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Bajo el mismo escenario por Valeria15

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Notas del capitulo:

¡HOLA A TODOS MIS QUERIDOS LECTORES! :D

¡Termine la conti..! Que feliz estoy QwQ

Esta larga para compensar lo que tarde en traérselas —si claro, no es como si me hubiera dejado llevar mientras la escribía ewe— x3

Mo~.., pero la verdad que si costo mucho.., y es que no me quería olvidar de ninguna pareja, me di cuenta que en el cap anterior dejé muy a la deriva al pobre de Hidan y Kaku-chan uwu

Bueno.., ya no les molesto, pero no olviden dejar reviews, cuesta actualizar con la escuela y todas las demás porquerías =.= Tómenlo en cuenta, mi esforzarse

ADV. Lemon, OoC —creo que poco—, KisaIta, ItaDei, ItaSaso, SasoDei, KakuHidan = MULTIPAIRING —ne, sempai, aprendí una palabra nueva *w* xDU— Y.., supongo nada más :3

Dedicado a todos ustedes que me leen y me dejan reviews TTwTT

Bajo el mismo escenario

Otoño - Tercera entrada

~Nostálgica; es la única palabra que podría utilizar para definir esta estación y es que nuestros recuerdos caen a merced del viento…, y solo hasta ahora me doy cuenta de que los lleva lejos de mis manos, lejos de mi pecho.~

Sus labios estaban fríos… ¡Sus labios estaban fríos! ¿Cuándo el abrigo de los del Uchiha le había dejado de ser suficiente? Las voces lejanas de los alumnos ajenos al lugar donde estaban llegaban a sus oídos, sonó el timbre y se perdió en el aturdimiento que le había provocado este. Sus ojos se encontraban abiertos, pero no encontraba imagen a la cual enfocar, solo encontró los parpados cerrados —casi con fuerza— del otro, ¿Cómo era que se sentía fuera de lugar? Algo le ardió, gimió quedamente; los dientes del moreno le habían lastimado un labio, de más estaba decir que apropósito, y fue entonces cuando el pelirrojo cayó a la cuenta de que la lengua del menor se había colado a su boca, jugaba con la suya en un intento porque aquel pelirrojo se pusiera a corriente, pero no había caso, estaba completamente desconectado ¿Por qué? Ni el mismo lo sabía.

Forcejeó casi inconscientemente, algo le decía que debía sacárselo de enzima antes de que fuera tarde, pero ¿Que fuera tarde para qué? Luego intentó con más fuerza, no quería eso, pero sabía, por el amor de dios, sabía que el moreno era más fuerte que él, y este solo le ejerció más presión. Todo su cuerpo se tensó ¿Qué estaba pasando? Estaba claro que una batalla en su interior había comenzado, el moreno contra el rubio, sus viejos sentimientos contra los nuevos, su pasado contra su futuro. Alguna vez había oído decir que los débiles siempre pensaban más en su pasado que en el futuro, pero es que él solo quería; que su pasado se convirtiera en su futuro, o eso creía…, la verdad era que ya no estaba seguro de nada ¿Quién ganaría esa batalla? Con suerte; la mayoría de las personas que luchan contra esa pregunta, logran meditarlo, pero su destino no lo prefería así, por una vez en su vida; que fuera espontáneo y que se guiara por su instinto, por sus verdaderos sentimientos. Porque él sabía que nunca hacía nada arriesgado, siempre elegía el camino seguro.., y eso estaba bien en ocasiones pero ¿Cuánto tiempo más iba a cambiar de lugar sus órganos? ¿Ahora se suponía que tenia que hacer sus cuentas con el corazón? No señor, el destino, el aveces cruel destino, había tomado su decisión y eso no sería así.

La puerta del baño se abrió ¿Y quién diablos era? La campana había sonado hace rato, todos deberían estar en sus salones.., todos deberían estar en sus salones.

Con fuerza que no tenía idea de donde podría haber sacado, mejor no nos lo preguntemos; había azotado la mejilla del Uchiha con su mano echa un puño, justo cuando este había volteado al ver quien entraba; por alguna razón, aquel moreno se había quedado estático y esa había sido la oportunidad de él.

Tomó aíre casi sintiendo que se le quebraban las piernas, pero no se sentía débil, para nada; estaba molesto.

—Maldito idiota…— Masculló el mayor a lo que se limpiaba el hilo de saliva que colgaba de su boca. —¡No juegues con migo! No soy el mismo maldito niño de hace un año.

El moreno no dijo nada, es más; no creyó haber escuchado la mitad de las palabras que el pelirrojo le había dirigido. Su atención seguía desviada a la persona que había entrado por la puerta hasta hace unos momentos y su corazón le había dado un vuelco.

El joven de cabellos azulados ni pizca de interés había mostrado hacía los dos chicos ¿Y el pelirrojo? ¡A él le importaba un carajo! Ya se había retirado de ahí y claro que no había olvidado, azotar la puerta atrás de él.

—Era Sasori ¿Verdad?— Preguntó quedamente el mayor mientras se volteaba a la puerta recientemente golpeada mientras meditaba la velocidad con la que había escapado aquel, pero no espero respuesta. —Siento eso.— Musitó cínicamente, encogiéndose de hombros al escuchar el estruendo que hacían los pasos del aludido en el pasillo.

El menor se quedo sin habla, de todas las personas que podían haber entrado al baño ¿Por qué tenía que ser él? Karma era como se llamaba eso.

Largó un suspiro que parecía ser de cansancio sin dejar rastro de sentimiento mientras se levantaba.

—Creo que soy yo él que lo siente.— Dijo volviendo a mirarse al espejo donde había estado antes, procurando fijar si es que el otro le había dejado alguna marca con semejante golpe, pero el único rastro que había dejado era aquel inusual tono carmesí en su mejilla que bien se notaba no era de vergüenza ni nada por el estilo. Lo que más noto es que el otro no hablo, ni una facción se había movido de su rostro.

