Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

1954 LOVE/HATE por Akii Siixth

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Para ti, mi bella Mila.

 

Es mucho menos de lo que te mereces por ser como eres conmigo.

 

Te quiero demasiado, tanto que estas letras tontas se quedan cortas, muy cortas... lamentablemente la distancia hace que sea lo único decente que pueda darte.

 

Ojalá lo disfrutes... yo lo hice ♥.

 

Feliz cumpleaños, espero que a este le sigan muchísimos años más.

Notas del capitulo:

Con miles de horas de retraso subo esto.

Espero lo disfrutes nee-chan.

También a los demás que lo lean, espero sea de su agrado.

Este es un songfic de la canción 1954 Love/Hate, una canción guarra de las que yo escucho xD, aunque yo no quise irme mucho por ese lado... pero les incluí la letra ahí en la historia. 

El mensaje escrito en la pared (lo entenderán después), es parte de la canción. Y lo que está en negrita cursiva es la letra de la canción.

Esta es una historia ambientada en 1954, de ninguna región en específico, es solo ese año en la historia... pueden imaginarselo en el país, región, lugar que ustedes deseen.

Eso es todo, creo...

Espero lo disfruten, especialmente tú, Mila♥.

Amor/Odio 1954.

 

Exhalo el humo del cigarrillo que apenas enciendo, mientras tanto veo aquel mensaje escrito por él en la pared. Me río y a la vez me sorprendo por las palabras que ese leen «¡vaya que tiene talento!» pienso. Hoy al abrir los ojos al despertarme  me encontré directo con esas palabras escritas en la pared con mis pinturas:

«Date prisa y atrápame antes de que cometa crímenes peores que este; las fuerzas oscuras no pueden ser detenidas, ya no puedo controlarme más tiempo».

«Maldito dramático», vuelvo a pensar. No sé exactamente cómo es que llegamos a esto, observo la cama desordenada, las sábanas blancas hechas bulto, algunas almohadas en el suelo, varias de mis pinturas desperdigadas por la habitación: todo es un desastre. Todo es como él: hermoso y desastroso.

 

Los recuerdos vienen y van como lo hacían las olas al golpear contra aquel  risco del mirador en el que lo vi por primera vez, tan fugaz y tan incierto que creí haberlo imaginado.

Era un ser tan hermoso el que creí ver, que en lo primero que pensé fue en la alucinación.

Fue hace un par de meses en los que aquella llamada inspiración me había abandonado, los cuadros que tanto disfrutaba pintar no podía retratarlos fielmente en aquel lienzo. La situación que vivía me afectaba en desmesura.

 

El fuerte olor a Chanel, la chirriona cama acostumbrada al uso, demasiado sexo anormal, la llamada de Venus.

 

Acababa de tener una pelea con mi madre, de hecho, en ese tiempo las tenía en demasía, ella estaba muy exasperada con mis «malas actitudes», todo por no querer contraer nupcias con quien ella había elegido para mí. Los constantes argumentos, inválidos para mí, que me daba; me crispaban los nervios y eso me impedía plasmar mis deseos, mi madre nunca entenderá cómo me sentía en ese momento.

Una tarde no pude soportarlo, me marché lejos de ella, la evité, le grité muchas cosas y me fui. El atardecer estaba cerca y la casa se ubica a unos cuantos metros de un mirador muy concurrido, decidí ir hacia allí, tal vez la brisa marina lograba calmar mis nervios.

Me posé en un banca cualquiera, había una cantidad considerable de personas que esperaban el atardecer como quien espera buenas noticias de un ser querido. Decidí observar las expresiones que se asomaban en sus rostros, niños, adultos, en su mayoría ancianos que iban a pasar el momento para no morir lentamente en el vacío de sus casas, los entendía ya que yo me sentía igual.  

Aquel día me quedé allí, postrado en una de aquellas bancas. Siempre llevaba conmigo mi libreta de dibujo y un lápiz, nunca sabía cuándo mi aspiración podía regresar. Los saqué y comencé a hacer un bosquejo del paraje que mis ojos azules observaban: el Sol y su luz ocultándose más allá del mar, como quien se oculta de quien no debe verlo; algunos niños correteándose entre ellos, unos ancianos jugando ajedrez a un costado del borde del peñasco, parejas con sus chaperones observándolos como los buitres a un animal moribundo. Era un ambiente pacífico, todos en sus respectivos mundos, perdidos en su propia historia.

 

Una de las veces que elevé mi rostro para observar el panorama, me topé con él. Tomaba fuertemente el barandal que dividía la majestuosidad del paisaje con la tragedia del fondo, miraba al infinito con sus preciosos ojos, una leve sonrisa se dibujaba en sus gruesos labios, su cabello rubio ondeaba con el viento: era hermoso. Rápidamente pasé la página en mi libreta para dibujarlo, pero cuando alcé la mirada de nuevo, ya no estaba, se había ido. Lo busqué con la vista moviendo mi cabeza en direcciones varias, pero era inútil, él ya no estaba.

Recuerdo que luego de ese suceso regresé a casa y me encerré en mi estudio, que más bien parecía mi cuarto —me quedaba mucho tiempo en ese lugar, tanto que hasta había llevado una cama allí—.

Comencé a dibujar a ese ser que tan impresionado me había dejado, en aquel momento no supe si había sido una alucinación, o si en verdad existía, me inclinaba más por la primera, no podía haber un ser así, sus facciones eran perfectas —aunque lo hubiese visto solo de perfil—, desde que mi vista se posó en él no pude apartarla, parecía un ángel disfrutando de la vida humana.

 

 

Todos los días siguientes, exactamente a la misma hora, regresaba a ese lugar, a esa banca en la que me senté la primera vez, como si ese lugar fue destinado para mí. Me sentaba a esperar poder verlo, aunque los días transcurrían y al parecer mis esperanzas eran en vano.

Una de esas veces, ya me había resignado a que él había sido una alucinación, aunque siempre iba aquel lugar, mi inspiración volvía poco a poco y siempre ese mirador me hacía sentir bien conmigo mismo, me regresaba lo que había perdido.

