -Saludó el chico-. ¿De dónde eres, eres nuevo? Menudo acento más gracioso.

-Esos son Rebeca y Santi -Señalo otro de los chicos, que por lo que había comentado antes si no recordaba mal se llamaba Aitor, mientras miraba a una pareja que se estaba comiendo mutuamente a besos-. Generalmente hablan mucho pero ahora están muy “ocupados”. -Hizo el gesto de comillas con las manos a la vez que se reía.

-Me llamo Sergio y soy de un pueblo de A Coruña. -Se sentía extraño rodeado por tanta gente, pero no podía evitar sonreír.

Se sentaron en el murete del jardín que estaba al lado de las canchas de baloncesto y con la cháchara se les pasó el tiempo en nada. Descubrió que es resto de gente estaba en otros bachilleratos y por eso no compartían aula, la única que se había decidió por ciencias había sido Silvia que se sentía tremendamente sola sin ninguno de sus amigos en clase. Todos se sorprendieron cuando les contó que vivía solo, le miraron con admiración, si ellos supieran…

De vuelta en clase siguieron con lo mismo, el estaba exento de Euskera, así que aprovechaba para hacer sus cosas sin poner mucha atención a aquel galimatías de palabras extrañas que resonaban en sus oídos sin ningún sentido. De pronto algo golpeó su cabeza y se volvió para ver en el suelo una bola de papel y la cara del niñato de esa misma mañana con una sonrisa de oreja a oreja. Por impulso abrió la nota y se encontró con lo que esperaba; amenazas estúpidas. ¿Qué tenía aquella mesa que no tuviera cualquier otras? bueno si, bonitas vistas a las vacas y calefacción, pero parte de eso, nada más, suspiró y sin escribir nada se la devolvió, de la misma forma que la nota llegó se fue dándole en toda la jeta a Diego ocasionando una carcajada sofocada de parte de Silvia.

“¿Qué le pasa a ese?” le preguntó escribiendo en su cuaderno y acercándoselo a la chica.

“No lo sé, es un poco… suyo, por decirlo de alguna forma” le contesto ella encogiéndose de hombros a la vez que le miraba, definitivamente le había caído muy bien a aquella chica.

“Lo mismo quería sentarse contigo porque le molas, le he chafado el plan y por eso me odia” le contestó Sergio causando que Silvia le mirara con incredulidad.

“¿Gustarle? ¿YO?, Deberías hacértelo mirar chavalín, a ese le van más como Nuria (segunda fila , la cuarta mesa empezando por la derecha), los pijos con los pijos, tienes tu más oportunidades de “molarle” que yo” escribió bromeando la chica.

Sergio desvió la vista hasta toparse con una melena de bucles rubios, se había fijado en ella al volver del recreo, una niña mona, pero sin más.

“Tooodo para ti, lo siento pero no me van los críos pijos con aires de grandeza” le contestó para añadir “A todo esto, ¿me estas llamando pijo?” mirándola con el ceño fruncido medio en bromas medio en serio.

“Nah hombre, pijo no, pero te aseguro que solo tus zapatillas valen lo que toda mi ropa” fue su respuesta mirando hacia el suelo con una sonrisa sincera, estaba claro que no lo decía a malas y si ya había flipado al saber que a sus casi 17 años estaba viviendo solo en un piso que pagaban sus padres, no le extrañaba nada que ahora le saliera con algo así.

“Vaaale si, lo admito, mis zapatillas son caras, mis pantalones de marca, hasta mis gayumbos lo son, dios, ¡me estoy dando cuenta de que tienes razón!, ¡soy un pijo!” se rió también quitándole hierro al asunto.

La sirena de nuevo con su “maravilloso” ruido dio por finalizadas las clases, los chicos recogieron sus cosas y fueron saliendo, mañana sería otro día, a pesar de que apenas habían hecho nada Sergio estaba cansado. Caminaba hacia la salida rodeado del resto de alumnos al lado de Silvia.

