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Sing with me por Valeria15

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Notas del capitulo:

¡Buenas!, me disculpo, primero que nada, por la tardanza. ¿Cómo han estado, me extrañan? xD

Yo sé que no, pero bueno. Debo decir que este capitulo es una porquería, sí, así no más, incluso guardo algo de temor porque nunca más me vuelvan a querer leer luego de esto =_=U Está corto y no dice prácticamente nada, es como un pie al capitulo que sigue, que váyase a saber cuando lo voy a publicar, porque trabajaré nueve horas todo el verano, todos los días (sí, me explotan xDUU), aunque ¡todo sea por algo de dinero!... Bueno.. no todo x/D

Guardo esperanzas de que no me odien luego de esto y... bueno... ¡Gracias a todos por leer y comentar! De verdad lo aprecio :3

Sing with me

3

Bruma

De alguna forma, a veces, todo se vuelve tan lejano que es imposible de comprender.

Cuando despertó había notado que la hora rondaba las cuatro de la mañana, caminó por aquella casa desconocida, sin saber a dónde dirigirse realmente, preso de una ansiedad que carcomía sus pensamientos, haciendo que su respiración temblara, que sus pies dudaran. Al caminar por un alargado pasillo de madera; escuchando inconstantemente el eco de sus pasos, como si tuviera cortes en su pequeño cerebro, no podía notarlos siempre ahí, aunque estuvieran; encontró una puerta que se hacía destacar entre las demás, una puerta que lo llamaba. Se acercó a ella, y sin preguntarse nada, la abrió, su mente, a punto de desaparecer, no se fijó en aquella habitación detenidamente, entró atraída por quién sabe qué.

Aquellos ojos ceniza adormecidos se posaban en las cosas más simples de aquella habitación, el escritorio, un pequeño lapicero sobre este, una lámpara. Al momento de levantar la vista, la imagen llegó de una manera tan abrupta a su mente que le quitó el aire y se quedo quieto unos instantes, como si aquel gran piano color blanco no hubiera estado ahí desde un principio, como si simplemente hubiera aparecido frente a él. Lo recorrió con su mirada escrupulosa mientras pasaba a un lado de este, procurando no dejar ser absorbido por él, por aquella esencia solitaria de él.

Al sentarse en el taburete de aquel instrumento sintió como el frío contacto acongojaba, pero intento no darle importancia a aquello, dado a que si se desconcentraba sólo un poco, sus sentimientos se desbordarían y sus pensamientos ya no podrían mantenerse callados, ya no podría silenciarlos más. Recorrió con sus dedos la fría y lustrosa madera blanca y descubrió las teclas que permanecieron expectantes al tacto.

El silencio en la habitación permanecía a sus pies, intentando alcanzar la intranquilidad que se guardaba en el cuerpo del pelirrojo, esperando el más mínimo error para atacar y sumergirlo a un mar de miedo, miedo demasiado distinto al que nosotros sentiríamos al levantarnos en la madrugada para ir al baño.

A sus espaldas, comenzó a notar el macabro sonido que provocaban las agujas de un reloj, pero el deseó ignorarlo con todas sus fuerzas, volver al silencio debido. Entonces sintió como se deslizaba su camiseta por su brazo al estirar su mano hasta las teclas de aquel instrumento, intentando alejar el tictaqueo que trastornaba su mente.

Al comenzar la melodía no quiso preguntarse a dónde quería llegar con esta, porque después de todo, él había sabido que no había querido ir a algún lugar, sino huir de otro en el que estaba. Entonces su mente dio un click y supo que lo había hecho, que había dejado ir sus pensamientos más allá de la acción, porque después de todo, ¿quién podía permanecer tanto tiempo sin razonar? Al intentar retroceder sobre sus pensamientos y acciones se vio en sus recuerdos despertándose esa misma mañana, observando el rostro de su supuesto amante que descansaba plácidamente, sin percibir aquella mirada oscilante que amenazaba con deshacerse de él.

