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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo a todas. Sí, lo sé, ha pasado mucho tiempo. Pero aquí sigo.

De este año 2020 qué os voy a decir… creo que todas estaremos de acuerdo en que ha sido de locos.

Aunque en mi caso no puedo decir que haya sido un mal año del todo. He tenido la suerte de no perder a ningún ser querido (espero que vosotras tampoco) y, lo más importante para mí, en este año 2020, concretamente en julio, nació mi hijo, mi primer hijo, al que llevaba mucho tiempo deseando y que es el nuevo amor de mi vida.

Hace un tiempo le comenté a una lectora que esperaba poder aprovechar la baja por maternidad para adelantar el fic. ¡Ilusa de mí! Ser mamá es un trabajo 24/7. No tuve tiempo ni de encender el ordenador en varios meses. Ahora ya he vuelto al trabajo, pero ya estoy mejor organizada, y quería sí ó sí actualizar antes de que terminase el año.

Espero que os guste el capítulo. Y, si me cuelo en algo, ¡por favor decídmelo! Que hace mucho ya que leí el manga, no tengo tiempo de releerlo y hay cosas que ya no me acuerdo si pasaron antes o después de otras.

¡Besos! Y muchas gracias por seguir ahí.

Escena 23

Ahora que Kakashi, tras tanto tiempo deseándolo, por fin había conseguido que Iruka accediera a casarse, no estaba dispuesto a esperar.

—¿Hoy? ¡Cof! —exclamó Iruka, atragantándose un poco con los fideos del desayuno—. Si solo hace dos días que...

—¿Por qué esperar? —interrumpió Kakashi—. Solo es ir al registro.

—Pero… ¡si ni siquiera hay registro!

Al igual que había pasado con la escuela y la oficina del Hokage, la explosión también había alcanzado al edificio donde se ubicaba el Registro Civil de Konoha y ahora era solo un montón de escombros. Pero eso no era un impedimento para los planes del jounin.

—Yamato ha levantado ya con su mokuton un pequeño edificio para que los funcionarios puedan realizar los trámites más urgentes.

—No creo que inscribirnos en el registro como unidad familiar sea un trámite muy urgente…

—Sí lo es, Iruka.

Iruka iba a replicar de nuevo, pero se calló al recordar que uno de los motivos por los que Kakashi quería casarse era para que Iruka tuviera una pensión en el caso de que al jounin le ocurriera algo.

Y había una amenaza de guerra en el horizonte.

—Está bien —accedió el maestro, ignorando la sonrisa de triunfo del otro—. ¿Cómo lo hacemos?

—Nos vemos allí a mediodía. Trae tu sello para firmar, y un testigo.

—¿Qué? ¿Un testigo?

—Claro, cada cónyuge debe traer un testigo.

—Ah… —Era lógico, pero no había pensado en ello—. ¿A quién vas a traer tú?

—A Yamato.

Iruka se lo quedó mirando.

—¿Te molesta? —preguntó Kakashi—. Aún no se lo he pedido.

—No, no… —negó Iruka—. Es solo que me ha sorprendido un poco que lo tuvieras tan claro.

—Oh, pues no tanto, al principio había pensado en Kurenai, pero su embarazo está ya muy avanzado y no quiero sacarla del Centro de Evacuación. Luego pensé en Gai, pero seguro que se emociona y monta un escándalo en medio de la firma… Así que pensé en Yamato.

Para Iruka no había duda de que la primera opción de Kakashi, de haber sido posible, habría sido Asuma.

—Yamato está bien —dijo el chuunin—. Nos vemos allí al mediodía pues.

—¿Ya sabes a quién vas a traer?

—Supongo que se lo pediré a Kotetsu o a Izumo.

Un ruido en el umbral de la puerta les hizo levantar la mirada. Naruto apareció bostezando y frotándose los ojos.

—Buenos días… —murmuró el muchacho—. ¿Qué hay para desayunar?

Iruka miró de nuevo a Kakashi.

—¿Cuál es la edad mínima para ser testigo?

—Creo que dieciséis.

Iruka sonrió y se dirigió a Naruto.