-Las damas primero -Bromeó quedándose atrás y dejándole pasar delante de él. Ella siguió caminando varios metros sin darse cuenta de que él se había quedado atrás hasta que se sorprendió a sí misma hablando con la nada. Cuando iba a salir un par de brazos le habían agarrado de la mochila y le habían tirado al suelo para después cerrar la puerta de la clase, estaban solos, el criajo ese; Diego, y el.

Lo primero que pensó fue: ¿Cómo una cosa tan pequeña puede tener tanta fuerza? Casi le sacaba una cabeza y allí estaba él, tirado en el suelo e inmovilizado por un enano con problemas de control de la ira.

-Nadie se ríe de mi- Siseó diego acercándose a su cara antes de darle un buen puñetazo para después sin más levantarse y dejarle allí tirado.

Medio atontado Sergio asestó una certera patada en la parte trasera de la rodilla izquierda de Diego haciéndole caer.

-Nadie me ataca a traición y se va de rositas, niñato -Le contestó apretando los puños y pasando a su lado mientras le lanzaba una mirada despectiva. Al otro lado de la puerta estaba Silvia que no se podía creer lo que acababa de ver a través del cristal, rauda sacó un pañuelo del bolsillo y se lo tendió a Sergio.

-E… estas sangrando, ¿estás bien?- Dudó al preguntar, le parecía tan absurda su pregunta…

-Si tranquila, estoy acostumbrado -Le contesto sin pensar el chico-. Solo es un labio partido.

Ella se le quedó mirando con los ojos muy abiertos.

-¿Acostumbrado?, ¿Cómo es que estas acostumbrado? –Le preguntó.

-Como ya te dije al principio es una larga historia -Le contestó el mientras  empezaban a bajar por las escaleras alejándose del lugar dejando allí a un chico con muy mala ostia y  la pierna dolorida.

********

Los días se fueron convirtiendo en semanas. El tiempo fue empeorando con el avance del otoño así como fue empeorando la relación entre Sergio y Diego, no había un día que no intercambiaran un insulto, empujón u otra forma de cariño menos apreciada. Lo que empezó como una estúpida disputa por un pupitre se había convertido en una batalla campal y ellos habían pasado a ser enemigos declarados.

Silvia se había vuelto el pilar absoluto para Sergio. La chica de pelo rizado castaño era su ángel de la guardia; ella intentaba calmarle cada vez que Diego le tocaba las pelotas para que la cosa no acabara en un río de sangre, mientras que los amigos de Diego, hartos de tanto escándalo y contra todo pronóstico, intentaban apartarlo de su camino y buscar la paz de alguna forma. Cualquier cosa antes de tener que aguantarle horas y horas soltando todo tipo de burradas acompañadas del nombre del otro chico.

Todo fue medianamente normal hasta que el día de su cumpleaños, el viernes 15 de Octubre. Aquel día no podía ser peor, su padre le había llamado a primerísima hora, ¿para felicitarle? no… aquello hubiera sido demasiado bonito, solo para recordarle lo aberrante que era y que debería darle las gracias por el dinero con el que se pagaban todos sus gastos y retractarse de lo que era para poder volver a casa y besar sus pies implorando perdón. Escuchó toda aquella retahíla de insultos de los labios de su progenitor sin ser capaz de contestar, sintiéndose débil, un niño solitario y abandonado; lo que era en realidad tras aquella máscara, la coraza que había levantado a su alrededor para evitar que nada ni nadie pudiera penetrar dentro y dañarlo aún más, de eso ya había tenido más que suficiente.

Menuda forma de empezar el día. Necesitaba desahogarse, gritar, un respiro, lo que fuera y cómo fuera. Ignoró totalmente el que no eran horas e intentó llamar a su abuelo, la única persona que se había preocupado nunca por el, pero como siempre le fue imposible localizarle y para colmo en la residencia le dieron la “fantástica” sorpresa de que el Señor Mena había sido realojado y no tenían permiso de facilitar ningún tipo de información sobre su nueva dirección, de nada sirvió gritarle a la enfermera que era su nieto, ni suplicar. La muy zorra no soltó prenda. Ahora si que se había quedado solo.