No era su imaginación, Itachi lo amaba, pero había algo extraño en él, algo que no era lo mismo, como si hubiera perdido la gracia salir con él y no era como si se hubiera aburrido de él, simplemente, comenzaba a pensar que aquel chico ya no lo amaba como antes, porque muchas veces uno puede notar la diferencia entre una pareja reciente y una que tiene años encima, la pasión, la espontaneidad, esa clase de cosas habían desaparecido.

Detuvo el sonido que salía de sus dedos sintiendo correr algo por sus mejillas, aunque sin querer adivinar de qué se trataba. Odiaba sentir que aquel moreno estaba con él por inercia y que todo lo efectuado, las disculpas, los abrazos, los besos y las tonterías que sucedían a menudo eran debido a lo mismo. Cuando se enamoró de él, se había enamorado por cómo había hecho que su corazón saltara, sin estar seguro de por qué realmente había reaccionado así, sin estar seguro de porque aquel chico lo hacía sentir de tal manera. Quizá era culpa suya. El hecho de que aquel "no sé qué" se hubiera esfumado. Quizá todo era culpa suya.

Sintió como algo dentro de sí se rompió haciendo que se hiciera una simple pregunta, ¿y si no se había sentido del todo bien a su lado todo este tiempo por qué era que no había dicho algo?, ¿era también por inercia? O quizá temor, después de tanto tiempo con él, no sabía que podría pasar al terminar aquella relación, al romper ese lazo a medio desatar que los sostenía, al borde de un abismo imaginario.

Ahora maldijo con todas sus fuerzas a su cobarde ser, después de todo, incluso ahora sabiéndolo todo, no podía permitirse hacer nada, no sabía cómo separarse de algo que seguía amando sólo porque no parecía estar funcionando, no sabía que necesitaría más que amor para mantener aquella relación, pero entonces a su mente llegaron palabras demasiado razonables para haber venido de él.

—Si seguimos con esta relación pronto no llegara a ser distinta a la cual se tiene con un familiar o amigo, después de todo, nuestro amor se ha desgastado hasta el punto en que no podemos compartir nuestros sueños.

Las dos mujeres a su frente hablándole se hacían invisibles y tampoco podía oírlas, él sólo estaba pensando en sí mismo. Se sintió egoísta y le sonrío a una de las ellas que pareció alegrarse.

—Aquí tiene —la voz que había sonado tenía un tinte elegante que parecía conocer de más, pero cuando volteó decidió que no tenía idea de quién era aquella persona que se encontraba frente a él, principalmente creía que se debía a que este llevaba una extraña mascara anaranjada sobre su rostro, pero la voz tampoco había podido ser identificada.

—Gracias, pero yo lo pagaré, un —respondió cogiendo la copa que le ofrecía aquel hombre, después de todo tenía sed.

Las mujeres habían quedado mirando al enmascarado y se preguntó si aquel desprendía tantas feromonas como para llamar así su atención, resultó ser que no era eso lo que sucedía y el desinformado era él.

—¡Es Tobi de "You're my rock star"! —exclamó incrédula una de las chicas a su derecha, Deidara se quedó pálido y se volvió a ella.

—¿Quién, un? —Preguntó con las cejas arqueadas, pero fue completamente ignorado y casi derribado por las personas que se abalanzaron contra el declarado "Tobi".

Intentó reparar en lo que había dicho anteriormente aquella chica mientras se alejaba un par de asientos del enmascarado con cabellos negros y "picudos", definitivamente tiene que usar gel para eso, pensó al notarlos.

"You're my rock star", estaba seguro de haber escuchado ese estúpido nombre en algún lugar, ¿acaso se trataba de una revista?

—Es de una discográfica —le informó un Uchiha a su lado.

—¡Ah, eso! —Exclamó él como idiota pegándose con su puño en la palma.

