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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

¡Feliz Año! Espero que hayáis pasado unas felices fiestas.

Aquí os dejo del primero de dos capítulos que son un poco bonus, ya que originalmente no iba a incluirlos en la historia, pero al final me he animado. Espero que os gusten.

Khira

Escena 14

El despertador sonó e Iruka lo apagó de un pequeño manotazo. Abrió los ojos con pereza y se estiró como un gato, notando una leve tensión en la espalda. Todavía no se había acostumbrado a dormir en un futón en lugar de en una cama.

A su lado, vio a Kakashi moverse bajo las sábanas. El jounin tenía el sueño muy ligero así que seguro que también se había despertado. Iruka rodó sobre él y le besó en la sien.

—Me voy a la oficina de misiones. Tú vuélvete a dormir —le susurró en el oído.

Sin abrir los ojos en ningún momento, Kakashi hizo un ruidito de asentimiento e Iruka le miró con ternura.

Solo habían pasado quince días desde la mudanza e Iruka ya se sentía completamente a gusto en su nuevo hogar, incluso a pesar de su espalda.

Lo mejor de esos primeros quince días había sido que Kakashi no había sido llamado a ninguna misión y por lo tanto habían podido dormir juntos todas las noches.

Bueno, dormir, lo que se dice, dormir, no habían dormido mucho.

Iruka ahogó un quejido de dolor cuando se incorporó. No solo tenía dolorida la espalda. Quizá era hora de descansar un poco de tanto sexo. Pero era difícil decirle que no a Kakashi, especialmente cuando Iruka lo deseaba tanto como él.

Se levantó sin hacer ruido, se cambió rápidamente y bajó a la renovada cocina a desayunar una taza de té.

La casa ya no parecía la misma que cuando la había visitado con Kakashi por primera vez. Entre los dos habían arreglado todos los desperfectos, aunque también habían ayudado Kotetsu e Izumo, sobre todo el primero, quien inesperadamente había demostrado ser todo un manitas en bricolaje. Gai les había ayudado a pintarla, y Kurenai les había arreglado el jardín. Entre ella y los jutsus de tierra de Kakashi, lo habían dejado listo en un solo día. Asuma también se había ofrecido para ayudar, pero como ya no quedaban tareas que hacer, les había ayudado a transportar sus últimas cosas el día de la mudanza. Como era de esperar, al final del día Iruka y Kakashi se habían visto obligados a invitar a todos ellos a tomar algo en agradecimiento, lo que se había convertido en una inesperada mini fiesta de inauguración de la casa, a la que sin saber muy bien cómo ni por qué se añadieron Anko, Genma y Raidou. A Iruka le había preocupado el hecho de mezclar chuunins y jounins y alcohol. Evidentemente se formaron dos grupitos pero todo el mundo fue muy amable con todo el mundo y la fiesta terminó sin ningún incidente.

Después de desayunar, Iruka lavó la taza de té, terminó de arreglarse, y salió de la casa en dirección a la Oficina de Misiones. Tardaba un poco más en llegar hasta allí de lo que tardaba desde su antiguo apartamento, pero al chuunin no le importaba.

Al llegar, se dirigió como siempre a la sala principal, donde se repartían los pergaminos con las misiones asignadas, dispuesto a ocupar su lugar tras el mostrador, pero inesperadamente Shizune le interceptó.

—Iruka —le llamó la mujer.

El aludido se detuvo a su lado.

—Shizune. Buenos días.

—Buenos días, Iruka. La Hokage requiere tu presencia.

—Oh. De acuerdo.

Era extraño que la Quinta pidiera expresamente por él, pero Iruka no se molestó en preguntar a Shizune, quien seguramente o no sabría nada o no podría decírselo, así que se limitó a seguir a la mujer por los pasillos hasta el despacho de la Hokage. La última vez que Tsunade había pedido expresamente por él, había sido para asignarle la misión de atrapar a Mizuki. Iruka tragó saliva. No podía ser que Mizuki se hubiera escapado otra vez, ¿verdad? Especialmente en su estado. Entonces, ¿qué podía ser?

