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El regreso del Club de los Inadaptados por DagaSaar

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Notas del capitulo:

Kanon toma una decisión, a Saga no le hace gracia. Poseidón entrega un regalo peligroso a Atenea. Los rescatadores reciben una acción disciplinaria. Shion y Saori tienen una conversación sobre la familia. Y Afrodita descubre el lado más incómodo del insomnio de Saga.

Capítulo ocho

No hay buena obra que quede sin castigo

 

O, lo que es lo mismo

Las consecuencias de un rescate mal organizado

 

 

Caballeros y Shoguns se quedaron inmóviles, sorprendidos por la llegada casi simultánea de ambos dioses. Poseidón los miraba severo desde las gradas que conducían al templo, mientras que Saori, seguida por Shion, se acercaba por el camino principal.

-Esta no es forma de recibir a los visitantes. Pido perdón por la poca hospitalidad de mis Shoguns –dijo Poseidón en tono cordial tan pronto como Saori estuvo al pie de la escalinata.

-Tampoco esta es forma para llegar de visita. Pido perdón por el poco tacto de mis Caballeros –respondió Saori, con una sonrisa-. Algunos de ellos están preocupados por la salud del segundo Caballero de Géminis.

-¿Cómo? ¿Hay dos caballeros de Géminis? –Poseidón fingió sorpresa-. Hubiera jurado que solo tienes una armadura para ese signo. En cualquier caso, no conozco a ninguno de tus caballeros de Géminis.

-¡¿Qué?! –exclamó Saga.

-¡Cálmate! –susurró Shion, al tiempo que lo sujetaba por un brazo-. Atenea está tratando de resolver esto por la paz, no le pongas obstáculos.

Kanon suspiró y salió de su escondite. Todas las miradas se concentraron en él tan pronto como los demás escucharon sus pasos.

Los otros Shoguns, pese a estar sorprendidos de verlo aparentemente ileso después de la escena con Poseidón, reaccionaron con rapidez al advertir que llevaba puesta una vez más la escama del Dragón Marino, y tomaron los lugares que les correspondían en las ocasiones solemnes: Isaac, Io, Krishna y Tethys se colocaron a la izquierda de Poseidón; Sorrento, Baian y Caza se ubicaron a su derecha, dejando libre el espacio que debía ocupar Kanon. Éste, cuando llegó con ellos, se detuvo un momento en el sitio reservado para él, completando el semicírculo, pero enseguida se adelantó unos cuantos pasos, se volvió hacia Poseidón y, luego de quitarse el yelmo, se inclinó en un saludo formal.

-Si Su Majestad lo permite, quisiera hablar un momento con mi familia.

-Adelante, Shogun del Atlántico Norte.

Kanon fue hacia adonde estaban Saori, Saga y Shion, y saludó con la misma formalidad respetuosa que había usado con Poseidón.

-Princesa Atenea… ¿Recuerda que le dije que meditaría su sugerencia?

-Sí, ¿llegaste a una decisión?

Kanon asintió, su rostro no expresaba emoción alguna.

-Debo rechazar su oferta, Alteza. Este es el lugar al que pertenezco.

-¿Por tu propia y libre voluntad? Tengo razones para creer que fuiste secuestrado a las puertas de mi Santuario.

-Algo de eso hay. Pero he decidido quedarme.

Saga se adelantó hasta quedar frente a Kanon, se quitó el yelmo y lo miró a los ojos. La mayoría de los presentes nunca los había visto igual de serios al mismo tiempo, pero la sincronía, que había estado manifestándose desde el regreso finalmente había llegado a un punto en el que era perfecta, y todos tuvieron la sensación de estar contemplando un juego de espejos en lugar de dos personas distintas.

-Dime que eso fue una de tus bromas –dijo Saga, con voz neutra.

-Lo siento, hermano.

-Vine a buscarte.

-Y te lo agradezco. Pero debo quedarme.

-¿Por qué?

-Soy necesario aquí.

-¡También eres necesario en casa!

-Pagué mi deuda con Atenea y la Orden, pero todavía tengo una deuda con Poseidón y con cada uno de los shoguns… Eres ante todo un hombre de honor, sabes que debo quedarme y reparar el daño que causé.

-Tú y yo todavía no hemos terminado de ajustar cuentas.

Un chispazo de humor brilló por un segundo en los ojos de Kanon, pero se apagó de inmediato.

-Sabes tan bien como yo que no terminaremos nunca.

Siempre en sincronía, cada uno levantó una mano para apoyar la palma contra la de la mano del otro, como si en realidad tocaran un espejo.

-No pensarás quedarte aquí para siempre ni todo el tiempo –dijo Saga, con un tono repentinamente autoritario. Kanon sonrió.

-Iré a verte en mayo. Ten paciencia.

-Hace casi treinta años que lucho por tener paciencia contigo.

-Todavía no eres un joven de treinta y ya hablas como un anciano de veintinueve.

Saga sacudió la cabeza y se apartó de él (con algo de brusquedad) para volver al lado de Shion.

Kanon inclinó cabeza por un momento, pensativo; luego miró a Saori, que le sonrió.

-Veo que has sido reconocido oficialmente como el primero de los Shoguns –dijo ella, tocando ligeramente la orla dorada de su capa.

Él se encogió de hombros casi imperceptiblemente.

-Su Alteza probablemente conoce el refrán: “Dijeron a Gedeón: te han nombrado mayordomo…”

-“Y Gedeón respondió: entonces aumentarán mis responsabilidades y disminuirá mi salario”. Imagino que mi tío no pondrá objeciones a que mantengas contacto con tu familia.

-De hecho, sobrina, me aseguraré de que se comunique regularmente. Sospecho que, de otro modo, se multiplicarán las visitas inesperadas –dijo Poseidón.

-Entonces solo me queda decir que Kanon será bien recibido en mi Santuario en el momento en que quiera volver.

Poseidón sonrió levemente.

-En el momento en que desee irse, no lo retendré. Bien, me alegra que todo haya quedado claro.

Saori lo miró sombría y Poseidón sonrió plácidamente.

-Para mí no queda claro –murmuró MM.

-Antes de que te marches, tengo un regalo para ti, sobrina –dijo Poseidón-. Tethys, la vasija, por favor.

Saori contempló intrigada la humilde vasija de arcilla que Tethys le llevó de inmediato.

-¿Qué es?