—¿Queres ser cantante y no te sabes ni los nombres de las discográficas que rondan por acá? —Preguntó con las cejas arqueadas el menor.

—¡Eso…! —se frenó antes de poder hacer contra a las palabras de Sasuke, realmente no tenía ninguna defensa para eso, simplemente nunca se le había ocurrido averiguar y tampoco recordaba cuales eran los nombres de las que hacían los concursos en los que naturalmente participaba. —Tampoco es como si fuera tan importante saberlo, además, por favor, ¿"You're my rock star"? Que nombre tan horrible, parece de canal de televisión para adolescentes huecas, un.

—Ah, sí, de esa clase de canales en los que tú participarías para ganar algo de dinero.

El rubio se volteó bruscamente hacia el Uchiha.

—¿Estás buscando pelea, idiota, un? —Amenazó, pero antes de que el moreno pudiera decir algo para molestarlo aún más el enmascarado los interrumpió.

—Ah, finalmente Tobi pudo salir de allí —dijo en un suspiro aquel extraño personaje—. Usted es Deidara-san, ¿verdad?

—Lo soy, ¿qué se le ofrece, un? —Respondió rápidamente el de ojos celestinos propiciándole un tono amable.

—Cof, cof, lame suelas, cof —masculló el menor simulando toser, a lo que el rubio le intentó dar un codazo olvidando que aquel estaba del otro lado de la barra, obviamente Sasuke lo esquivó fácilmente.

—¡Tobi deseaba hablar con usted de negocios, Deidara-san! —Exclamó alegremente el otro.

El rubio intentó no sufrir de un tic en el ojo al escuchar la exclamación, aquella personalidad extrovertida comenzaba a molestarlo.

—¿Con él? —Preguntó con sorpresa fingida el moreno menor que recibió una mirada acusadora de Deidara inmediatamente.

—Sasuke-kun, no finjas que no ves el talento de Deidara-san por favor —le reprochó el enmascarado.

—Te regañaron —susurró con burla el rubio.

—¿Eres un niño acaso? —le acusó el Uchiha.

—Espera, ¿te dijo "Sasuke-kun"?, ¿se conocen, un?

—Ah, él es mi primo —señaló encogiéndose de hombros el menor.

Miró aquellos ojos esmeralda directamente y dejó que aquellas palabras volvieran a repetirse en su mente, ¿en serio acababa de decirle aquello? "Cásate conmigo".

Nunca antes lo había imaginado, casarse. Era cierto que amaba al azabache, pero era algo así como un deseo impensable, después de todo, él tenía a Amy, con esa niña compartía su vida y hacer algo como casarse nunca había llegado a cruzar su mente. Se dejó llevar unos momentos por su imaginación, ¿realmente quería hacerlo?

Sin darse cuenta había dejado de mirarlo y cuando volvió su vista a aquél se encontró con aquellos ojos verdosos que lo miraban expectantes.

—¿Estás seguro? —Aquella pregunta había escapado de sus labios—. Yo aún tengo que cuidar a Amy.

Pudo ver como el mayor le frunció el ceño casi al instante con molestia, ¿de qué clase de estupidez le estaba hablando?

—Por supuesto que estoy seguro, idiota. ¡Te ayudaré! —El mayor prácticamente le había gruñido, pero había podido sentir el calor en sus palabras, aquel sentimiento que habían llevado con ellos tanto tiempo y sin darse cuenta le sonrío abiertamente, aún con lágrimas en los ojos, sin saber por qué se encontraba llorando todavía.

—Está bien —respondió finalmente, justo antes de estirar sus brazos hasta aquel fuerte cuello y besarlo, enredándolos allí.

El beso se prolongó y a ninguno le importó estar aún en el piso, al contrario, Kakuzu logró tirar de espaldas al menor y aquél soltó un leve quejido. Aquello se convirtió en un maratón de besos rápidamente, sus respiraciones agitadas se acoplaban.

