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Aún después de la muerte por Shisain-chan

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Notas del fanfic:

Buenas tardes.

Hace un par de días me llegó la inspiración para comenzar este fic.  Sí, tengo otros pendientes pero tenía que iniciar con éste. Y si no actualizo tan pronto como quisiera, comprendan que, como muchas, busco cada segundo para escribir aunque no siempre sean tan fáciles de encontrar.

Este fic es un AU y en mi realidad, Edward y Alphonse no solo no son hermanos, sino que nunca se conocieron.  El punto de vista se centra más en el de Roy aunque claro que tocamos también el de los demás. Hay algo de fantasía, si es la palabra adecuada, ya que esta me encanta. Todo debería ser siempre así: mágico.

Lo que esta entre comillas, centrado y en cursivas son flash back de Roy.

Y por ultimo *reverencia* Se le atribuyen todos sus debido derechos a Hiromu Arakawa que contribuyó con los personajes.

Notas del capitulo:

Lean y espero les guste :3

 

Shisain-chan♥

Eran las ocho de la mañana, en pleno domingo cuando el sonido metálico de algo pesado al caer, despertó a Roy Mustang. Muy a su pesar, se levantó de las cómodas sabanas. Descalzo, caminó hacia la ventana desde la cual podía observar la calle. Se trataba de la rampa de un camión de mudanzas, aparcado en la casa de al lado, la cual desde hacia seis meses estaba deshabitada.

Roy se talló los ojos, para quitarse un poco el sueño. Acto seguido, se dio la media vuelta decidido a comenzar su día.  Le llevó media hora tomar una ducha de agua caliente y vestirse: un par de jeans, tenis deportivos y una playera color negro  con un pequeño símbolo blanco a la altura del pecho.  Bajó ala cocina para prepararse un café. Ya estaba mentalizando su nefasto domingo, como todos los demás. Pues dicho día, cuando no estaba dormido con la cabeza a punto de explotar a causa de la resaca por haber bebido hasta caer inconsciente; estaba aburrido encerrado en casa soportando la resaca del mundo entero en general.

En cuanto la cafetera sonó, Mustang se llevó el jarro entero en busca de una taza en la cual preparar su bebida matutina. Un poco de leche y azúcar. Dio los primeros sorbos, parado frente a la ventana, pues sentía algo de curiosidad por el personal que bajaba muebles del camión de mudanzas. A juzgar por el tipo de muebles que bajaban, seguramente se trataba de otro matrimonio joven. Justo entonces, un Honda Civic color plateado se detuvo justo delante del camión. Nuevos vecinos, pensó, dándole otro sorbo a su caliente bebida. Pero Roy  se sorprendió cuando a la persona que conducía el automóvil. Lo que menos esperaba era ver a una hermosa mujer rubia, vestida con una playera blanca, sin mangas, bastante entallada; una minifalda de mezclilla y un par de conversse negros que le llegaban  hasta las rodillas. La chica sostenía un teléfono celular en una mano y cargaba una caja de cartón en la otra.

Sonrió. Quizás no sería un día tan aburrido como pensaba.

 

*   *   *

 

Riza Hawkeye bajó del auto  mientras oprimía la tecla para cortar llamada en su teléfono y cerraba  la portezuela con la cadera. Casi suelta la pesada caja con diarios y agendas que llevaba en el brazo izquierda.

— Maldición…—murmuró.

Ella echó una mirada al interior de auto, a la persona que se encontraba en el asiento del copiloto. Al ver que ésta ultima no mostraba intenciones de bajar, arqueó una ceja  y se inclinó para ver y ser vista por la ventanilla del auto.

— ¿Qué estás esperando? —preguntó con una amable sonrisa.

El adolescente de cabellos castaños que se encontraba pegado al asiento, no despegaba la mirada del móvil, mientras tecleaba en él una serie de palabras a gran velocidad. Luego de unos segundos, por fin se volvió para mirar con sus grandes ojos plateados a la chica.  

— Tranquila, estoy enviando un mensaje —dijo con un deje de fastidio y volvió su atención a su celular.

Riza puso los  ojos en blanco y esta vez le habló con un tono más imperativo.