-Cuando envié las armaduras de Oro al Hades, saqué algo de ahí también. Esa vasija contiene las almas de los caballeros de Plata y Bronce que perdiste el año pasado.

Saori se esforzó por sonreír, pero la amenaza velada era fácil de captar. Aquellas almas habrían sido rehenes si ellos hubieran insistido en llevarse a Kanon.

-¿De eso se trata? ¿Tú a cambio de ellos? –murmuró Saga, sin apartar sus ojos de los de su hermano.

-No sabía nada de esto –respondió Kanon, también en voz baja-. En serio, no lo sabía.

Saori tomó la vasija con cuidado y se la entregó a Shion.

-Gracias –dijo ella, con voz ligeramente temblorosa. Una mirada de Poseidón le dijo todo lo que necesitaba saber: estaban a mano… más o menos… y por el momento. Cualquier intento por discutir su derecho a reclamar al Shogun del Atlántico Norte redundaría en un serio problema para ella, porque al aceptar la vasija se estaba convirtiendo en cómplice de un robo sobre el cual Hades quizá tendría una o dos cosas que decir cuando se recuperara de sus heridas, pero aquellas almas eran un tesoro demasiado valioso como para rechazar el regalo.

-De nada, querida sobrina, ven a visitarme cuando quieras –Poseidón hizo un gesto con la cabeza, indicándole que podía retirarse. Atenea podía ser la primogénita del rey de los dioses griegos, pero Poseidón era el hermano mayor de dicho rey y tenía derecho a exigirle un poco de respeto a las divinidades más jóvenes, especialmente en su propia casa. Saori tenía suerte de que no tuviera intención (todavía) de reclamar el que hubiera encerrado su alma durante el siglo XVIII en una vasija no muy diferente de la que acababa de regalarle... ¿eso último sería una indirecta?

Saori hizo una breve reverencia ante Poseidón, permitió que Kanon le besara la mano y se retiró, seguida por Saga.

-No te metas en problemas –le dijo Shion a Kanon, con tono suplicante.

Kanon enarcó una ceja, pero ya Shion le había dado la espalda y se alejaba tras Saori y Saga.

-¿Puedo rogarles que cuiden a mi hermano? –le preguntó a los Caballeros de Oro y Bronce que se quedaron atrás.

-Hace años que Lucy no hace otra cosa –gruñó MM con aire de fastidio-. Si eso es todo lo que tienes que decirnos, podíamos habernos ahorrado el venir hasta acá.

-Oh, no. Me falta una cosa más.

-¿Qué?

-Gracias, Angello.

-Bah.

-Y gracias, Lucien.

-De nada. No te preocupes por Saga. Estará bien.

-Confío en ti. Cuiden también a los niños.

-Nosotros ya podemos cuidarnos solos –gruñó Jabu.

-Eso crees tú.

-Cuídate –dijo Shun.

-Lo haré. Gracias, Shun. Gracias, Jabu. Los veré pronto.

-En mayo –dijo Jabu.

-Correcto.

-Más vale que no se te olvide, o vendremos a buscarte –apuntó MM.

Los inadaptados se marcharon y fue el turno de Aldebarán y Mu para despedirse.

-Imaginé que ellos vendrían, pero a ustedes no los esperaba –dijo Kanon-. Gracias.

-Yo no esperaba ver a Saga asustado por cosa alguna –replicó Aldebarán-. ¿Eso es parte de tener hermanos?

-Junto con los pleitos sin motivo, los berrinches inesperados y contagiarse mutuamente la varicela. A un hermano se le ama y se le odia, a veces en forma simultánea.

-Gracias al cielo que soy hijo único, hasta donde he podido enterarme.

Luego de darles las gracias a ellos también (y a Kiki, que tartamudeó un poco, sorprendido de que recordara su nombre), Kanon regresó con los Shoguns.

Todo estaba en paz en la Tierra y el Mar.

…Más o menos… y por el momento.

-Vamos adentro –dijo Julián cuando el último cosmos ajeno al reino submarino dejó de percibirse. Al parecer, Poseidón se había retirado por el momento.

Los otros Shogun se despidieron formalmente y cada cual marchó a sus labores (que debían estar bastante atrasadas luego de tantas interrupciones) y Kanon se quedó a solas con él, circunstancia que aprovechó para mirarlo con enojo.

-Si hubiera dicho que no a tu propuesta, ¿habrías intentado comprarme? –preguntó, dejando claro que estaba resentido.

-¿Cómo dices? ¿Piensas que habría sido capaz de poner a tu propia hermana en el dilema de elegir entre conservarte y recuperar a cincuenta de sus caballeros? –replicó Julián en un tono falsamente inocente.

¿Tantos?... Un momento, ¿su propia hermana? ¿Julián sabía eso también? Poseidón y él realmente que se habían dedicado a investigar…

-Sí, te creo capaz.

-¿Acaso crees que fue mi idea y no de Poseidón?

-Sin duda fue idea tuya. Él es más directo.

-¿Me crees así de maquiavélico?

-Sí.

-Bueno, he tenido un buen maestro.

-No me cabe duda.

-Qué suerte que aceptaste, ¿no?

-¿Por qué?

-Porque ellos habrían dicho “no hay trato”, te habrían sacado de aquí y luego regresarían todos para robar la vasija, con lo que empezaría otra guerra… -Kanon lo miró boquiabierto y Julián le sonrió, radiante-. ¿Qué? No habrás pensado siquiera que ella te habría vendido, ¿o sí?

-Hum…

-Vamos, Kanon, de haber estado en su lugar, ¿tú la habrías vendido a ella?

-Eh…

-Qué bueno que no tendremos que averiguar eso tampoco, ¿verdad?

Luego de un largo (y alarmado) silencio, Kanon consiguió responder.

-…Verdad.

-¡Hasta que dijiste una palabra completa! No puedo creer que logré dejarte mudo.

-…No te acostumbres.

-¡El cielo me libre de acostumbrarme a algo así de bueno! Se volvería aburrido y yo me prometí hace años que disfrutaría todo lo que pudiera cada vez que lograra dejarte sin palabras. Van dos, ahora tengo que planear la tercera.

Kanon sacudió la cabeza, fingiendo exasperación, pero en realidad estaba preocupado. Había sorteado la mayor parte de los escollos con Julián y Poseidón, pero todavía le faltaban los otros Shoguns, especialmente Sorrento.

