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Do you really want to hurt me? por Kitana

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Notas del capitulo: Hola a todo el mundo¡¡¡ Cómo están? Yo muy bien, je je capitulo con dedicatoria especial a la fan número uno de Milo amrguetas o sea Cybería, ja ja  y a mi super amiga Craqling butterfly, y a todas las personas que me honran leyendo las locuras que salen de mi mentecita afiebrada,  disfrutenlo chicas, espero que sea de su agrado.
 

Era mediodía, hacía frío. Febrero nunca le había parecido tan gélido. Caminaba lentamente en dirección al metro, no había mucho que hacer esa mañana. Los gemelos estaban de vacaciones y no debían ir a trabajar, una conquista que les había tomado el nada despreciable sacrificio de tolerar un par de horas los regaños de la diosa.  Con ese bendito clima tan gélido, Milo agradeció que se les permitiera comenzar más tarde con sus actividades.

Faltaban tres días para el cumpleaños de Camus, en otros tiempos se hubiera ocupado de escoger el regalo perfecto para el que consideraba su mejor amigo. Pero ahora el pensar siquiera en el francés le dejaba un muy mal sabor de boca que el transcurso de los días no hacía sino acentuar. Camus no se había dignado a siquiera mencionar el asunto, cosa que le puso a Milo los nervios de punta, ¿cómo se le ocurría pensar que aquello se olvidaría fácilmente? ¡Lo había orillado a confesar que lo amaba y ni siquiera se acercó a pedirle una disculpa, aunque solo fuera por quedar en buenos términos¡

No era que le importara, pero Camus había dejado correr los rumores sobre lo sucedido en el departamento de Milo, lo cierto es que se decía de todo, pero no la verdad, y la verdad  era que Camus le había roto el corazón de una forma terrible, y parecía que ni siquiera le había importado.

Iba envuelto en un enorme abrigo de lana, aquella mañana no le había apetecido conducir así que caminaba lentamente para llegar al metro. No tenía prisa, no tenía deseos de permanecer encerrado en su gris oficina durante ocho horas, estaba seguro de que ni Kanon ni Saga le rescatarían de su miseria. Esos dos estaban demasiado felices juntos, seguramente lo último que les pasaba por la cabeza en ese momento era ayudarlo a no tener otro aburrido lunes. Daba igual, aún le quedaban sus libros, ¿o no?

Llegó al edificio de la fundación Grad, no se percató de que del auto que se estacionaba frente a la entrada principal descendía el mismísimo Hades, acompañado de Hipnos y Tanatos, y por supuesto, no podían faltar sus tres espectros favoritos, Minos, Ayacos y Rhadamanthys... Milo estaba demasiado distraído pensando en como demonios iba a evadir la condenada invitación a festejar el cumpleaños de Camus. A la o-diosa se le había metido entre ceja y ceja que ellos eran una especie de familia y se empeñaba en que los cumpleaños se festejaran con pequeñas reuniones a las que todos se veían obligados a asistir.

No notó los penetrantes ojos dorados del Kyoto clavándose en él, contemplando cada centímetro de su ya no tan bronceado rostro.  A últimas fechas estaba más y más pálido.

Se dirigió directamente a su oficina, en el camino se encontró con Aioria, el león le dio los buenos días y enseguida le dedicó una mirada sensual que llenó de molestia a Milo, ¿acaso tenía cara de desesperado?

Cruzó a toda velocidad el corredor hasta toparse con Death Mask y Afrodita, el italiano seguía refunfuñando porque Afrodita le había obligado a colocarse una colorida bufanda verde antes de salir a trabajar.

- Hola. - dijo Milo, se detuvo junto a ellos, Afrodita le sonrió, Milo debía estar muy deprimido después de lo que sucedió con Camus, de eso no le quedaba duda al sueco.

- Hola, ¿ya supiste las nuevas? - dijo Death. - Hades y sus engendros están visitándonos. - dijo el italiano con sorna, el gesto de Milo se endureció en cuestión de segundos, así que ese infeliz de Rhadamanthys estaba a su alcance.

- Me voy, los veré más tarde. - dijo Milo encaminándose a su oficina.

