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[Layhan] Quiet Walk por Pitolicious

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Notas del capitulo:

Creo, no estoy muy segura (?), que seran solamente dos capitulos. Y si se alarga seran dos, no más. Espero que os guste mucho *3*

–Fuera de mi casa.


Mis ojos se abrieron como platos al escuchar esas palabras salir de la boca de mi padre. Después de todo lo que había pasado y de todo lo que habíamos vivido se daba por vencido por aquella maldita zorra. Parecía que mis amenazas no habían surgido efecto en él.


Al parecer prefería quedarse solo con ella a tenerme a mí, a su hijo, con él. El resto de la familia le había dado la espalda por estar con esa persona a la que yo tanto odiaba. Le había comido tanto la cabeza que él único que aun le era fiel era yo. Mi madre, mis hermanos, mis abuelos y tíos paternos, todos, le habían dado la espalda.


–Sabes que si haces eso no volverás a verme en la vida ¿verdad? –le pregunte sin poder aparentar estar dolido–. No te volveré a dirigir la palabra en mi vida –asegure está vez de una manera cortante.


–Tienes dos días para hacer las maletas –declaro dándome a entender que le daba igual todo lo que yo le dijese.


Asentí lentamente a sus palabras, me di la vuelta y salí corriendo de aquella monstruosa casa. No quería pasar aquel día allí. Encontraría algo que pudiese hacer, seguro. Al fin y al cabo siempre había sido una persona fácil de distraer, fácil de ser feliz. Me conformaba con tan poco que de la nada podía sacarme algo con lo que ser feliz por mucho tiempo.


 


Todo estaba completamente oscuro y comenzaba a tener mucho frío. No en vano acababa de empezar la primavera pero las temperaturas aun no eran nada agradables para pasar la noche a la intemperie. Abroche del todo mi chaqueta, hasta el cuello, pero aun así seguía sintiendo mucho frío.


Suspire pensando que ya era hora de volver a casa. Comenzar a hacer las maletas y encontrar rápido un sitio donde quedarme. Mi madrastra me había amenazado tantas veces con echarme ni que ni las podía contar con todos los dedos de mi cuerpo. Una vez incluso lo hizo con un cuchillo en la mano. Jamás le había dado importancia porque esa señora para mí no era nada. Solo una cara que tenía que ver todos los días.


Aun así que fuese mi padre el que me ordenase irme de casa, a mis dieciocho años, era otra cosa muy diferente. Comprendía hasta cierto punto que no quisiera verme discutir con su ahora esposa, pero de ahí a escogerla a ella y echarme a mi…


Metí el código de casa. Pero dio error. Volví a meterlo pensando que mi dedo se habría resbalado y que le había dado a otro botón. El que no era. Pero volvió a sonar aquel ruido que mostraba mi equivocación. Lo intente por tercera vez, pero no hubo manera.


Golpee la puerta varias veces. Era tarde y puede que no me escuchase pero algo tenía que intentar. No podía quedarme allí parado sin hacer nada. Escuche como alguien se acercaba a la puerta, con un pesado andar. Debía de haberse levantado de la cama y las pocas ganas que tenia para caminar era algo muy fácil de notar.


–Vete de aquí Luhan –me ordeno la voz de aquella zorra–. Ni tu padre ni yo te queremos aquí.


La rabia me inundo por dentro. Aporre la puerta con toda la fuerza que pude. Le grite que me dejara entrar. No estaba bien que me dejase ahí tirado. En medio de la calle sin nada que me perteneciese.


Pero acabe por cansarme. Me deje caer al suelo agotado. Mi cuerpo temblaba del frío que sentía, al igual que de la rabia e impotencia. Sentí como las lágrimas caían por mis ojos al ver que no podía hacer nada por entrar en casa.


Nunca me había sentido tan infeliz. En toda mi vida. Había pasado por cosas malas. Las cuales no se las había contado a nadie porque era más fácil sonreír y mostrar a los demás que eras feliz, pasase lo que pasase. Aunque ellos no supieran nada. Aunque el resto de la gente me contase sus estúpidos problemas, haciéndolos parecer más graves de lo que eran, y yo solo pudiese escuchar y sonreír. Nunca contar nada.


Intente tranquilizarme. Apoye la cabeza contra la puerta y respire repetidas veces de manera profunda. Me seque las lagrimas con la manga de la chaqueta que llevaba y alcé el móvil. Cerré los ojos antes de marcar el único teléfono al que podía recurrir en ese momento.


La policía.


Por suerte no tardaron mucho en responder a mi llamada.


Departamento de policía de Haidian. ¿En qué puedo ayudarle? –se escucho una voz femenina al otro lado de la línea.


–Es… estoy en la calle –suspire intentando controlar un sollozo–. Hay una señora que no me deja entrar en mi casa –explique todo lo rápido que pude.


Bien… –la voz de la mujer simpatizo con la mía al ver que lo estaba pasando realmente mal. Yo al fin y al cabo no era más que un crío. Un niño al que habían echado de casa y no le dejaban entrar–. Mandare una patrulla para que te dejen entrar a casa. ¿Quieres denunciar lo ocurrido?


Mi mente se despertó. ¿Realmente me merecía la pena ponerle una denuncia? Yo solo había llamado con el objetivo de que me ayudasen y que me dejasen entrar en casa. No quería quedarme en la calle. Me quede bloqueado. Poner una denuncia me parecía demasiado.


¿Quieres poner una denuncia? –pregunto otra vez la voz femenina al otro lado al ver que no respondía.


–Sí –dije al fin volviendo a llorar otra vez–. Es lo mejor que puedo hacer ¿verdad? –pregunte esperando que alguien me ayudase con el problema. Necesitaba escuchar la opinión de otra persona para no sentirme desgraciado por lo que iba a hacer.


Es lo mejor que puedes hacer –reafirmo ella–. Dime donde estas. Enviare ahora mismo una patrulla allí para que te recojan y pongamos en trámite la denuncia. Sé que no es lo mejor del mundo pero podrás dormir aquí en comisaría por esta noche.


–¿Tenéis algo cómodo y algo con lo que pueda taparme? –pregunte de manera retorica. Una pequeña exclamación de afirmación fue lo que obtuve por respuesta–. Eso ya es mejor que quedarme en la calle toda la noche. Gracias… –agradecí antes de darle los datos y la calle de donde me encontraba.


 


 


Uno de los agentes nada más verme me ofreció su abrigo. Debía de estar temblando de una manera muy exagerada al parecer. El entrar en el coche patrulla me vino genial. No es que hubiese mucha diferencia de temperatura, pero al menos no había viento dentro.


La comisaria era un lugar humilde. Una señora, por la voz supuse que era la telefonista, me recibió con un chocolate caliente en la mano. Dispuesto para que yo lo consumiera. Aunque el chocolate líquido jamás había sido de mi agrado no lo rechace y me lo tome casi de un sorbo.


–En poco tendrás que prestar declaración –me explico mientras pasaba su mano por mi espalda de manera tierna–. Lo guardaremos tanto por escrito como con video para que no tengas que repetirlo pero no puedo prometerte que no tengas que volver a repetir lo que te paso. Hay algunos jueces y abogados que prefieren escucharlo de primera mano.


Asentí a lo que me decía. Me gustase o no, lo comprendía. Aquella señora se quedo conmigo todo el tiempo que tuve que esperar hasta que me metieron en un cuarto con otro policía. Este era más joven, puede que incluso tuviese mi edad, y estaba justo en frente de un antiguo ordenador. Me ofreció asiento con una sonrisa, el cual acepte de buena gana. Estar de pies pudiendo sentarme no era algo que se me pasase por la cabeza.


