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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas!!

Estoy muy contenta por la buena acogida, si lo sé me hubiera decidido a escribirlo antes ;) Además le he dado un buen empujón estos días y la verdad estoy bastante satisfecha de cómo está quedando :)

De momento os dejo ya el oneshot 2 o el capítulo 2, da igual, como prefiriais llamarlo:

Seguimos después de la muerte del tercer Hokage. Normalmente los one shots serán más espaciados en el tiempo, pero ahora que los tortolitos acaban de empezar la "relación" hay que explicar más cosillas. Sin olvidar que no podía pasar sin escribir un shot sobre Iruka yendo de misión, tal y como sabemos que sucede aunque el manga no lo muestre (pero si recordais Iruka se lo cuenta a Naruto mientras comen ramen).

Espero que os guste. Un besote y gracias por los comentarios.

Escena 2

 

La muerte del Tercero había tenido graves consecuencias sobre Konoha, especialmente sobre sus habitantes, quienes no terminaban de creerse que su querido líder ya no estuviera entre ellos, pero también sobre la organización de la villa. La falta de líder podía inducir a pensar a otras villas que Konoha estaba en un momento débil, y así era, pero había que disimularlo como fuera, y por ello se estaban ordenando más misiones que nunca.

Incluso Iruka, que estaba más acostumbrado a entregar pergaminos que a recibirlos, había sido llamado a filas. La academia ninja había sido cerrada temporalmente. Así que aquel día acudió a la oficina de misiones para colocarse en el lado contrario del mostrador y recibir el pergamino con las instrucciones; comprobó que el rango de la misión adjudicada era asequible, el nombre de sus compañeros, y dio media vuelta dispuesto a marcharse cuanto antes.

Entonces vio a Kakashi. Este acababa de regresar de una misión, y a juzgar por su uniforme sucio y con alguna que otra mancha de sangre, no había sido una misión fácil. Pero el jounin parecía de una pieza, así que la sangre no debía ser suya.

Kakashi también le vio a él. Cuando sus miradas se toparon, Iruka no pudo evitar ruborizarse. Con el pasar de los días, había ido recordando más detalles de la noche —o parte de ella— que habían pasado juntos, y definitivamente el jounin no se había aprovechado de él.

—Hola —saludó Kakashi al acercarse al mostrador sin mirar a nadie en particular. Iruka no supo seguro a quién estaba saludando, pero por si acaso respondió al saludo.

—Hola —murmuró educadamente.

Kakashi entregó el informe de su misión. Iruka sonrió un poco al observar la cara que puso el ninja tras el mostrador en cuanto ojeó el informe. Oh, sí, él también había sufrido su mala caligrafía. El jounin le miró de soslayo e Iruka se sonrojó un poco. El chuunin se giró para irse de una vez, entonces le oyó hablarle en voz baja pero lo suficientemente alto para que le oyera.

—Iruka, espera.

—¿Qué?

—Tenemos que hablar.

El joven maestro tragó saliva. Ya suponía de qué quería hablar Kakashi y no estaba seguro de estar preparado aún. Y tenía la excusa perfecta.

—Tengo una misión.

Kakashi echó un rápido vistazo al pergamino a medio enrollar en las manos de Iruka.

—Es de rango C —replicó Kakashi, sin burla, solo constataba un hecho—. Puede esperar unos minutos.

—Está bien —aceptó Iruka a regañadientes.

Echaron a andar fuera de la sala de misiones, Iruka detrás de Kakashi, a una distancia prudencial para que nadie viera que salían juntos y así no atraer ni miradas ni comentarios curiosos que podrían degenerar en cotilleos malintencionados. Iruka detestaba los cotilleos.

Mientras caminaban, Iruka empezó a pensar qué debería decir. Era más que consciente de que no había dado al jounin ninguna respuesta acerca de su muda pregunta, esa que siempre va implícita cuando alguien se declara a otra persona. El consabido: “¿Y tú?”

«Estoy enamorado de ti», había dicho Kakashi. ¿Y tú?

No, Iruka no estaba enamorado de Kakashi. Se sentía atraído por él, eso sí, pero ¿quién no? El jounin era fuerte, de los más fuertes de la villa, del país incluso, y tenía una personalidad misteriosa y melancólica y a la vez estrambótica y encantadora. Era serio cuando tenía que serlo y divertido cuando se lo permitía. Además tenía buen cuerpo, delgado pero fibrado y con las espaldas anchas, y, tal como había tenido el lujo de averiguar aquella noche, era muy guapo. Una vez más se preguntó lo mismo que toda la gente de la villa: ¿por qué la máscara?

