Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Diosa Del Amor por TheSexiestDiva

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno traemos aquí una de las historias más extrañas y divertidas que se me han ocurrido, es la más reciente y bueno aun no esta tan bien trazada como otras
Diva: pero esperamos les agrade, época muy, muy antigua, ubicados en la antigua Roma, Dioses Gladiadores, y esperamos les agrade

Notas del capitulo:

Antes de ir aclarare, que… bueno lean:

Afrodita: Deidara
Eris: Konan
Hades: Hidan

Diva: puede que aparezcan mas dioses si ese es el caso lo mencionaremos
Y también pueden aparecer mas parejas, como ya dije no hemos planeado bien esto así que pueden esperar cualquier cosa
Diva: y siendo ese el caso si tienen sugerencias para la trama no duden en hacerlas que nos ayudaran en esto
Y ya dijimos mucho les dejamos el primer capi. Esperamos les guste

                                             Diosa Del Amor
                                                 Flechazo

Hacia uno de esos días tranquilos, hermosos, típicos y ya rutinarios para las deidades que habitaban la cima del monte Olimpo. La bruma blanca y esponjosa, enredándose a sus pies con delicadeza, la perfecta esfera luminosa en lo más alto del cielo despejado y hermosamente azul, pues ya todas las nubes estaban bajo sus píes. Las exóticas construcciones hechas de mármol blanco relucían como perlas en un aparador.

El típico bullicio, dominaba el día a día de las deidades, que como siempre hacían sus deberes, algunos fuera de sus templos, otros incluso en la tierra marcando fatídicamente el destino de algún humano o bendiciendo el destino de otro. Día a día la rutina los engullía más y más, como un león hambriento sediento de sangre, las guerras entre ellos habían pasado hacía mucho tiempo y podía decirse que habían aprendido a soportarse y a guardar las antiguas rencillas, en una jaula ya  olvidada en algún lugar del inframundo.

Ninguno parecía darse cuenta que estaban cayendo en un vórtice de autocomplacencia y monotonía, tal vez lo notaban pero no precian muy contrariados ante el hecho, la vida seguía y todo seguía el curso que ellos querían, las cosas para ellos iban perfectas. Incluso Ares el dios de la guerra estaba tranquilo, si las guerras entre los humanos jamás cesarían, eran una especie demasiado conflictiva y ante sus ojos divertida. Pero más que nada lo que entretenía al dios de la guerra eran los gladiadores, sus pequeñas guerras eran un espectáculo incluso digno de él y le daban incluso más poder que las grandes guerras torpes y ya vistas de los guardias Romanos, contra cualquiera que fuera su objetivo esta vez.

La única disgustada era Afrodita, la diosa del amor, que caminaba como cada día con pasos glamurosos meneando de manera sexy sus anchas caderas, hacia un lugar apartado de todos y al mismo tiempo cerca de los demás. No le agradaba tanta guerra, no entendía que tanto le miraban a los gladiadores, burdos mortales que gozaban de acecinarse mutuamente sin contemplación alguna, claro matando todo lo que representaba: amor entre familiares, amor por tu pareja y amor por tu prójimo, tan contrariada se miraba a veces que sentía que debía matarlos en persona y  enseñarles algunas cuantas cosas que parecían ya haber olvidado.

Se cruzo recelosa de brazos, soltando un bufido de advertencia. Ya había llegado a su destino, una gran fuente hecha de piedras rosas, por donde el agua tan clara como el cristal caía hermosamente, flores acuáticas y otras tantas que a veces terminaba por lazar, para así distorsionar su reflejo, flotaban animosamente como si bailaran en la superficie clara. Se animo a relajarse diciéndose que ya habría algún romance que de verdad fuera digno de esas palabras "Romance".

Descruzo sus delgados brazos y se sentó en la orilla de piedra, sujetándose con sus manos de delicado y frágil diseño a sus costados, para así admirarse algunos segundos en la superficie reflectante de la fuente. Los trazos delicados que formaban su rostro eran simplemente perfectos, pómulos altos, labios rosas con la perfecta forma de un corazón, barbilla delicada, grandes ojos de un hermoso y brillante azul cielo, larguísimo cabello rubio como hilos de oro puro, su fleco cubría de soslayo parte de su ojo izquierdo. Pero ese día ni siquiera había despertado con ganas de arreglarse, aunque como siempre lucia perfecta, para los demás dioses hubiera sido notoria su falta de entusiasmo de ese día, claro si no hubieran estado tan ocupados como lo estaban.

Te ves fatal- dijo a su lado una calculada vos fría, con un deje irónico y cómico que le sacaron una sonrisa cinchera a la rubia, que sonrió sin despegar su mirada de su reflejo, quería recordar esa pequeña sonrisa sincera y divertida que se perfilaba en sus labios, a veces creía haberse olvidado que era sonreír de verdad.