– Al ¿Puedes por favor bajar y ayudar con las cosas?

Escuchó una suerte de gemido por parte del chico y se incorporó nuevamente. Sería un día largo, había demasiadas cosas por hacer y a él se le ocurría ponerse como un niño.

— Buenos días —escuchó una voz grave.  

Ella pudo ver a un hombre de tez blanca y cabellos oscuros. A simple vista, le pareció un chico apuesto  pero conforme el joven fue acercándose hasta ella, le pereció el doble de guapo. Él se detuvo frente a ella, clavando sus hermosos ojos negros en los suyos, mientras esbozaba una sonrisa segura.

— Soy Roy Mustang, su  vecino —dijo tendiéndole la mano.

La chica intentó corresponder su saludo pero al tener ambas manos ocupadas lo único que pudo ofrecerle fue un el dorso de su mano. Esto le hizo gracia a Roy, quien tomó nota de la bella sonrisa de la joven.

— Riza Hawkeye —se presentó.

Roy la miró de manera galante por unos instantes antes  de continuar hablando.

— Permíteme ayudarte —acto seguido, se inclino para coger la caja que Riza cargaba—. Puedo ayudarte a llevar todo a la casa. Tengo tiempo.

— Eso sería excelente —entonces Riza recordó que le había pedido ese mismo favor a Alphonse segundo antes. Se dio la media vuelta y notó que el joven aun no había descendido del automóvil, cosa que la irritó—. ¡Alphonse! ¡Baja del auto AHORA! —le exigió enfatizando la ultima palabra.

Roy vio al adolescente bajar del automóvil. Era imposible que fuera hijo de Riza pues debía tener unos diez y seis años. El chico no le quitaba la vista a su teléfono, ni siquiera para ver por dónde caminaba, pero como pudo, llegó hasta ellos.

Un poco exasperada, Riza le dio un ligero golpecito en el hombro al muchacho.

— Él es el señor Mustang. Vive al lado y nos ayudará a llevar las cosas adentro.

Alphonse a penas lo miró, murmuró un “mucho gusto” se dirigió al interior de la casa sin esperar respuesta de su vecino. Riza volvió a levantar los ojos al cielo, abrió la cajuela de Civic y sacó una maleta negra con ruedas e invitó  a Mustang a pasar.

Al continuó su caminó hasta el segundo piso, por su parte, Riza y Roy entraron al salón.

—Disculpa a mi hermano —se excusó Riza—. No está muy contento con la mudanza.

— ¿Así que es tu hermano? —cuestionó divertido, pensando que no se parecían en nada.

— Toda la semana ha estado insoportable. Él normalmente no es así –la joven comenzó a sacar las cosas de la caja de cartón que Roy había dejado sobre una mesa.

— ¿Puedo saber qué los trajo aquí? —inquirió Mustang, observando atentamente a la joven.

— Mi trabajo —ella lo miró a los ojos—. Soy editora. Me ofrecieron un mejor puesto en la editorial  y por eso me vi obligada a mudarme

Justo entonces un sonido se emitió del blackberry negro de Riza Hawkeye. Ella reveló que se trataba de un e-mail de la editorial. Educadamente, le pidió a Roy un segundo para responderlo mientras él pensaba que ella, al igual que su hermano, era de las personas que no concebían la vida sin el móvil.  Cuando hubo enviado el correo,  animadamente volvió al tema.

— ¿Conoces a Barry Boston? –una chispa de emoción apareció en los ojos de la chica–. Es el autor del Best Seller “Las historias de mi muerte”. Yo estoy encargada de la edición.

Mustang negó con la cabeza.  Vio como Riza sacaba una copia del libro  de la misma caja de cartón. Y se la entregó a Mustang.

— Tengo copias para mis amigos pero… tú sabes lo que dicen: sabrás que haces bien tu trabajo cuando tu vida personal se desmorone.

Él le dedicó una sonrisa y tomó el libro.

Se escucharon los pasos acelerados del chico bajando a toda prisa por las escaleras, sorteando a los hombres que seguían descargando lo últimos muebles del camión.

— ¡Dame un segundo! ¡No cuelgues, hay mejor recepción afuera! —Alphonse tenía el teléfono pegado a la oreja. Al salir de la casa, azotó la puerta causando un sonido que le puso los nervios de punta a su hermana mayor.