El mayor se separó del otro para mirarlo directamente a aquellos ojos de tenue color lila y el otro le frunció el ceño levemente, ¿hacía cuánto que no se daban un momento para ellos? El azabache no tardó en tomar la iniciativa, se levantó y cargó al albino a su hombro rápidamente, aquél había querido protestar, pero hacer ruido no iba a ser una buena idea.

Cuando el azabache lo tiró sobre enorme cama de dos plazas se permitió un segundo para suspirar y pudo escuchar como el otro ponía la traba de la puerta asegurando su intimidad. Estiró el brazo hasta la pequeña mesa de luz y llegó a tocar la perilla de una pequeña lámpara, aquella era lo único que iluminaba la habitación.

Cuando volvió su vista al frente se encontró con aquella exquisita piel morena, los músculos tonificados, las largas hebras castañas. Sintió el rozar de sus pieles cuando aquel llevó sus manos al comienzo de su torso para quitarle la camiseta y al mirar al rostro del mayor aquél le sonrío de lado logrando seducirlo por completo.

Realmente lo amaba y aunque valía aclarar que su matrimonio era ilegal, no le importaría si podía permanecer con él por el resto de su vida, y si no planeaban permitírselo, lucharía por ello.

El azabache creó un camino de besos por su cuello y él sonrío inconscientemente al sentir la tela resbalar por encima de sus muslos.

Miró a aquellos ojos eternamente verdes, sintiendo el calor sobre su rostro, su respiración aún agitada pedía calma, pero su mente sólo quería sumergirse en aquel sentimiento y buscar aún más placer en él.

Finalmente ambos estaban completamente desnudos y el mayor se relamió los labios mientras se acercaba nuevamente al rostro del otro, enredando sus dedos en los cortos cabellos plata del albino. Sus lenguas se enredaron y comenzaron una danza que parecía interminable, ¿y quién no lo hubiera deseado?, que siguieran así para siempre, pero finalmente se separaron obligando a sus furtivas miradas chocar, fundiendo sus esencias en aquel contacto.

—Que ni se te ocurra hacer algún ruido —le susurró al mismo tiempo en que se posicionaba, poniendo las piernas del menor sobre sus hombros, esperando que aquellas se enredara en su cuello, como antes sus brazos lo habían hecho.

Habían formado una burbuja de calor, repeliendo la helada brisa de aquella noche de otoño. Había podido ver como el azabache le sonreía efímeramente justo antes de entrar en él, haciendo que un cosquilleo subiera desde sus caderas, provocando que todo el aire que había estado reservando en sus pulmones saliera de forma abrupta.

Las gotas de sudor fueron acumulándose sobre sus cuerpos y las respiraciones, entrecortadas por incontenibles gemidos, se acoplaban la una sobre la otra. Así siguieron toda la noche, igual que siempre, amándose; deseándose.

Volteó casi de inmediato al escuchar aquella voz, no estaba seguro de en qué momento se había recostado sobre aquellas teclas, que ahora, se encontraban húmedas debido a sus lágrimas.

La sonrisa apenada del moreno le hizo saber que no había imaginado aquellas palabras y sintió un fuerte dolor sobre su pecho, aunque las lágrimas se habían detenido en algún momento y sólo quedaban restos en los rabillos de sus ojos.

—Ayer recordé cierta pelea que tuvimos una vez —comenzó a decir el mayor que caminó hasta el piano, sentándose a un lado del pelirrojo—, en aquel entonces yo te preguntaba "¿En serio crees que yo sería capaz de engañarte con alguien más?", eso me hizo pensarlo, si sería capaz de hacerlo ahora y, cuando saliste esta mañana de la habitación, descubrí que sí, que yo sería capaz de engañarte ahora.

El moreno movió su mirada al otro que se mantenía en silencio, observando las teclas de aquel instrumento que se extendía a su frente.

