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El destino cambia. por Nyame N

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Notas del fanfic:

Lo de siempre, estos persojanes pertenecen a la escritora J.K. Rowling. Yo los uso como mero entretenimiento.

Notas del capitulo:

Pues tenía ganas de algo así(?) Una pareja como Harry y Draco siempre me ha gustado así que intenté hacer un fic y tal de esta forma.

 

No sé como será ni nada. Para mi otra historia incluso tengo preparado el final ya pero para esta es solo poner a prueba mi imaginación para ver hasta donde llega. Obvio si lo abandono avisaré(?) Pero espero que no.

 

Y como todo el mundo pide, espero tener muchos reviews o al menos tener algo para que en el primer capítulo (que aunque corto, ya dije que ni idea de como irá la historia) no lo deje tirado. Y nada, aquí la tenéis.

 

Y lo hago con todo mi amor, así que, porfaplis me dejáis reviews de esos que gustan tantito. Gracias <3

Estaba agotado. No había parado de mirar casos que su ayudante le iba dejando en su mesa. El último fue de un árbol que había sido hechizado y todo aquel que pasaba demasiado cerca de ese jardín era atacado. ¿Pero por qué hacían esas cosas? Solo le daban trabajo innecesario. Aunque bueno, como siempre, firmaría aquel pergamino y lo enviaría a alguien con menor rango para que terminara de encargarse de él. La puerta de su despachó fue golpeada de nuevo y un pequeño jadeo de frustración escapó de sus labios después de ver a su ayudante entrando con otro montón de pergaminos.

- No sé de donde salen tantos jefe... - Negué sonriendo mientras el chico se iba de nuevo. Jordan se llamaba. El primer día que le vi no pensé que sería de tanta ayuda como era. Pero ahí estaba, aguantando mis ratos de mal humor y dándome consejos cuando él creía necesario, que no era en muchas ocasiones ya que mi gran amiga y hermana, Hermione, se encargaba de venir a echarme la bulla y a darme sus propios consejos, los cuales, si no los seguía, podía llevar a que la castaña se enfadara bastante y nadie buscaba eso.

Observé la hora que era. Ya volvía a ser tarde y se me habían amontonado sobre su mesa y alrededor porque sobre esta no cogían todos. Se quedó observando el reloj mientras pensaba que el siguiente día sería el último que podría pasar con su hijo antes de que este fuera a Hogwarts. James ya llevaba un año allí y lo estaba disfrutando mucho más que él mismo. Lo envidiaría, pero realmente él también lo pasó genial allí a excepción de sus últimos años. Pero a pesar de eso Hogwarts había sido un gran hogar. Suspiró, aunque no le pareciera nada correcto mañana no aparecería en el trabajo como le había dicho a Jordan ya que necesitaba pasar el día con su hijo, como había hecho con James un año antes. Albus no sería ninguna excepción, al igual que Lily cuando le tocara irse. Disfrutaría su último día con ellos, porque hasta las vacaciones y si ellos querían, no volverían a verse. Teniendo estos pensamientos se levantó de la mesa y salió de su despacho cerrando. Al bajar hacia la entrada se encontró con Ron y Hermione que también habían salido tarde. - Ya era hora de salir, ¿no crees, Harry? - El susodicho los miró soltando una pequeña carcajada mientras asentía con la cabeza. Últimamente los tres eran casi de los últimos de salir de allí.

No quería usar polvos flu para volver a casa despejado. La suerte de Hermione y Ron que habían decidido vivir por un barrio cercano allí y se iban dando un paseo mientras se propiciaban los mimos correspondientes a su estado de ánimo. Y no iban por el mismo camino que Harry ya que él les había dicho que se fueran por otro porque no aguantaba verlos así siempre que salían. Después de ese comentario todos se habían echado a reír.