- ¿Quieres comer con nosotros? - le dijo Death, tanto Milo como Afrodita se sorprendieron al escuchar la invitación. Normalmente el que hacía esa clase de ofrecimientos era Afrodita.

- Hecho, paso a buscarlos. - dijo Milo sin detenerse. Death permaneció de pie junto a la puerta, Afrodita lo miraba con curiosidad en esos enormes ojos color aguamarina.

- ¿Qué estás planeando Ángelo?

- Nada, solo quise ser amable con el bicho, después de todo, seguimos siendo un equipo. - dijo Death sonriendo. - Ahora si me disculpas, es hora de empastillarme como cada mañana. - dijo Death consultando su reloj.  Afrodita sonrió, ya no tenía que seguirlo durante horas después de que tomara el medicamento a causa del temor de que el italiano se deshiciera de las pastillas que debía tomar como hacía cuando seguían en el santuario.

Milo se encerró como todos los días en su oficina, era la semana del italiano, por alguna razón había aceptado la sugerencia de Death Mask y estaba enfrascado en la lectura del Decameron de Bocacchio, se estaba divirtiendo. No quería molestias así que se colocó los audífonos, introdujo un CD con música de Handel en el reproductor y subió el volumen al máximo.

Las siguientes dos horas transcurrieron sin novedad, con una que otra inoportuna aparición de Aioria preguntando alguna necedad, pero sin contratiempos.

No supo en que momento fue que se quedó dormido. Milo se despertó con el insistente timbrar del teléfono. ¿es que ni encerrándose iba a poder olvidarse de sus impertinentes compañeros? De mala gana levantó la bocina.

-¿Hola?- dijo aún somnoliento, no escuchó respuesta. - ¿Hola? - Repitió y solo escuchó una respiración al otro lado de la línea. - Pero que jodida costumbre... maldito infeliz, sí no querías hablar, ¿para que demonios tomaste el teléfono? - dijo un muy airado griego antes de colgar violentamente en medio de un sinnúmero de maldiciones.

Milo se sumergió en la lectura del libro que tenía en las manos. Por su mente adormecida ni siquiera cruzó la idea de quien pudo ser el autor de la llamada que lo despertó: Rhadamanthys de Wyvern. Los espectros y su señor se encontraban en el mismo edificio que él en esos momentos. Aquello había pasado desapercibido para Milo, estaba demasiado metido en sus asuntos y en realidad todo aquello le hubiera tenido sin cuidado de no ser por la visita que recibió poco después en su oficina.

Estaba sentado frente al escritorio leyendo un poco más de Bocacchio cuando escuchó que llamaban a la puerta de su oficina.

-¡Ya voy!- gritó un enfadado escorpión. Dejó el libro abierto sobre su escritorio y fue a abrir. Era Shion, tenía que ser importante como para que el mismísimo patriarca se apareciera por su cubil. Milo contempló al peli verde con un deje de fastidio. A su mente acudieron mil y una posibilidades, una nueva guerra, otro enemigo poderoso acechando, pero la más factible le pareció que sería que sus servicios como asesino se requerían de nuevo. Después de todo, del infamado grupo de asesinos, él era el único que se mantenía en forma, y ni soñar con que enviaran a alguno de los otros. - Pasa. - le dijo a Shion dándole la espalda. El ariano ingresó pequeño cubículo sin dejar de sorprenderse del orden y quietud que ahí reinaba, era de la opinión que Milo no era un modelo de buenas costumbres. -¿A que has venido? - dijo Milo mostrándole una vez más a Shion el poco respeto que las figuras de autoridad le inspiraban a  últimas fechas.

- Tienes que venir conmigo a la sala de juntas.

- ¿Y para qué? Sea lo que sea estoy seguro de que las mascotas de bronce pueden hacerlo en mi lugar.

- No entiendes, se trata de algo importante, es una reunión para pactar la paz definitiva con Hades y todos tenemos que estar presentes. - dijo Shion. Milo supo de inmediato que el infeliz Kyoto que lo había ultrajado estaría ahí, sonrió sabiendo que el momento de la venganza estaba cerca.

- Haberlo dicho antes. Deja que tome mis llaves y nos vamos. - dijo Milo con una extraña sonrisa que a Shion le hizo rememorar a Death Mask en una de sus peores crisis. Quizá Dohko tenía razón al decir que Milo no estaba nada bien, que había algo afectando su cordura.