— ¡Por todos los cielos! —exclamó la joven. De inmediato, recobró la paciencia y se disculpó nuevamente con su vecino—. A veces simplemente me vuelve loca… ¡Adolescentes!

— Lo sé, sé lo que se siente —musitó Roy con un poco de nostalgia, mientras veía por la ventana al muchacho paseando por el jardín mientras hablaba por teléfono.

— ¿Tienes hermanos? ¿Hijos?            —cuestionó ella.

Él tardó un poco en reaccionar pues estaba hundido en sus propios pensamientos.

— No, pero soy profesor de Química en la preparatoria —dijo volviendo su atención a Riza. Se acercó un par de pasos a la mesa y comenzó a hojear los libros que había sobre ella.

— ¿Serás maestro de Alphonse? Bueno, él… va en segundo de preparatoria.

— ¿En qué escuela estará? —preguntó, pero ella sólo lo miro un poco confundida. Él adivino que su vecina no tenía idea del nombre de la escuela—. No te preocupes —dijo sonriendo—. Ya lo veremos.

Una vez más, se escuchó el tono de la llamada. Riza hizo una mueca, como diciendo “lo siento” y contestó la llamada. Ahora, ella hablaba por teléfono en la sala, mientras su hermano hacia lo propio en el jardín. Se imagino a los dos sentados en la mesa de la cocina, escribiéndose mensajes de texto entre sí. La idea lo hizo soltar una risilla.

 

*   *   *

 

Lunes. Si el domingo era nefasto, el Lunes era lo que le seguía, definitivamente. Roy Mustang caminaba por el pasillo de la preparatoria rumbo a la sala de maestros. Llevaba su café caliente en el termo y su maletín colgado al hombro.  Observaba a cada estudiante, sin que ellos lo notaran y escuchaba cada conversación de las personas junto a las que pasaba. Le gustaba estar al tanto de lo que sucedía en la escuela. No le interesaban en lo más mínimo los estúpidos chismes, pero las faltas al código de conducta no le agradaban en lo absoluto.

Pasó junto a un grupo de chicas que lo saludaron con coquetas sonrisas. Él, obviamente, no dejó pasar la oportunidad y les devolvió el gesto, aumentando la emoción de sus alumnas.

Entonces levantó la mirada. Al final del pasillo, distinguió la figura de un chico de cabello cobrizo, caminando lentamente en dirección a él, como era de esperarse, con la vista centrada en la pantalla del teléfono.  Roy hizo un alto total y esperó a que Alphonse se acercara más. No le sorprendió que el chico no se percatara de su presencia.

— Los teléfonos no están permitidos aquí. Si quiere usarlo, hágalo en el jardín a la hora el almuerzo —dijo Mustang seriamente.

— Sí, profesor —respondió Alphonse, restándole importancia a la orden del mayor…, eso hasta que se le ocurrió alzar la vista y sus ojos plateados se encontraron con los negros de su nuevo vecino. Sorprendido, guardó su teléfono a toda prisa, y lo miró con admiración— ¡Señor      Ferrari! …. ¿Profesor Ferrari?

— …..

— …..

— Es Mustang. Mi nombre es Roy Mustang —dijo, secamente.

Los ojos de Alphonse se abrieron un poco más al notar que había metido la pata.

— Disculpe… Sólo recordé el…

— El caballo, lo sé —lo interrumpió Mustang ya que no tenía ganas de seguir con aquella conversación.

— ¿Usted será mi maestro? —preguntó Alphonse, pasando su mano por su cabello, en un torpe intento por acomodarlo un poco.

— No. Tú estás en segundo semestre, yo doy clases a primero y cuarto —Roy suspiró y con el debido tono de voz de un profesor estricto, continuó–: Escucha, no te metas en problemas. Quiero decir que mantengas tu móvil en donde está y no lo saques. Déjame creer que eres un buen alumno.

Continuó su camino sin volver  a mirarlo. Por su parte, Alphonse siguió con la mirada a Roy  hasta que éste se perdió de vista. Tragó saliva y retomó su camino, sacado su celular discretamente.