A Harry esos momentos con sus amigos le gustaban demasiado. Desde que habían terminado Hogwarts nada había sido lo mismo para ellos. Harry se había hecho muy famoso en poco tiempo y cuando salían de forma normal acababan rodeados por un gran número de magos intentando tocar, hacer que le firmaran e incluso intentando robarle algo de ropa al gran Harry Potter. Por eso no podían salir por ahí solos y cuando salían en parejas siempre tenían que hacer un reservado a nombre de Ron o Hermione porque incluso la gente del restaurante informaba al El Profeta de donde se encontraba.

Él solo quería vivir una vida normal. Pero no, tenía que ser acosado incluso cuando estaba con sus hijos. Y al día siguiente sabía que saldría con James, Albus y Lily para aprovechar su último día junto a sus hijos antes de que dos de ellos se fueran para Hogwarts. Uno para su segundo año y el otro para el primero. Albus le había estado comentando el miedo que tenía de que acabar en el Slytherin, ya que su hermano James había acabado en Gryffindor como su padre y Harry había estado muy orgulloso de eso. Pero también le había dicho a Albus que estaría lo mismo de orgulloso fuer a la casa que él fuera y los ojos de su hijo, verdes al igual que los de Harry sonrieron tanto como él. Después de eso su hijo dejó de pensar en las casas de Hogwarts para divertirse los días que les quedaba por allí. Además su prima Rose también iría con él a Hogwarts y no paraba de prometer a sus padres que sería mucho mejor que el hijo de Malfoy.

Sacudió la cabeza descartando todos esos pensamientos cuando llegó a casa. Se quitó la chaqueta mientras se dirigía a la habitación donde estaría su esposa durmiendo, o eso esperaba porque al ir subiendo las escaleras se encontró que había una luz. Al abrir la puerta se encontró a su mujer y a su hija pequeña en la cama, Ginny ya estaba completamente dormida mientras que Lily, tenía los ojos entrecerrados mientras miraba hacia la puerta en al cual aún seguía su padre parado con una leve sonrisa en los labios. - ¡Paaaaaapi! – Su voz ronca se rompió un poco al intentar hablar demasiado alto ya que el sueño le estaba venciendo. Harry sonrió y se acercó hasta ella. Tenía los ojos de su madre. Se sentó en un lado de la cama mientras la niña se levantaba un poco tirando de la camisa para que se acostara. Si lo hacía con la ropa Ginny seguramente al día siguiente le regañaría, pero bueno, era un riesgo que tenía que aceptar ya que su hija quería que durmiera con ella ya, y ese ya no podía retrasarse nada. La tenía demasiado consentida, era verdad, pero no podía negarse. Así que se tumbó a su lado, dejando que la niña se acurrucara en su pecho y la abrazó tapándola mientras se quedaba dormida, seguida por él que estaba bastante cansado.

Al día siguiente la luz que entraba por la ventana fue la que despertó a Harry, mirando como en la cama ya no había nadie excepto él. Hasta su hija pequeña se había despertado antes. Harry se estiró en la cama dándose la vuelta para mirar hacia la puerta donde estaba su hijo Albus medio escondido. Y sobre él, había también unos ojos de color chocolate correspondientes a su hijo el mayor que al verlos allí parados e intentando asomarse por la rendija de la puerta le causó soltar una carcajada ronca puesto que estaba recién despierto. Se levantó de la cama, sacudiendo su camisa mientras hacía un gesto a los chicos para que bajaran mientras él se cambiaba de ropa. Ese día no sería el gran Harry Potter, si quiera el auror, iba a ser un padre normal pasando un día con sus hijos. Los llevaría donde ellos quisieran. Les compraría lo que desearan, pero solo por ese día. Los habían hecho crecer de una forma muy humilde, pero un día al año no haría ningún daño a ninguno de los tres y a él tampoco.

Del baño salió con unos pantalones casuales y una camiseta. No se había preocupado mucho por vestirse. Bajó a desayunar y todos le esperaban con una gran sonrisa. Ginny le miró con ambas cejas alzadas y luego frunció el ceño. Harry se echó a reír ante aquello, le gustaba todo de su mujer, estaba muy enamorado de ella y nadie podría decirle lo contrario. – Lo siento, anoche una pequeña bestia me reclamó antes de que pudiera cambiarme. – Se encogió de hombros a lo que Ginny miraba a su hija pequeña mientras esta sonreía y asentía alegremente con la cabeza ante lo que había dicho su padre, haciendo reír a ambos. Aquel día sería uno de los mejores para ellos.

