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Dime que me quieres. por Kaily Hiwatari

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Notas del fanfic:

Parejas: Takano Masamune/Onodera Ritsu. (Principal)

               Yuu Yanase/Chiaki Yoshino.

 

Dime que me quieres

–Kaily Hiwatari–

 

En un restaurante familiar muy conocido por la zona de Shibuya, en Tokio, se encontraba un chico atendiendo dos pedidos.

–Helado de fresa extra grande y un plato especial de curry picante con arroz –repitió esperando la afirmación con la cabeza por parte de las chicas de instituto, sentadas ahí–. Enseguida lo traigo –tras decir estas palabras, hizo una reverencia antes de darse la vuelta.

El chico tenía los ojos verdes y su cabello era castaño. Vestía el traje de empleado que consistía en unos pantalones rojos, una camisa blanca y un chaleco rojo con rayas negras, una pajarita roja y unos zapatos negros.

Tan pronto dejó la bandeja que llevaba en las manos tras la barra, miró a su derecha y con pasos precipitados, cruzó un corto y pequeño pasillo. Cuando se entraba en éste, en el lado derecho había una barra en la pared para servir platos, con una gran ventanilla que estaba abierta y que conectaba con la cocina. En esa barra se podían depositar al menos treinta platos de tamaño normal en dos filas.

Desde ese pasillo se podía ver cómo trabajaban los cocineros sin descanso desde el interior. En esa misma pared, al final del pasillo, estaba la puerta de entrada a la cocina. Era de doble hoja y arriba tenía una ventanilla circular en cada puerta. A su lado, y al final del pasillo, en el lado derecho si se salía de la cocina, había otra puerta que conducía al despacho del encargado.

Sobre la barra que comunicaba con la cocina, había un timbre que los cocineros tocaban, avisando de que uno de los pedidos, estaban listos. El joven de ojos verdes se asomó un poco por ese hueco.

–¡Helado de fresas extra grande y un especial de curry picante con arroz! –gritó.

–¡Marchando! –respondió uno de los cocineros, mientras otro se acercaba y dejaba dos platos sobre la barra.

–Dos platos de hamburguesa sorpresa con patatas, listo –mencionó el recién llegado cocinero con una sonrisa.

–De acuerdo –mencionó el de ojos verdes, cogiendo un plato en cada mano, cruzándose con dos camareros más en el pasillo. Pronto dio a la barra principal del restaurante. El lugar era bastante grande y era muy famoso por la zona, con lo cual siempre estaba lleno, especialmente los viernes por la noche.

Un poco más apartada de la barra principal, y cruzando una puerta acristalada se encontraba un mostrador donde se cobraba la cuenta y frente a éste, la puerta de entrada y salida del local.

Visto desde la entrada principal, estaba el recibidor, donde se encontraba un mostrador puesto en forma horizontal en frente de la puerta. A la derecha estaba la puerta acristalada que daba entrada al restaurante.

Dentro de éste, los asientos que hacían forma de U, parecían más bien sofás y eran de color azul cielo. La mesa era rectangular y de color blanco, puestos en forma horizontal. Tenían mesas para dos y para cuatro personas. No faltaban detalles como los servilleteros sobre éstas y un timbre en el centro de la mesa.

En la barra también había taburetes del mismo color y estaba colocada en forma vertical, guardando un poco las distancias con las mesas. La música era agradable y tanto las lámparas como el suelo, brillaban de la limpieza. También estaba bien iluminado por las ventanas del local, adornadas con cortinas y al final de esta habitación, se encontraban los servicios para los clientes.

Más a la izquierda, había una especie de pasillo ancho que estaba rodeado por más habitaciones. La primera puerta a la izquierda, daba a la despensa, donde había algunos frigoríficos y estanterías que les servía como almacén para los alimentos. Frente a ésta habitación, estaba la barra principal y el otro pasillo que llevaba a la cocina si se iba hacia la derecha y si se seguía de frente, al despacho del encargado.

Pegada a la habitación de la despensa, más adelante, se encontraba la habitación de las taquillas para empleados. Enfrente de esa, había otra puerta, en la que estaba la sala de descanso de los empleados y unos pequeños aseos para ellos. En esa sala había una puerta de salida, que daba a un callejón para tirar la basura.

El chico se dirigió hacia la barra para coger la bandeja. En ella depositó los platos. Se agachó para abrir una pequeña nevera y sacar un bote de kétchup, mostaza y mahonesa. Cerró la nevera de nuevo empujándola con el dorso de la mano y dejó las tres cosas sobre la bandeja. Con todo esto listo, se dirigió a la mesa número cuatro.

–Perdón por el retraso –se disculpó al dejar la bandeja sobre la mesa. Depositó cada cosa en su lugar– ¿Necesitan algo más? –Preguntó con amabilidad, viendo la negación por parte de ambos clientes–. Si necesitan algo, por favor, no duden en tocar el botón rojo que está en el centro de la mesa –tan pronto dijo esto, hizo una reverencia y se retiró con la bandeja. 

–¡Onodera! –fue llamado a mitad del camino por un hombre de baja estatura, bigote y calvicie, con ojos color negro.

–¿Sí, señor? –contestó, deteniéndose para observar al hombre.

–Todavía no ha terminado “el nuevo” en el almacén. –le informó-. Ve y échale una mano. Cuando terminéis, podéis iros a casa.

–Pero hoy es viernes –miró hacia las mesas, viendo toda la gente que había.

El hombre le puso una mano en el hombro mientras sonreía–. No te preocupes muchacho. Dentro de media hora de todas formas tenéis el cambio de turno, así que os sustituirán. De todas formas, estaré en mi despacho ordenando las facturas por si me necesitas antes de marcharte –explicaba, viendo cómo el más joven asentía con la cabeza–, buenas noches.

–Buenas noches, señor –dicho esto, Onodera dejó la bandeja sobre la barra y caminó hacia el almacén. La puerta estaba cerrada. Llevó su mano hasta el pomo de ésta y vaciló al querer abrirla. Finalmente se decidió a abrirla, ya que el encargado le había dado una orden. Giró el pomo suavemente y empujó la puerta hacia delante lentamente, permitiéndole ver a su compañero que estaba agachado en el suelo, levantándose para seguir colocando en la estantería más alta de la habitación, botellas de aceite.

Desde que su compañero había entrado a trabajar ahí, intentó no estar mucho tiempo a solas con él. La razón era muy sencilla…

El nuevo trabajador se dio la vuelta, al percatarse de una presencia– Ah. Menos mal que estás aquí –le miró fijamente– ¿Dónde ponéis el azúcar?

–Allí –señaló con el dedo índice el hueco de otra estantería, guardando las distancias, aunque entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí. “Takano Masamune. “El chico nuevo” como lo llaman la mayoría de mis compañeros de trabajo. Parecía que iba a ser un chico bastante normalito, pero desde que llegó no ha parado de darme problemas. Es trabajador, un poco atractivo, bastante alto, y aunque eso ahora está por discutir, algo agradable. Mi pesadilla con él, comenzó hace dos semanas…”

Flash Back

Onodera estaba de pie en la sala de descanso, estrechando la mano de quien iba a ser uno más de sus compañeros–. Onodera Ritsu –se presentó, viendo que el encargado, estaba junto al nuevo compañero.

–Takano Masamune –respondió el recién llegado. Su cabello era negro, sus ojos marrones, su piel blanquecina y le sacaba una cabeza de altura a Ritsu.