Pronto otra figura femenina con curvas poco menos pronunciadas que las de la rubia se sentó glamurosa a su lado, mirando igualmente hacia la fuente, como si algo allí las hubiera atrapado a ambas, tan interesante que no podían despegar sus miradas, aunque sabían que tenían que hablar, las cosas iban empeorando y la falta de ánimo de Afrodita solo empeoraba las cosas, al final, quien dio el primer paso fue la diosa del amor. Que levanto la mirada y miro por unos segundos a la recién llegada antes de hablar.

La mujer que había entrado, vestía un precioso vestido de intenso color purpura, cocida con hilo de oro y con algunos adornos del precioso metal reluciendo elegantes sobre la vestimenta de la diosa. La diosa portaba un exótico y precioso cabello azul, que podía ser comparado con las poderosas olas en un día de tormenta en alta mar, sus ojos del color del oro, relucían como la misma gema con cierto aire frio y calculador, resguardados por unas tupidas pestañas azules, sus rasgos eran suaves y hermosos, como si ella misma los hubiera mandado a hacer. El cabello lo llevaba atado en un exótico peinado muy rebuscado, y sobre la cabeza llevaba una corona de oro con la apariencia de un abanico.

- la rubia atino a mirarse con ojo crítico, notado con vergüenza que solo vestía un vestido blanco muy simple y anticuada, gruño por lo bajo antes de hablar- ¿Qué te trae por aquí?- pregunto sin más, casi de manera agresiva, pero no recordaba la última vez que había hablado con aquella diosa que se hacía llamar su mejor amiga y de pronto aparecía como si nada.

- la más alta aparto lentamente su mirada dorada de las tranquilas aguas de la fuente, para posar de manera calculada sus orbes sobre las de la otra- se que no hemos hablado en mucho tiempo- acepto con tranquilidad, el tiempo para ellos era nada y aunque podían haber sido incluso años, no podía concebir la idea que la diosa del amor, se mirara tan demacrada y de mal humor.

Baya que ha sido mucho- ironizo con palabras filosas, que aunque parecían no afectar a la otra, pues sus orbes seguían tan duras como siempre, esas pocas palabras habían calado muy dentro de ella.

- la diosa paso de manera nerviosa sus dedos por el flequillo que cubría su frente, intentando disimular su nerviosismo- creí que como todos, estabas pendiente de los gladiadores, todos los dioses estábamos allí, incluso Hades. No me di cuenta hasta hace poco que eso no iba contigo y cuando te busque, te encontré muy, muy distante- dijo con vos baja realmente apenada, solo logrando mantenerle la mirada a la otra porque simplemente se lo debía.

La diosa del amor, miro algunos segundos a su amiga, antes de tomar todos sus reproches todo lo que quería gritar, que sentía arañarle las entrañas pidiéndole ser liberado, que le susurraba al oído atrayente como el canto de una sirena, a tan siquiera reprochárselo todo. Pero con un control sobrehumano y con la delicadeza con la que se cortaría una rosa, guardo todo aquello en algún lugar de su cuerpo y simplemente le dedico una calmada sonrisa a su amiga, sintiéndose feliz de tenerla una vez más ahí a su lado.

Es bueno verte Eris- dijo con una sublime sonrisa y una mirada vidriosa, que fue una puñalada directo al corazón de la diosa del caos y la discordia.

Apenas se dio cuenta que había rodeado el cuerpo de la otra, cuando sintió la caídes de su cuerpo contra el suyo, en ese momento la había mirado tan frágil, tan delicada como una figurilla de cristal que se precipitaba hacia el suelo y su único impulso fuera lanzarse aun contra el suelo, atrapándola para que no terminase vuelta añicos. Así la había visto, solo entonces había entendido que tan mal se sentía aquella hermosa deidad, que siempre portaba una radiante sonrisa y una mirada luminosa. Ahora tan rota, como si una corriente de viento bastara para partirla hasta no dejar nada de ella.

Así que ahí se quedo un buen rato abrazando a su mejor amiga, dándole todo el apoyo que no le había dado cuando la había necesitado, todo el apoyo que nadie más le había brindado. La comprensión de sus sentimientos, de toda aquella pena y dolor que arrastraba a cuestas, como si llevara el peso entero del monte Olimpo a sus espaldas. Todo el dolor de la humanidad, todo era demasiado para que solo ella lo cargara, estaba tan desgastada, tan cansada, que la diosa del caos sintió pánico de todo lo que podía estar pasado por la cabeza de la rubia.