Pero Ginny de última hora decidió cambiar sus propios planes e ir a la Madriguera para visitar a su madre que se encontraba un poco enferma. Los tres le miraron con mala cara cuando hizo eso e incluso James y Albus cruzando los brazos indignados. – Chicos, ustedes irán con papá y en la tarde o noche nos encontraremos todos de nuevo y comeremos en el jardín. Y sí, les dejaré jugar con los gnomos. – Los tres sonrieron y Lily dio palmas hasta llegar a su madre y abrazarla para despedirse de ella. Luego Ginny se acercó a Harry depositando un leve beso en sus labios mientras se despedía y se iba por la chimenea usando los polvos flu. Los otros cuatro habían decidido ir andando hacia el callejón Diagón ya que no les quedaba muy lejos y menos mal, sino Lily intentaría ir en brazos a mitad de camino.

Salieron de casa con un Albus totalmente emocionado porque de paso iban a comprar las últimas cosas que le faltaba para su curso en la escuela de Magia y no podía estar más feliz por eso. Lily iba agarrada de la mano de Harry y James, llevaba su lista de objetos que le faltaban por comprar también con la gran mayoría tachados. Harry cogió ambas listas de los chicos quitándoselas a ellos para que no fueran preocupados y menos ese día, tenían que disfrutar todos juntos y no preocuparse por los cachivaches que fueran a llevar. Sus hijos le miraron con una expresión rara mientras Harry sonreía de forma abierta contagiándoles también a ellos. Mientras iban comentado cosas que Harry había hecho en Hogwarts, que aunque las habían escuchado miles de veces no se les quitaban las ganas de volverlas a escuchar, llegaron al callejón Diagón. Lo último de lo que iban a hablando era de cómo su padre entró en el equipo de quidditch como el buscador más joven. Todos habían estado muy emocionados al escuchar eso y ambos chicos querían estar en el equipo, excepto la niña, ella dijo que prefería otras cosas a eso.

Albus quería una escoba pero aún eso no estaba permitido para los chicos de primer año. Y debería de quedarse con las que le dejaran en la escuela. Primero fueron al banco de los elfos de donde sacaron un poco de dinero, el suficiente para pasar todo el día en el callejón Diagón ya que Harry lo conocía bastante bien después de tantos años pasando por allí. Lo primero que hicieron fue ir a visitar la tienda de bromas de sus tíos Fred y George. Saliendo de allí con una bolsa llena de artilugios que utilizar tanto en casa como en Hogwarts. Sabía que a Ginny eso no le haría ninguna gracia pero Harry sabía que los chicos serían felices llevándose esas cosas así que aceptó. Podría decirse que ese día les consentiría casi todo lo que quisieran. Aunque lo que más raro le resultaba a Harry de visitar la tienda de los gemelos era que estos siempre le hacían la misma pregunta: ‘¿Cómo te va todo con Ginny? ¿Estás bien? Si necesitas ayuda, solo pídela.’ No sabía por qué tanta preocupación pero lograban hacer que se calentara la cabeza por esas palabras aunque finalmente tuviera que enterrarlo en lo hondo de su mente para concentrarse nuevamente en sus hijos.