—Al sentir que te levantaste no te detuve porque comencé a pensar que tú lo sabías también, que no es lo mismo que antes, este amor. Casi de inmediato me di cuenta de que no me dirías nada al respecto, de que era demasiado para ti ¿Y sabes?, yo también pensé en no decir nada, en seguir con esto, pero este sentimiento que surgió por ti hace tiempo me detuvo, porque no quiero que sigas sufriendo —sintió como el pelirrojo se sobresaltó a su lado—. Entonces, supe que debo detener esto antes de que sea demasiado tarde y se convierta en un mal recuerdo, es gracioso, que recién a estas alturas haya logrado entenderte aunque sea un poco.

Se mantuvieron en silencio por unos segundos, el moreno sin nada más que decir, el pelirrojo sin estar seguro de cómo hacerlo.

Sus manos le temblaban, pero quiso hacerlo y pudo sentir como el mayor se sorprendía ante el hecho. Había comenzado a tocar aquel piano. La melodía, dulce, triste, melancólica, sacada de lo más profundo de su alma llegó a los oídos de Itachi rápidamente, haciendo que sonriera con nostalgia ante el sonido de los sentimientos del menor.

Cuando el pelirrojo dejó de hacer sonar a sus sentimientos, el Uchiha se levantó y caminó a la puerta con sus manos en los bolsillos, siendo seguido por la mirada del otro.

—Si es que quieres irte antes de que ellos despierten puedes hacerlo, te llevaré al aeropuerto.

Al momento en que se levantó del taburete pudo sentir como dejaba un trozo de su angustia en él y supo como aquel pequeño había ido juntando toda aquella esencia de melancolía y desdicha, sintió pena por él.

Cuando llegaron al aeropuerto, habiendo sacado el pasaje, estando frente a las puertas por las cuales sólo pasaría uno de ellos, se miraron, encontrando en los ojos del otro una tranquilidad y placidez que conservaban por algo parecido al deber. Se sonrieron suavemente, como quizá nunca lo habían hecho. El argumento era su obra, el aeropuerto su escenario y ellos, los mejores actores que podía haber encontrado.

—Llegaras tarde —le advirtió el moreno haciendo un ademán de que se apresurara, pero el menor aún lo miraba fijamente. Buscaba el coraje que nunca había tenido, porque aún con máscaras en sus caras, las palabras salían del corazón, alejándolos del libreto.

—Gracias por todo —soltó aquel chico de ojos ceniza—, yo… te amo.

El de ojos rojizos no pudo evitar sorprenderse ante tal repentina declaración, entonces volvió a sonreírle con ternura.

—Yo también te amo, Sasori.

Al escuchar aquellas palabras no pudo evitar sentirse avergonzado por todo lo que estaba sucediendo y volteó, arrastrando sus maletas.

Al comenzar a alejarse de él, sintió cada vez más frío, su rostro, la máscara, se rompió en mil pedazos y su vista empezó a nublarse, pero sabía que no debía mirar hacia atrás, sabía que no se estaba equivocando al alejarse de él. Y quizá era eso lo que dolía demasiado, el saber que no se trataba de un error.

Porque lo había entendido, todo lo que había dicho el moreno era cierto, sólo que él no hubiera tenido el valor de decirlo, ni tampoco para afirmarlo en voz alta, porque, después de todo, ¿cómo podría no creerlo luego de haberlo dicho el mismo? Una parte de él deseaba que Itachi hubiera seguido siendo igual de ignorante que siempre y otra parte agradecía que lo hubiera comprendido, que los hubiera salvado.

Entonces se sentó en aquel incomodo asiento acolchonado, a un lado de una ventana que le daba vista a lo que estaba dejando, comenzó a sentir como las lágrimas se acumulaban en sus ojos y los cerró decidido a olvidar, a caer en sus sueños.

Miraba aquellos ojos carmesí fijamente, esos que hacían que hirviera en furia casi al instante, recordando el profundo odio hacia aquel egocéntrico clan. Pero la situación era demasiado extraña como para pensar en aquello detenidamente, Sasuke definitivamente había logrado acorralarlo, ¿pero para qué se suponía que lo había hecho?, ¿acaso quería algo de él?

