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Nací para Amarte por arcasdrea

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Notas del capitulo:

Nota 1: El titulo de este capítulo es un versillo de la canción <<40 grados>> de Los Iracundos.

Nota2: Quedo más largo de lo normal, principalmente por que está cargado al diálogo. 

Nací para Amarte 

 

Capítulo numero cuatro: "Hay cuarenta grados,  nena y yo voy a explotar..."

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

- Todo ese alboroto no ayuda a concentrarme – gritaba con exasperación Mitsui lanzando el balón lejos.

 

- Tranquilo, es lo mismo de siempre – le contestó Ryota alzando y bajando los hombros. Su tono de voz era resignado.

 

- Pero hace tres días que aumento... ya estoy que las mato.

 

- ¿Quieres que te ayude? – intervinó Ayako con burlona desesperación.

 

- Organicemos al equipo para un genocidio.

 

- Es buena idea... cada quien elija una arma y acribillémoslas.

 

- Pero ¿cómo nos deshacemos de los cuerpos? – Ayako adoptó un gesto de suma concentración.

 

- Podemos arrojarlas al mar – sugirió Mitsui con determinación.

 

- Habría que conseguir un carguero, son como cien.

 

- Y si hacemos una hoguera en el patio trasero de la escuela – Ryota puso cara de mafioso al proponer la idea.

 

- Llegarían los bomberos y nos arruinarian el plan.

 

- Hay que hacerlo parecer un accidente – Mitsui imitó la caracteristica voz de Brando en el Padrino. Ayako y Ryota rieron hasta las lágrimas.

 

- ¿Qué es tan gracioso? Cuenten el chiste – Hanamichi llegó hasta el grupito atraido por las risas.

 

- Mitsui imitando a Vito Corleone – dijo entre carcajadas Ayako enjugandose las lagrimas.

 

- ¿Eh?

 

- No te esfuerces en entender.

 

- ¿Qué insinuas, Mitsui?

 

- Que dudo que hayas visto el Padrino alguna vez.

 

- Claro que la vi. Vi las tres, tengo los DVD originales para que sepan. Y también tengo el libro de Puzo... en edición de lujo.

 

- ¡Vaya! Y yo que pensaba que nunca habías cogido un libro – exclamó fascinada Ayako.

 

- Siempre estoy leyendo. Preguntenle a Yohei si no me creen.

 

- Ya, ya... tampoco es para ponernos graves.

 

- Supongo... – concedió. De repente un chillido multiplicado por cien atrajo la atención de los cuatros – ¡Odio a las mujeres! – bramó enojado, mirando asesinamente a las fanaticas de Rukawa.

 

- ¡Oye!

 

- ¡Tú eres la única excepción, Ayako! ¡Tú eres la única excepción! – rectifico rápido, protegiendose con los brazos la cabeza de los multiples abanicazos que le aporreo la muchacha.

 

- Se están volviendo indomables. Incluso se quedan hasta la salida. Antes no hacían eso.

 

- Creo que tiene que ver con el “Fashion Emergency” de Rukawa

 

- Pero si no se ha hecho nada, sigue igualito – Mitsui no hallaba lógica a la reflexión de Ayako.

 

- Claro que cambio, pero ustedes que son hombres no se han dado cuenta.

 

Los tres muchachos se miraron entre si interrogativos.

 

- ¡Jeans, trio de idiotas! – exclamó Ayako poniendo los ojos en blanco.

 

- ¿Jeans? – consultó confundido Ryota, luego de tratar de cuadrar lo que le decía la muchacha sin resultado positivo.

 

- Hace tres días que Rukawa, al salir de los entrenamientos, usa jeans... cuando antes siempre usaba el pantalón de chandal de la preparatoria.

 

Los cuatros miraron a Rukawa, que justo se limpiaba el sudor de la frente con el borde de su camiseta. El pelinegro correspondió la mirada, alzó una ceja y luego miró hacía otro lado. Todos lo entendieron como un desprecio.

 

Los chicos volvieron a sus prácticas, no obstante Hanamichi estaba en la luna por un recuerdo, pero pronto sacudió la cabeza para espantarse las ideas y acudir al llamado del capitán e integrar un equipo para el juego de entrenamiento.

 

Después de las duchas, Rukawa sintió la misma mirada anterior del trio mientras se vestía. La mirada de Ryota y Mitsui le valía lo mismo que la adoración de sus fanaticas, o sea, nada. Mas la del pelirrojo causaba que se le acelerará el corazón, por lo que necesito de mucho autocontrol para no sonrojarse y seguir con su misma cara inexpresiva y fría.

 

Se vistió apresurado, un tanto tembloroso, por suerte nadie se dio cuenta de sus nervios, por lo que rápido pudo salir de los camarines para escapar de la mirada constante de Sakuragi.

 

Esbozó una sonrisa al verse ya afuera, su proposito había surtido efecto. Desilucionado había estado los primeros días al darse cuenta de que Hanamichi ni se percató de que usaba otra vez los jeans. Los empezó a odiar cuando le trajeron más problemas con “las locas chillonas”, pero no quiso claudicar y hoy por fin se vio recompensado, Hanamichi le miró.

 

Aunque muy lejos estaba de la verdadera razón de por qué Hanamichi le miraba, pero era feliz al fin y al cabo.

 

Aún sonriendo se calzó los audífonos y subió el volumen a su reproductor, para no escuchar la gritadera de sus admiradoras al salir, haciendo volar su mente hace tres días atrás.

 

Flash Back

 

- Buenos días.. – murmuró como saludo al llegar a la cocina y encontrarse a Hanamichi comiendo su habitual cereal con la mirada fija en el periodico.

 

- Buenos días – por lo menos se saludaban civilizadamente.

 

- Has visto mis pantalones de chandal – consultó mirando hacía la cesta de la ropa sucia.