Ese día me quedé terminando mi dibujo del primer día, aquel paisaje hermoso que la naturaleza le regalaba a mis ojos. Podía notar que ya había anochecido, la gente ya se había retirado a sus casas, escuchaba el ulule de los búhos resonando en mis oídos, era un sonido atrapante, me tenía como en un letargo, del cual tuve que salir abruptamente cuando escuché el sonido seco de algo cayéndose fuertemente sobre el suelo. Llevé mis ojos hasta la procedencia de ese sonido, era una persona que había caído a unos cuantos metros de mí. Por pura cortesía me levanté para ayudarle, aquella persona ya se había sentado y se limpiaba incesantemente sus ropas, me acerqué más y noté que era un niño, parecía que no había tratado de poner sus manos para menguar el impacto ya que su cara estaba llena de polvo y tenía un leve golpe en su nariz.

—¿Estás bien? —pregunté mientras lo tomaba del brazo en un intento por levantarlo.

El niño se levantó y terminó de sacudirse, se notaba a leguas que se estaba conteniendo para no llorar.

Antes que me contestará, escuché unos pasos acelerados acercarse, parecía que esa otra persona venía corriendo. Aquel zapateo rítmico se detuvo justo tras de mí, en ese instante pude escuchar el cansancio en la respiración de ese alguien, me giré y solo pude ver una cabellera rubia que subía y bajaba cuando su dueño respiraba, pero pronto se irguió y me dejó apreciar su rostro, era él... era el ángel que había visto la otra vez, aunque eso desmentía mi autoimpuesta locura y me afirmaba que aquel ser hermoso existía.

De aquella forma se veía aún más hermoso, estaba sonrojado de sus mejillas, jadeaba con la boca levemente abierta y tenía una mano sobre su pecho en el área del corazón, parecía que había corrido mucho. El chico al que yo aún le sostenía del brazo se soltó y echó a correr hacia ese ser hermoso, este le recibió con los brazos abiertos y el pequeño niño, que también era rubio, dio rienda suelta a su llanto, ese al que yo había bautizado en mis pensamientos como «ángel», dirigió su mirada hasta mí y con una señal de cabeza, en señal de despedida, se dio la vuelta y se llevó abrazado al niño. No pude moverme, no pude articular palabra alguna, su sola presencia me había dejado paralizado. Era perfecto, la persona perfecta y mis ojos habían tenido la dicha de observarle.

 

Me fui a casa con el corazón latiéndome extraño, era real... aquel hermoso ser era real. Había podido apreciarlo mejor que antes, en verdad era tan perfecto como lo había pensado, sus facciones eran hermosas, entre delicadas y toscas a la vez, era la combinación perfecta.

Esa noche, mi madre me esperaba junto a uno de sus protectores, sabía que me había ganado más que una reprimenda por haber llegado tan tarde… y así fue, al siguiente día que traté de salir, ella no me dejó alegando que no me lo merecía. A partir de ese día hizo que pasara más tiempo con mi prometida, ¡hasta tenían el descaro de dejarnos solos! Pasé muchos días así, solamente con una chica que no me interesaba en lo más mínimo… comencé a odiar todo lo que mi vida me ofrecía.

 

Así transcurrieron semanas, yendo de aquí allá con mi madre y esa chica de porte tan elegante. Uno de tantos días le avisaron a mi progenitora que había una exposición de arte justo en el centro de la cuidad, que no estaba muy lejos, le informaron también, que habría obras mías y le hicieron la atenta invitación a que yo me diese una vuelta por allí; mi madre aceptó y es que ella se regocija de mi talento.

Esa tarde no fue como las otras, me vestí con mis mejores ropas y salí acompañado por mi madre a la exhibición de mis cuadros. No esperaba que hubiese tantas personas, pues mis pinturas atentaban contra el pudor de las personas en general, o eso habían dicho los críticos —me gusta mucho hacer desnudos—. Aunque he de suponer  que el morbo y la curiosidad reinan en el ser humano, pues la prole observaba embelesada mis cuadros.

Mi madre se pavoneaba más que yo cuando alguien llegaba a felicitarme por mi trabajo. Yo estaba aburrido, habían pasado cerca de dos horas en las que no había hecho más que mostrar una sonrisa falsa a todo el que se me acercaba… no puedo decir que odio la atención, pero esa manera tan hipócrita de demostrarla me alteraba los nervios y atentaba con acabar con mi paciencia si escuchaba a alguien más hablar a mis espaldas y luego venir a sonreírme de frente. «Es la envidia» me decía mi madre cuando notaba cuán irritado estaba por la situación; yo la ignoraba porque ella contribuía a eso.

 

Aquello era una exposición de arte, así que, antes de terminar muerto de aburrimiento, fui a revisar lo que se encontraba aparte de mis pinturas en aquel salón blanco.

Recorrí el área de esculturas, vi unas de gran belleza y de gran tamaño también, me llamaban mayúsculamente la atención los finos detalles que se lograban al plasmar en el mármol, aunque al mismo tiempo creía que yo no sería capaz de hacerlo. Seguí el pequeño recorrido que había montado y me topé con la sección de literatura. Nunca la lectura era algo que llamara mi atención, pero en ese momento solo trataba de distraerme. Repasé los estantes con cientos de libros en ellos varias veces, pero uno me llamó la atención, «Asesina» se leía en la portada y se veía una sombra y un charco de lo que parecía ser sangre goteando de su mano, era una buena idea, aunque yo lo hubiese hecho con más detalles.

Hojeé el libro por curiosidad, no era tan largo. Busqué el nombre del autor, para saber si lo conocía, decía «Anónimo», me extrañó que fuese así, era un libro nuevo y no hablaba sobre que el escrito hubiese sido encontrado o algo parecido. Me acerqué al encargado del área y pregunté acerca del autor, me dijo algo parecido a esto:

—El autor llevaba sus historias con alguien que se encargaba de distribuirlas por el pueblo, hasta que un tipo interesado de hacerse de esas historias habló con el que se encargaba de repartirlas por la cuidad, este le dijo que su amigo no quería que la gente supiera que era él el que escribía dichas narraciones. Fue así como aquel hombre ofreció comprarlas prometiendo que las publicaría como anónimas si él prometía seguir brindándole algo que vender. Dicen que el autor pidió no recibir dinero por las ventas, a él no le interesaba hacerse de dinero por eso, él solo quería escribir.

—Vaya idiota —comenté luego de su explicación, pero luego de darme cuenta de lo que había dicho, decidí preguntar algo más antes que ese hombre dijera algo por la falta de respeto—, ¿es bueno?

—Es de lo mejor que he leído. No es que sea la mejor trama ni la más original, pero esa persona es excelente a la hora de transmitir sentimientos y emociones.