- Date prisa.- dijo Shion contemplando al griego avanzar con paso lento hacía el escritorio que estaba frente a él sin dejar de lado esa perturbadora sonrisa.

Abandonaron la oficina en medio de un pesado silencio que ninguno de los dos hizo nada por romper. Milo no tenía interés en hablar con Shion, en realidad el patriarca había caído de su gracia en el momento en el que se había ceñido a acatar las estúpidas órdenes de la diosa.

Shion se sintió aliviado cuando divisó a lo lejos la puerta de la sala de juntas. No era que tuviera miedo de Milo, más bien tenía miedo de lo que estaba pasando por su cabeza estuviera también en la cabeza del resto, o al menos en la cabeza de los gemelos. Si esos tres se ponían de acuerdo en algo, definitivamente sería desastroso, la tríada de griegos era sin duda, el punto débil de los planes de vida perfecta que Atenea tenía para sus santos. No solo ponían en duda las decisiones de la mujer, sino que a últimas fechas, su conducta era más que desafiante y comenzaba a influir en el resto, no pocos comenzaban a cuestionar las órdenes de la diosa. Como a todos, le sorprendió que Kanon y Saga admitieran incluso frente a la diosa amarse no como hermanos sino como pareja. La mujer había puesto el grito en el cielo, cosa a la que los hermanos decidieron no darle importancia, cuando ella les exigió dar por terminada su relación, la respuesta de Saga fue contundente, podía gritar, podía enviarlos en ese mismo instante de vuelta a la muerte, pero ni siquiera eso conseguiría que se apartaran uno del otro. No tuvo más remedio que ceder.

A causa de aquel incidente fue que Milo quedo de nuevo en la mira de Saorí. Shion tuvo que escuchar con detenimiento todo lo que ella planeaba para ese orgulloso griego que se empeñaba en desafiar cada vez más no solo lo autoridad de Shion, sino la de la mismísima diosa. No era que Shion concordara con ella, pero ordenes eran ordenes.  Aún estaba sorprendido con las ideas de la mujer acerca de Milo, ¿qué bien le haría a alguien tan desquiciado como lo estaba él en esos momentos que se le impusiera una relación como la que la diosa pretendía imponerle con ese niño Shun? Milo atravesaba por una extraña crisis y el chico de bronce estaba desarrollando una especie de obsesión por salvarle de sí mismo, Shion había intentado convencerlo de que dejara de intentar acercarse al temperamental escorpión después de lo ocurrido en el cumpleaños de Hyoga. Pero Shun no había entendido razones y había acudido a la diosa, como resultado, la mujer estaba empeñada en cumplir el capricho de su niño favorito y estaba dispuesta a pasar por encima de lo que fuera para lograrlo.

Pensándolo bien, Shion también se sentía humillado, le había dedicado su vida a una diosa que no sentía ni la mínima preocupación por lo que sucedía con los hombres y mujeres que habían dedicado su vida a servirla y protegerla. Pero aún así, se veía en la obligación de obedecer, ese era su papel, ¿cierto?

- Y comienza el circo... - murmuró Milo aproximándose a la sala de juntas.

- Solo espero que te comportes. - le dijo Shion. - No quiero otro escándalo como el del cumpleaños de Hyoga.

- Descuide "santidad"- dijo el griego en tono de franco desafío. - Me comportaré a la altura de las circunstancias. - las palabras de Milo le parecieron amenazadoras a Shion, quizá estaba exagerando, Milo era un tipo algo amargado y bastante sombrío a últimas fechas, pero siempre obedecía ordenes cuando se las daban.

Entraron a la sala, la atmósfera de incomodidad y recelo era evidente. Milo se acercó a los gemelos. Ellos se encontraban en un rincón algo apartado lejos del resto de los dorados. Milo pasó al lado de Aioria y Aioros en su camino hacia los gemelos. Aioria le dirigió una sonrisa sensual que Milo ignoró por completo. No tenía ánimos de jugar, además sus ojos estaban ocupados buscando a alguien más, Rhadamanthys.

- Así que ni ustedes se escaparon.- dijo el escorpión apoyándose de costado en la pared.