Compraron las cosas que les hacía falta en casa y llamaron a uno de los elfos que se habían puesto bajo las órdenes de Harry aunque este no había querido y llevaron todas las cosas a casa de un golpe dejándolos de nuevo a los cuatro libres. Se iban parando en todas las tiendas que le resultaban llamativas a los niños. Ya habían comprado chucherías para unos días, incluso algún que otro libro que Lily quería para colorear y Albus al tener hambre quería ir a uno de esos lugares de comida rápida que Ginny les tenía totalmente prohibidos porque no eran para nada de su agrado. Harry miró a sus hijos cuando pararon delante de uno y se agachó haciendo que estos les rodearan. – Bien, esto de entrar aquí será un gran secreto y no se puede romper eh… - Ese murmuro hizo que sus hijos asintieran contentos a lo que había dicho su padre y se decidieron a entrar cuando un grupo de magos y brujas se dispuso a acorrarlar a Harry quien suspiró y entro en la hamburguesería antes de que le alcanzaran diciendo que si tenían algún lugar en la hamburguesería donde no se viera quién estaba y una salida por detrás, algo que hizo mucha gracia a los chicos. Y al ser el gran Harry Potter no le iban a negar que tenían todo eso y dicho y hecho, los chicos y él comiendo comida basura para luego salir por la puerta de atrás sin saber donde acabarían ese día.

 

 

Al contrario de lo estupendo que lo estuviera pasando Harry Potter, en Malfoy Manor se encontraba Draco Malfoy. Se encontraba esperando a su hijo que había ido a pasar aquellos días, excepto el último con Astoria. Su ex-mujer. Mientras lo esperaba sus pensamientos vagaban por toda la relación que había tenido con ella. ¿Amor? Nunca habían sentido eso, como todo el mundo esperaba su matrimonio fue una conveniencia demasiado grande por ambas familia. Malfoy se negaba de hacer puesto que no quería, Astoria sabía bien su sexualidad como para encima hacer que se casara con ella, pero la muy fría había conseguido que alguien igual de frío que ella contrajera matrimonio bajo la vista de los padres de ella y la madre de él. Narcissa no estaba para nada orgullosa de lo que había obligado a hacer a su hijo pero era necesario, por su familia, por Draco y porque tuviera descendencia.

Aún allí sentado observando por la ventana los extensos jardines que tenía su mansión se quedaba pensando en la forma en la cual acabaron ambos esa relación. Astoria comenzó a gritar, a tirar cosas intentando darle a Draco, este había pedido a su madre que se llevara a Scorpius pues no quería que viera aquella barbaridad de discusión que iban a tener. Y entonces llegó su frase estrella. Astoria había hecho la típica pregunta de: ‘¿Por qué esto se acaba aquí? Pensé que habías cambiado de opinión.’ Y, click, la mente de Draco reaccionó antes, que digo la mente, mejor la boca, puesto que su mente no pudo detenerle lo suficientemente rápido como para que no dijera lo que soltó con esa sonrisa tan Slytherin que tenía: ‘Creo que tu forma de follar ha sido la que me formó completamente como gay, cariño.’ ¡Y PUM! Astoria estalló de nuevo cogiendo todo lo que estaba a su alcance. Incluso algún que otro cuadro voló por la estancia. Cuando no había nada más que romper y a Draco le habían golpeado un par de objetos que no había tenido tiempo de esquivar. Ella se echó en el suelo aún llorando por lo que había dicho él. Las últimas palabras que ella tuvo el gusto de pronunciar ante un frío Draco que no había reaccionado ante llanto o súplicas proveniente de una chica que nunca había mostrado un lado tan emocional fueron: ‘Nunca olvidaré esto Draco. Me las pagarás. Y si te lo preguntas, sí, te odio.’ Y después de eso salió de casa con la cabeza tan alta que nadie pensaría que había sido dejada con aquella frase tan soez.

Draco después de eso se dejó caer en su sofá pensando que decirle a Scorpius pues no sabía que pasaría con él. Aunque en el día de firmar el divorcio Astoria estuvo de acuerdo con que su hijo se quedara con Draco y cuando pudiera que fuera a visitarla a ella. El mismo día de esa firma de papeles Astoria también dijo otras palabras a Draco que no fueron tan malas como esperaban: ‘¿Sabes? En el fondo lo sabía. Y creo que no debí enfadarme tanto. Te entiendo, podremos seguir siendo amigos.’ ¡Y tan amigos! Astoria y él quedaron más de una vez para salir de copas y acabar cada uno con un tío diferente cada noche. Eso sí, aunque su divorcio ya lo sabía todo el mundo no quería que todos a los que llevaban a la cama acabaran saliendo en El Profeta y por eso cuando terminaban de esas sesiones de sexo, porque no eran otra cosa, borraban esa parte de la memoria con alguno de los hechizos aprendidos y se iban de nuevo a casa como si no hubiera pasado nada. Scorpius estaba bastante contento porque sus padres fueran tan felices juntos pero separados y él lo aceptaba con total tranquilidad.

