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Comentarios para D. D. O.

Nombre: legara · Fecha: 20/08/25 23:58 · Capítulo: Capítulo 35 A cada quien lo suyo.

Hola, soy Ucenitiend, y, como ya saben, estoy subiendo los últimos capítulos de D.D.O en el lugar de los comentarios. Mi amiga legara me ha permitido hacerlo, porque yo sigo sin poder ingresar a mi propia cuenta.

Ya  subí el capi 36 en el comentario anterior.

Capítulo N° 37 Siéntate a mi lado y conversemos

Faltando poco para que los hobbits llegaran a la única taberna que aún seguía abierta en el Tercer Círculo, donde planeaban beberse unas cervezas y brindar por la felicidad del príncipe, y mientras Gimli continuaba trabajando en las alianzas que le obsequiaría a su muy querido amigo, deseando, entre más cosas, que algún día él y Aragorn pudieran lucirlas igual que a su amor, con total libertad frente a todos, en Mirkwood, en tanto, las discusiones no solo no cesaban sino que iban en aumento.

-Siempre pensé que mi hija sería la compañera ideal para ti llegado el momento; solo bastaría animarlos un poco para que se acercasen y, seguramente, con el tiempo, llegarían a amarse -dijo por fin Elrond, algo de malagana por verse obligado a contestar, y sabiendo que lo que decía no era ninguna novedad para los presentes, menos para Elessar, pero quizá de momento lo dejaría conforme y no seguiría haciéndole más preguntas poco convenientes para él.

-¡Así de breve y fácil! Por… ¡“animarla”!, Arwen estuvo ilusionada por años con una unión que muy difícilmente se concretaría; y tú estabas consciente de eso. Demos gracias de que reconociera a tiempo que sus sentimientos hacia mi eran otros y no saliera dañada emocionalmente -contestó Elessar lejos de conformarse con la respuesta.

-Ya he conversado de eso con ella, y se encuentra perfectamente. Y todo está bien entre nosotros dos -aclaró Elrond-. En cuanto a ti…

-En cuanto a mí -repitió Elessar-, todo habría sido tan distinto si me hubieras brindado tu apoyo cuando te lo pedí hace años, en lugar de también intentar manipular mis sentimientos. Pero no, tú estabas empecinado con ese compromiso que nos hubiera convertido a Undómiel y a mí en dos desdichados de yo haber cedido a tu presión. Ahora sabes cuánto sufrimiento nos habrías ahorrado a los tres -agregó pensando también en Legolas.

-¿De verdad crees que para ti hubiera sido diferente? ¿Y, más aún, que lo será en un futuro, sabiendo de sobra la principal razón por la que no te apoyé?

-¡Oh, sí, ya sé lo que sigue ahora, y, “de verdad”, estoy harto de oírte la misma cancioncita de siempre! Te la escuché durante años, y dime ¿conseguiste que algo cambiara? ¡Nada cambió! -contestó Elessar sabiendo muy bien a lo que se refería el señor, lo que le dolía como una puñalada en medio del corazón cada vez que se lo escuchaba decir.

-¡¿“Cancioncita”?! Cuando yo ya no esté a tu lado para “hartarte con la misma cancioncita de siempre”, y mientras tú sigas “empecinado” en ignorarla, será el propio pueblo de Gondor quien se encargue de… “cantártela” ni bien conozca cuáles son tus intenciones -contestó Elrond con no mejor tono.

-El pueblo solo debe preocuparse porque le garantice la paz, el orden, la justicia y la prosperidad, para que Gondor vuelva a brillar con el mismo esplendor de antaño, y para eso estoy trabajando, y no ocuparse de juzgarme por quien yo guarde en mi corazón. Pero, entiendo que lo que dijiste solo fue para que me deje de preguntarte qué otras cosas hiciste para conseguir emparejarme con Arwen, además de las que son de público conocimiento.

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-Por favor, ya no quiero que sigan discutiendo por mi culpa -dijo Legolas, afligido, cuando escuchó lo mal que se hablaban Elessar y Elrond.

-No discuten por tu culpa. Este asunto viene de arrastre; desde antes de que se conocieran tú y Estel -aclaró Galadriel al elfo para tranquilizarlo.

-¿Vamos ya? -preguntó Mithrandir ansioso por salir.

-¿Sabes qué? Permitámosle a mi querido nieto desahogarse un poco más.

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-Señores, por favor, esto no conduce a nada bueno -intentó mediar nuevamente Celeborn, pero lo único que consiguió fue desviar la atención de Elessar hacia su persona.

-Usted también quiere que deje de preguntar, lo que me da a pensar que está enterado de algo más que yo no.

Sabedor de que Galadriel poco tiempo atrás había descubierto ese “algo más” y se lo había contado a su esposo, Elrond se apuró a hacerle una sutil seña a Celeborn para indicarle que mantuviera la boca cerrada ante la insistencia del hombre.

-En esta ocasión, solamente he venido acompañando a mi esposa, así que, si me lo permites, deseo mantenerme al margen de la conversación -contestó muy serio Celeborn luego de comprender la seña que le hiciera el noldo-. Igual…

-Sí, sí, estoy de acuerdo con usted, mejor manténgase al margen -interrumpió rápidamente Elrond.

-Igual… -repitió Celeborn mirando de mal modo a su yerno porque otra vez se atrevía a callarlo, y, encima, tomándose de sus propias palabras-,…con eso no quiero decir que no me importe lo que pasó, pues considero que ambos padres se han comportado pésimos con sus hijos, tú incluido, Elessar.

-¡Cómo quiera! -dijo Elrond, también molesto con su suegro por el comentario que acababa de hacer en su contra-. Elessar, mejor seguimos hablando de esto en privado cuando regresemos a Minas Tirith.

-¡No entiendo entonces para qué vinieron! -protestó Elessar-. Antes de partir, hablé con Galadriel y me dijo que había acordado una reunión con todos para que aclar…

-¡Bah, la habrá acordado con ustedes, lo que es conmigo! -dijo de pronto Thranduil, que luego de su breve y aguda intervención se había corrido de la escena para observar, con cierto disfrute, cómo se desarrollaba la otra interna familiar.

Los otros tres, que por hallarse enfrascados en su discusión parecían haberse olvidado de dónde estaban y de la presencia del otro rey, lo miraron sorprendidos.

Celeborn consideró irrespetuosa la manera en la que el sinda había hecho alusión a su esposa, entonces, haciendo hincapié en su jerarquía y nombre, dijo:

-Si… la señora Galadriel… no hubiera aprovechado la inesperada partida de su hijo de Minas Tirith para arribar de sorpresa a su reino, usted, seguramente, se habría negado a reunirse como hizo años atrás. Por cierto, oportunidad en la que también se negó usted -dijo a Elrond mirándolo con el entrecejo fruncido.

-Eso ya lo dijo Galadriel ni bien llegamos. ¿Era necesario que lo repitiera? Y… ¿no era que quería mantenerse al margen? ¡Mejor… hágalo! -contestó Elrond ya un poco más que molesto con el otro señor.

-¡Yo no soy uno de sus hijos para que me diga qué debo hacer! -contestó Celeborn alzando un tanto la voz.

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El corto pero áspero intercambio de palabras entre los que se suponía se encargarían de mantener la calma, intranquilizó a Gandalf.

-¡Ay, ay, ay! Señora, ¿seguimos esperando a que su querido nieto se desahogue?

-No. Suficiente por ahora. Vamos -dijo Galadriel al darse cuenta de que su esposo comenzaba a perder su habitual diplomacia, y empezó a caminar hacia la puerta.

-¡Esperen, por favor! -dijo de pronto Legolas-. Aunque todavía no quisiera verlo, díganle a mi padre que venga. Y también a Elessar.