Pálido y con los ojos vidriosos se lavó la cara, apenas había desayunado en condiciones, ya estaba vestido y tenía la mochila lista para salir, pero no se veía capaz. De nuevo cogió el teléfono móvil, esta vez para mandarle un mensaje a Silvia y decirle que se escaqueaba de las clases. Segundos después el politóno de su móvil anunciaba una llamada entrante, no le dio tiempo ni a saludar.

-¿Cómo que no vienes hoy a clase, qué te pasa?, ¿Te encuentras bien?, ¿Te bajo la regla? -Bromeó la chica entre risas, atropelladamente.

-Silvia de verdad, no estoy de humor, no voy a ir al instituto, por favor cógeme los apuntes y dales alguna excusa ¿vale? -Le contesto Sergio con voz temblorosa y ronca.

-De eso nada y ni se te ocurra colgar -Le ordeno la voz al otro lado de la línea-. Desembucha, ¿Qué cojones te pasa? Y no me digas que nada, a mi no me engañas.

-En serio, no es nada, de verdad, solo que hoy quiero estar solo. -De nuevo le tembló la voz.

-Sergio solo te lo voy a decir una vez, en 5 minutos estoy en tu casa con Sonia, o estás preparado o te sacamos a rastras en pijama, me da igual, pero no te vas a quedar haciendo pira solo en casa el día de tu cumpleaños. ¿Te ha quedado lo suficientemente claro? -No esperó a recibir respuesta, colgó directamente, no le daría la opción de decir que no, ni de utilizar alguna evasiva más.

Y efectivamente, pasados escasos cinco minutos el timbre del portero automático sonó anunciando la nada deseada visita. Eran las ocho de la mañana y no tenía ningún deseo de que los vecinos privados de su sueño reparador le colgaran por las pelotas del patio por no abrir a esas locas escandalosas. Tan pronto como la puerta del piso se abrió Sonia y Silvia entraron atropelladamente y se abrazaron a él como si fuera un flotador salvavidas.

-¿Estás bien?- Le preguntó Sonia preocupada-. Silvia me dijo que estabas de bajón por hacerte más viejo.

-Sí, estoy bien -Contestó con una mueca que trataba de imitar a una sonrisa pero no engañó a ninguna de las dos-. Es solo que no me gusta cumplir años.

Sonia se tragó la excusa de pleno -no trataba tanto con él como Silvia-, pero a esta última no se le escapaba un detalle, en ocasiones Sergio se preguntaba cómo es que en tan poco tiempo había llegado a calarle tan bien.

-¿Seguro? -Le preguntó Silvia a lo que Sergio asintió con la cabeza- Ya hablaremos tu y yo luego, creo que hay algo que me tienes que contar -Le susurró al oído aprovechando que Sonia les daba la espalda y se agachaba a por los trastes del chico que estaban preparados en la entrada.

-¿Nos vamos? -Sonrió Sonia dándose la vuelta ofreciéndole su mochila y su bolsa de deporte.

-Si -Contestó Sergio un poco más animado- Pero en la moto… los tres…

-¡La moto! ¡La moto! Hoy subes a pata como todo el mundo -Le gritó Silvia-. Así te aireas un poco y se te despeja la cabeza, que falta te hace -Le dijo giñándole un ojo.

Sergio bufó, no estaba acostumbrado a andar, y no sabía como el resto lo soportaba, porque aquel maldito instituto que dicho sea de paso, se caía a cachos, estaba en lo alto del puto monte y no había ni bus ni medio de transporte público que los llevara allí, solo sus pies.

Arrastrando los pies y con desgana, más aun con un ventarrón frio que no hacía más que molestar inició el camino de subida hacia el instituto siguiendo a sus dos amigas. En la estación de tren que quedaba a mitad de camino recogieron a Santi y a Rebeca que se lanzaron encima de el felicitándole efusivamente por su cumpleaños; un poco más arriba en las escaleras al lado de unas casas  con pinta de ser nuevas Ander junto con Aitor se unieron al grupo saludando y felicitándole también, los ánimos iban mejorando paso a paso aunque aun tenía el estomago revuelto gracias a las “amables” palabritas que le había dedicado su padre bien temprano por la mañana y a la preocupación por su abuelo.