—¿Cuál de las dos cosas?— Preguntó al cabo de unos segundos mientras clavaba sus ojos negros en los rojos del otro al mismo tiempo que subía su bragueta.

El menor no dijo nada, sintió como el otro se acercaba nuevamente a la puerta del baño para irse, pero no quiso levantar su vista desde el agua que corría en sus manos.

—¿Qué fuera yo él que haya interrumpido o el golpe que recibiste gracias a eso?

El silencio estaba esparcido por todo el lugar, ya nadie quedaba en la escuela, nadie más que ellos tres, dos de los que estaban ahí le echaban miradas furtivas a él mientras de reojo parecían competir, comenzaba a sentirse algo intimidado por ambos comenzando a desear que ya terminaran.

—Muy bien.— Cortó el moreno, casi como si hubiera escuchado aquel deseo y se decidiera a cumplirlo. —Creo que hasta acá llega este ensayo.— Dijo haciendo que los otros dos aflojaran sus músculos.

El pelirrojo despego su nariz de la del menor y soltó sus manos con suavidad, aquello provocó que una descarga eléctrica recorriera todo el cuerpo de este, bueno, valía decir que la mirada furtiva del de ojos acaramelados era actuada, o al menos eso creía.

El Uchiha se subió su mochila al hombro y trepó los tres grandes escalones que había para subir al escenario. Miró a sus dos protagonistas, que suspiraban pesadamente mientras relajaban sus facciones, tres horas de puro ensayo no eran nada fáciles, ni livianas, pero había que recuperar lo perdido de los ensayos a los que el rubio no había asistido.

—Nos queda poco para la fecha, si adelantamos así estas ultimas semanas, terminaremos pronto.— Anunció el moreno al momento de girarse hacía el rubio, estaba de más decir que Sasori estaba pintado en esa escena. —Nos vemos mañana, Dei.— Terminó por decir mientras posaba su mano sobre la cabellera del mencionado mientras le sonreía.

El rubio quedó casi visco mientras miraba a los ojos del mayor, comenzaba a sentir enormes ganas por golpearle en la cara, el pelirrojo suspiró con claro cansancio; llamando la atención de ambos, pero el moreno no volteó y el rubio mucho no podía hacer.

—Nos vemos.— Musitó mientras se decidía a irse de aquel lugar, no comería esa noche; se había echo tarde para ir a comprar víveres y no le quedaba nada en casa, bueno, tal vez pasaría por una de las maquinas expendedoras que había en los pasillos de la escuela y se llevaría alguna porquería.

La espalda del pelirrojo mientras caminaba con su mochila al hombro —de la misma manera que la tenia el moreno—, se había vuelto el lugar de los celestinos ojos del rubio, lo que hizo que al Uchiha casi se le escapara un gruñido.

Por más que quisiera no tenía que voltear a verles, no podía hacer nada, ¿Cómo le salvaría esa vez..? Ya no le quedaban excusas.., además; algún día tendría que hacerlo; lo consideraba una de las cosas más difíciles e importantes de saber hacer cuando tienes una relación con aquel moreno.

La puerta de aquel pequeño teatro se cerro tras aquel pelirrojo y ahora parecía que las luces solo iluminaban a los aún presentes. La mano del mayor bajo desde los rubios cabellos hasta el mentón del otro.

—¿Qué..?— No pudo evitar quedar con una cruda expresión de asombro mientras miraba los parpados cerrados del moreno, su cara estaba completamente roja y podían llegar a ser culpables tantos sentimientos.., pero los más fuertes eran; la furia y la vergüenza.

Sus labios estaban prisioneros, sentía como correspondían quedamente a los movimientos del mayor, ¿Por qué tenía que pasarle eso a él? Si, se lo había visto venir, en eso no mentiría, pero ¿Por qué no podía evitarlo? Y es que quería creer en el dulce gusto de la saliva del Uchiha, en sus suaves labios, en sus ojos.., aquellos ojos llenos de tranquilidad que siempre le habían repetido con seguridad "Todo va a estar bien". Sintió como los suyos parecían querer explotar y los cerró al fin; dejando que una fina lagrima corriera por su rojiza mejilla.

La mochila calló al piso y ellos también, pero digamos que fue de una forma menos brusca que como los libros se desparramaron en el suelo; la había olvidado abierta.

Los labios del Uchiha bajaban por su cuello ¿Qué iba a hacer? No quería, no quería que aquello fuese así. Sus brazos que ahora parecían tan frágiles —vale aclarar que él no era un enclenque en lo más mínimo—; intentaron alejar el cuerpo del otro que se encontraba sobre él, pero sus manos solo se cerraron sobre el pecho del mayor al sentir como este había vuelto a subir a su rostro robándole otro beso.

Apretó sus labios en una línea, eso no podía estar pasando ¡Él lo había traicionado, que lo recordara de una vez! No.., el problema no era recordarlo, el problema residía en que; lo sabía muy bien, pero cómo podía hacer ceder a esos sentimientos que crecían en su pecho cada vez que sus labios rozaban con los del otro, cuando cruzaban sus miradas dejando atrás ese enorme deseo.

El moreno simplemente sonrío al notar que este no quería permitirle adentrarse a juguetear con su lengua como la primera vez y extrañamente dejo una pequeña distancia entre sus narices para mirar los ojos del otro. Una de sus manos viajó hasta la cara de este acariciándole la mejilla tiernamente, intentó alejarlo aún más de sí, cerrando sus ojos con fuerza, no podía dejarse convencer.

—Vamos ¿Qué sucede…?— Preguntó en un susurro el mayor mientras le sonreía al acercarse a él. Con esa sonrisa, aquel parecía pensar que lograría lo que quisiera.