—¿Por qué no puedes olvidarte de él de una vez? —Preguntó el menor casi gruñéndole en la cara.

Deidara se quedó estático.

—A… ¿A qué te refieres, un? —No lograba asimilar lo que sucedía.

El moreno finalmente gruñó.

—Me refiero al estúpido amor que le tienes a ese pelirrojo —le soltó con el ceño fruncido, mirándolo directamente a los ojos.

Al desviar instintivamente su mirada de aquél, chocó con la imagen del brazo con piel blanquecina que lo encerraba contra la pared, haciéndolo sentir que caería.

—¿Qué se supone que tiene de atractivo ese enano? —Cuestionó al cabo de unos segundos.

Podía admirar de reojo como aquel chico estaba mirando sus labios con deseo y pensó que debía hacer algo al respecto, pero que aquél hubiera descubierto su secreto lo había dejado demasiado sorprendido como para decir algo, ninguna palabra llegaba a su mente.

Sintió dedos sobre su tersa piel, aquel suave tacto parecía embriagarlo aún más. Sasuke había decidido provocar que lo mirara a los ojos, la forma en la que aquel chico lo estaba manipulándolo comenzaba a asquearlo pero su cuerpo aún no le respondía, ¿sería el miedo?

—¿No sería mejor renunciar a ese estúpido amor tuyo?

Posiblemente sería lo mejor.

—Buscar a alguien más interesante —sugirió el moreno—, hay demasiada gente mejor que él.

La seductora voz del menor hacía eco en su cabeza, mientras podía observar como los ojos semejantes a rubíes se posaban en sus labios, aquellos dedos apretaban su piel e inmovilizaban su cabeza, podía adivinar el por qué lo estaba tomando de la barbilla. Pero de todas formas no lograba comprender la situación, la relación hostil que había mantenido con el Uchiha, ¿en qué momento se había convertido en algo como esto?, además, estaba tratando de seducirlo, ¿verdad?

Podía sentir el calor en su rostro, su corazón acelerado y sus ojos, obligados a ver los del otro que no miraban a los suyos, querían cerrarse. Lo odió con todas sus fuerzas. Aquella respiración que estaba chocando contra la suya, no era la que él hubiera deseado que lo hiciera y esas manos que querían pretenderlo no eran dignas de él.

—Suéltame ahora, entonces olvidaré que esto acaba de suceder, un —ordenó dejando que su ceño se frunciera con falsa decisión, realmente no estaba seguro de lo que estaba haciendo.

—¿Y si no? —Preguntó con simpleza el moreno mientras dibujaba una cínica sonrisa en su rostro, después de todo, por más que lo soltara él no lo olvidaría jamás.

"¿Y si no?", aquella pregunta se repitió en su mente hasta perderse en el vacío, ¿y si no?

— Yo puedo hacer que todos esos sentimientos desaparezcan, yo puedo hacer que te sientas mejor.

Sasuke realmente parecía ir en serio, y lo dudó por un momento, si él podía hacer que aquellos sentimientos desaparezcan y él deseaba que le perteneciera, ¿por qué estaba dejándolo sufrir todo este tiempo? Sintió pisar en falso.

—Si fuera algo tan simple yo no me encontraría en estas condiciones ahora, un.

Bajó la mirada por unos instantes, pero rápidamente el moreno logró que volviera a mirarlo a los ojos levantando su barbilla.

—¿Quieres que los haga desaparecer? Sólo tienes que pedirlo.

De alguna forma su tranquila mañana de sábado se había destruido, rebuscó en una de las cajas esparcidas en aquel suelo alfombrado.

—¡Kakuzu! —Escuchó ser llamado a lo lejos por una brusca voz, sintió el ceño pesarle. — ¡Esa fue la última!