—¿Y puedo comprarlo? Para verificar si lo que dice es cierto.

—Claro, joven Matsumoto.

Lo adquirí y le dije a mi madre que regresáramos a casa, aceptó porque tenía otro compromiso.

 

Lo primero que hice al llegar fue leer ese libro, no puedo explicarme por qué me llamó tanto la atención, quizá fue la portada…, aunque había libros con unas mejores, así que no entiendo.

 

Al día siguiente me desperté hasta que una sirvienta tocó la puerta para avisarme que el desayuno estaba listo. Me había quedado despierto hasta tarde leyendo ese libro, era en verdad interesante. Trataba sobre una mujer que trabajaba como asesina profesional. Describe un poco la situación hasta que le asignan quitarle la vida al hombre que ella tanto amaba, lo amaba tanto que a veces lo odiaba porque él no le correspondía. Ella se acercó más a él, lo conoció y él a ella, este comenzó a corresponderla, ella no pudo matarlo, le confesó lo que hacía y él le sugirió huir; pero fue demasiado tarde, a ella la asesinaron por no seguir órdenes y otro más concluyó el trabajo incompleto.

No era la historia más ingeniosa del mundo; pero me absorbió de tal manera que no pude dejar de leer hasta que llegué a la última página. Sentía la magnitud del torbellino de sentimientos por los que pasó la protagonista, las confusiones, y el arrepentimiento por lo que hacía, todo estaba tan nítido que en verdad me quedé sorprendido porque un libro hubiese tenido ese efecto en mí y es que yo solamente sentía eso cuando creaba mis propias historias en mis pinturas, cuando me imaginaba lo que podría hacer en esas situaciones, cómo se sentiría esta y otra cosa, nunca había experimentado algo así con algo que no fueran mis propias ideas. Nunca.

Desayuné y en media hora me dirigía hacia esa exposición de nuevo, tenía que saber quién era la persona que me había manejado de aquella forma.

Cuestioné una y otra vez al encargado, pero siempre fue la misma respuesta: nadie lo conocía; me resigné y simplemente adquirí varias de sus obras; al menos tenía la esperanza de entretenerme, aunque no supiera quién lo hacía.

 

En las siguientes semanas pasé leyendo esos libros. Me olvidé de todo, de pintar, me olvidé de los problemas que tenía con mi madre, me olvidé de todo. Absolutamente todo. Hasta de aquel hermoso ser perfecto al que yo había llamado ángel.

 

La tarde del día en que terminé de leer el último libro decidí ir hasta el mirador, tenía la esperanza de encontrar a mi ángel allí. Esperé por varias horas hasta que el atardecer llegó. Nuevamente el Sol nos daba aquel espectáculo en colaboración con las nubes, pero él no apareció. Ni ese día, ni el siguiente, ni el que siguió... Me sentía, hasta cierto punto, nostálgico; quería volver a apreciarlo, a él y a su perfecta presencia.

Fue una mañana que había ido por distracción, cuando vi a ese niño, al que había «ayudado» noches anteriores; me paré de mi asiento y fui en su dirección. El pequeño tenía una bandita anudada alrededor de su nariz, creí que era por el golpe, le hablé unos segundos hasta que me reconoció, lo único que hizo fue agradecerme y darse la vuelta echando a correr. No entendí exactamente por qué corrió, su actitud me dejó un poco confundido, luego de eso lo único que recuerdo es que me puse a pensar en algo vano y sin importancia, simplemente dirigía mi vista hacia la mar infinita, me sentía en paz en ese lugar, la brisa marina me daba de lleno en rostro y el olor a sal embotaba mi cerebro, tanto que no me di cuenta cuando alguien se posó a mi lado, fue hasta después de unos minutos que noté esa presencia… era él, mi ángel.

 

Excítame, hasta que comience a temblar, con una pose a la que nadie estaría adverso  a llamar arte.

Estaba, al igual que yo, absorto en la belleza del mar, cuando se percató que yo lo veía se giró y me dedicó una sonrisa. De más está decir que ha sido la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida, en verdad era un ángel disfrutando de la vida humana.

Traté de hablar, pero nada me salía así que solo le devolví la sonrisa, él tampoco decía nada, solo se quedaba allí, observando al frente. Buscaba la forma de comenzar una conversación, necesitaba conocerlo... en verdad que sí.

—¿Te gusta este lugar? —pregunté, fue lo primero que pude articular, aunque la respuesta era obvia. Él asintió con una sonrisa en sus labios, que, viéndolos de cerca, eran muy peculiares, nunca había visto unos así de gorditos y graciosos... me recordaban al pico de un pato—. ¿Vienes seguido? —Intenté seguir con la «conversación», él seguía sin hablarme, pero esta vez negó un poco apenado—. ¿El niño de aquella vez es tu familia? —Seguía con las interrogantes, no parecía que él estuviese incómodo... pero, nuevamente volvió a asentirme—. Disculpa que sea grosero, —traté de ironizar—, pero ¿no piensas hablarme? —Terminé un poco irritado por la situación, aunque su reacción solo me dejó más confundido en ese momento, su rostro se entristeció y me negó con la cabeza. Soltó el barandal y luego vi cómo comenzó a mover sus manos tratando de explicarme algo, yo simplemente no pude creerlo—. Eres mudo —afirmé. Él asintió un poco más cohibido que antes. ¿En serio ese ser tan perfecto tenía esa limitante?, no podía comunicarse por medio de palabras. Era sorprendente, era aparentemente tan hermoso que yo lo había calificado como perfecto, aunque aquello, extrañamente para mí, no lo opacaba—. Vaya, lo siento. Ahora yo me siento grosero. —Él negó y me sonrió nuevamente. No podía negar que aquella característica «especial» lo hacía más interesante—. ¿No quieres sentarte? —pregunté luego un momento, él asintió y fuimos a la banca donde yo siempre me sentaba.

Era extraño, nunca había estado con un persona muda, no conocía el lenguaje de signos y él parecía comprender eso. En un momento en que me distraje viendo hacia el frente, él me tocó el hombro, yo lo miré y se notaba algo pensativo. Comenzó a hacer señas que yo pudiera entender. Se señaló, luego al camino.