- No, el maldito Shion fue a sacarnos de la casa.- dijo Kanon cuando Milo llegó hasta ellos.

- Rayos, debiste fingir que no estabas ahí y así te hubieras librado de él.- dijo Milo.

- Le abrí porque creí que eras tú, como siempre te olvidas de las llaves...- dijo Kanon con una sonrisa burlona.

- Demonios... creo que nuestra existencia no podría ser más patética... - dijo Saga contemplando con sarcástica y morbosa curiosidad a los santos de bronce que permanecían en el otro extremo de la habitación.

- Como no dejes de mirar a esos idiotas... - dijo Kanon abrazándose a la cintura de Saga en un gesto que claramente era de posesión.

- Solo estoy mirando Kanon.

- Más te vale.

- Déjense de tonterías, hay que pensar algo para salir de aquí lo antes posible. - dijo Milo. No veía por ningún lado a ese infernal sujeto.

Aldebarán se dirigía hacia el "trío de insufribles" como les llamaba Hyoga. El ruso estaba furioso pues había llegado a sus oídos que Camus había ido a buscar consuelo junto a Milo después de su fugaz rompimiento, circulaban mil y una teorías acerca de lo que había sucedido aquella tarde. Pero ninguna de ellas era cierta, como venganza a lo ocurrido entre Hyoga e Ikky, Camus decidió quedarse callado permitiendo así que las habladurías fueron mayores y ocasionando que su pareja desarrollara una extrema repulsión no solo hacia Milo sino hacia los gemelos también. La reputación de Milo estaba definitivamente por los suelos, cosa que al griego tenía sin cuidado a pesar de las protestas de los gemelos. Los hermanos se esforzaban por aclarar que Milo no era como todos pensaban, pero el resto hacía oídos sordos, la única excepción era Marín, la amazona del Águila siempre había creído más en lo que sus ojos veían que en las habladurías de la gente.

- Hola Milo. - dijo Aldebarán al llegar junto a Milo, le sorprendió que el griego estuviera sonriendo, últimamente era poco frecuente verlo sonreír, aunque la sonrisa que se dibujaba en sus labios era francamente perturbadora.  

- Ah, hola Aldebarán.- dijo Milo cambiando la demencial sonrisa por una sonrisa bastante sincera. El toro comenzaba a agradarle. Los gemelos se mantuvieron a la expectativa, Milo no toleraba a nadie cerca... o al menos eso era lo que ellos pensaban. Aldebarán y Milo estaban conversando amenamente.

-Vaya... alguien ha domado a la fiera.- murmuró Kanon al oído de Saga, el mayor de los gemelos frunció el ceño, se preguntaba que clase de intenciones tendría el brasileño para con su amigo y se temía que no serían precisamente las mejores.

- Milo, ¿te gustaría ver un combate de sumo? - le dijo Aldebarán.

- ¿Sumo? ¿Es eso de los tipos enormes? - dijo Milo denotando cierta ingenuidad en su voz.

- Si, justo eso, ¿quieres acompañarme? Será en dos días.

- Claro, tengo una enorme curiosidad por entender eso.

- Entonces esta hecho.

-Claro. - dijo Milo. La sonrisa se heló en sus labios al ver aparecer a Hades seguido por Minos, Ayacos y Rhadamanthys. El rostro del griego adoptó un gesto sombrío e indescriptiblemente agresivo. Aldebarán y los gemelos notaron de inmediato la reacción de Milo, pero los tres lo atribuyeron al resentimiento que todos los dorados guardaban hacía los espectros.

Los presentes se distribuyeron en los asientos que estaban dispuestos en el salón donde se encontraban. La división entre los santos de Atenea no pasó desapercibida para los espectros y su señor. En un extremo del salón se encontraban los gemelos, Milo y enseguida estaba Aldebarán, Death Mask y Afrodita, del otro lado, el resto del grupo. Shaka se mantenía al centro, fungiendo como enlace entre ambos grupos. Shion observó a los sombríos griegos, Saga y Kanon miraban con franco desafío hacia donde se hallaban los espectros y su amo Hades; por su parte, Milo se encontraba con la mirada clavada en Rhadamanthys. Shion no se sorprendió, conociendo a Milo estaba seguro que la expresión iracunda en el rostro del peli azul solo podía deberse al recuerdo de aquella batalla en la que el Kyoto lo había vapuleado de mala manera, no sospechó que hubiera nada detrás de aquella mirada de franco odio que Milo le dirigía al espectro.