Galadriel se giró, volvió lentamente sobre sus pasos y dijo:

-No es mi costumbre dar consejos, sin embargo te diré que sería bueno que descansaras hasta mañana; entonces despertarás más repuesto físicamente, y la nueva luz de Anor te ayudará a ver las cosas de manera diferente. ¿Para qué hablar con ellos dos ahora? Tal vez acabes tomando una decisión errada en lo que resta de esta noche que pinta bastante oscura, de la que luego te arrepentirás. ¿Te parece si esperas a mañana para hablarles?

-Anor saldrá y se esconderá muchas veces antes de que logre entender y asimilar todo lo que ha pasado, así que me sería imposible tomar una decisión esta misma noche. No es de eso de lo que quiero hablarles. Entre otras cosas, quiero que sepan, que todos sepan, que, desde ahora en adelante, nadie volverá a decidir sobre mi vida.

-Muy bien. Entonces, por las dudas, me llevaré esto y esto… ¡Ah!, y esto también -dijo el mago mientras iba recogiendo el arco, el carcaj con las flechas y el cuchillo largo del elfo-. Qué, ¿no esperarás que los deje? ¿O sí? -preguntó al notar la extrañeza con que este lo miraba-. ¿Aparte de estas, guardas más armas aquí?

-Solo las que traía conmigo. Pero como mi padre hizo y deshizo a gusto durante mi ausencia, no sé si haya otras en la sala.

-No importa, allá estaremos nosotros, y por poco tiempo -comentó Galadriel mientras se acercaba nuevamente a la puerta y se detenía a esperar al mago.

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De pronto se abrió la puerta y apareció Gandalf pisando fuerte en la sala para llamar la atención de los caballeros, recién entonces pasó la Dama Blanca y dijo:

-Señores, seguramente ya saben que el príncipe ha vuelto en sí, y, aunque no estuve de acuerdo, quiere hablar con los dos -dijo dirigiéndose a los reyes-. Thranduil, ni bien salga, usted, Elrond y yo iremos a conversar a otro sitio. Por supuesto, tú también puedes venir con nosotros si lo deseas -dijo sonriendo cálidamente a su esposo.

-¡¿Cómo está él?! Y ¿por qué tienes sus armas? -preguntó Elessar lleno ansiedad y curiosidad al mago.

-Por qué no vas a verlo tú mismo -contestó Gandalf, pero cuando el hombre pasó a su lado aprovechó a retenerlo suavemente de un brazo para decirle en voz baja, casi al oído-: Si no te gustó lo que le hicieron estos dos a sus hijos y a ti, no caigas en algo parecido. Escucha y respeta lo que te diga. Te lo digo más claro: no intentes convencerlo de hacer algo que no quiera, mucho menos pretendas obligarlo a hacer algo que no quiera.

“¿Convencerlo de qué? ¿Obligarlo a qué?" -pensó Elessar mientras con sus ojos interrogaba a quien le hablaba.

-No preguntes. Y esta vez hazme caso. Es más un consejo de amigo que de mago. Ah, con todo, los señores olvidaron decirte que te trajeron ropa adecuada y tu corona. Mañana deberás presentarte ante todos como corresponde. A nadie le deberá quedar dudas de quién eres. Ahora, ¿dónde está tu espada?

Luego de llevarse automáticamente la mano derecha a la cintura, Elessar exclamó:

-¡Pero qué descuido imperdonable; olvidé a Andúril en el cuarto de huéspedes! Con el apuro, nada más tomé la capa del soldado, y después no me di cuenta de que me faltaba por tener toda mi atención puesta en Legolas.

-No te preocupes, yo iré a buscarla. Y… debo suponer que no traes un cuchillo encima.

-¡Adónde! -contestó Elessar separando los brazos del cuerpo para que el otro viera que solo llevaba encima la camisa y el pantalón, porque hasta descalzo continuaba.

-Mmm…, Thranduil ya entró, y no sé si lleve uno entre sus ropas, así que estate atento a sus movimientos, y no caigas en sus provocaciones. Tampoco tú lo provoques.

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Cuando Legolas vio entrar primero a su padre, se tensó y bajó la mirada, pero enseguida la alzó para mirar a quien poco después ingresaba apurado, y entonces se relajó un poco.

-Hoja, cómo estás. ¿Sientes dolor o… ardor? -preguntó Elessar ni bien se acercó a la cama para revisar si el muslo se había hinchado más y, por consiguiente, los vendajes estuvieran muy apretados.

-Si necesitas alguna medicina, enseguida haré que te la traigan -dijo Thranduil con voz neutra, y, a diferencia del hombre, se mantuvo alejado de la cama porque se dio cuenta de que su presencia, si bien había sido requerida, no era bienvenida.

-No se preocupen, nada que no pueda soportar. En este momento, son otras cosas las que me inquietan. Los hice venir para decirles que si van a hablar, háganlo, pero sin levantarse la voz y con el debido respeto, de lo contrario, lo único que conseguirán es que una palabra los lleve a la otra y todo acabe en males mayores. Para muestra, basta verme.

-Si, como parece, estabas tan atento a lo que se decía afuera, habrás escuchado que yo apenas intervine en su… conversación -dijo Thranduil sin ocultar el disgusto que le causaran las palabras de su hijo, pues le sonaron a reprimenda, y con igual disgusto miró de soslayo al humano.

-Imposible ignorar que no eran ustedes dos los que discutían, pero, conociéndolos, considero que no está demás decírselo. También quiero que sepan que, desde ahora, seré yo quien tome cualquier decisión que deba tomarse respecto de lo ocurrido y, en especial, sobre mi persona.

En ese momento, Elessar comprendió el consejo que antes de entrar le diera Gandalf; y asumiendo que la reprimenda también iba para él, dijo:

-Sí, era yo el que más discutía, con Elrond y Celeborn. Te pido disculpas si te incomodé. De mi parte, no volverá a ocurrir. Tienes mi palabra.

-La tomo -respondió Legolas inclinando levemente la cabeza en señal de respeto-. ¿Qué dices tú? -preguntó no muy respetuosamente a su padre.

Inesperadamente, Thranduil se dio vuelta al tiempo que elevó su brazo derecho a media altura y revoleó la mano hacia atrás de manera despectiva, y empezó a caminar despacio por el cuarto observándolo todo, hasta pasar frente al baño. Como la puerta del mismo estaba abierta, le bastó una breve ojeada para ver que la bañera aún estaba llena de agua sucia y ensangrentada, y que del borde de la misma colgaban el pantalón quemado y destrozado de su hijo y varios paños, también manchados con sangre, que goteaban sobre la camisa que el hombre rato antes usara para secar el piso del cuarto, y a su lado estaban el cepillo y lo que quedaba de los jabones. Cerró los ojos y agradeció en silencio que Legolas no estuviera consciente mientras recibía las primeras curaciones. Al llegar a la mesa apoyó las manos y respiró hondo, y permaneció en silencio.

-¿No vas a contestarme? -insistió Legolas con voz firme.

Thranduil, aún de espalda, enderezó bien el cuerpo y, retomando su acostumbrada altanería, dijo:

-Desde tu regreso, he tenido que soportar insolencias; que invadan mi reino y mi casa; que se ponga en riesgo la vida de mi gente; que me amenacen, desobedezcan y hasta extorsionen, y parece que ahora también deberé soportar que me reprendan y ordenen... Después de todo eso, ¿qué me motivaría a hacerte semejante promesa? Ah, ya veo…, esto ha hecho que también olvides que aquí el que manda e impone las reglas sigo siendo yo -agregó luego de descubrir sobre la mesa la pequeña macetita y levantar con un dedo uno de los agónicos tallos para enseguida dejarlo caer con desprecio-. Demasiado para un solo día. Empiezo a cansarme, Legolas.

A las hirientes palabras, Legolas no dudó en responder:

-¡¿Sabes qué?! ¡Si empiezas a cansarte, por mí, ya mismo puedes irte a la re...!