No supo cuanto tiempo paso, en realidad ni siquiera le importo, bien pudieron haber sido horas, pero por fin sintió como su abrazo era correspondido, los brazos de la otra, se elevaron tímidos, como si hubieran olvidado que tenían que hacer, treparon por su espalda, acariciándola con suavidad, reconociendo su cuerpo aun sobre la exótica tela purpura de su vestido, hasta que como si se tratara de un niño perdido que acababa de encontrar a su madre, los delgados dedos se aferraron a sus finos hombros, como una serpiente entorno a su presa y sintió la suave frente tibia pegarse a su cuello, mientras la rubia aspiraba su aroma terminando de reconocerla como una amiga y no como una amenaza.

Ya nadie me pide que su amor sea correspondido, todos me piden que traiga a sus seres amados bien, no es como antes, ya no siento que las cosas estén balanceadas- Afrodita susurro, apenas lo suficientemente fuerte para que Eris la escuchara, sintiendo la amargura gotear como acido de las palabras de la rubia.

Todo eso estaba corroyendo por dentro a Afrodita y no podía permitirlo, era hora de avanzar y volver al lado de su mejor amiga. Un día ambas se dieron cuenta que se complementaban tan bien como los relámpagos a una tormenta, como el cielo al mar, simplemente parecían predestinadas a ser las mejores amigas, cuando notaron que el amor creaba un caos, tan poderoso y sublime que era un éxtasis, un elixir, era mucho mejor que el simple amor o que el simple caos de una guerra, de un incendio, bueno cada acción conducía al caos por más mínima que fuera, pero el caos que causaba el amor, era sin lugar a dudas, su elixir mas valioso para ambas.

Tengo una idea- susurro igual de suave la peliazul, mirando la suave cabellera de la otra, cosquillearle el mentón. La diosa asintió, dejando que la peliazul trazara su plan. Aun permanecieron en esa cómoda posición sintiéndose por un rato mas, reconociéndose de nuevo, hasta que anocheció y un poco más, solo hasta entonces se separaron con la promesa de juntarse al día siguiente y así efectuar el plan de la de cabellos oscuros.

%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

En el inframundo, todo iba como cada día, mas muertos recibiendo sus castigos, la misma cotidianidad que engullía a todas las deidades en el Olimpo. Y obviamente el dios del inframundo no era la excepción, cada día había más muertos, más personas a quienes tenía que dictar los mismos castigos para toda la eternidad, tan aburrido, tan cotidiano, tan típico, que ahora mismo el rey Hades, descansaba en los campos elíseos, tirado de manera patosa sobre el suave césped verde perfectamente cortado.

Su pesada túnica negra, que le quedaba algo grande, ahora mismo lo hacía verse pequeño y frágil, solo mostrado apenas sus largos dedos blancos, salir del amplío puño de aquella exótica prenda, sus cabellos plateados peinados herméticamente hacia atrás dejando completamente libre su campo de visión, su piel tan blanca como la de un cadáver y sus fríos ojos violetas, fijos en el hermoso cielo azul que el mismo había creado, como si realmente encontrara algo interesante ahí.

En esos momentos de flojera, ni siquiera se detenía a pensar, solo a estar ahí tumbado sin hacer su trabajo, trabajo que su hermano Zeus le había impuesto, aun no lo perdonaba, aun en su cabeza corrían oscuras ideas, del como destronar a su hermano y sumir el mundo entero en la calma perfecta, que brindaba aquella oscura sombra llamada muerte. Claro ideas que su hermano le había generado al haberlo exiliado del Olimpo, para hacerse cargo de las almas de los simples mortales. Sin lugar a dudas era humillante y al final todo seria culpa de Zeus.

Cerró los ojos con cansancio sonriendo de manera torcida, satisfecho de por al menos algunos momentos, no hacer aquel trabajo que su hermano esperaba que estuviera realizando con adoración y vehemencia, "pobre iluso", se permitió pensar afianzando su sonrisa, ensanchándola solo un poco. Relajo por completo sus músculos, llevando sus brazos hacia su nuca y se removió sutilmente en su puesto, como le gustaban esos momentos de no hacer nada.

Hey Hades- unos minutos después, una suave vos cual terciopelo lo llamo, cantarina, y tal vez demasiado cerca.

El dios abrió un ojo confundido, con la ceja más alta de lo que acostumbraba, y fue grade su sorpresa de encontrarse con una exótica y hermosa orbe, que le robaba toda la belleza a aquel cielo azul, haciéndolo lucir como una baratija cualquiera y no estaba a más de medio centímetro de su propio ojo, lo que casi lo hizo dar un bote, solo que, sólo entonces sintió aquel peso que lo mantenía atado al suelo y ese suave aliento cálido con olor a rosas chocar contra sus labios,  erizándole al instante todos los bellos del cuerpo.

Entonces sintió esos suaves labios como pétalos de flor, rosar apenas los suyos, un toque tan vano y hermoso, que el dios de la muerte levanto el mentón, exigiendo esos labios como suyos. Al principio solo los acaricio con infinita ternura con sus propios labios, para después pasar a un roce más salvaje y exigente, mordiendo, lamiendo y probando de nuevo aquellos labios, que volverían  loco hasta al más cauto de todos.