No puedo creer que aún no te des cuenta..

¿De quién era esa voz? Esa.., melodiosa voz.

Su rostro se volteó instintivamente hasta la puerta; no había nadie, entonces si estaba en su cabeza.., pero ¿Por qué aquellas palabras le habían golpeado la mente?

Entonces algo aún más molesto resonó en sus oídos, el celular del otro, volvió su vista a los distinguidos ojos de su pareja, a decir verdad; nunca habían roto aquel lazo, no oficialmente.

—¿Por qué no contestas.. ?— Aquella pregunta escapó inconscientemente desde la cabeza del menor.

El otro no dijo nada, pero la incesante melodía que escapaba de aquel aparato taladraba la cabeza de ambos, y no necesito mucho más.

—¡Contesta el maldito teléfono!— Le gritó al cabo de unos segundos el rubio; ya sacado de quicio, no necesitaba mucho tiempo de meditación para darse cuenta porque no contestaba, ¡Ni siquiera se había animado a mirar el identificador de llamadas! Antes de que el otro pudiera siquiera mover un músculo el rubio ya lo había empujado de por encima de él, sus fuerzas le habían vuelto en tan solo un instante, ese trance que le provocaban aquellos ojos, eso era lo que lo mantenía al lado del otro, esos ojos que te torturaban día y noche, acosándole en sus sueños, ¡Bueno, era todo su rostro y cuerpo! ¿Cuándo era la ultima vez que había siquiera soñado algo que no fuera sexo? ¿En eso se basaba aquella relación —supuestamente— amorosa? Eso no era amor, ¡No estaba ni cerca de serlo! Maldijo el día en el que le había dado paso a su cuerpo sin siquiera antes meditarlo y luego se había vuelto una costumbre; aquellas caricias que poco a poco subían de tono.., la prueba estaba en que antes de siquiera reaccionar al beso que le había robado el moreno habían caído de espaldas a aquel piso de madera ¡Que romántico! Pensó sarcásticamente entre la furia y la tristeza, casi apunto de largar una carcajada amarga.

Sus movimientos fueron demasiado rápidos, como siempre.

Ese cariño, que le había tomado supuestamente al moreno, no era lo que él creía, no.., lo que quería y le gustaba era no sentirse solo, sentir que alguien lo necesitaba a su lado; el calor de otro cuerpo a un lado del suyo, que le dijeran cosas bonitas, simplemente se había acostumbrado a la atención que aquel le brindaba, que al principio le había brindado para luego arrebatársela como lo había echo.

Ya había bajado aquellos escalones hasta el piso y sus músculos comenzaban a relajarse, por alguna razón cada paso en el que se alejaba un poco más del moreno lo hacía sentir más libre, y aunque aún su corazón le pesara, sabía que por fin había logrado hacer algo que no había podido hacer ni en sus peleas mas fuertes; rechazarlo.

El tedioso sonido de la tiza golpear contra la pizarra se le hacia insoportable, seguido de este estaba el que hacían sus compañeros; el aula estaba privada de voces, solo ruidos; molestos ruidos que comenzaban a desesperarle, bueno, debía admitir que no estaba de un humor favorable, pero eso no tenia nada que ver. El rosar de las ropas de todos contra los pupitres, las lapiceras trazar en las hojas, las tenues respiraciones, el modo en como cada uno de los que estaban ahí tenía su "tic", que lo hacía insoportable; varios mordían sus bolígrafos en espera porque el profesor saliera de su camino y poder seguir copiando, otros simplemente golpeaban el reverso de estos contra la mesa, rascadas de cabeza, el rosar de las zapatillas unas con otras, algunos se dedicaban a hacer golpear sus uñas contra su pupitre, suspiros, casi parecía que el mismo pestañear de los aproximados sesenta ojos de ahí hacia un estruendo insoportable, iba a enloquecer. Y era por esta clase de cosas que odiaba la escuela, le hacían doler la cabeza, tantos sonidos que no lo dejaban pensar en sus propios problemas, el echo de tener que tomar nota de una serie de cosas que no le interesaban, cosas que por cierto debían ser aprendidas de memoria sin la más mínima opinión ni libertad de cambiarle nada y se le ocurrió pensar que todos eran como robots, solo copiaban, asentían, respondían las preguntas a la perfección y se callaban.

—¿Qué rayos!— La desesperada exclamación de su compañero lo sacó de aquel mar de locura en el que comenzaba a sumergirse y se sonrío, casi agradeciéndole.

—¿Qué sucede, joven Iwa?— Preguntó levantando una ceja el encargado del salón.

Casi parecía que aquel lo miraba a él, pero su mirada estaba clavada en el chico de cabellera rubia que se sentaba detrás de si. Giró la mitad de su cuerpo y apoyó el codo en el pupitre del menor, este tenia su mejilla junto con el saco y camisa de su uniforme pintado con tinta azul, observaba su mano fastidiado y algo sorprendido.

—Esto.., mi bolígrafo exploto.— Masculló aquel mientras se paraba con una sonrisa nerviosa.

—Tenía que explotar ¿Verdad?— Observó divertido el albino, el otro se sonrojo levemente.

—¡No fue apropósito, h'm!— Se defendió el menor olvidando el echo de que toda la clase le estaba mirando y por supuesto, todos los alumnos soltaron una risa en completa sincronía, casi como si la hubieran ensayado.

—Por favor, vaya a limpiarse.— Les cortó el profesor mecánicamente antes de volverse a seguir escribiendo.

Nadie dijo nada, el rubio solo gruñó, tomó su lapicera junto con la hoja donde escribía —la cual hizo un bollo—, tiro dichos objetos al basurero, saliendo del aula mientras dejaba una sonrisa divertida en el rostro de su amigo.