Con que sí está en esta escuela, pensó Roy Mustang. En cierta forma, eso le agradaba el día pues si estaba inscrito, su hermana debía haber llenado la papelería correspondiente.  Llegó a la sala de maestros lo más pronto posible. Busco entre los archivos de la estantería, la carpeta con la letra “H”. Hojeó detenidamente hasta encontrar el expediente de Alphonse Hawkeye. Como lo supuso, el número telefónico de  Riza Hawkeye estaba allí.

Sacó su Xperia color negro y marcó el número de  Riza.  Después de dos tonos, la chica contestó

— Diga —se escuchó la voz de la joven, al otro lado de la línea.

— ¿Riza? —Mustang intentó sonar de lo más natural—. Soy Roy Mustang. Espero no estar llamando en mal momento.

— No, claro que no. Estoy conduciendo…, llevo puesto el manos libres ¿Está todo bien?

Mustang se recargó en el escritorio. A pesar de saber que la chica no lo veía, no pudo evitar formar una sonrisa seductora.

— Claro que sí. Es sólo que quiero pedirte algo ¿Quieras comer esta tarde conmigo? Podría pasar por ti. Tienen que darte una hora o dos para comer ¿Qué opinas? ¿Tienes tiempo?

Se escuchó un pequeño silencio que desanimó a Mustang.

— ¡Si pudiera lo haría! Pero tengo un compromiso para almorzar esta tarde. Son sólo negocios… No declino tu invitación pero ¿podríamos dejarlo para otra ocasión?

Al menos no había sido un no. Roy no tuvo otro remedio más que aceptar. Poco tiempo después colgó el teléfono

 

* * *

 

¿Hacía cuanto tiempo que no había salido con una bella chica? Un par de semanas, solamente. Despertó en la cama de su ex compañera de  universidad luego de haberse encontrado con ella por casualidad en un bar.  Tenía cierta tendencia por dormir con chicas con las que no volvía a convivir después de eso. Pasó por su mente la idea de agregar a su nueva vecina a esa interminable lista pero inmediatamente desechó la idea. Ella viviría en la casa de al lado por algún tiempo, por lo que no le parecía conveniente. Sin embargo, algo le atraía.

Cuando el reloj marcó las ocho de la noche, comprobó en el espejo su impecable porte y su perfecta cabellera negra. Una vez que se hubo dado a sí mismo el visto bueno, salió de su casa en dirección a la de su vecina.

Notó que alguien estaba en la sala, pues las luces estaban encendidas y se escuchaba el sonido de lo que pensó la televisión. Llamó a la puerta y segundos después, la figura de un chico abrió. Alphonse parecía estar de lo más relajado dentro de la casa. Vestía unas bermudas en color verde militar, unos conversse negros estilo choclo, sin calcetines, y no llevaba puesta la camisa.

— Buenas noches ¿Se encuentra tu hermana? —preguntó un poco decepcionado, pues había esperado verla a ella.

Alphonse, con su habitual expresión aburrida y fastidiada, negó con la cabeza.

— La llamé esta tarde para invitarla  almorzar… pero me dijo que estaría ocupada. Por es decidí venir a verla ¿Cuánto tiempo crees que tarde el llegar?

Alphonse alzó las cejas como si no creyera lo que estaba oyendo.

— Señor Mustang, en dos semanas se celebra la feria del libro. Dos de las autoras con las que trabaja darán conferencias, uno de ellos  tendrá la presentación de su libro y a otro incluso lo entrevistarán a nivel nacional…  Tengo suerte si la veo una o dos veces entre semana.

Roy chasqueó los labios. Realmente tenía ganas de ver a la chica pero no había mucho que hacer al respecto.

— Gracias. Que pases buenas noches. —se dio la vuelta dispuesto a bajar las escaleras del porche.

— ¡Profesor! ¡Espere! —la voz de Alphonse le detuvo. Roy se dio la media vuelta, mirando al chico con una expresión inquisitiva, mientras que el apenado muchacho se rascaba la nuca—. Quiero pedirle un favor…, mañana hay un examen de matemáticas y yo…. Este tema aun no lo habíamos visto en mi escuela anterior ¿Podría ayudarme?

