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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Y aquí el segundo capítulo bonus, el más larguito del fic hasta el momento. Espero que os guste. Besos!

Nuestros momentos

Por Khira

Escena 15

 

Aquella estaba siendo, por el momento, una noche tranquila en el hospital de Konoha. Para Haruno Sakura, aprendiz de ninja médico, era su primera guardia en solitario, es decir, sin supervisión directa de la Hokage u otro médico, y deseaba que siguiera así de tranquila. Pero entonces escuchó el grito proveniente del hall.

—¡¡NECESITO AYUDA!!

A la joven le dio un vuelco el corazón. Conocía muy bien esa voz, y a medida que se acercaba corriendo, también ese chakra. Llegó al hall y en efecto allí estaba Kakashi-sensei, vestido con el uniforme de jounin pero sin el chaleco ni el hitai ate, con la máscara subida, sosteniendo a alguien en brazos. Por un segundo, al ver el cabello largo y suelto, pensó que ese alguien era una mujer, pero al acercarse más vio el torso masculino y comprendió que se trataba de Iruka-sensei.

—¿Qué ha ocurrido, Kakashi-sensei? —preguntó observando preocupada el rostro encendido y sudoroso de su antiguo maestro, mientras dos enfermeros también se acercaban corriendo.

—Le han envenenado —explicó el jounin con voz alterada y tensa.

—¿Envenenado? —Sakura alzó la mirada y cuando sus ojos se cruzaron con los de Kakashi, se estremeció. El jounin tenía la mirada desencajada con una expresión de pánico que Sakura le había visto en muy contadas ocasiones—. ¿C-cómo?

—Con un kunai, durante una misión con el equipo de Genma. Hay que llamar a Tsunade.

—Tsunade-sama no está de guardia esta noche —respondió un enfermero, un civil—. Avisaremos a otro médico.

—¡No quiero a otro médico! —gritó Kakashi, tomando por sorpresa a los tres, y miró a los dos enfermeros con gesto asesino—. ¡Avisad a Tsunade! ¡YA!

—P-pero… —El enfermero, aunque asustado, iba a negarse de nuevo, pero el chakra de Kakashi cambió de repente, haciendo que Sakura y el segundo enfermero, que sí era shinobi, dieran instintivamente un paso hacia atrás.

—Tú, avisa a Tsunade —ordenó Sakura al enfermero shinobi, intentando mantener la calma y obviar el chakra asesino que desprendía Kakashi en ese momento. El enfermero seguía paralizado por el miedo, por lo que la kunoichi tuvo que gritarle para que reaccionara—: ¡QUE AVISES A TSUNADE!

—¡Sí! —exclamó el hombre, y salió corriendo.

—Tú, conmigo —continuó Sakura, hablándole al enfermero civil, y luego se dirigió a Kakashi—: Kakashi-sensei, por aquí.

La joven kunoichi guió a Kakashi por un corto pasillo hasta una sala de reconocimiento con una cama en medio, donde le indicó que dejara a Iruka, cosa que el jounin hizo con sumo cuidado. Iruka estaba empapado en sudor, temblaba ligeramente y, aunque inconsciente, tenía la mandíbula tensa y el ceño fruncido. Posó la mano en su frente. No era de extrañar: tener tanta fiebre debía ser doloroso.

—Esta es la herida de kunai, ¿verdad? —Sakura retiró la mano y observó con atención las venas y arterias ennegrecidas alrededor de la herida del hombro de su antiguo maestro. Acercó mucho el rostro para oler la herida, pero no detectó nada—. Qué raro. No huele a veneno.

—Es prácticamente inodoro. Incluso a mí me ha costado detectarlo. Y de efecto muy retardado, ya que le hirieron hace unos dos días. ¿Sabes qué tipo de veneno puede ser?

Sakura alzó la vista para responder que no, que no lo sabía, pero la mirada expectante de Kakashi la dejó sin palabras. Era la primera vez que su sensei la miraba de esa manera, esperando una respuesta por parte de ella que él mismo, el poderoso Ninja Copia, no sabía. La primera vez que Kakashi-sensei le pedía ayuda a ella, cuando siempre había sido al revés. Y Sakura no podía ayudarle.

—Sakura —insistió Kakashi—. ¿Sabes qué tipo de veneno puede ser?