Y cuando intento profundizar aun mas aquel fogoso rose de labios, sintió aquella pequeña mano posarse con firmeza en su pecho, separándolo de aquel exótico cuerpo de curvas perfectas, abrió nuevamente los ojos, encontrándose con el divino rostro de la diosa del amor, sonrojado de manera divina, los preciosos ojos azules sobre él y los labios rojos brillantes con su propia saliva entreabiertos dejando que respirara agitada, haciendo que Hades sonriera de puro orgullo al mirar de aquella manera a esa deseable deidad por su causa.

Nunca cambias Hades- dijo por fin mirándolo, con la calma típica y regia que se exigua de cada dios.

Afrodita, siglos si no me equivoco- dijo como un saludo, exagerando de manera dramática sus palabras, sin cambiar un ápice su tranquilo semblante y su orgullosa sonrisa.

Ensancho su sonrisa cuando sintió la mano de la diosa delinear con descaro su pecho, hasta que se posó en el cuello de su túnica, apretándola e instantemente jalo de ella, incorporando al dios mientras ella quedaba sentada sobre las piernas del mayor. Hades sonrió lascivamente, una sonrisa torcida que fascino a la rubia, pero que no pudo continuar con aquel improvisado juego, pues la sombra que desde el primer momento había estado a su espalda, camino con pasos gráciles y elegantes hasta quedar a su lado, interponiendo su presencia en la culminación de aquel depravado jueguecillo entre aquellas deidades.

¿¡¡Eris!!?- el dios casi grito escandalizado, al mirar al lado de la deidad del amor a su sobrina, mirándolo con esos intimidantes ojos dorados, de una manera no muy amable, aunque pronto recupero la calma al notar la frialdad calculada en sus ojos, igual a la suya, mas podía haber sido su hija que de su hermano- no sabía que tenían en mente un trió, no es lo mío pero...- su calmado monólogo fue interrumpido, cuando la fina mano de Afrodita se poso sobre sus labios, callándolo  al acto.

No venimos a nada por el estilo- corto fríamente la diosa del caos, mirando peligrosa hacia su tío.

Veníamos por tu ayuda- término Afrodita con vos suave, despegando con gentileza su mano del rostro del alvino.

¡P*ta madre Afrodita!- grito en el instante en el que la mano que mantenía sus labios sellados, fue retirada- vienes a pedirme ayuda y primero me calientas dejándome así, eso es de p*rr*s- reclamo con un lenguaje nada digno de un dios, a lo que las otras simplemente negaron desaprobatoriamente, pero nada podían hacer así era aquel dios.

Sigues tan vulgar como siempre- dicto la rubia de manera tranquila, suavemente venenosa como solo ella podía.

Y tú tan z*rra ardiente como siempre- dijo irónico el peliblanco, sonriendo descaradamente sexy mostrando sus perfectos dientes blancos.

Por qué no hablamos de esto de pié- sugirió la de largos cabellos dorados, con el rostro a escasos milímetros del rostro del mayor, expulsando su dulce aliento justo sobre sus labios, rosando conscientemente la punta de su nariz con la del peliblanco.

Sin decir nada mas, notando lo perdidos que los ojos violetas del mayor estaban en los suyos, la diosa del amor se incorporo guiando al más alto, sin soltar su férreo agarre a la túnica negra del dios de la muerte y cuando ambos por fin estuvieron de pie, haciendo notorio que el alvino era media cabeza más alto que ellas, la rubia se aparto del dios y camino tranquilamente hasta posarse al lado de su mejor amiga.

El alvino, tardo algunos segundos en poder parar todo aquello que lo envolvía, como un poderoso tornado nublando su juicio y escasa cordura. Quería volver a probar aquellos labios perfectos, tocar esa suave piel cremosa, mirar esas joyas del cielo, tener a aquella delicada deidad entre sus brazos retorciéndose y gimiendo, como hacía siglos habían hecho, no era un secreto para nadie, es mas Afrodita había salido con todos y cada uno de los dioses del Olimpo, sin importar su sexo.

Afrodita era una deidad ambigua, había concebido con hombres y con mujeres, siendo ella siempre quien cargara a la nueva deidad. Nacían algunos humanos con esa habilidad, que era conocida como la bendición de Afrodita, ciertamente bendecidos por la diosa y como ella compartían esa apariencia ambigua que la caracterizaba, sus curvas pronunciadas, de diminutas cinturas y anchas caderas, rostro delicado y frágil, y pecho totalmente plano. Características que solo los chicos con su bendición portaban, las féminas eran un poco más voluptuosas, con pechos y caderas enormes, y una estrecha cintura apenas existente, pero claro muy pocas llegaban a saberlo siendo exageradamente difícil enterarse, pues simplemente parecían exóticas féminas perfectas.