Al menos algo interesante había pasado antes de que se decidiera por tirarse de la ventana.., no es que fuera impaciente, ni hiperactivo; bueno, si y mucho, pero simplemente no podía esperar a que todo el día terminara para saber que pasaría esa tarde y no es que estuviera ansioso por ver a aquel idiota, solamente quería saber que quería, bueno no, eso era obvio.., más bien; quería terminar con todo, aunque aún no tuviera idea de que haría una vez que estuviera enfrente de él.

—Maldición..— Masculló mientras refregaba su mejilla con la parte limpia de su camisa blanca en un intento por sacarse aquella graciosa mancha en su delicada mejilla algo bronceada. Se sonrío al ver que había logrado terminar de limpiarse y paso su atención al frío que había comenzado a tener, bueno, el invierno ya casi estaba del todo presente y él se encontraba con el pecho al descubierto en el baño.

Antes de darse cuenta había llevado ambas manos a los brazos contrarios de estas, parecía abrasarse a si mismo y frotaba su piel es un intento que más por darse calor parecía ser para consolarse. Suspiró al darse cuenta que parecía un idiota y casi automáticamente dejó de hacer aquel gesto, arrugó un poco su camisa junto con su saco y se los colgó al hombro para salir de ahí, tendría que buscar otra cosa para ponerse, aunque no estaba seguro de contar con nada decente, en realidad.. ¿Por qué habría de tener ropa en la escuela? Aunque el uniforme de gimnasia podría servir, no contaba con el ya que se lo había llevado a su casa la clase pasada para lavarle.

Bueno.., en todo caso, ya estaba caminando por los pasillos de la escuela sin su camisa y sabia perfectamente que si una autoridad lo encontraba lo mataría, apretó un poco más el paso.

—¡Deidara!— Se sobresaltó al escuchar que alguien le llamaba, pero un gran alivio recorrió su cuerpo al darse cuenta de que se trataba de Konan.

Volteó con una pequeña sonrisa avergonzada.

—¿Qué pasa, h'm?— Preguntó intentando sonar tranquilo.

—¿Deidara, qué haces sin tu camisa?— Preguntó el chico de pelos anaranjados levantando una ceja mientras miraba de reojo a su novia que parecía reír por lo bajo.

—Es que.., mi lapicera explotó, h'm.— Explicó el menor mientras reía con miedo a pronto morir por estar enfrente de la novia de Pain con esa pinta.

—¿Explotó?— Inquirió la del medio casi aterrada por la sola idea de que cualquier cosa en manos del rubio pudiera estallar; como aquel sapo en biología, nunca entendería como Deidara y Hidan habían logrado hacer que el estomago de aquel pobre animal estallara ¡Ni siquiera tenían químicos para hacerlo, era biología! Pero así le habían contado y más que repugnante le parecía escalofriante aquella idea.

—Deberías ponerte otra camisa, Deidara..

—Es que..,— El aludido suspiró —no tengo nada para usar.— Terminó por decir bajando los hombros.

—Umh.., ven, te prestaré algo.— Dijo resignado su amigo, sabia que si no pronto le darían un lindo reto por exhibicionismo en la escuela.

El rubio asintió y los tres comenzaron a caminar hacia donde estaban los casilleros.

—Y.., ¿Ustedes que hacen fuera de clases?— Preguntó al cabo de unos segundos el menor.

—Oh, es que teníamos reunión con el centro de estudiantes.— Respondió Konan volviéndose hacia el menor que iba unos pasos más atrás que los otros dos.

—Ah.., que suerte tienen, yo tengo que pudrirme en clases.

—Créeme no son muy entretenidas esas cosas.— Dijo la otra dejando escapar un suspiro.

—Konan.., ahora que recuerdo ¿No dijiste que tenias algo que pedirle a Deidara?

—¡Cierto!— La exclamación entusiasta de la de cabellos azulados provocó cierto temor en el rubio, eso era extraño. —Es sobre Sasori.— Se apresuró a decir.

Bueno.., ahora si que no estaban a corriente ¿Sasori? ¿Qué podría llegar a tener que ver él con el pelirrojo? Sintió el calor subir a sus mejillas y por alguna razón su corazón parecía golpearle el pecho.

—¿Sasori..?— Musitó el rubio.

—¡Si! Veras.., el cumpleaños de Sasori será dentro de poco y queremos organizarle una fiesta en su casa.., solo necesito que me hagas un pequeñísimo favor.— La chica sonrío sabiendo que el rubio no se negaría, era tan inocente. —Quiero que este sábado; lo lleves a algún lado así nosotros tenemos la casa desocupada.., solo será por la tarde, podrás ¿Verdad?

¿Podrías repetirle eso? Se quedo en el "Si".

—Ey, Deidara…— Le llamó el mayor en un intento porque el rubio detuviera el paso ya que ellos se habían detenido, pero el menor siguió.

—Iré a dejar esto en mi casillero.— Soltó el rubio mientras levantaba las ropas que antes llevaba en su hombro, los otros le miraron un poco extrañados, pero antes de que dijeran algo aquel se perdió en las hileras de dichos muebles.

—Konan.., sabes que el cumpleaños de Sasori fue hace más de un mes ¿Verdad?— Inquirió algo preocupado el pelirrojo, la otra solo dejo formar una sonrisa divertida en su rostro.

—Claro.., pero como no le obsequie nada, se me ocurrió hacer algo lindo por él.

El otro arqueo las cejas.

—Él se negó a los festejos y los regalos.., además ¿Por qué hasta ahora se te ocurre hacer algo?— El mayor parecía no entender del todo lo que su novia buscaba y a aquella se le hacia aún más divertido.

—Porque.., tú me dijiste que me fijara que le pasaba y creo que es el mejor regalo que le podría dar.