Si los conocía bien, lo buscarían uno por uno para tener conversaciones privadas (o discusiones, o duelos) en la forma más discreta posible. Sería un proceso lento, trabajoso y complicado.

Tardaría por lo menos unas cuantas semanas en aclarar las cosas con todos ellos.

 

El Santuario de Atenea

Shion, que no había dicho una sola palabra en todo el camino de regreso hasta el Palacio, depositó cuidadosamente la vasija en la primera mesa que encontró y dio media vuelta con todo dramatismo para enfrentar a los responsables del dolor de cabeza que estaba sintiendo en ese momento.

-Está de más decirles que se han ganado un castigo –declaró.

-¿Quiénes, nosotros? –replicó MM, fingiendo sorpresa.

-No intentes hacerte el gracioso, Cáncer –advirtió Shion, conocía demasiado bien esa maniobra: MM trataría de hacerlo enfadar y luego de que lograra hacerlo perder el control, estaría demasiado avergonzado como para castigarlos.

-Shion tiene razón –intervino Saori, con una severidad desacostumbrada en ella-. Cometieron una imprudencia que no solo puso en peligro a la persona que pretendían rescatar sino que además sus acciones fueron suficiente como para iniciar una nueva guerra sagrada. Podemos estar agradecidos por el hecho de que Poseidón no estaba interesado de momento en algo así. Me temo, Caballeros que esta vez tendrán que recibir un correctivo.

-¿Y qué va a hacer? ¿Enviarnos a la cama sin cenar? –dijo MM, burlón.

Antes de que Saori pudiera responder, Tatsumi empezó a hablar.

-¡Irrespetuoso! ¡Si la Señorita lo permite, yo mismo me aseguraré de que su castigo sea ejemplar!

Los Caballeros de Oro y Kiki lo miraron con diversos grados de extrañeza, pero los de Bronce palidecieron.

Sin embargo, lo más preocupante para Saori fue que el cosmos de Shun empezó a elevarse peligrosamente, casi fuera de control.

MM y Afrodita intercambiaron una mirada de asombro. La expresión de Shun en ese momento no era nueva para ellos, cada uno la había visto antes en el otro y sabían demasiado bien lo que significaba.

No necesitaban más para ponerse de acuerdo. MM le dio una palmada en el hombro a Jabu y señaló a Shun con la cabeza. Acto seguido, los dos Caballeros de Oro se colocaron entre los dos de Bronce y Tatsumi, dejando claro que el secretario tendría que superarlos a ellos primero si quería acercarse a los más jóvenes.

-Shun… Shun, tranquilo. Ya no está tratando con niños a los que puede azotar cuando le venga en gana –dijo Jabu, lo más bajo que pudo, consciente de que Ikki no estaba cerca de ahí para calmar a su hermano en caso de que perdiera el control.

Saga frunció el ceño y se colocó junto a MM y Afrodita, mirando con fijeza a Tatsumi. No le habían gustado las palabras de ese hombre ni la reacción de los Caballeros de Bronce, y le gustó todavía menos la forma en que Tatsumi retrocedió ante su avance, como si pretendiera esconderse detrás de Saori.

-Tatsumi, ¿serías tan amable de ir a mi oficina y averiguar si he recibido alguna llamada de Japón? –dijo Saori.

-P-por supuesto, Señorita.

Shion esperó a que saliera antes de moverse de su sitio. Hasta entonces no había prestado mucha atención al secretario de Saori, pero en ese momento tenía la seguridad de que entre más lejos estuviera de la Orden, mejor. Y si había que juzgar a partir de las palabras de Jabu, por ningún motivo lo quería cerca de los aprendices.

Pero primero necesitaba poner orden con su grupito de rebeldes sin causa.

Jabu seguía hablándole en voz baja a Shun, que ya parecía más tranquilo pero seguía bastante pálido, y Saga, MM y Afrodita no se habían movido de su lugar, como si hubiera una razón de peso para continuar escudándolos.

-Tendré en cuenta tu sugerencia, Cáncer –dijo Shion, con voz calmada-, pero me parece que primero itentaré seguir el procedimiento común.

-Maestro, si me permite decir algo… -intervino Afrodita.

-Mientras no sea para sugerir que los mande quedarse de pie en un rincón.

-Cielos, no. Es solo una observación.

-Dime.

-Cometimos una falta a la disciplina y afrontaremos las consecuencias, sin embargo, creo que debe tener en cuenta el hecho de que los más jóvenes del equipo no nos acompañaron por iniciativa propia, sino porque los mayores los incitamos a hacerlo.

Ajá. Eso era tan verosímil como anunciar un ataque aéreo perpetrado por un escuadrón de vacas voladoras. Al parecer, los inadaptados ni siquiera iban a molestarse en formular aunque fuera una mala excusa.

Shion se cruzó de brazos y le sonrió a Afrodita.

-De acuerdo, supongamos que es cierto. Eso dejaría libres del castigo a Appendix, Unicornio y Andrómeda.

-Y también a Aries y Tauro –dijo Afrodita.

-¿A ellos? ¿Por qué?

-Ambos tienen veinte años. Los estatutos de la Orden establecen la mayoría de edad en 21 años. Por lo tanto, solo Géminis, Cáncer y yo seríamos merecedores de una sanción.

Luego de unos instantes de perplejidad, Aldebarán estalló en carcajadas.

-¡Por favor, no me defiendas, que vas a matarme de risa! –exclamó cuando pudo controlarse un poco-. ¿Seguro de que es el mejor argumento que se te ocurre?

-Nuestro experto en intrigas está con Poseidón, tendrás que conformarte con lo que pueda aportar yo –respondió Afrodita.

-Sí, puedo notar la influencia de Kanon –dijo Shion, sin dejar de sonreír-. Dejando aparte el hecho de que los Caballeros de Bronce de esta generación han demostrado ampliamente (y en más de una ocasión) una clara tendencia a hacer lo que creen apropiado en lugar de lo que se les manda, y que Tauro y Aries poseen (o deberían poseer) suficiente criterio a pesar de su, ejem, “extremada” juventud, supongo que podría aceptar tu argumento.

Afrodita lo sorprendió con una sonrisa agradecida.

-En cuanto a Géminis…

-Alto ahí, Piscis –Shion levantó una mano-. Quizá te conceda cinco de ocho, no exageres. Usaste la edad para defender a los otros, ¿debo recordarte que Saga es, con mucho, el mayor de ustedes y el que se supone debe darles el ejemplo?