El encargado sonrió–. Bien y ahora que ya os conocéis, quedarás a cargo de Onodera durante un tiempo, así que si tienes alguna duda, no dudes en preguntarle –le explicaba el encargado a Takano–. Si me disculpáis, tengo que firmar unos papeles. –Miró ahora al joven de ojos verdes–. Onodera, enséñale cómo funciona esto. Dejo a este chico en tus manos –decía antes de salir por la puerta, indicándole al de ojos verdes qué debía hacer.

Sonrió al recién llegado–. Ven conmigo –le indicó.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

Tras presentar a su nuevo compañero al resto, explicarle lo que debía hacer, cómo hacerlo y dónde estaba cada habitación, salieron por la puerta trasera del restaurante que daba a un callejón. Había tres grandes contenedores y dos cubos de basura de chapa.

–El camión de la basura pasa por aquí casi todas las noches, así que no hay problema de acumulación, salvo los viernes, que es cuando más gente visita el restaurante –le explicaba Ritsu sonriente–. Estoy seguro de que ahora mismo tu cabeza es un caos con tanta información, pero una vez que lleves unos días aquí, te acostumbrarás rápido. Tu taquilla es la número 8. Una vez que tengan listo tu uniforme, podrás guardar ahí tus pertenecías –el más bajo notaba que el otro chico permanecía callado, mirándole fijamente– ¿Sucede algo?

–No –respondió de forma tan áspera y rotunda que el otro se sorprendió.

–Ah, ja, ja –dejó escapar una risa comprometedora al no saber cómo reaccionar ante eso–. Bien, vamos dentro –tan pronto como se dio media vuelta e intentó cruzar la puerta, el otro lo detuvo, sujetándole del brazo. Onodera le miró confundido– ¿Eh?

–Sal conmigo –su voz fue tan tajante que Onodera se quedó sin palabras.

–Etto… –giró su cabeza y miró tras él, para ver si tenía a alguien detrás.

–Te lo digo a ti –confirmó.

Tan pronto Onodera regresó la vista al más alto, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo–. Je, je. Creo que me estás confundiendo de persona o algo por el estil…

–No lo hago –respondió con firmeza, interrumpiendo al más bajo.

–Oh, ya lo entiendo.-anunció, cayendo en la cuenta de algo–. Esta es una broma, ¿verdad? –miró a su alrededor rápidamente–. Chicos, podéis salir de ahí. –decía más relajado.

El más alto arqueó una ceja. ¿Realmente pensaba que se trataba de una broma?–. Déjame aclararte que no es ninguna broma y tampoco me he equivocado de persona. Te estoy pidiendo que salgas conmigo, como pareja. –aclaró, para que no hubiese ningún tipo de confusión.

Ritsu se soltó del agarre sin brusquedad y esquivó la mirada mientras agachaba la cabeza–. Aprecio tus sentimientos hacia mí, pero no me gustan los hombres, así que no puedo considerarlo.

–Mentiroso –respondió con tanta firmeza mientras se cruzaba de brazos, que Onodera no tuvo más remedio que mirarle–. En el instituto, salías con un chico. –En ese momento, Ritsu sintió que el tiempo se detenía. ¿Cómo sabía ese desconocido eso?–. Si vas a rechazarme, que sea con otra excusa distinta. Aunque no estoy dispuesto a cambiar de idea –le informó.

Sus ojos verdes se abrieron de sorpresa. ¿Quién era ese chico? ¿Un acosador? Se estaba empezando a poner nervioso. Miraba al suelo intentando desviar el tema de su pasado a toda costa pero no encontraba nada, se había quedado en blanco.

–¡Onodera! –Escuchó la voz de su compañera desde el interior del local–, ¡necesitamos refuerzos en las mesas!

–¡Voy! –respondió con rapidez y de la misma forma intentó entrar de nuevo por la puerta, pero de nuevo el más alto lo detuvo de la misma manera que antes.

–Espera. –no le dio tiempo a querer decir nada más, cuando fue interrumpido por el más bajo.

Sin darse la vuelta para mirarle, se apresuró a decir– ¡Tengo que irme a trabajar! ¡Cuando empieces tu horario, asegúrate de ticar la tarjeta de asistencia! ¡Buena suerte! –fue lo último que dijo en un tono nervioso antes de cruzar la puerta.

Fin Flash Back

–Onodera –le llamó la atención el más alto que se había parado justo enfrente de él.

–¿Eh? –preguntó, saliendo de sus pensamientos.

–Los sacos de patatas –repitió, ya que el otro parecía no haberse dado cuenta de que lo había estado llamando antes– ¿Dónde los pongo?

El mencionado miró hacia la caja grande que se encontraba en una esquina de la habitación. Dentro se encontrarían los sacos de 5 kilos de patatas, como siempre–. Los sacos siempre los ponemos en ese hueco –señaló el hueco entre dos estanterías–, ponemos el saco de pie, para que nos resulte más fácil llevarlo después a la cocina. –Se acercó a la caja y le quitó el celo que tenía. Separó las hojas del cartón y sacó uno de los sacos de patatas, viendo cómo su compañero iba a imitarlo–. Esta es la posición –terminó de decir mientras soltaba el saco en su lugar con cuidado en una posición adecuada.

–¿No sería más fácil dejarlo todo en la cocina directamente? –le preguntó con obviedad, dejando su saco frente al de Onodera.

Caminó de nuevo hacía la caja–. Lo sería, pero no hay suficiente espacio en la cocina –respondió cargando otro saco, cruzándose con su compañero en el camino–. Es por eso que aquí están las estanterías y los frigoríficos de reserva.

Continuaron con su labor, hasta dejar todo bien colocado. Los cartones vacíos que estaban repartidos por la pequeña habitación habían sido rotos y doblados hasta formar un paquete uno sobre otro, atado con una pequeña cuerda negra.

Cayó en la cuenta de que no le había dicho nada a Takano, sobre la nueva orden del encargado, así que se lo haría saber–. El encargado dijo que podíamos irnos cuando terminásemos de ordenar y colocar todo esto. –le informó al otro, que ya había terminado de atar la cuerda.

–Quiere decir que el horario termina por hoy, ¿no? –preguntó para cerciorarse.

–Así es –respondió como si nada, aunque cuando vio la sonrisa maliciosa del más alto, empezó a ponerse de nuevo en alerta.

–Significa que puedo seguir cortejándote –aclaró, cogiendo en su mano izquierda la cuerda, para así levantar todas las cajas atadas de una sola vez, al ponerse en pie.

–No es necesario que lo hagas –le restó importancia con la mano, poniendo una sonrisa tonta en su rostro–. Tira eso dentro del contenedor y hasta mañana. –intentó despedirse mientras se daba media vuelta y abría la puerta, pero al instante fue cerrada de un golpe seco, aunque no fuerte.

El joven de cabello castaño suspiró y se llevó una de sus manos a la frente. Levantó un momento la vista hacia arriba y efectivamente ahí estaba la mano de su compañero–. ¿Y ahora qué quieres? –preguntó de forma pesada, ya que creía saber las intenciones de Takano–san.

–No dejo de pensar en ti. –confesó con su voz ronca, soltando la cuerda, dejando caer los cartones a su vez.

–Oye… –se quitó la mano de la frente y se dio media vuelta. Cómo pensaba, el otro estaba mirándole con esos ojos profundos que parecían querer tragárselo de alguna forma. Su rostro era tan serio como siempre–. Te lo aclaré en tu primer día de trabajo. Hay tres cosas que están prohibidas aquí –levantó el dedo pulgar de su mano y se lo puso frente a sus ojos–. Número uno, prohibido hacer llamadas durante el trabajo, exceptuando la hora de descanso. –levantó el dedo índice sin bajar el otro– número dos, se prohíbe fumar dentro del establecimiento y número tres… –seguía añadiendo un dedo más a la cuenta– … se prohíbe tener relaciones amorosas entre los empleados/as. –Sonrió con confianza, pensando que así sería una buena forma de frenar al otro en sus intenciones–. Todavía estamos dentro del establecimiento, así que estarías quebrantando una de las reglas –se cruzó de brazos en señal de triunfo.