El azabache se encontraba ligeramente sorprendido, ¿¡cómo era que había logrado perder algo así de importante!? Por supuesto, Hidan no tenía idea de que se encontrara buscando algo, y eso, por alguna razón, hacía que comenzara a sentirse más enojado, ése idiota parecía encontrarse tan feliz que ignoraba lo que hacía, aunque aquello le alegrara, era hasta cierto punto, comenzaba a molestar que estuviera tan distraído.

Retiró las manos del interior de la caja y antes de que pudiera terminar de suspirar escuchó un gran estruendo venir de la puerta a sus espaldas. Volteó lentamente, sin estar seguro de querer averiguar que le había sucedido al menor ahora, se levantó al ver que no había llegado hasta la puerta de entrada y caminó por el pasillo hasta encontrarse al pie de las escaleras, el albino residía al final de estas, dejando en claro que había rodado por aquellas cuesta abajo.

—¿Qué se supone que haces? —Preguntó arqueando las cejas el mayor.

El otro le dirigió una mirada con una ligera molestia mientras se pasaba su mano por los cabellos, acariciándose la cabeza. No se había molestado en responder absolutamente nada, tampoco parecía planear hacerlo.

Al final, Kakuzu había decidió mudarse a la casa del jashinista, ¿por qué? De los dos, aquel chico era el único que le tenía afecto a un lugar, además, estaba Amy, ella también pertenecía a aquel hogar y sería injusto cambiarla de lugar tan repentinamente, ¿verdad? Aunque dudaba que a la menor le importara demasiado, había que respetar aquel lugar, después de todo, había sido el fruto del esfuerzo de los padres de Hidan.

Cuando entraron a la casa nuevamente la fría brisa invernal le recordó algo al azabache, que examinó el living casi de inmediato.

—¿Le has dicho a Amy sobre esto?

Al escuchar aquella pregunta Hidan ni siquiera tensó un músculo y continuó con su acción de servir jugo en dos vasos.

—Ella se la ha pasado en la casa de una de sus amigas desde el miércoles, no he tenido la oportunidad para decírselo, aunque tengo entendido que volverá hoy. —El albino apoyó su mano como soporte en la mesa. — Tampoco es como si tuviera idea de cómo decírselo.

Kakuzu no pudo evitar quedarse tieso, ¿se estaba mudando sin el consentimiento de su cuñada?

—¿Para empezar en algún momento le has mencionado que clase de relación tienes conmigo?

Realmente Hidan siempre había sido una persona ocupada y al tener horarios distintos él rara vez se había cruzado con Amy, aunque podía decirse que se llevaba bien con ella, no tenía idea si aquella chica tenía idea del vínculo que conservaba él con su hermano.

—¿Mencionárselo?, para nada —Hidan ni siquiera había parpadeado.

Bien, ese era el pie para que Kakuzu comenzara a ponerse nervioso, ¿cómo era que no se lo había dicho?

—¿Entonces Amy no lo sabe? —Preguntó a punto de sufrir de un tic en su ojo izquierdo.

—¿Saber qué? —La angelical voz lo había dejado frío.

Hasta mirar el cielo raso comenzaba a hacerlo sentir cansado, aquel dolor de cabeza que persistía, podía adivinarlo, era por el exceso de alcohol. Aún podía sentirlo fluir por sus venas, mareándolo. Entrecerró los ojos intentando recordar que era lo que había sucedido la noche anterior, lo recordaba vagamente, aquél tipo extraño le había invitado un trago y luego de comenzar a hablar con él le había dicho que lo quería hacer grabar, que era un gran artista. Siguieron tomado para celebrar, junto con Sasuke que era su primo, luego, Tobi —si mal no recordaba, aquel era su nombre— se había tenido que ir y él había ido por sus cosas a la bodega, entonces, Sasuke… ¿Qué había hecho Sasuke?