 

- Mamá los metió ayer a la lavadora antes de irse. – dio vuelta la página sin levantar la vista del papel - Deben estar colgados afuera.

 

"¡Rayos!" maldijo mentalmente el pelinegro mientras salía al lavadero a comprobar lo que le decía su disque hermano, sólo con el inconveniente que estos no habían sido colgados. Estaban aun dentro de la lavadora, con un olor a humedo insoportable. Por esto, debio lavarlos de nuevo.

 

Cuando volvió al primer piso, luego de ducharse y vestirse, Hanamichi estaba frente al televisor haciendo zapping.

 

- ¿Quién cocinará hoy? – parte de su nula interacción en la casa consistía en acordar las tareas domesticas.

 

- Yo lo hice ayer – indicó el pelirrojo, subiendo las piernas a la mesa ratona.

 

- ¿Algo especial?

 

- Te lo dejo a tu criterio –alzo la vista hacia el pelinegro, que se turbo un poco al ver el gesto de admiración fugaz que le dedico – te quedan bien.

 

- ¿Qué?

 

- El jeans. Te queda bien. – aclaró - Nunca te había visto con eso – Hanamichi volvio su vista al televisor.

 

Se dirigió a cocinar con una sonrisa feliz en su rostro, agradeciendo a Nare por lavar sus pantalones de chandal teniendo así como única opción para vestir el jeans.

 

Fin de Flash Back

 

Ahora en casa, veía la televisión pero de tanto en tanto apartaba su vista hacia el reloj .

 

Eran más de las once de la noche, afuera arreciaba un diluvio y de Hanamichi ni luces.

 

Apagó el televisor con el comando a distancia y subió al segundo piso. Desde su habitación, miró por la ventana el frontis de la casa y la calle, pero solo vio la densa negrura que provocaba la lluvia cayendo a raudales sobre la ciudad.

 

Se alejó de la ventana para sentarse pesadamente sobre el borde la cama. Algo rebotó en una de sus manos.

 

- Maldito juego – masculló al aire cuando alzo la caja frente a sus ojos.

 

Flash back

 

- ¿Nos trajeron regalos? – bisbiseó Hanamichi al tiempo que sus ojos brillaban como niño en navidad.

 

Nare y Heiwa acababan de llegar y estaban desarmando maletas en su habitación, llamándolos a ambos para entregarle los obsequios que les habian traido.

 

- Aquí está el tuyo Hanamichi – la mujer el extendió una bolsa negra con el logotipo apuntado en inglés.

 

El muchacho sin ni un cuidado desbarajó el envoltorio, pero su grito de alegre exclamación murió pronto a la vez que en su cara se dibujaba un rictus de enfado.

 

- ¿Es una broma? – pregunto con tono seco a su madre.

 

- ¿De qué hablas?

 

- Este juego es para chicas – extendió la caja del video juego antes los ojos interrogativos de su madre. La cajilla profesaba "Tokimeki Memorial Girl's Side"

 

- Pero tú me pediste...

 

- Te pedí un videojuego, pero... ¡¡NO UN JUEGO DE SIMULACION DE CITAS PARA CHICAS!! – explotó ofendido e hirviendo en rabia.

 

- Calma, Hanamichi. – le habló Heiwa con un sonrisa –Tu madre se equivoco. Ese juego es para Kaede.

 

Rukawa abrió inmenso los ojos. Movio los labios para decir algo, pero no le salieron palabras, azorado por las palabras de su padre.

 

- ¿Para Rukawa? – la mirada confusa del pelirrojo recallo sobre el pelinegro, haciendo que su pulso se detuviera.

 

- YO TAMPOCO PEDI UN JUEGO ASI – reaccionó de golpe.

 

Le quitó el juego de las manos al pelirrojo con brusquedad y miro a su padre con reproche y rabia mesclada. Y de un portazo salió de la habitación, para cinco segundos más tarde dar otro portazo en su cuarto.

 

Fin de Flash Back

 

La caja se estrelló contra la muralla. Era de buen plástico, pues no se estropeó. Kaede la maldijo.

 

- Tadaima – irrumpió la característica voz de Hanamichi en toda la casa.

 

Ahora el pelirrojo se anunciaba cada vez que llegaba.

 

Desde el día de la discusión de Hanamichi y Haruko, y de su disque conversación fraternal sin sentido para el pelirrojo pero con fuerte connotacción para él, que su relación se había hecho más civilizada.

 

Bajó lento, no quería mostrar su preocupación e impaciencia bajando la escalera como esposa hiperventilada.

 

- Hola, Rukawa – le saludo Hanamichi cuando le vio entre la penumbra del hall de acceso – me traerias unas toallas, no quiero empapar la casa.

 

- Do’aho – le extraño que no le contestara.

 

Volvió con dos lo suficientemente grandes como para secar la anatomía del pelirrojo. Enrojeció un poco al imaginarse a si mismo refregando la piel de su disque hermano, mientras éste le miraba con adoración y gratitud.

 

- Puedes apurarte, zorro – la voz urgida le trajo a la realidad.

 

Hana aun de pie en el hall le extendía la mano exigente, mientras con la otra sostenía algo contra su estomago.

 

Ese algo se removio debajo de la chaqueta del pelirrojo. Kaede por instinto de supervivencia dio un paso atrás. Hana sonrió burlón al notar esto.

 

- ¿Qué traes ahí? – se atrevio a preguntar al escuchar algo semejante a un maullido lastimero.

 

- Un gatito – contesto con simpleza, al tiempo que extraia al animal, un poco mas grande que la palma de su mano y tan empapado como su protector.

 

Rukawa desorbitó los ojos, mirando como si fuera un alien al pobre animalito tiritón y vulnerable, que Hanamichi fregaba concienzudamente con una de las toallas.

