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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas! Aquí tenéis el siguiente capítulo. Muchas gracias por todos los comentarios hasta ahora. Espero que os siga gustando la historia, aunque me tarde y aunque estos dos sean unos testarudos :) Besos!

Escena 18 - Después del capítulo 404 del manga

La muerte de Asuma fue vengada a los tres días. Kakashi regresó a casa esa misma noche, ya entrada la madrugada. Normalmente, siempre que regresaba de una misión, por tarde que fuera, Iruka se levantaba de la cama y le ayudaba a preparar el baño, o le preparaba algo para comer si Kakashi quería. Pero esa noche Iruka no se levantó. Así que el Ninja Copia se preparó él mismo el baño en silencio y se metió en el agua caliente con la intención de no salir hasta que esta se enfriara del todo.

Solo pasaron dos minutos hasta que escuchó a Iruka levantarse al fin. El jounin supuso que por muy enfadado que el joven maestro estuviera aún con él, la preocupación por saber si estaba bien había ganado al orgullo. Sus sospechas fueron confirmadas cuando oyó unos suaves golpecitos en la puerta cerrada del baño y la voz queda de Iruka al otro lado.

—¿Todo bien?

Kakashi suspiró y miró al techo empapado de vaho. ¿Todo bien? No, nada estaba bien. Habían vengado a Asuma, sí, pero su mejor amigo seguía muerto y enterrado, Kurenai estaba embarazada de un niño que jamás conocería a su padre, Akatsuki era cada vez más fuerte, e Iruka no quería casarse con él.

—Sí, todo bien —dijo.

Tras unos segundos de silencio, escuchó a Iruka regresar a la cama.

Media hora después, Kakashi también se metía en la cama al lado de un callado e inmóvil Iruka.

Por primera vez desde que vivían juntos, durmieron espalda contra espalda.

***

Habían pasado casi dos meses desde la muerte de Asuma. La amenaza de Akatsuki tenía a todos en vilo. Jiraiya se había ido a investigar por su cuenta. Kakashi y otros jounins rastreaban día sí y día también los alrededores de la villa, en busca de más miembros del grupo criminal.

Aquella mañana, la de su primer día libre en semanas, Kakashi fue a visitar a Kurenai. Al llegar a casa de la kunoichi, vio salir de allí a Shikamaru. El muchacho, antes tan vago y despreocupado de todo, había madurado mucho.

«Estarías orgulloso de él, Asuma», pensó Kakashi.

—Buenos días, Kakashi—sensei —saludó Shikamaru al verle, haciendo una pequeña reverencia.

—Buenos días —saludó Kakashi.

El muchacho se alejó y Kakashi tocó al timbre de Kurenai. Enseguida ella abrió la puerta. Llevaba puesto un cómodo vestido hasta las rodillas, que le marcaba una ya prominente barriga de cinco meses. Acostumbrado a verla durante tantos años con el traje de combate, a Kakashi aún se le hacía raro su nuevo aspecto.

—Ah, hola, Kakashi. —Kurenai le saludó con una sonrisa.

Yo.

—Pensaba que Shikamaru se había dejado algo. Ven, pasa. —Kakashi pasó al interior del apartamento. La vivienda era completamente diferente de todas las de sus compañeros masculinos, con flores en las ventanas y todos los muebles limpios y ordenados—. Ese chico viene a verme cada día —continuó Kurenai—. Le he dicho mil veces que no hace falta, pero insiste en que Asuma le pidió que velara por su hijo y que no piensa faltar a su palabra. 

Kurenai se sentó en una butaca y Kakashi se sentó en un pequeño sofá que había al lado.

—¿Cómo estás? —se interesó el jounin.

—Bien, bien. Ya no tengo náuseas. De hecho, tengo más hambre que nunca. Tsunade ya me ha advertido que estoy engordando demasiado.

—Yo te veo preciosa. —No era un halago, era la pura verdad. A pesar del velo de tristeza que cubría sus ojos escarlatas, la kunoichi estaba físicamente resplandeciente.

—Vaya, gracias. —Ella dejó escapar una risita avergonzada.

—Y Asuma seguro que pensaría lo mismo.

La sonrisa de Kurenai decayó un poco, pero no se molestó por el comentario, al contrario.

—Gracias, Kakashi. —La kunoichi miró un momento por la ventana, pensativa, y luego volvió su atención al jounin—. Perdona, no te he ofrecido nada de beber. ¿Quieres un té? ¿Agua?

—No, gracias.

—Bueno, Kakashi, cuéntame las novedades.