-Eso nadie lo discute, Maestro –dijo Saga, adelantándose a cualquier posible respuesta de Afrodita-. Pero Tauro y Aries son testigos de que Cáncer y Piscis querían esperar una orden de Atenea, fui yo quien los obligó a seguirme.

-Ah. ¿Quieres asumir tú solo la responsabilidad, Géminis?

-Es lo correcto.

-Tal vez, pero no voy a darte oportunidad de jugar al mártir. Como ya dije, tomaré en cuenta la sugerencia de Cáncer y los argumentos de Piscis, pero aunque tú podrías alegar en tu defensa la preocupación por tu hermano (que es justo lo que, imagino, iba a decir Piscis en tu favor), ellos no tienen ninguna excusa. Son capaces de distinguir lo bueno de lo malo y deberían haberte detenido en lugar de seguirte. Tienen que hacerse responsables de sus actos.

Hizo una pausa y miró uno a uno al grupito problemático. Al menos tuvieron la decencia de no sostenerle la mirada.

-Kiki de Appendix.

-¿P-Patriarca Shion?

-Tu Maestro te ha dado hoy un pésimo ejemplo y te permitió además correr un riesgo innecesario. Debería considerar el asignarte un nuevo Maestro.

-¡Maestro! –exclamó Mu, alarmado.

-Dije “debería”. Y si una situación como esta llega a repetirse, puedes estar seguro de que lo haré. De hecho, Mu, me sorprende que se te haya asignado un aprendiz siendo uno de los miembros más jóvenes de la Orden.

-Eso fue… -empezó a decir Saga.

-Silencio, Géminis. Espera tu turno. Como iba diciendo, Kiki, por esta vez no serás castigado, pero espero que tengas en cuenta las palabras de Atenea y que tú no repitas la imprudencia de tu Maestro.

-No, señor. Eh… gracias.

-Puedes retirarte.

-¿No puedo esperara al señor Mu?

-Espéralo afuera.

-Sí, señor. Con permiso.

Tan pronto como Kiki salió, Shion se volvió hacia Mu.

-Estoy decepcionado –declaró.

-Maestro… lo siento…

-¿Ahora lo sientes? Ya, no digas nada más, sé que eres sincero, pero había llegado a creer que dominabas mejor que eso la impulsividad característica de nuestro signo.

-No se repetirá.

-Promesas, promesas. Tauro, a ti te creía más firme.

-Como usted dijo, Patriarca, no tengo excusa –Aldebarán sonrió-. A diferencia de Mu, no puedo decir que esté muy arrepentido, eso sería mentirle.

-¿Sí? Bueno, lo tendré en cuenta también. Ustedes dos, Unicornio y Andrómeda estarán bajo las órdenes del jefe de cocineros a partir de mañana al amanecer y por el espacio de una semana.

Shun y Jabu lo miraron sorprendidos, pero advirtieron las expresiones de congoja que habían adoptado Aldebarán y Mu en forma casi instantánea.

Aún no lo sabían (tendrían una semana entera para averiguarlo), pero el jefe de cocineros del Palacio era un hombre bastante viejo, el antiguo Caballero de Bronce de Fornax, ya retirado, y con un carácter estricto que lo habría hecho un Maestro de los más admirados si su pasión hubiera sido la guerra y no la cocina. Pasarían siete días pelando chícharos y papas, cortando verduras (en el tamaño y la forma exacta ordenada por el cocinero, so pena de tener que cortar y cortar una y otra vez hasta que salieran perfectas) y ayudando a cocinar… con la amenaza de tener que comer ellos mismos lo que no alcanzara los estándares del cocinero.

Pero eso no era lo peor.

-¡Ese es un castigo para niños! –exclamó Aldebarán sin poder contenerse. Toda la Orden sabía que trabajos forzados en la cocina era el castigo reservado a los niños malcriados. Algunos, como MM, habían pasado en la cocina la mitad de su infancia.

-Sí, lo es –dijo Shion-. Puedes darle las gracias a Piscis por eso.

Afrodita estaba boquiabierto.

-¡No era mi intención…! –exclamó.

-Sé que no lo era –dijo Shion-. Pero aportaste un buen argumento, eso hay que aceptarlo. En cuanto a ti y Cáncer…

-Oh, rayos –murmuró MM.

-Creo que al ama de llaves del Palacio le vendría muy bien la ayuda que puedan prestar dos jóvenes fuertes, hace tiempo que quiere hacer una limpieza a fondo de todo el edificio principal y va a necesitar quién la ayude a mover muebles y fregar pisos.

-No, un momento –exclamó Saga.

-Espera tu turno, Géminis –dijo Shion, con tono de amenaza.

-Sólo quedo yo, ¿no? Afrodita no está en condición de mover muebles o fregar pisos, Asclepio…

-Pero sí estuvo en condición de acompañarte al Santuario Submarino y participar en una batalla en la que sin duda arriesgó la vida, ¿no? Después de eso, ¿es mucho ayudar a fregar?

-Él no…

-Saga, por favor, no me defiendas. ¿Acaso quieres que me mande a la lavandería? –dijo Afrodita, mortificado.

-¡No es justo! –insistió Saga.

-¡Es justo! –replicó Afrodita-. Nadie me tiene siguiéndote como un idiota.

Eso le sentó a Saga como una bofetada.

-No creo… -murmuró, pero la mirada de Shion le impidió completar la frase.

-En cuanto a ti, Géminis… sí, ahora es tu turno, vas a hacer un inventario de las cosas que están acumuladas en el quinto sótano del Palacio. Hay una cantidad de cachivaches ahí que no recuerdo haber visto la última vez y quiero que limpies y organices lo que sirve y mandes el resto a la basura. Entre más pronto termines, mejor para ti.

Saga hizo un cálculo rápido. Trabajando de sol a sol, bien podría durar un mes en terminar. Si tenía suerte. Y tendría que trabajar entre polvo y telarañas. Apretó los dientes y asintió con brusquedad, dando a entender que aceptaba su castigo sin réplica.

-¿Cuentan mis decisiones con la aprobación de Atenea? –preguntó Shion.

-Eh… sí, por supuesto –dijo Saori.

-Gracias. Pueden retirarse, Caballeros.

-Alabados sean los dioses –gruñó MM-. Llegué a temer que nos pusiera a encerar las escaleras.