–Supongo que no se te hará agradable pensar o hablar sobre lo ocurrido pero tengo que hacerte unas cuantas de preguntas –volví a asentir nuevamente con la cabeza. Yo había decidido poner una denuncia, tenía que asumir las consecuencias. Aunque supiese que no iba a ser agradable–. Eres menor ¿verdad?


–Sí, aun me quedan unas semanas para cumplir los diecinueve incluso.


–¿Es la primera vez que tienes un incidente como este con tu madrastra? –fruncí el ceño al escuchar como la había llamado. Para mi ella no era una madrastra ni era nada. Era una señora que me había robado a mi padre. No más.


–Es la primera vez que me deja en la calle –respondí–. Pero desde antes me ha amenazado decenas de veces con que lo iba a hacer. Me ha amenazado con pegarme otras tantas, incluso una vez lo hizo con un cuchillo en la mano –agregue antes de que pudiese preguntar nada más–. No es agradable que una señora te diga y haga ese tipo de cosas ¿sabes? Pero yo no tengo otro sitio al que ir –atine a decir–. Lo he estado soportando durante seis años porque no he tenido otra alternativa. De su parte solo he recibido insultos y desprecio, nada más.


–Tranquilo Luhan –me pasó un pañuelo al ver que comenzaba a llorar nuevamente–. Supongo que no ha sido agradable para ti –alce los ojos del pañuelo en respuesta–. Y recordarlo debe de ser duro pero…


–¿Sabes? Yo quiero ser médico –le interrumpí sin darme cuenta–. Pero mi padre no va a poder pagarme la universidad porque le va a pagar unas tetas nuevas. No solo me ha quitado la casa, a mi padre, mi dignidad y mi tiempo. También me ha quitado mi educación y mi oportunidad de ser alguien gran dé en la vida –solloce con fuerza–. Yo… yo no quiero mandar a alguien a la cárcel ¿vale? No creo ser capaz de poder hacer eso pero… es lo que tengo que hacer ¿no? Los padres pueden castigar a los niños pero… ¿quién castiga a los padres?


–Para eso está la justicia –respondió el joven que tenía delante al estar de acuerdo conmigo–. Saber que alguien va a ir a la cárcel no ha de ser agradable, lo sé. Pero es tu obligación como ciudadano. Ella ha cometido un crimen, ha ido en contra del código penal incluso.


–¡¡No quiero que mi padre me odie por llevarla a la cárcel…!! –estalle llorando sin poder evitarlo–. Mi padre trabaja fuera la mayor parte de la semana. Ella tiene un hijo pequeño del que cuidar… pe–pero…


Mi voz se rompió. No quería seguir hablando de ello. Me estaba haciendo sentir culpable a mi mismo de algo que no tenía remedio. Me encogí sobre mí mismo. Quería desaparecer. Que se crease un agujero debajo de mí y que me tragase.


Sentí que un cuerpo caliente se abrazaba al mío, con fuerza. Tenía que ser de aquel policía, pues no había nadie más en la sala. Solo él y yo. Intente tranquilizarme pero no pude. Volví a llorar, esta vez de una manera más fuerte que la anterior. Me agarre como pude al cálido cuerpo que me abrazaba e hice lo mismo pero con más fuerza aún.


Hacía tanto tiempo que alguien no me abrazaba de verdad que lo había olvidado por completo. Porque aquellos seis años viviendo con mi padre jamás hubo cariño. Al principio no dudaba de que mi padre me quisiese, aunque no mostrase cariño ya que él era así, pero a estas alturas… ya todo era diferente. Estaba claro que ni me soportaba ni me quería volver a ver otra vez con vida.


–Seré un hombre de provecho –le asegure al desconocido sin separarme tan solo un poco de él–. Seré medico y ayudare a que la gente se cure. Seré independiente y jamás le hare pasar por algo parecido a ningún hijo mío –parecía que mi cuerpo se había tranquilizado aunque siguiese hipando–. Solo quiero una oportunidad –mi voz tembló mientras de mis ojos volvían a salir incontables lagrimas, esta vez sin descanso.


–Tendrás tu oportunidad. Seguro –palmeo mi espalda varias veces mientras me seguía pronunciando palabras de ánimo. Una tras otra, sin parar.


 


Me desperté a la mañana siguiente encima de una colchoneta verde oscura. Una manta de color rosa salmón me tapaba el cuerpo entero haciendo que mi cuerpo no se enfriase y mi cabeza estaba apoyada sobre una dura almohada. Me dolían los ojos, los tenia irritados de tanto secarme las lagrimas. Al igual que la nariz.


A duras penas abrí los ojos por culpa de las legañas. Me las fui quitando poco a poco con ayuda de las manos mientras me iba incorporando sobre mi cuerpo. Después de lo que había llorado la noche anterior me sentía mucho mejor, como si me hubiese deshecho de muchas cosas que no necesitaba y que había estado guardando durante demasiado tiempo. Mire alrededor y comprobé que estaba solo. Estire mi cuerpo para despejarme del todo y me levante de manera pesada. Doble la manta que me habían prestado y lo deje todo ordenado sobre la colchoneta.


Salí de aquella habitación y tanto la mujer como el joven que me habían atendido aquella noche me recibieron con una grata sonrisa.


–¿Estás bien cariño? –me pregunto la mujer mientras me volvía a ofrecer un caliente chocolate una vez más. Asentí a regañadientes pues no sabía cómo me encontraba exactamente.


–No te preocupes, la denuncia ya esta tramitada. Ahora solo toca esperar –pronuncio el chico con un acento extraño que ayer a la noche no fui capaz de notar. Apoyo una mano sobre mi hombro y siguió hablando mientras su compañera iba a hacer otra cosa–. Aun estas temblando –observo. Lo mire curioso. ¿De verdad temblaba? No me había dado cuenta–. Vamos, te invito a desayunar algo contundente –me sonrío abiertamente.


Accedí sin decir palabra aunque no tuviese mucha hambre. Mientras él le comentaba a su jefe lo que iba a hacer yo pude fijarme un poco en él. Ayer a la noche no lo había hecho por el puro nervio que tenia y porque las lagrimas no me dejaron ver nada. Lo único que recordaba bien era que su cuerpo era cálido y que sabía abrazar muy fuertemente.


La piel del chico era oscura, del tono que a la gente por lo normal le solía desagradar pero que  a mí ni me iba ni me venía. Y más teniendo en cuenta que él y su compañera me habían ayudado tanto. Sus ojos eran oscuros pero amables, llenos de energía que desbordaba por todas partes. Y su sonrisa hacia que mi cuerpo no se sintiese tan pesado.


Le seguí hasta una pequeña cafetería que había al lado de la comisaria y me ofreció coger lo que más quisiera. Negué con la cabeza al no tener mucha hambre y le pedí que fuese desayunando el primero.


–Cuando tenga hambre te avisare, en serio –le asegure pues parecía preocupado–. No soy estúpido, sé que tengo que comer algo.


Sonrió ante mis palabras y asintió sin decir nada mientras lo hacía. Tomo un poco de su café, después del turno de noche debía de estar totalmente agotado, y volvió a mirarme.


–Vale, quiero un sándwich –decline al notar como de repente mis tripas pedían algo de comer. El chico que tenía delante sonrió y se lo pidió a la camarera. Casi nada más tenerlo delante de los ojos lo devore con ansia, dejando del sándwich  los cachos que se caían pues no tenía tiempo para recogerlos y comer a la vez.