—No, no lo sé —admitió finalmente, sintiendo ganas de llorar—. Lo siento, Kakashi-sensei.

Sin ocultar su decepción, el jounin bajó la mirada, y acarició suavemente la mejilla del hombre inconsciente.

La ternura del gesto hizo que Sakura dejara de compadecerse de sí misma y reaccionara.

—Hay que mandar a analizar una muestra de sangre cuanto antes. —Se dirigió al enfermero—. Rápido, una jeringuilla.

El enfermero le trajo rápidamente una. Con ella, Sakura extrajo una muestra de sangre de Iruka, pinchando lo más cerca posible a la herida, y tras envolverla con cuidado se la devolvió al enfermero.

—Lleva esto al laboratorio y que la analicen. Di que es urgente. ¡Ah! Y a la vuelta consígueme el reporte de la misión de Shiranui Genma-san.

—Sí. —El enfermero salió corriendo de la habitación.

Entonces Sakura fue hacia uno de los armaritos de la sala y extrajo un barreño y varias toallas. Fue al lavabo que había en una esquina de la habitación, llenó el barreño de agua fría y metió dentro las toallas para que se empaparan. Sacó una y empezó a frotar suavemente con ella el torso sudado de Iruka.

—Hay que mantenerle fresco para que la fiebre no suba más —murmuró.

Kakashi asintió y él también cogió una toalla.

En ese momento entró Tsunade. Iba acompañada de su fiel Shizune y también de un guardaespaldas ANBU, como siempre que salía de su despacho o de su casa.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó la Hokage acercándose. Llevaba una bata e iba despeinada.

—Han herido a Iruka-sensei con una kunai envenenado. El veneno es prácticamente inodoro y de efecto retardado —explicó rápidamente Sakura—. Ya he solicitado un análisis de sangre.

—Bien. ¿Cómo de retardado?

—Me dijo que lo habían herido durante una emboscada justo en el límite con el País del Fuego, así que hará dos o tres días —masculló Kakashi.

A Sakura no se le escapó el tono duro con el que Kakashi le había hablado a Tsunade-sama, aunque ella pareció ignorarlo.

—¿Y el reporte de la misión? —preguntó.

—Le he pedido al enfermero que me lo trajera —respondió Sakura.

Tsunade se dirigió a Shizune.

—Shizune, ves tú a por él. Te darás más prisa.

—Sí, Tsunade-sama. —Shizune salió de la sala.

La Quinta posó su mano sobre la frente de Iruka y frunció el ceño.

—Tiene demasiada fiebre. Si sube más, podría tener convulsiones. Las toallas no son suficientes. Sakura, prepara un baño con agua y hielo. Le meteremos dentro para ganar tiempo mientras llegan los resultados del análisis y preparo el antídoto. —Tsunade miró a Kakashi por primera vez a los ojos desde que había entrado—. Kakashi, espera fuera.

—Estarás de broma —exclamó este.

Sakura, ya en la puerta, se giró, mirando sorprendida a su sensei.

—¿Tengo cara de estar bromeando? —dijo Tsunade, mirando fijamente a Kakashi—. Sal de la habitación, mocoso. Es una orden.

—No.

«¿No?». Sakura estaba estupefacta. «¿Ha dicho que no?».

—¿No? —Tsunade alzó una ceja—. ¿Estás desobedeciendo una orden directa?

—Ha sido una orden directa tuya la que le ha puesto aquí —siseó Kakashi, señalando a Iruka—. ¿Y ahora me pides que me separe de él? No, no lo haré.

La mano de Sakura, en el pomo, temblaba. Tsunade, lívida de la ira, se dirigió a su ANBU.

—Sácalo de aquí.

El ANBU, un hombre alto y moreno con el pelo corto, dio un paso hacia Kakashi. Kakashi se irguió y entrecerró los ojos. El ANBU echó una mirada a Tsunade.

—No va a salir por las buenas —la advirtió.

Tsunade cerró los ojos, respiró hondo, y los abrió de nuevo.

—Está bien, déjalo. Pero esto no va a quedar así, mocoso. —Se giró hacia Sakura, aún visiblemente enfadada—. ¡Sakura, prepara el baño!

—¡Sí! —exclamó ella, y salió corriendo.

Mientras preparaba el baño para Iruka, Sakura rogó a todos los dioses que el joven maestro de escuela se recuperara. Por el bien de Konoha.