-Por cierto, Cáncer… -dijo Shion, como si hubiera recordado algo de repente.

-¿Sí?

-te vas hoy a la cama sin cenar.

-…Rayos.

Las cosas no terminaron ahí. Al momento de abrir la puerta, encontraron a Kiki y Polemos enfrascados en una pelea. O más bien, a Kiki dándole una golpiza a Polemos, que apenas levantaba un poco las manos intentando en vano protegerse la cara.

-¡¿Kiki?! –exclamó Mu.

Un instante después, Kiki pataleaba en el aire, atrapado por el poder de su Maestro.

-¡Déjeme, señor Mu! ¡Él fue quien nos acusó!

Polemos, que seguía en el suelo, levantó la cara al escuchar eso. Uno de sus lentes de contacto había desaparecido, con lo que produjo en Kiki una sensación extraña cuando lo miró con un ojo castaño y otro rojo, las lágrimas se deslizaban silenciosas por sus mejillas.

-Era necesario, en serio… -dijo, con tono lastimero.

Kiki respondió con unas cuantas groserías que hicieron palidecer a Mu. ¿En qué momento había aprendido ese niño a expresarse en una forma tan vulgar?

-¡Silencio! –Ordenó Shion-. Kiki de Appendix, lo que Polemos hizo fue lo más correcto. Deberías darle las gracias.

Luego de mirar fijamente al Patriarca por unos instantes, Kiki concentró de nuevo su atención en Polemos.

-Lo planeaste así desde un inicio. Viniste aquí a provocarme con la única intención de hacerme quedar mal, desgraciado… -siseó.

-Mu, tu discípulo acaba de ganarse una semana en la cocina. Llévatelo antes de que empeore su situación –ordenó Shion fríamente.

-Sí, Maestro.

-Aldebarán, ¿serías tan amable de llevar a Polemos con Shura?

-No hay problema, Patriarca Shion.

-Antes de que se marchen… necesito hablar con Afrodita, Máscara Mortal, Shun y Jabu –dijo Saori de repente.

Los aludidos intercambiaron miradas de sorpresa, pero obedecieron y volvieron a entrar al despacho de Shion.

-Shion, ¿nos acompañas un momento, por favor? –añadió Saori.

-Por supuesto, Alteza.

Saga contempló por unos instantes la puerta, luego de que ésta se cerrara dejándolo afuera.

¿Qué tendrían que hablar por aparte con ellos?

 

A medio camino entre el Palacio y la Casa de Cáncer

Un rato después, MM y Afrodita bajaban las escaleras de mala gana.

La larga conversación con la diosa y el Patriarca no le había sentado bien a MM, que odiaba sentirse atrapado.

-Ya verás que todo sale bien –dijo Afrodita, al tiempo que cambiaba de mano el maletín que llevaba consigo.

MM le dirigió una mirada sombría. A pesar de que se esforzaba por disimularlo, Afrodita lucía fatigado. Tenía que estarlo, entre el veneno desconocido y el alicorno, su cuerpo se había debilitado bastante y el esfuerzo de participar en un combate, aunque breve, debía tenerlo exhausto. Ya debería estar durmiendo, si no quería que el día siguiente, cuando empezarían con la limpieza, terminara todavía peor.

-¿En serio crees que las cosas mejorarán?

-Por supuesto. Todo ocurre para bien, ¿no? –Afrodita le sonrió, pero eso no sirvió para mejorar el humor de MM.

-Más te vale que me digas quién eres y dónde diablos escondiste el cadáver de Afrodita.

-¿De qué estás hablando?

-De tu extraña actitud allá dentro. Le sonreíste al viejo.

-Ah, eso. Solo estaba siguiendo un consejo de Kanon –Afrodita suspiró-. Por mucho que me duela admitirlo, si vamos a sobrevivir aquí, necesitamos aliados, ¿quién mejor que el Patriarca?

-Sobrevivir aquí, dices… Lucy, ¿te das cuenta de que no tenemos por qué quedarnos?

-No tenemos a dónde ir.

-Te equivocas. El Caballero de Piscis y el Caballero de Cáncer no tienen a dónde ir, pero Lucien Fiskarna y yo podríamos conseguir trabajo en casi cualquier parte que se nos antojara. A diferencia de otros miembros de la Orden, tenemos identidades en el mundo exterior, documentos en regla, pasaportes y todo eso. Hasta hace un año, abandonar la Orden se pagaba con la muerte, pero si hoy quisiéramos irnos, ¿quién nos detendría?

-Nadie, supongo. Uno que otro más bien se alegraría de que nos fuéramos.

-¿Ves lo que te digo? Ya no hay nada que nos retenga.

-Excepto que dejaríamos solos a Shun y a Jabu.

MM le sostuvo la mirada.

-Son perfectamente capaces de cuidar de sí mismos. Y Shun tiene un hermano mayor, por si eso no fuera suficiente.

-Cierto. No nos necesitan, ¿verdad?

Hubo un rato de silencio durante el cual Afrodita esperó pacientemente. La incomodidad de MM creció con cada segundo hasta que, finalmente, estalló.

-¡No estarás insinuando que nosotros los necesitamos a ellos!

-¿Nosotros? No, Angello, nunca hemos necesitado a nadie. Es más, ni siquiera nos hemos necesitado jamás el uno al otro.

-Eso fue un golpe bajo.

-Lamento que lo veas así. En realidad estoy dándote la oportunidad de marcharte.

-¿Solo?

-Míralo como una misión de avanzada. Tú te marchas primero, renuevas nuestros contactos en el mundo exterior y consigues casa en Estocolmo o en Milán, como prefieras. Yo trabajaré con Shun y Jabu para dejarlos en una posición sólida y me reuniré contigo… digamos en un año, año y medio.

-¿Es en serio?

-Un Caballero de Piscis sin veneno sirve para absolutamente nada, mi estimado. Lo mejor que puedo hacer es salir de aquí y dedicarme a la botánica. Además, afuera podría hacerme cargo de Arturo y Antares como es debido.

La sonrisa de MM se borró.

-¿Tienes noticias de esos dos?

-Desde que averiguaron que Mauricio y Paola no son sus padres, las cosas van de mal en peor, Antares parece haber iniciado una verdadera guerra contra Marco y sus notas y las de su hermano van en picada. Han empezado a tener peleas en la escuela… Mauricio y Paola temen perder completamente el control. Si mi plan te parece bien, empezaré a escribirles desde ahora para que sepan que existo. El tiempo que tardaremos en establecernos en el exterior les dará la posibilidad de reflexionar y prepararse para cuando me reuna con ellos.

