La piedra resbaló de sus manos y sin poder evitarlo dio con la mesa.
Había tardado 4 mil años en romperse. Había durado demasiado, según el parecer de cierto airado arqueólogo castaño.
--¡Seto!—grito espantado al ver rota la piedra el estudiante universitario.
Estaba tan furioso que por el momento lo hastiaba hasta la voz de su actual pareja.
--¡¿Seto que sucedió?!¡Tu no eres así—dijo el tricolor.
--¡Tu no sabes como soy!—grito el ojos azules y furioso abandono la sala de arqueología con media exposición por desempacar.
A medio camino paso por el baño y decidio entrar al recinto.
Cabizbajo y furioso al mismo tiempo se apoyó en el lavamanos.
--¿Qué rayos me sucede?—se preguntó furioso consigo mismo por su proceder.
Había destruido una valiosa pieza de arqueología y le había gritado a esa persona que permanecía junto a él.
La respuesta relumbró en su cabeza.
“Wheeler”.
La culpa de todo la tenía el rubio por su proceder mal sano.
“Ese idiota”,se dijo.
Recordaba perfectamente verlo de nuevo en brazos de otro.
Lo que mas le enfurecía era que después de tanto tiempo seguía afectándolo. Creía haber dejado de sentir cualquier cosa por ese traidor.
Sin embargo. Ahí estaba. Enredando su mente. Y su corazón.
“Te odio, idiota”, quería gritarle pero la parte aun razonable de su mente le exigía repensar esa acción porque podía atraerle consecuencias inesperadas.
Un poco mas calmo decidió ir por Yugi a disculparse con él.
En el momento en que tomó el pomo de la puerta este giró por motus propio, sorprendiéndole.
Tras la puerta aparecieron unos ojos melados que se abrieron mucho al verle.
--Seto yo..—le dijo.
Sin esperar trató de irse empujándole.
Extrañamente se sentía ahogar.
El rubio se negó a perder la oportunidad de hablarle nuevamente.
--Espera Seto. Debes oírme. Todo fue un error—dijo Joey pero Seto no le oía ya.
Para detenerlo el de ojos mieles había agarrado la mano que pretendía apartarle logrando con ello el primer contacto franco de dos pieles que tiempo antes se amaran con tanto fervor.
Seto sintió una electricidad recorrerle la piel desde la mencionada mano hasta la columna vertebral.
Una voz ahogada preguntó a Wheeler--¿Qué quieres de mi?¿Que te perdone? Eso es imposible y tu lo sabes—.
Joseph se lo quedó mirando.
--No sé que deseo. Sólo se que tengo que estar a tu lado. Sólo contigo me siento completo—le respondió Joey sin dilación trastocando0 el ser del castaño.
--Pues eso lo tuviste. Lo siento pero perdiste tu oportunidad. Lo tuviste todo y ahora ya no eres nada para mí—contestó el de ojos de hielo furioso con él y consigo mismo por parecer tan débil ante sí. Porque ese fútil contacto con él había logrado estremecerlo y reabrir así sensaciones que el creía muertas y enterradas.
Trató de seguir su camino después de pasar a su lado pero la voz del otro lo detuvo.
Una pregunta inconcebible y esperable a la vez.
--¿Me odias?—preguntó el rubio con voz temblorosa.
Después de un momento de poner en orden sus ideas el castaño respondió—Ya te lo he dicho. Ya no siento nada por ti. Pero si vuelves a cruzarte en mi camino lo de la otra vez será una manita comparada con la paliza que te daré—amenazó Kaiba antes de marchar.
Comía con desgano mientras a su lado en la mesa de la cafetería Tristán hablaba sin parar sin saber que no era oído.
Joey pensaba en la última vez que viera los ojos del CEO.
No estaban impávidos.
Eran ojos llenos de resentimiento y furia.
“…no siento nada por ti…”
Esa frase le sabía a mentira.
Esos no eran los ojos del que no siente nada.
Después de todo ese tiempo estando alejados.
Aún con alguien a su lado.
Seto sentía rencor por él.
“No se olvida lo que se ama”, escuchó una vez.
Ël no había olvidado a Seto.
Y Seto no lo había olvidado a él.Eso era mas que seguro.
--Me ama—susurró bajito a nadie en particular.
--¿Qué?—preguntó Tris confuso.
--Nada—dijo el rubio sin ganas de explicarle.—Debo irme—explicó levantándose del asiento.
--Pero..—dijo su compañero.
--Te veo luego en el trabajo—dijo el rubio sacando su abrigo del respaldo del asiento.
Sacó billetes de su bolsillo y pago su cuenta para salir bajo la atenta mirada del otro.
--No sigas guardando falsas ilusiones—dijo el castaño una vez solo.--Yo estoy aquí—añadió mirándolo a través del ventanal.—El no te ama. Es sólo un sueño tuyo. Que llegara a un mal final. Espero que cuando lo entiendas sepas elegirme a mi—añadió pensativo mirándolo subir rapido a un bus que justo paraba en la parada frente a la cafetería.