—Naruto, tengo que pedirte algo…

***

—¡Kyaa, no me puedo creer que Kakashi-sensei e Iruka-sensei vayan a casarse hoy, y que tú vayas a ser uno de los testigos! —gritó Sakura a lo fangirl.

—Solo van a firmar en el registro —dijo Naruto encogiéndose de hombros, aunque en el fondo también estaba algo emocionado. El hecho de que Iruka le hubiera pedido que fuera su testigo en el acto, le había hecho sentir parte de la pequeña familia que sus dos maestros habían formado.

—Me encantaría verlo… —suspiró Sakura—, pero entiendo que no quieran a más gente. No es el momento.

El muchacho asintió. Celebrar una boda, incluso tratándose únicamente del acto de firmar en el Registro Civil, apenas una semana después de que Konoha hubiera sido prácticamente destruida, podría considerarse inadecuado por algunos. Por eso Kakashi e Iruka le habían pedido mucha discreción sobre el asunto. El joven tan solo se lo había comentado a Sakura, y por necesidad. Necesitaba ropa que ponerse. Iruka le había insistido que no tenía que ponerse ningún kimono ni traje especial, pero al menos quería ir vestido con algo decente y no con los harapos que le habían quedado tras la lucha con Pain.

Para eso había acudido al Centro de Evacuación, un gran edificio de varias plantas que Yamato había construido con su mokuton para albergar a todos los que había perdido su hogar con la explosión, buscando la ayuda de su amiga, quien (tras emocionarse largamente por la noticia) en apenas un par de horas había lavado la ropa de Naruto, la había planchado y le había cosido los rotos.

Naruto se miró en un espejo de pared roto que alguien había dejado apoyado en un rincón de la planta baja del Centro. Sakura había hecho un gran trabajo: su ropa lucía como nueva. La kunoichi caminó alrededor del jinchuuriki, inspeccionando por última vez la famosa chaqueta naranja, y se dio el ok a sí misma.

—Ya estás listo —dijo satisfecha.

—Muchas gracias, Sakura.

—No hay de qué. Por cierto, Naruto, ¿vendrás a dormir esta noche aquí al Centro?

—¿Eh? ¿Por qué?

—Bueno, ya sabes… —Sakura se sonrojó un poco—. Esta noche será la noche de bodas de los senseis. Querrán estar solos…

—Ah… —Naruto se sonrojó también al caer en la cuenta de lo que quería decir Sakura—. ¡Ah, claro! Sí, esta noche vendré a dormir al Centro.

—Te veo esta noche pues. ¡Ya me contarás cómo ha ido!

—Vale.

Los dos jóvenes ninjas se despidieron en la puerta del Centro de Evacuación. Naruto se dirigió diligentemente al edificio que Yamato había construido para usar como registro provisional, mucho más pequeño que el Centro de Evacuación. Al llegar, ya estaban allí Kakashi e Iruka, y también el propio Yamato. Los tres hombres vestían el uniforme shinobi, aunque sus ropas estaban impecables, como la de Naruto.

—Ya estamos todos —sonrió Kakashi tras la máscara—. ¿Entramos?

Los demás asintieron. Kakashi e Iruka entraron primero y Yamato y Naruto les siguieron. Dentro del pequeño edificio solo había dos estancias, una habilitada como sala de espera, con dos bancos de madera enfrentados, separada de la otra sala por un mostrador. Detrás del mostrador había un funcionario tomando unas notas. Tendría unos cincuenta años, llevaba barba y la cabeza rapada. Alzó la cabeza y saludó a Kakashi.

—Puntuales, así me gusta, Kakashi-san. —Miró a Iruka—. Supongo que usted es Iruka-san.

—Así es. Buenos días.

—Buenos días. Mi nombre es Ueto. Acérquense todos, por favor.

Así lo hicieron. Los cuatro se colocaron frente al mostrador, con Kakashi e Iruka en medio, Yamato al lado de Kakashi, y Naruto al lado de Iruka. El funcionario, Ueto, se agachó un momento y luego colocó una serie de hojas de papel y una caja de tinta sobre el mostrador.