***

Mientras Tsunade intentaba dar con un antídoto en el laboratorio, entre Kakashi y Sakura metieron a un casi desnudo Iruka dentro de la bañera con agua helada. Aun estando inconsciente, Iruka reaccionó al sentir el agua helada sobre su piel ardiente, y soltó varios quejidos de auténtico dolor.

—Sé que duele, Iruka —murmuró Kakashi en el oído de su pareja, mojándole la cara y el pelo poco a poco—. Pero es por tu bien.

Pero el joven maestro seguía quejándose con una expresión agónica en su rostro. A Kakashi le estaba partiendo el corazón hacer aquello, y Sakura no tenía mejor cara.

—Solo tres minutos, Iruka-sensei —musitó ella—. Aguanta. Tres minutos, y te sacaremos de aquí.

Cuando por fin pasaron los tres minutos, Kakashi sacó a Iruka de la bañera, entre él y Sakura le secaron, y Kakashi lo cargó de vuelta a una cama. Sakura comprobó que la fiebre había bajado un poco: habían ganado algo de tiempo. Tras taparle con una sábana fina, el Ninja Copia se sentó en una silla junto a la cama. Se sentía exhausto, aunque en realidad no había hecho mucho.

—¿Sabes si Tsunade ha hecho algún progreso con el antídoto? —le preguntó a Sakura.

—Iré a ver y te tendré informado, Kakashi-sensei.

—Gracias, Sakura.

Apenas un segundo después de que Sakura saliera por la puerta de la habitación, entró un ANBU, el mismo que estaba acompañando a Tsunade un rato atrás.

Sin moverse de la silla, Kakashi se limitó a observarle mientras el recién llegado se alzaba la máscara y se acercaba a la cama.

—Así que este es el famoso Umino Iruka —dijo finalmente el ANBU.

—¿Famoso? —Kakashi levantó una ceja.

—Bueno, todo el mundo conoce su nombre desde que te fuiste a vivir con él.

—Pues a todo el mundo debería importarle menos mi vida privada.

—No se puede evitar si eres un famoso ninja de élite. Si te hubieras quedado en el anonimato de ANBU, eso no te habría pasado.

Kakashi no se molestó en responder.

—Aunque ser un ninja de élite no te va a librar del castigo de Tsunade-sama —señaló el ANBU—. ¿Cómo se te ocurre desobedecerla? ¿Te has vuelto loco?

Un grave suspiro escapó de los labios del jounin.

—Supongo que sí. No estaba pensando con claridad.

—Con lo analítico que siempre has sido, debió ser la primera vez.

De nuevo, Kakashi no respondió. El ANBU volvió a colocarse la máscara.

—Tengo que regresar con la Hokage. Espero de verdad que Iruka se recupere, Kakashi.

—Gracias, Tenzou.

El ANBU se despidió con un gesto de barbilla y salió de la habitación.

Pasaron varias horas. Sakura regresó sin ninguna noticia relevante: Tsunade seguía en el laboratorio intentando crear un antídoto. Amaneció, y la Quinta aún no lo había conseguido. La fiebre de Iruka había vuelto a subir, así que tuvieron que bañarle en hielo otra vez. Genma, al enterarse de que Shizune había solicitado de urgencia su reporte de la misión en el País de los Osos, se presentó en el hospital para ver al chuunin.

—Lo siento, Kakashi, ninguno nos dimos cuenta de que el kunai estaba envenenado —se disculpó ante su amigo—. En la información que teníamos no constaba que esos ninjas mercenarios usaran veneno como arma. Y el ninja médico de nuestro equipo era un novato, lo que tampoco ayudó. Pero como capitán, era mi responsabilidad. Lo siento.

Kakashi se limitó a asentir. Con el paso de las horas había desistido en su búsqueda de culpables.

Pasó otra hora. La fiebre de Iruka subía de nuevo, y su respiración era cada vez más errática. Kakashi empezaba a sentir algo muy parecido al terror. Por primera vez, se preguntó qué pasaría si Tsunade no encontraba el antídoto.

No se atrevía ni a pensarlo.

Cuando se cumplían seis horas desde que había entrado en el hospital con Iruka en brazos, por fin, por fin, reapareció la Quinta. La acompañaban Shizune, Sakura y el ANBU.