–Ya veo –respondió, viendo con el otro asentía–. Entonces continuaré en la calle. Camino a casa –se agachó un poco para que su cara quedase a la misma altura que la del joven de cabello castaño.

El más bajo se sonrojó por el nerviosismo que estaba sintiendo en esos momentos–. ¡Stop! –Dijo poniendo ambas manos sobre el pecho del más alto, para apartarlo suavemente mientras fruncía el ceño–. Creo que te he dejado claro hasta el día de hoy que no quiero tener una relación con nadie. Me gusta estar como estoy. Sin pareja, libre de ataduras y concentrado en mi trabajo. Así que no insistas. –le recordaba con cierto enfado, pero sin levantar la voz, al habérselo dicho antes–. No voy a salir contigo, da igual las veces que me lo repitas. Es más, te agradecería que fueras tan amable de dejar de acosarme así. –Aclaró, dando unos pasos hacia delante para hacer retroceder al otro–. Así que si me disculpas, me voy primero –fue lo último que dijo el chico de cabellos castaños antes de salir finalmente por la puerta.

Takano–san cogió de nuevo el paquete por la cuerda, levantándolo en peso y llevándolo finalmente a uno de los contenedores. No dio muchas vueltas, ya que quería apresurarse a alcanzar a Onodera para irse juntos a casa y así intentar convencerlo de una vez por todas. Tan pronto entró al cuarto de las taquillas, sus ojos recorrieron la habitación para buscar al más bajo. Pero todo parecía indicar que ya se había ido. Chasqueó la lengua al ver que aunque había sido rápido en hacer una tarea sencilla, el otro ya se había marchado.

–Es rápido –se dijo a sí mismo abriendo su taquilla y quitándose el uniforme para poder ponerse su ropa de nuevo. Había perdido otras de las pocas oportunidades que tenía de hablar con él.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

Ritsu se dejó caer en el sofá de su apartamento con bastante cansancio. Estaba realmente agotado. Apoyó su brazo derecho sobre el brazo del sofá, dejando que su cabeza quedara descansada hacia atrás. Se quedó mirando el techo unos segundos para luego cerrar los ojos, dejando escapar un suspiro largo y relajado.

Para evitar que el “chico nuevo” como lo llamaba su encargado, se le volviera a declarar repetidamente, decidió salir corriendo del trabajo sin cambiarse de ropa y en lugar de coger el metro como siempre hacía, decidió que sólo por esta vez se iría a casa en autobús. El metro era más rápido, pero según sus cálculos, tendría que esperar por lo menos quince minutos a que llegara otro de nuevo. No quería darle tiempo a Takano–san de que lo alcanzase de ninguna forma.

Desde que ese chico le confesó sus sentimientos, estaba teniendo problemas. Aprovechaba cada turno de descanso en el que coincidían o el simple hecho de estar los dos solos haciendo sus tareas en el trabajo, para repetirle insistentemente que le quería. Eso le molestaba. No entendía su persistencia después de ser rechazado una y otra vez de forma educada. Pero ya se estaba hartando de todo eso y por si fuese poco…

El timbre se escuchó, formando una suave vibración en todas las habitaciones del apartamento. Pensó claramente en no abrir la puerta. Ya se había duchado y cambiado de ropa tras haberse pegado una buena carrera corriendo para alcanzar la línea del autobús a tiempo. Ahora estaba completamente relajado así y no pensaba moverse.

Frunció el ceño al escuchar cómo el timbre no dejaba de sonar una y otra vez sin descanso, cada vez más con más insistencia. Abrió los ojos y apoyó sus manos en las rodillas para ponerse de pie con genio. Giró sus pasos hacia la izquierda y caminó línea recta hasta la puerta, donde una vez allí, cogió el pomo y quitó el cerrojo de arriba, abriendo la puerta de golpe. Su forma de abrir la puerta había sido tan rápida que Takano–san seguía con el dedo en el timbre, pulsando en éste increíblemente rápido.

Sí. La suerte o el destino estaban últimamente en su contra. Ese acosador, no sólo estaba viviendo en su mismo edificio, sino que además ese desvergonzado vivía en la puerta que estaba frente a la suya. ¿Podía tener peor suerte?

Los ojos verdes seguían mirando hacia ese dedo que seguía tocando con insistencia–. Hmp –se quejó, a la vez que daba un palmetazo en la mano del otro para que cesará el ruido que prometía volverle loco– ¡Vas a molestar a los vecinos! –le recordó con molestia.

El de ojos marrones dejó ese objetivo para centrarse en otro. Preparó el dedo índice al igual que había hecho segundos antes con el timbre y lo posó en el entrecejo del más bajo.

–Está remarcado –le hizo saber, con su típica tranquilidad y voz grave como si fuese algo que jamás había visto antes.

Ritsu apretó sus manos situadas una en el marco de la puerta y otra en la superficie de la misma– ¡¿Y de quién es la culpa?! –Preguntó en tono seco y hastiado– ¡Si vienes sólo para molestar, puedes irte por dónde has venido! ¡Estoy realmente cansado!

Masamune retiró su dedo y se cruzó de brazos–. Tengo algo que decirte. –aclaró.

El más bajo suspiró cansado –. Si es sobre el tema del amor, ya te he dicho mil veces que no pierdas tu tiempo. No me interesa. –dijo tan calmado como pudo, mientras cerraba la puerta lentamente.

Takano puso el pie pegado en el marco de la puerta al ver las intenciones de Ritsu, para evitar que la puerta fuese cerrada, dejándola con una pequeña apertura–. Es relacionado con el trabajo –aclaró con tranquilidad, viendo cómo el otro abría de nuevo la puerta de par en par. Aunque no había quitado su entrecejo, parecía algo más calmado que hacía un segundo.

–¿De qué se trata? –preguntó esquivándole la mirada.

–¿No me invitas a pasar?

Onodera bufó y haciéndose hacia un lado, indicó con la mano que podía pasar–. Adelante –dijo sin ganas, viendo cómo el otro entraba al apartamento y se quedaba mirando su alrededor.

Era exactamente como su apartamento. Nada más abrir la puerta de entrada, estaba el escalón de entrada que daba pie al amplio salón que empezando por la derecha constaba de dos sofás en forma de L con una mesita en el centro. Frente al sofá, pegada a una corta pared, estaba la televisión junto a unos muebles y a la derecha, la ventana.

Desde el sofá, podía verse la cocina, al no estar separada por una pared. Una mesa cuadrada puesta en forma vertical, con cuatro sillas, estaba pegada a una encimera puesta en forma de C cuadrada invertida, que limitaba de alguna forma la cocina entre el comedor.

La cocina no era muy grande, pero si estaba bien equipada con los muebles empotrados en la pared. Tenía hornilla para encender los fogones, un horno y un microondas.

Sabía que después de la cocina, estaría el pasillo que conducía a tres puertas. Una al final del pasillo, que era donde se encontraba el cuarto de baño. Otra a la derecha, que daría seguramente a la habitación y pegada a ésta, la del lavadero con la pequeña terraza para tender ropa.

–Oye. Dime de qué se trata –continuó Onodera.

–Nuestros compañeros van a salir esta noche de copas. Me dijeron que te avisara, ya que no respondías al móvil y te fuiste corriendo sin despedirte como es tu costumbre –finalizó el discurso, dejando de mirar a su alrededor, para mirar al más bajo, quien lo miraba con cara de pocos amigos cruzado de brazos– ¿Y? ¿Vas a salir?

