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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Mi intención era solo seguir el manga pero algunos capítulos del relleno daban demasiado juego... ;)

Escena 5 - Tras el capítulo 141 del anime (relleno)

 

Hacía tiempo que Kakashi no se sentía tan fracasado.

Sasuke se había marchado con Orochimaru. Ya no había vuelta atrás. El equipo encargado de traerlo de regreso, liderado por el hijo de Shikaku, había fallado en su misión, pero al menos todos los chicos estaban vivos. Malheridos, pero vivos.

Era culpa suya. Por todos los dioses, él era su sensei, una de las pocas personas a las que Sasuke respetaba, y aún así no había sido capaz de convencer al muchacho de que su lugar estaba en Konoha. ¿Qué clase de mentor era entonces?

Un mentor inútil, eso era. Inútil y fracasado.

Sakura estaba destrozada, y Naruto también, aunque el chico al menos no dejaba de idear planes para traer de vuelta a su amigo en lugar de llorar. Kakashi no soportaba ver cómo su equipo se desintegraba ante sus ojos, y por eso no había parado de tomar misiones voluntariamente con tal de no pisar Konoha por un tiempo. Ni siquiera Iruka había conseguido que se quedara en la villa más de dos días seguidos.

Sin embargo, un día, al regresar de una misión relativamente sencilla se topó con una noticia preocupante: se había producido una importante fuga de presos de la cárcel de Konoha. Él mismo dio caza a dos y se los llevó personalmente a la Hokage.

Tsunade se lo agradeció y le pidió que la acompañara a su despacho.

—¿Quedan muchos fugados? —preguntó Kakashi.

—Algunos. Pero en concreto hay uno que me preocupa.

—¿De quién se trata?

—De Mizuki.

A Kakashi se le secó la boca.

—¿Mizuki? ¿El mismo Mizuki que intentó robar aquel pergamino prohibido hace un año?

—El mismo —dijo Tsunade.

—Déjame a mí ir a por él —dijo Kakashi de inmediato. Era su oportunidad para ajustar cuentas con ese indeseable.

—¿Sabes acaso dónde buscarle?

—No te preocupes, le encontraré como sea.

—Lo siento, Kakashi, pero no. Ya tengo a alguien más adecuado para esa misión.

—¿Más adecuado? ¿De quién hablas?

—De Umino Iruka.

Kakashi la miró incrédulo.

—¿Iruka? Debes estar de broma.

La Quinta frunció el ceño, molesta.

—Cuida tu lenguaje, mocoso. ¿Y por qué iba a estar de broma? Iruka es un buen ninja y el más adecuado para esta misión. Él es quien mejor conoce a Mizuki.

—Conocía —corrigió Kakashi, siseando.

—Como sea. La cuestión es que será él quien le busque, y no quiero oír nada más en contra de mi decisión, ¿entendido? —El tono de Tsunade no admitía réplica, pero tratándose de Iruka, Kakashi era más que temerario.

—Al menos déjame acompañarle.

—No.

—¿Por qué no? —se desesperó Kakashi. En su opinión, Tsunade empezaba a ser irracional.

—¿Tengo que decirlo? —preguntó la Hokage alzando una ceja. A Kakashi le dio la extraña sensación de que ahora había un deje divertido en su voz.

—¿De qué hablas? —El jounin estaba sinceramente desconcertado.

Tsunade suspiró.

—Hablo de que es una norma no escrita que los ninjas que mantienen una relación sentimental no vayan juntos de misión.

Aquello le dejó momentáneamente petrificado y sin habla.

¿Cómo diablos se había enterado Tsunade?

—No pongas esa cara, mocoso. —Ella sonrió ya sin cortarse—. Por algo soy la Hokage.

—Ya veo…

—Bien, entonces está todo claro.

En ese momento Kakashi decidió cambiar de táctica. Confrontar a Tsunade no le iba a servir de nada: era mejor hacer como que aceptaba y ya buscaría el modo de ayudar a Iruka.

—Entendido. Entonces te dejo a ti el resto.