—Seguimos sin tener pistas fiables sobre lo que pretende exactamente Akatsuki. Jiraiya ha ido a…

Kurenai hizo un gesto con la mano.

—De Akatsuki no. Shikamaru ya me tiene al día de ese tema. Me refería a ti.

—¿A mí?

—Sí, a ti. Corre el rumor de que Iruka y tú no estais en buenos términos.

—¿Ah, sí?

El rumor no era una sorpresa. La situación con Iruka no había mejorado. Aunque seguían viviendo bajo el mismo techo, entre las misiones de reconocimiento de Kakashi y el doble trabajo de él, apenas coincidían en la casa, y cuando lo hacían, sus conversaciones se habían reducido al mínimo. Iruka seguía claramente enfadado con Kakashi, pero este, también molesto por la negativa del chuunin a casarse con él, no estaba dispuesto a dar el primer paso. Como consecuencia, las pocas noches que pasaban juntos, seguían durmiendo de espaldas al otro. Sí, se podría decir que no estaban en buenos términos.

—¿Es cierto? —insistió Kurenai.

—Bueno… sí.

—¿Qué ha pasado?

—Nada grave. Además, no creo que sea correcto molestarte a ti con esto.

—Al contrario, Kakashi. Todo el mundo no hace otra cosa más que hablarme de Akatsuki, Asuma, y de cómo criar sola a un bebé. —Kurenai suspiró—. Sé que lo hacen con buena intención, pero estoy cansada. Hablar de tus problemas con Iruka es exactamente lo que necesito.

Kakashi suspiró. No iba a negarle un capricho a una mujer embarazada.

—Como quieras.

—¿Entonces? ¿Qué ha pasado?

—Verás, tuvimos una discusión hace dos meses, el día del funeral de Asuma.

—¿El día del funeral? ¿Por qué?

—Por irme con el equipo 10 por mi cuenta. Iruka no lo entendió; consideró que estaba siendo imprudente.

—Bueno, supongo que todos estábamos un poco de los nervios ese día. Iruka lo debe pasar muy mal cada vez que te marchas a una misión. Que te fueras a por esos dos de Akatsuki sin que nadie te lo hubiera ordenado, debió sentarle mal.

—Puede ser.

—¿Eso es todo?

—No… No es todo.

—¿Qué más ha pasado?

Kakashi titubeó de nuevo.

—Antes de discutir por eso, le pedí que se casara conmigo, y dijo que no.

Kurenai abrió los ojos como platos.

—¿Tú… qué?

—No le pedí una boda —aclaró Kakashi, incómodo ante la expresión estupefacta de la kunoichi—. Solo inscribirnos en el registro de Konoha como unidad familiar. —Kakashi carraspeó—. Para que tuviera la pensión en caso de que me pasara algo —añadió en voz baja.

—Oh. —Kurenai se quedó pensativa un momento—. Sí, quizás Asuma y yo debimos haberlo hecho. Pero en el fondo nunca esperas… —La mujer se interrumpió, intentando no ahondar en su tristeza—. Supongo que la muerte de Asuma y nuestra conversación, cuando te dije que estaba embarazada, te dio la idea.

—Sí —reconoció Kakashi.

—¿Y eso le dijiste a Iruka? ¿Qué querías casarte con él por la pensión?

—Sí.

—¿Y te sorprende que te dijera que no?

Kakashi se cruzó de brazos, poniéndose inconscientemente a la defensiva.

—Iruka es un hombre, y un shinobi. Además, tiene un genio de mil demonios. Pedírselo en plan romántico habría sido peor, créeme.

—No digo que no, pero ¿no había más opciones? ¿Quizás, decirle que querías casarte con él simplemente porque le quieres?

El jounin desvió la mirada, sintiéndose un poco estúpido.

—Iruka sabe que le quiero.

—Pero ese habría sido un buen momento para recordárselo.

Kakashi iba a replicar, pero en ese momento un pájaro chirleó en la ventana.

—Es uno de los pájaros de la Hokage. Pero dudo que me busque a mí.

Kurenai se levantó y abrió la ventana. El pajarillo revoloteó por la estancia y se posó en la rodilla de Kakashi.

—Como me imaginaba, es para ti. —La kunoichi suspiró—. Supongo que pasará mucho tiempo hasta que Tsunade me llame de nuevo.

Kakashi se levantó, y el pajarillo salió de nuevo por la ventana.

—Me voy. Si necesitas cualquier cosa, me dices.

—Lo sé.

Tras despedirse de Kurenai, Kakashi salió presto hacia la oficina de Tsunade. Desde el incidente con el envenenamiento de Iruka que la Hokage le tenía en el punto de mira y no quería hacerla esperar más de lo necesario.

