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Toques que queman por Romantic Coffee

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Notas del fanfic:

Vale, este fanfic es Difícil de entender. 

Basado 70% En una historia real ¿Debe ser por eso que no puedo explicarlo mejor? 

Escribirlo todo sería una novela, yo sólo debía desahogarme con la No historia feliz. 

 

De todos modos, espero que lo entiendan. En realidad no es tan complicado y sé que son inteligentes ♥ 

 

Estoy molesta Haha. Dedicado a mi mejor Amigo. 

 

Se me ha olvidado como redactar otra vez -Inserte cara feliz acá-. NO ME MATEN ♥


Notas del capitulo:

Joder. Ah. 

 

Me pone mal la semana de mi cumpleaños ¿Si? 

 

Da igual, Traten de entenderlo.

 

Cualquier duda, Yo no muerdo ;) ♥ 

 

-Se va a ver si puede hacer otra cosa que no sea dormir y enfermarse-. 

¿Has oído ya esa historia de amor con un final feliz?

 

...Eso es un cliché, esto es un cliché.

 

Bueno, quizá no tanto.

 

Su instinto le dijo, le gritó que no fuera a aquella fiesta, que era el comienzo de la temporada de verano. Nada extravagante, solo una junta distorsionada con alcohol por cantidades exuberantes, al menos para él.

 

Y oh, debió haberse ido cuando sus amigos ya comenzaban a arrastrar las palabras de forma algo graciosa y pastosa. Debió.

 

-No le encuentro gracia a esto, Jennifer. -Sentenció con el semblante serio. Su amiga reía escandalosa agitando el vaso de vodka naranja mientras lo arrastraba hacia la masa que miraba una botella girar. Por dios, si faltaba poco para hacer una orgía, pero la chica negó repetidas veces, empujándolo para que se hiciera un espacio.

-Javier también juega, eh -Medio gritó ella, y el nombrado se hubiera resistido de no ser por los profundos orbes negros que posaron la vista sobre él. En ese momento, muchas cosas dejaron de tener sentido.

 

¿Y cuánto tiempo había pasado ya?

 

De seguro no el suficiente ¿Verdad? Pues aún tenía el recuerdo nítido de aquellas manos aferradas a su cintura, y de esa nariz enterrada en su cuello. Oh claro, esos toques que habían dejado huella en su piel.

 

Suspiró frustrado, porque las cosas no iban bien. Porque aún debía verlo un par de veces a la semana, porque le provocaba cosas que nadie había provocado antes, porque sus ojos grandes como los de un cachorro le parecían a cada minuto más lindos. Estaba frustrado, enojado consigo mismo y con todo el mundo a su alrededor,

 

¿Alguien hizo algo por solucionarlo?

Nada.

 

-Quizá las cosas no están tan bien como parecen. No fue cosa de una noche, y seguirá repitiéndose.
-Sólo si tú lo permites. –Comentó una de las chicas.

-Sabes que no va a pararlo –Argumentó la otra.

-Duele ¿Saben? Lo mejor hubiera sido no conocerlo.- Javier suspiró, confesándose a sus mejores amigas que le miraban expectantes. Pero las chicas no supieron qué decir, si enamorarse no era una buena idea, pero olvidarlo no estaba en los planes.

Un mes había pasado ya desde aquél encuentro, un mes comiéndose la cabeza sin saber que hacer. El alcohol no era un buen amigo, Javier lo sabía mejor que nadie.

Necesitaba despejarse, y bailar era una buena opción, siempre lo era. Lástima, que con el amor las neuronas se derriten lentamente de una en una, y ninguno recordó que ambos compartían la misma pasión.

 

No fue si no hasta que se miraron a través del espejo de la sala de ensayos, que notaron que se tenían tan cerca, y tan lejos a la vez. Maldijo mil veces que sus grupos fueran amigos, estar en un círculo cerrado de amistades que no te permiten olvidar ni alejarte. ¿Cómo apartarse cuando su vida iba entre la universidad y aquella sala de ensayo, en la que justamente y por primera vez solo estaban ellos dos?

 

-Pablo… -el susurro ahogado se escapó de sus labios, y los tapó de inmediato, como un niño pequeño que ha dicho un garabato cerca de los adultos. Pero el nombrado levanta la vista, y muchas cosas atacan ambos cerebros. Sin embargo, la música irrumpe en el lugar, y ninguno sabe qué hace pero vuelven la vista a su espejo y continúan bailando.