Kakashi se levantó de la silla de un salto.

—¿Tienes el antídoto? —inquirió sin preámbulos.

Tsunade le mostró una jeringuilla que portaba en la mano, llena de un líquido amarillo. La mujer todavía no se había cambiado ni peinado.

—Espero que sí. —Sin perder tiempo, la Hokage se colocó junto a Iruka, le cogió el brazo del hombro donde tenía la herida, palmeó y le inyectó la totalidad del contenido de la jeringuilla.

—¿Cuánto tardará en hacer efecto? —preguntó Kakashi.

—Si hace efecto, pronto lo sabremos.

Tsunade colocó su mano derecha sobre la frente de Iruka, cerró los ojos y se quedó callada. Los demás en la habitación también guardaron silencio.

Los minutos pasaban y el corazón de Kakashi martilleaba fuertemente en su pecho. Ese antídoto era la única posibilidad de Iruka. Si su fiebre seguía subiendo, le produciría convulsiones y daños cerebrales, y luego una parada cardiorrespiratoria, que seguramente era la finalidad del veneno.

Pasaron un par de minutos más. De repente, Tsunade sonrió. Sutilmente, pero sonrió.

—La fiebre está bajando —anunció.

Kakashi soltó el aire que había estado reteniendo. Sakura también, exhalando un sonoro suspiro. Tsunade se dirigió hacia la joven kunoichi.

—Tómale la temperatura cada tres minutos, y confirma que sigue bajando. Cuando se despierte, hazle un par de preguntas rutinarias de control para comprobar que no haya habido ningún daño neurológico. Y luego dale un analgésico. Tendrá un terrible dolor de cabeza durante horas, puede que días.

—Sí, Hokage-sama —dijo rápidamente Sakura.

La Quinta se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta de la habitación, seguida de su fiel ANBU.

—Tsunade-sama —la llamó Kakashi, haciendo que se detuviera un segundo. El jounin carraspeó, incómodo—. Gracias.

Ella no se giró.

—Kakashi, a ti te espero mañana por la mañana a primera hora en mi despacho —habló la mujer con voz dura, sin mirarle.

—Sí, Tsunade-sama —murmuró Kakashi.

En cuanto la Hokage hubo salido de la habitación, Kakashi volvió a centrar toda su atención en Iruka. El antídoto estaba haciendo efecto muy rápidamente: el joven maestro respiraba mejor y su expresión ya no era agónica.

Aun así, pasó casi una hora hasta que Iruka abrió los ojos. Sakura no se había separado ni un momento de él, tomándole la temperatura cada tres minutos tal y como le había ordenado Tsunade. Kakashi cogió de la mano al chuunin.

—Ey… —le sonrió cuando la mirada perdida y desenfocada de Iruka se fijó en él, mientras le apartaba un mechón de cabello sudado de la frente—. Buenos días.

—¿Kakashi…? —musitó Iruka con voz rasposa.

—Aquí estoy.

—Sensei —le llamó Sakura, haciendo que Iruka la mirara a ella—. Sensei, sé que ahora mismo no te sientes bien, pero tengo que hacerte unas preguntas. ¿Cómo te llamas?

—¿Cómo me… llamo…?

—Sí. Tu nombre completo, sensei.

—Umino… Iruka…

—¿Tu edad?

—Veinticinco…

—¿Qué día es tu cumpleaños?

—El 26 de mayo…

Sakura miró a Kakashi.

—Parece que todo está bien. Iré a por ese analgésico.

—Gracias, Sakura. —Kakashi le sonrió agradecido.

—De nada. Enseguida vuelvo.

Al quedarse solos, Kakashi apretó aún más la mano de Iruka, quien volvió a mirarle confuso.

—¿Qué ha pasado…? —preguntó.

—El kunai con el que te hirieron estaba envenenado. Pero Tsunade consiguió fabricar un antídoto. Te pondrás bien.

—Entiendo…

Iruka cerró los ojos de nuevo con gesto cansado; no daba la impresión de que hubiera entendido realmente la explicación de Kakashi. Pero daba igual, ya se lo explicaría de nuevo en cuanto estuviera cien por cien consciente.

Kakashi se llevó la mano de Iruka a los labios, cerró también los ojos y le besó los nudillos.