***

Aunque Kakashi había supuesto que la llamada de la Quinta tendría algo que ver con Akatsuki, y al ver que con ella estaba Fukasaku, uno de los dos grandes sabios de Myobokuzan, quizás con las investigaciones de Jiraiya, el jounin no se esperaba una noticia así de labios del sapo.

—¿Jiraiya ha… muerto? —repitió con voz queda, dirigiendo su mirada hacia Tsunade.

La mujer se limitó a asentir. Parecía serena, pero sus ojos estaban velados. Kakashi llevaba mucho tiempo intuyendo que Tsunade tenía sentimientos románticos por Jiraiya y sintió compasión por ella.

—¿Cómo ha pasado?

Fukasaku le explicó con todo detalle lo poco que sabían. En la oficina también estaban Shizune, Sakura y Sai.

—¿Naruto lo sabe…? —preguntó el jounin, recordando que Jiraiya también era muy querido por el muchacho.

—Aún no —murmuró Sakura.

—¿Podrías ir a buscarlo, Kakashi? —preguntó Tsunade, hablando por primera vez desde que Kakashi había llegado—. Fukasaku necesita hablar con él.

—Por supuesto.

Kakashi hizo una pequeña reverencia a su superiora y partió en busca de Naruto.

Aquello iba a ser devastador para el muchacho.

***

Como era de esperar, Naruto no encajó nada bien la terrible noticia, aunque no armó el escándalo que algunos esperaban. Acusó a Tsunade de ser la culpable, con lo que Kakashi se vio forzado a intervenir, pero después de eso el muchacho simplemente cogió puerta y se largó. El jounin no se consideró el adecuado para ir tras él, cosa que tampoco hizo Sakura.

Kakashi decidió regresar a casa y avisar a la única persona que en esos momentos podría consolar a Naruto.

Al parecer Iruka había llegado apenas un minuto antes que él, porque aún estaba en el recibidor, sentado en el escalón, sin el chaleco y sin el hitai—ate, descalzándose.

—Ah, hola —murmuró el joven maestro al ver entrar a Kakashi.

—Hola.

Ninguno dijo nada más como saludo. Kakashi estaba ya harto de la situación, pero en esos momentos había otras prioridades.

—Deberías saber que Jiraiya ha muerto —habló Kakashi tras bajarse la máscara.

Iruka le miró sorprendido. Parpadeó. Luego bajó la mirada.

—Oh. Ahora entiendo…

—¿Entender qué?

—Me he encontrado con Naruto hace un rato —explicó Iruka—. Le he invitado a comer y me ha dicho que no. Tenía muy mala cara. Ahora entiendo por qué.

—Deberías ir con él.

—Sí. Voy a buscarle.

Iruka volvió a calzarse, pero ya no se puso el chaleco ni el hitai—ate de nuevo. Se levantó, le dio la espalda, e iba a marcharse sin decir nada cuando Kakashi, en un arrebato, le agarró con fuerza por la cintura y le obligó a darse la vuelta. Iruka dejó escapar una exclamación de sorpresa, pero no pudo decir nada porque Kakashi juntó sus labios con los de él, mientras le empujaba y le atrapaba contra la superficie de madera de la puerta.

Al principio Iruka no respondió el beso, concentrado en que Kakashi no le asfixiara con su cuerpo, intentando colocar sus brazos entre sus torsos a modo de barrera. Pero Kakashi los apartó; Iruka intentó protestar pero la boca de Kakashi no le dio tregua. El jounin colocó una rodilla entre las piernas de Iruka, y con un movimiento deliberado la restregó contra sus partes íntimas. Iruka jadeó, y poco a poco dejó de ofrecer resistencia y empezó a corresponder el beso. Entonces Kakashi se apartó.

Las mejillas de Iruka estaban encendidas, y su expresión era de absoluta confusión.

—¿Qué…? —empezó a preguntar, pero Kakashi le cortó.

—Ve con Naruto. Te necesita. Hablaremos cuando regreses.

No le dio opción a replicar; Kakashi dio media vuelta y se adentró en la casa, dejando a un desconcertado y confuso Iruka en el vestíbulo.

Desde la cocina, oyó al chuunin soltar un exabrupto en voz baja y luego la puerta cuando salió.

***

Ya era de noche cuando Iruka regresó a casa.

El chuunin se descalzó en la entrada, mientras observaba la tenue luz que salía de la salita al fondo del pasillo, y allí se dirigió. Durante las últimas horas no había pensado demasiado en la extraña actitud de su pareja, concentrado como había estado en consolar a Naruto, pero ahora el corazón empezó a latirle fuerte en el pecho. ¿De qué quería hablar Kakashi? ¿A qué había venido el arrebato fogoso de antes, después de dos meses sin tocarse?