¿Por qué? Draco ya sabía por qué su hijo iría directamente a Slytherin. El niño había pensado demasiado bien que al tener luego dos padres por un lado y otros dos por el otro, conseguiría todo lo que quisiera porque todos querrían consentirle para que se quedara una temporada más larga en un lugar que en otro. Pero con mamá no era tan divertido como con papá. Porque según le había explicado la abuela… ¡A papá le gustaban otros papás! Y él quería saber como sería eso de tener otro papá. Pero no pronto, sino que tardara un ‘montón muy grande de tiempo’ le había dicho a su abuela. Porque no quería compartir aún a su papi que le compraba todo lo que él quería. Su madre por el contrario en contadas ocasiones le había dicho que no y él se había quedado sin el juguete que quería. Pero nada más llegar a casa con su padre, ir al callejón Diagón y lo tuvo en sus manos por cortesía de Draco Malfoy, su padre.

Y hoy al ser el último día que pasaría con él tenía que disfrutarlo. Cuando llegó al salón se quedó mirándole con una ceja perfectamente arqueada. Draco al verlo sonrió y abrió los brazos para que el niño fuera corriendo a él. Draco lo abrazó sonriendo mientras el niño balbuceaba todo lo que le había pasado esos días con su madre. Draco le tapó la boca alzando ambas cejas ante la expresión de sorpresa del chico que acabó por mirarle mal. - ¿Quieres que vayamos a comprar las cosas para Hogwarts? Bueno si no te las compró Astoria… - El niño sonrió con ganas bajo la mano de Draco mientras negaba varias veces.- ¿Y qué bicho quieres? – A Draco no le gustaba para nada los bichos pero lo tenía que comprar para su hijo.

El niño chilló ante la pregunta de su padre mientras se levantaba en el regazo de él. - ¡Una lechuza! ¡Negra! ¿Si papiiiiiii? – Cuando el niño alargaba tanto la ‘i’ al final significaba que el niño lo tenía pensado desde hacía mucho tiempo. – Y si vamos al callejón Diagón quiero una de esas hamburguesas gigantes. ¿Vale, vale? – ‘Hamburguesas gigantes’ que eran hamburguesas normales que el niño no podía comerse completa ya que no estaba acostumbrado a comer tanta comida basura de golpe y eso le producía mucha gracia a su padre. Pero no, ese día no irían allí. Habían quedado con Theo y Neville, que contra todo pronóstico desde que terminaron su curso en la escuela estaban juntos. Draco negó a pesar de la mala cara de su hijo.

Luego esbozó una media sonrisa que el niño conocía bien y le causaba bastante curiosidad. – Vamos a coger con Theo y Neville. En uno de esos restaurantes que tanto le gustan. ¿Qué te parece? – La idea de comer en un restaurante normal no le hacía ninguna gracia a Scorpius pero estar con tío Theo y tío Nev sí que le gustaba bastante. Así que asintió con la cabeza terminando por moverla un poco hacia los lados sonriendo. – Pues si no te gusta el restaurante tendrás que aguantar lo mismo que papá lo hace. Lo tenemos que hacer bien para que ni Theo ni Nev lo puedan llegar a notar. ¿Vale? – Scorpius comenzó a reír mientras asentía con la cabeza. Draco se levantó dejándolo en el suelo y cogió la cartera y le miró haciendo un gesto para que se agarrara a él. El callejón Diagón quedaba bastante lejos de donde estaban. Y en un momento se aparecieron a la entrada del callejón con Scorpius sonriendo y un Draco de nuevo en su estado de clase élite.