Pero debería haberse imaginado que la Quinta no era tonta y que ella ya sabía que, si no mantenía ocupado a Kakashi, este se saltaría sus órdenes.

—Aquí tienes. Una nueva misión de nivel S. —Y le tendió un pergamino.

A Kakashi se le cayó el alma a los pies. Rechazar una misión de manos de la mismísima Hokage no era una opción.

«Eres realmente buena usando tus recursos humanos», pensó el jounin con sarcasmo.

No le quedaba otra que confiar en que Iruka sería capaz de enfrentarse a su antiguo novio psicópata.

En ese momento la puerta del despacho de la Hokage se abrió y apareció justamente cierto chuunin.

—El escuadrón de Iruka informando. Ya hemos terminado de reunir los prisioneros asignados. —Iruka advirtió la presencia de Kakashi y se azoró un poco, sorprendido—. Kakashi-sensei. Disculpa la interrupción.

«Tan educado como siempre». En teoría Kakashi estaba de acuerdo con mantener en secreto su relación —aunque al parecer tan secreta no era, pues ya había dos mujeres que lo sabían: Tsunade y Kurenai—, pero empezaba a fastidiarle la actitud estirada de Iruka cuando estaban con más gente. Una cosa era no contarle a nadie que estaban juntos y otra actuar como si no lo estuvieran.

—No te preocupes —le dijo Tsunade—. Buen trabajo.

Kakashi se dio la vuelta y posó una mano en el hombro de Iruka.

—Parece que ninguno de nosotros se puede relajar, Iruka-sensei. —Le cogió la mano y le colocó la palma hacia arriba. Al menos sabía de alguien que sí le podría ayudar—. ¡Kuchiyose no jutsu!

Y su fiel Pakkun apareció en una pequeña nube de humo gris.

—Hola, chaval —saludó el can al ver de nuevo al joven maestro.

—Bueno, Iruka-sensei. Te dejo a ti el resto —dijo Kakashi, y se marchó de un salto.

***

Iruka no entendía nada.

—¿Qué…?

—Iruka, tengo una misión para ti. Es urgente —dijo Tsunade.

—Oh. Claro. ¿De qué se trata?

—Se trata de Mizuki.

El simple hecho de oír ese nombre ya fue un mazazo. Iruka tragó saliva. Pakkun saltó de su mano y se quedó quieto a sus pies.

—¿Qué pasa con él? —preguntó el joven maestro casi sin voz.

—Mizuki también se ha fugado de la prisión.

Iruka se congeló.

Mizuki estaba suelto.

—Tienes que dar con él y llevarlo de nuevo a la prisión —continuó Tsunade—. Naruto ya se ha adelantado. Él te dará todos los detalles.

¿Naruto tenía que darle los detalles? Esto se ponía peor por momentos. Pero no era el momento de parecer débil ni asustado. La última misión en la que había participado Iruka había fallado —aunque por suerte sin muertos— y era su oportunidad para resarcirse. Aunque eso implicara enfrentarse de nuevo con Mizuki.

Iruka inspiró hondo y cuadró los hombros.

—Entendido, Hokage-sama.

***

Kakashi y Gai regresaban por fin de la misión de rango S que había impedido que el primero pudiera acompañar extraoficialmente a Iruka a dar caza a Mizuki. Habían pasado casi tres días desde que partieran de Konoha y Kakashi estaba impaciente por saber cómo le había ido al chuunin, suponiendo que este ya hubiera vuelto. A pesar de estar exhausto, el jounin de pelo plateado saltaba de árbol en árbol como si le fuera la vida en ello —Iruka era su vida en ese momento, así que en cierta manera así era—. Gai apenas podía seguirle el ritmo.

—¡Ey! —Gai le llamó un par de metros por detrás—. Afloja un poco. Estoy agotado.

—Es extraño oírte decir eso, Maito Gai —se burló Kakashi.

—No me fastidies. ¿Y qué esperas? Incluso a pesar de estar en la primavera de la vida, han sido tres días de espanto. Yo también tengo ganas de estar ya de vuelta en Konoha, pero a este paso desfalleceré antes.