-Y te permitirá a ti consolidar la situación de Shun y Jabu.

-Correcto.

-Si te ayudo aquí con los dos mocosos, ¿estarías listo para abandonar la Orden antes del año y medio que propusiste en un principio?

-Tal vez –respondió Afrodita, cauteloso-. Tu influencia sobre Jabu me sería muy útil.

-En ese caso, comunícate mañana mismo con Mauricio y Paola para que estén preparados y empieza a escribirle a tus ahijados. Tú y yo nos largamos de aquí antes de que termine el año.

-Así será entonces.

-…¿Es definitivo?

-¿Qué cosa?

-¿Finalmente me harás caso y sacarás a Saga y a Arles de tu vida?

Afrodita suspiró una vez más, ya sin molestarse en disimular su cansancio y su tristeza.

-He sabido desde un principio que tienes razón, fratellino. No puedo pasarme así el resto de la eternidad… es solo que me dolía tener que admitirlo. La imposición que acaba de hacernos Atenea fue… la gota que derramó el vaso. Necesito alejarme de Saga… y concentrarme en Arturo y Antares. Ellos me necesitan.

-Bien, pues me parece excelente –replicó MM.

-Sí, supongo que sí.

Acababan de cruzar el templo de Cáncer y MM se quedó en la entrada, mientras Afrodita seguía bajando la escalinata con rumbo a Géminis.

-Me pregunto a quién estás tratando de engañar, si a mí o a ti mismo –murmuró, cuando estuvo seguro de que Afrodita no podía escucharlo-. No quieres dejar el lugar porque creas que yo tengo razón, sino porque aquí no puedes ni siquiera darte el lujo de llorar la muerte de Arles.

 

Oficina de Shion

-Ya es demasiado tarde, Alteza, será mejor que vaya a descansar –dijo Shion.

-Tenemos que hablar –replicó Saori.

Llevaba un buen rato en silencio, sentada en una silla frente al escritorio de Shion, quien preferiría estar durmiendo en lugar de tener que esperar a que la diosa se decidiera a hablar de una buena vez o se marchara a su habitación, lo que sucediera primero.

-¿Y de qué tenemos que hablar que no pueda esperar a mañana? –preguntó, dejando traslucir (por fin) algo de su cansancio e irritación.

Saori sonrió al ver de repente un reflejo del Shion que había conocido en una vida anterior. Sacó del sobre la carta de Kanon y se la ofreció abierta al Patriarca.

Shion contempló el texto unos instantes, sin decidirse a tomarlo.

-Por favor, léela –dijo ella.

Con un suspiro resignado, Shion aceptó la carta y le entregó a Saori la que había recibido él. Durante los minutos siguientes, cada uno leyó en silencio.

-¿Qué significa “imooto-chan”? –preguntó Shion de repente.

-“Hermanita menor”.

-El muy descarado…

-Yo le pedí que…

-Sí, sí, me doy cuenta. No por eso es menos descarado. Un servidor de Atenea le habría explicado a Su Alteza por qué no es correcto que la llame así.

-Tienes razón, Shion, Kanon nii-chan es un descarado.

-…¿“Nii-chan”?

-“Hermanito mayor”.

-…Oh, ¿y Saga?

-Saga nii-san, “hermano mayor”… o tal vez “onii-san”, que es más respetuoso… o incluso “onii-sama”, aunque tal vez sea demasiado. Las personas que me criaron tenían la costumbre de resaltar quién era el primogénito en cada familia.

-También es la costumbre en China. Supongo que algo así se aplicaría además con las gemelas, ¿no?

-Geist nei-san y Galatea nei-chan.

-Ajá. ¿Y qué es lo que estás escondiendo acerca de ellas?

Saori parpadeó, sorprendida por esa pregunta a quemarropa. Sin embargo, si quería dejar las cosas en claro con Shion, también tendría que tocar ese tema.

-Ellas… ambas han muerto.

Shion cerró los ojos. Lo sospechaba, y era un golpe realmente doloroso, pero no deseaba llorar delante de Saori. Ya tendría tiempo para lamentar la pérdida de las niñas.

-¿Detalles? –preguntó con voz ronca.

-Geist consiguió una armadura que no forma parte de las 88 constelaciones, se hacía llamar “Amazona Fantasma” y atacó a mis Caballeros de Bronce… Ellos… tuvieron que defenderse.

-¿No me dirás cuál de ellos la mató?

-¿Es realmente necesario saberlo?

-No estoy seguro –admitió Shion-. Tal vez te lo pregunte de nuevo más adelante.

Saori inclinó la cabeza, aceptando ese compromiso.

-¿Y Galatea?

-Parece ser que abandonó el Santuario junto con Geist, pero ella… murió en un accidente de tránsito unos meses antes que Geist. Un conductor ebrio embistió el taxi en el que ella viajaba. Fue en Londres.

-Desde pequeña quería conocer Inglaterra.

Luego de un largo silencio, Saori se atrevió a hablar de nuevo.

-Shion, lamento que las cosas hayan salido así…

-¿Nacer en mi familia era tu plan esta vez? ¿De la misma manera que en tu reencarnación pasada, cuando naciste fuera del Santuario para poder estar cerca de la reencarnación de Hades?

-No… yo… -Saori apretó los puños y se forzó a dejar de titubear-. Mi intención era nacer fuera del Santuario una vez más. Pero Zeus lo impidió. Le dije que nacer en el Santuario y ser tratada como una diosa desde el principio no me parecía la mejor idea, que me había ayudado mucho ser criada como una simple huérfana, que así había podido establecer lazos invaluables con los humanos a mi alrededor… Entonces él dijo que si quería familia, se aseguraría de que tuviera una bastante grande. Sospecho que el que estuviera en desacuerdo con él lo hizo enfadar.

-Ya veo…

-¡Pero me alegra haber nacido en tu familia, Shion! No sabes lo que significa para mí.

-No, no tengo idea. ¿Qué puede significar una familia de la que fuiste separada al nacer? ¿Una madre que se suicidó ante tu cuna, unos hermanos que intentaron asesinarte, una hermana a la que nunca viste y otra que también trató de matarte? Ilústrame.

Saori ignoró el sarcasmo.