–¿Quieres otro más? –me pregunto sonriente al ver mi mordacidad. Lo mire aun inclinado sobre el plato y asentí–. Y ¿algo para beber? Se te va a secar la boca si no paras de comer pan –me señalo con la barbilla.


–Con un vaso de agua estaré bien –le asegure–. Gracias de verdad. Hacía mucho tiempo que alguien no era así de amable conmigo –note como los ojos se me humedecían, pero no lo suficiente como para ponerme a llorar.


–Eso me pareció ayer a la noche cuando no me quisiste soltar –agrego él haciendo que sonriese tímidamente en consecuencia–. Aunque no lo dejemos ver, para la gente de nuestra edad la familia es muy importante ¿verdad?


–No tanto si este acostumbrado a que te defrauden una y otra vez –pronuncie apenado–. Me gustaría decir que el incidente de ayer era aislado y que no es algo que se suela repetir a menudo, pero no era la primera vez que me intentaban dejar atrás. Una vez intentaron deshacerse de mí pero conseguí que no lo hicieran.


Nos miramos fijamente a los ojos. Trague saliva al ver el nuevo sándwich que me traían. Aun ahora se me hacia la boca agua con solo verlo.


–Y ¿por qué seguir con ellos? ¿No tienes otro lugar al que ir? –se inclino sobre la mesa para hablar, apoyando sus antebrazos en la mesa–. No es sano para ti vivir con esa gente.


–Si fuese así de fácil no seguiría allí ¿no crees? –sonreí de manera cansada–. Todos tenemos un punto de aguante; el mío es mayor que el de la mayoría y no me importa sufrir porque al final seré feliz ¿sabes? –me mordí el labio suavemente–. Encontrare la manera.


Comencé a comer nuevamente la comida que tenia encima de la mesa. Intentando no hablar durante un rato. Temía que volviese a sonar débil y herida. No quería montar un espectáculo en medio de una cafetería. Al fin y al cabo parecía que él la solía frecuentar mucho y no quería que se muriese de la vergüenza cada vez que entrase en ella.


–Puede que no quieras saber esto ahora pero… –comenzó a hablar otra vez– creo que tendrías que saberlo. Puede que esa señora acabe en la cárcel o puede que no. Puede que el juez en vez de condenarla a prisión la condene a trabajo social o le ponga una multa, pero me inclino más por el trabajo social –explico–. También hemos puesto en trámite una orden de alejamiento para que no te pueda poner la mano encima y en cuanto a tu padre –hizo una pequeña pausa, muy larga para mí gusto– tendrá que proporcionarte una pensión mensual. No sé de cuanto, eso depende del juez que lleve el caso.


Le mire impresionado. Puede que se supiese ya el procedimiento de memoria o que se lo hubiese ensayado, pero a mí me había dejado anonadado con tanta información junta.


–Eres… –me quede callado al darme cuenta de que no sabía que decirle–. ¿Cómo puedo agradecértelo? –mi labio inferior tembló de la emoción.


–Es mi trabajo, no tienes que agradecer nada –contesto el cogiendo una hoja de lechuga que sobresalía de mi comida.


–Ya pero… –mis mejillas comenzaron a enrojecerse y a arder–. Creo que tu compañera y tú me habéis hecho más felices en una sola noche que cualquier otra persona en mi vida entera.


Observe como sonreía orgulloso de sí mismo a lo que había dicho, y luego hacia un pequeño gesto con la mano para quitarle importancia.


–Primero empieza por llamarme por mi nombre Kim Jongin –me pidió al ver que no me sabia su nombre–. Esto no es algo que suela hacer pero… si quieres puedes quedarte en mi casa hasta que encuentre algo –me ofreció–. No es que sea gran cosa pero es mejor que nada. Y no creo que te agrade acabar en una casa de acogida.


 


 


La convivencia con Jongin era sencilla. Lo malo era lo poco que coincidíamos en la casa. Al final con la pensión que me tenía que dar mi padre pude pagarme la matricula de la universidad, y aunque entre tarde no me costó mucho ponerme a la altura de los demás. Mis clases eran por la mañana y casi todos los turnos de Jongin en el trabajo eran de noche, por lo cual solo teníamos la tarde para hablar un rato, y casi siempre los dos solíamos estar ocupados.


Algún que otro fin de semana, solía acompañar a Jongin a la comisaria para hacerle compañía y ver a su compañera de guardia. La mujer de vez en cuando solía traernos algo de comida casera, ambos lo agradecíamos pues comíamos bastante mal.


La verdad es que no era una vida tan mala. Al final acabe pagando el alquiler de la pequeña casa en la que vivía Jongin a medias con él. Y lo mismo con la luz y con el gas. Como la casa era muy pequeña solo tenía una habitación, por eso yo dormía en el sofá cuando Jongin estaba en casa, si no solía utilizar su cama. Era una tontería no utilizarla si él no estaba en casa. Y cuando se lo comente no pareció importarle.


–Mañana y pasado no tendré clase, es el día internacional de la medicina y luego harán puente porque sé qué razón –le informe mientras servía el café en dos tazas pequeñas–. He mirado tu calendario y tú tampoco tienes que trabajar. ¿Quieres hacer algo especial? –pregunte mientras le tendía la taza para que la tomase.


–Si no te importa que duerma a la mañana no veo por qué no –respondió antes de quemarse con el café la punta de la lengua–. Ughs… –exclamo de dolor antes de que le pasase una botella de agua fría. Este en vez de beber de este objeto poso su lengua para que se enfriase. Sonreí divertido al verlo.


–Mi padre nunca me llevo al zoológico, ¿te gustaría ir?


Como respuesta se encogió de hombros, estaba más concentrado en el dolor de su lengua que en lo que yo le pudiese decir. Lo cual era normal.


–Deja que mire –más que un ofrecimiento mis palabras parecieron una orden.


Lo agarre de la barbilla y moví toda su cabeza, para que su lengua quedase justo delante de mí. Se la mire detenidamente. No parecía que fuese nada grave, aunque igual no podría saborear nada con esa parte de la lengua durante una semana.


–Iré a la farmacia a por un apósito frío –le informe mientras me daba la vuelta–. No es nada pero así se te curara más rápido –asegure. Debía de admitir que vivir con Jongin era genial. Cada dos por tres se hacía algo nuevo y cada dos por tres yo tenía que prestarle los conocimientos que aprendía en la universidad. Era como tener una práctica diaria.


Volví rápido de la calle, la farmacia apenas estaba a dos manzanas. A primera vista no pude ver a Jongin, algo extraño ya que desde la entrada se podía ver casi toda la casa. Camine por esta llamándolo y este me respondió desde su cuarto. Entre sin permiso ya que la puerta estaba abierta de par en par.


Le había pillado cambiándose. El chico no tenía el menor temor a enseñar su cuerpo, no al menos delante de mí. Entre en la habitación a la vez que se daba la vuelta y me sonreía. Se acerco a mí y sin decir nada cogió la pequeña bolsa que tenía en mis manos, dejándola delicadamente sobre la mesa de estudio que había al lado.


–Gracias, es muy amable por tu parte –sonrió antes de besar momentáneamente mis labios. Me quede de piedra. Paralizado. Intente reaccionar rápidamente, para que no se viera mi desconcierto pero mi cuerpo solo supo agarrarlo de la muñeca.


Me miro interrogante, igual hasta preocupado por mí.


–No te preocupes Luhan –comenzó a hablar–. No voy a hacerte nada –sonrió de medio lado, de manera ciertamente seductora, lo cual no encajaba con lo que había dicho. Fue a zafarse de mi agarre pero mi cuerpo no le dejo.