Pain sacó una camisa de repuesto que guardaba en su casillero y cerró este apoyándose sobre el mientras dirigía una mirada distraída a la dirección en la que se había escapado al rubio.

—Bueno.., si una fiesta pondrá feliz a Sasori, cuenta conmigo.— Dijo dejando escapar un suspiro para sonreírle a su pareja, aunque no había entendido del todo aquel plan, el pelirrojo no era de las personas que le gustaban las fiestas y mucho menos las sorpresas.

—No estoy segura de que sea la fiesta lo que le ponga de buen humor…— Susurró casi para si misma la de cabellos azul Francia.

El mayor estuvo a punto de preguntarle que había dicho, pero llegó a ver como el rubio volvía con una sonrisa forzada y se acercó para entregarle la prenda de ropa que llevaba.

—Ten.— Dijo el de cabellos anaranjados mientras le sonreía en un intento porque el rubio se tranquilizase un poco.

—Ah.., gracias Pain, h'm.

Comenzaba a aterrarse de lo que hacía, aún paseando su mirada por el lugar; varios estudiantes se encontraban saliendo del establecimiento, rara vez se juntaba con todos sus amigos para volver de la escuela; a decir verdad, solo una vez en toda la semana sus horarios coincidían, y desafortunadamente o afortunadamente —la verdad no sabía que era peor— hoy no era ese día.

Sus parpados se extendieron; dejando ver más claramente aquellos hermosos rubíes que parecían ser los orbes de sus ojos al ver aquellos cabellos azul metálico y agradeció que aquel chico fuera tan alto. Con pasos tranquilos —aunque él no se sintiera así— comenzó a ir tras él, creía saber lo que le esperaba y esa idea lo aterraba aún más, ya de por sí era extraño que estuviera siguiendo a alguien, solo cuando era un niño tonto había echo algo así —aunque se detuvo a mitad de camino—.., y casualmente ahora se trataba de la misma persona que en ese entonces, la única diferencia ahora era que; lo había alcanzado.

—Kisame.— Le llamó esperando que el otro se detuviera, pero este siguió caminando.

—¿Qué sucede, Itachi?— Preguntó el aludido con voz tan cortante que él menor sitió que le perforaba un pulmón; dejándole sin aire, en especial cuando dijo su nombre, como si se lo hubiera escupido en su cara había sido.

Se adelantó para caminar al lado del otro con cierta resignación.

—Eso debería preguntártelo yo a ti ¿No crees?— Inquirió este intentando recuperar su lado sereno que suele volar cada vez que se acerca al mayor y esta vez no era la excepción.

—A mi nada ¿A ti?— Fue como un segundo disparo, intentó retener el aire que aún poseía en sus —destrozados— pulmones, pero fue vano y un suspiro silencioso se escapo de sus labios.

—Tampoco.— Se maldijo mentalmente por el camino que tomaba aquella conversación, no llegarían a nada a ese paso y lo que menos quería era que todo quedara en el aire igual que la ultima vez.

El silencio que había entre aquellos dos solo crecía y podían oír sus pasos retumbando en sus oídos, ambos ignoraban completamente el echo de que el moreno seguía al otro por más que no fuera su camino ¿Y que rayos importaba? El menor debía estar en clase y el otro en su departamento, pero por alguna razón estaban ahí frente a la fuente de un parque, ni siquiera sabían con seguridad porque se habían detenido, tampoco como habían llegado. La fría brisa que corría ahí comenzaba a darles frío y por alguna razón no les importaba ¿O si? La verdad es que en su mente buscaban una escusa para abrazarse, pero había demasiadas cosas mal para que eso pasara y solo era una fantasía que —inconscientemente— compartían.

¿Por qué era que ese lugar les daba tanta nostalgia? Un gélido calor inundaba su pecho, había algo que ese lugar les recordaba.., pero es que el tiempo te quita todo lo bueno y la gente se vuelve ignorante; habían quemado el ayer y congelado el mañana.

¿Cómo es que olvide todos mis recuerdos..?

Ninguno de los dos pensaba dignarse a decir algo, se habían quedado paralizados, el viento removía sus cabellos y sus ojos se habían clavado en los del otro casi conectando sus almas, sus heridas.., aquellas que habían intentado borrar por años, cada uno a su manera; tapando recuerdos viejos con nuevos, como si fuera nieve que tapaba el piso.., el otro intentaba ignorarlos, pero no podía hacerlo después de todo, tampoco podía permitirse ahogarse en aquella piscina de tristeza que estos significaban, su vida era el nadar sobre ellos, en busca de llegar a la línea, levantar su brazo y salir fuera.., pero el agua se había congelado y la nieve había dejado de caer.

La tarde había sido tomada por grandes nubes grises que amenazaban con tormentar, de tanto mirarles durante el camino comenzaba a pensar que parecían enormes trozos de algodones mojados, poco a poco se unían y se convertían en una gran masa húmeda que no tardaría mucho en descargar sobre él si no apresuraba el paso.

Un viento helado que hacía que te estremecieras de pies a cabeza se hacía presente ahí afuera, rodeándole mientras ahora él miraba aquella puerta que tanto temía tocar.

Tomo aire mientras levantaba su brazo, pero su manos se detuvo a apenas unos centímetros de su destino y su mente comenzó a maquinar nuevamente; ¿Por qué se le hacía tan difícil tocar una puerta? Comenzaba a molestarle.., y ¿Qué haría a pasar esta después de todo? Sus dientes casi rechinaron al darse cuenta que sabía a donde iría todo esto, no le agradaba la idea de acostarse —dudaba que aquello pasara en literal, no sería en una cama o siquiera un lugar digno— como si nada con él, pero ¿Qué esperaba? Después de todo se trataba de Kakuzu.