 

- Lo rescate de ser apaleado por unos niños estúpidos. Lo quise dejar ir, pero el muy tosudo me siguió. – el muchacho esbozo una sonrisa tierna, casi maternal – Nos pilló la lluvia y no lo quise dejar a su suerte, así que me lo traje.

 

- Heiwa no lo querrá aquí.

 

- Solo es por esta noche, Rukawa – contesto a la defensiva.

 

Se sacó la chaqueta, los zapatos y los calcetines y se dirigió al lavadero. Cuando regreso, envolvio al gatito en la toalla que aun temblaba como gelatina y cargandolo en sus brazos se encamino hasta su habitación, con el pelinegro a dos palmos tras él.

 

- Traeme el secador del baño en vez de fastidiar siguiéndome – le recrimino molesto.

 

Rukawa no estaba de acuerdo con el animal en casa, pero aun así hizo lo que le pidió.

 

El gato estaba demasiado intimidado como para escandalizarse por el viento caliente que le pego de golpe cuando Sakuragi prendió el secador de pelo sobre su peluda piel.

 

Ya seco se sacudió frenético antes de dar algunos pasitos fuera de la cobija de la toalla. Luego volteó hacia Hanamichi, quien le sonrió ampliamente; y maullando como si gritara de emoción corrió a su encuentro.

 

- No hay de que Gatito – el animalito le lameó la cara con efusividad cuando lo tomó entre sus brazos.
Rukawa miraba la escena algo receloso.

 

- Debes tener hambre ¿cierto? – lo alzo frente a sus ojos, estudiándolo – ¡oh! No es gatito, es gatita – exclamo asombrado cuando se fijo en cierta parte de la anatomía gatuna.

 

Genial” exclamo con sárcasmo mental Kaede, mientras enroscaba los ojos. Se paró del suelo y pretendió salir de la habitación del do’aho.

 

- Rukawa no te vayas, debemos ser corteses con la damita.

 

- Es sólo un gato...

 

- Gata – aclaró el pelirrojo con aspecto académico. Rukawa puso los ojos en blanco.

 

- Orejas. Cola. Aspecto felino...mmmm... gato – y dando media vuelta salió del cuarto.

 

- ¡Zorro apestoso!

 

- Do’aho

 

- ¡Teme!

 

- Cambiate de ropa o pescaras refriado.

 

- ¡Orale! – escucho con satisfacción como el pelirrojo se ponia de pie, pasando rápido por su lado para ir al baño, pero un bultito marrón iba tras el do’aho.

 

- No, gatita... no puedes venir conmigo aquí – la gata maullo como si estuviera desepcionada.

 

Hana la miró un instante, evaluando que haría con ella, antes de levantarla del suelo y pasarsela a Rukawa.

 

- Cuidala mientras me baño. Dale algo de leche. Gracias – y cerró la puerta pasando el cerrojo por precaución.

 

- Do’aho- masculló para que el otro le escuchara, pero resignado pretendió bajar hasta la cocina.

 

La gata se revolvio un poco entre sus brazos antes de librarse y saltar, para volver a subir.

 

- Maldito animalejo – maldijo mientras volvía sobre sus propios pies.

 

La encontro arañando la puerta del baño, maullado lastimeramente.

 

- Arrastrada – musitó el pelinegro, mirando asesinamente al felino.

 

- ¿Qué pasa? – la puerta de baño se abrió apareciendo Hanamichi con solamente una toalla anudada entorno a su cintura. La gata se fregó sinuosa a su pierna desnuda – no puedes cuidarla ni dos minutos, zorro – reprocho al muchacho que como estatua le miraba inexpresivo.

 

- Se escapo – murmuro aun catatónico.

 

- Cuidala mejor – otra vez la alzo en vilo y se la paso a Rukawa, quien la recibio por inercia – que no se escape – ultima advertencia y cerró la puerta tras su espalda.

 

Rukawa permaneció un rato más clavado en el pasillo.

 

Cuando por fin reaccionó, enfrento a la gatita con sus ojos.

 

- Creo que ya me estas cayendo bien – murmuro esbozando una sonrisita de agrado, al recordar la imagen de Hanamichi solo con una toalla para cubrirle.

 

La gata maulló con vehemencia.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Se sentía pesimo. El cuerpo adolorido y agarrotado, la nariz congestionada, la garganta rasposa y la cabeza abombada. Estaba resfriado.

 

Tapó sus ojos hinchados y cansados con su antebrazo, al tiempo que suspiraba pesado.

 

Después se levanto lento de la cama, pues en el primer intento se había mareado. Con igual lentitud, arrastrando los pies se encaminó hasta el baño, donde registro el botiquín en busca de algún analgésico que le ayudara a su malestar.

 

Se sonó la nariz hasta aburrirse, tragó dos aspirinas, pasándolas dolorosamente por su garganta inflamada con agua.

 

Ni quiso mirarse en el espejo.

 

- Debo parecer zombie – comentó al aire y su voz le parecio aspera y roñosa.

 

Arrastró su apaleada humanidad hasta la cocina, donde se sirvio leche directamente del envase. Mientras bebía se acordo de su invitada felina, dejo el envase sobre la encimara y salio a buscarla por toda la casa.

 

- Gatita – nada en la sala de estar.

 

- Gatita – nada ni en el lavadero ni en la cochera.

 

- Gatita – nada ni en el antejardín ni en el trasero.

 

- Gatita – nada en el baño ni en su habitación. Solo quedaba un lugar por mirar.

 

Asomó de a poco la cabeza a través de la puerta entreabierta. La habitación estaba a oscuras, las gruesas cortinas azules no dejaban entrar la luz matinal que daba de lleno en ese lado de la casa.

 

Entró en puntillas, pequeños ronquidos se escuchaban, así que aun Rukawa dormía, pero basto mirar a la cama, para estallar en risotada.

 

La gata dormía transversalmente sobre la cara de Rukawa, dejando ver sólo la boca entreabierta de éste.

