Prólogo
Hace 16 años...
La oscuridad de la noche cobijaba los furtivos movimientos de una escurridiza figura, aun en plena noche de luna llena, tal pareciera que las nubes habían decidido aliarse con aquel misterioso ser y cubrir a la dama plateada del firmamento, manteniendo así en el más profundo de los anonimatos la identidad de quien en estos momentos corría precipitadamente por las comúnmente pintorescas calles de la ciudad.
A pesar de la premura con que avanzaba, de haber habido la luz suficiente se habría notado el cuidado y hasta delicadeza con que llevaba un bultito en sus brazos, era la más preciada de las cargas que puede tener alguien en este mundo, cubierto por unas cuantas mantas abrigadoras, una criatura de apenas unos cuantos meses de vida observaba detenidamente a quien le sostenía, sin saber el dolor que esa mirada inocente que le dedicaba provocaba en su alma, pues por mucho que lo amara y adorara, estaba a unos cuantos momentos de hacer lo que muchos, entre ellos incluido el mismo, tacharían de inhumano pero… después de todo él no era un ser humano, además si lo iba a hacer no era porque lo deseara, sino porque estaba convencido de que esa era la única manera de asegurar la supervivencia de ese pequeño ser que se había convertido en su mundo entero desde el momento en que llegara a este mundo.
Era eso y ningún otro, el motivo por el que, después de mucho pensarlo, se había decidido a separarse de su hijito, de ese pequeño milagro que la vida le había concedido, pero que, debido a su origen, no solo no sería aceptado entre los suyos, sino que corría el riesgo de que su inocente y corta vida fuera cortada de tajo, acusado de ser producto de un terrible pecado, porque eso es lo que era a ojos del supremo padre, para él y la corte celestial no había otra manera de explicar el que una de sus más bellas creaciones, un ángel… hubiera engendrado al hijo de un ser humano, que si bien también eran creación suya, eran demasiado imperfectos.
Conforme se aproximaba a su destino, más difícil le era creer que sería capaz de semejante tarea, pero solo bastaba una mirada a esa carita sonriente, a esos ojitos tan parecidos a los suyos pero más brillantes y hermosos, para sacar de su flaqueza la fortaleza para cumplir, pensando siempre en la oportunidad que le estaba dando de tener una vida “normal”. Después de todo, ¿qué mejor lugar para un niño que con su padre?... aun cuando a él se le partiera el corazón en mil pedazos, el saberlo a salvo y querido le daría fuerzas para salir adelante y ¿quién sabe?... tal vez en un futuro una reunión sería posible, cuando ese bebé hubiera crecido lo suficiente no solo para valerse por sí mismo, sino para poder comprender cuales fueron los motivos que lo habían orillado a hacer lo que estaba a instantes de hacer.
Al fin, después de cruzar varias plazuelas y perderse entre calles y avenidas, la misteriosa figura arribo a su destino, al verlo el ángel sonrió, recordando los momentos que había pasado en ese lugar tan solo un año atrás, que aunque fueron pocos, habían sido de los más maravillosos de su vida, superados solo por los que pasó al haber dado a luz. No terminaba de entender como era que alguien podía llamar “pecado” aquello que él había hecho; para él, entregarse en cuerpo y alma a quien su corazón había elegido, era una de las más hermosas experiencias que podía haber en la vida; el poder experimentar el amor, ese sentimiento por el que todos sabían que su padre había creado el mundo y a todas las criaturas que lo habitaban… ¿por qué verlo con malos ojos? ¿Por qué perseguir y castigar a quienes tenían el valor de gritar a los cuatro vientos ese tipo de relaciones?...
Pero entre más trataba de encontrar respuesta a este sin fin de cuestiones el pequeño y hermoso ángel, más confundido quedaba, aquellos pocos que parecían estar en contra, no reunían el valor suficiente para decir ya basta… ni siquiera él mismo tenía el coraje para hacerlo y esa a fin de cuentas, era la razón de su furtivo viaje. Finalmente divisó la puerta principal de la vieja casona, en cuyas ventanas no había una sola luz encendida a excepción de la que él sabía, era la recámara de quien ahí habitaba.
Conforme el momento de la despedida se aproximaba, la noche se llenó de nubarrones que cubrieron inclusive a la luna, y pronto la lluvia comenzó a precipitarse, cada vez con más intensidad, era como si los cielos llorasen junto con él por la tristeza que inundaba su corazón, y ahí, sentado en el pórtico, con silenciosas lágrimas resbalando por sus mejillas desde sus ojos de rubí, se despidió de su pequeño milagro, dejándolo cuidadosamente envuelto en varias mantas y llamando a la puerta de la que se alejó una vez que escuchó pasos acercarse, hubiera querido permanecer aunque fuera oculto entre los arbustos del jardín para poder ver a su amado pero… temía no ser lo suficientemente fuerte para no acercarse a él, así que, sin voltear atrás, desplegó sus enormes y blancas alas para ascender de vuelta a su hogar, aunque desde ese momento, su corazón, o lo que quedaba de éste, permanecerían para siempre al lado de quienes acababa de dejar atrás...