No tardaría en averiguarlo. Shizune y él entraron en el despacho de la Hokage, quien estaba como siempre sentada tras su mesa. Delante de ella, en el centro de la estancia, había tres jounins, dos de ellos eran Genma y Raidou, y al tercero solo lo conocía de vista. Era un ninja médico que había aprobado los exámenes para jounin hacía poco, los mismos que Iruka había suspendido meses atrás.

—Tsunade-sama, aquí está Umino-san. —Shizune le indicó con un gesto a Iruka que se colocara junto a los jounins. Iruka lo hizo, dando ya por hecho que se trataba de una misión, aunque no entendía por qué lo habían llamado a él, un chuunin, para completar un equipo de jounins.

—Buenos días, Hokage-sama. —Iruka se inclinó levemente para saludar a la Hokage.

—Buenos días, Iruka. —Tsunade se reclinó un poco más en su asiento. Shizune se colocó a su lado—. Supongo que ya conoces a Genma, a Raidou y a Eiji. Necesito que les ayudes en una misión.

—Claro, Hokage-sama.

«¿Pero en qué puedo ayudar yo a tres jounins?», se preguntó mentalmente Iruka. Tsunade seguramente vio el desconcierto en su rostro, y por eso o porque la misión urgía, no se andó por las ramas.

—Tu abuelo materno era del País de los Osos, ¿verdad?

—¿Mi abuelo? —repitió Iruka, sorprendido. Tsunade le miró impaciente y el chuunin comprendió que debía limitarse a contestar las preguntas—. Sí, lo era.

—¿Y hablaba el dialecto de la zona?

—Sí.

—¿Tu madre también lo hablaba?

—Sí.

—¿Contigo?

—Sí, a veces.

—Entonces conoces el idioma. Bueno, el dialecto.

Iruka vaciló.

—Bueno… hace muchos años que no lo he utilizado. Solo lo hablaba a veces con mi madre. Lo tengo algo… oxidado.

—¿Pero te entenderías con alguien de la zona?

—Eh… sí. Creo que sí.

Tsunade se irguió, apoyando los codos sobre la mesa, y entrelazó los dedos bajo su barbilla. Iruka notó que parecía tensa, como si no le gustara lo que estaba a punto de decir.

—Bien, eso tendrá que bastar. Iruka, necesito que nos ayudes con esta misión que ahora te explicaremos. Es una misión por encima de tu rango, pero ahora mismo eres el único shinobi en activo en Konoha que conoce el dialecto que se habla en el País de los Osos. ¿Aceptas?

Iruka tragó saliva. ¿Una misión por encima de su rango? Pero negarse no era una opción, no realmente. Ni siquiera cuando una vocecita le advirtió que cierto ninja con un sharingan no se iba a tomar bien aquello.

El chuunin se cuadró.

—Por supuesto, Hokage-sama.

***

Iruka regresó a casa una hora después. Kakashi, que ya se había levantado, estaba entrenando haciendo flexiones en el jardín. Cuando vio aparecer a Iruka se detuvo y le miró extrañado.

—¿Qué ocurre? Creía que no vendrías hasta el mediodía.

Después de que Tsunade le explicara los detalles de la misión, Genma, que sería el capitán, apenas le había dado media hora a Iruka para recoger sus cosas y presentarse en la puerta principal de Konoha. Así que Iruka no podía permitirse que Kakashi le retrasara.

—Tsunade me ha mandado llamar a primera hora. Tengo una misión. He de recoger mis cosas y partir enseguida —explicó, serio.

—¿Una misión? —Kakashi le miró sorprendido.

—Sí. Perdona, pero he de darme prisa.

Iruka entró en la casa y se dirigió rápidamente al armario donde guardaban sus equipos. Como era de esperar, Kakashi le siguió, haciéndole preguntas.

—¿Qué clase de misión? ¿Con quién?

Iruka notó que Kakashi intentaba sonar despreocupado. Por desgracia sabía que no iba a durar.