Tenía que decir que no. Su instinto y cada una de sus neuronas le exigía negarse ante la petición del muchacho. Mustang albergaba un mal presentimiento nacido al escuchar aquella solicitud.  No estaba seguro de por qué, pero una fuerza extraña le decía que echara a andar por dónde vino dejando a Al lidiar solo con sus problemas.

— Claro que sí, te ayudaré.

Sin darse cuenta, cometió el peor de sus errores.

Alphonse se hizo a un lado para dejar pasar a  Mustang. Éste ultimo, entró sintiéndose sumamente incomodo. Una vez adentro, Al le indicó que lo esperara en la sala. Después de ello, desapareció escaleras arriba.

La casa había cambiado mucho desde que salió de ella la tarde anterior. Parecía que los hermanos se habían esmerado en hacer de ella su hogar. Aunque estaba seguro de que era Riza quién se puso todo su empeño en ello. La sala ya estaba casi completamente instalada, solamente algunos libros y cuadros esperaban ser instalados en las desnudas y pálidas paredes de la sala.

Se escuchaba música. Inmediatamente, Roy reconoció Stairway to Heaven de Led Zepelling. Se acercó a la mesa de centro y corroboró lo que Alphonse dijo minutos antes. El libro de matemáticas estaba abierto y junto a éste, algunos cuadernos con notas y ejercicios.

— Ya está —escuchó decir a Alphonse que entraba a la habitación ahora vestido con una playera azul marino.  El chico apagó el minicomponente con el control remoto y luego lanzó el mando a algún lugar del sofá. Se acercó a la mesa de noche y se sentó en el suelo junto a ésta—. Estaba intentando resolver las ecuaciones pero me olvido del procedimiento en este punto.

Su voz era lenta e insípida. Mustang llegó pensó que Al tenía un aura tan deprimente que terminaría enredando a cualquiera en su mal humor. De todas formas se e sentó en el sillón lo más cerca que pudo para ver  el trabajo de Alphonse.

Es cierto que esa no era la materia en la que se especializaba pero las formulas matemáticas y las formulas químicas tenían algo en común: bastaba con observarlas para comprenderlas. Él le explicó a Alphonse con detalles, ejemplos y paciencia. Pero su voz era dura y dominante. Seguro se cabreaba fácil.  Aunque Alphonse se admiró de él, por su inteligencia, se sintió agradecido de que no fuera realmente su maestro. Tenía la certeza de que se trataba de ese tipo de profesores a los que, por el bien de tu hombría, no querías hacer enojar.

Cuando cobraron razón del tiempo, ya estaban por ser las diez treinta.  Roy terminaba de revisar el último ejercicio de Alphonse. Le agrado ver lo mucho que habían progresado. Le entregó el cuaderno a Al y él comenzó a repasarlo para asegurarse de no olvidarlo al día siguiente.

Roy comenzó a pasear nuevamente sus ojos en el lugar. Ahora que se había acostumbrado a aquella habitación, prestó más atención en los detalles. Se encontró con que uno de los estantes no estaba lleno de libros, sino de una inmensa colección de acetatos, casettes  y CD’s.

— Vaya ¿De quién es eso? —preguntó con algo de curiosidad.

— Mío —respondió Alphonse sin molestar en apartar la vista de la libreta.

— ¿Tú conociste los acetatos? No lo creía posible.

— Me fue muy difícil conseguirlos —respondió secamente, como si no le interesara ni una palabra de lo que Roy decía.

Mustang notó que se encontraba ante una extensa variedad de Música. Desde Frank Sinatra hasta Britney Spears, The Beatles y Metallica, incluso Billie Ray Cyrus y Michel Jackson.  Pero sobre todo, había rock. Rammstein, Nirvana, Motley Crue, The Doors y la lista seguía.

— Debiste gastar una fortuna. No hay nada de piratería aquí —Roy aun no salía de su asombro.

— Todo verdadero amante de la música, contribuye al artista.

La mirada de Roy se centró en Al. Arqueó una ceja, dispuesto a poner a prueba las palabras de Alphonse. Sonrió con picardía y  se acercó un poco más a él.

— Así que eres amante de la música ¿no? ¿Por lo menos tocas la guitarra?