 

Luego de contener la risa, se acercó sigiloso para sacar a la felina, pues era muy probable de que Rukawa la matará si la encontraba así al despertar.

 

Justo cuando quito a la gatita con cuidado, Rukawa entreabrió sus ojos, fijándolos en él. Hanamichi se tenso, preparado para el golpe por el acostumbrado mal humor del pelinegro cuando lo despertaban.

 

- ¿Hanamichi? – pero el murmullo de Kaede le sorprendio, no era habitual escucharle pronunciar su nombre. Sin embargo, más lo sorprendio la sonrisa que se dibujo en el pelinegro.

 

- Rukawa, yo... – trató de explicar.

 

- Hanamichi... – murmuro otra vez Rukawa volteandose hacia un costado, volviendose a quedar profundamente dormido.

 

Hanamichi se incorporo rápido, pues la Gatita que ya había despertado comenzo a maullar para atraer su atención, pero fue tan brusco el movimiento que se mareo. La habitación se le dio vuelta violentamente, por lo que sus piernas cedieron como si fueran de lana, y cayo abruptamente sobre el estomago de Rukawa. La gatita voló por los aires, pero como todo felino que se aprecie de tal cayó sin problemas sobre sus cuatro patas fuera de la cama.

 

El pelinegro despertó de golpe, por obviedad, pero no se pudo incorporar.

 

- ¿Qué haces do’aho? Salte de encima

 

- Espera. Espera – solicitó éste con un hilillo de voz – aun todo me da vueltas.

 

Rukawa alzo una ceja.

 

- ¿Qué te sucede?

 

- Resfrio.

 

- Mmmm

 

- Ya sé que me lo dijiste ayer – exclamo furioso al evidente reclamo de Rukawa - ¡Auch!

 

- ¿Y ahora?

 

- Mi cabeza, me duele. Siento como si tuviera la turbina de un avión dentro.

 

- Salte de encima.

 

- No puedo, aun me siento...

 

- Sal

 

- Te dije que...

 

- Pesas idiota. Me cortas el aire – Hana con dificultad rodó hacia un costado, liberando de su peso a Rukawa.

 

Pronto su frente estaba tapada por la fría mano de Rukawa.

 

- Ardes. Tienes fiebre – se levanto presuroso - vete a tu habitación.

 

- No puedo moverme, mis piernas están entumidas.

 

El pelinegro que habia desaparecido por el pasillo, reaparecio con cara de pocos amigos. Se enrollo un brazo de Hanamichi tras el cuello y cogiéndolo por la cintura, lo elevó con un poco de esfuerzo.

 

- Afirmate – lento llegaron hasta el cuarto del pelirrojo, dejandolo caer sobre la cama, pero éste ni reclamo. Le ayudo a subir los pies y a arroparse.

 

Minutos después volvio con unas toallas pequeñas y una batea llena de agua con hielo. Una tela la sumergió en el agua, la estrujo y la posó sobre la sudorosa frente del pelirrojo. A continuación levanto la cobija.

 

- Permiso – musito mientras levantaba la camiseta de Hanamichi y bajaba un poco sus pantaloncillos de dormir, dejando al descubierto su vientre. Tragó pesado al divisar algo del vello púbico que sobresalía del borde del pantaloncillo.

 

- ¡Ah! Está fria – se quejo ido el pelirrojo cuando otra toalla empapada cubrió su vientre.

 

- Es la idea – le volvio a cubrir con la cobija y extrajó un termómetro convencional del bolsillo de su pantalón – abre la boca.

 

Hana hizo lo que se le pedía. En un minuto el aparatejo indicó 38°.

 

Se alejo del lado del enfermo, con termómetro en mano, dejando el cuarto. Retorno con un vaso de agua y una pastilla que le ayudo a tomar, sosteniéndole medio incorporado para que no se trapicara con el agua.

 

Reacomodó las compresas de el vientre y su frente que se habían desubicado por el movimiento, volviéndolo a cubrir con la ropa de cama después.

 

- Duerme. Vendré a despertarte para el almuerzo – pretendió tomar en brazos a la gatita para sacarla del cuarto, pero ésta se le arranco a cada intento, hasta que se acomodó al lado de la cara de Hanamichi, haciéndose un ovillo en la almohada.

 

- Dejala aquí. No molesta.

 

No contesto, pero su cejo estaba fruncido. Se encamino hasta la salida, maldiciendo la buena fortuna de la gata de poder estar recostada al lado del pelirrojo.

 

- Gracias, Rukawa – la voz apagada, rasposa casi ahogada del pelirrojo le hizo voltearse una vez mas, antes de cerrar la puerta para dejarle reposar.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Un plato se estrelló contra el suelo.

 

- ¡GATA DEL DEMONIO!

 

- ¡¡MIAUUUU!!

 

- ¡¡Aaaahhhhhh!!

 

Hana despertó de golpe ante semejante escándalo. Y se levanto rápido de la cama al escuchar ruido como si una pelea entre veinte personas se llevara a cabo en el primer piso.

 

Los rasgueteos lo llevaron hasta la cocina, donde encontró a Rukawa encaramado en la encimera, con un cucharón en mano y asesinando con la mirada a la gata que desde el suelo con el lomo encorvado y erizado le siseaba amenazante mostrando los colmillos. Cerca del refrigerador varios pedazos de cerámica, dos palillos, una bandeja y variada comida desparramada eran las únicas pruebas del almuerzo.

 

- ¿Qué pasa aquí? – la gatita apenas escucho su voz se apasiguo y corrio hasta él, recibiendola en sus brazos.

 

- Miau... – ronroneo bajito.

 

- Manipuladora – gruño Rukawa bajando de la encimera – me atacó mientras preparaba la bandeja con la cena.

 

- ¿Cena? – Sakuragi miró por la ventana de la cocina para comprobar que ya era de noche.