Se sentía aliviado, sí, pero al mismo tiempo toda la angustia sufrida durante horas hicieron mella en él y, por primera vez en años, dos gruesas lágrimas corrieron por las mejillas del jounin.

***

A la mañana siguiente, y a pesar de que Kakashi habría preferido mil veces quedarse en el hospital con el convaleciente Iruka, el jounin decidió que no era conveniente ni inteligente plantar a Tsunade, así que a primera hora se presentó puntual en su despacho.

La Hokage, cosa rara, estaba completamente sola, firmando unos papeles. Ni siquiera su fiel Shizune estaba con ella. Kakashi se dirigió al centro de la sala y allí se quedó, inmóvil.

Al cabo de un par de minutos, Tsunade dejó los papeles a un lado y alzó la vista. Su mirada era severa, al igual que el tono de su voz cuando le habló sin rodeos.

—Desobedeciste una orden directa mía.

Ya antes de entrar, Kakashi había decidido que lo más inteligente sería no intentar defenderse con ninguna excusa y en lugar de eso aceptar con humildad el castigo. Así pues, no dijo nada aún y esperó.

—Me has decepcionado, Kakashi —continuó la Hokage, inflexible—. Antes de regresar a Konoha, ya conocía tu nombre. Hatake Kakashi, el talentoso hijo de Sakumo, Kakashi del Sharingan, el poderoso Ninja Copia. Un ninja de élite, un fuera de serie. Un capitán, un líder. Alguien en quien confiar. ¿Pero cómo voy a confiar en alguien que desobedece una orden tan simple como “sal de la habitación”?

Parecía que Tsunade esperaba realmente una respuesta, así que, aun a riesgo de enfadarla más, Kakashi se decidió hablar.

—No volverá a suceder.

—¿Ah, no? Ojalá pudiera creerte tan fácilmente. —Tsunade tamborileó la mesa con las uñas durante varios segundos, hasta que se detuvo—. Pero no. No te creo, Kakashi.

Aquello tenía mala pinta.

—Tsunade-sama…

—¡Silencio! —exclamó la Quinta. El jounin calló y ella continuó—: Creo que no te has dado cuenta aún de lo grave de tu comportamiento de ayer. Pero lo harás. —La mujer hizo una pequeña pausa—. Hatake Kakashi, voy a retirarte del servicio activo.

Por un momento, Kakashi tuvo la impresión de que el suelo se tambaleaba bajo sus pies.

—¿Qué? —exclamó sin voz.

—Ya me has oído. Ahora mismo no confío en ti. Y no puedo tener a alguien en quien no confío haciendo misiones.

Aquello no podía estar pasando. No podía ser que por un mal día, por una mala reacción, la Hokage decidiera prescindir de él. ¡De él, uno de los ninja más valiosos de Konoha! Pero la estaba mirando a los ojos, y Tsunade parecía ir en serio. Realmente iba a obligarle a retirarse.

Pero ser ninja era su vida. ¿Qué iba a hacer a partir de ahora?

En parte porque se sentía un poco mareado, y en parte porque no le quedaba otra, Kakashi se agachó e hincó una rodilla en el suelo.

—Tsunade-sama… Entiendo su enfado, su castigo, y me lo merezco. Pero por favor, déme otra oportunidad. No la volveré a decepcionar. Le doy mi palabra.

Como tenía la mirada baja no podía ver la expresión de Tsunade, pero oía sus dedos tamborilear de nuevo sobre la mesa. Se detuvieron. Kakashi contuvo la respiración.

—Conociéndote, dar tu palabra es un gran compromiso. Bueno, hagamos una prueba. Voy a darte una orden directa, ahora mismo. Veamos si eres capaz de cumplirla.

Kakashi inspiró hondo, un poco más tranquilo. No estaba todo perdido.

—Por supuesto. Lo que usted ordene, Hokage-sama.

—Corta tu relación con Umino Iruka.

A Kakashi se le congeló la sangre en el pecho. De nuevo, el suelo se tambaleaba. Si no fuera porque ya estaba agachado, se habría dado de bruces contra él. Alzó la mirada hacia Tsunade, incrédulo. Pero ella no se inmutó.

—¿Y bien? Te doy diez segundos para decidirte.

En esos pocos segundos, la incredulidad dio paso a la estupefacción, la estupefacción a la resignación, y miles de pensamientos cruzaron a la vez por la mente de Kakashi.