-¡No! -exclamó Elessar adelantando una mano abierta hacia Legolas para evitar que insultara a su padre, lo que solo empeoraría más las cosas; y aunque se moría de ganas de dislocarle la mandíbula de puñetazo al odioso rey, haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma, dijo-: Thranduil, por favor, esto no le hace nada bien a Legolas, sino todo lo contrario. Si queremos que su recuperación sea más rápida, es importante que también esté tranquilo.

-A usted no se le escuchaba tan componedor allá afuera. Como yo no metí en su conversación con su familia… de crianza, ahora no se meta en la mía con mi hijo -contestó Thranduil al otro rey, y con el mismo tono altanero volvió a dirigirse a Legolas-: Vamos, por qué no terminas lo que empezaste a decirme.

Lejos de amilanarse, Legolas se afirmó sobre los codos e intentó sentarse en la cama.

Al ver el gesto de dolor que el elfo hacía, Elessar amagó ayudarlo.

-¡Puedo solo! -dijo Legolas, provocando que el hombre se quedara clavado donde estaba, y luego de lograr enderezarse un poco, dijo a su padre-: Lo que iba a decirte cuando fui interrumpido, es que, si te estás cansando, mejor sería que te fueras a tu recámara real y apoyaras tu real cabeza en la almohada, y si tus enormes soberbia y arrogancia te lo permiten, ponte a pensar por qué será que has tenido que soportar tanto.

-¡Pero qué bien, ion, qué bien! ¡Así me gustas más! ¡Tal cómo lo pensé: tan mal no estás! -dijo Thranduil, y esbozando una cínica sonrisa se dirigió a Elessar-: Todos creen conocer a mi hijo mejor que yo que fui quien lo crié. Como ya se habrá dado cuenta, no necesita que nadie lo defienda, sabe hacerlo solo. El que ve ahí, no es ningún tierno e inofensivo cervatillo herido. Tiene colmillos, y los muestra. Y, ion, solo por si no te entendí bien, ¿me hiciste venir, únicamente, para ordenarme que no discuta y recriminarme por lo que te pasó?

-Solo lo primero. Y agradece que te lo dijera personalmente y no te lo mandara a decir por alguno de tus guardias. Ya te dije lo que quería, ahora deseo quedarme a solas con el rey Elessar, así que, puedes retirarte a… descansar. Cierra la puerta al salir,… padre, y que nadie nos interrumpa -contestó Legolas duramente.

-¡No necesito que me eches, me voy solo! -exclamó Thranduil, y mientras caminaba hacia la puerta iba mascullando-: ¡Uf, y todavía tendré que soportar que un montón de metidos me sermoneen!

Después de escuchar que su padre azotaba la puerta, Legolas cerró los ojos y se dejó caer pesadamente sobre el colchón.

Elessar, por su parte, se sobó la nuca mientras se mordía los labios para no soltar un insulto.

-Los hago venir para pedirles que no discutan y se hablen con respeto, y mira lo que provoco.

-Tú no provocaste nada. Además, es entendible, todo es muy reciente, pero ya tendrán tiempo de hablar bien. Ahora, tranquilízate -dijo Elessar mientras le reacomodaba las almohadas bajo la cabeza y buscaba cambiarle de tema-: Sabes, me tenías preocupado. Llegué a pensar que no querías desper… No, mejor eso no. Emmh… ¿Me permitirías revisarte la cabeza y la cara?

-Sí. ¡Ay, duele! -dijo Legolas cuando el hombre le entreabrió el pegoteado pelo para observar el profundo corte en su cuero cabelludo y con un dedo lo presionaba-. Oye, ¿acaso te estás vengando porque hace un momento fui grosero contigo?

-Mmm…, bueno, puede que un poquito. Me mostraste los… “colmillos”. Aunque, si lo pienso, esta no fue la primera vez -contestó Elessar mientras le giraba un poco el rostro hacia la luz para revisarle el corte en el pómulo.

-Discúlpame, no debí hablarte mal cuando tú solo querías ayudarme. Por la cara que tienes, debo verme terrible -dijo cuando vio cómo Elessar lo miraba.

-Ni con semejante chichón, la cara amoratada y embadurnada de Athelas, y enojado como sigues, logras verte mal -dijo Elessar, ahora haciendo una suave sonrisa para disimular la pena que le causaba verlo en ese estado-. Hoja, no creo que no sientas ningún dolor. Si lo que no quieres es tomar algo que venga de manos de tus sanadores, puedo pedirle a Elrond que te prepare algo. Es lo menos que puede hacer. Aún debe estar en la sala.

-No, estoy bien, aunque sí te reconozco que, ya sea por los golpes o por los nervios, estoy algo mareado y siento como si fuera a caerme de la cama. Tal vez se me pase si me incorporo. Ahora sí ¿me ayudarías, por favor?

-Seguramente sea por un poco de cada cosa, y porque estás acostado al borde y con la pierna en alto. Por suerte no se inflamó demasiado, así que te quitaré uno de los cojines y te correrte más al centro -dijo y se apuró a retirar el primer almohadón sobre el que descansaba la pierna.

-Pero no mucho, o no quedará espacio para ti. Quiero que te sientes a mi lado y conversemos. Y agradezco lo que intentas hacer, pero ya lo vi -dijo cuando se dio cuenta de que Elessar se afanaba por esconderle de la vista el almohadón manchado con su sangre y demás.

Elessar se sintió emocionado por el pedido, pero antes de ir a sentarse junto al elfo, le pidió permiso para ir a sacar del ropero algo para ponerle. Al fin tomó una camisa de lino crudo de entre las tantas que estaban colgadas; luego llenó una copa con agua y esperó a que Legolas se la bebiera, recién después lo ayudó a sentarse más al centro de la cama y a ponerse la camisa, y al fin dio la vuelta para ir a sentarse del otro lado, de frente a él.

-¿Qué pisé? -dijo mirando al suelo al sentir que algo crujía bajo sus pies.

-Ah, ese debe ser mi morral. Hace rato lo dejé caer ahí.

-¿Entonces, esta es la famosa bolsa que perdiste en Lothlórien? -preguntó Elessar mientras levantaba el morral frente a los ojos de ambos.

-Increíble, ¿no? Mithrandir y Galadriel se hicieron los misteriosos y al final no me dijeron cómo la obtuvieron. De hecho, todo el tiempo se portaron misteriosos, ¡si hasta se hacían miraditas y sonrisitas cómplices! Los hubieras visto. Y si bien me contaron muchas cosas, sentí que me ocultaban muchas más.

-Y cuándo los Magos no se comportan misteriosos, ¿eh? -dijo Elessar esbozando otra sonrisa.

-Sí, tienes razón. Lo más extraño es que las hojas siguen frescas. Míralas. Si no me las hubieran dado ellos, no creería que fueran las mismas que llevaba en el viaje, pensaría que fueron recién recolectadas en la huerta.

-Pues, sería imposible. ¡Menuda fogata encendiste ahí! Seguro te habrán contado que todas esas plantas ya no existen. Ah, salvo… -dijo y con la cabeza indicó hacia la mesa-. Las encontró el capitán Inanthil y se las trajo a Gandalf para que las recuperara con magia, pero parece que el viejo se las olvidó. Ahora mismo, tu amigo debe estar dando vueltas allá afuera, muy preocupado por tu salud futura. Los demás también lo estarán, pero, ¿al menos a él le dirás que no las necesitas para seguir con vida?

-Inanthil no es ingenuo. Imagino todas las preguntas que me haría, todas aquellas que hasta hoy no se animó a hacerme por respeto a mí y a las órdenes dadas por mi padre hace años. Y yo qué le diría: “Mira, Inanthil, fueron mi padre y mis tíos los que, con argumentos arteros, me obligaron a beber ese horrible brebaje para que perdiera parte de mi memoria, y después salieron a sembrar entre los pobladores el rumor de que me había enfermado por culpa del “Maldito Humano”, el que nunca más debía ser nombrado en Mirkwood y mucho menos en mi presencia”.