Seguramente me dirá que me ama, pensó casi soltando una carcajada al final, pero la verdad era que no le hacía mucha gracia, no muy en el fondo deseaba que aquel se lo dijera, aún sabiendo; que nunca podría creerle.

Tres golpes, solo eso había dejado en aquella maltratada puerta blanca, debería de darle otra mano de pintura, pensó en varias ocasiones, para que se notara que siquiera alguien vivía aún ahí, también debía cortar las enredaderas que crecían en las paredes, que más lejos de adornar; hacían espeluznante el lugar, pero sabía que bien al azabache no le importaba demasiado, recordaba que le había dicho, una de las pocas veces que hablaban, que aquello servía para que no le molestaran, igual que el timbre roto al cual seguramente siempre llamaban, pero nunca contestaba.

Podía escuchar como unos firmes y —ahora— temibles pasos se acercaban a aquella puerta, no sabía que deseaba más, salir corriendo de allí o saltar arriba de aquel hombre de ojos color esmeralda, bueno, después de todo ninguna de las dos cosas ocurrirían. Recorrió su rostro, después de un mes parecía no haber cambiado nada y pronto cayó a la cuenta de que —ahora le parecía— no había sido tanto tiempo.

El de cabello castaño oscuro le miro inquisitivamente, antes de darse cuenta; las miradas de ambos se habían cruzado, aquellos ojos que ahora parecían complementarse haciendo la perfecta mezcla entre el deseo de uno y el recelo del otro, pero los ojos a tono lila del menor se corrieron un poco más abajo que aquellos orbes verdosos y quedaron mirando el rastro de negras ojeras que, hay que decir, no hacían mucho alarde de insomnio en la piel de aquel, pero el cansancio podía reflejarse en sus ojos.., los cuales había dejado de mirar.

Lo asumía, estaba exhausto, pero no estábamos hablando de en lo que había estado trabajado arduamente este ultimo mes, no, estaba cansado de esperar, algo muy raro en él, pues solía ser paciente, lo mejor siempre llega al ultimo, siempre se lo había dicho, pero esta vez había dejado su alma en terminar aquello para ese día y lo peor era que —unos tres días atrás— había llegado al punto en el que le importaba una mierda y había llamado al menor, pero gracias a que el otro no le había respondido sus primeras llamadas —vallase a saber porque—; había logrado finalizar ayer, pero ese no era el punto, no le importaba en lo más mínimo el cansancio físico que sentía en esos momentos, él anhelaba algo; más bien a alguien y aunque pareciera que el menor era el que había estado esperando todo ese tiempo, él había pasado —demasiadas— noches en vela para poder verle ahí; en la puerta de su casa, con el ceño ligeramente fruncido, sus ojos tan hermosamente desafiantes y tan a su disposición; como siempre, lo que en el fondo le dolía un poco, ¿Qué habría echo todo el mes aquel chico? De seguro que no se había ido con otro y lo agradecía, pero ¿Por qué no lo había echo? ¿Por qué se había quedado con él, con ese pedazo de basura que era él?

Las piernas del menor colgaban infantilmente del borde del escenario, se balanceaban haciendo que sus talones golpearan con el frente de este y provocaran un aburrido sonido hueco, su cuerpo estaba esparcido sobre la fría madera del piso, sus ojos se perdían en la oscuridad en busca del cielo raso que no llegaba a alcanzar.

Llevaban media hora esperando ahí y nada.

—No puedo creer que el estúpido del Uchiha no vaya a venir.— Soltó molesto el pelirrojo que se levantó de uno de los asientos del publico para dirigirse a la puerta.

Los pasos del mayor resonaron en el silencio del lugar y esto provocó que el otro se sentara de golpe, quedándose embelesado al mirar la espalda del otro y aquel de pronto se giro sobre su hombro.

—¿Enserio vas a quedarte a esperarlo?— Preguntó arqueando una de sus cejas el de ojos acaramelados y pronto estos encontraron lo celeste de los del menor, hubo una pequeña pausa y el ultimo trago saliva ruidosamente, dispuesto a responder algo, pero el mayor volvió a hablar. —Es mejor que nos vayamos antes de que se haga más tarde, esta claro que no va a venir.— Porque se fue con Kisame hace rato, por alguna razón no había podido mencionar esa parte; había visto como el moreno se había ido siguiendo al otro cuando —por lo menos para el nadador— las clases habían terminado, a pesar de que tenían ensayo esa tarde. No es como si ahora se la diera de buen samaritano y no se lo dijera para no ver la cara de sufrimiento de este, bueno si era así, no quería ver esa cara, no de nuevo, pero no era para evitarle el dolor, en realidad se trataba de algo egoísta, le dolería más a él ver que el otro sufría por el moreno, no.., por otro. Y es que antes de que llegara a darse cuenta, luego de ver al rubio llorar por el Uchiha, había deseado sus lagrimas solo para él.

—Supongo que tienes razón, h'm.— Dijo el rubio resignado mientras bajaba de un salto del escenario.

Era extraño, un confortable silencio yacía entre los dos, el camino a casa era tranquilo y natural, como uno de esos sueños en los que todo es como una película, bueno, podría decir simplemente que era como en una película, pero sin saber porque realmente; se sentía como en un sueño. Sus ojos viajaron al rostro —unos dos centímetros más bajo— a su lado y sin darse cuenta comenzó a contemplarle; aquellos desordenados rizos carmín, la piel nívea, los ojos miel, era tan bello.., se negó con la cabeza a sí mismo intentando desvanecer esos pensamientos, bajó la vista a su manos y al ver que los puños de su camisa estaban arremangados recordó algo.

—Esto.., Sasori, h'm.— Le llamó intentando tranquilizar sus nervios, y de todos modos ¿Por qué estaba nervioso? No es como si fuera invitarlo a una cita.., era suobligación, se lo había pedido su amiga.., aunque ¿Por qué sentía como si en realidad fuera a invitarlo a salir con él?