—¿Te vas? —pregunté y asintió, se levantó y se despidió con su mano, yo tenía que hacer algo para detenerlo—. ¡Espera! —pedí tomándolo de su brazo, él me miró expectante—. ¿Te gustaría ser mi modelo? —pregunté, él ladeó su cabeza, comprendí que me preguntaba para qué—, soy pintor y me gustaría poder dibujarte. —Luego que dije eso él se sonrojó y me negó con una sonrisa tímida, comprendí su vergüenza no a cualquiera le gusta posar para algo o alguien—. Por favor, piénsalo —dije mientras soltaba su brazo, él asintió y se marchó. Yo esperaba emocionado que aceptara.

 

Y así transcurrió alrededor de un mes, nos encontrábamos en ese mirador. Habíamos encontrado la manera de comunicarnos. Él me escribía en un cuaderno lo que quería decirme y yo le contestaba verbalmente, era como un juego de niños.

Una tarde mientras observábamos el atardecer, él llamó mi atención, me mostró el cuaderno donde me escribía, este decía:

«¿Te gusta mucho este lugar? Vienes muy seguido».

—Vine una vez en busca de inspiración. Luego regresé porque tenía la esperanza de volver a ver a alguien —respondí sonriendo de lado.

«¿Y lo encontraste?».

—Sí. Y tú, ¿a qué vienes aquí? —pregunté, siempre había tenido esa curiosidad.

«A lo mismo que tú».

—¿A buscar a alguien?

«Sí… bueno, a alguien llamado inspiración».

Y me sonrió levemente.

—¿Inspiración para qué? —pregunté notablemente curioso. Aunque noté que dudó mucho si responderme o no, se sonrojó y escribió su respuesta:

«Para escribir».

—¿Tú escribes? ¡Vaya!, no siempre personas que practican un arte se encuentran, ¿verdad? —él negó con la cabeza.

«Es una grata coincidencia».

—¿Alguna obra que pueda conocer?, no leo mucho, pero sé de algunos títulos, supongo que usas un pseudónimo, nunca he visto tu nombre en algún libro.

A esas alturas yo ya conocía su nombre, y a pesar de no leer mucho, tenía muchos conocidos que se dedicaban a escribir o eran críticos, pero nunca había escuchado su nombre.

«No creo que conozcas alguna».

—¿No las publicas? Yo puedo conseguirte algún contacto con una editorial si lo deseas —ofrecí.

«Sí se publican, pero…».

Dejó de escribir y me miraba como pidiendo comprensión o algo así.

—¿Qué pasa?

«No quiero que lo sepas».

—Ah, vaya. Pues no te preocupes, está bien.

Dejamos la plática, no puedo decir que me molestó que no quisiera decirme, pero algo me decía que aquel malestar que sentía no era por el sofocante calor que hacía. Luego de unos minutos, sentí que él tocaba mi hombro, me giré solo por no hacerlo sentir mal, pero no quería seguir con aquella conversación.

«¿Estás molesto?».

En sus ojos podía adivinar el temor que sentía por mi respuesta.

—No, no lo estoy —suspiré rindiéndome.

«Como te quedaste callado creí que sí lo estarías».

—No, en serio que no.

«¿Sabes? Hace algunos días he pensado sobre tu propuesta».

—¿Qué propuesta?

«Sobre ser tu modelo, he visto muchas de tus pinturas y, no creo estar a la altura de la belleza de tu arte, lo siento».

—¿Estás bromeando? —dije entre sorprendido y molesto—. Todo este tiempo he regresado a este lugar por ti, al principio creí que habías sido una alucinación; pero eres real, real y tan perfecto que quiero tomar el reto de retratar tu hermosura en mi lienzo. No cualquiera me llama la atención y si te pedí que posaras para mí, es porque lo vales.

«¿Regresabas a este lugar por mí? ¿Yo soy esa persona que buscabas?».

—Sí, eres tú.

«Gracias por tus palabras, y disculpa mi insolencia al retar tus deseos, pero sigo pensando en que no lo merezco».

—¿Quieres probar?

«¿Probar qué?».

—Probar que estás equivocado y de paso te das cuenta de lo que provocas.

Me miró sorprendido y negó, abrió su boca y comenzó a escribir:

«Tengo cosas que hacer».

Se leía en su patética excusa.

—¿Sabes, Kouyou?, tú me atraes mucho, ¿no te ocurre lo mismo? Soy guapo y puedo llegar a entretenerte mucho. —Tomé su brazo para que no se alejara, él me negaba a cada cosa que le decía y me divertía, me divertía ver su expresión tan asustada—. Solo bromeo, no voy a obligarte, aunque nada de lo que he dicho es mentira, me atraes mucho, Kouyou, más allá de tu perfecta figura, me atraes como persona, como el imán atrae al hierro y sé, puedo asegurar, que tú sientes lo mismo por mí, solo te falta aceptarlo y dejarte llevar.

Me seguía mirando incesante, aunque ya no se notaba asustado, ahora lo veía incrédulo a mis palabras. Él comenzó a hacerme señas con la mano que tenía libre, por supuesto no lo entendí y me vi en la obligación de soltarle su otro brazo.

Una vez libre me escribió lo siguiente:

«Me atraes, pero es raro, no puedo comprender nada de esto».

Y no voy a negar que sonreí como un idiota.

—Te lo haré entender.

Y dicho esto volví a tomar su brazo, esta vez de una manera más gentil, con mi otra mano tomé su delicada mejilla, me quedé apreciando cómo se iba tiñendo de rojo poco a poco. Sonreí antes de posar mis labios sobre los suyos, tuve que inclinar un poco su rostro, ya que él era más alto que yo. Moví habilidosamente mis labios sobre los gruesos de él, este no se movía, me atrevo a decir que nunca antes había besado a alguien. Sonreí con picardía una vez lo solté.

—Y puedo demostrarte más si me acompañas. —Él se me quedó mirando incrédulo y extremadamente avergonzado—. Vamos —continué instándolo. Él me negaba de nuevo—. Al menos sé mi modelo, por favor.

Esa vez mi proposición fue aceptada.

 

 

Bésame con tus sucios ojos, hazlo, haz que me venga.

Era prácticamente de noche, en el lienzo tenía solamente un bosquejo de su rostro, él estaba sentado casi frente a mí en un taburete, se veía hermoso de esa forma tan inocente, pura, tan temeroso. Tuve el impulso de dejar todo e ir por él, pero el hecho de que estuviese allí aún, significaba que confiaba en mi palabra y no pensaba hacerle creer lo contrario.