–Como te había dicho antes, estoy cansado. Además me duele la cabeza. –le contestó, desviando la mirada hacia otro lado.

–En otras palabras. No tienes resistencia al alcohol, ¿verdad? –concluyó, como si supiese la verdadera razón.

–Hmp… –miró al más alto–. ¡Claro que la tengo! Es sólo que no estoy de ánimos para salir esta noche –confesó más bajo y con algo de vergüenza al ser descubierto por el otro, aunque no lo admitiría.

–Entonces vas a quedarte para acostarte temprano –Imaginó. Se acercó hasta él y dejó su mano caer sobre su cabeza–. Eres muy responsable –tras decir esto, le revolvió el cabello, mientras sonreía con orgullo–. Buen chico –finalizó.

Se sonrojó por ese acto y su entrecejo se marcó aún más–. ¡Deja de hacer eso! –le regañó. Le hacía pensar que Takano–san lo veía como un perro cuando actuaba así.

–¿Por qué? Tienes el cabello realmente suave y… húmedo –reparó en que sus dedos estaban algo mojados–. ¿Te has duchado? Qué pena que no haya llegado unos minutos antes. –comentó–. Creo que me he perdido ciertos detalles por eso. –finalizó la frase con una sonrisa satisfactoria, sin dejar de revolverle el cabello suavemente, pero a la vez juguetonamente.

Eso molestó a Onodera, lo que hizo que le apartase la mano de un manotazo–. ¡Si hubieses venido antes, no te hubiese podido abrir la puerta de todos modos! ¡Pervertido!

–Bien. Dejando eso a un lado, sería mejor que salieras esta noche –aclaró con cierta calma, como si el insulto de Ritsu no le hubiese molestado en absoluto. Además su actitud era despreocupada con las manos metidas ahora en los bolsillos–. Ellos insistieron bastante en que salieras. Comentaron algo de un viaje y una reunión con el encargado. El encargado quería que todos los trabajadores estuvieran presentes. –El más bajo se cruzó de brazos, escuchando su relato– ¿Vas a ir? –volvió a preguntar.

Ritsu se detuvo a meditar unos segundos, mientras le esquivaba la mirada y miraba el suelo. Si fuese una simple reunión de compañeros podría faltar sin problemas, pero una reunión así con el encargado… debía de ser algo importante. Además, faltar en una reunión en la que estuviese su encargado era lo mismo que no tenerle respeto a su jefe de sección. Pero por otro lado no tenía ganas de salir y menos sabiendo que Takano–san iría también. Aunque si se quedaba, estaba seguro de que Takano–san también lo haría. ¿Qué era lo mejor? Miró al más alto y vio que sus ojos estaban puestos en él, como si con sólo mirarle, le pudiera leer los pensamientos. Realmente esa mirada le intimidaba. Seguro que estaba esperando una respuesta.

–¿Qué harás tú? –se atrevió a preguntarle sin tono de emoción en su voz.

Éste se encogió de hombros–. No llevo tanto tiempo en este trabajo, así que si falto por algún motivo, no creo que suponga ningún problema o falta de respeto. –hizo una pausa para acto seguido continuar–. Por otra parte, me gustaría integrarme más de alguna forma en el grupo con mis otros compañeros.

“O sea, que si yo falto, tu faltas. Y si voy, tu vas”, pensaba Ritsu, dejando escapar un suspiro de resignación–. ¿A qué hora es? –preguntó, indicando que iría.

–A las once, en el bar Kinnosuke. –concretó.

Asintió con seriedad. –Iré –dijo mientras caminaba hacia la mesa grande, para coger su teléfono móvil y verificar que era cierto que tenía llamadas perdidas de sus compañeros, pero ya que el móvil estaba en silencio y por las prisas de salir corriendo ni se había fijado en ese detalle.

–Bien, ¿entonces a qué hora quedamos para ir juntos? –preguntó a sus espaldas, fijándose en la figura del chico de cabello castaño.

Tras sentir un pequeño escalofrío recorrerle la espalda al pensar en lo que le podía suceder si se le iba declarando en mitad de la calle como era su costumbre, le contestó–. No me esperes. Tengo algunos recados que hacer antes, así que me iré por mi cuenta, jeje. –se metió el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.

–¡Jehh! –exclamó con calma, pensando en si Onodera le estaba mintiendo nuevamente o no.

Cuando Onodera se dio la vuelta, notó que el otro estaba algo pensativo, así que continuó–. Lo siento… –sonrió, cambiando totalmente su actitud de antes, por una más normal y apacible–… voy saliendo –le advirtió, caminando hacia él.  Se puso por detrás de Masamune y llevó ambas manos hacía su espalda. Le empujó de forma tranquila pero sin pausa hasta la puerta, invitándole a salir. Como anfitrión de su casa, abrió la puerta y cruzó por ella, viendo como Takano–san salía tras él con pasos tranquilos. Cerró la puerta y la echó con llave cuando éste estuvo fuera.

Cuando el chico de ojos verdes se dio la vuelta, vio que Takano–san se rascaba la cabeza–. Oye, Onodera. –Hizo una breve pausa antes de continuar– ¿No puedo ir contigo? Prometo no sacar el tema, ni decir, ni hacer, nada que te incomode durante el trayecto. –miró hacia un lado con un deje de melancolía en su mirada.

–No lo creo –se disculpó con una reverencia rápida. Echó a andar con pasos rápidos por el pasillo, alejándose de pelinegro–. ¡Nos veremos allí! –le advirtió sin dejar de andar, y sin voltearse, girando la esquina y desapareciendo de su vista.

“Quizá deba de dejarle un poco de tiempo a solas”, pensaba en mitad del pasillo, sin dejar de mirar hacia ese espacio en el que el más bajo había desaparecido.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

Nada más llegar al bar, Onodera vio a varios de sus compañeros reunidos en la mesa de siempre. Se disculpó por la tardanza y se sentó junto a su compañera en la última silla de la esquina.

El encargado presidia la mesa en el otro extremo de ésta. Había dos sillas vacías más. Como había previsto, Takano aún no había llegado. Se quiso adelantar por el hecho de que así podría elegir un sitio en el que quedara en medio de dos sitios ocupados ya. Así sabría que no tendría peligro de que el pelinegro se sentase a su lado. Miró hacia lo largo de la mesa antes de mirar a su compañera. Tenía suerte. Los dos asientos que quedaban libres todavía, estaban en la cara de en frente, en el lado contrario de donde él estaba y dos asientos más cerca del encargado.

–Onodera–kun, pensábamos que tú y Takano–san vendríais juntos –le habló su compañera, captando la atención de él–. Nos dijo que le pillaba de camino tu casa y podría recogerte en caso de que vinieras.

–Je, je –se rascó la nuca–. Bueno, he tenido que hacer unas cuantas cosas antes de venir aquí. Así que hemos tomado caminos diferentes –le restó importancia al asunto.

Tras quince minutos de espera, un compañero apretó el botón de su móvil, finalizando así una llamada. Había estado hablando durante un buen rato por el, aunque nadie le dio mucha importancia. Después de todo, había mucho bullicio en el bar y estaba repleto de gente. Así que más bien tenían que hablar a voces para entenderse. Las bebidas estaban servidas a lo largo de la mesa, pero nadie se había atrevido a empezar a tomar ni a ordenar ningún pedido para comer, hasta que no llegase el pelinegro, que era el único que faltaba por llegar. Después de todo era una señal de respeto hacia el nuevo integrante y buenos modales.

Takano por fin entró al establecimiento y se quedó unos segundos mirando desde la puerta a su alrededor para buscar la mesa donde supuestamente sería la reunión. En cuanto vio al encargado y a su grupo, se limitó a llegar hasta la mesa.