Aunque si a cualquiera que hubiera estado con la diosa se lo preguntases, contestarían sin titubeos, que la esplendorosa rubia era hombre, pues su firme pecho blanco delgado y delicado, donde los huesos solían marcarse tímidamente frágiles como los de un ave, estaba completamente plano. Y bueno poseía ese algo que ninguna mujer tenía. Cuando Hades se dio cuenta cuanto había divagado, el calor y el deseo que había poseído cada molécula de su cuerpo, ya habían  desaparecido, después de haber reflexionado todo aquello que no sabía ni siquiera a que se debía.

En fin- dijo por fin en un suave susurro oscuro, se cruzo de brazos y espero impasible la propuesta de las diosas.

Solo tú tienes permiso de ir a la tierra cuando te dé la gana, y no solo a tus templos- hablo Afrodita caminando coquetamente hacia el mayor, que sonrió divertido ante los movimientos atrayentes de la diosa, que lo incitaban a moverse hacia ella igualmente.

¡Al grano!- bufo exasperada Eris, deteniendo el lento avance de los dioses, que ya casi se habían pegado una vez más- llévanos a la tierra- ordeno de manera peligrosa, con un filo incluso atemorizante para el dios de la muerte, tal vez le tenía más miedo a su sobrina que a su hermano, ella controlaba el caos y lo que todos los dioses hacían incluso Afrodita conducía al caos, no quería ni imaginarse cuanto poder acumulado tenia la hermosa deidad peliazul.

 

¡¡J*der!!- maldijo llevando su mano hasta su frente de manera dramática- si tu papi se entera que lleve a dos deidades a la tierra conmigo, para quien sabe que. No quiero ni imaginarme que me ara- exagero el tono de preocupación fingida, ambas sabían que bien poco le importaba lo que su hermano dijera o hiciera.

Vamos Hades- dijo la rubia en un suave susurro cálido y pegajoso como la miel, lo que hizo al dios posar su mirada violeta sobre su exquisita figura una vez más- dinos el precio y lo haremos- coqueteo con descaro, pasando con suavidad las yemas de sus dedos por el brazo apenas musculoso de Hades.

Eres una j*dida z*rra Afrodita- siseo con vos profunda, transmitiendo todo ese deseo contenido en sus palabras, aquel monstruoso esfuerzo por no lanzarse ahí mismo sobre la rubia.

Eris bien sabía que Afrodita desprendía tremenda atracción, que te obligaba a pegarte a ella tanto como pudieras, a olfatear minuciosamente su aroma a flores exóticas, a admirar su figura perfecta, pero ella después de tantos siglos al lado de su amiga había logrado controlar aquel impulso. Aunque ahora mismo sabía que no solo era ese magnetismo de la diosa del amor, si no que a la rubia le encantaba coquetear con el dios de la muerte, y casi podía decir que ambos se atarían, como un incendio atraía al caos.

- sonrió de medio lado, mirando a esos dos seguir coqueteando con miradas y toques  esporádicos- bueno nos llevaras ¿o no?- corto de golpe el rollo de los otros, podían seguir simplemente coqueteando otro milenio, antes de terminar en el lecho del dios Hades. Solo una noche mas como siempre hacían, se atraían, era una atracción poderosa como la explosión del mismo sol.

- Hades despego la mirada de la rubia, para posarla sobre su sobrina con una sonrisa retorcida, que bien podía aparecer en las más oscuras y aterradoras pesadillas de los mortales- si eso cabrea a Zeus, claro que lo hare ¡¡maldición!!- dijo autosuficiente- pero claro que tengo un precio- al final sonrió pícaro.

Antes de que alguna notara sus oscuras intenciones, envolvió con sus brazos la escasa cintura de Afrodita, pegando aquel fino y deseable cuerpo al suyo. Giro con el cuerpo de la rubia ocultándolo con el suyo, para pegar sus labios con los de la rubia y terminar aquel beso que la misma diosa había interrumpido. Eris negó con la cabeza con una tranquila sonrisa sobre los labios, dejando que los otros terminaran con lo suyo para poder irse de una vez. Solo se separaron cuando el aire por fin se les termino, ambos sonrojados violentamente, con el cabello revuelto y los labios hinchados, ninguno se miro y tampoco miraron a Eris.

*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/

Unas horas más tarde los tres dioses habían arribado a la capital Romana, y aunque Afrodita había estado en total desacuerdo con los otros, al final ellos habían decidido acudir al coliseo Romano a presenciar en primera fila aquel festín de sangre, muerte y caos que tanto les agradaba. La diosa del amor había gritado y berreado infantilmente, pero nada funciono los otros dioses terminaron por  arrastrarla a la fuerza a aquel enorme complejo tallado exóticamente en piedra, que por momentos distrajo a la diosa, que se abstrajo en su trabajo de admirar la belleza y complejidad de tal obra de arte, sonrió de manera ladina, no duraría mucho de pie.