-Deberías cortarte el pelo, tío -Le advirtió Santi- Te ha crecido demasiado.

-Cierra el pico Santi -Le increpó Sonia-. Así está mucho más guapo -Rió revolviéndole los negros mechones.

-¿Ahora os vais a declarar mis estilistas?- Les preguntó Sergio siguiendo la broma y riéndose por fin con un poco de ganas-. No veo el problema con mis pelos, eso sí, si alguien tiene una goma se lo agradecería, creo que ya da para engancharlo.

-Espera- Le pidió Rebeca cogiendo una de su muñeca-. Ven para acá y agáchate un poquito que si no, no te llego. -Le agarró del brazo peinándole con los dedos para poner orden en aquella maraña desordenada por el viento y agarrarle en una cola la mayor parte del pelo dejando un par de mechones fuera para que enmarcaran su rostro.

-¿Qué tal?, ¿me queda bien? -Preguntó Sergio dudoso.

-¡Oh si! -Rió Silvia cual posesa- Ahora pareces un macarra sexy. -Su comentario hizo que el grupo se riera y siguieran bromeando a la vez que iban entrando al instituto y repartiéndose por sus diferentes clases.

Entraron en el aula sin pena ni gloria, a Sergio le dolían las piernas por la larga caminata y las malditas escaleras, mientras Silvia le llamaba flojo y se reía con el empujándole en bromas con tan mala suerte que acabo empotrándose contra alguien  y cómo si el día no pudiera empeorar más, ese alguien tuvo que ser Diego. El intercambio de malas caras y comentarios mordaces no se hizo esperar.

-Mira por donde andas subnormal -Masculló el más bajo.

-Si fueras más alto quizá te hubiera visto Tapón. -Le contestó el otro encarándole e irguiéndose aun más para que se notara la cabeza casi completa que le sacaba, parecía que aquel gesto le sacaba aún más de sus casillas.

-¡Basta! ¡Haya paz! -Gritó el obeso profesor de Matemáticas entrando tras ellos y asestando sendos carpetazos en las cabezas de ambos-. Cada uno a su sitio y no quiero más espectáculo, por mi como si os matáis, pero que no sea en mi clase -Gruñó el profesor con la mirada hastiada, todos los días lo mismo, ya empezaba a cansar, aquel par le estaba tocando las pelotas a base de bien y estaba seguro que no sería el único.

Los chicos se dirigieron cada uno a su asiento mientras echaban chispas por los ojos y se sentaron en sus sitios para dejar empezar la clase en paz.

“Lo siento” escribió Silvia en su cuaderno antes de empezar a tomar notas como una posesa, aquella maldita clase se le daba tremendamente mal. Como única respuesta obtuvo un codazo suave y una sonrisa velada por ciertos pensamientos que no abandonaban tan fácilmente su cabeza como él hubiera deseado.

Las clases avanzaron lentas, arrastrándose minuto a minuto haciendo que el aburrimiento se hiciera casi insoportable hasta que la gritona sirena anunciara el recreo, Sergio se levantó cogiendo su bocata con intención de ir al patio para la charla y la cháchara con el resto del grupo pero Silvia le agarró del brazo impidiendo que huyera.

-No, cariño, no, tu y yo tenemos que hablar ¿recuerdas? -La chica le miró con cara seria.

-En serio, Silvia, no… -Intentó librarse de ella.

-Es serio, Sergio, si- Le dijo ella mientras la clase se iba quedando vacía salvo por un par de rezagados que copiaban los deberes de la próxima hora-. ¿Me vas a decir que te pasa o tengo que empezar a hacer conjeturas?

Silencio, solo silencio como respuesta, y una mirada culpable en los ojos grises de Sergio, Silvia no pudo permanecer callada por más tiempo.

-Bien pues, tu lo has querido así, así que empiezo -Suspiró mirándole de forma perspicaz intentando captar cada una de sus expresiones-. Y no pienso callarme. -De nuevo solo silencio como respuesta- Hiciste algo muy gordo, o algo que ellos piensan que lo es, tus padres digo, ¿robaste?, ¿Mataste a alguien?, no… si no ahora no estarías aquí. ¿Te acercaste a alguien que no debías? -El chico se tensó, perdiendo el color y quedándose blanco como el papel, los ojos de Silvia brillaron, había acertado en algo-. Te liaste con una profesora de tu antiguo centro y os pillaron -Soltó a bocajarro lo rimero que se la pasó por la cabeza sin pensar.