—Aquí tienen los formularios para registrarse como unidad familiar. Kakashi, usted tiene que firmar aquí, aquí y aquí. —Ueto señaló con un dedo tres espacios concretos en los formularios—. Iruka, usted aquí, aquí y aquí —y repitió el gesto. 

Kakashi le hizo un gesto a Iruka, cediéndole el honor de firmar primero. El chuunin sacó un sello hanko cilíndrico de su bolsillo, y tras un momento de solemnidad más que de duda, lo estampó en la caja de tinta y luego tres veces en los formularios. A continuación, Kakashi hizo exactamente lo mismo.

—Bien, ahora ustedes dos. —Ueto señaló con la mirada a Yamato y a Naruto.

Yamato también se sacó un sello del bolsillo. Naruto frunció el ceño mientras Yamato firmaba.

—Eh… yo no tengo un artilugio de esos —dijo el muchacho, preocupado.

—No te preocupes —dijo Iruka—. Ya me lo imaginaba. —Dicho esto, Iruka volvió a meter la mano en el bolsillo, y sacó un segundo sello, el cual le ofreció al joven—. Ten, es para ti.

Sorprendido, Naruto cogió el objeto y lo inspeccionó. Era un sello de madera, como el de sus senseis, con su nombre grabado con caracteres katakana, tal y como él solía escribirlo, y su apellido en hiragana.

—Lo ha hecho Yamato —dijo Iruka.

—¿Cuándo?

—Esta mañana —respondió Yamato—. Solo me ha llevado un segundo.

—Vaya… gracias —dijo el muchacho, un poco emocionado. Aunque el regalo en sí era un objeto muy sencillo y básico, era un objeto de adulto, y por un momento tuvo de nuevo esa sensación que le embargaba a veces de estar dejando definitivamente su niñez atrás.

Con movimientos lentos y precisos (no quería meter la pata), Naruto imitó a sus senseis y, tras estampar el sello en la tinta, hizo lo mismo en los espacios que le señaló el funcionario.

El funcionario Ueto recogió los formularios, todos ya con las cuatro firmas, los enrolló y los colocó en una  bandeja de metal.

—Eso es todo. Felicidades, Kakashi-san e Iruka-san, ya están casados.

Kakashi sonrió bajo la máscara. Iruka, por su parte, se ruborizó un poco. Naruto alzó una ceja.

—¿Eso es todo? —preguntó, confuso.

Iruka se giró hacia él con una mano rascándose la nuca.

—Me temo que sí. No están las cosas para grandes celebraciones, y aunque los tiempos fueran más pacíficos, aún así habríamos querido algo discreto.

—Pues cuando yo me case, pienso celebrar un gran bodorrio. —Naruto sonrió mostrando los dientes.

—Eso espero —Iruka le devolvió la sonrisa.

—Al menos, iremos a comer algo, ¿no? —preguntó Yamato.

—Por supuesto —dijo Kakashi—. ¿Qué os apetece comer?

—¡Ramen! —exclamó Naruto.

—Por qué será que me lo imaginaba…

***

Fueron a comer a Ichiraku’s. Milagrosamente el puestecillo de comida callejera había sobrevivido casi entero a la explosión, quizás por tratarse de una edificación muy pequeña, y ya había sido reconstruido, en gran parte gracias a Inari y su abuelo Tazuna, que habían acudido a Konoha para ayudar en su reconstrucción. Únicamente el letrero permanecía aún caído en el suelo, roto. Naruto aprovechó, como siempre que Iruka u otro le invitaba, para comer hasta hartarse del delicioso ramen casero de Ichiraku. Solo después de cinco platos se dio por satisfecho.

—Uff, estoy llenísimo —exclamó acariciándose la panza.

Los tres adultos le miraron con una gota en la cabeza.

—Bueno, yo me tengo que ir ya —dijo Yamato—. Aún hay mucho que reconstruir en Konoha.

—Muchas gracias por tu trabajo —dijo Iruka—. Y por venir hoy —añadió cortésmente.