Caminaron por el callejón entrando en las tiendas en las cuales seguro iban a comprar algo mientras Scorpius se quejaba de que nada de lo que hacían era divertido, consiguiendo una media sonrisa de su padre y un encogimiento de hombros. – Es lo que toca. Aguanta Scorp, acabaremos pronto. – Sí, eso lo dijo como en cinco tiendas más en las cuales el niño resoplaba cada vez que entraba en alguna. Finalmente llegaron a la tienda de las varitas. ¡Al fin! El niño estaba desesperado por conseguir una y al llegar el encargado. Después de probar nada más y nada menos que 6 varitas Scorpius encontró la indicada para él. Draco estuvo a punto de reír al ver la felicidad de su hijo que aún saltaba cuando salieron de la tienda. Ya lo tenían todo, incluidos todos los libros. Así que chasqueó los dedos haciendo que un elfo estuviera delante de ellos en nada de tiempo haciendo una reverencia. Draco les dio las bolsas y demás artilugios pidiéndole que los llevara a casa. Al menos el trato de Draco con sus subordinados había cambiado bastante y se portaba de otra forma con ellos, mucho mejor decían todos. Después de que el elfo se desapareciera diciendo un ‘sí, amo’ Scorpius y Draco se pusieron en camino hacia el restaurante.

Nev y Theo ya estaban allí parados, esperando por ellos que nunca se retrasaban pero según le dijo Theo a su pareja, Draco estaría comprándole todo lo necesario para Hogwarts a Scorpius y no era nada fácil ese niño. Así que tendrían que esperar un poco antes de que aparecieran. Nev asintió con una sonrisa y apretando la mano de su pareja de forma leve. Estaban en la puerta del restaurante, ya no todo el mundo le miraba con asco, pero ahora después de todo lo aceptaban por como eran y a pesar de ser homosexuales eran tan respetados como cualquier otra familia. Al fin, puesto que hasta en Hogwarts le habían aceptado antes que fuera del colegio.

Draco y Scopius llegaron un poco más tarde de lo esperado al sitio indicado y Scorp pidió perdón por el retraso pero es que necesitaba todas esas cosas para poder entrar en el colegio. Todo eso, lo dijo con los brazos cruzados y medio indignado por si a alguno de los dos se les ocurría quejarse. Draco arqueó una ceja y los dos chicos se echaron a reír ante la forma que apuntaba ya el pequeño. Luego entraron en el restaurante donde Nev había sido quién guardó la mesa para que todos pudieran ir. Al entrar, todo el mundo empezó a cuchichear porque Draco Malfoy se encontrara con esa pareja. Draco aguantó las ganas de decir alguna de sus perfectas frases que no dejaba a nadie tranquilo ni en paz. Pero por su compañía y sobretodo por su hijo quiso dar ejemplo.

Al sentarse en la mesa le preguntaron al niño a qué casa quería ir. ‘Slytherin, por supuesto. Papá estaría muy contento porque fuera allí.’ El pequeño asentía mientras decía aquello, haciendo que Draco se encogiera de hombros. – Realmente no me preocupa a que casa vaya, solo espero que se lo pase bien y aprenda. Siempre estaré orgulloso de él, excepto si lo expulsan muchas veces. – El mohín que acompañó a esa frase hizo que todos volvieran a reír por aquel comentario. Ninguno esperaba que al pequeño lo expulsaran del colegio, pero no esperaban que se fuera a portar estupendamente. Además los profesores controlaban más a los alumnos de primer año para que no salieran de sus salas comunes y dormitorios por la noche y Scorp era más de escaparse cada vez que podía. – En más de una ocasión... – Recordaba Draco hablando de cómo Scorp intentaba salir de casa por la noche. – He pensado en ponerle una correa. Así no se iría muy lejos. – Scorp bizqueó al escuchar decir eso a su padre mientras negaba con la cabeza.