Tire de él, hacia mi cuerpo, y lo bese yo esta vez en los labios. Simplemente quería probar si el cosquilleo que había sentido en la tripa iba a volver a repetirse si le besaba. Y así fue. Ninguno de los dos dudo al profundizar el beso. El cuerpo de Jongin estaba caliente y era agradable al tacto de mis dedos.


–Kai… –pronuncie en un suspiro al separarnos. No sabía porque había pronunciado aquella palabra la verdad.


–Me acabas de cortar todo el rollo –se quejo él un tanto molesto–. No puedes nombrar a ex pareja después de haberte besado conmigo. Debería de estar prohibido.


Se separo de mí, pero le volví a agarrar por los brazos esta vez para que siguiese a mi lado. Le mire preocupado. No comprendía bien sus palabras porque la sangre no me llegaba bien a la cabeza, me sentía mareado; y las palabras que pronuncie a continuación tampoco las llegue a comprender nunca del todo.


–Hace tiempo leí en una revista que en algún idioma viejo “Kai” o “Kaia” significaba puerto –¿Por qué le contaba aquello sí ni para mi tenía sentido?–. Tú eres mi puerto. Tu eres el que me alejo y salvo de aquella inestabilidad en la que yo vivía y me llevo a tierra firme –le asegure–. Tú eres el tipo de persona que me puede volver inestable también porque al fin y al cabo eres Kai. Creo que… creo que si te separas de mi volveré a caer al agua y… –trague saliva antes de terminar la frase– tu eres el único que podría llevarme a flote. Kai –susurre sobre sus labios.


Se quedo callado ante mis palabras. Creo que jamás había dicho tanta tontería junta. Se soltó de mi mano y agarro mi cabeza con fuerza antes de besarme de una manera más apasionada que la que había hecho antes. Nos besamos hasta quedar sin aliento, nos miramos y nos sonreímos mutuamente de la manera más tonta. Junte mis labios con los suyos esta vez de una manera más suave. Él seguía teniendo sus manos sobre mi cabeza y las mías habían viajado por toda su espalda, acercando nuestros cuerpos aun más el uno al otro. Dejando que a través de mi camiseta pudiese sentir todo el descubierto y caliente pecho de Jongin.


 


Nuestros días pasaban tranquilamente, sin ningún tipo de problema. Nos habíamos declarado pareja aunque nadie más lo supiese. Tampoco es que hubiese muchas personas a las que les pudiésemos contar nada, de ahí que no lo hiciéramos. Tampoco es que hubiese habido un momento para declararle al mundo entero que estábamos juntos.


Yo había pasado de dormir en el sofá a dormir en la cama de Jongin todos los días, estuviese o no. Había veces en las que el llegaba antes de trabajar, se acurrucaba a mi lado y me abrazaba fuerte haciendo que a mí no me diesen ganas de ir a estudiar.


–Se te ve muy feliz últimamente –observo mi amigo Yixing mientras tomábamos algo en un bar cerca de su casa–. ¿Ha pasado algo bueno?


Le mire con sorpresa mientras removía el hielo de mi refresco con el dedo. Ni me había dado cuenta de haber metido mi extensión allí dentro y ahora que lo veía me parecía extraño.


–¿Eh? –le pregunte distraído mientras mis mejillas se sonrojaban al recordar tan solo el rostro de Jongin–. Llevo una temporada en la que estoy más que feliz. No me puedo quejar de nada de lo que pasa en mi vida –le asegure.


–Tú nunca te quejas de nada Luhan –me recordó antes de cogerme la mano y sacármela del refresco–. Deja eso –me ordeno con un tono borde– y cuéntamelo todo. Hacía mucho que no sonreías de esa manera –sonrió el también para ir acorde conmigo.


Le mire fijamente. ¿Qué debía de contarle? Por lo general no sabía hablar de mí mismo, jamás había tenido la costumbre de hacerlo. Nunca me había gustado la verdad. Todo el mundo recurría a mí para hablar sobre los problemas propios. A la única persona a la que me había abierto había sido Jongin, y porque cuando nos conocimos yo no era yo mismo, solo un saco de piel lleno de huesos, órganos y poco más.


–No es nada. Solo he conocido a una persona que me hace feliz –le explique dándole un trago al refresco sin acordarme de que mi dedo había estado ahí. Tampoco era tan malo, era mi propio dedo y no el de otro.


–¿A eso le llamas nada? –me pregunto inclinándose sobre la mesa. Simplemente atine a encogerme de hombros–. Esa persona debe de ser la primera novia de verdad que tienes Luhan –sonrió con felicidad.


–Ya bueno pero…


–¡Ni peros ni nada! –me corto agarrándome de las manos y alzándolas–. Pensé que eras asexual o algo –río ligeramente–. Debe de ser una autentica belleza para que te hayas fijado en ella.


–Bueno Kai es… –tome un respiro para saber cómo responder a la pregunta que no me había formulado en realidad–. Es una persona… exótica, no encontraras una persona como Kai en tu vida.


Note como mi móvil vibraba dentro de mi pantalón, saque el teléfono móvil y con una pequeña disculpa leí el mensaje que me había llegado. Claramente era de Jongin, diciéndome que volviese sobre las diez a casa, había conseguido salir antes de su turno de tarde del trabajo y quería que cenásemos juntos en casa. Acepte rápidamente su oferta y deje el teléfono en paz.


–Sonríes como un idiota –me informo mi amigo mientras me miraba medio divertido ante mi reacción–. ¿Te ha enviado un mensaje cursi y te ha levantado el ánimo? –comenzó a chinchar.


–No –respondí casi tajante–. Solo me ha dicho que ha terminado de trabajar y que me espera para cenar. Pero no te preocupes, puedo llegar un poco tarde.


Yixing me miro fijamente sin estar muy convencido de eso de llegar tarde. Seguro que quería que llegase lo antes posible para cualquier cosa que pasase por su retorcida cabeza. No es que fuese mala persona, justo al contrario, pero de vez en cuando solía pensar de una manera un tanto extraña incluso poco moral.


–Levanta y vamos para allí –me ordeno. No le hice caso. Si Jongin me había dicho que no fuese a casa hasta las diez era por algo. Mire interrogante a mi amigo el cual seguía pidiéndome con los ojos que le hiciese caso–. Vamos a comprarle un regalo. No querrás aparecer allí con las manos vacías ¿verdad?


Incline la cabeza hacia adelante, pensando en ello. La verdad es que no era justo que Jongin se fuese a tomar el trabajo para hacer algo mientras yo me quedaba quieto esperando por la sorpresa que él me quisiese dar. Termine de beberme todo el refresco y asentí firmemente.


Mi amigo sonrió feliz al ver que le hacía caso. Salimos del bar siendo acogidos por un frío viento. Me arrope mejor en mi abrigo temiendo coger un resfriado si no lo hacía. Seguimos hablando durante todo el camino y acabo por convencerme para comprar una botella de champagne. En realidad la compro él con su carnet falso en el que decía ser mayor de edad.


–¿Seguro que no quieres que compremos condones? –me pregunto mientras me abrazaba con un brazo. Suspire, ya era la quinta vez que me preguntaba lo mismo. Alce la mirada al cielo, dejando que el viento diese contra mis mejillas y ojos, haciendo que mi cara se enfriase.


Pero en seguida algo llamo mi atención. Una pequeña ardilla, la cual parecía una cría por el pequeño tamaño. Estaba claro que se encontraba fuera de su madriguera, allí donde tendría que estar invernando. No parecía estar tranquila pues movía la cabeza de lado a lado, girando sin parar. Observe mejor y vi que tenia la pata atrapada entre dos pequeñas ramas que se juntaban.