 

Necesita, debe, tiene que ser un sueño. Porque los milagros no existen para Javier, por ende no da crédito a los labios desesperados que recorren su cuello dejando marcas visibles, sacándole gemidos y quejidos ahogados. Pablo es curioso, sus manos no están quietas y recorren sin cuidado alguno el cuerpo del contrario.

 

Besos, jadeos, gemidos, toqueteos. Es sexo con ropa.

 

En los baños de la sala de prácticas…

 

Ambos parecen haberlo olvidado, y es que en verdad todo se fue al carajo en el momento en que los besos empezaron a descender más allá del cuello, cuando dejaron de ser mordisqueos en la clavícula. Unas llaves resonaron a sus espaldas, y la puerta se abrió dejando ver a una chica no más alta que ninguno, pero con unos tacones que ambos se sorprenden de no haber escuchado. Ella sonríe, y Javier no hace más que sonrojarse de golpe y ponerse de pie. Pablo no está mucho mejor, y si no conocieran a la colorina, habrían caído desmayados por la presión y la falta de oxígeno.

 

-Tenemos que cerrar –Dice ella, como si nada hubiera pasado. La sonrisa en sus labios rojos indica totalmente lo contrario, pero ninguno tiene ánimo de llevarle la contraria por lo que solo asienten, acomodando su ropa y abandonando el lugar cabizbajos, no pueden llevarle la contraria a la Dueña del lugar. Oh joder, vaya coincidencias de la vida.  

 

Pablo sale primero, y la chica continúa en la puerta con esa sonrisa maquiavélica. 

 

-El cinturón no es límite, cariño. –le susurra cuando pasa por su lado. Javier en verdad, ya no quiere ninguna sorpresa más. No por hoy al menos.

 

Parece mentira, pero Pablo le ha esperado para acompañarlo a casa. Viven cerca, es inevitable verse de vez en cuando. Y si a Javier no le comiera la ironía, incluso le llamaría vecino.

 

Caminan en silencio por las calles oscuras, ninguno tiene algo que decir en verdad. ¿Explicaciones? ¿Para qué? Lo único que le basta saber a ambos, es que estaban sobrios. Ni una gota de alcohol de por medio.

 

-¿Esto… está bien? –La pregunta quedó en el aire, con un Pablo demasiado nervioso por haberla hecho, y un Javier mirando a la nada. Necesita, muy en su interior, gritarle que no. Pero sigue siendo un hombre, y su orgullo es más fuerte que todo esto y mucho más. Voltea hacia él, han parado bajo la luz de un foco algo roto que alumbra a Pablo y lo deja a él en penumbras. –Digo, no lo sé… pasó muy rápido.

 

Oh, claro que lo sabe. Solo hizo falta un tirón en su manga, cerrar los ojos y sentir como era empotrado contra una fría pared de baldosa. Así de rápido.

 

-¿Porqué no habría de estarlo? –responde. Logra sonar firme, aunque las cosas son de una manera muy diferente en realidad. –No pasa nada ¿cierto?

-No, nada.

 

Y han vuelto ha evitar el tema, una vez más.

 

Podría ser, que el camino era el equivocado... o sus labios eran demasiado adictivos.

 

Pero las cosas no cambiaron, y los encuentros continuaron cada vez más fogosos. Ya no hacía falta una fiesta, ni una botella, ni una palabra. No hay explicaciones, ni un lo siento, ni un quizá. Es sexo, no es amor. Una diferencia cruelmente significativa.

 

Se encuentran, se evitan si es para hablar. Pablo ya ha casi olvidado los días en que podía quedarse conversando hasta entrada la noche con Javier, de todo y de nada. De un mundo y un abismo demasiado alejados, como lo es el amor. Las palabras ya no existen, y ambos saben que no habrá ni un saludo antes de que devoren sus bocas como si fuera la primera vez.

 

-¿Qué pasa con todo esto? –Ambos están tirados sobre la cama, mirando el techo. Con las sábanas cubriendo sus cuerpos demasiado separados como para darse calor. Javier ha reunido todo el valor que tiene para preguntarlo, pero no sabe a qué se refiere en realidad. Pablo suspira, algo mezclado con un ‘no tengo idea, pero ha pasado’.

-¿El qué?

-Nosotros.

                                                               

Ya de eso, habían sido dos meses más.

 

Y pintaba para ser mucho más, si no lo detenían ya.

 

Un par de besos inocentes, bajando de los labios hasta el cuello. Jugueteando con su lengua desde la clavícula hasta el lóbulo. Se escapa rayando con sus dientes hasta los pezones y vuelve a besar y acallar los labios de Javier. Nada tiene lógica a su alrededor, solo sabe que Pablo está ahí, haciendo lo único que hacen siempre.