—No hay de qué. Muchas felicidades a los dos. —Kakashi e Iruka asintieron, agradecidos—. Hasta luego, Naruto.

—Hasta luego, sensei.

Cuando Yamato se hubo alejado, Iruka se dirigió a Kakashi y Naruto.

—Bueno, ¿nos vamos a casa?

—Sí, vámonos —dijo Kakashi, levantándose.

—Eh, yo esta noche voy a ir a dormir al Centro de Evacuación… —dijo Naruto.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Iruka—. ¿No estás a gusto con nosotros?

—¡Claro que sí! —exclamó el muchacho agitando las manos—. Es solo que… bueno… pues… —empezó a balbucear, azorado.

Por su parte, Kakashi solo sonrió y le pasó un brazo a Iruka por la cintura, agarrándole fuertemente.

—Entonces nos vemos mañana en el desayuno —dijo simplemente.

—Pero… —empezó el chuunin, pero se interrumpió con un respingo cuando Kakashi bajó la mano y le pellizcó no muy disimuladamente el trasero—. ¡Ey!

—¡De acuerdo, me voy! ¡Hasta mañana! —y Naruto desapareció.

Iruka se soltó del agarre de Kakashi y le dirigió una mirada reprobatoria.

—No hacía falta echar a Naruto esta noche. Tenemos el jutsu de silencio.

—¿Y querías contarle eso a Naruto? —preguntó el jounin—. ¿Que no hacía falta que esta noche nos dejara a solas, porque con ese jutsu podemos follar y gritar todo lo alto que queramos sin que él se entere?

Iruka se ruborizó, mirando alarmado a Teuchi, quien como siempre parecía no haberse enterado de nada (o el hombre había aprendido a ser muy discreto con todo lo que se hablaba en su local).

—No —murmuró.

—Entonces está bien como está. Deja que Naruto duerma fuera esta noche, y así tenemos toda la casa para nosotros solos.

Iruka suspiró.

—Vale, de acuerdo.

Kakashi le pidió la cuenta a Teuchi y pagó la comida, además de dejar una generosa propina.

***

Unos veinte minutos después estaban en casa. Iruka iba a abrir la puerta cuando Kakashi le detuvo y se bajó la máscara.

—¿Qué? —preguntó el chuunin.

—¿Debería cargarte en brazos? —preguntó Kakashi con una sonrisa bailando en los labios.

Iruka puso los ojos en blanco.

—Ni se te ocurra.

Ignorando la sonrisa burlona de Kakashi, Iruka abrió la puerta y ambos entraron y se descalzaron. A Iruka le pareció que la casa estaba extrañamente silenciosa; supuso que era por la ausencia de Naruto.

Entonces Kakashi se acercó a él, ya sin rastro de burla en su rostro.

—¿Y bien? —preguntó el jounin.

—¿Y bien qué?

—¿Cómo se siente el estar casado?

Iruka se encogió de hombros y sonrió con timidez.

—Se siente bastante igual, la verdad.

—¿Sí?

Kakashi alargó el brazo y, como hizo aquel día tan lejano en Kaito’s, colocó un solo dedo dentro de la cinturilla de los pantalones de Iruka, atrayéndolo hacia sí. Cuando tuvo al joven maestro a su alcance, lo rodeó con sus brazos y lo besó tierna y largamente en los labios.

Aquel beso, no sabía por qué, pero hizo que a Iruka le temblaran las rodillas.

—¿Subimos a la habitación? —preguntó el jounin en su oído.

—Sí —suspiró Iruka.

Subieron deprisa, como dos adolescentes que tuvieran prisa por hacer manitas. Nada más entrar en la habitación, Kakashi volvió a abrazar y a besar a Iruka, y este le devolvió el beso con ganas. Como era habitual, Kakashi empujó a Iruka de espaldas sobre el futón para colocarse él encima. Normalmente después de eso la ropa desaparecía enseguida, pero esta vez era como si ambos se hubieran puesto de acuerdo para tomárselo con más calma. De hecho, lo único que hicieron durante varios minutos fue besarse. Iruka se sentía definitivamente como un adolescente.