-¡Apuesto a que ese era yo! -dijo irónicamente Elessar.

-“Maldito Humano”, “Problemita”, esos eran tus apodos. Y ve tú a saber cuántos más tendrías que ruego nunca conocer. Pero algunos no creyeron en las mentiras que hicieron circular sobre ti. Precisamente, Inanthil, fue uno de ellos.

-Si ese capitán ya me caía bien, ahora me cae mucho mejor. Pero, ¿tu padre te contó todo eso?

-No, fue Salmar. ¿Te acuerdas que te dije que antes de ir a hablar con mi padre, para hacer algo de tiempo, primero iría a hablar con alguien más?

-Ah, sí, ahora me acuerdo. Entonces, ese sanador es el quinto cómplice. Por un momento lo pensé, pero después se mostró algo desafiante con tu padre, y hasta gentil conmigo, y eso me desorientó. Y, ¿qué más te dijo?

-Entre otras cosas, me contó las razones por las que se vio obligado a tomar parte en el plan.

-¿Y le creíste?

-Sí, porque en medio pasó algo que lo animó a sincerarse conmigo. Al final lo entendí y lo perdoné. Ahora sé que podré volver a confiar en él de necesitarlo en el futuro. ¿Pero no te acuerdas de Salmar? Él fue quien te atendió. A los otros dos no los conocías porque empezaron a trabajar como sanadores mucho después de que te regresaras a Rivendell. Pero volviendo al tema, de ser preciso, en lugar de decirle a Inanthil que se quede tranquilo porque no necesito de esas plantas para seguir con vida, porque nunca estuve enfermo, podría decirle que ya no las necesitaré porque estoy curado. Odiaría tener que mentirle, y, aunque antes yo no lo hice, mentirle otra vez a mi gente. Pero sabes lo que pienso sobre dejar mal parado a mi padre.

-Él mismo se puso en esa posición, ahora debería asumir las consecuencias. Perdona, pero es la verdad.

-Lo sé. Pero dejemos de hablar de eso por un momento. Quise verte, primero para agradecerte por atender mis heridas, y después pedirte perdón por haberte llamado mentiroso, traidor y aprovechado. Puse en entredicho tu palabra y buen honor. Tú sí has tenido que aguantar mucho por mi culpa, hasta hoy. No él.

-Por favor, no me prives de tus ojos -dijo Elessar cuando Legolas bajó la mirada, y lo tomó de la barbilla para que volviera a verle a la cara-. Primero, no tienes nada que agradecerme, al contrario, soy yo quien te debe la vida. Nunca olvidaré que me rescataste, y cómo me atendiste sin tener obligación de hacerlo -agregó mientras le estrechaba una mano entre las suyas y se la retenía en un cálido y suave apretón-. Qué curioso, creo que nunca te conté esto, pero yo sabía cuando venías tarde por la noche.

-¡Pero cómo, si prácticamente estuviste inconsciente hasta que por fin despertaste una mañana! -dijo Legolas sorprendido.

-No todo el tiempo. Aunque escasos, había breves momentos en los que estaba consciente, solo que la alta fiebre consumía todas mis energías y no podía ni pestañar, pero sí podía escuchar cuando me hablabas y me dabas ánimos, y sentía tus manos frescas en mi frente. Y también sabía si habías estado en el cuarto por el aroma que dejabas.

-Será mejor que deje de usar ese perfume, porque lo único que hace es meterme en problemas. Precisamente, fue por él que al volver en sí, tú creíste que yo era Hor…

-Shhh… Hoja, no digas más. Y segundo, deja de decir que todo fue por tu culpa, porque si hay alguien que no tiene ni una pizca de culpa en todo este embrollo, ese eres tú. Y si hablamos de culpas, lo que te sucedió esta tarde, en parte, también fue mi culpa, porque en lugar de hacerte caso y quedado esperándote en ese oscuro cuarto, debí acompañarte. Dime, ¿qué fuiste a hacer a la huerta? ¿Acaso fuiste…? ¿Otra vez querías ol…? No-no, está bien, no hablaremos de eso si te hace daño. Soy un tonto, no debí preguntarte eso -dijo cuando vio que Legolas hacía un mohín de tristeza.

-No eres ningún tonto. De estar en tu lugar, te hubiera preguntado lo mismo. Y no te lo negaré, después de escuchar las barbaridades que dijo mi padre sobre ti y sobre mí, sentí muchísima rabia. Antes de regresar para seguir hablando con él, si se le puede llamar “hablar” a lo que hicimos antes, necesitaba estar un rato a solas para calmarme. Imaginé que a esa hora ya no habría nadie trabajando en la huerta, así que fui. Pero cuando me paré delante de todas esas plantas, en lugar de calmarme, infinidad de imágenes y pensamientos oscuros acudieron a mi mente como torbellinos, y por un instante pensé en volver a beberlas para olvidarme de todo. Y ya no sé qué más pasó. Bueno, sí sé porque Mithrandir y Galadriel me lo contaron.

-¿También querías olvidarte de mí, otra vez? -preguntó Elessar, mientras, sin darse cuenta, apretaba más la mano del elfo.

-¡No, eso nunca más! Y ahora también sé que hubiera cometido un gran acto de cobardía de haber tomado tal decisión. Pero lo bien que hice en no permitirte que vinieras conmigo a hablar con mi padre, de hacerlo, estoy seguro de que habrían acabado desenvainando sus espadas y no se habrían detenido hasta que corriera sangre. No habría podido separarlos. Por eso los hice venir para pedirles, no para ordenarles, como malinterpretó mi padre, que por favor no lleguen a un enfrentamiento.

-Haré todo lo posible por evitarlo, pero solo porque tú me lo pides. Hoja, cuando pienso en lo que te hizo, y luego de ver cómo te trató hace un rato, me hierve la sangre y siento muchas ganas de...

-Sí, lo sé. Pero oye, no todo lo que pasó hoy fue malo -dijo Legolas mientras metía una mano debajo de la sábana-. Voy a mostrarte algo, pero me la devuelves enseguida porque esta es mía.

-¡¿Cómo la conseguiste?! -exclamó Elessar luego de reconocer la carta que le escribiera tantos años atrás.

-La tenía Atheles. En realidad la guardaba su esposo por pedido de él. Mithrandir me contó que viajó a su comarca para traerlo, pero que no fue necesario porque le dieron tu carta. Corrijo: ¡Mi carta! Ah, y ya sé por qué mis tíos Lesgahel y Aremides no están aquí, es porque han muerto. Después de robarle a mi padre varias cosas de valor, huyeron. Seguramente no pensarían regresarse a su comarca, porque ese sería el primer lugar adonde mi padre los buscaría; pero, adonde se dirigiesen, no llegaron, pues fueron asesinados a poco de salir del bosque. No sé si mi padre fingió no saberlo cuando le pregunté por ellos al llegar, o en realidad no lo sabía.

-Mal final… ¿Te entristece saberlo? -preguntó Elessar cuando vio que Legolas otra vez se ponía muy serio.

-Enterarme, no me alegró en absoluto. Pero, Elessar, lo que sí me entristece, es no haber podido cumplir con lo que me pedías al final de la carta.

-Hoja, no fue voluntario. Mmm…, oye, desde hace algún tiempo quiero pedirte algo.

-Qué cosa.

-Que dejes de llamarme “Elessar”.

-Por qué, si así te llamamos todos, por respeto, después de tu coronación.

-Sí, bueno, pero no es necesario que tú lo hagas, y menos cuando estamos a solas, porque cuando me llamas así, más que por respeto, siento como si quisieras poner distancia entre los dos.

Antes de que Legolas pudiera decir algo, se sintieron tres suaves golpes en la puerta y a continuación se escuchó una voz femenina que dijo:

-Príncipe, les traemos la cena.