—¿Mmh..?— Era sorprendente como ese tenue sonido emitido por el pelirrojo lo había puesto a mil y parecía que su corazón iba a saltar de su pecho a la calle; rogando que un camión lo arrollara, si, así tal vez le calmarían.

—Yo.., eh…— Las vueltas que daba el rubio solo hacía poner impaciente al otro que terminó por volver sus ojos desde el camino hasta aquel.

—¿Qué pasa, Deidara?— Aquella firme y elegante voz solo empeoraba las cosas, podía sentir el calor en su rostro y ya no podía volver la mirada desde sus puños.

—¿Tienes algo que hacer este sábado?— Ya no había vuelta atrás; lo había dicho, sus ojos ahora estaban fuertemente pegados al piso ¿Y si se negaba? Ahí si que arrojaría su corazón a la calle, espera.., ¿Y por qué haría eso? No lo sabía, todo era demasiado complicado para entenderlo justo en ese momento.

El sonido de los pasos de ambos no lograban tranquilizar al menor y a su pesar, solo habían pasado diez segundos desde que la pregunta había sido efectuada, pero parecía que solo eso le bastaba para comenzar a desesperarse y se arrancaría cada uno de sus rubios cabellos si el otro no contestaba rápido.

—¿Por qué preguntas?

Aquella pregunta se quedo en el aire unos segundos hasta que la mente del menor pudo procesarle ¿Estaba bromeando? Sabía perfectamente para que le preguntaba, ¿Qué se supone que era un subnormal!

—¿Salir?— ¡Maldita sea! Lo había pensado con tanta naturalidad que se había olvidado de con quien hablaba, el pelirrojo arqueó las cejas, pudo sentirlo.

—Esta bien.

—Digo para dar una vuelta.., comer algo por ahí.., no lo… ¿Qué?— La vista del menor se había vuelto hasta la del pelirrojo que sonreía de una forma casi imperceptible, él se sonrojó notablemente y lo supo.., su corazón se había arrojado a aquella calle.

¿Era una lagrima lo que corría por su mejilla en ese entonces? Claro que no, solo lloviznaba. Sentía como si todo su ser temblara a merced de aquel sentimiento que le provocaba aquella partida, era agonizante, su pecho y su garganta le ardían, al igual que sus ojos que parecían estar a punto de rebalsar.

La espalda del mayor comenzaba a difuminarse ante sus ojos ¿Llovía? Ya ni estaba seguro de eso, solo podía ver que el amor de su vida —era demasiado llamarle así ¿Verdad? Solo tenía trece años— le apartaba sus brazos, sintió como algo se rompió dentro de si en el momento que aquel puso un pie en esa escalera, se iba solo dejándole el gusto de su saliva en su boca ¿Acaso creía que eso era suficiente? Bueno, también tenía sus recuerdos juntos ¡Pero es que esos dolían horrores! Y de pronto todo volvió a desaparecer, desencajando de la realidad; como una película vieja, dejándole la sola imagen de aquel chico ahora crecido ¿Por qué tenía tantas ganas de simplemente abrazarle..? No entendía ni quería intentar entender aquel nostálgico sentimiento que tanto habría querido olvidar. Pero si no lo hacía, si no hacía algo.., esa espalda desaparecería como la ultima vez, la diferencia era que no estaban en un aeropuerto, era un parque, el parque al que venían a pasear de chicos y no lo estaban alejando de él, se estaba yendo porque quería.., no, no era porque quisiera, si no porque debía y así, tal vez así; él entendería.

Sus pasos fueron largos y apresurados, como si estuviera a punto de perderle para siempre y es que eso era posible para él, no podía permitirse dejarlo ir, no de nuevo.

El calor de la lluvia cayendo sobre sus figuras era casi palpable, una tenue sonrisa había adornado el rostro el mayor que se había detenido al sentir como aquellos brazos le rodeaban, quiso darse vuelta, pero el agarre era fuerte y la cabeza del moreno se hundía en su espalda.

—No te escaparas de mi.— La entrecortada voz el Uchiha le hizo sentir aún más calidez en su pecho. —No lo harás por segunda vez.

Un quedo suspiro se escapo de los labios del mayor al sentir que el otro le sacaba el aíre y no era por el agarre que tenía a este.

—No podría hacerlo…

Sus mojados cuerpos cayeron a aquella enorme cama de dos plazas, a decir verdad era la primera vez que llegaba a ese lugar; el cuarto del mayor, eso es una mala señal ¿Verdad? Debería de conocer su cuarto hace mucho, o por lo menos eso creía él, al otro la verdad que no le importaba mucho. Oh, creo que olvide mencionarlo; estaban mojados porque la lluvia se había largado mientras se miraban furtivamente allá afuera, por alguna razón se quedaron bajo la tormenta unos segundos, ninguno había dicho una palabra, pero cuando el mayor se dio cuenta de que estaban quedando empapados, incluso la tormenta había llegado a mojar la entrada del departamento, se dio media vuelta haciendo entender al otro que le siguiera, habían caminado tranquilamente por el living-comedor, que era un verdadero desastre; con libros tirados alrededor de la mesa —que era un gran papelerío—, envases de comida chatarra y más porquerías.., por ende había llegado a donde estaban ahora.

Los cortos cabellos del más joven estaban completamente empapados, mojando la sabanas, una de las manos del azabache estaba en estos, tomándolo como nunca lo había echo y comenzando un beso que les llenaba de sentimientos nuevos la garganta, sus lentas respiraciones se acoplaban la una con la otra y el calor de uno era el del otro, se miraban a sus ojos, como no habían terminado de hacerlo allá afuera, los parpados del mayor bajaron volviendo a aferrar sus labios con los del otro en un apasionado beso y es que como esos nunca habría otros, eran tan llenos de algo, que no estaba seguro que era, pero parecían dedicados a que los disfrutara y el menor comenzaba a hacerlo; cerrando sus ojos suavemente y perdiéndose en el sabor de la saliva del otro, juntando sus lenguas que parecían bailar un lento que nunca antes habían intentado.