Por primera vez, una carismática sonrisa iluminó el rostro de Alphonse. Miró de frente a Mustang, con una mirada detenida en algún punto entre la diversión y el desafío. Al verlo así, Roy supo que no podía ser tan tedioso como aparentaba.

— ¿Guitarra? ¿Tengo cara de tocar guitarra? ¡Claro que no! Prefiero algo con más estilo. Yo toco el teclado —dijo esto, poniendo sus dedos sobre la mesa, imitando tocar tal instrumento–. También se me da bien el bajo eléctrico —tocó su bajo imaginario— ¡Y la batería! —tomó dos lápices y dio una serie de rápidos y precisos golpecitos sobre la mesa.

Tenía que admitirlo, a Roy, eso le hacía gracia.

“— ¿Música? ¿Para qué quieres música? Apaga eso.

— No sabía que fueras tan amargado —respondió Roy.

— ¡Por favor! Sólo las personas vacías se esconden detrás del ruido de la música. Y tú no conocerás la alegría hasta que aprendas  a escucharla en el silencio”

Roy sacudió la cabeza ¿Por qué aquella conversación venía a su memoria? No encontraba la razón pues su presente no tenía nada en común con aquél instante de su pasado.

Entonces se dio cuenta de que Alphonse se había quedado callado y pensativo. Al jugueteaba con los lápices que tenía en sus manos y se limitaba a mirarlos fijamente.

— Quiero que sea sincero con lo que voy a preguntarle —dijo seriamente Alphonse, sin mirar al profesor— ¿Qué interés tiene en mi hermana?

Eso tomó desprevenido a Roy. Creyó que Alphonse era más tímido pero le sorprendió aquella manera tan directa de afrontarle. Pero después de todo, era su hermana, y si él estuviera en la misma posición, posiblemente reaccionaría con más intensidad que Alphonse. Incomodidad nuevamente.

— ¿Por qué lo preguntas? —A Roy le encantaría llevarse a la hermosa chica a la cama, pero no estaba dispuesto a decírselo a Alphonse.

— ¡Por que le agradecería mucho que saliera con ella!  —Respondió Alphonse con una extraña sonrisita en los labios—. Sé que es un poco rara y que no cocina muy bien, pero tiene muchas cualidades  ¿Sabe que me hace añicos jugando World of Warcraft? Y eso sí que es difícil, aunque lo diga yo. Aunque… hace más de tres meses que no jugamos juntos.

Roy le miró divertido. Era la primera vez que Alphonse hablaba sin que uno tuviera que sacarle a las palabras por la fuerza.  Tenía cierta gracia que le hizo pensar a Roy que seguramente era muy popular en su escuela anterior.

— ¿Música y video juegos? Tú debes ser verdaderamente productivo —comentó Roy con un ápice de sarcasmo en su voz.

Pero Alphonse sólo rió y respondió:

— Mejor jugando y tocando que saliendo a emborracharme y seducir extrañas ¿no cree?

Por un momento, Roy pensó que sus palabras estaban basadas en algún  certero comentario que hubiera escuchado en la escuela acerca de él, pero la inocente sonrisa de Alphonse lo convenció de que se trataba simplemente de una coincidencia.

— ¿Sabe? No entiendo por qué Riza no tiene novio si dibuja muy bien —comentó el chico de pronto.

Roy se convenció de que a Alphonse le faltaba un tornillo.

— ¿Qué tiene que ver el que tenga pareja con que dibuje bien?

Por su parte, Alphonse lo miró como si no creyera posible que Roy no encontrara relación alguna entre una cosa y otra.

— Que las personas que dibujan bien son más inteligentes. Además, son artistas, lo que las hace más sensibles que el resto de las personas.

Roy nunca lo había visto de esa manera pero tenía que admitir que alguien que conocía encajaba perfectamente en esa descripción. Al pensar esto, se repitió que nada tenía que ver esa persona con el ahora. Y deja de pensar ya en eso, se dijo a sí mismo.

— Dices que no cocina bien ¿Cómo haces entonces? —no es que le importara, pero tenía que decir algo para sacarse aquellas ideas.