—Lo siento, Gai. Necesito llegar cuanto antes mejor.

—¿Pero por qué esa prisa?

Kakashi dudó. Recordó las palabras de Kurenai.

«Ahora Gai lo sospecha, y puede que Asuma también, pero este último es tan despistado…»

Definitivamente Asuma era muy despistado, o muy considerado, porque no había dicho ni mu sobre el tema, ni siquiera una insinuación o una indirecta. En cuanto a Gai…

«Gai estaba allí y yo… me sentí incómodo. Noté que lo sabe…»

Eso había dicho Iruka. Y Kakashi había decidido que hablaría con su amigo, pero no había encontrado el momento. Quizás el momento era ahora.

—Porque necesito saber que Iruka está bien —dijo alto y claro, pero sin mirar atrás.

Tardó unos instantes en oír hablar de nuevo a Gai.

—Entonces es cierto. Umino y tú estáis juntos.

—Así es. —Kakashi giró un poco la cabeza, mirando a su amigo de reojo. Su tono tan serio le había sorprendido—. Parece que te molesta.

—No me molesta; me preocupa. Nunca me he fiado de Umino.

Ahora sí que Kakashi estaba sorprendido.

—¿Por qué no?

—Todo el mundo sabe que él y ese Mizuki eran inseparables. Antes pensaba que eran solo colegas, o amigos, pero ahora… supongo que eran amantes. Y la verdad, me cuesta creer que Umino no supiera nada acerca de las intenciones de Mizuki de traicionar a la aldea y robar ese pergamino prohibido…

Kakashi frenó en seco. Se volvió con agilidad y se abalanzó sobre Gai, llevándoselo por delante hasta hacerle chocar de espaldas contra un árbol.

—¡Ouch! —exclamó Gai—. ¿Qué demonios…?

Kakashi le cogió por el cuello del uniforme y lo empujó de nuevo contra el árbol.

—Que no se te ocurra jamás, me oyes, jamás, decirle a alguien más lo que acabas de decir ahora. Son ese tipo de rumores los que pueden destrozarle la vida a una persona. Iruka ya sufrió bastante por Mizuki, él es un buen ninja y una persona excelente y no se merece que nadie le acuse de ser cómplice de traición. ¿Has entendido?

Gai parpadeó. Kakashi apretó de nuevo, esta vez con menos fuerza.

—¿Que si lo has entendido?

Gai frunció el ceño.

—Lo he entendido.

Kakashi le soltó.

—Bien. Ahora volvamos a casa.

No volvieron a dirigirse la palabra en todo el camino. Gai había llevado la paciencia de Kakashi muchas veces hasta el límite con sus retos absurdos, pero esta había sido la primera vez que Kakashi había tenido verdaderas ganas de partirle la cara a su amigo.

***

Kakashi aún se sentía furioso por la discusión con Gai cuando entró por la ventana del apartamento de Iruka. Pero el apartamento estaba vacío y la ira se transformó rápidamente en inquietud. O Iruka no había regresado aún o lo que era peor, estaba herido. Había una tercera posibilidad pero Kakashi era incapaz siquiera de planteársela.

Del apartamento de Iruka se fue al hospital. Fue allí donde le informaron de que el día anterior habían tratado a Iruka y a Naruto de heridas menores. Quien permanecía ingresado era Mizuki: al parecer se había tomado una poción defectuosa y sus células habían envejecido hasta el punto que seguramente no viviría más de unos meses.

El jounin no sintió pena alguna por él.

Su siguiente parada fue la casa de Naruto. Allí tampoco había nadie, pero una vecina le contó que había visto irse al chico junto con los hijos de Shikaku y Choza.

¿Dónde diablos estaba Iruka? Kakashi decidió visitar a la Hokage.

Tsunade le recibió en su despacho, como de costumbre.

—Me alegra verte de vuelta, mocoso. ¿Qué tal la misión?

—Un éxito —explicó Kakashi escuetamente.

—¿Has entregado ya el informe?

—No, Gai se encargará de eso. Tsunade-sama, ¿podrías decirme cómo fue la misión de Iruka?