–Hola –saludó nada más llegar, captando la atención de casi todos. Vio que Onodera ya estaba allí, desviándole la mirada como siempre, así que ya entendió la situación. Miró a su encargado para darle una explicación de su retraso–. Lo siento, he tenido problemas para encontrar el lugar –se disculpó mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en una de las sillas vacías, para sentarse en ellas.

–No importa, chico –le respondió su superior.

Uno de sus compañeros que justamente estaba frente a él, le sonrió–. ¿Qué vas a tomar? ¿Sake? ¿Cerveza o refresco? –preguntó el chico dueño de unos ojos verdes y cabello negro, vestido con ropa informal.

–Tomaré cerveza –le contestó amablemente con una sonrisa, viendo como su compañero hacía una señal a un camarero y le hacía el pedido desde la mesa–. Por cierto, Shouta–san, gracias por las indicaciones. Sin tu ayuda no sé cómo habría llegado hasta aquí.

–Ha sido un placer. El tráfico también está a tope a estas horas –le contestó Shouta, viendo cómo el camarero, le ponía el vaso de cerveza sobre la mesa a Masamune.

–Gracias –agradeció Takano al camarero, mientras escuchaba a su compañero–. Sí, he tenido dificultad también para encontrar aparcamiento –le comentaba.

El encargado decidió ponerse en pie con un vaso de sake en la mano. Cogió una cucharilla y empezó a golpear el vaso para así llamar la atención de todos los presentes en la mesa, que no tardaron en mirarle, dejando todos, las conversaciones a medias.

Ya que toda la atención estaba puesta sobre él, decidió empezar–. Antes que nada, quiero agradecer que todos hayáis podido venir para esta reunión. Sin duda alguna me hubiese gustado que Matsumoto–kun hubiese estado en esta reunión, pero al final no ha podido ser. Nos tomaremos unos brindis después a su salud. Otra cosa más. Quiero ofrecer un brindis en honor a Takano–san, nuestro nuevo y reciente integrante en el grupo–. Levantó el vaso– ¡Kampai! –gritó, viendo como era imitado por el resto. Tan pronto dieron el grito, todos dieron un trago a las bebidas.

–Gracias –respondió el pelinegro con una sonrisa, tras darle el trago a su bebida.

–Bien –continuó el gerente, sentándose esta vez, ahora vamos a hablar de por qué os he reunido hoy aquí. –decía de lo más alegre.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

Tras el discurso del gerente, todos estaban hablando, bebiendo y comiendo. El ambiente era realmente bueno. Se notaba que había buena amistad entre los compañeros/as. Algunos platos de Takoyakis,Gyūdon y de Unagi Kabayaki * estaban repartidos a lo largo de la mesa. Ritsu bebía un refresco de naranja con hielo, mientras cogía una bola de Takoyaki pinchada en un palillo y se la echaba a la boca para saborearla.

Su compañera le dio un sorbo largo a la cerveza y soltó el vaso con un pequeño golpe en mesa.

–¡Wuah! –exclamó con una sonrisa. Miró hacia su izquierda para ver como su compañero Onodera estaba masticando la comida. –Nee, Onodera–kun –le llamó, con las mejillas sonrosadas que indicaban que ya estaba algo bebida. El nombrado, tragó la comida y se dispuso a mirarla con una sonrisa– ¿Vas a ir esta vez al viaje, verdad?

–Ah. Eso –se rascó la cabeza–. Je, je. Falta un poco de tiempo todavía, así que tengo tiempo de decidirme– completó la frase, cogiendo su vaso que estaba junto al de su compañera.

Su compañera hizo un mohín infantil con las mejillas en señal de berrinche– ¿Ehh? No me puedes dar esa respuesta otra vez. Ya hemos hecho cuatro viajes de empresa y en todos te has negado a ir. ¡Me dijiste que irías en el siguiente sin falta y ahora dices que te lo pensarás! –se quejó, sin elevar mucho su tono de voz.

–Es que estoy siempre ocupado –se excusó, dándole un trago a su bebida.

Ella levantó el dedo índice y empezó a negar con este–. Nt, nt, nt. Así no funciona esto. Cuando das tu promesa de algo, debes cumplirla. ¿O acaso no eres hombre? –preguntaba, viendo cómo el de ojos verdes dejaba el vaso de nuevo en la mesa. El de cabello castaño estaba dispuesto a contestar, pero fue interrumpido por otro compañero, antes de ni siquiera poder inventar una excusa.

–Reiko–chan, deja en paz a Onodera–kun. –Le regañó en tono tranquilo otro compañero sentado frente a ella, haciendo que los dos de enfrente pusieran los ojos en él–. Estoy seguro de que él tiene sus razones para no querer ir a ningún viaje con nosotros.

Ritsu sabía que esa explicación no daría resultado y su compañera empezaría un nuevo debate. Así que decidió echar la silla hacia atrás y ponerse de pie mientras apoyaba las manos en la mesa.

–Ahora regreso –avisó, caminando hacia los servicios.

Realmente no sabía ni que excusa poner. Cada vez se le ponía más difícil el hecho de mentir sin tener que contar sus verdaderos motivos. Si seguía así, estaba seguro de que sus compañeros tarde o temprano pensarían que algunos de ellos le hacía sentir incómodo. Y la verdad es que no era así para nada. Todos eran muy buenas personas y siempre se ayudaban unos a los otros, incluyéndole a él desde el mismo día en el que empezó a trabajar en el restaurante. Pero el tener que dar explicación a cada uno de ellos para que entendieran sus razones… Estaba totalmente seguro de que algunos de ellos no lo entenderían del todo y le insistirían aún más.

La verdad es que esta vez al menos sería un viaje relajante. Había escuchado maravillas de esos balnearios a los que pretendía llevarlos la empresa. Y encima los gastos eran pagados. La duración era de tres días. Podrían moverse por su cuenta, ya que cada uno era libre de hacer lo que quisiera en esos días. Últimamente se había sentido más estresado que nunca con Takano–san revoloteando a su lado y molestándolo siempre que podía.

Tras hacer sus necesidades, salió del servicio, cruzándose con dos hombres más en la puerta de salida de estos. Aminoró sus pasos, al fijarse en que el pelinegro seguía sentado en su silla, hablando animadamente con Shouta–kun con una sonrisa. Se le hacía raro que no hubiese aprovechado la oportunidad de ir tras él al servicio y molestarle. Puede que no se hubiese percatado.

Sin darse cuenta se detuvo en sus pasos sin dejar de mirarle, pensando en que podría seguir hablando animadamente con sus compañeros sin que Takano–san pudiese avergonzarle de alguna forma.

“Se siente extraño. Ya casi lo esperaba en el servicio”, se fijó que los dos pelinegros parecían estar concentrados en su conversación, fuese la que fuese. Asintió con la cabeza varias veces. “Mejor así. Aunque me sorprende que pueda tener una conversación con alguien durante tanto tiempo. Si fuese así conmigo no tendría tantos problemas”, se detuvo a meditar en lo que estaba pensando. “Después de todo no hace más que agobiarme con el mismo tema y eso me molesta”, desvió su mirada de esos dos, para mirar el reloj de su muñeca. Ya pasaban de las una de la madrugada. Regresó su vista a ambos jóvenes. “Creo que volveré a casa, aprovechando que no se da cuenta. Así me evitaré problemas con él y podré dormir tranquilo”. Pero, ¿cómo hacerlo sin que el otro se diese cuenta? Si no se despedía de los demás, sería una descortesía.

Empezó a caminar hasta la mesa y se sentó en su silla. Sus compañeros ya estaban más animados y quizá intentarían detenerlo, aún así se atrevió a hablar.