—Es una misión de rescate. Unos ninjas mercenarios han secuestrado a la hija de un mercader, un civil que nació en Konoha, y piden un rescate —explicó Iruka, agachado, mientras hacía su mochila—. El capitán es Genma, y los otros dos Raidou y un ninja médico llamado Eiji.

La mano de Kakashi le agarró del brazo, deteniéndole. Iruka le miró impaciente.

—Esos son tres jounins, dos de ellos tokubetsu jounins. ¿Por qué eres tú, un chuunin, el cuarto miembro? —inquirió el jounin, suspicaz.

—Porque la hija del mercader solo habla el dialecto de la zona. Y yo también lo hablo. Bueno, lo hablaban mi abuelo y mi madre. Por eso Tsunade me ha incluido en la misión.

Kakashi entrecerró los ojos.

—¿Qué rango es la misión?

Iruka suspiró.

—Los mercenarios son de nivel jounin, así que la han clasificado como ‘S’.

Kakashi le apretó el brazo.

—¿Qué? —siseó.

Iruka suspiró de nuevo.

—Ya lo has oído.

—Iruka, tú no puedes hacer una misión de rango ‘S’. No estás cualificado. ¡No estás preparado!

Molesto, Iruka se soltó del agarre de Kakashi.

—¡¿Crees que no lo sé?! Pero la Hokage en persona me lo ha pedido. ¡No podía negarme! ¡Soy un ninja! ¡No puedo negarme a ayudar a Konoha!

El jounin rechinó los dientes, pero estaba sin palabras. Iruka sabía que, de estar en su situación, Kakashi habría hecho lo mismo.

El joven maestro terminó de preparar la mochila y se levantó.

—Debo irme ya. Deséame suerte.

Kakashi no dijo nada. Su rostro era una máscara furibunda. Iruka inspiró hondo y se acercó para besarle en la mejilla. Pero apenas sus labios tocaron la piel del jounin, este le agarró de los hombros, sobresaltando al chuunin, y le besó furiosamente en los labios.

A Iruka se le cayó la mochila. Trató de soltarse, molesto por el repentino “ataque”.

—¡Kakashi! ¡Para! —exclamó.

Kakashi no le dejó ir. Volvió a besarle, pero esta vez el beso fue diferente. Más suave, más íntimo. Iruka, sobrecogido, se relajó y correspondió el beso. Cuando se separaron, Kakashi apoyó la frente en la suya.

—Buena suerte. Y ten cuidado, por favor.

—Lo tendré —prometió Iruka, intentando que no se le quebrara la voz. Recogió la mochila. Tenía que irse de allí cuanto antes o no lo conseguiría.

—Esto es nuevo para mí —murmuró Kakashi—. Ya sabes, ser yo el que espere a que llegues sano y salvo.

—No es para tanto —susurró Iruka, mintiendo descaradamente—. Solo hay que mantener la esperanza. Adiós.

Y se marchó.

***

Tras terminar de repasar el calendario de misiones de rango ‘B’ de la siguiente semana que Shizune le había dejado en su mesa, Tsunade se reclinó en su asiento y suspiró.

—Sé que estás ahí, mocoso. Di lo que tengas que decir.

La voz de Kakashi sonó desde fuera, desde el lateral de la ventana de su despacho.

—¿Por qué Genma? ¿Por qué no a mí? Sabes que conozco bien el País de los Osos.

—Y tú sabes que no puedo enviar a dos ninjas emocionalmente unidos a una misión juntos. Ya te lo dije una vez. Y no me gusta tener que repetir las cosas.

—Deberías haber hablado conmigo.

—¿Ah, sí? Que yo sepa, Iruka es un ninja adulto. No tengo por qué consultar nada contigo.

—¿Eso piensas? Entonces más te vale que no le pase nada a Iruka.

Tsunade explotó.

—¡¡A mí no me amenaces, mocoso!!

La Hokage se asomó furiosa por la ventana, pero el Ninja Copia ya se había ido.