 

Solo que esta vez, ambos cruzan las miradas. Javier traga seco y siente que se le empañan los ojos cuando Pablo muerde su labio inferior. Sus manos tienen vida propia al parecer, y alejan suavemente a Pablo por los hombros.

 

Necesita más que nunca, respirar. Llenarse los pulmones de un aire que no le sepa a él. Lamentablemente, lo tiene demasiado cerca para eso.

 

-¿Crees que deberíamos dejar de vernos? -Susurró preocupado, con la vista fija en sus manos que no se quedaban quietas en ningún momento por los hombros del contrario. Pablo suspiró, ladeando el rostro hacia el lado. -Las cosas no pueden seguir así...

-¿Y tú crees que no lo he pensado ya? -Refutó nervioso. Su amistad con Javier era aún más importante que un par de estupideces- No quiero hacerte daño, pero tampoco voy a alejarme de ti... eres mi amigo.

 

Y la palabra duele, como los mil demonios. Se incrusta en su corazón y pierde el aliento, no puede decaer frente a él. Mira hacia abajo, parpadeando rápidamente para que las lágrimas saladas no mojen sus mejillas y lo ahoguen en penas. Inhala luego de unos segundos y vuelve a besarlo.

 

Al menos así lo puede distraer un poco, y así mismo de paso.

 

Amigos…

 

-Eres un estúpido -Comentó al aire, pero no supo si iba para él, o para Pablo, quien se removió inquieto entre sueños. Javier tomó su ropa, negando repetidas veces mientras volvía a vestirse para abandonar el lugar.

 

De todos modos, los dos lo eran. Pablo ya sabría dónde buscarlo más tarde.

 

Abandonó el lugar, sacando un cigarrillo de los pantalones ajenos que el mayor había dejado por ahí. Un maldito vicio al que le había arrastrado por los nervios. Su casa estaba cerca, muy cerca pero necesitaba pensar.

 

Aquella semana, se maldijo una y mil veces. Odió a todos, a todo, a él mismo y a Pablo.

 

<< Necesito verte >>

 

Poner algo más al mensaje, sería un desperdicio de tiempo.

 

La hora llegó, sacándole de sus pensamientos. Se dirigió lentamente hacia la banca en la que se encontraba Pablo, mirando el piso. Tomó asiento a su lado, y el silencio se hizo presente durante un rato.

 

¿Qué decir?

¿Cómo decirlo?

 

-Javier, yo… -Iba a hablar, pero Pablo fue más rápido. –Volví con Nicolás ¿Lo recuerdas?

 

¿Cómo no recordar?

 

No recordar que había ido a la fiesta a embriagarse por la ruptura, como olvidar que aún gemía su nombre, o lo decía en sueños. Javier no podía olvidar todo eso.

 

Quizá deberían dejar de verse y frecuentarse, porque no sabía a quién de los dos le hacía peor. De seguro a él ¿Cierto? ¿No estaba siendo egoísta?

 

No. No. No.

No podía ser egoísta con ese amor alocado que crecía en su pecho, simplemente no podía.

 

Porque todo estaba bien, como al principio.

 

Sonrió, con una mueca falsa y desesperada que el estúpido de Pablo no supo ver. Sonrió y golpeó su espalda repetidas veces, poniéndose de pie.

 

-Entonces esto se acabó, así de fácil. –Su voz se quebró a final de palabras, sus ojos se aguaron y las piernas le temblaron. Pablo asintió en silencio, volviendo su vista al suelo en un par de segundos.

-¿Nos vemos…?

-Obviamente.

 

Y mentía, no por querer ni por capricho. Pero las lágrimas ya no podían retenerse más.

 

Pablo sonrió con una confianza ciega, y le dio la espalda, abandonando el lugar en unos minutos.

 

¿Cómo retener a tu lado algo que nunca fue tuyo?

 

Javier no supo qué fue, que era, ni qué iba a ser.

 

Necesitaba pensar, necesitaba gritar y llorar.

 

Necesitaba sobre todo, no verlo más.

 

Por eso, necesitaba olvidar esos toques, esos que aún queman en su piel.

 

Porque el amor es ciego, y tonto por lo que veo. 

Notas finales:

Soy un asco. Tienen derecho a patearme y gritarme en la cara que no merezco volver a escribir.

 

Yah, ando sensible 

-Por no decir, con la hueá-. 

 

Eso, Hasta el año 2020. ♥ 

  

Si llegaron hasta acá sin que les sangren los ojos, tienen derecho a un chocolate ¿Vale? Suerte con eso. Gracias por leer ♥ 

 


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