La cara de Sergio era todo un poema, ¿Cómo cojones había podido llegar tan cerca sin el soltar una sola palabra?, empezó a temblar y a sentir nauseas.

-¿No jodas? -Chilló ella causando que el chico se encogiera aún más sobre si mismo y bajando el tono de nuevo pidió una confirmación-. ¿Te liaste con una profesora? -Silvia no se lo podía creer. Le agarro del brazo y tiró de el hasta el pasillo buscando un lugar más intimo, alejado de miradas curiosas.

Sergio no aguantó más y comenzó a hablar de forma mecánica tratando de no imprimir ningún sentimiento en sus palabras, cosa que le resulto imposible. Pero de alguna forma estaba seguro de que si no hablaba ella sacaría toda la verdad a la luz con solo mirarle a la cara como hacía siempre.

-No fue una profesora, fue un profesor -¿De que le servía ya ocultarlo?   Miró a Silvia esperando algún tipo de rechazo por su parte, pero este no llegó; lo que si llegó fue un abrazo fuerte, mientras le seguía abrazando Sergio siguió hablando-. Siempre he estado metido en colegios de curas y el instituto no fue diferente, solo para chicos de buenas familias… solo para chicos -Gimió-. No sé cómo pasó pero pasó. Hasta entonces nunca me había planteado mis gustos sexuales pero cuando le ví a él… todo fue muy rápido yo… yo no sé cómo caí. El era 15 años mayor y yo no pude…. Al principio pensé que era admiración, luego una cosa llevó a la otra y después pasó, sin más, le seguí después de las clases antes de las vacaciones de Semana Santa hasta la sala de profesores, me había citado para corregir un trabajo y el me… me…, no se cómo explicarlo, se acerco demasiado y yo… yo le besé. El me miró con cara de pánico y me hizo prometer que no se lo diría a nadie y yo así lo hice, seguimos con el juego al principio me rechazaba, luego me daba esperanzas y después me incitaba y yo como crío que soy me creía todo lo que salía de su boca. Seguimos así  hasta que un día alguien nos vio y aquellos juegos se volvieron de dominio público. Los rumores corrieron como la pólvora y hubo una reunión con mis padres y la Junta Directiva; allí hablaron con el profesor y… -Suspiró y se mordió el labio para evitar que se le escaparan las lágrimas-. Ese hijo de puta dijo que era yo el que le acosaba, el que le hacía chantaje para que estuviera conmigo, finalmente resolvieron que como él era un hombre de fe, un buen hombre y mejor profesor yo era el culpable, que lo tentaba como Satanás tentó a Jesucristo y que como la carne era débil y el era un hombre joven… -Gimió dejando escapar finalmente sus lágrimas-. Mi padre me encerró, era la vergüenza de la familia, un hijo desviado, no paraba de repetirlo, de golpearme. Lo tapó todo con sucio dinero y solo me dejó salir de casa para acabar los exámenes del curso entre paliza y paliza. -Hizo una pequeña pausa para tomar aire y acabar antes de quedarse sin fuerzas para seguir-. En verano todo fue a peor y cuando uno de mis hermanos me contó que me mandaban lejos porque ni mi madre ni mi padre soportaban tenerme cerca y no querían que nadie más se enterase de qué tipo de desgracia tenían por hijo, más que pena o miedo sentí alivio y aquí estoy. Esta mañana mi padre llamo para recordármelo y… y el resto ya lo sabes.

Silvia se quedó en silencio y le abrazó de nuevo antes de volver a la clase y coger sus mochilas, después le agarro del brazo y se lo llevó.

-Ven -Ordenó-Nos vamos a casa.

Sergio obedeció, ahora se sentía como un muñeco de trapo; si Silvia quisiera podría tirarle por un precipicio y el no sentiría sino qué estaba haciendo lo correcto, También sintió alivio, contándole todo aquello. Compartiéndolo con ella había encontrado cierta paz.