Tsunade cruzó los dedos sobre la mesa y sonrió con orgullo.

—Un éxito también. Mizuki pronto regresará a la prisión, si es que sobrevive a las secuelas. Iruka y Naruto hicieron un buen trabajo.

—¿Sabes dónde está Iruka?

La Quinta alzó una ceja.

—No.

—Entiendo. Gracias, Hokage-sama.

Y antes de que Tsunade pudiera añadir algo, Kakashi se marchó.

«Bueno, esté donde esté, está sano y salvo, eso es lo que importa…», se dijo, pero aún así la inquietud no se iba.

Kakashi llegó a su propio apartamento. Abrió la puerta y se encontró con Pakkun, tumbado delante de la puerta cerrada del dormitorio.

—Ya era hora, jefe —saludó el pequeño perro—. Estás hecho un asco.

—Yo también me alegro de verte, Pakkun —saludó Kakashi con sorna. De pronto notó un chakra conocido—. ¿Iruka está aquí? —preguntó de forma retórica, aliviado.

—Sí, está en tu dormitorio.

—Menos mal… —Kakashi dio un paso hacia la puerta pero el perro levantó una pata, deteniéndole—. ¿Qué?

—Solo quiero avisarte de que Iruka-chan no está muy bien —dijo Pakkun en voz baja.

A pesar de lo alarmante de la información, Kakashi no pudo evitar fijarse en ese “Iruka-chan”. Pues sí que le había cogido cariño Pakkun a Iruka durante la misión…

—¿Qué le ocurre? ¿Está herido? Pero si en el hospital me han dicho… —Inconscientemente él también habló en voz baja.

—No es eso —interrumpió Pakkun—. No está herido, bueno, solo unos cuantos arañazos.

—¿Entonces?

—No lo sé exactamente. Parecía estar bien: completamos la misión, llegamos a Konoha, nos pasamos por el hospital, acompañamos a Naruto a casa, luego Iruka-chan se dirigió hacia aquí sin decir nada, yo por supuesto me vine con él, se metió en tu dormitorio, me cerró la puerta en las narices… y se derrumbó.

Kakashi alzó la vista y contempló fijamente la madera de la puerta como si pudiera atravesarla.

—¿Se derrumbó? —repitió con un hilo de voz.

Pakkun asintió, su pequeña cara perruna contraída en una mueca de preocupación.

—Le pregunté si quería tocarme las almohadillas, pero no respondió…

—Está bien, Pakkun. Gracias por avisarme. Puedes irte.

—Como ordenes, jefe. —Pakkun se puso de pie sobre sus cuatro patas. Titubeó un momento antes de añadir—: Ha luchado muy bien…

—¿Eh?

—Iruka-chan. Ha luchado realmente bien. Me ha sorprendido gratamente.

Kakashi sonrió débilmente.

—Seguro que sí.

Pakkun hizo un adiós con la pata y se esfumó.

Kakashi inspiró hondo y abrió la puerta de su dormitorio.

Afuera era ya casi noche cerrada y la habitación estaba en penumbras. Kakashi avanzó hacia el bulto sobre la cama. Iruka estaba hecho un ovillo sobre las sábanas, vestido con una camiseta manga corta negra y unos pantalones de uniforme también negros. Llevaba el pelo atado con su habitual cola de caballo pero no el protector de la frente. Su brazo izquierdo estaba vendado a la altura del antebrazo. Con el otro brazo se cubría los ojos. Y estaba mortalmente quieto, pero no dormía; en teoría Kakashi no podía saberlo, pero de algún modo lo sabía.

El jounin se sentó a su lado, con el corazón en un puño. Con mucho cuidado y sin hacer ningún movimiento brusco, se acercó un poco más y le colocó una mano sobre el costado. Iruka no se movió.

—Me han dicho que la misión ha sido un éxito… —susurró Kakashi con voz suave y tranquilizadora, como si le estuviera hablando a un niño—. Enhorabuena.

Iruka no dijo nada.

—¿Te encuentras bien?

Tampoco dijo nada.