Milo no atendió ni media palabra de lo que se dijo en la reunión, a su modo de ver las cosas, aquello no era sino una farsa, tarde o temprano estallaría una nueva guerra, había cosas en el mundo que jamás cambiarían y la rivalidad entre Atenea y Hades era una de ellas.

- Insecto, insecto, ¡maldición Milo! - dijo Kanon propinándole un codazo al ver que el escorpión no estaba poniendo ninguna atención a lo que la diosa les estaba pidiendo.

- ¿Y ahora que hice? - murmuró Milo sintiendo las miradas de todos sobre él.  Saga contuvo la risa, definitivamente Milo estaba demasiado distraído como para haber atendido a la diosa cuando le pidió que junto a Aioria y dos de los santos de bronce le dieran un tour por la ciudad a los espectros de Hades.  Cuando Milo se enteró en que consistía la nueva orden de su diosa estuvo a punto de mandarla al demonio sin pensárselo dos veces, pero tuvo otra idea... a los amigos hay que tenerlos cerca, pero a los enemigos todavía más. Estaba decidido a aprovechar la oportunidad que tan generosamente se le brindaba de hacer pasar un mal rato al estúpido Rhadamanthys. - De acuerdo... lo haré. - dijo cruzando los brazos sobre el pecho y una extraña expresión en el rostro.   

- ¿Estás seguro bichito? Tendrás que ir con Aioria. - dijo Afrodita.

- Descuida, ya me ocuparé de limarle las uñas al gato de pacotilla. - dijo Milo con una sonrisa retorcida. Afrodita notó de inmediato que Milo estaba planeando algo.

- Death, creo que tenemos que vigilar a Milo.

- ¿Para qué? Si decide cargarse a los espectros nadie se lo reprocharía... ni siquiera Hades, se ve que son bastante incompetentes.  - dijo Death Mask con una sonrisa.

- Ángelo, esto es en serio.

- Lo sé. Te da miedo que Milo decida terminar lo que comenzó allá abajo en el hades, no te preocupes, no es tan estúpido, más bien creo que va sobre el gato. Se muere de ganas de patearle el trasero desde que comenzó a diseminar estupideces sobre él.

- ¿Eso significa que no crees lo que dicen de él?

- Claro que no. Lo conozco demasiado bien como para saber que él no es así.

- ¿Y por qué jamás dices nada?

- Yo lo sé y él lo sabe, para ambos es suficiente. - dijo el italiano acariciando la mejilla de Afrodita con suavidad. - Vamos arriba es hora de que tome esas jodidas pastillas. - dijo tomando la mano del sueco. Afrodita se sorprendió, Death Mask de verdad estaba poniendo empeño en seguir el tratamiento, y eso le alegró cantidad.

Milo se despidió de los gemelos rogando a los dioses que aquello no resultara contraproducente para sus planes, tendría que soportar no solo a Aioria, también Shun y a Seiya, no iba a ser nada fácil.

El grupo abandonó la mansión, al parecer Shun ya había elegido un itinerario y el resto tuvo que guardarse sus opiniones para una mejor ocasión. Milo se desparramó en el asiento del copiloto de una de las camionetas de la fundación dejando fuera a Seiya, no pretendía rozarse demasiado con el resto del grupo. No le pasaron desapercibidas las miradas de Rhadamanthys. El Kyoto se preguntaba el porque el interés de los gemelos y Aldebarán en Milo, eso sin mencionar los rumores de las recientes andanzas del escorpión. No sabía que creer, estaba demasiado confundido y el incidente entre ellos no era fácil de olvidar, pero Milo parecía no recordar, ni siquiera había volteado a mirarlo desde que se subieran a la camioneta. El espectro estaba más que furioso, Milo conversaba amenamente con Shun sobre no sabía bien que tantas tontería, el caso es que los dos estaban de lo más entretenidos uno con otro.

Milo no le dio importancia a ninguno de los avances de Aioria, estaba hartándose. Le dolía la cabeza y moría de ganas de degustar un delicioso chocolate amargo. Había dejado definitivamente de fumar, cosa que a él mismo le extrañaba bastante.