Habían entrado al complejo como mortales cualquiera, sin la gran faramalla que las grandes familias aristócratas usarían, aunque sus exóticas y costosas vestimentas  llamaban la atención de todo el pueblo Romano e incluso de los guardias, enfundados en sus brillantes armaduras plateadas, con aquella pesada capa roja cayendo de sus hombros de manera elegante.

Hades había decidido usar una toga muy ligera de color negro, con la que mostraba sus brazos ligeramente musculados. Eris usaba un precioso vestido azul pálido, con detalles cocidos con hilo de oro puro, mas una extravagante capa de brillante tela vaporosa que descendía de sus hombros como una casada de agua. Afrodita llevaba puesto un vestido de color magenta exageradamente apretado a sus descaradas curvas, con tantos adornos de brillantes telas del mismo color, que daban la impresión de estar decoradas con diamantes, lo que era cierto, el brillo elegante de los mismos y la vaporosa tela que se revolvía entorno a su cuerpo con la gentil briza, la hacían destellar como el sol cuando tímidamente se asomaba entre las nubes negras después de una poderosa tormenta.

Los tres se habían quedado en la entrada a las butacas, el único palco privado estaba ocupado por las familias más importantes de la capital, y ciertamente no querían hacer un revuelo al lanzarlos del lugar para ellos ocuparlos, Zeus se enteraría al instante y eso les traería problemas a los tres. Y revolverse y perderse entre la multitud, de personas de ropajes humildes y sucios, miradas  cansadas y olor poco grato, nada les apetecía, así que se quedaron en la entrada magníficamente de pié, orgullosos e inalcanzables para todos aquellos humanos.

De haber sabido que me traerían aquí, me hubiera quedado en el Olimpo- dijo de manera cansada la rubia, apoyando su brazo en aquella baranda de piedra hermosamente tallada, para así posar con delicadeza su rostro sobre su palma.

O vamos te aseguro que le encontraras algo divertido a esto- menciono Eris con vos profunda, al oído de su amiga, con el rostro al lado derecho del de la rubia, quien apenas la miro con aburrimiento por el rabillo del ojo.

Ya lo veras- susurro Hades, con el rostro al otro lado del de Afrodita. Igual que Eris, hablando atrayente al oído de la diosa- no por nada eres la diosa del amor- dijo con vos profunda.

Afrodita también lo miro solo un segundo por el rabillo del ojo, casi intrigada ante el tono ligeramente entintado de sarcasmo del otro dios. Pero cuando apenas vio a los primeros gladiadores aparecer en la arena, logro entender a lo que se referían los otros. El amor tenía muchas ramas, el amor del corazón y el alma y aquel amor puramente físico, más conocido como atracción, pues era amor por el cuerpo de otro esas ganas de ser poseídos o poseer a alguien más, entonces lo entendió y por fin le vio algo interesante a los gladiadores.

Se incorporo lenta y majestuosa como su cargo de diosa se lo dictaba, mientras el coro de gritos de la gente se elevaba al cielo. Ella no podía despegar sus celestiales joyas, de aquel excelso espectáculo de brutalidad encarnada, aquellos cuerpos moldeados por el mismo Atlas, moviéndose con habilidad y rapidez, pronto apareciendo aquel sudor que perlaba sus magníficos cuerpos, y la diosa no pudo hacer más que seguir embelesada cada movimiento, cada centímetro de piel, incluso le prestó atención a sus armas, al como sostenían entre sus brutas manos las espadas, los enormes escudos de madera en los que se cubrían, los cascos de opacos metales, las discretas armaduras que apenas servirían para protegerse la mitad de un brazo y las fuertes pantorrillas.

El primer combate termino cuando uno mato al otro y ni siquiera entonces la rubia despego su mirada del ancho torso del ganador, algunos cortes aparecían aquí y allá, no logrando opacar la magnífica forma en la que los músculos se marcaban sobre su bronceada piel. Eris y Hades compartieron una mirada cómplice y una sonrisa picara, mirando lo entretenida que se veía la rubia, después de tanto haber gritado y atacado a los gladiadores, ahora incluso se veía más interesada que ellos dos.

Tras otras cuantas luchas en las que los tres dioses, pudieron disfrutar de sus propios placeres mundanos, aquel hombre de gran porte ubicado frente a los dioses, se incorporo de su asiento, su cabello negro y sus ojos del mismo color, fríos e inexpresivos miraron hacia todos, mientras extendía sus brazos a sus lados intentando abarcar el coliseo entero. Dio un anuncio que parecía importante, que como todos los demás los tres dioses ignoraron rotundamente, pero que parecía el  más importante hasta el momento, pues el publico entero estallo en alaridos eufóricos, que lograron alertar a los tres dioses, que con interés se inclinaron sobre la baranda para mirar con mayor detenimiento hacia la arena.