–Chicos, creo que me iré a casa –comentó a los de enfrente–. Estoy cansado y ya es muy tarde. Además, mañana hay que trabajar. –les recordó.

–¡No seas así Onodera–kun! –Le rogó Reiko–chan agarrándole del brazo derecho–. ¡Quédate un poquito más, anda! –pedía la chica. Ella tenía el cabello largo y rubio, parte de este recogido con una felpa. Era bonita. Sus ojos eran azules y su piel clara y vestía con ropa sencilla. Sus mejillas estaban sonrosadas, lo cual le hacía verse más dulce de lo que era ya su personalidad.

Sin dejar de mirarla, el de cabello castaño cogió su vaso–. Lo siento, pero en verdad me caigo de sueño –le respondió, dando un largo trago a la bebida, deteniéndose con rapidez e incorporándose hacia delante con los ojos bien abiertos. Por inercia iba a escupir el poco contenido que aún conservaba en la boca, pero permaneció inmóvil. Miró con rapidez el contenido del vaso. ¡Ese no era su refresco! ¡Era el vaso de cerveza de su compañera! Al observar que su compañera lo miraba, se sintió comprometido. Todo había sido tan rápido…

–¿Estás bien? –le preguntó la chica.

El joven sentía cómo las gotas de sudor le querían correr por la frente al encontrarse en una difícil situación. Así no tuvo más remedio que tragarse lo que aún tenía en la boca. Un sonoro ruido, probó que ya había pasado por la garganta.

–Sí, sólo me ha pillado de sorpresa. Lo siento –dejó el vaso en la mesa–. He bebido de tu vaso sin darme cuenta, je, je. –su risa fue algo lenta. Estaba seguro de que su vaso lo había dejado cerca de él. Ya no sabía si su compañera sin darse cuenta los había cambiado de alguna forma o él simplemente había sido idiota al no mirar y coger el otro por error.

Sonrió –. No importa –le restó importancia.

Ritsu agachó la cabeza. Se llevó su mano izquierda a la frente, recargándola así en la palma de la mano. Su flequillo era bastante largo, así que impedía ver sus ojos en ese momento. Dejó escapar un suspiro de resignación y levantó la otra mano. Un camarero no tardó en abrirse paso entre la gente, llegando finalmente hasta él.

–¿Sí, señor?

–Una cerveza, por favor –pidió derrotado sin moverse de posición.

–Claro –respondió el otro dirigiéndose a la barra.

–¡¿Eso significa que te quedarás un poco más?! –preguntó la chica emocionada. Al ver que el otro asentía mecánicamente, en su rostro se dibujó una gran sonrisa–. ¡Qué bien! ¡Brindemos por ello! –se animó ella misma, dándole un trago a su vaso.

“Esta noche va a ser larga”, pensaba el de ojos verdes sintiendo cierto tic en una de sus cejas.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

La gente se iba marchando a distintas horas. La juerga estaba siendo intensa. Incluso el gerente hacía horas que se había marchado a su casa. De los cuatro presentes en la mesa, tres de ellos se levantaron de sus asientos, poniéndose sus chaquetas.

Takano–san despidió a sus dos colegas y les vio salir por la puerta del local. Miró hacia Onodera y le vio darle un trago a su vaso. Caminó hacia él y le apareció a su lado izquierdo.

–Vámonos, ya es tarde –anunció, viendo cómo el otro miraba el interior del vaso, ahora vacío.

–¿Estás de broma? La noche es joven –le comentó, poniendo su vaso al revés para ver si caía más cerveza, pero no había ni una gota–. Yo me quedo.

El pelinegro se cruzó de brazos, estudiando la situación–. Tú te vienes –advirtió en su tono sereno.

–Aún es temprano –le restó importancia.

–Son las tres de la madrugada. ¿Quién era el que se quería ir sobre las una? –le recordó–. Además, si no te has dado cuenta, sólo quedamos tú y yo aquí. Incluso los camareros están por irse y el local por cerrar. No atrasemos más su hora de cierre –le hizo ver, viendo cómo Onodera miraba a su alrededor, verificando que era verdad.

Miró hacia la barra y levantó la mano–. ¡Otra cerveza, por favor! –pidió amablemente.

Takano–san se llevó una mano a la cara y un suspiró se le escapó. O le había ignorado completamente o no estaba dispuesto a obedecerle–. ¡Mejor póngala de lata, nos la llevaremos a casa! –aclaró el otro.

–¡¿Ehh?! –preguntó el de ojos verdes dándose la vuelta para verle, momento que el pelinegro lo cogió de un brazo y le ayudó a ponerse en pie. Sus mejillas realmente estaban sonrosadas y de alguna forma le hacían verse encantador. Dejándole aún de pie, se acercó a la barra para coger la lata y dejar el dinero a cambio. Se acercó a Onodera con una sonrisa, el cual se había cruzado de brazos–. ¡No me voy! –sentenció, viendo cómo el otro se detenía frente a él.

Takano se limitó a enseñarle la cerveza y en mecerla un poco para llamarle la atención–. Tengo tu cerveza, así que si quieres que te la dé, vas a venir. –aclaró con esa sonrisa suya de triunfo.

–¡No! –sentenció, estirando una de sus brazos con rapidez para querer coger la cerveza, pero el más alto, desvió la lata con rapidez hacia un lado. El proceso se realizó unas cuantas veces más–. Mmm… –dejó escapar un ruidillo ahogado al intentar concentrarse en atrapar la lata.

–Qué lento –añadió el otro. Onodera hizo un mohín infantil en sus mejillas que indicaba disgusto, pero rápidamente cambió la expresión en cuanto vio que Takano–san le ponía la cerveza frente a su cara–.Toma –le ofreció, dejando que el otro con movimientos lentos y no muy seguros la cogiese. Seguramente pensaba que en cuanto quisiera cogerla, volvería a retirársela.

Tan pronto como la cogió, amplió su sonrisa–. Por fin –anunció más calmado.

–Gracias –dijo Takano–san, haciendo que el otro enarcara una ceja sin comprender por qué le daba las gracias. Éste se agachó y colocando su hombro en los muslos del joven de ojos verdes, lo cargó como si fuese un saco de patatas al hombro–, me estaba estorbando para poder cogerte. –decía entre las quejas de Onodera, que pedía a voces que lo soltase–. Siento las molestias causadas, buenas noches –se despidió del dueño del local y los camareros ahí presentes, saliendo por la puerta.

Una vez en la calle, cruzó la carretera donde su Volkswagen jetta color negro estaba aparcado. Sacó de su bolsillo las llaves del coche y apretó el botón para quitar el seguro de las puertas desde cierta distancia.  Abrió la puerta del copiloto tan pronto llegó al coche sin dejar de sentir el golpeteo que Onodera le daba sin descanso en la espalda. Se agachó y dejó a Ritsu frente a la puerta ya abierta. Escuchando las quejas del otro, le puso una mano en la cabeza y le obligó a que se agachase.

–¡Sí, sí! –respondió fijándose más en que no se fuera a dar un golpe en la cabeza al entrar al coche, mientras lograba que el otro por fin se sentase, que en los reproches del de cabello castaño. Se apresuró a entrar en el coche y en sentarse en su asiento. Tan pronto lo hizo, echó el seguro de las puertas por dentro–. Ponte el cinturón –le recordó.

–¡Me sacas de quicio! ¡Te he dicho que se caminar solo! ¡¿Y por qué me pones en el asiento del copiloto?! ¡La parte trasera es más segura para mí! –Se quejaba, mientras escuchaba un sonido que indicaba que había echado el seguro de las puertas por dentro– ¡¿Para qué pones el seguro?! ¡No voy a saltar estando el coche en marcha!