 

El pelinegro tomó un trapo amarillo desde el lavaplato y luego de recoger todos los restos de vajilla echándolos en el basurero, limpió el piso cerámico.

 

- A lo mejor tendría hambre – ilustró Hanamichi haciéndole cariño tras una oreja a la gatita.

 

La cara de asesino más el aura negra, le basto a Sakuragi como señal para salir de la cocina para poner a salvo al animal.

 

- ¡¡Achussss!! – estornudo cuando iba a poner el pie sobre el primer peldaño de la escalera.

 

- ¡Vete a acostar! – le grito Kaede con reproche. No estuvo cambiándole de los paños frios de tanto en tanto mientras dormía para que echara por la borda todos sus cuidados por inconciente.

 

- Sí mamá – bramó con sárcasmo.

 

Antes de llegar a su cuarto, pasó por el baño a buscar algo de papel higiénico para limpiarse la nariz.

 

Cuando se estaba encaramando a la cama, llegó Rukawa con la cena.

 

- Te tomaré la temperatura antes de darte la cena.

 

- Me siento bien.

 

- Quiero confirmarlo – con un gesto de cabeza le indicó que abriera la boca.

 

- ¿Y? – un minuto después Rukawa miraba el termómetro.

 

- 36,5... normal

 

- Excelente. Viste Nuki ya estoy mejor – alegre le habló a la gata, que descansaba sobre sus patitas traseras encima de la cama, a un lado del pelirrojo.

 

- Miau – maullo ésta meneando la cola.

 

- ¿Nuki?

 

- Le pega – asintió con emoción al dar a conocer el nombre asignado para la felina.

 

- Do’aho

 

- Zorro apestoso

 

- Es un nombre absurdo – una almohada le golpeo en plena cara.

 

- No ofendas a Nuki – por respuesta la almohaza aterrizo fuerte cerca de él. La felina escapó por un pelo.

 

- ¡Ataca Nuki! ¡Ataca! – comenzo a gritar Hanamichi indicando a Rukawa con el indice.

 

- No es un perro, do’aho

 

- Ya verás cuando la entrene. Será una asesina de zorros. – el pelinegro rodó los ojos ante tanta ridiculez.

 

- Torpe – dejó al pelirrojo con la bandeja de comida sobre sus piernas y se marchó del cuarto.

 

Una vez fuera de la vista de Hana, sonrió ampliamente por las ocurrencias infantiles pero graciosas de su disque hermano.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Se servía su porción de cena, pellizcando la comida con los palillos, sumido todo en un silencio sepulcral. En principio se sintió raro, incómodo, ajeno al momento; después toda la culpabilidad se la otorgó al pelirrojo por no estar dando la lata como cada día desde que vivian juntos.

 

El pelirrojo lleno sus solitarios días, cuando su padre no estaba en casa por el trabajo, con algo de calor de hogar.

 

Dio un respingo cuando Nuki saltó a su regazo, sacándolo de golpe de su abstracción.

 

- Todo lo bien que me caias, se esfumo completamente con esto – le reclamo enojado.

 

- Miau

 

- Manipuladora

 

- Miau

 

- Sí, tú y no me pongas esa cara de inocente, que aun se te ven los cachos de diablo.

 

- Miau – Nuki se alzo sobre sus patitas traseras, para apoyar sus delanteras en el pecho de Rukawa y alcanzar con su heladita nariz la quijada de él.

 

- ¿Tienes hambre?

 

- Miauuu

 

- Vamos – la gata saltó de su regazo y corrió hasta la cocina seguida por él - Perfecto, ahora hablo con gatos – se burlo de si mismo, rodando los ojos al cielo.

 

Le sirvió leche en un cuenco y se sentó en posición de loto a un lado de ella, mientras bebía con ímpetu. Tanto fue el entusiasmo que llegó a arrastrar el platillo, por lo que metió una pata dentro para sostenerlo.

 

- Boba. Te ensuciaste – tomo un paño de cocina, alzo a la felina sentándola sobre su regazo, para secar su patita.

 

- ¡Vaya! Si que tenía hambre – Rukawa alzo los ojos horrorizado hacia la puerta.

 

Hanamichi estaba de pie, envuelto con la cobija como si fuera una capa, agarrándola con una mano. En la otra traía la bandeja con la cena. Rukawa le siguió solo con la vista durante todo su lento andar hasta depositar su carga en la encimera, donde cayó en cuenta de algo.

 

- Estás descalzo, do’aho.

 

Sakuragi miro sus pies con cara de circunstancia. Movió los dedos como si martillara el suelo con ellos y luego devolviendo la mirada al pelinegro, sonrio como niño inocente.

 

- Olvide las pantuflas.

 

- Deberias entrenar a Nuki para que te las traiga.

 

- Idiota – masculló ante su burla – Cuando menos te lo esperes morirás bajo las garras de... ¡La Fiera! – e indico a la felina, que ajena a la discusión se acicalaba la cola.

 

Una gotita rodó por la sien de ambos.

 

- Vete a acostar, do’aho.

 

- No quiero, zorro – se quejo como niño pequeño.

 

- Recaeras.

 

- Me aburro, me apesta estar tanto en cama. Me desespero.

 

¿Tendrá Sindrome Hiperactivo no diagnosticado?” pensó Rukawa, ebocando el derroche de energía que era el do’aho. Nunca se estaba quieto.

 

- Iré a ver una película a la sala... – encamino sus pasos hacia la salida con Nuki siguiéndole de cerca - ¿Quieres venir?

 

La invitación le dejo aturdido.

 

- Si no quieres, no importa – Hanamichi se giro para retirarse.

 

- Iré en un minuto – contestó el pelinegro con algo de apremio.

 

- Conforme – desaparecio del lugar.

 

Kaede estaba que flipaba. El resfrio hacia maravillas en el pelirrojo, estaba más afable, más accequible... hasta ahora no se había dado cuenta, pero recién compensaba toda la interacción que habían tenido en el día y era más que la que habían tenido en todo el tiempo que vivían juntos.