Al sonrió, le miró con sus ojos plateados que a Roy le parecieron adictivos e inocentes. Levantó ambas manos, mostrándoselas al mayor.

— Para eso tengo éstas.

Continuaron hablando de estás y otras trivialidades más.  No se dieron cuenta del momento en el que el Civic de Riza se estacionó en la cochera, ni cuando la chica abrió la puerta para entrar, más cansada que nunca, a su casa. Ella se sorprendió un poco al ver a su hermano hablando tan animadamente con su nuevo vecino. Se quedó contemplándolos en silencio, sin atreverse a interrumpir. De esa manera, podría ver a su gusto y antojo a Roy Mustang, sentado en su sala. Cuando lo creyó conveniente, por fin dio un paso al salón.

— Buenas noches.

Roy dio un respingo al escuchar la voz de Riza. Ella entró mostrando una cansada sonrisa.

— Buenas noches —respondió.

— Hola, Nee-san —le saludó Alphonse—. El profesor Mustang vino a buscarte pero lo atrapé con mi tarea de matemáticas.

— ¿Estaban estudiando? Vaya, Al, nunca habías sido tan responsable. Mira que estudiando hasta tarde.

— ¿Tarde? —repitió con un gesto que le hacía parecer un niño de menor edad— ¿Qué hora es?

Riza miró el reloj plateado de pulsera que llevaba en la muñeca y sin el cual no sabría vivir.

— Las once cuarenta y tres de la noche.

— ¿Tan tarde? —Preguntó Mustang poniéndose de pie—. Lo siento, no era mi intención molestarlos. Creo que es hora de que me vaya.

— No estás molestando —dijo Riza, educadamente—. Te agradezco que ayudes a mi hermano.  

— No es nada —dijo comenzando a caminar hasta llegar junto a Riza, entonces se volvió para mirar a Alphonse—. Buenas noches, espero que te vaya bien en tu examen.

Alphonse asintió alegremente con la cabeza y se despidió de él. Riza lo acompañó hasta la puerta y le dio las buenas noches con cordialidad. Mustang sintió que la chica no tenía prisa alguna por coquetear con él, pero tampoco era ajena a ello. Quizás con el tiempo, podría llegar a lo que buscaba con ella, aunque aun no estaba seguro de lo que era.

Esa noche, Roy volvió a su casa, sintiéndose un poco diferente. No tenía sueño, y más que eso, creía percibir una especie de alegría la cual no podía explicarse. Se sentó en el sillón de su sala y encendió el radio con un volumen moderado. Recordó que en otro tiempo, él también había escuchado a Nirvana. Su mente comenzó a divagar en pequeñeces sin importancia. Uno, dos cigarrillos y tenía el tercero en la mano. Sus pensamientos no lo llevaban a ningún sitio, solo estaban ahí, haciéndole compañía. Y entonces pasó.

Una voz bastante familiar, le habló desde algún lugar en el interior de su casa.

— Qué pronto me has olvidado. Siempre fuiste un malnacido.

Se giró en dirección de la cual provenía esa voz. De no haber estado sentado, posiblemente se habría ido de espaldas. Ante él, estaba un chico de unos diez y siete años, de cabello largo y rubio, vestido completamente de blanco a excepción de las muñequeras color carmín que llevaba en los brazos. Cuando sus ojos dorados se encontraron con los negros de Roy, éste último los abrió a más no poder sin creer lo que veía.  Algo en el interior de su pecho explotó y por unos segundos se vio incapaz de reaccionar, pues las imágenes que llegaban a su cerebro no podían ser procesadas, por culpa de la incredulidad que se apoderaba de él.  

— N-no puedes ser real ¡Es imposible! —dijo cuando por fin las palabras salieron de sus labios.

El chico sonrió de una manera perturbante. Edward Elric, quien había sido su pareja anteriormente.

— ¡No puedes ser tú! ¡Estás muerto! ¡Yo mismo cargué tu cadáver en la morgue!

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? Sí, sé que parece más un RoyAi a simple vista, pero dejen que la historia avance un poco más. Esta historia es completamente YAOI.

Por favor, déjenme sus comentarios. Quiero saber que piensan hasta ahora y eso me ayudaría muchísimo n_n

¡Les mando un beso a todos!


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