Lo arrastró de la mano por el patio después de pasar por los servicios para que se lavara la cara, les dio una excusa chorra al resto del grupo y se fueron. Hoy no habría fiesta de cumpleaños ya la harían el fin de semana si en humor mejoraba. Le acompañó a casa y después Silvia bajó al súper para volver con un par de packs de cervezas que no sabía ni como le habían dejado pasar sin DNI, pero el momento requería una buena ración de alcohol.

Bebieron, lloraron y acabaron riendo y olvidando.

-Ahora estás aquí, y ellos no, tienes una vida y ese tío… -Los puños de Silvia se cerraron con fuerza hasta que sus nudillos quedaron blancos-. Ese cabrón, solo puedo decir que se aprovechó de ti, tenias dieciseis años -Echó cuentas mentalmente ayudandose de sus dedos y se corrigió- No, quince, putos curas, puta religión… eras solo un crío confundido, ¡¡¡dioooos!!! ¡qué rabia! -Acabó por descargar su ira apagando sus gritos en uno de  los cojines del sofá.

-¿Qué más da? -Le contestó el. A estas alturas se sentía mejor, el alcohol había conseguido restarle importancia a su pasado y desinhibirle un poco-. El mal ya está hecho y las cosas fueron como fueron ya no puedo hacer nada -Hacía tiempo que había asumido que su vida era una mierda y los seguiría siendo hasta que consiguiera ser independiente de sus padres.

-Lo que tenemos que hacer ahora es buscarte un buen novio -Rió ella antes de darle otro trago a su enésima cerveza-. Alguien que te comprenda y te quite de la cabeza esa culpa que tú no tienes y de paso que te de un buen repaso -Finalizó con una carcajada.

-¡Eh! Para el carro, yo no necesito ningún novio -Se quejó Sergio poniendo un puchero- No corras tanto.

-No corro y solo digo la verdad. -Frunció el ceño, para después preguntar después con muy poco tacto- ¿Llegasteis a…?

-No -Le contestó el chico atropelladamente antes de que acabara la pregunta- Y en estos momentos me alegro la verdad.

Abrió otro botellín y suspiró aliviado. Le resultaba muy fácil hablar con Silvia, siempre se sorprendía a si mismo dejándose leer como un libro abierto con ella. Había tenido buenos amigos antes, pero tras el escándalo todos le dieron la espalda y se alejaron de el como si fuera un apestado. Ahora se encontraba por fin con alguien que lo arropaba y trataba de comprenderlo tal cual era, sin tapujos, sin esconder ni ocultar nada, poco a poco. Le sorprendía el haber podido confiar en ella, sin reservas, desde el primer momento después de sus pasadas experiencias.

Sin darse cuenta la miró fijamente, era guapa, tenía unos ojos verdes preciosos y ese pelo rizado y esos labios… A cámara lenta, como en las películas ambos se fueron acercando; ella, como si supiera lo que estaba a punto de pasar cerró suavemente los ojos atrapando entre sus labios los contrarios, luchando contra ellos. Fue un beso húmedo, hambriento y juguetón, pero nada más que eso. Ambos participaron y disfrutaron del contacto, y cuando se separaron se miraron sorprendidos.

-¿Qué haces? -Le pregunto Silvia.

-Nada solo era un experimento -Contestó sin dejar de mirarla a los ojos.

-¿Y bien?

-Nada, ¿Y tú?

-Tampoco, a estas alturas eres como un hermano para mí -Rió- Ha sido un beso incestuoso -Finalizó provocando las risas de ambos y volviendo a beber después de brindar- ¡Feliz cumpleaños galleguin!, ¿ves como necesitas un novio?.

-No me jodas silviña, no me jodas-Rió el también.

Notas finales:

Bueno, y eso es todo por el momento, acepto reviews, amenazas de muerte, cartas de amor... lo que sea, pero por dios, dejad algo escrito, que siempre me dan muchos ánimos vuestros comentarios, asi que... ¡no seais malos y comentad!

Besitos!!!


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