Su rostro tan perfecto me mostraba su vergüenza como cuando las flores se abren al amanecer, hermosas. Kouyou, él tenía algo que no sé siquiera cómo describirlo, empezando por el hecho de que es hombre y yo también y que no me interesase en lo más mínimo. No es que me importara en realidad, pero era sorprendente que ni siquiera me diera reparo aceptar, al menos en mi cabeza, que él me excitaba, me provocaba con su sola presencia, era embriagante estar a su lado.

 

Muchos días y muchos cuadros incompletos le subsiguieron a ese. Él ya se rehusaba menos, hasta podría jurar que esperaba a que yo le invitara a ser mi modelo una vez más. Mi atracción hacia él iba en aumento, cada que hacía un trazo de su hermosa figura sentía que algo en mí se movía y despertaba, cada que delineaba sus ojos mi boca se secaba, cuando iba por su nariz, mis oídos zumbaban, para cuando llegaba a sus labios, ya mi cerebro estaba embotado por su presencia y las miles de fantasías que recorrían mi mente. Un día prometía con explotar todo.

 

A lo mejor fue el destino el que hizo que ese día mi madre no estuviera en casa, tal vez el destino actuó a mi favor cuando Kouyou me había besado mientras observábamos el atardecer en aquel mirador. Quizá el destino obró en positivo cuando él se tiró a la cama desnudo mientras posaba para mí. Puedo pensar que ese fue el destino, aunque sabía que yo también había trabajado para eso.

—Kouyou, anda, posa para mí.

Él estaba sobre la cama, recostado bocarriba con sus piernas abiertas, ojos vendados y manos atadas. Ah, era una mejor vista que la que me regalaba la naturaleza cada día que iba a apreciarla en aquel mirador.

—Quédate así.

Sabía que eso no iba a durar mucho, quería plasmar esa figura hermosa en mi lienzo, pero también necesitaba deshacerme de aquel deseo enfermizo que me acogía cada que lo veía a él.

Delineaba su abdomen en ese momento, había guardado silencio por unos minutos. En esos instantes podía escuchar la respiración errática de Kouyou, podía observar su erección que había crecido a lo largo del tiempo, inevitablemente, había logrado el mismo efecto en mí.

—Eres tan hermoso.

En aquel momento, sus piernas eran presas de mis ojos, estos paseaban por sobre ellas, denotando cada detalle, cada vellito, cada poro, quería que aquel cuadro fuese una representación férrea de mi hermoso modelo.

 

Ahoga mi languidez, dame un loco placer; nada importa en esta oscura habitación, déjame violarte con mi amor.

 

No pude resistir más, cuando terminé de delinear sus piernas, sucumbí ante el deseo que atenazaba en mi pecho. Me acerqué con paso tranquilo a la cama, dejando de lado el lienzo que gritaba por ser terminado... Más gritaba mi ser por hacerse dueño de aquel ángel.

Toqué su rodilla izquierda con la punta de mi lengua, se tensó ante esto, quise creer que había sido por la sorpresa. Constantemente él se mordía su labio inferior, estuve tentado a pedirle que no lo hiciera, pero ese nerviosismo y expectativa es lo que despertaba un deseo oscuro en mí. Decidí desatarle sus manos, sus muñecas se ponían rojas debido al fuerte amarre, había sido brusca la manera en que lo había atado.

Besé esa parte del cuerpo de mi modelo, luego subí por su brazo hasta llegar a su cuello, podía sentir y oír nítidamente lo acelerada que se había vuelto su respiración.

—Posa para mí.

Él asintió y se sentó al borde de la cama yo simplemente observaba su pálido ser moverse dudoso hasta quedar boca abajo apoyado en sus rodillas y la cara contra la cama.

—Así, me gusta.

Mi voz salía más grave de lo normal, no podía disimular el deseo en ella. Por mero impulso, llevé mi mano hasta acariciar con la yema de mis dedos toda la extensión de piel en la espalda de mi compañero. Tenía la textura perfecta, ni muy suave ni áspera, era embriagante el olor que emanaba de ella, me hacía querer más.

—Kouyou, vuélvete hacia mí y ponte de rodillas.

Le ayudé a posicionarse exactamente como yo quería, él se dejaba hacer como un títere con su titiritero. Era un momento sublime, yo estaba desbordado por la ansiedad.

—Abre la boca.

Mi orden fue cumplida casi con celeridad, sus labios estaban abiertos de par en par dejándome ver una traviesa lengua rosa acercarse entre ellos. Era excitante. Tomé delicadamente sus rubios cabellos y bajé su cabeza a la altura de mi abdomen; yo llevaba solamente una camisa de seda roja en aquel momento, los botones estaban abiertos, siempre pintaba de esa forma.

Su aliento chocaba directamente con mi piel, me enviaba una descarga que desconectaba mis sentidos y me hacía desearlo más, como nunca antes había deseado a alguien.

Bajé más su cabeza hasta que quedó a unos centímetros de atrapar mi hombría entre sus labios. Con mi otra mano dirigí mi erección hasta esa cavidad que me prometía un placer desgarrador, cumpliendo mi oscuro deseo. Fue un poco extraño al principio, nunca había experimentado algo así, y él tampoco, lo supe; pero a pesar de eso, no podía evitar sentirme en el séptimo cielo con  las pequeñas caricias que su lengua hacía en la punta de mi miembro, se veía hermoso… aún más perfecto que de costumbre.

—Mírame.

Saqué con mi mano esa venda que cubría aquellos ojos pardos que de inmediato se dirigieron hasta los míos. De alguna forma mis entrañas se removieron al ver la excitación que existía en ellos.

Aumenté la velocidad a mi antojo, cuidando no dañarlo, esa caliente cavidad me ponía febril y no podía evitarlo, sentía un placer embriagante,  me descontrolaba por unos momentos, pero trataba firmemente de sobreponerme a aquella sensación de destrozar el bonito rostro que tenía entre mis manos; debía cuidar su perfección, no podía desaparecer, no podía.

 

Me retiré antes de llegar al final, no podía terminar todo así, necesitaba más, más de él y de ese deseo extraño que despertaba en mí. Él me miraba extraño, como preguntándome por qué me había retirado, fue en ese momento en que me felicité por haberlo hecho, sus labios estaban rojos e hinchados debido a la fricción que habían tenido contra mi miembro, la saliva que no había podido tragar se había escurrido por las comisuras hasta su barbilla, esta brillaba debido a la luz tenue de unas velas, sus ojos seguían incitándome a hacer cosas «prohibidas», pero esta vez no sucumbí ante ellos, me alejé y me posé cerca de mi lienzo, tomé uno de mis grafitos y seguí en la tarea que había dejado antes, él tenía abierto sus ojos sorprendido, supuse que no creyó que yo era capaz de seguir tan tranquilo cuando antes había estado a punto de correrme en su boca; la verdad es que ni yo supe cómo lo hice.