 

¡Viva Nuki que demoró al pelirrojo en su retorno a casa, pillándolo así la lluvia! ¡Viva la lluvia que lo empapó haciendo que cogiera un resfrio! ¡Viva el resfrio que permitio cuidarlo! y ¡Viva otra vez la gata por darle un medio para acercarse a él, sin peleas de por medio!

 

Limpió rápido la cocina y pronto se dejo caer en el sofá a un lado de Sakuragi, que le miro como si fuera tuviera dos cabezas y cola de dinosaurio. Sin inmutarse por cómo lo miraba, cogió a la gata entre sus manos y la sento en su regazo, para acariciarla hasta la saciedad como retribución por acercarle más a su amor imposible.

 

- La despellejarás si la sigues acariciando de esa manera – ilustró el pelirrojo, viendo el modo de cómo salvar a la gata que se retorcía bajo las manos del ojiazul.

 

- Le gusta.

 

- Creo que no.

 

- ¡Aayyy! – la soltó como si quemará después de que ésta le clavara las garras con ferocidad. “¡Gata del demonio!

 

- Te lo dije

 

Con cara de Buldog, mirando oblicuamente a la gata que ya ronroneaba en brazos de Hanamichi, se levantó para ir al baño y echarse antiséptico sobre los rasguños en su antebrazo derecho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las pantuflas cayeron a los pies de Sakuragi y una caja de pañuelos descansó sobre la mesa ratona cuando Kaede volvió y tomó asiento una vez más al lado de él.

 

- Gracias – musito mientras se las calzaba – elegí una de terror..."Shotter" . ¿Te parece?

 

- No la he visto.

 

- Perfecto – y se sonó la nariz hasta dejarla rojita – manejaré el control remoto, debe estar infectado con mis bichos.

 

Sólo asintió con la cabeza para responder con conformidad.

 

- ¡Oish! – exclamo de repente el pelirrojo.

 

- ¿Qué sucede?

 

- Nuki puede contagiarse. La acaricie y me ha lamido la cara – alaraqueó con preocupación, pero después su cara cambio a duda - ¿Se puede resfriar un gato?

 

Kaede sólo alzo los hombros y los dejo caer en un gesto claro de “No sé”, mientras una gotita le rodaba por la sien.

 

- Si se resfria habrá que cuidarla – concluyo el do’aho, al tiempo que accionaba el Play del DVD. Todo estaba listo, subtitulos, lenguaje; todo.

 

Kaede miraba atento y en silencio, sentado en posición de loto sobre el sofá. Hanamichi se recargo sobre uno de los brazos del mueble, también con las piernas arriba y con Nuki pegada a su pecho ronroneando ante sus caricias sobre el lomo.

 

Así se fue dando la pelicula, en una ambiente tranquilo y silencioso, que solo era interrumpido por los estornudos y los sorbeteos de nariz del pelirrojo. Ya casi para la mitad de la pelicula, su nariz estaba irritadisima de tanto limpiarla.

 

- Deberás echarte crema – comento Rukawa sin apartar la vista de la pelicula.

 

- Le robaré un poco de hidratante a mamá.

 

Siguieron viendo la película unos minutos más. Hasta cuando un grito hilarante irrumpió en toda la casa.

 

- ¿Por qué gritaste de ese modo? – Rukawa llegó a dar un salto del susto por el repentino grito del pelirrojo. Y Nuki saltó del sofá para esconderse bajo el sillón que estaba al frente.

 

- ¡Hoy había ensayo! – se aferraba la cara con las manos angustiado, parecia la pintura "El Grito"de Munch.

 

- Hable con Yohei y le explique todo.

 

La mirada atenta de Sakuragi se concentro en Rukawa.

 

- Llamó en la tarde. Le conté todo y quedo de venir mañana.

 

Una sonrisa ladina se dibujo en la cara del mono.

 

- ¿Qué? – preguntó nervioso. Esa sonrisita lo ponía incómodo.

 

- Eres un excelente enfermero después de todo. Me has sorprendido.

 

Necesitó de todo su autocontrol y de fuerzas místicas del más allá y del más acá también; para no sonrojarse ni tartamudear como colegiala tímida y poder contestar algo decente y digno de él.

 

- Niñero, en realidad.

 

Hanamichi infló las mejillas, aprimió el cejo y frunció los labios.

 

- ¡¡NO SOY UN NIÑO!! – berrinchó cuando explotó.

 

Alzó una ceja elegantemente, mientras miraba al do’aho con sárcasmo como diciendo “¿A no?

 

Con actitud ofendida dejó el berrinche y miró hacia otro lado enojado, pero rojo hasta las orejas.

 

- Me iré a dormir – anunció pasado un tiempo.

 

- Pero aun no terminamos de ver la película – le recordó el pelirrojo.

 

- Nos hemos perdido las partes mas importantes por culpa de tu grito.

 

- No es mi culpa – berrinchó otra vez. Rukawa pidió paciencia al cielo.

 

- Buenas noches.

 

- Buenas noches. Descansa.

 

- Vete luego a dormir, o si no recaeras - dio un bostezo distinguido y con estilo antes de desaparecer por la escalera.

 

- Es buen chato el zorro. Me ha cuidado bien, ¿eh? – Nuki a pasitos cortos se acerco hasta él. La levanto hasta ponerla frente a sus ojos – mañana habrá que agradecerle con el desayuno... ¿Te parece?

 

- Miau

 

- No. Tú preparas los huevos y yo serviré la leche. Tramposa.

 

- Miau

 

- ¿Tostadas a la francesa? ¿Le gustaran?

 

- Miau, miau

 

- No es mala idea

 

- Miau

 

- Está bien. Vamos a dormir.