Las manos de Kakashi le acariciaban todo el cuerpo por encima y por debajo de la ropa. Iruka se sentía cada vez más acalorado y esta vez fue él mismo quien se quitó la parte de arriba del uniforme, en lugar de esperar a que Kakashi lo hiciera, y después instó al jounin a hacer lo propio. Luego fue el turno de los pantalones.

—Uff —gruñó Iruka cuando Kakashi metió la mano dentro de su ropa interior.

—Estás muy excitado —comentó Kakashi con una sonrisa satisfecha.

—¿Y tú no? —Iruka preguntó retóricamente. Sentía la erección de Kakashi contra su muslo.

—Lo estoy.

Kakashi le quitó la ropa interior y continuó masajeando el miembro de Iruka, quien arqueó un poco la espalda, mirando con febril deseo a su ya marido.

«Marido». La palabra hizo eco en la mente del joven maestro. Esa denominación todavía se le antojaba un poco extraña, pero se acostumbraría.

Estaba a punto de pedirle a Kakashi que pasaran ya a la siguiente base, cuando de repente el jounin se tumbó de espaldas en el futón y arrastró a Iruka encima de él.

—¿Quieres que te cabalgue? —preguntó el chuunin con una sonrisa cómplice. Por él no había problema.

—No. Quiero que me folles —fue la respuesta de Kakashi.

Aquello no se lo esperaba. Iruka le miró sobresaltado.

—¿Qué?

—¿No quieres?

Iruka parpadeó, confuso, y tuvo que reordenar sus pensamientos.

—¿Lo dices en serio? —quiso asegurarse lo primero.

—¿Por qué iba a bromear con esto?

El rostro de Kakashi lucía serio. La verdad no parecía estar bromeando.

—No lo sé. ¿Por qué ahora, entonces?

—Bueno, había pensado que, ya que hoy es nuestra noche de bodas, estaría bien perder la virginidad hoy. —Ahora sí el jounin sonrió con un poco de burla.

—Tú no tienes nada de virgen —suspiró Iruka.

—Para esto sí.

Kakashi volvía a lucir serio. Iruka se quedó callado.

—¿Qué ocurre? ¿No quieres? —repitió el jounin.

Cohibido por lo que iba a decir a continuación, Iruka aún tardó unos segundos en contestar.

—No lo he hecho nunca —admitió finalmente.

—¿Nunca? —Kakashi levantó una ceja.

—Bueno, Mizuki nunca me lo permitió, y con los pocos chicos con los que estuve aparte de él, no llegué a tanto, así que… —se quedó callado. En realidad no tenía nada de lo que avergonzarse, pero no podía evitar sentirse un poco extraño.

Kakashi se encogió de hombros.

—Bueno, no importa. Sé que tendrás cuidado igualmente.

El corazón de Iruka empezó a acelerarse un poco. ¿De verdad iba en serio? ¿Kakashi quería que…?

—¿Estás seguro?

—Por todos los dioses, Iruka, ven aquí. —Kakashi se incorporó un poco, y sus manos le cogieron el rostro y le obligaron a acercarse más a él. Se miraron fijamente a los ojos—. Estoy seguro. ¿Ok?

—Está bien… —susurró Iruka.

El Ninja Copia se dejó caer de nuevo sobre el futón con algo de teatralidad.

—Así que… soy todo tuyo.

Iruka tragó saliva.

—Está bien —repitió, esta vez más para sí mismo.

Tras unos instantes de vacilación, y ante la mirada intensa y expectante del jounin, Iruka decidió que era hora de espabilar. Alargó la mano en busca del tubo de lubricante que guardaban bajo un cojín cerca de los futones. Lo abrió y echó una cantidad generosa sobre la palma de su mano izquierda. Dejó el bote en su sitio y esparció el lubricante sobre los dedos índice y corazón de su mano derecha. Exactamente igual que solía hacer Kakashi.

—Esto te va a resultar molesto —le advirtió al jounin, recordando sus primeras veces con Mizuki, quien además no había sido demasiado cuidadoso. Kakashi sí lo era, e Iruka iba a serlo aún más.