Lo vi sentarse al borde de la cama, formó una sutil sonrisa en sus labios y lo siguiente… lo siguiente fue digno de la atención del mundo entero, suerte que solo yo estaba allí.

 

Solo… un poco más, quiero observarte justo así.

Me… vengo, ah, ya casi alcanzo mi éxtasis.

 

Su lengua se paseó por sus labios de manera lenta mientras sus manos se colaban por entre sus piernas, estas acariciaron sus muslos de manera sugerente. Recorrieron desde las rodillas hasta llegar a sus ingles, notaba las expresiones de su rostro y cómo estas cambiaban a medida sus caricias iban más cerca de su erección, me estaba volviendo loco.

—Sigue, no te detengas.

Mi petición fue ignorada por un momento, él se levantó para escurriese de nuevo en la cama, esta vez recostado boca arriba con una de sus piernas sobre el cabecero de la cama, su cabeza había quedado en el aire al él haberse acomodado solamente en la esquina donde estaban las almohadas, quería provocarme y lo entendí cuando sin miramientos empuñó su hombría con su mano derecha, comenzó a moverla levemente de arriba abajo, emitía unos lindos soniditos, era entre tierno y erótico ver cómo se sumía en un placer que él mismo se estaba dando, parecía que tampoco había hecho eso antes. En cierto momento de aquel acto, abrió los ojos, que había cerrado cuando se sumió en su placer, y me observó de forma lasciva, su rostro estaba rojo, seguro por el calor que crecía en su cuerpo y por qué no, por la posición en que estaba su cabeza también.

Cuando aquellos soniditos que emitía se hicieron más repetitivos y un poco más intensos, le hice detenerse. Me despojé de la camisa que llevaba bajo su atenta mirada, me subí a la cama e hice que se pusiera en la posición correcta, sus ojos brillaban de pura excitación, mis manos temblaban por la misma razón, es más, todo mi cuerpo lo hacía. Una vez recostados como era debido, me posicioné entre las maravillosas y largas piernas que poseía ese ser; mi, en ese momento, amante.

Paseé mi lengua por sobre sus labios, bajé hasta su cuello y me entretuve en su pecho, aquellos botoncitos rosas me habían llamado grandemente la atención y al parecer eran una zona sensible, ya que al pasar mi lengua sobre ellos, Kouyou gimió —o lo que yo entendí por gemido—, fue un sonido verdaderamente sensual, ni muy grave, pero tampoco tan agudo, quería seguirlo escuchando.

Seguí degustando su pálida piel, el sabor se me antojaba muy dulce y a la vez salado, era una combinación extraña, pero en extremo embriagante, despertaba antojos caníbales en mí. Sus piernas eran las que se notaban más suculentas, pasé a ellas y comencé a dar pequeños mordiscos por toda su extensión, disfrutaba ver como trataba de cerrarlas para que parara, lo observé y tenía una sonrisa en sus labios, supuse que le producía cosquillas. Me acerqué a sus  labios y los besé, primero de manera superficial, solamente juntaba mis labios con los suyos, luego fue tomando intensidad hasta que terminé con mi lengua dentro de esa húmeda cavidad que tanto me provocaba. Él me seguía apenas, en otra ocasión, la inexperiencia me hubiese hartado, pero en ese momento era lo que más me excitaba; pensaba en que ese divino ser se estaba entregando en su totalidad a mí y solo a mí.

—No puedo más…

Aquellas ahogadas palabras salieron de mi boca un segundo después de haber cortado el beso, él asintió dándome su consentimiento, aunque algo sonrojado estaba al hacerlo. Acaricié su entrada con mi dedo medio, se tensó menos de lo que esperé que lo haría. Llené ese dedo con mi propia saliva y me dispuse a acariciar aquel agujero con él, no tenía demasiado claro lo que debía hacer, pero algo se me ocurría; introduje poco a poco mi dedo en él mientras observaba atentamente sus gestos para ver alguna reacción negativa, pero nada de eso aparecía.

Después de unos pocos minutos tratando de dilatar aquella entrada tan estrecha, creí que era lo suficiente, pero antes siquiera de adoptar posición, dije:

—Es la primera vez ¿verdad?

Él asintió con sus mejillas encendidas de un bonito rojo carmesí. Yo pinté una sonrisa hambrienta en mis labios. Dirigí mi miembro hasta aquel extremo de su cuerpo y me introduje levemente, no pude evitar gemir por el abrazante y asfixiante placer que sentí. Él también emitió unos soniditos de esos que me enloquecían de un tiempo para acá. No me moví, quería acostumbrarme a esa sensación, nunca antes había estado con un hombre, tampoco con un ser tan hermoso como él.

Después de un suspiro de mi acompañante, comencé a moverme lento, sintiendo al máximo esa estrechez alucinante, con esas sensaciones no podía durar mucho, siendo sincero, estaba muy excitado; por eso aumenté casi inconscientemente la velocidad, quería sentirlo, quería fundirme con él, ser uno y jamás volver a separarnos, aunque muy en el fondo sabía que eso era imposible… eso no podía seguir o ambos saldríamos gravemente heridos.

Kouyou haló mi brazo hasta que mis labios fueron a dar con los suyos, fue un beso muy sucio a comparación de los anteriores, él introdujo su lengua en mi boca y comenzó a recorrerla, le dejé hacer lo que quisiera ya que en el estado que se encontraba mi cerebro, parecía que la única orden que podía dar era para que mis caderas se movieran más rápido. Pero no podía evitarlo, estaba al borde de llegar al clímax.

Con una mano tomé la erección de mi ángel —ángel al que sentí estar corrompiendo—, y comencé a masturbarlo a la velocidad de mis embestidas, él me correspondió con una mordida en mi labio inferior, cerró sus ojos y arqueó su espalda, sabía que lo estaba disfrutando. Esa sensación me recorrió el cuerpo por un segundo, era mi fin, lo tenía claro… solo esperaba por él.