En fin, la cuestión era que Kakashi, a sus veintisiete años, era prácticamente el soltero más codiciado de la villa. Lo que le llevaba a una pregunta importante: ¿qué diablos había visto Kakashi en él?

Quizás se trataba de un capricho. Sí, seguramente era solo eso. El excéntrico y deseado Kakashi se había encaprichado del soso y tímido maestro de escuela.

—Iruka. —La voz de Kakashi detuvo sus pasos y sus pensamientos. Estaban en medio de un pasillo. Un pasillo despejado, pero por el que podría pasar alguien en cualquier momento.

—No, aquí no —dijo de inmediato—. Podrían vernos.

Kakashi alzó una ceja.

—¿Te avergüenza que te vean conmigo? —preguntó intentando sonar indiferente, pero había dolor en su voz.

—¡Por supuesto que no! —exclamó Iruka. Estar en compañía de Hatake Kakashi era cualquier cosa menos vergonzosa. Pero no quería que nadie escuchara su conversación. La homosexualidad no era un delito en el mundo ninja, al menos no en en el País del Fuego, pero no todo el mundo la aceptaba—. Pero prefiero hablar de esto en privado, no quiero que nadie nos oiga y se esparzan rumores. Ven, por aquí.

Iruka le condujo a un pequeño almacén que había al final del pasillo. Entraron y cerró la puerta.

—Bueno, dime —dijo Iruka, de repente muy cohibido. El almacén no era muy grande y estar en ese espacio reducido con Kakashi… quizás no había sido una gran idea, reconoció.

Kakashi no se anduvo con rodeos.

—¿Sigues pensando que me aproveché de ti? —preguntó.

Iruka se ruborizó una vez más.

—No —murmuró.

Un audible y nada disimulado suspiró escapó de los labios de Kakashi.

—¿Recuerdas lo que pasó?

—Sí… Bastante —reconoció.

—¿Te disgustó?

—Sabes que no. —A estas alturas Iruka estaba rojo como la grana. ¿Cómo podía hablar Kakashi tan tranquilamente de algo así?

—¿Entonces?

—¿Entonces…? —Iruka no quería ser cruel, pero de verdad que no sabía qué decir, ni siquiera sabía exactamente lo que quería decir Kakashi.

De repente este alzó una mano enguantada y le acarició la cara con las yemas de los dedos. Un roce suave, sutil, pero que a Iruka le puso el corazón a cien. Con la otra mano Kakashi se bajó la máscara y ya se quedó sin respiración.

Sí, era tremendamente guapo.

Kakashi se inclinó un poco, seguramente con la intención futura de besarle, e Iruka entendió que tenía que dejar las cosas claras cuanto antes.

—Ka-Kakashi, yo no… —tartamudeó. Kakashi se detuvo, atento a lo que tuviera que decir—. Yo no… Tú me gustas, pero y-yo no… no estoy…

—¿Enamorado de mí? —terminó Kakashi la frase por él.

—Lo siento. —Iruka cerró los ojos. No quería ver tristeza o decepción en el bello rostro de Kakashi.

—Eso ya lo sé.

Iruka abrió los ojos.

—Oh.

—Pero… ¿puedo besarte?

Aturdido, con el corazón aún a cien y con la leve pero acuciante sensación de que estaba cometiendo una locura, Iruka asintió. Entonces Kakashi le besó e Iruka se dio cuenta de que los confusos recuerdos que tenía de aquella noche de los labios del jounin no le hacían justicia.

***

Salieron del almacén diez minutos después. Iruka estaba acalorado y tenía la impresión de tener los labios tan hinchados que todo el mundo se daría cuenta. Por suerte, de momento el pasillo seguía desierto.

—¿Cuándo vuelves de la misión? —preguntó Kakashi. Para envidia de Iruka, él parecía como si nada hubiera pasado, estaba fresco como una rosa.

—Si todo va bien, mañana por la noche.

—Esperemos que vaya bien. —Y por su tono, realmente rogaba por que fuera así.

—Sí, yo también. Eh… bueno, ya nos veremos.

—Sí, ya nos veremos.

Y así se despidieron.