-Te vendría muy bien comer algo, y, a decir verdad, a mí también -dijo Elessar, y al recibir de Legolas un gesto positivo con la cabeza, se puso de pie, cruzó la sala de estar y abrió la puerta.

-¡Oh! -dijo sorprendida la elfina al encontrarse con el humano, y de inmediato dio un pequeño paso hacia atrás y bajó la cabeza, por lo que pudo ver sus pies desnudos, y enseguida las otras dos jóvenes que la acompañaban hicieron lo mismo-. Señor, mi rey les envía estos alimentos y bebidas, junto con su pedido de disculpas por lo tarde que se les ha servido -dijo esto último bajando la voz, por lo que se adivinaba que lo había agregado por su cuenta-. Luego vendrá alguien a poner en condiciones el baño. Mi majestad, también lamenta no haber mandado a limpiarlo antes de servirles de cenar.

-Está bien, que pasen -dijo Legolas desde el cuarto.

Las tres elfinas, llevadas por la curiosidad de ver cómo estaba su príncipe, se apresuraron a cruzar la sala y pasar al cuarto.

-¡Príncipe, todos estamos muy contentos de que ya esté bien! -dijo la que resultó ser la más expresiva de las tres.

-Bueno, como verán, todavía no estoy tan bien; pero gracias a las atenciones brindadas por el rey Elessar, mañana volveré a estar de pie -contestó Legolas sonriéndole al hombre.

Elessar negó con la cabeza dicha afirmación, pero igual agradeció al elfo con una inclinación de cabeza.

-Sí, lo sabemos, príncipe. Los propios sanadores del reino se encargaron de contarnos a todos cómo fue que E…

-¡Shhh! -dijo otra de las jóvenes para impedir que su compañera pronunciara el nombre tan prohibido en el reino.

La elfina entonces se llamó a silencio apretando fuerte los labios.

Al darse cuenta de lo que pasaba, Legolas dijo:

-Seguramente, también todos ya habrán reconocido a quién hoy es el rey Elessar. De ahora en más, no teman pronunciar su antiguo nombre, porque, desde este momento, deja de estar proscrito en todo el Bosque, y, en especial, en mi presencia.

Bueno, ya está. Siento tanto no poder entrar a corregir algunos errores que cometí en los capítulos anteriores. Espero que sepan disculparlos. 

Y sí me interesa saber si han encontrados los dos últimos capítulos, por eso les pido que dejen un comentario diciendo: "Sí, leído". Gracias. Con cariño, Uce.



Nombre: legara · Fecha: 07/07/25 17:20 · Capítulo: Capítulo 35 A cada quien lo suyo.

Hola, soy Ucenitiend. Como no he podido solucionar el problema con mi propia cuenta, he pensado en seguir subiendo el fic a través del correo de mi amiga legara, obviamente, con su total autorización. Muchas gracias a ti, amiga. 

Capítulo n° 36 Uno más, y será un secreto a voces.

Mientras tanto, en Minas Tirith, más precisamente al frente de la Casa de los Huéspedes:

-¡Oigan, acabo de ver a Gimli saliendo por la puerta trasera de la casa, iba en actitud muy sospechosa y llevando un gran bulto bajo un brazo! ¡Lo seguí y, qué creen, escuché que le pedía permiso al guardia para pasar a las caballerizas! ¡Ya déjense de holgazanear y vayamos a averiguar qué está tramando ese viejo zorro! -dijo muy entusiasmado Merry cuando llegó al pie de la escalinata.

Pippin, que en ese momento estaba dormitando tendido largo a largo en el primer escalón contando desde arriba, ni bien escuchó la voz de su querido primo, abrió los ojos y se incorporó como rayo, y Sam y Frodo, que estaban dos escalones más abajo, sentados espalda con espalda y cabeza con cabeza, uno con los ojos cerrados y el otro mirando el cielo estrellado, pero ambos con el pensamiento perdido en su bella y pacífica comarca, se levantaron muy dispuestos a embarcarse en lo que prometía ser una divertida aventura.

Minutos después, ya estaban parados frente al mismo soldado también pidiendo permiso para ingresar al pasaje por el que saldrían de la Ciudadela y, sin abandonar el Séptimo Círculo, llegarían al área donde se hallaban las habitaciones de los Correos del Senescal y las Cuadras. Por fin entraron andando sobre las puntas de sus grandes y peludos pies sin hacer el más mínimo ruido, y primero miraron hacia arriba, al entretecho, para ver si ahí estaba el escurridizo enano, pero solo vieron apilados gran cantidad de fardos de pasto que se usaban para alimentar a los animales ahí alojados, y colgados de las paredes varios aperos desgastados y en desuso; seguido, recorrieron la empedrada calle central a cuyos costados se disponían los pesebres de los caballos, y se detuvieron frente a los tres contiguos que estaban vacíos: el de Sombragris, al que los señores se habían llevado consigo a Mirkwood, y los de Arod y Brego, y entonces recordaron con pena que Gandalf, Aragorn y Legolas hacía días habían partido y aún no se tenían noticias suyas. Y continuaron caminando en dirección a las fraguas hasta que alertados por unos apenas audibles: “tic-tic-tic..., tic-tic-tic”, miraron hacia un costado y vieron saliendo luz por entre el marco y la hoja de la puerta de uno de los tantos talleres que se hallaba, convenientemente para ellos, entreabierta.

Merry, siempre al frente del grupo, previendo que los viejos y desengrasados goznes pudieran chirriar y delatar su presencia, empujó muy despacio la tabla, y cuando vio que nada ocurría, pasó su rubia y enrulada cabeza hasta la línea inferior de los ojos y al fin descubrió a Gimli en un pequeño sector limitado por dos tabiques de madera, y enseguida le hizo señas a los demás para que lo siguieran como habían llegado hasta ahí: en absoluto silencio.

El enano se hallaba tan concentrado en su tarea que no advirtió cuando los hobbits entraron de puntillas y se pararon detrás de él en fila india.

-¿Qué haces? -preguntó Merry asomándose sorpresivamente por el costado derecho de Gimli.

Debido al susto, el bajo abrió grandes los ojos y se le cayó la lupa que sostenía con uno, y casi se le escapan de las manos el tas y un pequeño objeto que de por sí le costaba bastante manipular con sus gruesos dedos.

-¡Uy, ¿pero qué te pasó?! -exclamó Merry.

-¡¿Qué?! ¡¿Dónde?! -preguntó Gimli nuevamente sobresaltado.

-¡Ahí, ahí! -contestó Merry señalándole insistentemente con un índice el ojo derecho.

Después de mirarse en una lámina de metal pulido que estaba clavada en uno de los tabiques laterales, Gimli se frotó el ojo para tratar de desvanecer el fino círculo rojizo que le dejara la lente, pero lo único que consiguió fue empeorarlo.

-¡Pero qué hacen ustedes aquí, ¿acaso no tienen nada más interesante qué hacer que andar espiando y asustando a los demás?! -dijo mientras se apuraba a cubrir el tas, el pequeño martillo, la pinza, el alicate, el punzón para grabar, los moldes de madera y de metal que había dejado esparcidos sobre la mesa, con el gran paño en donde los había trasportado, y se giró para mirar otra vez a los hobbits al tiempo que ocultaba una mano detrás de la espalda.

-No, nada -contestó Merry muy suelto de cuerpo, y giró la cabeza para mirar a Pippin.

-Mmm… Nada… -dijo Pip luego de pensar un segundo, y se dio vuelta para mirar a Frodo.

-Nada -contestó Frodo elevando los hombros.

-Ya lo dijeron ellos -acabó diciendo Sam.

-Y, al final, ¿qué te pasó en el ojo? -volvió a preguntar Merry.

-¡Nada! -contestó Gimli de mal modo.

-¿Lo que está ahí, es un anillo? -preguntó nuevamente Merry, ya perdido su interés en el irritado ojo.

Al oír eso, los otros hobbits se inclinaron hacia adelante para poder ver también.