Kouyou gimió algo más fuerte que antes y mientras mis oídos se llenaban de ese glorioso sonido, mi mano era manchada con su semilla. Segundos después, yo me derramaba en su interior.

Reposé un momento mi cabeza en su pecho, había sido el mejor orgasmo de mi vida. Posteriormente me levanté para salir de él y acomodarme mejor a su lado.

Recuerdo que lo besé con ternura, también recuerdo haberme recostado en su pecho y haber admirado el latido frenético de su corazón, recuerdo haberle dicho lo hermoso que era… y después… solo sé que desperté estando solo y con aquel mensaje en la pared.

 

Ven aquí, haremos el amor olvidándonos totalmente de amar.

 

Una semana después yo no había vuelto a verlo, iba seguido al mirador, lo esperaba hasta muy tarde en la noche, pero no apareció; al final terminé rindiéndome. Tampoco tenía el tiempo necesario para ir allí todos los días, mi boda estaba cerca y mi madre siempre me buscaba para afinar unos cuantos detalles.

Esta tarde me encuentro en un salón —a dos meses de no haber vuelto a ver a Kouyou—, es aquí donde será la fiesta que se celebre después de la unión entre esa chica y yo, mi madre me mira con desprecio por no poner atención a sus explicaciones, suspiro ante esto y me doy la vuelta, no importa cuánto intente que esto que me interese, mi boda no es algo que deseo que pase, ni ahora, ni nunca. 

Me dirijo hacia mi casa a terminar algunas pinturas que tengo pendientes para una exposición, pero algo llama mi atención. Era ese niño, el hermano de Kouyou, estaba hablando con el señor que me vendió los libros de «Anónimo», me acerco por mera curiosidad. Cuando el niño me ve, corre… huye de mí. Me acercó frustrado hasta aquel hombre y veo un libro en sus manos «Amor/Odio» se leía en la portada, «Anónimo» en el autor. Le pido inmediatamente que me lo venda, él accede pero me dice que no me la venderá. Me cuenta que es la única impresión de ese libro y que me lo estaba guardando especialmente a mí, lo observó incrédulo y él me asiente y dice no estar mintiendo. Lo tomó y retomo mi rumbo anterior. Entro a mi estudio y me siento en la cama, abro el libro y comienzo a leer… como siempre sus letras me absorben como ninguna otra.

Todo va bien, hasta este momento la lectura ha sido simple, sin muchas complicaciones, es más romántico que el primero que leí, pero, exactamente me detuve en un párrafo que se me hizo conocido.

«Date prisa y atrápame antes de que cometa crímenes peores que este; las fuerzas oscuras no pueden ser detenidas, ya no puedo controlarme más tiempo».

Me quedo en shock y observo la pared, eran exactamente las mismas palabras…

¿Acaso esa es su manera de decirme que él es esa persona que yo tanto admiro? ¿Es una forma de decirme que sabía de mi admiración? ¿Cómo lo supo? ¿Cómo supo que yo lo admiraba? ¿Acaso él lo sabía desde antes de estar conmigo?

Dejo de pensar en eso y sigo leyendo, tratando que ese sentimiento extraño que no sé cómo describir se siga plantado en mi pecho. Paro de leer por un momento y pienso en que me parece increíble haber estado con el sujeto que ha escrito esto, no puedo evitar emocionarme y sentirme afortunado al haber conocido a esa persona, y no solo eso, sino también de haber descubierto que no solo sus escritos me hacen sentir cosas impensables, él también lo logra.

Pasan horas y llego al final del libro, no podía esperar menos de él. Ha sido una historia hermosa, paso la última página y me encuentro con un sobre en él se lee mi nombre y también el suyo. Lo tomo y saco su contenido: una carta. Suspiro antes de comenzar a leer.

 

«Nunca quise decirte que era yo. Lo supe un día en el que fui a tu casa, me alagaba y me avergonzaba a la vez, nadie más allá de Akira, mi hermano, sabe que yo soy “Anónimo” es algo que siempre he guardado.

¿Sabes? Me alaga mucho que alguien con tu talento admire el mío. También el que te sintieses atraído por mí fue algo impensable, yo te vi un día en el mirador, estabas abstraído en un dibujo. Te observé por un momento, pude apreciar tu rostro cada vez que lo elevabas para mirar hacia tu objetivo pensé en que eras verdaderamente hermoso. Días después regresaba a ese lugar a la misma hora para observarte, siempre estabas allí, te miraba buscar algo o a alguien con la vista y me sentía celoso, era estúpido ya que ni siquiera te conocía, ni tú a mí. Pensé que aquello a lo que dirigías tu atención era afortunado porque tú habías posado tu atención en él.

Así pasé meses, me escondía tras los árboles como un cazador acechando a su presa, hasta que un día te vi al borde del risco, pensé en acercarme, no perdía nada... solo esperaba que al menos notaras mi presencia, si al menos me veías iba a ser feliz, pero a la vez me sentía un idiota; no es como si yo pudiera acercarme y comenzar una conversación contigo, por más que quisiera no podía; por eso iba a probar con, al menos, ganar una mirada tuya, aspiraba en grande por una sonrisa, pero lo que pasó fue aún mejor.

Puedo asegurarte que los meses siguientes fueron los mejores que he vivido. Estar a tu lado “conversando”, teniendo tu atención, diciéndome lo hermoso que soy para ti era como vivir en el mejor sueño que podría haber tenido. Te confieso que más de una vez esperé despertar y caer en la absurda realidad en que vivo, pero todos los días llegabas a ese lugar y  me mostrabas esa sonrisa tuya tan radiante. Lo acepto, cuando supe quién eras comencé a asistir a las exposiciones de arte y buscaba tu trabajo, eso antes de que me hablaras. Admiré la forma en que manejabas los detalles, era simplemente maravilloso, por eso, cuando me pediste ser tu modelo, creí no ser digno de eso. Pero nunca me entendiste, siempre me decías que era perfecto, como un ángel viviendo entre humanos, mi corazón se aceleraba cada vez que escuchaba eso dicho con tu gruesa voz. Acepté porque quería creerme eso que decías, admito, odio mi existencia, odio todo lo que me rodea, odio no poder expresarme como quisiera, por eso comencé a escribir, por eso comencé a repartir mis historias en la calle, así al menos alguien conocería mi “voz” alguien sabría lo que quería expresar, así diría todo lo que no puedo…

Takanori, te amo.