El publico entero guardo silencio por unos segundos que a la rubia se le antojaron eternos, el viento soplo arrastrando la tibia arena manchada de sangre, poseedora de un cálido color ladrillo. Una de las enormes puertas de acero deslucido y mal cuidado, se levanto dejando que doce gladiadores aparecieran en la arena, portando las típicas armaduras simplonas y poco protectoras, los doce se ocultaban tras sus pesados escudos de madera y por sobre el mismo, apenas se atrevían a sacar cautelosamente sus espadas.

La diosa bufo con hastío al no poder admirar sus figuras de ensueño, solo Eris y Hades sonrieron retorcidamente, sabiendo que lo que a continuación vendría seria una carnicería digna de admirar por el dios de la muerte y la diosa del caos, sintieron las ansias arañarles desde dentro y les fue imposible no acercarse a la baranda de piedra, de la cual Afrodita no se había separado y que apretaba sus finos dedos en torno a ella, temerosa de que alguien intentara separarla de la  espectacular vista que había gozado las últimas horas.

Pero entonces cuando la reja contraria se elevo con pereza y los gladiadores aparecieron por ella, caminando con pasos premeditados, elegantes y ostentosos, luciendo como verdaderos dioses, desde aquel momento le fue imposible a Afrodita despegar su mirada como el cielo de un hombre en específico. Solo eran cuatro hombres quienes lucharían contra doce, el público estallo en alaridos nuevamente nada mas de ver a aquel cuarteto conocido como: los jinetes de la muerte.

La batalla comenzó y Afrodita se reconoció así misma cada vez mas atrapada ante la visión que sus ojos le regalaban, aquel hombre era alto, su piel contraria a la de sus compañeros era tan blanca como la leche, le gustaría poder tocarla para comprobar si era tan suave como se veía, sus brazos grandes y de musculatura bien definida, la espalda ancha, el trozo poderoso, los pectorales firmes, los abdominales tan bien gravados en aquella pálida piel, como los de alguna escultura, aun así le parecía que dicha escultura imaginaría y perfecta se derrumbaría avergonzada ante aquel cuerpo musculoso y ancho, las piernas largas también firmes, era como si toda la belleza del mundo se hubiera aglomerado en aquel humano.

Afrodita se inclino lo mas que podía sujetada con firmeza de aquella baranda, mirando al gladiador con interés, gravando con cincel en sus recuerdos cada movimiento, cada contracción de esos poderos músculos, cada centímetro de piel, cada musculo bien definido, los movimientos avilés y gráciles que parecían un baile, una pauta que aquel hombre ya conocía de memoria y podía seguir incluso con los ojos cerrados. Más que nunca, más de lo que jamás deseo nada en su vida eterna,  deseo poder admirar el rostro de aquel hombre, aunque fuera solo por unos segundos.

La batalla termino cuando un enorme hombre más ancho y musculoso, que aquel humano del que Afrodita no podía despegar la mirada, corto la cabeza de otro, su piel azulada fue salpicada por la sangre de aquel gladiador ahora muerto. El público grito eufórico nuevamente, los dioses a los lados de la rubia aplaudieron escuetamente, pero realmente complacidos con su bufete de sangre, muerte y caos.

Y así los cuatro gladiadores aun de pie y sin un solo rasguño sobre sus píeles, se quitaron los exóticos cascos de raros diseños que llevaban sobre las cabezas. Afrodita sintió que el tiempo se detuvo, a la par que su corazón comenzaba a latir más lento de manera perezosa, agonizando por poder mirar el rostro de aquel gladiador, que extrañamente aun para ella no podía dejar de mirar. Pronto el casco fue sujetado por sus largos dedos y arrancado con estilo de su cabeza.

Los cabellos rojos como el fuego mecerse por el viento, fue lo primero que logro ver y entonces sintió que su corazón por fin dejaba de latir, y el mundo corrió aun más lento, el bullicio de la gente comenzó a alegarse, los colores del mundo comenzaron a apagarse, solo manteniendo colorido a aquel divino hombre, el casco termino al lado de su cuerpo aun sujetado por sus dedos, y por fin pudo admirar aquel bello rostro.

A la diosa del amor se le antojo tan atractivo, tan delicado y fino, y aun así poderosamente masculino y fuerte. Toda obra de arte que avía admirado durante su existencia, todo hombre con el que había estado, todo el mundo, la bóveda celeste, todo lo que ella consideraba hermoso y digno de admirar, y de ser tocado por sus finas manos, se desgajo en su mente como un castillo de arena arrastrado por la briza más suave.