–Quiero mantenerte vigilado, y desde atrás sería difícil poder hacerlo. –Arrancando el coche, hizo el juego de pedales al meter primera y agachó el freno de estacionamiento–.  Sólo te lo repetiré una vez más, ponte el cinturón. Si te pillan sin él, te caerá una buena sanción por incumplimiento de la ley. –miró hacia la derecha para verificar que no venía ningún coche por ahí–. ¿O tengo que detener el coche y ponértelo yo?

–Hmp… –reprimió un grito de enfado–. Ya lo hago yo –contestó en un tono gruñón pero apagado, poniéndose el cinturón–. Takano–san idiota –masculló, desviando su vista hacia su ventana.

&&&&MasamuneRitsu&&&&

Caminaba detrás de Ritsu, siguiéndole de cerca. El más bajo caminaba tranquilamente con su lata de cerveza en la mano izquierda, mientras que con la derecha se buscaba la llave de su apartamento en el bolsillo trasero de su pantalón. Por su cuenta se había bajado del coche, regañando al más alto de que no necesitaba más ayuda y podía caminar solo por su cuenta. Todavía seguía susurrando cosas que no podía entender, pero Masamune estaba seguro de que aún estaba enfadado por haberle traído a la fuerza del local.

No tardó mucho en llegar a su puerta. Por fin tenía la llave en la mano así que sin más, se dispuso a meterla en la cerradura. Pero la cerradura de esa puerta parecía estar jugando también con él.

–Estate quieta –susurraba, intentando acertar, pero la verdad es que no daba ni una.

Takano suspiró y le quitó la llave de la mano con suavidad–. Déjame a mí –le pidió y antes de que Ritsu pudiera reprocharle algo, añadió–. No es que la cerradura se esté moviendo. Es que tú no das ni una. –aclaró. Giró la llave, dando un pequeño empujón a la puerta para poder entrar, dejándola abierta, quedándose él con la llave en la mano–. Por Dios. No me equivoqué al pensar que tienes poca resistencia con el alcohol, pero esto es demasiado. –añadió, entrando en la habitación y encendiendo la luz sin problemas, ya que su apartamento era exactamente igual, sólo que cambiaban los muebles.

–¡Resisto muy bien el alcohol! –se quejó cruzándose de brazos, pasando por la puerta para por fin entrar. Escuchó que la puerta se cerró a sus espaldas y vio que la llave se le ponía en frente de sus ojos, colgando de la mano blanquecina del más alto, quien se había puesto detrás. En cuanto las vio, intentó coger la llave del que colgaba un llavero, pero por alguna extraña razón sólo estaba cogiendo aire. Masamune retiró las llaves y se puso frente a él, le cogió la mano y en ella le depositó las llaves con una sonrisa burlona.

–Oh, sí. Ya lo veo –aclaró–. Sólo has tomado dos cervezas y ya estás así. No quiero saber qué pasaría si el nº de ellas aumentara –hablaba mientras se quitaba los zapatos y los dejaba al lado del escalón para ponerse las zapatillas de casa para los invitados.

¿Cómo sabía cuántas cervezas había bebido? Si había estado bien entretenido hablando todo el tiempo con Shouta–san– ¡Te crees que lo sabes todo! –bramó, viendo cómo éste se sentaba en el sofá. Se apresuró a quitarse sus zapatillas de forma descuidada y a introducir los pies en las zapatillas de casa. Tan pronto llegó a la altura del sofá, dejó la lata de cerveza en la mesita y se arrodilló en el suelo frente a él, adoptando una postura cómoda.

–Es que lo sé casi todo de ti –contestó, echando su cuerpo hacia delante, apoyando su codo derecho en su muslo y recargando el dorso de su mano en la barbilla.

–¡¿Qué hay con esa pose de interesante?! –bramó–. Es imposible que lo sepas casi todo sobre mí. La primera vez que nos vimos fue en el restaurante. –añadió, señalándolo con el dedo índice acusadoramente–. Hace dos semanas, lo que lo hace totalmente imposible.

–¿Estás seguro? –preguntó, viendo que Onodera centraba ahora su atención en la lata de cerveza.

–Por supuesto –decía intentando abrir la lata sin mucho éxito.

–¡Jouhh! –añadió de forma pausada, observándole.

El otro enarcó una ceja, deteniéndose en su labor– ¿Qué significa eso?

–Estás muy confiado. Aunque déjame decirte que no ha sido así. Nos hemos visto otras veces, aunque fue hace mucho tiempo. De todas formas hay cosas que desconozco todavía de ti.

–Qué pena. –continuó intentado echar hacia atrás la anilla de la lata, esta vez consiguiéndolo. Sonrió en cuanto vio su éxito, por fin podría seguir bebiendo–. Parece que tu labor de acosador tiene un límite. –Agregó antes de darle un trago a la cerveza, para después dejar escapar una bocanada de aire– ¡Wah! –Decía al tiempo que sus mejillas se remarcaban de nuevo en un tono más rojizo–. Te daré un consejo. Los amores a primera vista no funcionan. Pareces ser alguien enamoradizo, después de todo, no pasaron más de diez minutos entre que te enseñé el restaurante por dentro y las instalaciones, y ya me pedías salir –decía con calma sin soltar la cerveza de la mano, moviéndola suavemente hacia los lados–. Lo tuyo no es más que admiración hacia mí. –asintió–. Estás confundido. Pero si lo piensas con lógica es la teoría más adecuada y razonable.

–Te corrijo. No ha sido en diez minutos, sino diez años. Y dejando lo de la admiración a un lado, me has gustado desde entonces. –confesó con calma.

Ritsu le miró por unos segundos en silencio hasta que finalmente se echó a reír con descaro–. Jajaja. Venga ya. Eso es imposible –explicó, intentando aguantarse la risa–. Nadie permanece enamorado de una persona tanto tiempo.

–No miento –respondió en tono tranquilo y seguro.

–Takano–san, no intentes tomarme el pelo –hizo una pausa para darle otro trago más a su bebida–. Si eso es así, ¿cómo es que yo no lo he sabido? Pareces bastante directo. Así que no me puedo imaginar algo así de ti, viendo tu incansable persistencia.

–Varias cosas influyeron –se excusó, levantándose del sofá, para sentarse en el suelo–. Ahora tengo vía libre. Puedo conquistarte. No sé cómo lo haré, pero lograré que aceptes salir conmigo.

–Jeh, adelante. –comentó, soltando la lata de cerveza en la mesa y apoyando ambos brazos en ella–. Pero te advierto que no tienes ninguna posibilidad. –le dejó claro, con una sonrisa de seguridad.

–En verdad has cambiado bastante. No pareces tan ingenuo y despreocupado. –Decía sin perderle de vista–. Pero debo reconocer que ese toque agresivo también me gusta. –apoyó su codo en la mesa y recargo su barbilla en la mano para mirarle más fijamente.

–Nt –chasqueó la lengua desviando la mirada–. Realmente no conoces lo que es tener vergüenza. Deja de mirarme así, me incómoda. –comentó con voz áspera.

–¿En qué sentido? –se atrevió a preguntar a riesgo de ser voceado de nuevo.

–Tu mirada me intimida demasiado. Y además, está tu altura. –confesó en tono algo más bajo pero perceptible para Takano–san–. En serio… –añadió esquivando la mirada ahora hacia la cerveza –… ¿qué te dieron de comer de pequeño? –El más alto no tuvo más remedio que llevarse la mano de su barbilla a la boca para tapársela, intentando aguantarse sin mucho éxito una carcajada ahogada.