 

Nuki se enroscó en uno de sus brazos que la ceñía como cuna y luego se cubrió con la manta como capa otra vez.

 

Con la mano libre apagó los aparatos electrónicos, aseguró la puerta de entrada y apagó las luces para irse a dormir.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Despertó abruptamente cuando la gata aterrizó pesadamente sobre su estómago.

 

- Y ahora qué – se cubrió la cara con el brazo, haciendo caer su cabeza en la almohada de manera fatigosa.

 

- Miau – con una de sus patitas le tocaba insistentemente el mentón.

 

- Vete a dormir con Sakuragi.

 

- Miau

 

- Déjame dormir Nuki – se quejo al tiempo que se sentaba con furia en la cara e indico la puerta enérgico – ¡Andate!.

 

- Miau

 

- ¡Aish!

 

- Miau

 

- Me esta dando dolor de cabeza – se fregó el entrecejo con actitud cansada. Pero en medio del silencio de la casa escucho un quejido.

 

- ¿Fue el do’aho?

 

- Miau – la gata saltó de la cama y le espero al lado de la puerta entreabierta – miau, miau

 

Se levantó rápido de la cama y se dirigió a la habitación del pelirrojo con Nuki a la vanguardia.

 

Al acercarse a la cama y prender la luz de la mesita de noche, se dio cuenta que el pelirrojo se retorcía quejumbroso; sudando a mares.

 

- Tiene fiebre – concluyó por anticipado, pero igualmente le acomodó el termómetro bajo la axila. Dentro de la boca era un riesgo pues podía romperlo con los dientes y no quería envenenarlo con mercurio.

 

- Cuarenta... hay que bajarsela.

 

A los pocos minutos llegó con compresas fría que le puso en la frente y en el vientre, después le cubrió con varias mantas, incluso la cobija de su habitación, para hacerle sudar bastante y así ayudar a bajar la fiebre.

 

Luego llamó al médico de cabecera de su padre, viejo amigo de la infancia de Heiwa y que, por lo mismo, siempre estaba dispuesto a atenderle aunque fueran las cuatro de la mañana.

 

El galeno llegó treinta minutos después, con cara somnolienta y aun vestía el pijama bajo la chaqueta.

 

Conversaron sobre el paciente, mientras se encaminaban hasta la habitación. para cuando ya examinaba a Hanamichi, estaba muy bien enterado de todos los cuidados que Kaede habia tenido con él.

 

- Hiciste lo adecuado.

 

- Sólo hice lo mismo que hacia usted cuando me daba Resfrio.

 

- Buena memoria – le palmeó la espalda en actitud amistosa.

 

- Gracias – se rasco la mejilla avergonzado.

 

- Le di un antipirético para que le baje la fiebre. Cuando despierte dale este analgésico, repite cada doce horas. Y que tome mucha agua, tibia ojala. Que descanse en cama los tres primeros días, luego de eso puede levantarse, pero que no salga de la casa por unos cinco días más. Es un resfrio común, pero debe cuidarselo bien.

 

- De acuerdo – recibió la papeleta y acompaño al doctor hasta la puerta, que le recordó que al día siguiente le llamará para decirle la evolución del pelirrojo y que no dudará en llamarlo por si algo anormal pasaba.

 

Volvio pronto al lado del pelirrojo, para nuevamente enfriar la compresa y disponerla en su frente; después peinó sus sudados cabellos hacia atrás.

 

- Miau – la felina se encaramó a la cama y se recosto en la almohada al lado de la cabeza del mono.

 

- Sí, lo sé. Será una larga noche.

 

- Miau, miau

 

- Cualquier cosa tú estás encargada de avisarme, ¿Ok? – le acaricio detrás de la oreja con cariño. Ella ronroneo de gusto

 

- Buenas... em – miro por la ventana, el amanecer se divisaba en el horizonte – Buenos días mejor - y se fue a dormir un poco más.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Se quejo cuando sus ojos se abrieron y sintio la cabeza pesada. Tanteó a ciegas sobre la mesa de noche para dar con los pañuelos y limpiarse la nariz que estaba muy congestionada. Respiraba por la boca y el aire frío no ayudaba de mucho a su irritada garganta.

 

La toalla ya seca resfalo de su frente cuando intento sentarse y Nuki se revolvio molesta en su estómago donde dormía hecha un ovillo.

 

Estiró los músculos agarrotados de su espalda y brazos, desesperezándose exageradamente. Reubicó a Nuki sacándola de su estómago y acostandola en la almohada, con el cuidado de no despertarla.

 

Se levanto un tanto mareado, se tambaleó un poco al ponerse un polerón grueso, pero cerrando los ojos controló el vahído. Se enroscó una bufanda al cuello y se calzó dos pares de calcetines en cada pie.

 

Bajó la escalera afirmándose de la baranda y sosteniéndose en la muralla llegó hasta la cocina. No bien abría la puerta, Nuki pasó como bolido a su lado, para pegar un salto y caer sobre Kaede, que justo se daba la vuelta hacia él con un cuenco pletórico de cereal.

 

- ¡¡Maldita gata del demonio!!

 

Por el susto que le dio la condenada, el cuenco voló por los aires, en un majestuoso giro que verteó todo su contenido en la cabeza de Sakuragi.

 

El pelinegro dejó de la lado sus instintos de zoocidio, para quedar perplejo ante la imagen de los cereales escurriendo por la cara inexpresiva del do’aho.

 

- ¡¡Zorro apestoso!! – el arrebato del pelirrojo nadie se lo esperaba. Se sacó cereal del pelo y se lo lanzo en plena cara al zorro.

 

Este, no se detuvo a explicarle que toda la culpa era de la gata, si no que prefirio responder arrojándole todo un vaso de leche, que justo estaba servido sobre la mesa.