Las ropas mojadas solo ayudaban a subir la temperatura y el menor se armo una escusa en su mente ¿Desde cuando hacía eso?; si no las retiraban se enfermarían, los brazos de este bajaron del cuello del otro —quien sabe cuando habían llegado allí— y fueron a la cintura para tomar el comienzo de la remera y jalarle hacía arriba para que liberara el hermoso torso de su amante.

El cuerpo del mayor siempre le había parecido verdaderamente hermoso y ni se hable de lo deseable que se hacía, los músculos de sus brazos no habían cambiado nada, tampoco sus abdominales seguían tan cuadrados y fuertes como siempre, el largo pelo castaño, que a la poca luz que tenían parecía negro, caía en aquellos fuertes hombros y pensó en aquella enorme espalda adornada con extraños tatuajes que siempre le habían parecido entretenidos de admirar, aunque no había llego a hacer tal cosa con detenimiento. Y ¿Cuándo su remera también había sido robada?

El azabache se inclinó sobre él con una sonrisa que lo había hipnotizado de una extraña manera y comenzó a hacer un camino de besos por su cuello, dejando algunas marcas rojas que pensó indicarían que era de su propiedad, su sonrojado rostro no quería dejar ir el primer suspiro y al mayor ese detalle —que por supuesto lo había notado— le hacía algo de gracia. Y aquel se acerco a su rostro para arrebatarle el poco aire que aún conservaba, los gruesos labios del mayor comenzaban a hacérseles irresistibles de la forma que le besaban y de pronto se le ocurrió que podría estar soñando en la ultima clase de la escuela y que debía despertar porque llegaría tarde a la casa de aquel azabache, pero aquella idea fue descartada rápidamente; alguna vez le habían dicho que era imposible soñar con sensaciones que nunca había vivido.

Un hilo de saliva bajaba desde la comisura de sus labios mientras llegaba a sentir como el mayor se había topado con aquel pantalón negro, algo elegante, que formaba parte del uniforme escolar que tanto detestaba. Sintió como aquella fina tela fue removida junto con sus boxers; dejando al descubierto aquel rígido tramo de su ser que no había tardado en ser engullido por el otro, pero es que él si había mirado al menor en busca de aprobación para lo que estaba siendo, el caso era que no había obtenido respuesta alguna de aquel sudado rostro que parecía tener a su propietario en las nubes.

Y es que el sabor de esas caricias era algo que nunca podría haber imaginado, ¿Acaso era el tiempo que le había sacado el gusto? No, sabía que muchas veces había sucedido lo mismo con aquel hombre, pero nunca así.

Se mordió su labio inferior intentando retener algo que ya no podía ¿Y es que acaso no podía durar un poco más? Ni fuerzas para maldecirse mentalmente había tenido y dejó escapar todo el aire que había estado reteniendo en sus pulmones, el culpable de todas aquellas sensaciones volvió hasta su rostro, quien sabe que había pensado hacerle a ese instante, lo cierto era que algo verdaderamente inusual había pasado y ¿Por qué no? Tal vez era el día del revés y ninguno de los dos se había enterado de ello. Tal vez había quedado fuera de lugar, la verdad no le importaba, no era como si él hubiera elegido hacerlo, solo había sido un impulso al ver como aquel pálido liquido bajaba de los labios del mayor y corría por aquella morena piel, además ¿Se supone que había tenido algo de malo? Tocarle el rostro y retirar aquel hilo de semen que resaltaba contra su piel, bueno supongamos que eso no había sido lo más extraño, tal vez lo había sido la sonrisa con lo cual había echo aquello, ya no importaba demasiado porque mientras nosotros comentamos todo esto, los pantalones del mayor fueron hurtados.

Aquellos dos parecían querer prolongar cada vez más ese momento, aunque si se lo preguntaras a cualquiera de los ellos lo negaría, quien sabe, tal vez lo hacían inconscientemente.

Lo cierto es que de alguna forma el albino había quedado sentado sobre el azabache y habían comenzado a besarse ahora con poco más de apuro, pero sin dejar atrás aquel "no sé que". Las piernas del primero estaban enredadas detrás del mayor cortando distancia entre sus cuerpos y provocando roses que hacían que soltaran ligeros suspiros dentro de la boca del otro, pero ya era hora de dejar tanto juego, los fuertes brazos del de los ojos esmeralda llegaron a los muslos del otro, el menor desenredo las piernas y las doblo formando un lugar de apoyo para él, ayudó un poco a levantar su cuerpo para adentrar el miembro del mayor en aquella cavidad que tan maltratada había sido como para ahora tratarle con tanta delicadeza, los gemidos fueron subiendo en volumen, no tardaron en convertirse en gritos, hermosos gritos de placer, el azabache los soltaba contra el pecho del menor, que se había estirado para mirar el cielo raso unos segundos, antes de dejar su frente sobre el pelo del mayor, manteniendo aquella agitada respiración que se acoplaba a la del otro. El azabache se permitía apreciar el aroma del de ojos lila mientras el movimiento comenzaba a llevar ritmo.

Sus labios separados de par en par, parecía ser que su nariz no daba abasto como para tomar todo el aire que necesitaba, en el rabillo de sus ojos unas pequeñas lagrimillas asomaban, dejando ver algo de dolor tras tanta pasión, pero eso no podía de compararse con lo que sentía, y si comparaba esto con las veces que había estado con aquel anteriormente aquellas parecían casi torturas.., ¿Es que realmente nunca había sentido el placer de hacer el amor..?

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