Amo la forma en que te atraigo y amo la forma en la que me lo demuestras, amo a la persona en la que me convertiste, amé poder ser parte de tu vida al menos un tiempo, amé esa noche que pasamos juntos, ha sido lo mejor que he hecho en mi vida y no creo que logre vivirlo nuevamente con alguien más. En serio, te amo, Takanori. Tus palabras sobre lo “perfecto” que soy me animaron a apreciar cosas más allá de mi deficiencia en la comunicación, ahora puedo ver las cosas desde otro punto de vista. Muchas gracias por eso.

El libro que acabas de leer, es tuyo, lo escribí solo para ti. Ese a quien se llama “él” eres tú. Así te nombraba en mi mente cuando te admiraba en aquella banca. El otro personaje soy yo. En ese libro te muestro mi alma, mis pensamientos, ideales y sueños. Ese libro soy yo y también eres tú, ese libro somos nosotros.

Ese que odia todo a su alrededor, pero ama con locura a su “él” soy yo. El “él” que se muestra tan inalcanzable, perfecto, irreal, eres tú. Así te veía, así te sigo viendo…

Mi amor inalcanzable.

No creo que nuestras vidas vuelvan a cruzarse, no creo volver a posar para ti. No lo creo. Pero sé que esto me ha hecho mejor persona, espero haber hecho algo por ti también. Takanori, te deseo mucha felicidad, sé bueno con tu esposa, hazla gozar de tu presencia, así como yo lo hice. Hazla estar contigo de la forma en yo no puedo, por favor. Ámala como me amarías a mí.

Quizá te esté pidiendo mucho; pero déjame soñar con que seguirás leyendo lo que escriba y que continuarás admirándolo, me hace muy feliz pensar en que el próximo libro que escriba tiene un lector seguro. Me encantó aquella vez que me platicaste sobre “Anónimo”, me sentí tan feliz y avergonzado a la vez; ya había visto mis libros en tu casa, pero escucharte hablar así de mí era maravilloso… No podía creer que tú hablaras así de mí, te llenabas la boca con palabras demasiado hermosas para mí, me sentía completo.

Nunca te olvidaré, Takanori. En lo más profundo de mi ser, pienso en que tú no me olvidarás. Lo sé, es muy atrevido de mi parte pensar así, pero quiero hacerlo y lo haré porque tú me enseñaste a pensar que valgo mucho… aún me es difícil, pero lo creo. Creo en que valgo algo y creo en que alguien notaría mi falta si dejara de existir. Por eso y por todo en realidad, muchas gracias.

Siempre pensaré en ti.

¿Te importa si te tomo como mi musa? Espero que no, porque así lo haré.

Siempre seré tuyo, mi amado, Takanori.

 

Atentamente: Kouyou».

 

Vuelvo a repasar cada línea, cada palabra escrita en aquel trozo de papel. Me limpio las lágrimas, y sigo viendo la carta, me entristezco, pero a la vez me alegro.

—Claro que me enseñaste, me enseñaste a ver más allá de la belleza externa, mi ángel.

 

Meses después, ya mi boda se había efectuado. Había descubierto que aquella mujer no era tan mala como lo pensé en un principio. Y eso se lo agradezco a Kouyou, bueno, muchas cosas de las que ahora gozo debo agradecérselas a él. No encontré una mejor forma que dedicándole un cuadro. Uno de su perfil, aquel primer dibujo que hice de él. Cuando creí que era una ilusión.

Estoy justo en la exposición para ese cuadro al que nombré «él», hay muchas personas, pero yo solo lo espero a él, a mi ángel, aunque sé que no vendrá. Lo único que espero es que lo vea y entienda que él me inspiraba aún antes de aproximarse a mí, que entienda que él es mi mayor anhelo, que él —así como dijo que yo lo sería—, es mi musa… pero lo más importante que quiero que entienda es que, sin saberlo, él posaba para mí... que él aún sigue posando para mí, él será el ángel que nunca dejará de posar para mí. Mi hermoso Kouyou.

 

Fin.

Notas finales:

Me puse gay al final... por alguna razón... creo que son las hormonas que las ando alborotadas estos días :'3.

No tengo mucho más que decir... 

Solo espero que les haya agradado.

Nee-chan, creo que este es mejor que el del año pasado xD, el lemon sigue siendo harina de otro costal, pero no sé, así lo sentí. Me gustó mucho y ojalá a ti también.

Te quiero puncho, puncho ♥.

A todos también los quiero... ;3;

Gracias por pasarse por mi fic ♥.

Feliz cumpleaños atrasado, Mila :'D.

 

P.D: Sí, olvidé algo >.<

Sí sienten que algo ha quedado en el aire, tal vez no le di respuesta a algunas cosas, o simplemente no expliqué muy a profundidad algo... la verdad es que así quise dejarlo. ¿Para qué? Para que ustedes también hicieran su propia idea de cómo fueron las cosas... Y eso .__. 

xD

 

 

--------------------

Escirbo esto un día 28-02-14

Antes había dejado muchas cosas a la imaginación de cada quien; omití muchos detalles que a la larga no son relevantes en la historia; pero de alguna forma deseo que los que lo lean de ahora en adelante los sepan, al menos algunos.

Todo surge de mi deseo de saber cómo las personas interpretan lo que escribo, me ENCANTA saber lo que ellas entienden y compararlo con lo que yo quise dar a entender. Algunas veces me sorprenden pensando cosas que ni a mí se me cruzan por la mente y es hermoso; por eso voy a poner esto en las notas finales.

Antes, tan solo había dicho que la historia transcurría en 1954 de ningún lugar en específico; esto lo mantengo, pues no me ubiqué geográficamente en ningún lugar existente, entonces, puede ser donde ustedes quieran.

Kouyou era un joven de, alrededor, 22 años.

Takanori era un adolescente de unos 17 años.

¿Por qué Akira corría? Es un misterio, aun para mí XD.

Eso en mi cabecita, por supuesto XD, quizá esto no es algo relevante, pero cuando se lo comenté a alguien, me dijo que ella habría creído que era al revéz. A aquella persona le conté todos los detalles, algunos ahora ya no los recuerdo XD, pero con solo decir las edades creo que ya cambia la perspectiva de lo que acaban de leer... ¿o no?

Por favor, esta es la única vez que voy a pedir que, si lees esto, por favor me digas qué piensas de esta historia :'3.

Muchas gracias por leer, de nuevo ♥ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).