 

- ¡¡Guerra de comida!! – grito Sakuragi a todo pulmón mientras tomaba la caja de cereal y comenzaba a lanzarle puñados de granola a Rukawa que se protegía tras un sartén, para de vez en cuando arrojarle pan de molde.

 

Nuki salió despavorida de la cocina.

 

Se arrojarón todo lo que encontraron a su paso. Frutas, arroz, verduras, harina, ázucar, pan, cereal, leche, sal, granos de café, hasta aceite; volaron como proyectiles por la cocina. Hasta que Hanamichi se mareo y cayó sentado en el suelo, pero riendo a carcajada limpia.

 

Rukawa también cayo sentado en el suelo, afirmando su espalda en el refrigerador. Estaba cansado.

 

- Menudo desastre – habló Hanamichi después de controlar su risa y evaluar el estado catastófrico en el que quedó la cocina.

 

- Deberías estar acostado...

 

- Odio estar en cama

 

- Tuviste alza de fiebre anoche y el doctor dijo...

 

-¿Doctor?

 

- ¿No oyes, menso? – increpó poniéndose de pie, teniendo cuidado de no resfalar con una posa de leche – Tuviste fiebre en medio de la noche. Tuve que llamar a un médico.

 

- ¿En serio?

 

- Estabas hirviendo... te dio un antiseptico. Y me indico que no debías levantarte por lo menos por tres días.

 

- Es demaci... cof cof cof

 

- Si no te curas, no podrás cantar en el festival.

 

- Cof... ¡Rayos! Cof cof

 

- Toma – le alcanzo un vaso con agua.

 

- ¡Puaj! Está tibia – protesto con un mohín de asco.

 

- Es lo mejor para tu garganta.

 

- Gracias por todos tus cuidados, Rukawa – eso lo tomó desprevenido, no alcanzo a controlar el sonrojo.

 

- Creo que gracias al resfrio nos hemos tratado más, y creo que hasta ya me estas cayendo bien. Incluso con Nuki habiamos acordado agradecertelo con el desayuno, pero... ya ves.

 

El pelinegro siguió sin emitir palabra.

 

- En fin, ahora me ire a sacar la comida de encima – se encamino hasta la salida.

 

¡Dile algo, imbécil, antes de que se vaya. Dile algo!” su mente lo apremio

 

- Sakuragi.

 

- Dime – éste volteo justo debajo del marco de la puerta.

 

- No hay de que – no se le ocurrio algo mejor, pero Hana le sonrió con cortesía – Y anda a...

 

- Sí, sí, ya sé. Me ire a acostar – y desapareció por el pasillo.

 

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

- ¿Te cuido?

 

- ¿Te preparo comida?

 

- ¿Vieron peliculas juntos?

 

- ¿Te cuido en la noche?

 

- ¿Llamó a un médico?

 

- ¿Tuvieron una guerra comida en la mañana?

 

A cada una de las preguntas sólo asintió con la cabeza. La gundam simplemente no daba credito a los últimos acontecimientos vividos por su lider con el zorro.

 

- Esta gatita es lindísima – Matsui chilló emocionada mientras acariciaba la barriga de Nuki recostada sobre sus piernas.

 

- ¿Te la quedaras? – pregunto fuji, que sentada junto a Matsui le acariciaba las orejas al animal.

 

- Creo que ya nadie la echará de aquí – sonrió maternalmente Hanamichi.

 

Cuando llegaron a casa de Hanamichi, fueron recibidos por un serio Rukawa que los puso de sobreaviso sobre el estado de su jefe y de las indicaciones médicas. Yohei, como buen segundo abordo, organizo al tropel y mientras las chicas conversaban con el pelirrojo, ellos subieron e instalaron en el cuarto del enfermo todos los instrumentos para ensayar en la misma.

 

- Aun no creo lo de Rukawa – exclamó Takamiya con las cejas alzadas por la incredulidad.

 

- Creelo. Se ha portado bien conmigo.

 

- Habrá que darle credito, entonces.

 

- Tampoco es para venerarlo, Yohei.

 

- Pero se ha portado bien con Sakuragi – ilustró Matsui a Okus – Tal vez este sea el comienzo del fin de su eterna rivalidad.

 

- Cuando las vacas vuelen – se burlo Noma.

 

- Eso es más probable a que si Rukawa y Hana se declaran gays y se casaran en Las Vegas .

 

En medio de las carcajadas por el comentario de Okus, apareció Rukawa por la puerta.

 

- Do’aho, es hora de tu pastilla – y con un gesto de cabeza indico la caja sobre su mesita de noche.

 

- Gracias, zorro – agradeció Hanamichi aun entre risas.

 

El pelinegro alzo una ceja cuestionador.

 

- ¿Quieres oir algo gracioso, Rukawa? – Noma se le colgo al cuello, provocando que este le mirara con mala cara – es que Hana nos contaba de todos tus cuidados de enfermero, y Okus dijo que... jajajajja... era mas probable que las vacas... jajaja... volaran a que ustedes se declararan gays y se casaran. Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja.

 

Todos nuevamente se rieron, menos el pelinegro, que se deshizo del agarre del rubio y salió de la habitación con gesto adusto.

 

- No cambio el mal humor.

 

- Que nos tratemos mejor, no quiere decir que aguante una buena broma – puntualizó el pelirrojo aun tratando de contener la risa.

 

Kaede afirmado al otro lado de la puerta, pensaba que esa había sido una broma muy cruel.

 

 

 

Fin del Capítulo número cuatro. 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Este capí me salió muy rápido considerando lo largo que está.  Mi muso amaneció ayer inspirado, además de muy tierno y gracioso, siendo el resultado este capítulo.

Un beso, cuidense... y deseenme suerte mañana... entro a trabajar y pasado a estudiar. ¡Dios!

Espero verlas a todas en el siguiente capi, gracias por sus review, no conteste por que me enfurece el servidor que no quiere cargar  las respuestas.

 

Cariños, Andre. 


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