Habían hecho la primera escala en la torre de Tokio, a Milo se le antojaba absurdo visitar un lugar de paseo para chiquillas como él lo catalogaba. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón rogando a Zeus dar con un insignificante chocolate que le calmara la ansiedad. Lo único que halló fue uno de esos condenados caramelos de menta que Afrodita le daba cada vez que se encontraban, Milo sonrío al recordar la espera previa a acudir a eliminar a alguien que estorbaba a juicio del patriarca. Él, Death Mask y Afrodita se sentaban a esperar la orden de salir en las afueras del santuario, Death Mask repartía cigarrillos y Afrodita esos condenados caramelos de menta. Eran las horas más largas, esperando, sin hablar más que de tonterías, luego apresuradamente abandonaban el santuario y se dirigían al lugar señalado. Cada vez era lo mismo, el mismo ritual, la misma sensación de vacío, la única diferencia eran los rostros, pero él jamás se fijaba en los rostros... era lo mejor...

Al parecer Milo no era el único contrariado con aquel exasperante paseo, Minos y Ayacos contemplaban con mirada asesina a Shun y Seiya que se divertían de lo lindo mientras ellos se morían de aburrimiento.

El grupo paró en una cafetería, de inmediato Shun y Seiya se sentaron uno a cada lado de Milo, Seiya estaba tratando de apoyar a su amigo, y de paso averiguaría que tan en serio iban Saga y Kanon, no perdía la esperanza de poder conquistar al mayor de los gemelos.

Pronto Milo se vio acosado por las preguntas de Seiya, no sabía que hacer para sacárselo de encima, su escasa paciencia estaba al límite y no tenía deseos sino de irse inmediatamente a su departamento. Milo se mantenía callado y sin quitarle los ojos de encima a Rhadamanthys.

Por su parte, Aioria solo esperaba el momento para acercarse a Milo. Hacía días que sentía deseos de acercarse nuevamente a escorpión. Pero no sabía como hacerlo, le había sacudido un ataque de repentinos celos cuando supo que Aldebarán buscaba a Milo y que Milo aceptaba las cada vez más frecuentes atenciones del brasileño. En el fondo, Aioria esperaba que el amor que una vez el escorpión le profesara no se hubiera extinguido... había sido tan torpe... se había equivocado con él en más de un aspecto, en parte era su culpa que la reputación de Milo estuviera por los suelos. Pero no se sentía culpable, aquello había sido simplemente una manifestación de enfado y celos después de que Milo se negara a pertenecerle por completo.

Milo ordenó un café sin azúcar. Shun lo miraba casi con adoración, el griego era sin duda apuesto y en extremo masculino, se  ruborizó al imaginarse en los brazos de ese hermoso hombre.

- Milo yo... quería pedirte una disculpa...- dijo el chiquillo en voz baja.

- Da igual, no hubo daño, quizá exageré. - dijo Milo, a Shun le sorprendió la sonrisa que el griego le dedicaba, eso no era normal en él, estaba acostumbrado a cualquier reacción del griego pero no a una sonrisa, generalmente Milo solía mirarle con gesto inexpresivo, indiferente o bien agresivo, Ikky se burlaba de él diciendo que era más fácil  hacerlo gruñir que arrancarle una sonrisa.

- ¿De verdad lo crees...?

- Umm si, la verdad últimamente ando de peor humor que de costumbre. - dijo Milo mientras jugueteaba con su encendedor favorito. Podía haber dejado de fumar, pero no su obsesión con los encendedores.

- Me gustaría saber si quieres venir con nosotros el miércoles al cine. - dijo Shun algo más animado.

- ¿El miércoles? No, lo siento, tengo planes con Aldebarán. - dijo Milo con una misteriosa sonrisa, definitivamente las cosas estaban resultando tremendamente bien, por un lado lograría sacudirse de encima a Shun, y por la otra tenía a Rhadamanthys convertido en un energúmeno. Pero faltaba la cereza del pastel, y ya que Aioria le había utilizado en el pasado, ¿por qué no vengarse también de él?

Notas finales: Sugerencias? Comentarios? ya saben reviews o a amazing_kitana@hotmail.com, bye¡¡¡

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