Al escuchar la risa, Onodera le miró con el ceño fruncido a la vez que cogía la cerveza con su mano–. ¿De qué te ríes? ¡Lo digo en serio! ¡Eres muy alto! –Enarcó una ceja, al cruzar otro pensamiento en su cabeza–. Por cierto…–recapacitó unos segundos al estar mirando al otro– ¿Qué haces en mi casa a estas horas? Deberías irte a dormir ya. Además, no recuerdo haberte invitado a entrar y mucho menos a que te sentaras –anunció, dándole un trago a la lata con tranquilidad.

–Estoy preocupado por ti. Así que hasta que tú no te vayas a la cama, yo no lo haré –añadió con su tono grave pero con palabras suaves.

–Tu sinceridad me abruma. –Confesó el de cabello castaño dejando la lata de nuevo en la mesa–. ¿De qué hablabas con Shouta–kun? –preguntó desviando la mirada, sin mirar ningún punto en particular.

–Oh. Así que estás celoso –dibujo una sonrisa en sus labios.

–¡No es eso idiota! –Gritó, devolviendo su vista hacia él, nada más escuchar lo dicho por el de ojos marrones. Suspiró para intentar calmar su temperamento–. Es sólo que no te creía capaz de seguir algún tipo de conversación con alguien. –confesó con voz ronca.

–Vaya. Parece que alguien ha estado pendiente de mí toda la noche. Eso me hace feliz –aclaró rascándose la cabeza con aire despreocupado, sin borrar esa sonrisa de sus labios.

Onodera se sonrojó al pensar que había dicho algo que no debía–. No. No es eso –contestó empezando a jugar con sus dedos nerviosamente, mientras se las miraba–. Es que conmigo no te comportas así para nada. No somos capaces de mantener una conversación normal que es cómo debería ser. Simplemente me sorprendió. Pero no es como si me importara o algo así. Pero creo que nos hubiésemos llevado mejor desde el principio. –argumentó con cierto enfado, sintiendo calor en sus mejillas.

–Eso es porque alguien se la pasa esquivándome en el trabajo. –le recordó empezando a desperezarse, viendo cómo el otro jugaba con sus manos sin parar, como si en ellas hubiese algo realmente entretenido.

Tan pronto escuchó la respuesta del otro, añadió–. ¡Si alguien no me acosara todo el tiempo en casa y en el trabajo, eso no sucedería! –le regañó mirándose sus manos, viendo cómo una mano blanquecina atrapaba una de las suyas. Realmente era más grande que la suya, eso podía verlo, ya que apenas veía su mano. “Es cálida”, pensó.

–Ritsu, mírame –le pidió amablemente, llamándole por su nombre.

Así lo hizo, sin entender qué hacía esa mano puesta ahí– ¿Mn?

–Mi amor por ti es totalmente sincero. No quiero que lo olvides –su voz susurrante había entrado en los oídos de Ritsu, como un escalofrío a pesar de la distancia que los separaba en ese momento. Aun así, provocó un gran sonrojo en las mejillas del chico de ojos verdes y más al ver la expresión seria del que tenía en frente.

Takano parecía no mentirle y ser totalmente sincero en ese momento. El joven de cabello castaño apartó su mano con lentitud y miró hacia la cerveza–. Lo siento por ti. Pero mañana no recordaré nada esto. Lo único que recordaré será un intenso dolor de cabeza por haber bebido –confesó con calma, echándole el último trago a la cerveza, quedando la lata totalmente vacía–. Bien. Ya no hay cerveza, así que me iré a dormir–. Le señaló con el dedo índice–. Tú deberías hacer lo mismo o mañana no podrás cumplir con tu trabajo como es debido. Estás a mi cargo, así que si tú tienes problemas, yo los tendré –añadió poniéndose en pie, tambaleándose hacia el lado al hacerlo.

Se apresuró a ponerse en pie– ¿Estás bien? –preguntó, caminando hacia él.

–Sí, sólo estoy cansado.

Takano suspiró al ver que no reconocería que estaba borracho–. Apóyate en mi hombro, te llevaré a tu habitación. –aunque pensó que el otro se negaría, no fue así. Poniendo su mano derecha sobre el hombro del más alto, consiguió ser guiado despacio hasta su habitación. Takano retiró el edredón de la cama hacia atrás, para permitirle al más bajo entrar en la cama sin problemas. Ritsu se enjugó uno de los ojos antes de sentarse totalmente en la cama. No dudó en meterse con la ropa puesta en la cama, tumbándose de lado y en arroparse. Cerró los ojos y fueron segundos los que tardó en quedarse dormido.

Masamune lo observó detenidamente. Estaba realmente adorable con ese sonrojo y había conocido otra cosa más acerca del chico que le gustaba desde hacía tanto tiempo. Ahora estaba realmente indefenso y podría ser su oportunidad para acercarse un poco más a él. Con movimientos sigilosos y suaves, acercó su mano hasta la cabeza de Onodera, más concretamente el flequillo. Le retiró unos cuantos mechones hacia atrás, ya que le impedían verle la cara. Sonrió al ver que estaba cumpliendo su objetivo.

Ahora tenía un atractivo más maduro que hacía unos años, pero no por ello dejaba de ser increíble en muchos aspectos. Realmente Ritsu le había robado el corazón desde el instante en que lo vio. Se atrevió a seguir con esa labor durante unos minutos más, pero por miedo a despertarle, decidió que por ese día sería suficiente para él. Si sólo podía seguir mirándole de lejos sin hacer un tipo de acercamiento más profundo, definitivamente seguiría esperando por él, hasta que llegase el momento oportuno.

Se agachó y con cuidado depositó un suave beso en la frente sin hacerle mucha presión, aunque sí aguantando un poco en la zona. Para él ya era difícil el no besarle en los labios cada vez que lo tenía en frente. Pero por respeto a Ritsu, no lo haría.

Apartando sus labios unos milímetros, volvió a juntarlos de nuevo en la frente, finalizando la tarea de una vez. Se alejó con el mismo sigilo y con una sonrisa dibujada en sus labios. Ya había conseguido mucho más que en todos estos años de ansiada espera. Aunque fuese algo simple, para él tenía un gran valor.

–Buenas noches, Ritsu –susurró casi tan bajo que ni él mismo se había logrado escuchar con total claridad. Se dio media vuelta y cuando estaba dispuesto a empezar a caminar, el que dormía, dejó escapar una palabra entre sueños con voz algo ronca y suave, que de no ser por el oído bien desarrollado de Masamune, cualquiera hubiese podido pensar que se trataba de un simple suspiro.

–Yanase.

Takano abrió los ojos en señal de sorpresa. Giró su cabeza para ver que efectivamente el de cabello castaño seguía dormido con la misma expresión tranquila de antes. Miró de nuevo al frente y bajó la mirada hacia el suelo con cara de preocupación. En silencio, salió de la habitación, dándole al interruptor para apagar la luz.

Continuará…

Notas finales:

*Takoyakis hechas básicamente de harina de trigo y unos trozos de pulpo. Se hace en forma de una bola (del tamaño de la de Ping Pong). Sus ingredientes son: masa de harina de trigo con huevo y agua, trozos de pulpo, jengibre encurtido troceado, alga, etc.

Unagi Kabayaki es un término japonés genérico para un plato de pescado fileteado, sin espinas y mojado en una salsa dulce a base de soja que luego se hace a la parilla y alude a la anguila.

Gyūdon es un plato de la cocina japonesa que consiste en un bol de arroz, cubierto con carne de ternera picada y cebollas, previamente remojadas en una salsa dulce aderezada con salsa de soja y mirin.

No olvidéis darme vuestra opinión. Eso es todo por ahora. Cuidaros mucho, xao.


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