-Atenea no tiene familia –declaró.

-Perdone, Alteza, pero me parece que su padre Zeus le ha dado hermanos más que suficientes.

De nuevo, Saori fingió no darse cuenta del sarcasmo.

-Atenea nació siendo adulta, permaneció tanto tiempo en la prisión de la mente de Zeus que cuando por fin quedó libre, sus hermanos Ares, Hefesto, Artemisa y Apolo ya eran adultos. Con sus hermanos semidioses y mortales casi no se le permitía tener contacto. Y Hermes y Dionisio nacieron mucho después que ella, la diferencia de edad era demasiado grande. Por eso nunca tuvo infancia, ni hermanos ni hermanas.

-Hum…

-Desde que regresamos del Hades, el descarado de Kanon se ha dedicado a tratarme como a una niña. Para los demás, tú incluido, soy la diosa Atenea, pero ya habrás visto que él es capaz de pensar en mí como la “Enana 3”. Y Saga… él no recuerda, pero creo que me tiene algún afecto. Puedo esperar a que su memoria se recupere, porque sé que podemos llegar a ser una familia, la familia que pudimos ser… la que debimos ser. Por lo menos Saga, Kanon, y yo… y Mu, si como dice Kanon, estuviste a punto de adoptarlo. ¿No te das cuenta? ¡Todavía podemos ser una familia!

La emoción con la que hablaba Saori conmovió a Shion. Así eran siempre las cosas con Atenea. Por más sombrío que estuviera todo, la terca diosa se empeñaba en tener esperanzas.

Y arrastraba a los que la rodeaban, quisieran o no, para tener esperanzas también. Atenea quería una familia, estaba segura de poder reconstruirla y esa seguridad estaba empezando a contagiar a Shion, aunque su lado más racional le gritara que era totalmente imposible volver a unir los pedazos.

-Las cosas que le dije a tu madre esa noche…

-No necesitas darme explicaciones.

-Sí lo necesito. Y tendré que decírselo a los gemelos también, en cuanto sea posible. Estaba furioso entonces. Perdí la cabeza y no medí mis palabras ni llegué a imaginar las consecuencias. Febe y yo discutíamos mucho, por todo, por nada, por cualquier cosa y luego nos reconciliábamos, era casi un juego, pero jamás le había hablado con verdadero rencor hasta ese momento. Lo que dije estaba lleno de veneno y si ella no hubiera muerto entonces, sin duda esas palabras nos habrían destruido a los dos, sin importar cuántas veces le pidiera perdón ni cuántas veces me perdonara ella. La juzgué y la condené sin darle ninguna oportunidad para defenderse o tan siquiera justificarse. Fue lo que dije y no el cuchillo de los sacrificios lo que mató a tu madre.

-Shion…

-Y cada día que he vivido después de eso, ha sido para arrepentirme.

Saori se dio cuenta de que no había nada que pudiera decir al respecto. Siguiendo un impulso, se levantó de su silla, fue hasta Shion y lo abrazó. Luego de unos instantes de sorprendida inmovilidad, Shion le devolvió el abrazo.

-No soy tan ignorante como pretende hacerme ver Kanon. Sí sé qué es un examen de ADN. Si quieres, podemos hacerlo cuando gustes.

-Gracias…

-Pero creo que no es necesario.

-¿Eh?

Shion suspiró. Era agradable poder abrazarla así.

-¿Quieres que seamos una familia, …Saori?

-Sí.

-Entonces, no hace falta ningún examen.

Saori se apartó de él apenas lo suficiente para dedicarle una de esas sonrisas deslumbrantes a las que Shion apenas estaba empezando a acostumbrarse, y luego lo abrazó con más fuerza.

-¡Gracias, padre!

-…De nada, niña, de nada…

 

Casa de Géminis

-¿Qué haces aquí –preguntó Saga, frunciendo el ceño al ver que Afrodita llevaba consigo un maletín.

-Seguir instrucciones –Afrodita dejó el maletín en un sillón y entró a la cocina.

-¿Qué instrucciones? ¿De quién?

-De Atenea. Nos pidió unos cuantos favores (de esos que no se pueden rehusar) a Cáncer, Andrómeda, Unicornio y un servidor. Nuestra Ama y Señora quiere que nos aseguremos de que comas a horas fijas. Echamos a suertes hace un rato y me tocó venir hoy a prepararte la cena.

-Eso no es necesario. ¡Y ya es casi media noche!

-Media noche de un día en el que no has probado bocado. Y yo tampoco desde el desayuno, ahora que recuerdo. Estoy aquí, tenemos hambre, voy a cocinar, tú vas a comer, fin de la historia.

-No es…

-Si sigues discutiendo, prepararé lutfisk y encontraré la forma de convencer a Atenea de que te ordene comerlo. Hace tantos años que no lo preparo que no estoy seguro de cuánto tiempo hay que dejarlo en agua para eliminar la potasa…

-…Tú no harías algo así…

-He estado expuesto a la mente maquiavélica de tu gemelo. No intentes ponerme a prueba: estoy armado con bacalao seco y sé cómo usarlo.

-…¿Y el maletín, para qué es?

-Contiene pijama, artículos personales y una muda de ropa. Voy a pasar la noche aquí.

-¡¿Qué?!

-Mañana es el turno de Shun…

-¡Y pasado mañana me asesinará el Fénix! Atenea no puede haberles pedido que pasen la noche en Géminis…

-No. Ese fue el Patriarca. Y ella lo aprobó.

-¿Él? ¡Eso es imposible!

Afrodita, que ya estaba cortando verduras para hacerlas salteadas, suspiró con resignación.

-Está preocupado por ti. Cree que si te fastidiamos lo suficiente no tendrás tiempo para deprimirte.

-Depri… oh, vamos.

-No es sólo por tu bien, Saga de Géminis –Afrodita dejó de sonreír-. Aunque esa es la preocupación principal del Maestro Shion y de Atenea, es demasiado obvio que están tratando también de evitar que se arme otro embrollo: hay unas cuantas personas por aquí que tienen el absurdo temor de que una separación forzosa de tu hermano pueda hacer surgir en ti de nuevo a Arles.

-Arles no va a regresar.

Afrodita le dirigió una mirada cargada de tristeza, cosa que lo incomodó bastante.