La cabeza dolía demasiado, sintió el resbalar de las sabanas sobre su cuerpo al erguirse, entonces decidió observar a su alrededor, algo de terror se escurrió al encontrarse en un lugar completamente desconocido y escuchó ruidos, provenían de la puerta al costado de la habitación, su intuición le hubiera dicho que era el baño, pero comenzaba a sentirse tan perdido en aquella marea de recuerdos y hablando de marea, algo estaba revolviéndose en su estomago, justo ahora, la marea subió.

Instintivamente corrió hacia aquella puerta y lo único que atinó a ver fue el excusado, creo que no necesitan que describa como todo fluyó. Se mantuvo unos segundos, jadeando de rodillas, apoyándose en aquel aparato.

—Veo que no eres nada lindo por las mañanas —escuchó decir a sus espaldas y al escuchar aquella voz, seductora, un millón de imágenes lo golpearon.

Se tomó la sien, intentando integrar aquellos recuerdos, encajándolos con el resto de sus memorias, como una especie de rompecabezas que se convertía poco a poco en el laberinto de su perdición.

Se volteó lentamente, sin siquiera haberse molestado en limpiarse un hilo de saliva que se había mesclado con algo del vómito matutino. Quería asegurarse de que no se trataba de él, pero al ver aquellos ojos intensamente rojos deseó que la tierra lo tragase. Y Sasuke, al ver aquella mirada, supo que era su pie para retirarse a la otra habitación.

Mientras se lavaba la cara y hacía buches de agua, ya que no había encontrado nada como para sacarse el gusto asqueroso de la boca, comenzó a rememorar aquella noche, poco a poco encontrando el camino, hasta que finalmente lo entendió. Se había acostado con él.

Cuando volvió a la habitación, Sasuke ya no traía la toalla atada a su cintura y llevaba pantalones —gracias a Dios—. Intentó evitar cruzar miradas con él, pero aquello fue inútil y cuando aquellas se encontraron, no halló palabras que pudiera utilizar.

—¿Acaso estas esperando que te mienta diciendo que no pasó nada? —Le preguntó sin una pisca de compasión el menor que arqueó las cejas justo antes de ponerse la camiseta. —Además, podrías ponerte algo de ropa.

Deidara se quedó estático ante aquellas palabras, realmente no recordaba nada de "el acto" y se encontraba tan mareado que no lo había siquiera notado, estaba completamente desnudo. Sintió el calor aflorar en su rostro y escuchó algo parecido a una risa ahogada de parte del otro, su autoestima estaba demasiado bajo como para reclamar por aquello.

A los pies de la cama encontró su ropa y comenzó a vestirse bajo la disimulada, pero furtiva, mirada del moreno.

—Entonces… ¿no recuerdas absolutamente nada? —Los rubíes que tenía por ojos aquel chico habían quedado clavados en algún punto del piso, simplemente mirando, con algo que le había parecido lejana tristeza.

Observó la remera que llevaba entre sus manos unos segundos y finalmente se volteó a él para sonreírle apenado.

—Lo siento, un.

Al escuchar aquellas palabras de su parte, Sasuke suspiró con pesadez, algo que casi había parecido automático, como si ya hubiera predicho lo que iba a pasar antes de que sucediera.

"¿Qué es lo que sientes?, ¿el no recordar nada o el que lo hubiéramos hecho?", era lo que había querido preguntar, pero ya sabía la respuesta de algo como eso y se negó a seguir apuñalándose a sí mismo.

—Está bien —respondió, tosco.

El rubio observó ligeramente sorprendido como aquél se levantaba del pequeño sillón donde había permanecido todo ese tiempo, decidido a dejar la habitación.

—Ya debo irme —le dijo mirándolo con aquellos filosos ojos y sonriéndole en forma seductora—, nos veremos Deidara.

Y dicho eso, el moreno desapareció detrás de aquella puerta, dejándolo aún con aquel ácido gusto en su boca. Porque lo había recordado a la perfección, todo lo que había sucedido esa noche.

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CONTINUARÁ


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