-¡Ey, no empujen! -protestó Merry al sentir el peso de los tres sobre su espalda, y tiró el cuerpo hacia atrás para evitar llevarse por delante al enano.

Cuando Pippin se sintió apretado contra su primo, se ruborizó, y más cuando vio que este giraba la cabeza y lo miraba, entonces empezó a empujar a Frodo con los codos para sacárselo de encima y ganar espacio para alejarse de Merry.

-¡Ay! -gritó Sam al recibir un fuerte pisotón de Frodo.

-Discúlpame, Sam, Pippin me empujó.

-¡Maldición! -gruñó Gimli al ver que con el apurón había dejado descubierta una pequeña bolsa de terciopelo color borravino sobre la que estaban unos pequeños brillantes y una argolla parecida a la que escondía en su mano-. ¡Hace días que vengo aquí, y a estas altas horas, para que nadie sepa lo que estoy haciendo, ¿y quiénes se aparecen justamente hoy?, nada menos que las bocas más grandes de toda la Tierra Media! ¡Benditos hobbits! -exclamó observándolos de uno en fondo para finalmente volver la mirada y clavarla sobre el segundo de la fila.

-¡Vamos, que tú también tienes fama de bocón! -dijo muy molesto Pip al sentirse especialmente señalado.

-Es que no tenemos nada para hacer. Y apenas si podemos conversar con alguien, porque desde que Gandalf, Aragorn, Legolas y los señores se fueron, aquí todos andan muy silenciosos y con las caras largas -dijo Merry.

-Ya han pasado muchos días y aún no se han recibido noticias suyas. ¿Gimli, qué crees que pudo haber pasado? -preguntó Sam.

-Sé tanto como ustedes. Pero, a estas alturas, ya habrán llegado todos al bosque para darle su merecido a ese ¡mal-di-to-el-fo!

-¡Qué cosa dices del príncipe! -dijo enojado Sam, porque creyó que hablaba mal de Legolas.

-Claramente, no me refiero a mi amigo, sino a… ¡Basta, di mi palabra de no hablar! ¡Les demostraré a todos que no soy ningún “bocón”! -dijo mirando con el ceño fruncido a Pip-. ¡Qué tal si se van y me dejan seguir trabajando, que quiero terminar esta misma noche las alianzas!

Y al darse cuenta de lo que había dicho, el enano apretó con fuerza la boca y los ojos.

-Ah, pero entonces no estás haciendo un simple anillo, estás haciendo… alianzas. ¿Y dónde está la otra? ¿Y para quiénes son, si se puede saber? -siguió preguntando Merry.

-¿Alianzas? -preguntó Sam.

-¿De compromiso o de boda? -preguntó último Pip.

Gimli resopló fuerte por la nariz y, resignadamente, contestó:

-Seee… ¡Pero no le cuenten a nadie, ¿eh?, porque quiero que sea una sorpresa! ¡¿Oyeron?!

Y sabiendo que era inútil seguir ocultándola, adelantó la mano y la abrió para mostrarles la ancha y aplanada argolla en la que había estado trabajando antes de ser sorprendido, y mientras los hobbits la miraban y comentaban, destapó las herramientas, otra vez se colocó la lupa en un ojo y, ya viendo mucho mejor, se puso a controlar con una delgada pinza de puntas agudas y curvadas hacia abajo que los numerosos pequeños zafiros que había alcanzado a engastar hubieran quedado bien ajustados.

-¿Son para la señorita Éowyn y el señor Faramir? -siguió preguntando Merry, y sin esperar la respuesta, comentó-: Se los ve muy enamorados, y, seguramente, pronto se casarán.

-¿Para quiénes cree que sean? -preguntó Sam a su señor al notar que estaba muy callado.

-No me parece que sean para ellos -contestó Frodo a media voz.

-¿Por qué lo dice?

-Por el esmero que está poniendo el maese y… -dijo y volvió a quedarse callado, y antes de bajar sus enormes y muy claros ojos para mirarse los pies, cruzó una brevísima y nerviosa mirada con Gimli.

Sam, Pippin y Merry también miraron al enano y volvieron a mirar a Frodo.

-Y, entonces, ¿no se le ocurre para quiénes puedan ser, mi señor? -insistió Sam.

-Mmm…, sospecho que sí lo sabes, Frodo, pero no quieres decírnoslo. ¿Me equivoco? -dijo Merry mirándolo con los ojos entrecerrados.

-Aunque lo supiera, no lo diría, porque no quiero que me llamen “bocón” -contestó Frodo.

-¡Eso no vale, Gimli y tú lo saben y nosotros tres no! Bueno, no importa si no quieren contárnoslo. Tarde o temprano, lo averiguaremos. Pero, Gimli, ¿al menos nos contarás de dónde sacaste esas argollas tan lindas?

-¡Sabía que no me sería fácil quitármelos de encima! Bueh, qué caso tiene... Por supuesto que las hice yo. Hace unos días, fundí algunos anillos míos y con parte del oro moldeé esto de aquí, ¿ven? -dijo señalando la mitad de la argolla que quedaría hacia abajo una vez colocada-. Y esta parte, que como ven es algo más ancha para que quepan las cinco hileras de zafiros, la hice de mithril. Aún me falta poner los brillantes. ¿Ven estos huequitos que dejé entremedio de los zafiros? Ahí irán. Parecerán estrellas brillando en un cielo muy azul. Después haré lo mismo en la otra alianza, a la que solo alcancé a grabarles dentro las iniciales. Por último las lustraré y… ¡listas! Y antes de que me lo pregunten, las piedras las conseguí con el joyero del reino. Le pedí que me las diera a cambio de gemas que más adelante le traería de las Cavernas Centellantes, pero el buen hombre decidió regalármelas por haber luchado codo a codo con su ahora rey -dijo orgulloso, sacando pecho-. Además, muy gentilmente, me prestó algunas de sus herramientas más delicadas y me ofreció su taller para que trabajara con comodidad, pero preferí venir aquí para que no supiera lo que iba a hacer.

-Si, como dices, la parte delantera representará un cielo estrellado, la parte trasera podría representar la dorada luz del sol. Así los novios usarían las alianzas de ambos lados, según sea de noche o de día -dijo Merry.

-¡No se me había ocurrido tal cosa, pero me parece una excelente idea! ¡Cuando se las entregue, les diré que fue una ocurrencia tuya!

-¿A quiénes les dirás? -probó suerte Merry.

-¡Ja, ¿me crees tan ingenuo como para caer en tu tonta trampa?! -dijo Gimli con tono sobrador.

-Te están quedando muy lindas -dijo Pip.

-¿Verdad que sí? Estoy muy satisfecho con mi trabajo. Sé que a Lego… ¡Ay, no! -exclamó y se tapó la boca, pero tarde.

-Lego… ¿las? ¿Las estás haciendo para Legolas? ¿Nuestro Legolas? -preguntó Merry, y se quedó boquiabierto mirando a los demás.

-¿Cómo, Legolas se casará? ¿Y con quién? ¿Acaso, desde que estamos aquí, lo hemos visto paseando o en una situación… “comprometedora” con alguna dama? -preguntó Pip igual de sorprendido que su primo.

-Pero, Pip, no necesariamente tiene que ser una dama de aquí. Tal vez fue por eso que se regresó tan apurado al bosque, porque extrañaba a su novia, ¿no? -dijo Merry, y se quedó esperando que los demás dijeran algo.

-Jamás le escuché decir que tuviera una novia en Mirkwood -comentó Sam.

-No, yo tampoco, Sam. Pero está claro que aquí Legolas no tiene a nadie especial, de lo contrario la conoceríamos. Y tampoco compartiría tanto tiempo con todos nosotros. Aunque…, a decir verdad, la mayor parte de su tiempo lo pasa con…

-¡Con ustedes no se puede! -interrumpió muy nervioso Gimli al darse cuenta de que Merry mencionaría a Aragorn-. ¡Y ya pueden retirarse porque de mi boca no escucharán salir ni una palabra más!... ¡He dicho!... ¡Ni una más!