—Puede que no tanto —dijo Kakashi—. He estado entrenando.

Al oír eso Iruka se quedó paralizado.

—¿Qué has dicho?

Sin ápice de vergüenza, Kakashi le enseñó sus propios dedos índice y corazón.

—Que he estado entrenando. —Le guiñó un ojo—. Pensando en ti, claro.

Iruka se puso duro como una piedra. Kakashi, cómo no, se dio cuenta, y le miró con una ceja levantada.

—Caramba, parece que te ha gustado la idea.

Iruka no dijo nada. Vio que Kakashi aún llevaba puesta la ropa interior.

—Quítate los calzoncillos —ordenó con voz ronca.

Kakashi obedeció.

Iruka se situó entre las piernas de Kakashi y dirigió el dedo índice hacia la parte más íntima de Kakashi. Primero acarició la zona con gentileza, y luego insertó lentamente el dedo a través del anillo de músculo. Esperó alguna reacción negativa por parte del jounin, pero esta no se produjo. Kakashi simplemente le seguía mirando con intensidad, atento a sus movimientos.

—¿Todo bien? —preguntó Iruka para asegurarse.

—Todo bien —confirmó—. Esta parte está superada. —Y volvió a guiñarle el ojo.

Iruka se mordió los labios, sobreexcitado. Se ordenó a sí mismo mantener la calma, y luego, con aún más cuidado que antes, introdujo el dedo corazón junto al índice.

Ahora sí, Kakashi cerró los ojos y apretó los párpados, pero fue solo un momento.

Iruka le preparó a conciencia durante bastante rato; tuvo que ser Kakashi quien le indicara que ya estaba suficientemente preparado. El joven maestro suspiró interiormente y esparció lubricante esta vez sobre su propio miembro.

—¿Prefieres alguna postura en particular? —preguntó.

—Así está bien.

A Iruka también le parecía bien. Respiró profundamente (se dio cuenta que Kakashi hizo lo mismo) y se posicionó sobre él.

—¿Estás listo?

—Estoy listo, amor.

Iruka le besó y empujó suavemente dentro de Kakashi. La sensación fue extraña, placentera y abrumadora, todo a la vez.

—¿Va bien? —preguntó Iruka entre jadeos.

—Sí...

Iruka siguió empujando. El desconocido placer le nublaba un poco la mente, pero consiguió controlarse, no estaba dispuesto a hacer daño a Kakashi. En algún momento este también empezó a jadear. Entonces Iruka agarró el pene de Kakashi y lo masturbó con ganas, tantas que a veces perdía su propio ritmo, pero consiguió lo que quería que era que su marido alcanzara el orgasmo antes que él. Y lo consiguió. El jounin jadeó guturalmente y se corrió en su mano. Iruka entonces se dejó llevar y disfrutó de su propio orgasmo.

Con algo de reticencia, Iruka salió de dentro de Kakashi y se tumbó a su lado. Ambos estaban sudando y en la habitación solo se oían sus respiraciones jadeantes.

—¿Estás bien? —preguntó Iruka al cabo de unos minutos.

—Estoy bien —susurró Kakashi—. ¿Y tú?

—Estoy bien. —Iruka sonrió y añadió—: Más que bien.

—¿Hay que repetirlo en otra ocasión entonces?

Iruka giró la cabeza hacia él y le besó en la mandíbula.

—Solo si tú quieres. A mí me gusta cómo lo hacemos habitualmente.

—Pues yo creo que a mí me va a gustar variar de vez en cuando.

Iruka sonrió más ampliamente. Era un buen acuerdo.

El chuunin se colocó de costado y pasó un brazo por encima del vientre de Kakashi, abrazándolo, disfrutando del compás de su respiración. Era el momento de descansar un poco, ya que estaba seguro de que Kakashi no iba a darse por satisfecho haciéndolo solo una vez en su noche de bodas.

En aquel momento de absoluta calma y tranquilidad, ninguno de los dos shinobis podía imaginarse que la temida Cuarta Guerra Ninja iba a estallar en menos de una semana.


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