–Toma esto –le  di el alcohol a Lay sin mirarle. En cuanto note que el peso que suponía para mi mano bajaba solté la bolsa. Escuche que me preguntaba cosas pero las ignore. No porque no quisiese responder a sus preguntas o porque quisiese parecer maleducado, simplemente quería salvar a aquella pequeña criatura cuanto antes.


El árbol tenía nieve y hielo, resbalaba. Me tuve que quitar los guantes que llevaba para poder agarrarme bien al tronco. Lay se acerco más a mí para pararme, pero yo ya había comenzado a subir, sin mirar abajo. No tarde mucho en llegar hasta donde me proponía, lo cual me lleno de orgullo. Eso sí, tuve que hacer un gran esfuerzo para poder estabilizarme y coger impulso. Una vez me coloque en una posición relativamente cómoda, agarre con una mano la pequeña criatura. Esta me mordió uno de los dedos, pero intente ignorarlo. Me había hecho una pequeña herida y sangraba ligeramente, pero nada que se viese grave. Con delicadeza pude sacar al pequeño animal de aquel prisionero agarre al que estaba sometido.


Sonreí feliz al ver que había podido hacerlo. La ardilla se tranquilizo un poco en mis manos, pues la había agarrado con las dos para que se calentase un poco.


–¡Yixing! ¡Mira! –exclame feliz mirando hacia abajo. El me miro con sorpresa al ver porque había subido hasta allí.


–Muy bien Luhan –respondió el intentando no parecer tan contento como yo si no un poco cabreado por haberle ignorado–. Ahora baja rápido –me apremio.


Asentí con entusiasmo y metí a la pequeña cría dentro d mi bolsillo, dejándole huecos por los cuales podría respirar. Baje la fuerza con la que agarraba la rama y apoye mejor los pies. Subir había sido fácil pero bajar no parecía que fuese a serlo. Intente convencerme a mí mismo de que podía hacerlo, pero el resbalón que di justo después me quito toda esperanza. Baje en picado hasta el suelo, cayendo de pies antes de caer nuevamente contra el suelo.


La ardilla se revolvió nerviosa dentro de mi bolsillo y Yixing corrió preocupado hasta donde me encontraba yo, gritando. Comencé a ver las cosas borrosas, nada estaba claro. Sentí que alguien me levantaba la cabeza, la cual me dolía mucho. Deje de escuchar la voz de mi amigo, ni pude escuchar la mía propia cuando hable antes de dormirme.


 


 


Desperté en una cama de hospital. Podía reconocer el olor gracias a todas las prácticas que había hecho. La cama era un fino colchón mullido que no se encontraba totalmente recto, si no que tenía la parte de arriba incorporada. Todo estaba en silencio si no fuese por el goteo que tenía al lado y un medidor de constantes que hacía un ruido infernal. Fuera de la habitación podía escuchar a las enfermeras y a los médicos hablar entre ellos tanto sobre temas importantes como de temas triviales.


Abrí los ojos poco a poco notando como la luz entraba por ellos dejándome ver lo que había alrededor. Yixing estaba sentado en la silla que había al lado de la cama mientras agarraba mi mano y acariciaba mis dedos nervioso. Parecía que le había comprado una pequeña jaula a la ardilla que había rescatado pues estaba durmiendo plácidamente en ella.


–¿Luhan? –la voz de Lay se alzo en la habitación, al igual que él ya que se puso de pies. Vi como me sonreía tiernamente y me acariciaba el pelo y la mejilla sin soltar mi mano–. Estaba muy preocupado por ti –me informo–. ¡No vuelvas a hacer eso delante de mí! ¿Vale? No te dejare subirte a un árbol nunca más –no pude evitar sonreír cuando dijo aquello. Parecía que de verdad lo había pasado mal por mi culpa.


–¿Cuánto tiempo llevo desmayado? –pregunte con pereza y dificultad.


–Como unas tres horas –respondió él un poco más tranquilo–. Tu novia estará a punto de llegar. Hace poco se ha puesto en contacto conmigo y me ha dicho que le quedaban unos cinco minutos –asentí sin ganas de hablar. Debería de decirle que Jongin era un chico, pero sentía mi cuerpo muy cansado.


Yixing decidió darme una pequeña tregua y que descansara un poco, pero en ningún momento dejo mi mano. Sonreía intentando verse tranquilo, pero no lo estaba.


Unos minutos más tarde se escucho un revuelo fuera de la habitación. Yo apenas me di cuenta de ello pero note como alguien entraba en la habitación deprisa y corriendo.


–¿¡Luhan!? –exclamo la voz de Jongin totalmente agotada. Sentí como se tiraba encima de mí y me llenaba toda la cara de besos. Besos rápidos que me dejaron un pequeño camino de su saliva–. ¿¡Que te ha pasado!? –dijo cuando dejo de besarme aunque luego siguió haciéndolo–. ¿Casi muero al saber que te habían ingresado en el hospital con urgencia?


–¿Tu eres Kai? –pregunto Yixing sin entender nada–. ¡Oh, lo siento! Pensé que serias una chica me ha extrañado –se disculpo. Seguro que Jongin le había lanzado una mirada matadora por haber interrumpido sus besos.


–Jongin, te presento a Yixing –dije incorporándome mejor en la cama al sentirme más despierto–. Es un amigo de la infancia. Yixing este es Jongin, mi novio.


Ambos se saludaron con una pequeña inclinación, sin dejar de mirarse a los ojos. Lay le sonrió ligeramente y él intento mostrarle el mismo gesto aunque se encontrase muy nervioso.


–Supongo que tú has sido el que me ha enviado los mensajes –concluyo Jongin. Yixing asintió con un pequeño puchero en sus labios haciéndole parecer más inocente de lo que era–. Gracias –suspiro sintiéndose aliviado–. ¿Qué tal estás tú? –me pregunto a mí.


Sonreí y le explique que en ese momento me encontraba bien, algo mareado pero que debía de ser por la anestesia que tenía en el cuerpo. Al menos servía de algo estudiar medicina, podía comprender que pasaba dentro de mi cuerpo cuando muchas otras personas serian incapaces de verlo. Hacía que no me preocupase pues si me pasase algo grave no estaría allí.


–¿Este es el causante de tanto mal? –pregunto mientras miraba la pequeña ardilla. Yixing se había ido a comer algo ahora que tenía compañía y había alguien que podía vigilarme.


–No es causante de ningún mal, casi la aplasto al caerme –enfoque la situación desde otro punto de vista–. Puede que le llame Kai, así no sabrás a quien estoy llamando –bromee.


–Deberías de llamarlo Luhan –respondió el–. Es tan kamikaze como la persona que le ha rescatado –sonrió mientras me miraba fijamente. Dejo a la ardilla en paz y se sentó a mi lado, cogiéndome de la mano con fuerza.


–Iba a decirle a Yixing que salía contigo, que eres un chico –comencé a hablar–. Pero se emociono al saber que salía con alguien y no me dejo corregirle.


Acaricio mi pelo con un gesto pensativo. Había visto en su cara que le había molestado el que no le contase a mi amigo que salía con un chico. Puede incluso que se lo hubiese tomado como insulto o como algo incluso peor. No quería que pensase que lo despreciaba a él o a sus sentimientos.


Había sido la única persona que había creído en mí y me había ayudado de verdad, aunque fuese su obligación. Me había demostrado que era el cariño y tratar a alguien bien después de los incontables años en los que nadie me había tocado con ese sentimiento.