-¡Ja! ¡Salieron cinco más! ¡Ja, ja! -dijo Pip entre risas.

-Anda, si ya se te escapó, cuéntanos con quién se casará -rogó Merry, pero de pronto se acordó de algo.

Cuando Gimli notó que el mediano miraba hacia la mesa de trabajo y se le llenaban los ojos de malicia, adivinó su intención e intentó manotear la argolla que estaba sobre la bolsita de terciopelo color borravino, pero no llegó a tiempo.

-¡Maldición, Merry! -espetó con el rostro encendido.

-Bueno, Gimli ya nos aportó la primera pista, ahora, Pippin, Sam, presten atención que aquí va la segunda: "Ele" mayúscula. Raya. "A" mayúscula. Esto quiere decir que el nombre de la misteriosa prometida de Legolas empieza con la letra “A” -dijo Merry sonriendo victorioso.

-Con “A”. A ver: As… Eh, no. ¿An…, An…? Mmm…, tampoco. ¿Ar…? Arwen. El único nombre que se me viene a la cabeza es Arwen -dijo Pippin algo decepcionado ante su falta de imaginación para los nombres femeninos.

-¿Es Arwen? -preguntó discretamente Sam a Frodo y a Gimli, y vio que mientras el primero permanecía inmóvil, el segundo negaba con la cabeza.

-Claro que no, Sam, no puede ser la señorita Arwen. Olvidaste que, además de estar aquí, está enamorada de Aragorn -afirmó Merry.

-A-amigos, ¿y… si nos vamos y dejamos que Gimli siga trabajando tranquilo? -dijo al fin Frodo, cada vez más nervioso.

-¡Sí, sí, esa es una maravillosa idea! ¡Ya váyanse a descansar que es muy tarde! -dijo Gimli deseoso de deshacerse de los preguntones y continuar con lo suyo.

-A descansar, no, mejor vayamos por unas cervezas y brindemos por la felicidad del príncipe y de… de…, bueno, de quién sea su futura esposa con “A”.

-¡Esa sí es una gran idea, Pip! -dijo Merry-. Pero antes quiero saber algo más. ¿Gimli, desde cuándo sabes hacer trabajos tan refinados?

-¡Esa sí que es una pregunta tonta! ¡Los enanos aprendemos a trabajar el metal y las gemas antes que a caminar y a hablar! -contestó con tal convicción que hasta él se creyó su propia exageración-. Ah, ya estoy mareado con tantas preguntas. Mejor váyanse de una buena vez, que me espera una muy larga noche por delante.

Los hobbits entonces le hicieron caso y emprendieron la retirada, pero ya a punto de salir de los establos, Frodo dijo a sus tres amigos:

-Se me cayó mi pañuelo. Seguramente, ha sido en el taller. Ustedes vayan, yo los alcanzaré en un momento.

-Pero, mi señor, lo tiene atado al cuello -dijo Sam.

-Ah… Eh, no, pero no es este al que me refiero, Sam, sino al que uso para… para limpiarme la nariz -dijo para salir rápido del paso.

-Entonces, voy con usted -dijo solícitamente Sam.

-No es necesario, iré de una corrida y enseguida los alcanzaré.

-Desde cuándo lo sabes -preguntó Gimli con voz grave, ni bien percibió que el hobbit lo miraba desde la puerta.

-Desde hace poco, y por pura casualidad -contestó Frodo mientras ingresaba despacio al taller-. Ese día bajé a la Casa de Curaciones por unos calmantes porque me dolía mucho la herida del hombro. Como al salir me sentía algo mejor, me dieron ganas de pasear por los hermosos jardines que la rodean, y ahí fue que los vi en un rincón, tomados de las manos y mirándose a los ojos -contó algo ruborizado-. Aprovechando que no se dieron cuenta de mi presencia, levanté del suelo un guijarro y me alejé lo suficiente para luego tener tiempo de escapar sin ser visto, y lo arrojé cerca de ellos para llamarles la atención. Lo hice porque pensé que si estaban en ese sitio tan retirado era porque no querían ser vistos por nadie, pero así como yo los había descubierto, alguien más podría hacerlo. Por supuesto, no se lo dije a nadie.

-Hiciste lo correcto. Son ellos los que deben decidir cómo y cuándo hacerlo público, si es que alguna vez se deciden a hacerlo público.

-Por qué no lo harían, Gimli.

-Porque los Hombres no lo verían bien.

-Vi muchas parejas como la de ellos mientras me recuperaba en Rivendell. Y también las hay en la Comarca, y no son para nada criticadas.

-Las hay en todas partes, mi querido muchacho, y ten por seguro que aquí también las hay, solo que se ocultan para protegerse de la miradas incomprensivas de los demás.

-¿Entonces, Aragorn y Legolas siempre deberán mantener oculto su amor porque la gente de aquí nunca lo verá con buenos ojos?

-De corazón, espero que pase lo contrario, porque su amor es verdadero y profundo… Mira, si tuviera que compararlo con algo, lo compararía con el diamante, porque es la piedra más resistente que existe. ¿Sabes por qué?

-No.

-Porque se forma en las apretadas profundidades y bajo un calor intenso. Mmm…, pero tiene una contra.

-¿Cuál?

-Si quiere brillar, necesita salir a la luz.

-¿Eso es lo que tenía tan triste a Legolas este último tiempo, y prefirió alejarse?

-En parte, sí. Pero algo más debió pasarle para que se fuera de ese modo. Aunque… lo comprendo.

-¡Pero, con seguridad, Aragorn lo convencerá para que regrese con él! Debemos ser optimistas, Gimli -dijo haciendo una gran sonrisa.

-¡Sí! ¡Y, qué jorobar, ahora Aragorn es el rey, y si quiere presentar a Legolas como su pareja oficial, pues lo hará, y todos deberán acatar lo que él disponga, les guste o no! -dijo Gimli, dejándose contagiar por el optimismo del hobbit-. Bueno, aparte de Gandalf, toda la familia de Aragorn y la de Legolas, y es de suponerse que también lo sospechen o lo sepan sus respectivos conocidos y amigos más cercanos, que deben ser muchos, pero entre los que, sin dudas, yo me destaco, ahora también lo sabes tú. Ah, olvidé nombrar a Éomer de Rohan -dijo revoleando los ojos-. Bueno, supongo que como tú, cuenta entre los “respectivos amigos”.

-¿Qué, también lo sabe Éomer?

-Sí, poco le costó averiguarlo. ¡Caramba, hasta ahora no me había dado cuenta de que somos demasiados los que lo sabemos! ¡Uno más, y será un secreto a voces en toda la Tierra Media! -dijo sin saber que Éowyn y Faramir también lo sabían.

-Hace rato, dijiste que todos ya habrían llegado para darle su merecido al maldito elfo. ¿Qué quisiste decir con eso?

-¡Ah, no, no, no, ese es otro asunto del que no debo hablar, así que será mejor que te regreses con tus amigos antes de que se me afloje otra vez la boca! -dijo mientras tomaba a Frodo de los hombros y lo sacaba del taller, luego volvió a parase frente a la mesa de trabajo y se quedó mirando las alianzas, y fue en ese momento que le vino a la mente lo que una vez le contara su padre: que si bien los de su especie no eran capaces de realizar magia de manera activa, sí podían imbuir encantamientos o hechizos en sus obras más queridas. Y decidió que eso intentaría cuando las alianzas estuvieran terminadas.

Espero que las lectoras a las que interesa seguir leyendo DDO, encuentren este capítulo. 



Nombre: legara · Fecha: 03/05/24 21:44 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

Por pedido de mi amiga Ucenitiend, les aviso que hace más o menos un mes que no puede entrar con su nic a la página porque le sale Error 0, y me pidió que les contara que, hasta tanto corrija el problema, seguirá subiendo la historia en AO3. 