 

 

La comida pasó bastante tranquila, al terminar se despidieron y cada uno fue hacia un lado. Scorpius quería pasar de nuevo por el callejón para comprarse chuches y algún artefacto de broma. Por supuesto, en la tienda de los Weasley. Draco después de terminar Hogwarts había aprendido a tener una relación formal con ellos, e incluso, reía abiertamente en su presencia por sus bromas. Mientras se dirigían hacia la tienda un niño chocó con Scorp que había parado porque miraba algo. Draco levantó a los dos chicos, limpiando la ropa por la espalda ya que no llegaban. – Lo siento, Albus corrió demasiado y no pude llegar a detenerle… - Y las palabras se quedaron apagadas cuando Draco se alzó y vio a Harry Potter en frente suyo. Habían madurado o eso creían, pero Draco podría maldecir cientos de veces si Potter, hombre casado y con hijos y trabajando de auror no se había vuelto más atractivo desde que salieron de Hogwarts. Sacudió la cabeza ante esos pensamientos y se encogió de hombros.

– Scorpius tampoco es que fuera prestando atención por donde iba. Es entendible. – Harry se quedó mirando con la boca abierta a Draco. ¿De verdad había dicho aquello? – Tu hijo… - Frunció los labios al ver que llevaba a los tres. – Albus, también irá a Hogwarts este año ¿no? – Harry asintió un par de veces mientras Lily asomaba de detrás de él. – También será el primer año de mi hijo. Espero que le vaya bien. Nos veremos, Harry.

– Draco. – Fue lo único que pudo llegar a decir Harry sorprendido totalmente por la actitud de Draco. ¿Cómo podía alguien cambiar tanto? ¿Y por qué le llamaba por su nombre? ¿Y por qué el le había dicho Draco? Pero tenía razón. Se encontrarían, al día siguiente. Harry sonrió a sus hijos pensando en llevarlos al prado para jugar un partido de Quidditch, ellos asintieron con ganas. Se aparecieron en el prado cerca de casa y los dejó allí jugando mientras él iba a su casa para coger sus cosas. Al entrar en el piso de arriba se escuchaba sonidos. Gemidos a decir verdad. Ginny se había ido a ver a su madre pero… Harry decidió subir puesto que no sabía quién podía estar usando su casa como picadero, al llegar a la habitación abrió la puerta de golpe, y lo mismo que abrió la puerta, abrió los ojos asombrado por la escena que estaba presenciando. Ginny Weasley, su Ginny, estaba acostándose con Filius, uno de sus ex antes de estar definitivamente con Harry. Ginny gritó y Filius intentó taparse mientras Harry negaba. – Ginny, cuando Albus y James se vayan a Hogwarts, mandarás a Lily con tu madre y tú y yo hablaremos. – Lo que le faltaba al gran Harry Potter. Pensando que su matrimonio era lo mejor que podía existir en el mundo y resulta que su propia mujer le estaba engañando. No sabía desde hacía cuanto tiempo. Cogió todo lo necesario para jugar con sus hijos y volvió sonriendo hasta donde estos estaban.

 

 

En Malfoy Manor de nuevo, Scorpius estaba preparando la maleta y todas las cosas mientras jugaba con su lechuza. Draco sabía que sería su mayor aliada en momentos malos. Pero seguía pensando en la imagen de Harry Potter. ¿Aún seguía felizmente casado? Creía que sí pero él no era nadie para hacer conjeturas sobre relaciones, pues ya se había visto como había salido la suya propia. Se levantó de donde estaba sentado para dejar a su hijo solo en su cuarto mientras volvía al salón esperando a que los elfos avisaran para la cena mientras él observaba de nuevo el jardín. Ya no pasaría más tardes con Scorp jugando o subiéndose sobre los árboles hasta altas horas. Ahora tendría que esperar hasta las vacaciones para que pasaran esas cosas, pero aguantaría bien. Seguro que lo haría. Además, mañana sería otro día para observar a Potter desde la distancia e incluso le pediría tomar algo. Habían madurado y no sería tan malo invitarse a una copa. Solo esperaba que aceptara.

Notas finales:

¿Y qué tal? ¿Y qué no tal? Ya sabéis, quejas, cambios, ayuda o lo que queráis por reviews. Nos vemos.

 

 

 

PD: No tenía ni idea de qué nombre ponerle al fic por eso se quedó ese. Imaginación en títulos fallida, I know.


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