Definitivamente me daba igual si Jongin era chica o era chico. Era Jongin. Y no necesitaba nada más para ser feliz porque él me hacia lo más feliz que podía ser.


–No te preocupes por eso ahora –me contesto con una pequeña sonrisa antes de besar ligeramente mis labios–. Tu solo ponte bien ¿sí? Es mi único deseo ahora.


Sonreí tiernamente mientras agarraba su mano con fuerza y asentía con la cabeza. Me había tocado el premio gordo. Nadie podría encontrar jamás otra persona como mi novio, porque era único en el planeta y era mío.


–¿Ya estás bien, Luhan? –pregunto una voz masculina y adulta. Corte el contacto visual que tenia con Jongin y mire al Doctor Kim. Él entre otros estaba siendo uno mis mentores de prácticas–. Cuando me han dicho que estabas en el hospital pensé que te habías equivocado de día –sonrió antes de mirar los papeles médicos.


–Jongin. Este es el Doctor Kim, uno de mis profesores –se lo presente. Los dos se dedicaron una reverencia, la del moreno más profunda que la del doctor–. ¿Cuándo podre ir a casa? –pregunte sin perder el tiempo, deseoso de salir de allí cuanto antes.


–Umh… Mañana –respondió anotando algo después de mirar mis constantes–. Te haremos una pequeña intervención en la rodilla porque se te está derramando el líquido sinovial –me explico a mi más que a Jongin–. No es una intervención peligrosa como ya sabrás y al ser una operación de DÍA cuando la anestesia de la operación desaparezca podrás irte a casa.


Suspire lentamente. Lo último en lo que había pensado al subir al árbol era en tener que operarme después. No me hacía ninguna gracia la verdad, pero era lo mejor que podía hacer ya que si seguía derramando liquido podría quedarme sin andar, o si lo hacía sufriendo grandes dolores.


Asentí y agradecí su trabajo al doctor. Este nos volvió a dejar a solas.


–Había preparado una cena espectacular para los dos ¿sabes? –me informo Jongin–. Una pena que se vaya a echar a perder –se incorporo y apoyo su trasero en la cama–. ¿Crees que será más cómodo que duerma aquí contigo o en el sillón?


 


 


Al principio me costó un poco hacerme otra vez al ritmo de todo. Como me habían operado de la rodilla tenía que guardar reposo durante un tiempo, y aunque por dentro me comiesen las ganas de andar y corretear por ahí, me tuve que aguantar. Siempre había alguien para ayudarme a subir las escaleras o para hacer cualquier otra cosa, o sea que tuve una recuperación lenta pero fructífera. En casa Jongin no me dejaba hacer nada de nada. Siempre era él el que hacia las compras o el que limpiaba e incluso el que me cuidaba como si fuese un niño pequeño.


Era agradable que alguien se preocupase por ti y que te cuidase, algo de lo que antes no había podido disfrutar. Mi padre siempre estaba ocupado con el trabajo y la zorra de la señora siempre estaba preocupada de sí misma en vez de mirar por los demás. Eso sí, cuando ella caía enferma yo tenía que cuidarle. Vaya broncas que me echaban si no lo hacía. Como odiaba a esa mujer.


Cuando por fin me quitaron la escayola y me hicieron las curas Jongin y yo decidimos hacer una pequeña fiesta para los dos solos. Así podríamos disfrutar de un poco de tiempo a solas y disfrutarlo sin hacer grandes esfuerzos, ya que yo aun tenía que ir a rehabilitación.


Llegamos a casa y nos despojamos rápidamente de los abrigos, allí dentro hacia mucho más calor que fuera. Fuimos a la cocina donde habíamos dejado una pequeña tarta, suficiente para los dos. En realidad se lo iba a comer él ya que a mí el dulce no es que me hiciese mucha gracia.


–¿Quieres pedir un deseo? –me pregunto antes de comenzar a cortar la tarta–. Sé que no hay velas pero…


–Tengo todo lo que he podido desear –le corte antes de besarle los labios con fuerza aunque no profundizásemos más–. Jamás había sido tan feliz –asegure antes de besarlo otra vez con más fuerza.


Jongin agarro mi nuca para que no pudiese escapar de sus labios esta vez. No me quede, y abrí la boca de buena gana al notar como su lengua pedía acceso a mi boca. Lo agarre de los hombros, pegándolo más a mi cuerpo a la vez que el me hacia sentarme encima suyo. Así los dos podíamos estar apoyados en algo ya que él estaba sentado en una silla.


Los dos sentimos como nuestros miembros se rozaban, tal y como lo habían hecho muchas otras veces. Hasta ahora habíamos llegado bastante lejos, yo lo consideraba así por la situación en la que nos encontrábamos. Pero no estaba seguro de cuanto más podríamos resistirnos él uno al otro. Podía notar la pasión con la que me tocaba, podía sentir aquellas ganas que tenia de mí.


–Es… –no pude seguir hablando porque comenzó a acariciar mi miembro–. Espera Jon–Jongin –le pedí esperando que me hiciese caso. Tardo un poco en hacerme caso pero aun así paro, dejando mi miembro medio despierto.


–¿Te duele la pierna? –pregunto preocupado al ver cómo me levantaba.


Negué con la cabeza antes de salir de la cocina e ir a la habitación a por algo. Escuche como soltaba un pequeño quejido, no le había gustado que interrumpiese el acto que estábamos llevando a cabo. Volví rápidamente, todo lo que podía sin forzar la pierna y le tendí un tocho de papeles para que los viese. Extrañado, por su expresión, abrió el pequeño informe que tenía delante y pasó los ojos mirándolo en general.


–¿Qué quieres decirme con esto? –pregunto sin comprender a que venía. La verdad es que aquel informe lo había hecho rápido y corriendo y no lo había profundizado mucho. Me había dado un tanto de vergüenza escribirlo ya que iba sobre la penetración anal–. Te da miedo lo que pueda pasar ¿verdad? –sonrió al entender mi reacción. Se levanto de la silla y me abrazo de la cintura mientras posaba sus labios sobre mi cuello–. No tienes que tener miedo Luhan.


–No quiero romperte ningún esfínter ¿sabes? –lo abrace con fuerza–. Incluso penetrándote yo sufro riesgos de quedarme sin mi… ya sabes.


–Espera… ¿crees que vas a ser tu quien me penetre? –pregunto esta vez incrédulo separándose un poco de mí–. Luhan, en este caso tú serias el penetrado.


–¿¡Qué!? –exclame sin poder creérmelo. ¿En serio creía que me iba a dejar destrozar los intestinos y los esfínteres del ano? Me miro con seriedad, sin un atisbo de broma en su expresión–. No –recalque con fuerza–. No me vas a penetrar. Es peligroso… para mi… para ti… para… –deje de hablar ya que me encontraba de lo más contrariado. Es que aun incluso de que penetrándome él no hubiese peligro le dejaría hacerlo.


–Luhan. Tranquilízate –me zarandeo por los hombros al ver que me estaba dejando comer por mis pensamientos totalmente racionales. Cuando volví del todo en mi me cruce otra vez con su seria mirada–. No haremos nada pero piénsatelo ¿sí?


Asentí a mi pesar, aunque dudaba que fuese a cambiar de opinión.


 


Lo quisiese ver o no, la relación que mantenía con Jongin se había enfriado desde aquel día. Yo no podía hacer otra cosa que leer y releer el corto informe que había escrito yo mismo. Era algo que no podía evitar, me daba miedo y no servía de nada ya que sentía que perdía a mi novio rápidamente.