Buscarle un motivo a la orden de Tsunade no tenía sentido, no ahora. Ahora era el momento de decidir si la cumplía o no.

Sin embargo, en realidad, no tenía elección. Kakashi era un ninja de Konoha. No era infalible (a pesar de lo que pensaban algunos) y a veces cometía errores (errores normalmente destinados a salvar las vidas de sus compañeros), pero como ninja de Konoha, su lealtad hacia el Hokage debía ser absoluta.

Kakashi cerró los ojos con fuerza.

Iruka haría lo mismo. Él también era un ninja de Konoha.

«¡¿Crees que no lo sé?! Pero la Hokage en persona me lo ha pedido. ¡No podía negarme! ¡Soy un ninja! ¡No puedo negarme a ayudar a Konoha!»

Pero solo con pensar en él sus principios se tambaleaban. Le amaba demasiado, ¿cómo iba a vivir sin él?

Se dijo que podía hacerlo. Ya había vivido muchos años enamorado de Iruka pero sin acercarse a él. Observándole, queriéndole, protegiéndole desde la distancia. El problema era que ahora ya conocía el olor de su cabello, el tacto de su piel, el sabor de sus labios.

Y que ahora Iruka también le amaba a él.

Solo de pensar en su reacción cuando le hiciera saber la orden de Tsunade se le partía el corazón en mil pedazos.

Orden.

—¿Kakashi? —insistió Tsunade cuando transcurrieron los diez segundos.

Kakashi apretó los dientes. Se puso en pie y la miró fijamente.

—Lo haré. Cortaré mi relación con Iruka —siseó.

Tsunade se recostó en su sillón. Le observó atentamente durante varios segundos, como evaluando su sinceridad, hasta que finalmente sonrió satisfecha.

—Bien.

—¿Puedo retirarme? —preguntó el todavía jounin. Solo quería salir de allí.

—Por supuesto. —Kakashi hizo amago de irse—. ¡Ah! Solo una última cosa.

El Ninja Copia esperó, a su pesar.

—Dígame, Tsunade-sama.

La Quinta apoyó el codo en la mesa y la cara en la mano, mientras con la otra mano hacía un vaivén en un gesto distendido.

—Olvida la orden que te acabo de dar. Como te he dicho, solo era una prueba, para saber si a pesar de tus sentimientos por Iruka, aún tienes claros cuáles han de ser tus prioridades. Y enhorabuena, has pasado la prueba.

Pasado el shock, Kakashi tuvo que contenerse para no abofetearla.

***

Shizune entró en el despacho de la Hokage poco después de que Kakashi se hubiera marchado de vuelta al hospital. Estaba algo pálida.

—¿Ocurre algo, Shizune? —preguntó Tsunade.

—No… Es solo que me he cruzado con Kakashi-senpai y… bueno, no parecía de muy buen humor.

Tsunade suspiró.

—Ya se le pasará. ¿Traes los informes?

—Sí, aquí los tiene.

—¿Están todos?

—Sí.

—¿Incluso los de Raíz?

—Así es.

—Perfecto. Hay que tener vigilado a ese Danzou…

Unos golpecitos en la puerta las distrajeron de su conversación.

—Adelante —dijo Tsunade.

Sakura entró en el despacho.

—¿Me ha mandado llamar, Tsunade-sama?

—Así es. Solo quería felicitarte por tu reciente trabajo en el hospital. Tu rápida y correcta actuación probablemente le ha salvado la vida a Umino Iruka.

La joven pelirrosa se mordió un labio, vacilante.

—Parece que no estés de acuerdo —comentó la Quinta.

—Es que… —Sakura cerró un momento los ojos y luego los volvió a abrir, decidida—. Aún no es suficiente. Quiero que me entrene más fuerte. Ser una médico ninja más fuerte. Y poder ayudar por mí misma a cualquiera. Incluso a Kakashi-sensei —añadió en voz más baja.

Tsunade contempló a su pupila más joven y talentosa.

—No te preocupes por eso, Sakura —dijo finalmente—. Me estoy ocupando personalmente de que sea así.

Sakura hizo una reverencia.

—¡Gracias, Tsunade-sama!

En cuanto la kunoichi se hubo retirado, Tsunade se estiró en su sillón con una gran sonrisa en la cara, sintiéndose orgullosa de su pupila.

 


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