En la salita, Kakashi estaba medio tumbado cómodamente sobre el tatami, con la mitad superior de su cuerpo sobre un cojín, leyendo un libro. Alzó la vista al entrar Iruka.

—He regresado —murmuró Iruka.

—Bienvenido. —Kakashi se incorporó, y apartó el libro—. ¿Cómo está Naruto?

—Regular.

—Normal. ¿Está solo?

—No. Shikamaru está con él. Me ha asegurado que se quedará toda la noche con él.

—Mejor. No es bueno quedarse solo en momentos así.

—No, no lo es.

Se hizo un breve silencio, roto por la voz tranquila de Kakashi.

—¿Has cenado?

—Un poco. —Iruka pensó en el helado simbólico que había compartido con Naruto, pero no tenía hambre así que no le apetecía cenar—. ¿Y tú?

—Sí, ya he cenado. No sabía a qué hora volverías.

Iruka asintió, sin saber qué más decir. Kakashi le miraba fijamente, pero no parecía tener intención de decir nada. Iruka no aguantó más.

—Has dicho antes de irme que querías hablar de algo —casi exclamó—. ¿Qué era?

Kakashi seguía mirándole fijamente. Por toda respuesta, palmeó suavemente con la mano el cojín que tenía a su lado, indicándole con ese gesto que quería que se sentara allí. Iruka vaciló solo un instante. Luego avanzó un par de pasos, eliminando la distancia que les separaba, y se dejó caer sentado sobre el cojín, muy cerca de Kakashi.

Entonces, soprendiendo a Iruka, Kakashi bajó la cabeza y apoyó la frente en el hombro de Iruka.

—¿Aún estás enfadado? —susurró el jounin.

Después de dos meses sin tocarse, aquel simple contacto le había puesto la carne de gallina. Inconscientemente aspiró un poco del aroma del hombre. Aunque tenía el cabello seco, debía de haberse duchado esa tarde, ya que olía a champú.

—Claro que no —murmuró—. No soy tan rencoroso —trató de bromear con una media sonrisa.

—Bien. —Kakashi levantó la cabeza y volvió a clavar su mirada gris en Iruka—. Porque voy a pedírtelo de nuevo.

Inmediatamente Iruka se puso rígido, y Kakashi se dio cuenta. No lo pudo evitar, fue una reacción instintiva. Pero, ¿por qué otra vez? ¿Por qué ahora? Kakashi parecía tener una fijación con proponer matrimonio cuando se moría alguien conocido. ¿Cómo se podía ser tan obstinado e inoportuno?

—Antes de que digas que no… otra vez, déjame explicarte por qué quiero casarme contigo.

En realidad, Kakashi no le había “pedido” que se casaran, prácticamente se lo había ordenado, e Iruka técnicamente no había dicho que no, más bien había soltado un par de exabruptos sobre su no necesidad de Kakashi, de casarse, o de tener una pensión. Pero el chuunin decidió no hacer comentarios al respecto. Además, en esa ocasión había mentido descaradamente en una cosa: por supuesto que necesitaba a Kakashi.

—Está bien —musitó simplemente.

Kakashi colocó suavemente sus manos sobre las de Iruka.

—Te quiero.

El silencio que tuvo lugar a continuación fue inesperado y algo cómico. Iruka se destensó un poco y alzó una ceja. No dijo nada, pero su expresión preguntaba claramente: “¿Eso es todo?”.

El Ninja Copia carraspeó, mientras un leve pero adorable rubor teñía sus mejillas. Sus manos, sobre las de Iruka, se sentían cálidas y firmes.

—Bueno… una amiga me ha aconsejado sobre simplificar las cosas, y tras pensarlo detenidamente, creo que tiene la razón. —Era evidente que esa amiga de la que hablaba Kakashi tenía que ser Kurenai, pensó Iruka. Kakashi tenía más colegas y compañeras, pero la única con la que usaba el término “amiga” era ella—. No negaré que la muerte de Asuma y la situación de Kurenai me hicieron abordar el tema de un modo demasiado práctico, pero, y esto es la verdad, aunque nuestro matrimonio no tuviera ninguna consecuencia práctica, aun así querría casarme contigo. Quiero casarme contigo. Porque te quiero.

Tras su pequeño discurso, el jounin le escudriñó con la mirada, esperanzado, pero Iruka no sabía qué decir. O más bien, no sabía cómo decirlo sin herir al otro hombre. Y sentía tal nudo en la garganta que no estaba seguro siquiera de poder articular ninguna palabra.