***

Las siguientes tres semanas fueron un infierno para Kakashi. No hubo ni una sola noticia de la misión de Iruka, ni buena ni mala. Para colmo, a él le adjudicaron una estúpida y facilona misión de rango “B” con Anko, y dos de los chuunins más ineptos y necios de Konoha. Kakashi estaba seguro de que era un castigo de Tsunade por cómo se había dirigido a ella el día de la partida de Iruka. Anko se estuvo quejando durante los tres días que duró la misión de tener que hacer de niñera, aunque los dos chuunins la oyeran. Al regresar a Konoha, Kakashi se enteró de que Anko también había hecho enfadar a Tsunade al presentarse en su despacho unos días atrás de resaca y vomitar encima de su mesa.

Aquella noche, después de cenar algo ligero, Kakashi estaba en la sala de estar intentando leer un libro para desconectar de su constante preocupación un rato, cuando notó un chakra conocido acercarse a la vivienda. Tremendamente aliviado, el jounin se levantó de un salto y de otro salto se personó en el recibidor, justo cuando un polvoriento pero al parecer ileso Iruka entraba por la puerta.

—Ey. —Iruka le regaló una sonrisa cansada.

—Ey. —Kakashi enseguida le cogió la pesada mochila y también le sonrió—. Bienvenido a casa.

—Gracias…

—¿Cómo ha ido la misión? No sabía que llegabas hoy.

—Ya. Nadie lo sabía. No pudimos enviar ningún mensaje. Pero todo ha ido bien.

—Me alegro. Vamos, te ayudaré a bañarte.

Iruka debía estar en verdad muy cansado, porque no rechazó la ayuda de Kakashi ni para bañarse, ni para ponerse el pijama. No estaba ileso: tenía un hombro vendado, allí donde un kunai enemigo le había cortado, y varios moratones por todo el cuerpo, pero nada grave. Kakashi se ofreció también a hacerle algo de cena, pero el joven maestro alegó que no tenía hambre sino mucho sueño, así que los dos no tardaron en meterse en los futones.

—Ya estábamos regresando a Konoha después de liberar a la hija del mercader cuando sufrimos una emboscada —le contó Iruka ya en la oscuridad de la habitación— por parte de dos de los ninjas mercenarios que creíamos ya haber derrotado, justo en el límite con el País del Fuego. —Iruka bostezó—. Nos cogieron por sorpresa; fue entonces cuando me hirieron con el kunai. Pero Genma y Raidou acabaron con ellos… Y luego…

Pero Iruka no terminó de contar su historia: se quedó dormido. Kakashi le acomodó las sábanas y le besó en la frente.

—Buenas noches, amor. Que descanses.

Y también se quedó dormido profundamente, por primera vez en tres semanas.

***

Kakashi no supo qué lo había despertado. Pero enseguida supo una cosa: algo estaba mal.

El jounin se incorporó rápidamente, mirando a un lado y al otro. Todo parecía normal. La habitación y el resto de la casa estaban en silencio. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando levemente el espacio. Kakashi miró entonces a Iruka, quien parecía dormir plácidamente bajo las sábanas, pero le pareció ver que temblaba un poco. Le retiró un poco las sábanas para ver si era así, y entonces notó el calor que desprendía el cuerpo del joven. También vio las gotas de sudor que tenía en la frente.

«¿Fiebre?»

Preocupado, Kakashi colocó su mano en la frente de Iruka, y la sangre se le congeló en el pecho.

Iruka estaba ardiendo.

No era una simple fiebre. Era algo más.

—¡Iruka! ¡Iruka, despierta! —le llamó, sacudiéndole levemente el hombro sano, pero como ya esperaba era inútil: Iruka estaba inconsciente, no dormido—. ¡Maldición!

Kakashi destapó por completo a Iruka, y también le quitó la camiseta, buscando algún indicio de qué podría haber provocado la extraña y alta fiebre. Su mirada se posó enseguida en el hombro vendado. Quitó las vendas rasgándolas para poder observar la herida de kunai. Y allí estaba. Pero no era una herida normal: las venas y arterias que rodeaban la herida estaban ennegrecidas. El jounin acercó la nariz, y aspiró. Al principio no detectó nada. Volvió a aspirar, y entonces sí.

No había duda.

Veneno.


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