***

La misión no fue bien. Nada bien.

Lo que había empezado siendo una misión teóricamente sencilla de rango C, había terminado en una inesperada emboscada con un grupo de ninjas jounin mercenarios contra los que tres chuunins no tenían nada que hacer. Los tres fueron heridos a traición y el capitán tuvo que quedarse solo contra ellos para que Iruka pudiera sacar de allí al que había salido más mal parado, el más joven de los tres, un chaval de apenas dieciocho años.

Ahora Iruka se encontraba en el hospital de Konoha, después de dejar a su joven y maltrecho compañero al cuidado del equipo médico, discutiendo con Genma y otro jounin los cuales no querían permitirle regresar a por su capitán.

—Tengo que volver… —decía Iruka, cuyas manos ensangrentadas temblaban tanto por la tensión como por el esfuerzo de llevar hasta allí a su compañero. En algún momento de la batalla había perdido su goma del cabello y notaba este suelto y pegajoso sobre la cara—. El capitán se ha quedado allí solo… ¡Tengo que volver!

—No —replicó Genma, cortante, su inseparable senbon asomando a un lado de la boca—. La misión se ha convertido en rango A. Tú te quedas aquí para que te atiendan a ti también. Nosotros iremos a por el capitán.

—¡Entonces voy con vosotros!

—¡No! Iruka, quédate aquí. Es una orden.

Es una orden. «Malditos jounins», se dijo Iruka. Siempre usaban la misma frase cuando querían terminar una discusión con alguien de grado inferior. Aunque fuera una discusión trivial, siempre se aprovechaban.

Iruka les vio marchar, impotente. Una enfermera se acercó a él ofreciéndose para ayudarle, pero él la ignoró, aunque lo cierto era que le dolía bastante el costado. Pero entonces otra persona se acercó a él, alguien a quien no pudo ignorar.

—Iruka… —La voz de Kakashi era una mezcla entre sorpresa y horror.

—Kakashi… —Iruka despertó del pequeño trance iracundo en el que se encontraba—. ¿Qué haces aquí?

—He venido a visitar a una compañera. ¿Y tú? ¿Estás bien?

—Estoy bien.

—Pero estás… empapado en sangre.

—No es mía. —Iruka se miró las manos, luego los brazos, el torso, las piernas… todo él estaba cubierto con la sangre de su compañero. Entonces supo que el chico no iba a sobrevivir. Nadie podía sobrevivir tras perder tanta sangre—. Joder…

No veía más que sangre. Sangre por todo. Iruka se tambaleó. Al instante Kakashi estaba sujetándole.

—¡Iruka!

—Tengo que… tengo que cambiarme… La sangre…

—Iruka, será mejor que te atienda alguien. —Kakashi llamó con un chasquido a la enfermera que rondaba aún por ahí.

—No, no, no quiero estar aquí. Quiero irme a mi casa… Tengo que lavarme…

A medida que la adrenalina disminuía el costado le dolía cada vez más y la visión se le estaba volviendo borrosa. Ya no veía sangre, solo puntos marrones y negros. Iruka sabía que se estaba desmayando, pero no podía hacer nada para evitarlo. Y para colmo iba a hacerlo en los brazos de Kakashi. «Qué apropiado», fue lo último que fue capaz de pensar con claridad antes de perder la consciencia.

***

Un tiempo indeterminado después Iruka despertó, para su sorpresa, en su propia cama. Lo primero que hizo fue mirarse las manos. Ya no había ni rastro de sangre, y llevaba puesta ropa limpia. Luego miró al lado derecho de la cama, donde Kakashi, sentado en el borde con la cara descubierta, le miraba con alivio y todavía algo de preocupación.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó el jounin.

—Bien —dijo Iruka, y era cierto, pero no tuvo tiempo de alegrarse por sí mismo ya que enseguida recordó a los caídos, y le entraron ganas de llorar—. Pero mis compañeros…

—Tus compañeros están bien.

Iruka parpadeó.

—¿Qué?

—Los dos se han salvado. El capitán logró despistarlos y escapar y el chico que cargaste hasta aquí se recuperará. Por los pelos, pero vivirá.

—Oh, dioses… —A Iruka le volvieron a entrar las ganas de llorar, esta vez de alivio. Se cubrió la cara con las manos—. Gracias, dioses…

Cuando se hubo tranquilizado, bajó las manos y miró de nuevo a Kakashi, a la vez que notaba un ligero tirón en el costado. Como si le leyera la mente, el jounin le dio una explicación.

