Había pasado el portal del museo corriendo cuando se detuvo.
“¿Qué estoy haciendo?” se preguntó el castaño después de detenerse.
Miró al museo a sus espaldas y decidió que no volvería dentro.
Levanto una mano y consiguió un taxi para volver a su casa mientras no lejos de allí un rubio dejaba de correr.
--¿Por qué rayos todo se esta desmoronando de nuevo?—se preguntó y al voltear vio a Seto subir a un taxi.
Pensó en gritarle pero estaba tan lejos y el tan cansado por la carrera.
--Mañana trataré de hablar con él—se prometió.
--¿De que hablas?—preguntó el rubio al otro día frente a Yugi.
--Se ha ido. Lograste que se fuera—dijo el mas bajo con desdén.--Ayer era su última noche trabajando para el museo—añadió furioso.
--No. No puedo perderlo ahora—se dijo el sorprendido ojos mieles. Sentía que el mundo se le venía encima. Perder de nuevo la noción de donde estaba Seto no era lo esperado.
--Lo perdiste hace mucho. Debiste darte por vencido y dejarlo en paz. De haberlo hecho el seguiría aquí—exclamó Motou.
--Donde….¿Donde se irá?—preguntó el mas alto tratando de no perder el control.
--¿Por qué te lo diría?—preguntó el tricolor.
--Porque soy el único capaz de hacerle feliz—dijo el ojos mieles con decisión.
--Pues has hecho un excelente trabajo hasta ahora—dijo con ironía el tricolor.
--Aún así yo soy el único para el y tu en el fondo lo sabes. Dime donde diablos irá o él también será infeliz de por vida—exclamó Wheeler.
El aeropuerto estaba atestado de pasajeros que deambulaban buscando mostradores, sillas , baños o puertas de embarco y de gente que esperaba el arribo de sus seres queridos o de alguna persona relacionada con sus negocios.
Joey se vio perdido en ese mar de gente por al menos quince minutos.
Al final encontró el mostrador de la compañía correcta.
--Por favor dígame—pidió a una de las encargadas de dicho mostrador.—Necesito saber si el vuelo A07 con destino a Estados Unidos ya partió—aclaró.
La empleada verificó.
--No. Esta preparándose para despegar en 10 minutos—dijo ella.
--¡Que bien! ¿Podría venderme un boleto?—preguntó el ojos mieles sacando su billetera.
--Lo siento pero no podrá ser. Se nos prohíbe vender desde quince minutos antes del despegue—informó ella.
El la miro con mirada felina.
--Estoy seguro de que eso puede arreglarse—dijo Joey alargando su mjano al mentón de la muchacha.
Desabrochó su cinturón cuando el mensaje en la pared lo permitió.
Se levanto y de inmediato fue en su busca.
--Señor no puede rondar entre secciones—le informó una auxiliar de vuelo.
--Perdón señorita. Es que estoy buscando a mi esposa. Creo que me engaña con mi mejor amigo—le explicó el con apenada cara.
Ella se sorprendió y se enterneció.
¿Quién podría engañar a un esposo tan guapo?
Siguió su búsqueda con la venia de la azafata y así lo encontró.
Dormía por eso se atrevió a acercarse.
De pronto una mano lo tomo del brazo y lo jalo al regazo del castaño.
--¿Creíste que lo dejaría todo así?—preguntó Kaiba abriendo sus ojos azules para mirarlo con firmeza.
De un salto despertó.
--Si no te importa quiero mi brazo—dijo una voz de hombre.
--Oh, lo siento. Yo…--dijo el rubio soltando el brazoi del passajero sentado a su lado.
Era un hombre de cómo 30 años de cabello negro y ojos café.
--¿Extrañas a Seto no?—preguntó el otro pasajero descolocando al ojos mieles.
--¿Qué?—preguntó Wheeler.
--Es lo que decías—dijo el que estaba a su lado. Entre sueños repetías ese nombre.
Las mejillas del rubio se colorearon.
--Eto. No se si lo extraño. El está aquí—dijo algo confundido el rubio.
--¿Y entonces por que no esta aquí a tu lado? Si no pudieron conseguir asientos contiguos yo… —dijo el pelinegro.
--No. No es eso—dijo con rapidez el ojos mieles.—Es que el no quiere verme—dijo con tristeza después.
--¿Por qué?—preguntó interesado su acompañante.
--Porque cree que le engañe—dijo el rubio con tristeza en la mirada.
--Y no es cierto—dijo el otro a continuación pero al no recibir respuesta y ver que Wheeler mantenía la mirada apartada dedujo de que era lo contrario.—Ya veo—solo dijo.
--Es muy orgulloso y aunque pasen mil años no me perdonará del todo—dijo el.
--Del todo significa que ya te perdonó algo—dijo el extraño.
--Pero la regué de nuevo—dijo cabizbajo el otro.
--¿En verdad lo quieres eh?—preguntó el otro.
--Daría todo por no haber sido tan idiota—dijo el rubio.