Unos segundos, unas horas, unos días, toda una eternidad. Pudo haberse quedado ahí mirando de legos a aquel humano sin importarle nada más, pero junto con los latidos de su corazón, el mundo que la rodeaba recobro su vida. Los colores regresaron a él y poco a poco los gritos que inundaban el coliseo la envolvieron como un remolino, pero poco le importo el ruido que la mareo y sacudió su mundo como un terremoto, o el color tan vivido y brillante que la había cegado, no le importo nada, aun con el mundo girando a su alrededor y su mirada adolorida, no quería y no iba a apartar sus ojos de aquel perfecto hombre.

Aquel gladiador, miraba hacia el publico orgulloso y con una pequeña sonrisa sobre los labios, los gritos, los alaridos, la emoción, toda causada por ellos, se sintió bañar en aquella gloria que le brindaban, se sentía hincharse de puro orgullo, se sentía como un dios que pisaba la tierra. Giro sobre su eje mirando a los hombres y mujeres que gritaban el apodo de los cuatro gladiadores, como una oración, un mantra, un rictus de devoción ante ellos como si fueran las figuras  encarnadas de sus adoradas deidades y le encantaba, sentirse más que ellos, su nombre trascendería las barreras del tiempo y el espacio, aun cuando hubiera muerto en la otra esquina del mundo corearían su nombre como una oración hacia un dios.

Pero detuvo su baño de gloría, su auto alabanza y aquel griterío que lo adoraba como a un dios, detuvo su mirada ceniza en un punto especifico, a la entrada al espacio de butacas. Una preciosa figura lejana, estaba ahí enfundada en el más bello vestido que jamás había visto, las telas revoloteaban a su alrededor inclinándose ante él, la cabellera dorada destéllate contra el sol y aquellos ojos que encerraban el cielo entero fijos en el.

Quedo estático ante tal visión, estaba a muchos metros de él pero podía jurar que la tenía a menos de tres pasos, su rostro finamente esculpido en una pálida piel como el marfil y su cabello dorado que adornaba aquel hermoso rostro, mejor que cualquier joya del mundo, sus ojos se conectaron y desde ese momento el humano no fue capaz de apartar sus ojos ceniza de aquellas joyas celestiales, lo miraban a él, solo a él y eso fue una gloria y un honor mucho mayor, que saber que en mucho tiempo seria recordado como un dios de la lucha.

No le importo cuanto tiempo paso, solo quería quedarse ahí y no dejar de mirar tal belleza jamás. Un calor reconfortante que no había sentido nunca lo abrazo desde su interior, haciéndolo sentir que pertenecía a algo más grande, a algo más allá de las paredes del coliseo, le gustaría pensar que pertenecía a aquel ser de infinita belleza que aria arder de celos al cielo mismo, y que aquel le pertenecía a él.

Sintió el golpe de su corazón una vez más, solo de ver aquellos brillantes ojos ceniza conectarse a los suyos, una mirada peligrosa que le fascino, el ritmo al que su corazón parecía bailar en su pecho aumento, tanto que sintió la sangre retumbarle hasta en el último rincón del cuerpo, su rostro se sonrojo hermosamente y no quiso y no aparto su mirada celestial de aquel humano. Pero los dioses a sus lados que la miraron desde el primer momento en el que notaron el cambio de la  diosa, sabiendo lo que esto podía significar tomaron cada uno un brazo de la diosa del amor y la arrastraron legos del lugar. Afrodita se dejo hacer, tan ensimismada en admirar a aquel hombre, de mantener sus miradas conectadas, que solo logro preguntarse del por qué repentinamente aquel humano se alegaba de ella, de esa manera tan irreal.

Continuará.

Notas finales:

Esperamos que les haya gustado
Diva: puede pasar solo como un prologo pero fue divertido
Bueno antes que otra cosa aclarare ciertos puntos: aclaro en la antigua mitología Griega/Romana, Afrodita en Roma era Venus, obviamente es puramente hembra, pero ya saben esto es yaoi
Diva: y lo de la bendición de Afrodita lo leímos hace mucho en un texto, tal vez de dudosa procedencia, pero pareció acertada para corroborar esto, de la ambigüedad de la diosa (que es un dios), al menos en el fic
Y por último en los últimos siglos han dividido a Afrodita en dos diosas, una que rigüe el amor del corazón y el alma, que nació de cuando Cronos hizo algo. No recuerdo que pero ella nació del mar, y no se considera hija de Cronos. La otra controla el amor carnal y nació de Dione y Zeus, aquí las fusionaremos y su procedencia estará basada en la primera Afrodita, ósea que será incluso más antigua que el mismo Zeus. Y gracias por tomarse su tiempo en leer nuestras locuras y ya saben se cuidan
Diva: hasta la próxima
Diva y Yo: ¡¡BAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAY!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).