Mis sospechas se hicieron reales cuando me pidió un tiempo. Ya ni siquiera dormíamos en la misma cama o comíamos juntos. Las pocas noches que tenia libres no las pasaba en casa, me dejaba a mi solo  en aquella pequeña casa.


Supongo que yo mismo me lo había buscado por confiar en alguien a quien apenas conocía. Me había confiado porque me había dado cariño, algo que necesitaba desesperadamente cuando le conocí. Supongo que él haber sido el dulce policía que cuidaba de un ciudadano con tanto cariño hacía que fuese mi perdición.


Notaba que yo le necesitaba mucho más de lo que él me necesitaba a mí. Mientras que él era capaz de rehacer su vida, o simplemente seguir con ella sin mí, yo estaba estancado. Comencé a estudiar más ya que no tenía nada que me distrajese, y mis notas mejoraron mucho. Seguí manteniendo mi relación con mis amigos de siempre, sobre todo con Yixing, ya que siempre podía contar con él. Pero Jongin había pasado a ser secundario, aunque sentimentalmente no fuese así.


Pero aquella noche fue la peor. Me encontraba en el sofá, intentando dormir. Jongin había salido ya que no se encontraba en casa. No le había visto en todo el día, pero hacía apenas cuatro horas que yo había llegado a casa y ya era de noche cuando había llegado. No tenía que trabajar o sea que o se había quedado a dormir en casa de alguien para no verme o se había ido de fiesta.


Eran las tres de la mañana cuando escuche la puerta abrirse. De ella entraron dos personas, una chica y Jongin. Rieron al entrar pero en seguida se escucho como alguien chocaba contra la pared, y luego el sonido de unos labios besándose. Se arrastraron por el pasillo hasta llegar a la habitación y sin cerrar la puerta comenzaron a desvestirse y a acariciarse con fuerza. Pude notarlo por el sonido que hacían los dos.


No tarde mucho en escuchar gemidos mientras yo me encogía entre las mantas, escondiéndome dentro de ellas para no escuchar lo que estaba pasando en la casa. Note como las lágrimas corrían por mí mis mejillas sin control alguno. Me dolía que buscase en otra persona aquel tipo de relación. Me hacía plantear que solo había estado conmigo por llegar a ese momento, ya que cuando me negué me dio de lado. Y ahí estaba, dándole ese tipo de amor a otra persona que no era yo.


A la mañana siguiente me levante temprano e hice mi maleta de manera rápida. No quería pasar más tiempo bajo el mismo techo que él. Puede que los dos actuásemos por despecho pero no me sentía capaz de estar viviendo con alguien que tan fácilmente me remplazaba por otra persona.


Tampoco tenía muchas cosas que recoger o sea que no me costó nada de nada salir de allí. Decidí dejarle una nota ya que desaparecer así sin más no era algo que se debía de hacer. Sabía que en realidad no le importaría, aunque esperaba que llorase mi perdida tanto como había llorado yo la suya.


Me quede en un pequeño motel cerca de la universidad, comenzando a buscar un sitio en el que quedarme. Uno que fuese mío, aunque fuese solitario y enano. Para lo poco que pasaba en casa, y ahora en el motel, no necesitaba más.


Pensé en ello hasta que me acorde de Yixing. El vivía con su abuela, pero tenía que tener una habitación libre, la que perteneció a sus padres antes de morir en aquel dichoso accidente. Por lo tanto me plante en su casa, toque el timbre y espere con mi maleta a que abriese la puerta.


Cuando abrió la puerta me sonrió abiertamente. Normalmente no solía visitarlo en su casa o sea que aquello le había descolocado un poco.


–¡Luhan! –saludo con energía–. Raro verte por aquí. ¿Puedo hacer algo por ti? –pregunto con cortesía.


–La verdad es que… –dude antes de seguir hablando, no quería parecer un cara dura–. Tienes una habitación libre ¿verdad? –asintió ante mi pregunta–. La necesito –me miro extrañado–. Podría…. ya sabes, ¿quedarme contigo durante un tiempo?


El dudo antes de responder. Vivía con su abuela enferma y no debía de tenerse en cuenta solamente a él. Pero yo necesitaba vivir con alguien conocido. No podría soportar irme a vivir a un motel solo, durante más tiempo del que podría soportar.


–Yixing, si te lo pido es porque realmente lo necesito –comencé a hablar esperando que si le tocaba la fibra sensible–. Estoy viviendo en un motel. No puedo seguir viviendo con Jongin; me ha dejado y además se lleva a otras personas a casa para… –me callé para no seguir hablando sobre eso–. Te pagare un alquiler si quieres, lo que sea. Pero no me dejes en la calle. Por favor.


Mis palabras sonaban como si fuese una súplica. En realidad le estaba suplicando. Y no me importaba admitirlo. Después de todo lo que había vivido en los últimos meses mi orgullo me daba exactamente igual.


–Estoy destrozado. Llevo unos meses en los que ni yo mismo me pudo reconocer por lo que he cambiado. Ahora parece que me gustan los chicos ¿sabes? Y me confunde. Por desgracia eso es de lo mejor que me ha pasado últimamente, porque todo lo demás es una mierda. Al menos he conseguido que los estudios me vayan bien, si ignoro toda mi vida y me centro en ello, pero quiero poder seguir teniendo una vida más allá del estudio y… solo en un motel de por vida yo…


–Puedes quedarte –hablo lentamente mientras me abrazaba–. Pero deja de llorar, por favor –me pidió. ¿En serio estaba llorando? Ni me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. Supongo que mi sufrimiento había llegado a tal punto que ni me enteraba de lo que pasaba fuera de mi cuerpo–. Entra por favor, no te quedes ahí fuera.


 


Yixing se pasó todo el día conmigo, se negó a separarse de mi lado. Era la primera vez que me veía llorar y se había preocupado. No me gustaba que se preocupase tanto por mí, me hacía sentir mal por él. Tener que encargarse de mi no debía de ser nada cómodo.


Hablo con su abuela y ninguno de los dos tuvo ningún problema en dejarme vivir con ellos. En la habitación de los padres de mi amigo. Desde que ellos habían muerto no habían dejado que nadie ocupase la habitación y que me dejasen hacerlo a mi fue algo que me conmovió. ¿Cómo podía ser una familia tan agradable?


Decidí por mí mismo, sin que me pidiesen nada, que lo mejor era dejar la habitación tal y como estaba. No moví nada de su sitio, ni las fotos ni la ropa que estaba en el armario. Yixing y su abuela se pasaron como media hora delante de la cama, rezando antes de que cambiase las sabanas. Querían tener la memoria de las dos personas bien cercana, y a mí no me molesto tener que esperar.


“¿Dónde estás?” o “Te echo de menos, vuelve”. Eran mensajes que esperaba recibir por parte de Jongin, pero no recibí ninguno. Luego recordé que le había bloqueado y que era normal que no pudiese enviarme nada pero aunque estuviese muriéndome de las ganas por saber si se había acordado de mí no lo desbloquee. No me encontraba seguro de que quisiera hacerlo. Y lo mejor ante la duda era no hacerlo.


–¿Te sientes cómodo? –me pregunto Yixing una tarde mientras yo estaba haciendo mi tarea diaria. Le mire curioso. Se acababa de duchar, pues llevaba un albornoz y tenía el pelo mojado, y parecía que estuviese preparándose para salir pues se había hecho cosas raras en el pelo.


–Sí –respondí brevemente–. No pensé que pudiera adaptarme tan fácilmente a las costumbres que tenéis aquí pero… lo he logrado –sonreí orgulloso de mí mismo. Correspondió mi sonrisa mientras se metía en la habitación y se sentaba en la cama mirándome fijamente.