—Y tú tenías una herida abierta en el costado que tendrían que haberte atendido de inmediato, ya que estabas perdiendo sangre. Por eso te desmayaste.

—Oh. —Menos mal, al menos tenía excusa por haberse desmayado como una colegiada ante la visión de tanta sangre. Cayó en la cuenta de algo—. ¿Y no debería estar yo también en el hospital? ¿Cómo es que estoy en mi casa?

—¿Preferirías estar en el hospital?

—No, claro que no.

Iruka no toleraba demasiado bien los hospitales. Había sido en un hospital donde había visto los cadáveres de sus padres. Había sido en un hospital donde había terminado después de que Mizuki le partiera el corazón y casi la espalda. Un centímetro más a la izquierda y se habría quedado paralítico, los médicos se lo repitieron durante semanas.

—Eso pensaba —dijo Kakashi—. Por eso te traje aquí en cuanto me lo permitieron. Pensé que preferirías despertarte en tu cama y no en el hospital.

¿Sabía Kakashi algo acerca de su aversión a los hospitales? Bueno, no era tan raro, bastante gente lo sabía, aunque la mayoría en su círculo de amigos.

—Gracias —dijo de corazón y con una pequeña sonrisa en los labios.

Para su estupor, Kakashi se sonrojó. Solo un poco, pero lo suficiente para que Iruka lo notara.

«Está enamorado de mí», se dijo Iruka y, por primera vez, las palabras calaron en él y realmente aceptó que así era. Kakashi estaba enamorado de él. Hasta ese momento no se lo había creído.

Estaba atónito.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kakashi, notando que algo pasaba por su mente.

—Estás… enamorado de mí —musitó Iruka, y al momento se arrepintió, ¿a qué venía hacer ese comentario ahora? Pero Kakashi no pareció tomárselo mal, aunque tensó un poco los hombros.

—Sí, así es.

—¿Por qué?

Ahora el atónito era Kakashi.

—¿Por qué…? —repitió sin entender.

Iruka tragó saliva un par de veces, intentando poner orden en sus pensamientos.

—Tú eres… dioses, tú eres Hatake Kakashi, el poderoso Ninja Copia, y yo solo soy… Unimo Iruka.

—¿Qué tiene de malo ser Umino Iruka? —preguntó Kakashi, con voz paciente y átona. Si estaba molesto por esa conversación, intentaba disimularlo.

—Nada, creo, pero… solo soy un chuunin, un simple maestro de escuela. ¿Por qué te has fijado precisamente en mí? —Kakashi parecía dispuesto a responder, pero Iruka se dio cuenta de que la pregunta que había hecho parecía dirigida solo a inflar su ego y detuvo al jounin con un gesto—. Lo siento, no sé qué me pasa. Creo que estoy algo cansado…

Los hombros de Kakashi se relajaron. Se subió la máscara.

—Sí, deberías descansar. Yo tengo que irme a otra misión pero volveré hoy mismo, aunque igualmente dejaré a alguien vigilándote, ¿de acuerdo?

—¿Eh?

Antes de que Iruka pudiera protestar, Kakashi hizo un kuchiyose no jutsu y un pequeño perro apareció sobre las sábanas.

—Hola jefe —saludó el perro a su amo alzando una pata. Luego se dirigió a Iruka—. ¿Qué hay, chaval?

«¿Chaval? ¡Tengo veintitrés años!»

—¿Vas a dejarme a Pakkun para que me vigile? —preguntó Iruka alzando una ceja.

—¿Voy a quedarme vigilando a este? —preguntó el aludido, haciendo el mismo gesto. Iruka le dirigió una mirada gélida al can.

—Pakkun puede avisarme de inmediato si algo ocurriera o a quien sea necesario —dijo Kakashi—. Pakkun, por favor, vigila a Iruka, tiene una herida en el costado y si se le abrieran los puntos hay que avisar a alguien del hospital enseguida.

—Si no hay más remedio… —dijo el perro ahogando un bostezo.

—Bueno, me voy. —Kakashi dudó un poco antes de seguir—. ¿Te veo… esta noche?

Iruka ignoró la mirada curiosa del chucho y asintió intentando no ruborizarse demasiado, sin éxito.


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