Nombre: Anónimo · Fecha: 11/09/17 23:34 · Capítulo: Capítulo 22 Este es nuestro momento.

Gracias😘😍😙😗💞💗💖💞💗por la hermocisima hustoria



Respuesta del autor:

Otra vez, gracias a ti. ¿La leiste toda? Oye, ponte un nombre cualquiera, o iniciales, así sabré si dejas otros comentarios más adelante. Saludos cariñosos.

 



Nombre: Anónimo · Fecha: 11/09/17 21:12 · Capítulo: Capítulo 12 Primer paso al olvido.

😢😭😔😢😭muy trizte me rompio el 💔y extroja el alma💝pobrecitos mis amores,gracias por el buen trabajo y por darnos tu tiempo y  por darnos una marravillosa historia,gracias 



Respuesta del autor:

Hola. ¡Pero qué lástima no saber tu nombre o nick! Bueno, igual muchas gracias por tu lindo comentario, me da muchas ganas de seguir escribiendo. Te cuento que sólo me falta un capi para terminar esta historia, pero estoy trabada con asuntos personales. Ya lo haré. Muchas gracias, nuevamente. Un abrazo.



Nombre: Sparkle Nao · Fecha: 25/11/14 21:47 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

¡Uceeeeeeeeeeeeee! Porfis ¡conti! ¡conti! ¡contiiiii! Me dejaste con las ganas, está super mega hiper awesome y guay :D  Merci por el fic ;)

Cuídate!!

 

¡Nos vemos!



Respuesta del autor:

¡Jajajaj! Escuché tus gritos aun con la compu apagada, Sparkle Nao. Te juro que sigo escribiendo la historia, que no la abandoné. Mil gracias. Abrazo fuerte.  



Nombre: duck_ · Fecha: 07/01/14 20:42 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

Realmente me encantaaaaaaaaaa <3 estoy re enviciada, gracias, gracias y más gracias.

Espero con ansias la conti *----* feliz 2014, es la primera vez que te escribo Jajajaja.



Respuesta del autor:

Hola, duck, también te deseo un feliz año. Y..., por el contrario, soy yo quien ta da las gracias a ti, por leer la historia. Saludos. Uce



Nombre: belthil · Fecha: 04/01/14 22:43 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

Hola m encanta tu historia espero q no la abandones!!!



Respuesta del autor:

Hola, belthil, no te preocupes, estoy escribiendo los últimos capítulos. Mi retraso se debe a varias cosas: me puse a arreglar la casa (y ya sabrás lo que pasa cuando entran en acción los albañiles. Todavía estoy sacando polvillo.) Además del trabajo en la casa, trabajo afuera. Llego muy cansada, y, por más que quiera escribir dos líneas, me vence el sueño. Y para cuando me levanto, ya tengo que pensar en las compras, la cena, el marido, etc. ¡UFFF! Gracias por dejar unas palabras. Que tengas un muy buen año. Con cariño, Uce.

 

 



Nombre: aliceaxx · Fecha: 09/10/13 04:06 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

o_O ¡¡ OMG nunca me cansare de leer TT_TT dios quiero mas  ><  



Respuesta del autor:

¡aliceaxx, qué alegría saber de vos! Te cuento que tengo albañiles en casa, hasta casi fin de año. Pero, de a poco, en los escasos ratos de serenidad, estoy escribiendo el nuevo capi. ¡¡¡¡ A mi sola se me ocurre hacer arreglar toda la casa al mismo tiempo; estoy recluída en el dormitorio, pues es el único lugar limpio y tranquilo!!!. ¡¡¡Jajajaja, apuesto a que ya te sabés la historia de memoria!!!!!. Bueno, gracias, es un halago muy grande e inmerecido. Con cariño, Uce.



Nombre: aliceaxx · Fecha: 09/07/13 05:04 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

holi >< paso saludando y de paso viendo unas de mi esenas favorita donde legolas le corta la ropa aragon bujaja me encanto es sexy *¬* y ahora recargada a estudiando 



Respuesta del autor:

Hola ali, cómo estás, veo que muy entretenida, jajaja. Pero tené cuidado porque un día de estos, a mitad de un exámen, vas a terminar hablando de esta historia. ¿No leiste las historias de Midhiel? Son muy buenas, te las recomiendo. Saludos.



Nombre: aliceaxx · Fecha: 25/06/13 19:10 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

noooTT_TT porque que te hice yo para mereser esto >< no seas mala  



Respuesta del autor:

¡No me hiciste nada malo, al contrario, me animaste con tus comentarios! Pero no siempre tengo mucho tiempo disponible, y, a veces (bueno... la mayor parte del tiempo), me cuesta escribir mis ideas. Pero no la voy a abandonar. Si tenés ganas, en tus noches de estudio, podés mandarme algún mensajito, que con gusto contestaré. Un abrazo, doctorcita. Uce



Nombre: aliceaxx · Fecha: 03/06/13 18:53 · Capítulo: Capítulo 1¡Qué mal anda el correo!

hola me encanto este capitulo soy tu fan me gusta mucho aragorn x legolas pero mas. me gusto como le diste esas caracteristicas a los personajes seguire viendo y esperando mas de ti por cierto amo la parte celosa de legolas no puedo esperar por ver que pasara en el posximo capitulo besos y fuerte abrazo spcologuico para ti XD



Respuesta del autor:

¡Ay, querid@ aliceaxx! ¡Qué fuerte fue leer que eres mi fan! Espero no desilusionarte en el futuro. Yo también amo esta pareja, tanto que me tatué sus iniciales. Esta noche subiré un capi muy corto, que en realidad era la conti del anterior, pero como en la otra pág. no entró, debo respetar los capítulos para que se lean en el mismo orden. Te agradezco infinitamente tus palabras, dan muchas ganas de mejorar y seguir. También te mando un fuerte abrazo. Uce



Nombre: Sakura Haruka · Fecha: 24/05/13 22:35 · Capítulo: Capítulo 28 La partida del Rey.

Aaaa Contiiiii onegaii!!!

Oh suplico la conti



Respuesta del autor:

¡¡Jajajaa!! Sakura, tranquila o te va a dar un ataque. ¡¿Será conveniente para tu salud mental que sigas leyendo esta historia?!. No, es broma. Te agradezco infinitamente que demuestres tanto interés. Me gustaría que en el próximo comentario me contaras qué es lo que más te gusta de la historia, Te mando un abrazo. Uce



Nombre: Sakura Haruka · Fecha: 20/05/13 20:07 · Capítulo: Capítulo 27 Coronación y huida.

POR FA POR FA POR FA

LA CONTI!!!!!!!!

NO ME DEJES CON LA ANGUSTIA TE LO SUPLICO POR PIEDAD!!!!

Excelente historia pero ya quiero la conti porfa!!!!!



Respuesta del autor:

¡Bienvenida al grupo de las que sufren, Sakura! En uno o dos dias subiré el próximo capi; en este momento le estoy haciendo unos retoques para mejorarlo. Te agradezco tus palabras. Un abrazo.  Uce



Nombre: lizbeth · Fecha: 19/05/13 23:27 · Capítulo: Capítulo 27 Coronación y huida.

HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!! ......  HAAAAAAAAAAA!!! COMO QUE SE FUE!!!!!! X.x que paso esto me parece como el cuento de la cenicienta haaaaaaaaa jo!"#$ por que !"#%$# paso esto haaaaaaa gracias por el capi hehehehe



Respuesta del autor:

¡¡¡¡¡¡AYYY, Lizbeth!!!! Pero viste vos, ¡¡ se fueee !! Legolas se fue de Gondor, pensando que Aragorn lo traicionaba... =( Pero... En uno o dos días veremos que pasará. ¿Esperás hasta entonces? Mil gracias por seguir leyendo y comentando. Te mando un abrazo. Uce



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