–Deberías de darte un respiro y venir conmigo de fiesta, te lo mereces –opino el aunque supiese que iba a rechazar su propuesta–. Te lo digo en serio. ¿Hace cuanto que no te diviertes como una persona joven?


–Ni lo sé, ni me importa –le conteste yo–. Aunque sea joven y tenga que disfrutar de mis años quiero concentrarme en mis estudios, acabarlos cuanto antes. Ya sabes –me levante de la silla en la que me encontraba y camine hasta la cama, sentándome a su lado–. Deberás de divertirte por los dos. ¿No crees?


Sonrió abiertamente y asintió. Aun así su expresión me decía claramente que se guardaba algo bajo la manga, no quería dejarme las cosas fáciles.


–Cuando termines el cuatrimestre vendrás conmigo –declaró, sin pedir permiso ni nada–. Te mostrare lo que es divertirse de verdad y luego te arrepentirás de haber sido tan casto toda tu vida –aseguro con aquella traviesa sonrisa que solía mostrar.


–Puede que tengas razón –sonreí antes de abrazarlo con fuerza. Simplemente sentí que debía hacerlo porque era bueno conmigo. Había decidido que después de lo que había hecho aquella familia por mi se lo iba a devolver todo como pudiera–. Tú ve, yo cuidare de tu abuela.


 


La abuela de Lay era una señora muy amable y trabajadora aunque su médico le hubiese prohibido hacer grandes esfuerzos. Hacía todo lo que estaba en su mano por su sobrino y yo le ayudaba con eso. Me hizo gracia que aun con la edad que tenía mi amigo su abuela tuviese que hacerle un reconocimiento completo todos los días. Más de una vez se olvido incluso de ponerse la ropa interior. Entonces ella le echaba la bronca y le obligaba a arreglarse mejor. Incluso le solía castigar de vez en cuando.


–Eres muy buen chico –me aseguro mientras un día le estaba poniendo la inyección de la diabetes. Había cogido la costumbre de encargarme de sus medicinas, al fin y al  cabo entendía del tema y tenía la capacidad para hacerlo–. Es bueno que Yixing tenga amigos como tú, hace que no me preocupe tanto.


Sonreí a la anciana amablemente y con cuidado metí la aguja dentro de su piel. Me mantuve en silencio, pues aun no tenía la confianza para hablar mientras lo hacía, e introduje la hormona dentro de su cuerpo.


–Yixing tiene suerte de tener una abuela como usted señora Zhang –asegure devolviéndole el cumplido–. Ha conseguido que se crie en un ambiente más que bueno. Me da envidia ver como tiene a alguien que se preocupe tanto por el –admití de manera tímida–. Estoy seguro de que jamás la dejara sola y que le devolverá todo lo que ha hecho por él. Y lo mismo conmigo –saque la aguja lentamente–. Le estoy tan agradecido que jamás podría olvidarlo.


–Yo creo que estás haciendo suficiente por mi y por mi nieto –repuso ella–. Gracias por tener toda esa paciencia –sonrió de manera maternal antes de besar mi frente.


Sentí como me emocionaba y de mis ojos comenzaban a salir lágrimas de repente. No las había notado llegar, pero ahí estaban siendo derramadas sin descanso. La vieja señora me abrazo con fuerza y me meció entre sus brazos y cuerpo. Me abrace a ella sin pensármelo dos veces. Hacía tiempo que no me sentía cuidado de una manera tan maternal y agradable. Había olvidado lo que se sentía cuando alguien se preocupaba por mis sentimientos y por darme el cariño que tanto sentía que necesitaba. Aunque no lo expresase.


–Ya paso pequeño. Ahora estas a salvo –aseguro mientras me apretaba más tiernamente contra su cuerpo.


 


Me encontraba tirado en la cama, mirando una vieja película en la televisión. Incluso estaba en blanco y negro. No le estaba prestando mucha atención pero mi cabeza no era capaz de seguir estudiando en ese momento. Simplemente no era capaz de leer una palabra médica más. Quería sentirme tonto por un momento y pensar que no iba a necesitar los estudios para poder ser feliz de mayor. Pero yo no conocía ese mundo.


Alguien golpeo mi puerta y de esta entro Lay. Parecía estar cansado y querer meterse en la cama cuanto antes. Le mire y sonreí, bajando el volumen de la televisión para que pudiese decirme lo que más desease.


–¿Qué estás viendo? –me pregunto mientras se metía el también entre las mantas y se acercaba a mí para entrar en calor pues el único cacho del mueble que estaba caliente era el que mi propio cuerpo había calentado. Me aparte un poco hacia un lado para que pudiese disfrutar del pequeño hueco de calor que había creado.


–Una película americana de hace tiempo. Doce hombres sin piedad –concrete–. La puedo cambiar si quieres…


–No tranquilo –rechazo mi ofrecimiento–. Cuando era pequeño me metía en esta cama con mis padres a ver películas antiguas –sonrió con nostalgia–. Siento que vuelvo a mis años de joven ahora mismo.


Pase mi brazo por su cuerpo y lo abrace torpemente mientras acariciaba suavemente su cuerpo por encima del pijama que llevaba. Era raro que no saliese de fiesta. Hacia unas semanas que salía casi todas las noches, luego volvía temprano y cansado, pero no con la misma cara con la que volvía cuando salía a divertirse por ahí. No le había dicho nada porque no quería que pensase que se estaba volviendo poco atractivo. A un joven como Lay seguro que le preocupaba mucho el cómo le veían, y él se veía bien aunque hubiese cambiado. En mi opinión el cambio había sido para mal pero eso no quitaba la chispa que tenia. Aquella chispa que solo Zhang Yixing, alias Lay, podía tener.


–He conocido a alguien –corto el pequeño silencio que se había creado mientras veíamos la película–. No es nada serio, es más como que me esconde ¿sabes? Pero a mí me gusta su manera de ser, aunque a veces parezca que no le importo nada.


Me sorprendí de manera grata al ver que quería compartir aquellas palabras conmigo. Era agradable pensar que confiaba en mí para contarme aquello.


–Hay personas que tardan más que otras en darse cuenta de lo que de verdad sienten.


–Pero no es el caso. No necesita de una persona que le de cariño o que le de amor. Está acostumbrado a que no se lo den y todo lo demás le da igual –suspiro suavemente–. Pero es una persona centrada, sabe lo que quiere y… tiene grandes cualidades. Cosas que te gustaría que tu futura pareja tuviese. ¿Comprendes?


Me mantuve en silencio sin saber que decirle exactamente. No eran cosas que me hubiese planteado durante mi vida. Simplemente el tiempo que pase junto a Jongin fue genial, precioso. Era feliz y no me planteaba más cosas a mí mismo.


–El amor es una mierda –murmure con desgana–. Simplemente te puede hacer sentir genial un día y al siguiente te lo quita todo. Si esa persona no te hace sentir bien todo el rato debe de ser bueno, porque te acostumbras y luego la caída no es tan fuerte. Supongo que si te gusta de verdad y ya sabes que es lo peor que te puede pasar no es tan malo.


–Luhan… –susurro después de un rato de silencio. Su voz sonaba como si fuese a dormirse en segundos–. Nunca jamás me des consejos de amor –rio casi nada más hablar haciendo que yo también soltase una pequeña risa.


–No vengas a mí a pedirlo entonces –volvimos a reír los dos a la vez–. Pero en serio, si tanto te gusta inténtalo. Hay pocas personas que se muestran tal y como son desde un principio.

Notas finales:

Gracias por leer <3


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