Kakashi se mordió un labio, desesperado.

—Iruka, por favor, no me hagas esto. No me hagas sentir como un inútil. Háblame.

Aquello logró hacer reaccionar al chuunin, aunque solo movió los labios.

—No cambió —musitó. Tenía la voz rasposa.

—¿Qué? —preguntó Kakashi, aliviado de oír su voz.

—Mizuki. No cambió.

—¿Te refieres a que no cambió durante su estancia en la cárcel?

—No. Quiero decir que nunca cambió. Él siempre fue así.

Kakashi empezaba a entender.

—Creías que él era buena persona pero que había cambiado en algún momento de vuestra relación —dijo el jounin; no era una pregunta.

—Él siempre fue bueno conmigo. De niños éramos muy amigos. En la adolescencia empezamos a salir… y durante los primeros años de relación todo fue bien, pero unos meses antes del incidente del pergamino prohibido Mizuki empezó a comportarse de manera cruel, hasta que me dejó por una chica, Tsubaki. Y luego pasó lo del pergamino, y casi me mata. Igual que hoy.

A Kakashi no es que le agradara precisamente oír sobre aquello, pero al contárselo Iruka estaba demostrando que confiaba en él y eso era un gran paso que no iba a fastidiar.

—Yo siempre creí que a Mizuki le había pasado algo que le hizo cambiar, algo que no quiso contarme… —continuó Iruka—. Pero hoy he comprendido que no fue nada de eso. Mizuki siempre fue cruel y ambicioso. Nunca me quiso… solo lo fingió e hizo que yo sí le amara para luego poder romperme el corazón. Fuimos pareja cinco años. Dioses, fingió durante casi cinco años.

Kakashi le acarició suavemente un brazo con el pulgar.

—Yo no estoy fingiendo, Iruka —fue lo único que se le ocurrió decir.

—Lo sé.

Por fin, Iruka retiró el brazo derecho de su cara y se incorporó. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos.

Permanecieron en silencio unos segundos. De pronto Iruka colocó una mano en el pecho de Kakashi y le empujó hacia atrás, obligándole a tumbarse boca arriba sobre las sábanas.

—¿Iruka….?

Iruka se sentó sobre sus muslos y de un tirón se arrancó él mismo el coletero, su cabello castaño cayéndole en cascada sobre los hombros. A continuación, para mayor sorpresa de Kakashi, el chuunin se quitó la camiseta, dejando su moreno, delgado y perfecto torso al descubierto.

—Iruka, ¿qué haces? —murmuró Kakashi.

—Dijiste que querías desnudarme…

Y se inclinó para besarle. Kakashi le devolvió el beso hasta que notó las manos del otro luchando contra los botones de su bragueta.

—Espera —masculló contra sus labios—. Espera, Iruka. Necesito una ducha…

—No te preocupes por eso…

La bragueta ya estaba desabrochada. Iruka iba a bajarle los pantalones pero Kakashi le detuvo sujetándole las muñecas.

—Iruka, espera.

—No.

—Espera he dicho.

—No.

Y volvió a besarle. Kakashi gruñó y decidió que ya era suficiente.

—¡He dicho que esperes! —exclamó, y le apartó de un empujón.

Iruka se le quedó mirando, pasmado.

—¿Qué demonios te ocurre?

—¿Qué te ocurre a ti? ¿A qué viene tanta prisa?

—¿Y qué importa?

Kakashi frunció el ceño.

—Claro que importa.

Iruka apretó los dientes.

—Oye, si no quieres follar, solo dilo —siseó.

—Claro que quiero. Pero Iruka, ¿realmente quieres tú? ¿O se trata de un puto polvo por despecho?

El otro abrió la boca para protestar, pero no dijo nada.

—Iruka…

—Vete a la mierda, Kakashi —escupió.

E Iruka se levantó de un salto, recogió su camiseta y sin ni siquiera detenerse para ponérsela salió de la habitación como un rayo. A los dos segundos se oyó el portazo que dio al salir del apartamento.

Kakashi dio un puñetazo al colchón.

—Mierda…


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