—¿Y bien? —preguntó Kakashi.

Iruka tragó saliva, intentando deshacer el nudo que atenazaba su garganta.

—No puedo… —musitó.

La expresión de puro dolor que cruzó la mirada del jounin fue clara, Kakashi no hizo esfuerzo alguno por ocultarla (seguramente también por la sorpresa de una nueva negativa), e Iruka se maldijo a sí mismo por provocarla.

El jounin, que hasta ese momento había estado sentado inclinado ligeramente hacia Iruka, enderezó la espalda, y las manos que había tenido sobre las del joven maestro resbalaron sobre ellas. Al sentir la inmediata pérdida de contacto, Iruka movió las manos de manera que ahora era él el que tenía cogidas las de Kakashi.

—Déjame que te lo explique.

Kakashi solo asintió. Su rostro se había convertido en una máscara tensa.

Iruka inspiró hondo.

—El matrimonio en un asunto serio para mí. Mis padres estaban casados, ¿sabes? En aquella época no era habitual que dos ninjas en activo se casaran. No existía la pensión. Los ninjas se juntaban, cohabitaban, tenían hijos… pero no solían casarse. Mis padres sí. El día que me di cuenta de que mis padres no eran la regla sino una excepción, le pregunté a mi madre por qué. Ella sonrió y me respondió: “Quererse es fácil. Pero casarse requiere de algo más. Requiere un compromiso: el compromiso de ser sinceros, conocerlo todo el uno con el otro, de apoyarse siempre, de quererse hasta el final”. Esa respuesta, aunque en ese momento me pareció cursi y obvia, caló hondo en mí. Por eso no puedo casarme contigo, Kakashi, no aún.

—No te entiendo —habló Kakashi. Su voz sonaba algo áspera—. ¿No confías en mi?

—Eres tú el que aún no confía en mí —replicó suavemente Iruka.

—¿Pero qué dices?

—Tú… no has sido sincero conmigo, Kakashi.

—¿En qué te he mentido?

—No me has mentido, pero aún no me lo has contado todo.

Kakashi iba a protestar, pero recordó algo. Frunció el ceño.

—¿Te refieres a Obito? —preguntó.

—Me refiero a Rin.

El joven maestro había pronunciado ese nombre de la forma más tranquila y casual de la que había sido capaz. Aun así, la reacción de Kakashi fue como si le hubiera bofeteado. El jounin se echó aún más para atrás, con una expresión mezcla de sorpresa y horror.

Pasaron varios minutos sin que ninguno dijera nada. Iruka no se atrevía a insistir. Poco a poco, la expresión de Kakashi fue cambiando, siendo reemplazada por algo que parecía pesar y vergüenza. Una expresión que no le gustaba nada a Iruka pero que ya había visto una vez. La noche que el jounin le confesó que había veces que al regresar de una misión se sentía como si fuera “la mayor escoria del mundo”.

—¿Cómo sabes lo de Rin? —preguntó finalmente Kakashi. Su voz apenas un susurro.

—No lo de Rin. No sé qué pasó con ella. Solo sé que era tu antigua compañera de equipo y que murió. Me enteré al intentar averiguar algo sobre Obito.

—Te dije que yo mismo te contaría mi historia con Obito —masculló Kakashi con un leve tono acusador.

—¡Lo sé, pero hace casi un año de eso y no has vuelto a pronunciar su nombre! —exclamó el joven—. Y al buscar sobre él me encuentro con que tuviste otra compañera de la que ni siquiera eso. No soy tonto, así que intuyo que algo grave pasó con ella. Más grave aún que con Obito. Algo que no pareces tener intención de contarme nunca.

De repente Kakashi se levantó, lo que molestó a Iruka, pues daba la sensación de que hasta allí había llegado la conversación. Y efectivamente, por parte del jounin así era.

—Aún no puedo contarte sobre Rin. No estoy preparado.

—Bien —murmuró Iruka, dolido—. Entonces entiende que aún no estoy preparado para casarme contigo.

Se miraron fijamente. Kakashi fue el primero en desviar la mirada.

—Está bien –murmuró—. Buenas noches.

—Buenas noches.

Kakashi salió de la sala. Iruka lo escuchó subir las escaleras, y entrar en el dormitorio.

El chuunin paseó la mirada por la habitación, hasta posarla en el libro sobre la mesita. Al no poder leer el título con claridad se dio cuenta de que tenía los ojos anegados en lágrimas. Lo agarró y, con una rabia inusual en él, lo estrelló contra la pared.


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