-¿Puedes jurármelo, Saga? Oh, espera. No es a mí a quien tendrías que convencer, sino a Dohko, Milo, Shaka, Kamus, Shura, Aioria, Seiya, Marin, Shaina, Hyoga e Ikki.

Saga guardó silencio unos instantes y luego bajó la cabeza, derrotado.

-¿Cuánto tiempo?

-Sospecho que hasta mayo, cuando menos.

-¿En serio piensan los cuatro que van a soportarme tanto tiempo?

-No tenemos la menor idea al respecto. Pero eso no nos ha detenido antes. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

~***~

Esa madrugada se desató una tormenta bastante fuerte. Rayos únicamente, nada de lluvia. A Saga por lo general no le molestaban esas cosas, pero estaba demasiado inquieto y los relámpagos lo despertaban una y otra vez.

A cada resplandor miraba, sin poder evitarlo, hacia la cama de Kanon, buscándolo. Un par de veces había confundido a Afrodita con él e incluso llegó a preguntarse por qué su cabello lucía tan diferente, antes de recordar que Kanon ya no estaba ahí.

Y entonces volvía el recuerdo de la visión creada por Leúmnades, con lo que su angustia se renovaba.

En las últimas horas, había dado vueltas y más vueltas a la visión, hasta hacer una lista de las pesadillas que le mostraba.

Kanon actuando como un adulto responsable que ya no lo necesitaba.

Si Kanon ya no lo necesitaba, lo lógico era marcharse.

La deserción de Kanon provocaba que Afrodita lo abandonara también, alegremente y sin dudarlo…

Con lo que Saga quedaba completamente solo, porque Aioros suspendería tarde o temprano sus intentos por acercarse a él, ya que Aioria era (y debía ser) su prioridad, y del resto de la Orden solamente Afrodita se había molestado en tratar de mostrarse amable, aunque aquella mención de Arles hubiera echado a perder lo que prometía convertirse en la primera (y única) amistad para Saga desde el regreso...

Nada más pensar en que el Caballero de Piscis pudiera dejarlo solo dolía tanto como la ausencia de Kanon.

El imaginárselos abandonándolo para marcharse juntos era un extra realmente sádico cortesía de Leúmnades. Saga no podía acabar de creer que semejante idea pudiera haber salido de su propia mente. No se le ocurría ninguna razón para eso.

Afrodita, por su parte, dormía sin problemas… o al menos eso pareció durante un largo rato, porque en un despertar de esa inquieta duermevela, Saga lo escuchó quejarse.

Al principio creyó que era su imaginación, pero el sonido se repitió y ya no tuvo dudas: Afrodita estaba llorando.

Se levantó con precaución y se acercó a la otra cama. En efecto, el Caballero de Piscis sollozaba quedamente, como si sufriera una pesadilla.

-Ya no… Maestro, por favor… ya no me lastime…

Con un nudo repentino en la garganta, Saga se recostó a su lado y lo abrazó por la cintura.

-Ya no… se lo suplico… ya no…

-Shh, tranquilo… Todo está bien… Ixión ya no puede hacerte daño…

Afrodita sujetó su mano y pareció tranquilizarse. Había algo en su respiración calmada y en el hecho de estar abrazando a alguien que resultaba curiosamente sedante, y Saga acabó por quedarse dormido, esta vez sin interrupciones.

Afrodita, en cambio, abrió los ojos en cuanto estuvo seguro de que Saga dormía y contempló largamente la oscuridad salpicada de relámpagos, antes de lograr conciliar el sueño una vez más.

Su vieja pesadilla era algo a lo que se había acostumbrado y que solía olvidar casi inmediatamente después de despertar. Cierto, mientras duraba era un tanto angustiosa, pero nada del otro mundo comparándola con las cosas que vivía a diario mientras duró el dominio de Arles sobre la Orden. No era gran cosa.

Por eso, cuando la voz de Saga consolándolo le obligó a despertar, estuvo a punto de brincar sobresaltado, tal vez incluso tirarse de la cama para apartarse de aquella persona que se tomaba la libertad de abrazarlo sin pedir permiso, pero sus largos años de entrenamiento lo ayudaron a controlarse y fingir que seguía durmiendo, era lo más prudente.

Tardó unos segundos en superar la desorientación de ese despertar tan brusco y darse cuenta de que era Saga quien lo abrazaba, con la amable intención de aplacar su pesadilla y sin imaginar que casi le había provocado un infarto.

Definitivamente, las buenas intenciones de Atenea al pedirle que acompañara a su hermano tenían el potencial para convertir su vida en un infierno.

Continuará…

 

Notas genealógicas y gastronómicas:

 

“…pero Poseidón era el hermano mayor de dicho rey…”: el orden de nacimiento de los hijos de Cronos es el siguiente: Hestia, Démeter, Hera, Hades, Poseidón y Zeus. De modo que Poseidón está exagerando un poco al presumir de ser el mayor, porque en realidad sería “el mayor de los dos menores” cuando mucho.

Lutfisk: el nombre proviene de lut (“sosa”) y fisk (“pez”) la traducción literal de esta palabra sueca es “pescado a la sosa” (en noruego se llama lutefisk y en finés es lipeäkala) Se trata de un platillo típico de los países nórdicos que consiste en pescado (generalmente bacalao) que ha sido tratado con sosa cáustica como preservante (sí, potasa… de eso que se usa para fabricar jabón y también para destapar cañerías, y que al contacto con el agua produce una reacción química con desprendimiento de calor…). Se requiere un largo proceso para hacer que el pescado vuelva a ser comestible después del uso de la sosa (hay que mantenerlo en agua fría, la cual se cambia a diario, durante cuatro a seis días). Se dice que era un platillo de sobrevivencia en el invierno nórdico, lo que se consumía cuando ya no quedaba nada más que fuera comestible.

Todo lo que se le hace al pobre pescado cambia drásticamente su consistencia y sabor. Para las personas no nórdicas (es decir, todo la Orden de Atenea, exceptuando a Afrodita) el lutfisk puede saber (y sentirse) completamente aborrecible, hay quien compara su sabor con el del raticida o con un arma de destrucción masiva. Se asegura por ahí que solo los descendientes de verdaderos vikingos son capaces de comer un plato de eso, sobrevivir, y pedir segunda tanda.

En otras palabras, la amenaza de Afrodita de preparar lutfisk y obligar a Saga a comerlo no debe tomarse a la ligera.

Y no, nunca en la vida he comido lutfisk, solo he leído al respecto XD


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